DE LA CASA #180: MUNDOS SUBTERRÁNEOS DE LOS MAYAS. LA APROPIACIÓN DEL INFRAMUNDO POR MEDIO DE LA ARQUITECTURA EN CUEVAS DE QUINTANA ROO // MCR + CRS.

Por Miguel Covarrubias Reyna y Carmen Rojas Sandoval

Introducción

Las investigaciones arqueológicas actuales nos permiten plantear que los sitios mayores costeros del noreste de Quintana Roo se ubicaron en las desembocaduras de los sistemas de cuevas hacia el mar. Aquí se presentan las construcciones subterráneas mediante las cuales se establecía la apropiación simbólica del inframundo. Para entender la geografía sagrada de los mayas, así como para los grupos mesoamericanos, es fundamental entender el complejo cueva-pirámide.

La presencia de edificios públicos al interior de los extensos sistemas de cuevas secas y semi inundadas, así como otras construcciones asociados en superficie, no había sido estudiada sistemáticamente. A la fecha se han registrado cerca de 40 ejemplos de construcciones de mampostería recubierta de estuco dentro de cavidades subterráneas de sistemas cercanos a las costas del Caribe Mexicano, entre las que se cuentan altares, oratorios, templos, recintos y un sinnúmero de muros simples, que ponen en evidencia una intensa actividad debajo de la superficie selvática.

Esta región tuvo una muy alta demografía e intensa actividad constructiva en el Posclásico tardío, lo que casi no sucedía en otras partes de la península en dicho período, cuando se desarrolló un tipo de arquitectura peculiar que tampoco se encuentra en otro lugar, denominado Costa Oriental.

La escala del espacio construido se redujo, así como la calidad de las edificaciones. Se conservó la bóveda falsa, pero también se innovó con techos planos de rollizos de madera y entortados de argamasa. Ciertos cánones perduraron, como el uso de molduras medias y superiores enmarcando delgados frisos. Los dinteles remetidos se volvieron una constante. Pero lo que más llama la atención es la decoración pintada que cubría toda la superficie, interior y exterior, con murales que se han llamado tipo “códice mixteco” por su similitud con los intrincados diseños de éstos.

¿Para qué molestarse en construir dentro de lugares que al estar techados ya ofrecen protección? Debe ser algo relacionado con la ideología mesoamericana, específicamente con el concepto del inframundo, no solamente como un lugar relacionado con la muerte, sino también con la renovación y sustento, muy probablemente con la petición de lluvia.

Si desde el inicio de la civilización las élites necesitaron recrear la geografía sagrada para justificar su estancia en el poder, misma que se ve reflejada en los centros ceremoniales, es probable que, en esta región, con extensas cuevas de desarrollo horizontal, los gobernantes tuvieron que apropiarse físicamente de las mismas construyendo estructuras en su interior. ¿Con qué objeto? ¿Institucionalizar o sacralizar el inframundo?

Asociación de sistemas de cuevas y asentamientos mayores

Desde que los seres humanos comenzaron a modificar su entorno, también se fueron apropiando de él, interpretándolo en forma simbólica. Llegaron a ser capaces de conocer profundamente el paisaje en que vivían, al que dieron un significado acorde a sus ideas, logrando incluso identificar cambios sutiles entre microambientes. La costa de Quintana Roo ofrece condiciones particulares relativamente favorables para el desarrollo de una civilización, en una planicie kárstica con escases de suelos, sin cuerpos de agua superficial, pero con abundancia de cenotes, esteros con manglares y una costa rocosa con intermitentes bahías de playas arenosas y diversas caletas que dan acceso a los recursos marinos.

Las investigaciones que se han realizado en la costa han reconocido una muy densa ocupación durante el Postclásico tardío, sobre todo con relación al litoral, particularmente con las caletas y playas que permiten conexión con un sistema comercial marítimo. Se ha pensado que esta concentración demográfica en la costa responde a cambios que hubo en la península y en general en toda Mesoamérica durante ese período, que implica la intensificación de esas relaciones comerciales marítimas (Andrews IV y Andrews, 1975:1).

La realidad es que no se ha investigado suficientemente el territorio del interior, cubierto con extensas selvas, en las que también existen numerosos asentamientos que no han sido debidamente registrados, lo cual podría cambiar el concepto espacio – temporal que actualmente se tiene de esta región. Un rasgo fisiográfico muy importante al que no se le ha prestado la debida atención son los sistemas de cuevas, que aparentemente jugaron un papel importante en la definición y selección de los lugares donde se establecieron las comunidades principales.

Características

Los sistemas de cuevas en esta costa tienen una orientación general de noroeste a sureste y sus aguas subterráneas desembocan en el mar. En el caso de estudios arqueológicos nos interesan sobre todo los sistemas de cuevas secas, pues obviamente los antiguos mayas no podían adentrarse mucho en el agua. Las cuevas secas o semi inundadas pueden llegar a tener distancias considerables, de hasta casi 10 km de longitud y se forman paralelamente entre sí.

Gracias a la colaboración de espeleólogos de Quintana Roo, especialmente de Peter Sprouse (2017), quien generosamente ha compartido su cartografía de cuevas secas para complementar nuestros estudios arqueológicos, hemos encontrado una evidente relación entre estos sistemas y la ubicación y distribución de asentamientos mayas costeros mayores.

Para ejemplificar lo anterior se consideran tres zonas al sur de Playa del Carmen, con grandes asentamientos costeros que están ubicados justo al final de extensos sistemas de cuevas, en donde desembocan al mar (mapa 1).

A pesar del desconocimiento de sitios ubicados tierra adentro, en fechas reciente se han registrado algunos asentamientos menores en superficie y una serie de templos, oratorios, altares y otras estructuras dentro de las cuevas, muchas con un excepcional estado de conservación, por el hecho de estar cubiertos.

Mapa 1: Sitios arqueológicos mayores y su relación con sistemas de cuevas secas al sur de Playa del Carmen.

Una característica de esta área en particular y de casi toda la costa, es que grandes superficies están cubiertas con sistemas de albarradas que, en algunos casos, se encuentran también dentro de las cuevas. Estas extensas zonas cubiertas con asentamientos domésticos y albarradas, que en ocasiones dificultan la identificación de límites entre sitios, han sido definidas por Anthony P. Andrews (1986) como “macrozonas”.

