¡El prodigioso miligramo!

Por Totochtli

Continuando con «El reto de los Juanes» las entradas de este blog, ahora les presento a un excelente autor, del que yo tuve noticias cuando estaba en la secundaria, pero extrañamente no porque en la clase de español nos dejaran leer algún texto de él, sino porque en los pasillos durante el descanso se comentaba que en un programa de televisión este tocayo mío habia tenido un rose con Thalía (sí, la cantante de Timbiriche) en el que había hecho mofa de su frivolidad o algo así. Para esa fechas yo no sabía quien era Thalía ni mucho menos Juan José Arreola, sin embargo, el incidente quedó en la parte más encondida de mi cerebro, oculto por la tormenta de hormonas que me provocaba aquella chica de tercero mal llamada «La Nopalona» por algunos de mis amigos.

Sin embargo, hace poco recordé aquel incidente y saque de la biblioteca un ejemplar de una de sus obras más famosas: «Confabulario», la cual contiene una serie de cuentos cortos, muy buenos todos ellos. Particularmente me llamó la atención uno que de forma casi perfecta explica lo que seguramente le pasó a Teotihuacan durante su abandono. Durante décadas los arqueólogos se han dado a la tarea de encontrar explicaciones convincentes, generar teorías rimbombantes, publicar sesudos argumentos y desarrollar refinadas entelequias acerca del porque de la caída de Teotihuacan, sin embargo ninguno ha tenido la claridad ni la astucia para descubrir lo que hacía ya muchos años Juan José Arreola [«arreolita» como le decían algunos] supo y plasmó en palabras al alcance de todos. Nadie en el gremio imaginó que la respuesta a todos sus desvelos estaba nada más ni nada menos que en…

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El prodigioso miligramo [fragmento]
Juan José Arreola

…El hormiguero vivió días indescriptibles, mezcla de admiración, de orgullo y de dolor. Se organizaron exequias suntuosas, colmadas de bailes y baquetes. Rápidamente se inició la construcción de un santuario para el miligramo, y la hormiga incomprendida y asesinada obtuvo el honor de un mausoleo. Las autoridades fueron depuestas y acusadas de inepcia.

A duras penas logró funcionar poco después un consejo de ancianas que puso término a la prolongada etapa de orgiásticos honores. La vida volvió a su curso normal gracias a innumerables fusilamientos. Las ancianas más sagaces derivaron entonces la corriente de admiración devota que despertó el miligramo a una forma cada vez más rígida de religión oficial…

…Las burócratas y las responsables del culto, no contentas con su holgada situación, abandonaron el templo y las oficinas para echarse a la busca de miligramos, tratando de aumentar gajes y honores. La policía dejó prácticamente de existir, y los motines y las revoluciones eran cotidianos. Bandas de asaltantes profesionales aguardaban en las cercanías del hormiguero para despojar a las afortunadas que volvían con un miligramo valioso. Coleccionistas resentidas denunciaban a sus rivales y promovían largos juicios, buscando venganza del cateo y la expropiación. Las disputas dentro de las galerías degeneraban fácilmente en riñas, y éstas en asesinatos… El índice de mortalidad alcanzó una cifra pavorosa. Los nacimientos disminuyeron de manera alarmante, y las criaturas, faltas de atención adecuada, morían por centenares.

El santuario que custodiaba el miligramo verdadero se convirtió en tumba olvidada. Las hormigas ocupadas en la discusión de los hallazgos más escandalosos, ni siquiera acudían a visitarlo. De vez en cuando, las devotas rezagadas llamaban la atención de las autoridades sobre su estado de ruina y de abandono. Lo más que se conseguía era un poco de limpieza. Media docena de irrespetuosas barrenderas daban unos cuantos escobazos, mientras decrépitas ancianas pronunciaban largos discursos y cubrían la tumba de la hormiga con deplorables ofrendas, hechas casi de puros desperdicios.

Sepultado entre nubarrones de desorden, el prodigioso miligramo brillaba en el olvido. Llegó incluso a ciruclar la especie escandalosa de que había sido robado por manos sacrílegas. Una copia de mala calidad suplantaba al miligramo auténtico, que pertenecía ya a la colección de una hormiga criminal, enriquecida en el comercio de miligramos. Rumores sin fundamento, pero nadie se inquietaba ni se conmovía; nadie llevaba a cabo una investigación que les pusiera fin. Y las ancianas del consejo, cada día más débiles y achacosas, se cruzaban de brazos ante el desastre inminente…