#LasPrestadas: Los monumentos pueden dejar de ser intocables, dicen expertos.

Por Anasella Acosta

Una historiador y crítico de arte, y una arqueóloga, señalan que como objetos simbólicos del pasado, los monumentos históricos también pueden dar cuenta de la realidad social actual.

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En agosto, luego de la protesta de mujeres en contra de la violencia en su contra en todo el país. (Cuartoscuro / Andrea Murcia)

Las pintas en el Ángel de la Independencia, en el marco de la manifestación que mujeres realizaron en agosto pasado para expresar su hartazgo ante la violencia que padecen sin que exista repercusión o castigo alguno, encendió la polémica en torno a los monumentos históricos y su razón de ser.

Hay quienes los defienden como entes casi sagrados de la memoria, cuya existencia debería ser intocada. En el lado opuesto, están quienes los ven como espacios de apropiación presente, símbolos estratégicos para levantar la voz y hacerse escuchar por las autoridades.

Al respecto, el historiador y crítico de arte Cuauhtémoc Medina, parafraseando al también crítico y escritor Carlos Monsiváis, reflexiona que los monumentos históricos son adornos urbanos, objetos de simbolismo social y político inmediato y, en cierta manera, «obras de arte frecuentemente fallidas en el largo plazo. En esa dimensión, es claro que son multifacéticos y hay posibilidades amplias respecto de ellos, el ‘tener que’ o ‘deber que’ hacer con ellos es absurdo”.

En medio de esta polémica, días después de la protesta, un grupo sui generis se hizo escuchar y, con él, una mesura en la condena: el Colectivo Restauradoras con Glitter, que aglutina a diversas profesionistas vinculadas con la preservación de los monumentos históricos: restauradoras, arqueólogas, arquitectas, etcétera.

Monumentos y protestas en la Ciudad de México

En entrevista, la arqueóloga Dinna Esparza, una de las voceras del colectivo, explica: «De ninguna manera (el colectivo) promueve la destrucción del patrimonio, pero entendemos que el patrimonio se puede resignificar, y que las pintas son un grito desesperado por una cuestión que ha sido desatendida por años, que se volvió un problema de Estado y que se ha ensañado con la mujeres».

Al día siguiente de la manifestación, el gobierno capitalino tapió la columna, bajo el argumento del arranque del plan de restauración de los monumentos de la avenida Reforma. Al cierre de esta edición de Obras aún no se había recibido respuesta del arquitecto Gabriel Mérigo, responsable de este plan.

El Colectivo Restauradoras, que hacia finales de agosto sumaba 650 integrantes, pidió al gobierno de Claudia Sheinbaum la autorización para hacer un registro «con la metodología académica propia de nuestros diferentes ramos de estudio», a fin de conformar una memoria colectiva que sea pública.

Aunque es de rutina realizar un registro previo a una intervención, la arqueóloga explica que se trata de «crear una memoria colectiva desde la población civil».

La especialista subraya que la exigencia es que las pintas queden como un «recordatorio» para la sociedad y el Estado de que el problema de violencia contra las mujeres «es grave y se debe dar una solución rápida. No queremos que se limpie solamente el Ángel como una manera de dar carpetazo al asunto como se ha hecho en el pasado».

Esparza cuestiona por qué sí se aceptan las pintas cuando se trata de festejos de partidos de futbol u otro tipo de manifestaciones que no tienen que ver con la violencia de la mujer, y responde: «Es por esa invisibilidad que se da a la situación de violencia de las mujeres».

Por su parte, Medina considera que el debate en torno a los monumentos «es sobre la legitimidad de un gobierno y sobre la importancia que tienen las vidas y la justicia en relación a la legitimidad de ese gobierno».

Aun contra sus propias convicciones en torno a la no conveniencia de justificar las manifestaciones de ataque y violencia, admite: «Este caso tiene que enmarcarse como algo muy significativo, pues hay un consenso importante de que la destructividad durante la manifestación era necesaria».