Investigaciones previas

Los primeros reportes de este tipo de edificaciones subterráneas se deben a E. Wyllys Andrews IV y Loring M. Hewen cuando realizaron estudios en Xcaret en la década de 1950. En los que llamaron Grupos Q, R, S e Y, encontraron un altar y tres pequeños oratorios, respectivamente (Andrews IV y Andrews, op. cit.:56-58).

Posteriormente, Carlos Navarrete reportó un altar dentro de una cueva semi inundada en la caleta de Xelha (Navarrete, 1974). Luis Leira y Enrique Terrones descubrieron un elaborado templo en una cueva seca llamada Aktun Na Kan, que debe su nombre al hecho de que su moldura media tiene forma de serpiente (Leira y Terrones, 1986).

En fechas más recientes, autores como Luis Alberto Martos, Carmen Rojas, Dominique Rissolo y Miguel Covarrubias han documentado muchos otros ejemplos de construcciones dentro de cuevas de Quintana Roo, por lo que la necesidad de sistematizar esta información se ha vuelto imperiosa.

A la fecha hemos podido recopilar datos de 37 sitios con evidencias de arquitectura pública religiosa en cuevas cerca de la costa de Quintana Roo, aunque es probable que existan muchos más. De cualquier forma, se puede considerar que constituye una muestra suficientemente grande y significativa como para poder establecer una tipología con categorías definidas que sirva como herramienta para el estudio sistemático de futuros hallazgos (Fig. 1).

Dichas categorías consideran características como dimensiones, ubicación, orientación, formas, calidad constructiva y ornamentación, así como la identificación de constantes y variables arquitectónicas.

En lo relativo a las construcciones domésticas, por lo pronto su cuantificación no es posible, aunque  a priori se podría afirmar que están presentes en la mayoría de las cuevas, en mayor o menor grado. Lo anterior implica que en el pasado hubo una intensa ocupación y uso de los espacios subterráneos con especial énfasis en los períodos Preclásico superior al Clásico temprano y durante el Postclásico tardío.

Arquitectura pública

Los edificios de carácter público son elementos de cohesión de las comunidades. Grandes cantidades de energía y concentración de materiales se invirtieron en la construcción de estructuras, agrupadas en núcleos, cuya función era la de mantener en el poder a sectores sociales privilegiados mediante la política, la religión y el control de la economía.

La apropiación del paisaje en la selección de locaciones para el asentamiento dio pie a su consecuente modificación y adecuación, no sólo con fines de subsistencia, sino también para justificar la reproducción de una geografía sagrada, por medio de la cual las superestructuras de las sociedades podrían ejercer su dominio sobre las bases.

Con múltiples variables en cuanto a formas, extensión y distribución, los centros de población maya recurrieron a la monumentalidad de los núcleos arquitectónicos desde el período Preclásico hasta el Postclásico temprano. Sin embargo, salvo contadas excepciones, la actividad constructiva decreció notablemente en lo cualitativo y cuantitativo durante el Postclásico tardío, particularmente en la costa de Quintana Roo.

La arquitectura de tipo “Costa Oriental” del Postclásico tardío en realidad no puede considerarse como monumental, sin embargo, el papel social que tuvo es equivalente al de las grandes estructuras del período Clásico. Incluso los constructores de este período llegaron a adueñarse de edificios monumentales que estaban ya abandonados para edificar sus pequeños templos en sus cúspides. A diferencia de otras regiones del área maya, la arquitectura pública en el oriente de la península también fue introducida al mundo subterráneo de manera frecuente, tal vez como un medio para que las élites se apropiaran del paisaje del inframundo.

Tipología

Figura 1: Tipos de arquitectura pública en contextos subterráneos.

a) Altares

Son las formas más sencillas de arquitectura pública que se puede encontrar dentro de las cuevas, pero también aparecen en construcciones en el exterior, dentro de templos, que bien pueden ser representaciones de las cuevas. Generalmente se conforman por banquetas rectangulares o cuadrangulares estucadas que pueden tener o no una laja empotrada en forma vertical.

En las cuevas pueden estar en el interior, frente a entradas, en las líneas de goteo o en áreas de colapso de bóvedas, por lo general en zonas de penumbra. La forma más simple es la de una sencilla banqueta estucada, de unos cuantos centímetros de altura, asentada sobre una plataforma basal de mampostería burda.

A veces el altar puede ser una pequeña plataforma cuadrangular sin cubierta de estuco. En ocasiones, el diseño se va complicando al agregar pequeños muros en tres de sus lados, semejando una batea o trono. Pueden estar asentados directamente sobre rocas o en la superficie de la cueva. Estas formas también se pueden encontrar sobre plataformas basales estucadas que incluso tienen escalinatas adosadas o remetidas.

Otra variante en los altares dentro de cuevas es la incorporación de espeleotemas a la estructura. Aunque hay menos casos conocidos de este tipo, dentro de la plataforma basal se incluyeron columnas producto de la unión de estalactitas y estalagmitas.

Una forma muy peculiar se ha documentado en dos altares cuyos muros presentan escalonamientos en sus extremos. El primero tiene un muro estucado, en forma de medio círculo, con los extremos recortados formando cuatro peldaños en cada uno, que protege un pequeño altar cuadrangular con una laja vertical empotrada. Todo esto construido sobre una plataforma basal también estucada. El segundo ejemplo se diferencia del anterior porque sus muros están apoyados en la pared de la cueva, tiene seis escalones de un lado y cinco en el otro y en el centro del altar cuadrangular estucado emerge una estalagmita que sustituye la laja vertical.

b) Oratorios

Los oratorios o adoratorios son imitaciones en miniatura de templos de tipo Costa Oriental, que implican la construcción de muros de mampostería y techos de lajas o tapas y, en ciertas ocasiones, aprovechan la bóveda de la cueva como techo. A diferencia de los templos, su complejidad arquitectónica, dimensiones y calidad constructiva son siempre menores.

La forma más básica de un oratorio es la de un cubo hecho con tres lajas colocadas verticalmente en el suelo para hacer los muros y una laja más colocada horizontalmente para el techo, sin estuco ni cementantes y con el frente abierto.

Un diseño de mayor complejidad es un pequeño edificio cúbico de mampostería construido directamente sobre la superficie de la cueva, con la fachada estucada y un pequeño altar en forma de banqueta en el interior. Imitando los cánones de la arquitectura tipo Costa Oriental, el típico dintel remetido se representa con un bajo relieve o hundimiento del estuco de la fachada. Se pueden presentar variables como el uso de banquetas o pequeñas plataformas basales, tener una forma rectangular y altares internos más elaborados, a veces con lajas verticales empotradas. Sin embargo, son constantes las reducidas dimensiones y la sencillez del diseño.

c) Templos

A diferencia de los altares y oratorios, los templos presentan mayores dimensiones y complejidad en su diseño. Son muy parecidos a los que se pueden observar en superficie, a veces aislados en la costa, considerados marcadores para la navegación de cabotaje, o formando parte de núcleos de arquitectura pública de los cientos de asentamientos del litoral quintanarroense. Estos templos pueden encontrarse en el interior de las cuevas, viendo hacia la entrada, en la línea de goteo, o en la superficie, pero en asociación directa a las propias entradas.

Invariablemente tienen altares interiores, se desplantan sobre plataformas basales y sus fachadas están decoradas con dinteles remetidos, molduras de formas variadas y en ocasiones, esculturas de estuco. Algunos conservan restos de pintura.

Hay algunas estructuras que dada la sencillez de su fachada y su reducido tamaño podrían considerarse como una transición entre el oratorio y el templo. Un claro ejemplo de esto es el Templo de los Aluxes. A pesar de sus reducidas dimensiones presenta todos los atributos que permiten clasificarlo como un templo, pues tiene en su fachada una moldura sencilla, dintel remetido con restos de pintura azul, altar interno y, debido a su excepcional estado de conservación, un rollizo de madera integrado a la techumbre de mampostería (Rojas, 2015).

En la cueva Aktun Na Kan también fue hallado un edificio de este tipo construido en el interior, con la fachada mirando hacia la entrada. Tiene además de los rasgos que lo definen como templo, particularidades en la decoración de estuco que la hacen destacar, como la moldura sencilla que remata en forma de cabeza de serpiente en la esquina noreste de la estructura, así como restos de una escultura de estuco que representa un reptil, posiblemente una iguana, situado sobre el suelo de la cueva y con la mirada dirigida al vano que conservaba restos de pintura azul en el dintel y jambas (Leira y Terrones, op. cit.).

En la reserva de Río Secreto se encuentran otros dos ejemplos de templos dentro de cuevas. En la construcción del primero de ellos, Cueva Ángeles, se aprovechó la morfología de la cueva para el techo, que viene siendo el de origen natural en la galería donde se ubica, así como una claraboya que permite la iluminación de su fachada (Rissolo, et al., 2017). Aunque por sus reducidas dimensiones y carencia de ornamentación podría considerarse como una transición entre oratorio y templo, el hecho de que la escalinata es muy elaborada y de que su umbral presenta el dintel remetido, permite incluirlo en esta última categoría.

El segundo ejemplo es el templo de la Cueva de los Chicleros (ibid.), cuyo desafortunado daño por saqueo permite observar que la estructura fue objeto de transformaciones a través de sucesivas etapas constructivas. Aparentemente, la estructura comenzó siendo un altar cuadrangular sobre una plataforma basal con escalinata remetida orientada a la entrada de la cueva. Posteriormente, el altar se convirtió en un templo al construirse muros estucados que albergaron al altar original. Debido a la destrucción, no se conservan evidencias de la techumbre ni del dintel que cerraba el vano. A pesar de la ausencia de decoración, las dimensiones de los muros permiten considerarlo como templo y no como oratorio. Finalmente se adosó frente a la plataforma de la primera etapa, un segundo basamento más grande y de manufactura burda que cubrió la escalinata.

El ejemplo mejor conservado, de mayores dimensiones y complejidad arquitectónica, es el templo de Ocho Balas. Cabe destacar que desplanta sobre una banqueta estucada hecha sobre una plataforma de cimentación, y es el único conocido hasta ahora situado dentro de una cueva que presenta una moldura de tres elementos, cuya preservación es tan excepcional que aún conserva su techumbre hecha de rollizos y vigas de madera cubierta con un entortado de argamasa.

En lo relativo a templos que marcan entradas al inframundo desde el exterior, como ejemplos del complejo cueva-pirámide, se puede mencionar el sitio llamado El Templo, cerca de Xelha, donde un par de edificios de tipo Costa Oriental, uno de dos habitaciones contiguas ya colapsado y un templo relativamente bien conservado, se construyeron en torno a una cueva con un cuerpo de agua, quedando este último justo encima de la entrada y antecediendo otra entrada a una cueva donde hace algunos años se descubrieron, a unos 300 m en el interior inundado, los restos óseos de un humano del Pleistoceno (González, et al., 2006).

Este edificio tiene su fachada con dintel remetido orientada hacia la cueva. Presenta una moldura de tres elementos con un friso central. El interior, que está saqueado, muestra la huella de un altar cuadrangular. Desplanta sobre una plataforma sin escalinatas construida directamente sobre la cueva, que también tiene un muro en el costado norte de su entrada (Covarrubias, 2017).

Un caso similar ha sido registrado en la Cueva del Kisin, en Calica, donde otro templo, acompañado de un oratorio adyacente a su costado sureste, se ubican directamente sobre la entrada a la cueva (Martos, 2002: Fig. 61).

d) Recintos

El aprovechamiento del espacio interior de las cuevas no solamente se da con fines domésticos, ya que mediante gruesos muros de mampostería con argamasa, recubiertos de estuco y con vanos bien definidos, los mayas dividieron las cuevas con intenciones meramente rituales.

En el vecino Yucatán se han documentado algunas cuevas que presentan estos muros divisorios con vanos (Covarrubias y Burgos, 2009), pero en Quintana Roo a la fecha solamente se conoce el caso de la cueva Taka’an Dzonot, entre Tulum y Coba.

Los muros en cuestión, de más de 1 m de ancho, se construyeron de forma más o menos paralela, cerrando una galería artificial entre dos cámaras con cuerpos de agua, aprovechando la morfología de la cueva e integrando espeleotemas a los mismos.