Y agrega: esa destrucción «ha sido validada como no había visto que se validara una destrucción artística en muchos años, y la voz de las restauradoras no es despreciable» y, a final de cuentas, «no hay manera de validar tampoco que los monumentos no tengan que ser destruidos».

foto obras 1 .jpegProtesta de mujeres contra la violencia en su contra. En agosto, luego de la protesta de mujeres en contra de la violencia en su contra en todo el país. Cuartoscuro / Andrea Murcia

foto obras 2.jpegProtesta de mujeres contra la violencia en su contra. Cuartoscuro / Tercero Díaz

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Protesta de mujeres contra la violencia en su contra. Cuartoscuro / Andrea Murcia

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Protesta de mujeres contra la violencia en su contra. Cuartoscuro / Andrea Murcia

foto obras 5.jpegProtesta de mujeres contra la violencia en su contra. Cuartoscuro / Andrea Murcia

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Marcha por los 43 desparecidos de la Normal de Ayotzinapa. El 26 de septiembre se llevó a cabo la marcha y protesta por los 43 normalistas desparecidos de Ayotzinapa a cinco años de los hechos ocurridos en Iguala, Guerrero. Cuartoscuro / Galo Cañas

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Marcha por los 43 desparecidos de la Normal de Ayotzinapa. Cuartoscurob / Graciela López

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Marcha por los 43 desparecidos de la Normal de Ayotzinapa. Cuartoscuro / Pedro Valtierra

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Marcha por los 43 desparecidos de la Normal de Ayotzinapa. Cuartoscuro / Graciela López

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Marcha por los 43 desparecidos de la Normal de Ayotzinapa.Cuartoscuro / Andrea Murcia

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Marcha por la represión estudiantil del 2 de octubre de 1968. El 2 de octubre se llevó a cabo la marcha que se realiza cada año por la represión y matanza de estudiantes el 2 de octubre de 1968. Ana York

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Marcha por la represión estudiantil del 2 de octubre de 1968. Ana York

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Marcha por la represión estudiantil del 2 de octubre de 1968. Ana York

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Marcha por la represión estudiantil del 2 de octubre de 1968. Ana York

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Marcha por la represión estudiantil del 2 de octubre de 1968. Ana York

Restauración pendiente

El gobierno local inició, en julio pasado, un plan de restauración de los monumentos históricos ubicados en la avenida Paseo de la Reforma, entre el Eje 2 Norte y la glorieta del Ángel de la Independencia.

Como parte de este programa, se limpiarán, repondrán y restaurarán el monumento a Cuauhtémoc, la Victoria Alada, 72 esculturas de próceres con pedestal, 62 copones de bronce y 284 metros de bancas de cantera.

En el caso de la columna de la Independencia también se estudiarán, con detalle, los daños ocasionados por el sismo del 19 de septiembre de 2017, entre los que destacan grietas, fisuras y apertura de las juntas. Para estos trabajos se cuenta con un presupuesto de entre 10 y 13 millones de pesos.

Nota del editor: Este contenido se publicó originalmente en la edición Movilidad, ¿oportunidad o riesgo? de la revista Obras, correspondiente a octubre de 2019, disponible en Sanborns, Vips, en su edición digital en magzter.como la Tienda Expansión.

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El presente artículo se publicó en el portal de la revista Revista Obras el jue 03 octubre 2019 a las 12:26 PM:

Fuente: https://obrasweb.mx/arquitectura/2019/10/03/los-monumentos-pueden-dejar-de-ser-intocables-dicen-expertos?fbclid=IwAR0eLsblN9g2rFXzMQv4OOAAiNOuW-t_lRE6B2Ofe253FU4OBsDFUPye_Mg

#LasPrestadas: Un grito a la memoria

El patrimonio cultural puede ser restaurado.
Sin embargo, las mujeres violentadas, abusadas sexualmente y torturadas,
nunca volverán a ser las mismas.

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En México, un país en el que se registran diez feminicidios al día y en donde el 82.1% de las mujeres se sienten inseguras, miles salieron a las calles a exigir un alto a la violencia de género. Con gritos, fuego y, por supuesto, puñados de brillantina rosada, la protesta del pasado 16 de agosto hizo vibrar la capital del país. La rabia era evidente, algunas lo expresaron con vidrios rotos y muchas otras con pintas que, incluso, alcanzaron el basamento de mármol del Ángel de la Independencia.

Desde la sociedad, los medios de comunicación, e incluso la política, no tardaron en aparecer comentarios que descalificaban el rumbo que tomó la manifestación. Las criminalizaron, les dijeron que “esa no era la manera de protestar” y la mayoría calificó “el daño al patrimonio cultural” como mero vandalismo. Las acusaron de restar simbolismo al monumento, pero es que esos “rayones”, como muchos los definen, fueron en realidad una manera de exigir justicia en una realidad en la que, en tan solo los primeros ocho meses del 2019, 292 mujeres fueron víctimas de abuso sexual en la Ciudad de México. Sin embargo, esas exigencias intentaron ser silenciadas.

Al siguiente día de la manifestación, las autoridades ya había erigido una pared de tablones que impedía ver los mensajes que derivaron de la consigna #NoMeCuidanMeViolan. En el marco del debate por apresurar las labores de restauración del monumento, surgió el colectivo independiente Restauradoras con Glitter, un grupo de mujeres mexicanas especializadas en conservación y restauración del patrimonio cultural. Fueron ellas quienes urgieron al gobierno la necesidad de documentar las pintas del Ángel de la Independencia y tomar en cuenta su relevancia social, histórica y simbólica.

En un pronunciamiento publicado el 21 de agosto, Restauradoras con Glitter resaltó que la manifestación había sido parte de un grito en contra de la situación de violencia sistemática y normalizada hacia las mujeres dentro de la sociedad mexicana. “Las pintas son un mero síntoma de la violencia desorbitada en que vivimos (…) Sostenemos que su permanencia debe ser un recordatorio palpable de la condenable situación y que por ende ninguna deberá ser removida hasta que no se atienda y se dé solución al problema de la violencia de género en nuestro país”, se lee en el texto.

“No es fortuito que hayan ido a hacer las pintas a ese monumento en específico y es que El Ángel tiene un valor colectivo. Esa columna no solo es un distintivo de la ciudad, sino que representa al país porque es conocida internacionalmente”, dice Norma García, una de las voceras de este colectivo en entrevista con Gatopardo. Egresada de la licenciatura de restauración de bienes muebles por la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía, Norma detalló que, con su petición al gobierno federal y local, lo que buscan es “recuperar la memoria colectiva que significan esas pintas, pues obedecen a un momento histórico muy álgido de las mujeres”.

Norma García aclaró que el colectivo Restauradoras con Glitter está muy lejos de apoyar la vandalización de los monumentos, como muchos medios aseguraron. Al contrario, saben que las pintas en un momento dado se deben quitar, lo que no sería correcto es que se borren sin antes haber realizado un registro. “Sería una especie de censura de este grito desesperado que está dando el 52% de la población que somos las mujeres”, dice mientras destaca que en el gremio de la restauración, más del 80% son mujeres, por lo que no podían pasar por alto la situación. “Lo que queremos es sumarnos a este grito para que las autoridades hagan lo que deben hacer”, afirma.

“Las pintas ya son una historia y es necesario que se conserve para todos”, asegura García. Entre las peticiones hechas por el colectivo al presidente Andrés Manuel López Obrador, así como a la jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum, enfatizan la necesidad de que las pintas sean documentadas minuciosamente por profesionales para mantener viva la memoria colectiva sobre lo sucedido, así como las causas que lo derivaron. Todo con el fin de promover una toma de conciencia que encamine a gestionar soluciones.

“Lo que buscamos hacer es un escaneo de la columna en 3D, además de un registro puntual de cada una de las pintas, pues muchas de ellas tienen nombre y apellido. Nosotras estamos interesadas en seguir las historias”, explica García. Como parte de la logística que han considerado para el registro, explicó que algunos compañeros fotógrafos se han acercado al colectivo para ofrecer su ayuda. Dice que en caso de lograr el levantamiento de imágenes, la opción sería colocarlas en un repositorio para que puedan ser analizadas, estudiadas y difundidas.