Aunque no se hallaron materiales cerámicos en superficie que permitan estimar un fechamiento, la técnica constructiva con piedras burdamente careadas y la calidad de la argamasa y estuco sugieren que estas evidencias corresponden al Postclásico tardío.

Los vanos son bajos y estrechos, restringiendo el acceso desde la primera cámara, a la que se desciende con luz de penumbra hacia la galería sagrada y hacia la cámara con el segundo cuerpo de agua, que no tiene iluminación natural.

Es probable que accesos tan restringidos hacia la oscuridad total representen físicamente, de manera explícita, la presencia del inframundo, con todas sus implicaciones relacionadas con la vida y la muerte.

Estudios de caso

Chakalal

Es un sitio extenso descubierto por Herbert Spinden en 1926, compuesto por al menos cinco grupos arquitectónicos. con arquitectura pública que se mantiene en pie, casi toda del tipo Costa Oriental del Postclásico tardío (Fig. 2). El primero de estos grupos se ubica a la orilla de la caleta del mismo nombre, en el actual Puerto Aventuras, que aún conserva en su interior pinturas murales en las que se representa una serpiente emplumada y un jaguar (Fig. 3). Bajo este templo emergen aguas dulces que van a la caleta desde las cuevas (Mason, 1927).

Tierra adentro, a 1.5 Km al oeste de la caleta se encuentra el asentamiento mayor dividido en cuatro grupos. de los cuales el de más importancia y volumen se ha denominado grupo D, constituido por al menos tres basamentos piramidales de los cuales uno alcanza hasta 7 m de altura. Es probable que este núcleo haya sido construido desde el Preclásico superior o Clásico temprano, como lo indican tiestos cerámicos en superficie del tipo Sierra rojo y Huachinango inciso (Robles, 1990). Los otros tres grupos, A, B y C incluyen templos del tipo Costa Oriental del Postclásico tardío (Andrews IV y Andrews, op.cit.:81-83).

Figura 2: Sitio Chakalal.

El núcleo de Chakalal cubre un área aproximada de 42 hectáreas y bajo su superficie hay varios cenotes y cuevas. La zona habitacional debió ser más extensa, ya que en otra zona que recorrimos hacia el norte, a 1.5 Km     , existen diversas estructuras domésticas, como cimientos y plataformas, entre las que se observaron construcciones de tipo Megalítico que corresponden al Preclásico tardío y Clásico temprano, asociados con cerámica de estos períodos, así como extensas albarradas, apiarios y escasos restos de cerámica del Postclásico tardío tipo Mama rojo (Robles, op. cit.).

Figura 3: Murales en el interior del templo de Chakalal Caleta (tomado de Mason, 1927).

Aproximadamente a 1 km más al norte del área habitacional inicia un sistema de cuevas asociado a Chakalal, el sistema Gavilanes, que se extiende al noroeste por cerca de 7 kilómetros.

En dicho sistema de cuevas se han localizado dos templos subterráneos de tipo Costa Oriental. El primero, que ya se ha mencionado, se denomina Templo de la Cueva de los Aluxes y fue reportado por el espeleólogo German Yañez a la arqueóloga Carmen Rojas. Situado en una zona de penumbra parcialmente inundada, fue edificado sobre una elevación natural que fue adaptada como plataforma de cimentación; tiene una moldura sencilla únicamente en la fachada estucada, restos de pintura azul en dos bandas y su típico dintel remetido formando una “T”. Se aprovecharon espeleotemas para ciertas partes del edificio, tales como el techo y parte de los muros laterales y traseros, hechos a junta seca, mientras que el frontal y el propio techo sí tienen cementantes. Es un edificio pequeño, de 1.15 m de alto, 1.98 m de largo y 1.34 m de ancho (Fig. 4). En el interior hay un altar rectangular con muros estucados y una laja o piedra plana colocada en forma vertical. También se conserva un rollizo de madera en la techumbre (Rojas, op. cit.; Rissolo, et al., op. cit.).

Adentro de la cueva y detrás del templo hay claraboyas que permiten la entrada de luz, donde se observaron muros sencillos de una sola hilada de piedras amorfas, de los cuales algunos son paralelos, formando “pasillos”.

Esos “pasillos” son comunes en varias cuevas de la región y aún sigue en discusión su probable función, pues bien pudieron ser trampas para animales pequeños o tal vez pudieron tener un significado ritual, ya que se ha observado que muchos de ellos tienen relación con los puntos cardinales. En el exterior de la cueva se observaron albarradas y algunas plataformas domésticas, indicando que el entorno era un área habitacional.

Desafortunadamente toda esta área está siendo invadida por el urbanismo moderno, afectando otras cuevas y zonas habitacionales, donde también se han recuperado ejemplares de cerámica tanto del Clásico temprano como del Postclásico tardío.

Figura 4: Templo de los Aluxes (Foto: Ernesto Contreras/Círculo Espeleológico del Mayab)

Dentro del mismo sistema Gavilanes, pero ya en un área deshabitada a poco más de 3 km al noroeste del templo de los Aluxes se encuentra, igualmente dentro de la cueva, un edificio que también se ha mencionado y que tal vez es el mejor conservado de toda la región.

Se conoce como el Oratorio o Templo Ocho Balas y se ubica en la línea de goteo de la cueva. También fue reportado por el espeleólogo Germán Yañez. Es de mayores dimensiones y complejidad que el ejemplo anterior, pero también con arquitectura del tipo Costa Oriental del Postclásico tardío.

Fue construido sobre una plataforma basal de mampostería burda sobre la que desplanta una banqueta y encima de ésta el templo, de 1.6 m de altura y 2.8 m por lado, totalmente estucado. Presenta una moldura de tres elementos con atadura central en todas las fachadas y el acceso al oriente en el que, además del dintel remetido sobre éste, hay restos de una probable escultura antropomorfa de estuco, de la que sólo quedan las piernas asentadas sobre la moldura. La esquina suroeste, sobre el techo, tiene una “almena” idéntica a la que tiene el Templo del Viento en Tulum (Fig. 5).

El interior está totalmente estucado y tiene una banqueta rectangular en el lado oeste a manera de altar. La techumbre es de rollizos y vigas de madera perfectamente bien conservada, soportando un entortado de argamasa, por lo que se puede considerar como uno de los mejores ejemplos de arquitectura de este tipo (Rojas, op. cit.:9; Rissolo, et al., 2016).