A propósito del tema, Sergio Beltrán-García, arquitecto y activista especializado en la construcción de procesos de verdad, justicia, memoria, escribió en “La pátina de la memoria: Sobre las protestas feministas y el Ángel de la Independencia” que “colocar mensajes políticos y actuales sobre un monumento es un acto que honra y extiende la función útil del mismo. Incluso, en una sociedad democrática, deberíamos entender mejor, celebrar y fomentar estas acciones”. Las pintas en el Ángel de la Independencia cumplen sin duda esta función.

En entrevista para Gatopardo, Sergio Beltrán-García explicó que aunque los monumentos son concebidos de una manera, pueden moverse a otro lado del espectro pues son dinámicos. Esto es debido a que “un espacio puede comportarse de una manera un día y al siguiente de una manera distinta. Se trata mucho de leer los objetos y los espacios en donde están cayendo y para qué son utilizados, entender cómo es que esos simbolismos están apoyando a las personas alrededor del objeto y cómo están utilizando esos símbolos para potenciar su propia razón de estar en el espacio”, dice.

“No es lo mismo hacer un grito por justicia de un feminicidio en medio de cualquier calle que si lo haces desde El Ángel, que si lo haces desde el Zócalo, que si lo haces frente a una Procuraduría”, señaló, pues al final el mensaje va a cambiar. Sergio Beltrán-García atribuyó esta capacidad de cambio a la memoria colectiva, misma que permite modificar cosas cosas sin tener que ser aprobado por nadie. En este caso, lo que corresponde no es decir si están bien o mal la intervención al Ángel de la Independencia, sino que corresponde reconocerla como tal. “En este caso, las pintas cumplen con la temporalidad. Están ahí para dejar patente de lo que se está comunicando con las protestas, el hecho de que existe un problema y que están exigiendo una solución”, dice.

Por su parte, el gobierno, que en un momento se mostró reacio a las reacciones durante la protesta, aceptó el pasado 22 de agosto una carta con las peticiones puntuales de Restauradoras con Glitter. En respuesta, la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum abrió un canal de comunicación entre el colectivo y la Dra. Luciana Jiménez López, directora general del INBAL y con José Alfronso Suárez del Real, secretario de Cultura de la CDMX. Luego de unos días de espera, Suárez del Real aseguró que el próximo 5 de septiembre mantendrá una reunión con representantes del colectivo.

*#RestaduradorasConGlitter

Fotografía de portada cortesía de Santiago Arau Pontones (@santiago_arau)

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Fuente:

Un grito a la memoria

#LasPrestadas: Victoria maculada: Apuntes críticos desde la filosofía y la valoración sobre los modos de apropiación del patrimonio cultural contemporáneo.

Por Joselim Jandeth y Francisco Casado Pérez

Las pintas, por lo tanto, son una forma de intervención y denuncia ante la nula acción del Estado. Éstas al ser pintadas en un monumento con una «valoración histórica» aunque consideramos que es más bien un moralismo patriótico lo que desató las decenas de críticas a dicho evento irrumpen de manera significativa la anterior para darle otra connotación, la cual refleja la crisis de violencia hacia las mujeres mostrando la indolencia e indiferencia de la sociedad ante la normalización de este fenómeno.

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Hicieron falta muchas mujeres quemadas

[desaparecidas y asesinadas] para que empezaran las hogueras

Mariana Enríquez

La expresión es imprescindible para la existencia,

porque constituye su rostro, su gesto, su sonrisa

Adam Zagajewski

El valor de la manifestación

En este momento clave posterior a las manifestaciones del 16 de agosto de 2019, relacionadas con la indignación, el hartazgo y la ineficiencia de las autoridades en respuesta inmediata a la violencia enfrentada en la actualidad, especialmente con mayor énfasis hacia las mujeres, los medios han destacado el impacto de la «violencia» ejercido hacia el patrimonio cultural como también a otros involucrados hasta el punto de polarizar a la sociedad en bandos dentro y fuera de las redes físicas, sociales, y digitales. El debate en torno a los daños hacia la infraestructura pública de transporte y las pintas sobre el basamento de «la Victoria alada» [el Monumento de la Independencia de México] reflejan «la normalidad del sistema, [la cual] es una normalidad violenta» [1], ésta se vio trastocada e irrumpida por parte de este movimiento impulsado por mujeres en la marcha, visibilizando [eso se espera] la violencia de género y la necesidad al mismo tiempo de plantear nuevas teorías acerca de la conformación y conservación del patrimonio cultural. Sin embargo, aún queda bastante por profundizar sobre el fenómeno. Sería craso erróneo considerarlo como un tema a cerrar cuando la puerta apenas se está abriendo.

Antes que nada es necesario preguntarnos y reflexionar sobre lo sucedido, las acciones venideras, el debate sobre la relación entre violencia, patrimonio cultural y los nuevos tópicos de reapropiación simbólica del patrimonio a través de pintas; rememorar y concientizar sobre esta coyuntura que nos afecta a nivel colectivo ¿Cuál es la relación que podrían tener el «ataque» al Ángel de la Independencia a los atentados terroristas de Siria, a la destrucción de los Budas de Bāmiyān [2], al derrumbe del muro de Berlín? En todos los casos existe una modificación del paisaje a través de intervenciones sobre monumentos de valor histórico, las diferencias entre ellos radican en la intencionalidad y fines con los que se hicieron. Los atentados perpetuados por grupos terroristas en las zonas arqueológicas y museos en Medio Oriente fueron dirigidos a partir de discursos espirituales que consideraban estas representaciones culturales una afrenta a su verdad y su identidad.

En el caso de Berlín, la demolición del muro fue una forma de protesta en contra de los sistemas socio-políticos y de gobierno, su caída representó la desarticulación del régimen soviético que había dividido una nación después de una de las guerras más drásticas de la era moderna. Sin embargo, lo sucedido en el Ángel es distinto a todo lo anterior ya que su objetivo fue dar un fuerte llamado de atención, tanto para las autoridades como para una sociedad indolente, sobre cómo la violencia –de cualquier tipo– se encuentra interiorizada y normalizada. Queda claro que una de las principales disyuntivas de la problemática ha sido la confusión e incluso la tergiversación entre los términos de manifestación y atentado, conceptos que son necesarios para discernir de una idea a otra. El primero, Fillieule y Tartakowsky comentan lo siguiente:

la manifestación, que expresa demandas y a la vez afirma la identidad del grupo que las porta, introduce una relación distanciada con el tiempo de la política, que deja de ser el de la inmediatez y de la urgencia para volverse el del desvío posible, e intenta demostrar su fuerza para así evitar la violencia. Requiere organizaciones dotadas, si no de una estrategia, al menos de una capacidad relativa para controlar lo que entonces deja de ser una multitud, y regímenes dispuestos a admitir su especificidad o al menos la existencia de una esfera pública. Privilegia las inmediaciones de los lugares de poder o todo otro sitio adecuado para llamar la atención [3]

Mientras el segundo concepto, Khader cita la definición dada por Jean-Marie Balencie:

Una secuencia de actos de violencia, debidamente planificada y altamente mediatizada, que toma deliberadamente como blanco a objetivos no militares a fin de crear un clima de miedo e inseguridad, impresionar a la población e influir en los políticos con la intención de modificar los procesos de decisión (ceder, negociar, pagar, reprimir) y satisfacer unos objetivos (políticos, económicos o criminales) previamente definidos [4].

Existe una clara diferencia entre uno y otro tipo de reclamo, el primero expresa inconformidades que son demandas urgentes de la sociedad mientras que el segundo son actos premeditados a fin de crear miedo e inseguridad, en ese caso ¿Las pintas son actos terroristas, o más bien, la manifestación de un malestar dentro de la sociedad mexicana? Por último, habría que agregar un tinte histórico en referencia a los sucesos, el cual nos dará luz sobre los mismos.