Figura 5: Templo de Ocho Balas (Fotos: M. Covarrubias).

En el interior de la cueva se observan una serie de muros y “pasillos”, así como otra plataforma de mampostería similar a la del templo. Se ha reportado por lo menos otro altar en el interior de esta cueva, pero todavía no ha sido localizado y estudiado. En el exterior hay diversas albarradas, pero falta realizar más recorridos para saber si hubo alguna población circundante.

Otras cuevas con arquitectura subterránea que pueden estar asociadas al sitio de Chakalal son Nohoch Tuyul y Olokum, ambas en el llamado sistema Pacto, a 4 y 5 Km al noroeste del sitio mayor respectivamente, así como Tah Maja, otra cueva situada a 2.5 km al suroeste del núcleo cívico ceremonial.

Estas tres cuevas tienen en común altares estucados edificados sobre plataformas basales de mampostería burda, con escalinatas de acceso. Nohoch Tuyul muestra huellas de saqueo y Tah Maja modificaciones recientes para adaptar la cueva a la visita de turistas, pero Olokum afortunadamente tiene muy buena preservación. Aunque ya ha sido presentado brevemente en algún video documental, no se ha hecho un análisis de sus características e iconografía, pues incorpora un espeleotema al centro del altar, mientras que sus costados están alineados a los puntos cardinales (Fig. 6). Tenemos así un modelo cosmogónico representado por un axis mundi que une los planos celeste, terrestre y subterráneo y los cuatro rumbos del universo.

El costado norte tiene un alto relieve en forma antropomorfa, una cara que posiblemente representa el símbolo ahau, así como lo que podría interpretarse como una garra de jaguar en la esquina noroeste. El lado oeste tiene un alto relieve que representa un mono araña, ser que en ocasiones acompaña a deidades del inframundo.

Figura 6: Altar en la cueva Olokum (Foto: M. Covarrubias).

Paamul

Es un sitio de grandes dimensiones con basamentos piramidales, templos y otras estructuras de mampostería que suman más de 30 en un área de 4 km², ubicado justo en la costa rocosa. Era fácilmente visible desde el mar y desde 1878 el médico alemán Carl Hermann Berendt lo registró como sitio arqueológico, pero fue visitado por primera vez por Herbert Spinden en 1926 y posteriormente por otros investigadores como William Sanders, Wyllys Andrews IV y Michel Peissel (Mason, op. cit.; Sanders, 1955; Andrews IV y Andrews, op. cit.:77-80; Peissel, 1963).

En el litoral destaca una pirámide que tenía un templo superior, ya colapsado, así como un “observatorio” redondo y un edificio de dos pisos tipo Costa Oriental, muy parecido al Templo de los Frescos de Tulum (Fig. 7). Varias cuevas, cenotes, albarradas y sascaberas se encuentran dentro del área nuclear (plano parcial del sitio por Terrones, Leira y Campos, 2015).

Se desconoce la extensión del área habitacional de Paamul, que con seguridad ha sido afectada por la carretera y asentamientos modernos. Sin embargo, al igual que Chakalal, un gran sistema de cuevas se proyecta desde la antigua ciudad hacia el noroeste, con una longitud de más de 6 kilómetros.

Los espeleólogos llaman a este sistema Garra de Jaguar y contiene varios asentamientos arqueológicos de distintas magnitudes.

En un punto de este sistema, denominado Gil Gamble, que constituye la entrada sureste a la cueva, se pueden observar probables huellas de actividad minera, ya que carece de espeleotemas y se pueden ver las marcas de donde fueron extraídos.

Figura 7: Imágenes de la expedición Mason-Spinden, 1926

Más adelante, a unos 4 km al noreste de Paamul, se encuentran evidencias de un sitio doméstico dentro de la cueva, consistentes en una serie de muros que dividen diversos espacios y la presencia de un grupo de metates colocados sobre bases de piedra, así como abundante cerámica de superficie, entre la que pudieron reconocerse tipos utilitarios como Chancenote estriado y Tancah burdo del Preclásico superior y Clásico temprano.

También en el área se detectó una escultura antropomorfa con restos de pintura azul que representa un cabeza, de aproximadamente 1 m de altura y 60 cm de ancho (Fig. 8). A este sitio lo denominamos “Grupo Metates”.

Figura 8: Escultura en el Grupo Metates, Cueva Paamul (Foto: M. Covarrubias)

A unos 700 m al noroeste se encuentra otro sitio que denominamos “Cueva Paamul” en un área donde el sistema se bifurca en dos ramales, uno al norte y otro al noroeste. En este lugar colapsó una dolina que permite la entrada de luz, donde hay un altar rectangular estucado en el que hallamos cerámica removida y colocada sobre el mismo, entre la que fue posible identificar fragmentos de incensarios del Postclásico tardío, incluyendo tipos como Sisal burdo (Robles, op. cit.).

Además de una serie de muros y “pasillos”, se observó una pequeña cista circular cerca del altar, de unos 30 cm de diámetro. Así mismo, de esa área fue posible colectar una vasija completa que también había sido removida.

Siguiendo el ramal noroeste, a 1.3 km de distancia, se localizó un sitio en superficie edificado en un risco sobre una entrada a la cueva. Consiste en un núcleo monumental que incluye un basamento piramidal de aproximadamente 30 m por lado y 7 m de altura, formado por tres cuerpos superpuestos y una superestructura rectangular, con escalinata en el lado poniente. Una plaza se define por otras dos estructuras menores en ese mismo lado. A este sitio lo llamamos “Paamul II”.

Es de particular interés el hecho de que se haya seleccionado ese preciso lugar para erigir esa pirámide, justo sobre la cueva, porque constituye un claro ejemplo del complejo cueva-pirámide, representando los tres niveles básicos del universo maya.

No se ha determinado el área habitacional alrededor de este núcleo, pero igualmente se observó la presencia de albarradas. A 175 m al noroeste, en otra entrada a la cueva, existe una escalinata que conduce al interior, donde hay muros de piedra burda limitando varios espacios. En la sección semi inundada de esta cueva hay un altar circular de mampostería de unos 2.5 m de diámetro y 65 cm de altura que apenas sobresale del agua. Incorpora un espeleotema en forma de columna en su lado oeste, sobresaliendo de la superficie plana del altar, frente a la que se colocó una laja en forma vertical (Fig. 9).