Luis Cabrera [personaje de gran importancia dentro de la historia mexicana] fue uno de los ideólogos de la Revolución, ilustra de buena manera que los movimientos revolucionarios no son gratuitos, sino son: «estados patológicos y críticos de las sociedades y constituyen situaciones anormales» [5]. En primer lugar, las revoluciones [o como este movimiento se ha considerado] son manifestaciones de un mal, de un grave padecimiento: la violencia; a la cual se le exige acciones para «solucionar» de algún modo esta situación. No obstante, todos los días amanecemos con más y más noticias de homicidios, robos, atentados y, especialmente, noticias sobre mujeres que han sufrido intentos de secuestro, mujeres desaparecidas, mujeres encontradas sin vida o «en el mejor de los casos» con un cartel de «localizada con vida». Por lo tanto, también esta situación conforma un estado crítico para sociedad. Es indudable que estamos atravesando por estados anormales que, lastimosamente, ahora se han vuelto «normales».

En consecuencia, lo ocurrido por ningún motivo puede ser calificado despectivamente como un atentado hacia el patrimonio cultural, sino que desde la perspectiva axiológica, sin ánimos de ser apología, esta situación es un claro ejemplo del ejercicio de la voluntad y la defensa de las convicciones: «actos totalmente apoyados por la razón humana del grupo perpetrador y, en segundo, porque son ejercidos de manera consciente e intencional con base en las características tipológicas de los valores» [6] que abrazan para sí, los que hacen de ellos quienes son, hacia la búsqueda de reconocimiento al interior del grupo perpetrador debido a que esta situación ha sido llevada por todos los caminos posibles de negociación a lo largo de la historia hasta conseguir penetrar en el medio biopolítico, la consciencia del público general, entre otros. [7]

Reivindicación de la diamantina

Desde la perspectiva estadística en los estudios sobre las manifestaciones marca que, desde hace menos de una década, las mujeres y la juventud han encabezado estos actos, como pudo verse en la reciente marcha. No obstante, aquí se suma el factor de la formación académica y profesional, dando como resultado un nuevo tipo de frente y manera de abordar las manifestaciones. El grupo autonombrado “Restauradoras con glitter”, ha dado inicio a la discusión sobre la formulación y sustentación del tema de la re-valorización de los actos durante una manifestación, siendo el punto base para la articulación de enfoques multidisciplinarios a favor de la resolución de la problemática sobre la violencia actual. En el comunicado público hecho el 21 de agosto, dirigido a las autoridades de gobierno, establecen un par de puntos que vale la pena destacar:

  • «entendemos el patrimonio como un medio no estático en el cual se manifiestan ideas, cuestionamientos, y consensos, y que por dicho dinamismo desencadena procesos socio-culturales a su alrededor que generan identidad y sentido. Nuestro trabajo radica en hacer posible el que los bienes culturales puedan participar en tales dinámicas sociales, cambiantes como la sociedad misma» [8]
  • «Las pintas son un mero síntoma de la violencia desorbitada en que vivimos, y como tal deberían socializarse por los medios para promover la atención del problema de fondo […] por su alta relevancia social, histórica y simbólica, las pintas deben ser documentadas minuciosamente por profesionales con el objetivo de enfatizar y mantener viva la memoria colectiva sobre este acontecimiento y sus causas […] Si fueran borradas […] se estarían silenciando una vez más las voces de las mujeres que exigimos que se garantice nuestra integridad y se haga justicia a las víctimas de la violencia» [9]

Las pintas en el Ángel también son documentos; en el sentido de que contienen distintos mensajes simbólicos, procedentes del inconsciente, donde se refleja la gravedad y profundidad –física y emocional– de los atentados ejecutados y silenciados sobre el cuerpo femenino. Por lo tanto, es de vital importancia secundar la solicitud de su lectura, previa documentación, con el fin de que tanto el orden público como el cuerpo social, desde lo individual hasta lo colectivo, se encamine hacia una definición, o más bien, la re-definición de los valores que constituyen el presente con relación a la violencia y al patrimonio.

Una primera intención de solucionar los casos de violencia hacia las mujeres se remonta al año 2000, donde la ONU encaminó, a partir de los derechos humanos fundamentales (vida, libertad, seguridad, alimentación, vivienda, educación, desarrollo, cultura) el programa de los ocho Objetivos del Milenio (ODM): sistema de metas encaminadas para fundamentar que las naciones miembro puedan establecer planes, programas y leyes que les permitan a sus habitantes accedan a un mejor grado de bienestar. Después del 2015, estos fueron ampliados a diecisiete y renombrados como los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS).

Se destacan las dos fases que tuvo el tema de la violencia hacia las mujeres y el daño al patrimonio. Siendo el primero abordado en el 2000 con el Objetivo del Milenio 3 “Promover la igualdad entre géneros y la autonomía de la mujer”, reconfigurado como Objetivo del Desarrollo Sostenible 5 “Igualdad de género”. Entre las metas que componen al último destacan: «5.1 Poner fin a todas las formas de discriminación contra todas las mujeres y las niñas en el mundo, 5.2 Eliminar todas las formas de violencia contra todas las mujeres y las niñas en los ámbitos público y privado, incluidas la trata y la explotación sexual y otros tipos de explotación», [10] puntos que en estos momentos resuenan con mayor relevancia a pesar de la ambivalencia con la cual se establecen que las naciones aceptan y ejercerán estos objetivos, sin embargo, el derrotero de que deberán hacerlo con base a sus realidades, límites y capacidades [11], ponen en tela de juicio la autenticidad de las intenciones por ejercerlos de manera efectiva, especialmente cuando requiere la movilización de recursos financieros, caso que también –en teoría– se extiende hasta el sector privado. [12]

En el otro extremo. Para el tema del patrimonio se vincula al Objetivo del Desarrollo Sostenible 11 “Ciudades y Comunidades Sostenibles”, el cual busca «Lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles». Para ello, como parte de las visiones subsecuentes a lo ocurrido en el Ángel de la Independencia, los espacios patrimoniales deben encaminarse a fungir también con una responsabilidad de apoyo hacia la seguridad de la sociedad, con especial atención hacia las mujeres y los intentos de violencia que puedan ser objeto. No obstante, la mano que señala tiene tres dedos en su propia contra. La propia regulación social ha mostrado una seria falta de análisis, así como el relego de la responsabilidad formativa de los grupos sociales primarios a las instituciones públicas, en especial las educativas. Situación que también debe comenzarse a encausar una manera de analizar, desarticular y replantear en favor de las siguientes generaciones, que el valor de las vidas que han acaecido no sea en vano. Es necesario preguntarnos y reflexionar sobre lo sucedido, las acciones venideras y lo que se pone en debate en relación entre la violencia, el patrimonio cultural, y un nuevo tópico de una reapropiación simbólica de ella a través de las pintas para rememorar y concientizar sobre esta coyuntura que nos afecta a nivel colectivo.

Hacia una resignificación patrimonial y de la violencia

Walter Benjamín menciona: «No hay ningún documento de cultura que sea al mismo tiempo documento de barbarie» [13] pero si sustituimos la palabra documento y, en su lugar colocamos patrimonio, quedaría de la siguiente forma: «No hay ningún [patrimonio cultural] que sea al mismo tiempo [un] patrimonio de barbarie». Con esto queremos abrir la discusión en dos sentidos: El primero con relación a la una propuesta de re-significación de la marcha a través de las pintas en el monumento y, el segundo sobre una revalorización del patrimonio y de la apropiación del ciudadano con la ciudad.