Figura 9: Altar circular con espeleotema, cueva Paamul II (Foto: M. Covarrubias)

Justo enfrente de la laja se hallaron fragmentos de un incensario de cerámica del tipo Chenmul modelado del Postclásico tardío (ibid.). Es decir, se trata de un contexto ritual que se ha mantenido casi intacto durante siglos por el hecho de hallarse lejos de la civilización moderna.

En el ramal norte de la cueva, a 1.2 km del sitio “Cueva Paamul” hallamos evidencias de otro asentamiento en un área de penumbra, que se conforma por varios muros de piedra burda y una plataforma cuadrangular de mampostería en la línea de goteo, de 4 m por lado y 75 cm de altura. Los muros fueron hechos con cuatro hiladas superpuestas de piedras burdamente careadas y en la superficie hay un altar estucado de 80 cm por lado y 6 cm de altura que desafortunadamente presenta un hueco de saqueo en el que se observan diversos tepalcates del Postclásico tardío.

Es probable que en este sistema existan más restos materiales arqueológicos, pero debido a su extensión sería recomendable realizar una prospección sistemática del mismo. También tenemos conocimiento de otro sistema paralelo a éste, a unos 1500 m al norte, denominado “Mystic Monkey” por los espeleólogos, donde hay un altar estucado con una escalinata remetida, pero del que a la fecha desconocemos su ubicación exacta (Peter Sprouse, comunicación personal, 2018).

En otro pequeño sistema de cuevas, situado a 1 km aproximado al noroeste de Paamul, se encuentra un adoratorio de mampostería nombrado como “El Horno”, dadas sus reducidas dimensiones y forma cúbica (Fig. 10). Se ubica dentro de una cueva pequeña donde también hay un ojo de agua con una escalinata de cinco peldaños que da acceso al preciado líquido, así como un muro de piedra burda detrás de la estructura. Esta construcción ceremonial mide 1.2 m por lado y 1 m de altura, sólo tiene la fachada e interior cubiertos con estuco y un dintel remetido simulado con este mismo material, lo que nos permite clasificar su arquitectura como de tipo Costa Oriental del Postclásico tardío.

Figura 10: El Horno, Paamul (Foto M. Covarrubias).

En el interior, El Horno tiene un altar rectangular escalonado de 60 cm largo, 50 cm de ancho y 15 cm de altura, con una laja de 30 cm de alto colocada verticalmente, que también es una constante en este tipo arquitectónico. A 100 m aproximados al noroeste otra cueva contiene muros y un “pasillo”.

Al igual que en el caso de Chakalal, aún falta mucho por investigar sobre los sistemas de cuevas y el territorio asociados a Paamul.

Punta Piedra

Entre los grandes asentamientos localizados en esta sección central de la costa de Quintana Roo, Punta Piedra es probablemente el mayor de todos, si consideramos su extensión y volumetría, sobre todo porque junto con Xcaret, Xaman Ha y Rancho Ina formaron una sola comunidad urbana de grandes dimensiones.

Existe confusión en lo relativo a este sitio, ya que en estudios iniciales se le consideró como una parte de Xcaret. Varios de los grupos al noreste de la caleta de Xcaret fueron identificados como pertenecientes a este último sitio, específicamente los designados como Grupos T, U, V, W, X e Y (Andrews IV y Andrews, op. cit.). Sin embargo, investigaciones posteriores han demostrado que Punta Piedra (Grupo V) es en realidad un sitio diferente, que tuvo un núcleo mucho mayor y más extenso que el de Xcaret (Fig. 11) o de los demás sitios que formaron parte de esta gran área urbanizada (Leira y Terrones, mapas del Proyecto Punta Piedra, 1982-1986).

Figura 11: Planos y edificios principales de Punta Piedra.

De forma similar a los dos casos de Chakalal y Paamul referidos con anterioridad, esta comunidad costera igualmente se asocia a extensos sistemas de cuevas en los que podemos mencionar diversas evidencias de ocupación subterránea. Destaca el sistema de cuevas del Parque Río Secreto, de aproximadamente 6.2 km de longitud, que se proyecta de noroeste a sureste.

Dentro del área cercana a la costa que ocupan Punta Piedra y Xcaret se han reportado cuatro ejemplos de construcciones dentro de cuevas. Específicamente se han hallado estructuras subterráneas en los grupos denominados Q, R, S e Y (Andrews IV y Andrews, op. cit.:56-58), mismos que desconocemos si aún existen.

El Grupo Q se ubicaba aproximadamente a 1 km al este-noroeste de Xcaret, tenía una cueva no muy profunda a la que se accedía por un pasaje inclinado que conducía a varias cámaras y un cuerpo de agua. A unos 15 m al norte de la entrada, en la cámara principal, había una plataforma pequeña, de 2.10 m por 2.50 m, con un altar que semejaba un trono en la parte superior, con una escalinata remetida en el lado oeste que conducía al mismo. La plataforma se hizo con varias hiladas superpuestas de piedras burdamente labradas que alcanzaban 75 cm de altura. Tanto la plataforma como el altar tenían toda la superficie estucada. En la bóveda de la cueva había claraboyas que permitían la entrada de luz, en ocasiones iluminando el altar. En asociación a esta estructura se hallaron fragmentos de esculturas posiblemente antropomorfas de estuco y piedra, así como huellas del lugar donde estaban colocadas, al igual que fragmentos de incensarios de cerámica (ibid.:44-45).

El Grupo R estaba situado a 1.9 km al nor-noroeste de la caleta de Xcaret, donde había una estructura cerca de la entrada a la cueva que probablemente era un templo, y adentro de la cueva se hallaba un pequeño oratorio miniatura perfectamente bien conservado, sin dintel remetido ni moldura y el techo de lajas a manera de tapas soportadas por los muros. En el interior del oratorio tenía un altar en forma de banca en cuyo centro había una depresión con restos de un ídolo de estuco. En la esquina sureste de la plataforma sobre la que se edificó el oratorio había otra escultura de estuco que probablemente representaba un jaguar viendo hacia la entrada a la cueva. También había otros dos adornos de estuco sobre el vano del oratorio, semejantes a las tunas que crecen en los nopales (ibid.:45-46).

El Grupo S se encontraba a unos 1800 m al nor-noroeste de la caleta de Xcaret, al este del Grupo R. Era una cueva mucho más grande que las de los dos grupos anteriores, con siete cámaras y un cenote bajo. En el interior había un oratorio similar al del Grupo R, construido sobre un promontorio rodeado de agua por tres lados. Solamente el frente, que daba a la entrada, estaba seco. El edificio ya estaba colapsado, pero el escombro sugería que tuvo un techo abovedado con tapas grandes e interior en forma de panal. No se observaron evidencias de un dintel remetido o molduras. En la esquina sureste había una escultura de estuco que representaba un felino, igual que el caso del oratorio del Grupo R. Asociados a esta estructura se hallaron dos incensarios tipo copa completos y fragmentos de otros más. En una de las cámaras posteriores se hallaron dos ollas oliveras intactas, de época colonial, depositadas justo debajo de la superficie del agua (ibid.:46).

Es muy probable que los tres grupos anteriores ya no existan, dadas las grandes alteraciones a que ha sido sujeta el área en las últimas décadas, sobre todo por la ampliación de la Carretera Federal 307 y las vialidades e instalaciones del actual parque de diversiones Xcaret.

En el conjunto arquitectónico que se denominó Grupo V de Xcaret, que en realidad es parte del núcleo de Punta Piedra, cerca de sus grandes edificios existe una cueva llamada “Actun Merech” o “El Hemiciclo”. Contiene un altar estucado que ya se ha mencionado, de planta semicircular, compuesto por un muro escalonado en los extremos y una banqueta cuadrangular con una laja colocada verticalmente en la parte central. Fue construido sobre una plataforma para la que se aprovechó un afloramiento de caliza cerca de la entrada a la cueva, a pocos metros al oeste (Leira y Terrones, plano de la cueva Actun Merech, Proyecto Punta Piedra, 1982).

El sitio de Punta Piedra se conserva mejor que Xcaret porque afortunadamente ha tenido un menor impacto de la industria turística. Actualmente es también un parque de diversiones, su manejo ha sido más responsable en lo relativo a la conservación, por lo que todavía se puede visitar el Grupo Y, que en realidad es parte del sitio mayor.

El Grupo Y tiene una cueva extensa con varias cámaras, con un oratorio que mira la entrada al norte, hecho sobre una plataforma rectangular. Tiene muros sencillos verticales, estucados y sin ornamentación, aunque tenía restos de pintura roja cuando fue inicialmente reportado. El techo colapsado estaba hecho con lajas saledizas y tenía dintel remetido. En el interior hay un altar tipo banqueta. Unos metros al oeste hay un petrograbado antropomorfo que presenta genitales de dimensiones desproporcionadas (Andrews IV y Andrews, op. cit.:49-50; Terrones y Leira, plano de la cueva Grupo Y de Xcaret, Proyecto Punta Piedra, 1984).

Hay otra cueva llamada “El Trono”, situada a 1 km al oeste de Punta Piedra, junto a la Carretera Federal 307, que contiene muros de piedra burda en la parte seca y una osamenta humana dentro del cuerpo de agua, correspondiente a un individuo joven de sexo femenino, cuyo cuerpo aparentemente se fue desarticulando durante el proceso de descomposición al flotar en el agua. Los dientes muestran tres incrustaciones de piedra verde en ambos incisivos centrales y el incisivo superior derecho (Fig. 12; Rojas y Covarrubias, 2017b; Avilés, 2017).

Figura 12: Osamenta depositada en la cueva El Trono, Punta Piedra (Foto: J. Avilés).

Por largo tiempo se ha pensado que las osamentas humanas halladas en cuevas y cenotes son el resultado de sacrificios como ofrendas propiciatorias. Esto puede ser verídico en unos casos, pero en otros, se han registrado contextos donde ciertos individuos fueron depositados con fines rituales y de tratamientos funerarios distintos, reflejando aspectos sociales de los grupos que los realizaron, como puede ser la creación de ancestros designados para servir como pilares de dinastías familiares (Rojas, 2011).

La ubicación directa de los muertos en cuevas usadas como cámaras funerarias puede responder a la intención de acercarlos al inframundo, donde residirían de forma permanente. La reubicación de cadáveres es una práctica que sigue vigente en algunos pueblos mayas, ya no en cuevas sino en cementerios u osarios, pero igualmente cabe la posibilidad de que en el pasado las inmersiones y los entierros indirectos en cuevas y cenotes hubiesen sido algo relativamente común (ibid.).

A 3 Km al noroeste de Punta Piedra se ha reportado dentro del mismo sistema del Parque Río Secreto, el sitio Actun Chel, que consiste en un altar estucado de planta cuadrangular que aún falta documentar (Peter Sprouse, comunicación personal, 2018).

Más al noroeste, a unos 6 Km de Punta Piedra, se encuentra la cueva “Ángeles”, cuya estructura interior también ha sido documentada como “Altar X1” (Rissolo, et al., op. cit., 2017).

Se trata de un templo miniatura, que también ya se mencionó, construido sobre un basamento cuadrangular con una escalinata adosada de tres peldaños, con la fachada hacia la entrada de la cueva y justo debajo de una claraboya que permite entrar la luz sobre la estructura, de manera similar al altar del Grupo Q de Xcaret. El frente de la plataforma, la escalinata, la fachada del templo y sus muros laterales están estucados, así como el interior, mientras que el resto exhibe que la construcción se hizo con piedras amorfas o burdamente careadas, nivelando la superficie irregular del piso de la cueva. Tiene dintel remetido y no presenta molduras. En su interior hay indicios de un altar. El techo es la misma bóveda de la cueva, por lo que la altura de los muros verticales varía para ajustarse a la formación natural (Fig. 13).

Figura 13: Templo en la cueva Ángeles (Foto: M. Covarrubias).

Este templo ha sido documentado con tecnología de escaneo láser y fotogrametría para generar un modelo 3D (ibid.).

Aproximadamente a 450 m al este-noroeste de la cueva “Ángeles”, en otro ramal de este sistema de cuevas, se localiza un segundo templo subterráneo denominado “Chicleros”. En este caso el edificio se ubica en un área de penumbra a pocos metros de la entrada en el oeste, con la fachada en dirección a ésta.

Ya se ha dicho en el apartado sobre tipología de arquitectura que éste presenta tres etapas constructivas claramente diferenciables. La construcción original consta de una plataforma cuadrangular sobre la que se colocó un altar cuadrangular y todo fue recubierto con una gruesa capa de estuco. Posteriormente se erigió el templo, con muros verticales estucados, sin huellas de un dintel remetido, con el umbral abierto en la parte superior y aparentemente estuvo techado con tapas grandes de las que solo se conserva una en el lado sur. Estas primeras dos etapas se hicieron con piedras burdamente labradas.

La etapa más reciente es una plataforma rectangular que fue adosada en la parte frontal, del lado poniente. Su calidad constructiva es mucho más baja, ya que esta ampliación fue hecha con piedras amorfas unidas con argamasa (Fig. 14).

Figura 14: Templo en la cueva Chicleros (Foto: M. Covarrubias).

De este edificio se cuenta igualmente con un modelo 3D hecho con tecnología novedosa (ibid.). Desafortunadamente, fue severamente saqueado, atravesado por un hueco desde el frente de la plataforma estucada hasta la parte posterior, debajo del altar, exponiendo el sistema constructivo.

En el área de la cueva se observaron restos de cerámica, removida recientemente, entre los que se han podido reconocer partes de un brasero del tipo Espita appliqué del Postclásico tardío (Robles, op. cit.).

En otras partes de la cueva se observaron muros sencillos hechos con piedras amorfas, así como albarradas en el exterior.

En otra entrada a la cueva llamada “Poxtanchi”, a unos 300 m al sur de “Chicleros”, se observó la presencia de albarradas en superficie, siendo probable que en el subsuelo existan evidencias arqueológicas. Es posible que existan muchas más evidencias de ocupaciones subterráneas en este sistema, así como en otro más situado al sur, donde actualmente existe el enorme banco de material de la empresa Calica.

Este sistema se ubica de 2 a 3.5 km al suroeste del de Río Secreto, en el cual se han reportado estructuras como un altar en la cueva de La Rosita, un templo en la de Satachannah, otro templo construido sobre la cueva Kisim, así como un altar más en la cueva Balancanche (Martos, 2002: 212-229).

Al igual que en los sistemas de cuevas asociados a Chakalal y Paamul, en los de la zona de Punta Piedra, Xcaret, Xamanha y Rancho Ina aún falta mucho por investigar, siendo urgente en este caso particular dado el desmesurado crecimiento de Playa del Carmen y sus alrededores.

Conclusiones

A pesar de que se han registrado ejemplos de arquitectura subterránea desde hace más de un siglo en otras partes del área maya, no se ha realizado un estudio sistemático de las modificaciones y expresiones arquitectónicas en cuevas. Resulta impactante que no se le preste la debida atención a la arquitectura como unidad de análisis en los estudios de ambientes cavernosos, sobre todo si se toman en cuenta los trabajos que se han hecho en Belice, Guatemala y el norte de Quintana Roo (Moyes, 2012:95).

Éste ha sido un primer paso hacia el estudio sistemático de la arquitectura subterránea de la costa de Quintana Roo, cuyo bagaje se compone del trabajo de múltiples investigadores que se ha ido acumulando durante décadas.

A pesar de que en otras regiones del área maya se han documentado edificios relacionados con las cuevas, el caso de Quintana Roo es excepcional tanto por la cantidad, como la calidad de los ejemplos aquí mencionados.

Es previsible que en el futuro se hallen muchos más sitios con estructuras subterráneas, pues comparativamente, Quintana Roo es la parte menos estudiada en la península. Quedan aún grandes extensiones de selva inexploradas y miles de cuevas por descubrir, y por el momento lo poco que se conoce acerca del patrón de asentamiento sugiere una densidad muy alta, indicando que los mayas orientales aprovecharon al máximo el paisaje que eligieron para vivir.

La presencia de numerosas cuevas, generaron pautas de comportamiento diferenciadas a las de otras regiones (Bonor, 1989:11), por lo menos durante las dos principales ocupaciones del Preclásico tardío al Clásico temprano y durante el Postclásico tardío.

Al construir dentro de las cuevas, los mayas recrearon el espacio cósmico, reificando o cosificando principios cosmogónicos y mejorando y encarnando las experiencias de sus antepasados (Moyes, op. cit.:107).

Entender el desarrollo integral de la costa este de la península, más allá de interpretar su intensa ocupación del Postclásico como una simplista sociedad dedicada al comercio costero, implica considerar el uso del espacio con relación a la interacción entre las comunidades y los lugares donde se establecieron, en forma diacrónica, para poder tratar de discernir las formas socioeconómicas que las mantuvieron, incluyendo el uso de cuevas, donde además de actividades para el sustento, nos permitirían adentrarnos en la esencia básica de  la ideología y religión que los impulsó (ibid.:12; Cornell y Velázquez, 2018:13).

Se debe resaltar que, gracias a la investigación multidisciplinaria, se ha hecho evidente la relación entre la ubicación los sitios mayores de la costa con la desembocadura de los sistemas de cuevas hacia el mar, así como la apropiación simbólica del inframundo mediante las construcciones subterráneas y, quizá con el complejo cueva-pirámide, la reproducción de una geografía sagrada implícita en su cosmogonía, que justificaría la permanencia de una élite en la cúspide social.

Agradecimientos

A la Arqueóloga Adriana Velázquez Morlet, actual Delegada del INAH en Campeche y anteriormente en Quintana Roo, sin cuyo apoyo habría sido posible esta investigación, al Sr. Peter Sprouse, experimentado espeleólogo que amablemente ha compartido con nosotros su importante trabajo de mapeo de cuevas hecho durante varias décadas en esta región, al Sr. Germán Yañez del Centro Espeleológico del Mayab también por sus valiosos datos de exploración en cuevas y al Dr. Dominique Rissolo de la Universidad de California en San Diego, por igualmente aportar información relevante para esta investigación sobre la arquitectura del inframundo. A todos ellos nuestra infinita gratitud.

Para leer más…

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