En referencia al primero, no cabe duda de que el patrimonio cultural de todos los pueblos se ha construido a través de violencia, es decir, históricamente se ha tenido que destruir patrimonio preexistente para crear (imponer) una nueva forma de cultura, o en regímenes autoritarios se han construido monumentos que hacen referencia a sucesos que intrínsecamente han sido violentos. Con relación al primero, inmediatamente viene a nuestra mente la imagen de la destrucción de los templos prehispánicos durante la conquista y el saqueo de estos; la apropiación de las piezas por museos extranjeros y colecciones privadas [esto a propósito de la subasta de piezas prehispánicas en donde hay piezas mexicanas] y también recordar la carga histórica de algunos monumentos que están dentro de nuestra cotidianidad como el Ángel de la Independencia.

Obra del arquitecto Antonio Rivas Mercado, encomendada por Porfirio Díaz, entre 1909-1910. Elemento de gran carga simbólica debido a que su finalidad era encabezar la conmemoración del Centenario de la Independencia de México, si recordamos, este episodio de la historia mexicana a su vez fue un hecho violento producto de las condiciones políticas, económicas y sociales que pasaba la Nueva España [en realidad, en toda América] incluso una de sus escenas más icónicas fue la toma de la Alhóndiga de Granaditas, incendiada por un personaje apodado “El Pipila”. Por otra parte, cabe mencionar que el régimen de Porfirio Díaz fue represivo y desigual debido a que la población popular se encontraba en condiciones paupérrimas, mientras que unos cuantos podían gozar de privilegios a costa de los primeros.

Las pintas, por lo tanto, son una forma de intervención y denuncia ante la nula acción del Estado. Éstas al ser pintadas en un monumento con una «valoración histórica» [aunque consideramos que es más bien un moralismo patriótico lo que desató las decenas de críticas a dicho evento] irrumpen de manera significativa la anterior para darle otra connotación, la cual refleja la crisis de violencia hacia las mujeres mostrando la indolencia e indiferencia de la sociedad ante la normalización de este fenómeno.

En otras palabras, el patrimonio cultural per se contiene violencia en su acontecer y al ser este una extensión de la humanidad, este también debe examinarse en todo momento de su existencia, se debe hacer escrutinio de todas las condiciones que le circundan ya que «En ese escrutinio, en esta actitud respecto a la vida radica el valor de esta vida» [14]. Como se ha ido mencionado en repetidas ocasiones a lo largo de estas líneas, que han sido un reto abordar objetivamente por el hecho de que los autores también son humanos, tenemos vínculos hacia el otro (y propio) femenino directa e indirectamente, pero ello quedará para la reflexión en el terreno de lo propio y lo cercano. Volviendo al tema, la puerta de la discusión se ha quedado abierta no para la sencilla admiración a la distancia. Es imperante dar pie a la acción reflexiva de los elementos sistemáticos que componen la biopolítica para comenzar a martillar el círculo para formar una espiral. Hecho que se asemeja a la tertulia entre Zorba y el narrador, amigos y afines que discuten sobre el porvenir, sobre la moral y la ética, el mantenerse o cambiar; diálogo que incluso hoy en día, lejos de Creta, vale la pena releer constantemente:

«Deja en paz a la gente, patrón, no les abras los ojos. Si acaso se los abrieras, ¿qué verían? ¡La miseria propia! Déjaselos, pues, bien cerrados, para que sigan con sus sueños […] A menos que cuando abran los ojos puedas mostrarles un mundo mejor que el de las tinieblas en que ahora se pavonean… ¿Puedes mostrárselo? […] Yo no lo sabía. Sabía qué cosas se derribarían, pero no lo que se construiría después sobre las ruinas. Eso nadie puede saberlo con certeza, pensé. El mundo viejo está ahí, palpable sólido, lo vivimos y luchamos con él a brazo partido, existe. El mundo futuro no ha nacido todavía, es inasible, fluido, forjado con la luz con que se tejen los sueños, nube que los soplos violentos del aire sacuden: el amor, el odio, la imaginación, la casualidad» [15].

Notas:

[1] Segato Rita, Las estructuras elementales de la violencia. Ensayo sobre género entre la antropología, el psicoanálisis y los derechos humanos. Berna: Universidad Nacional de Quilmes. 2003. Página 121. Las cursivas del texto son nuestras.

[2] Esculturas monumentales de Buda talladas en piedra en el valle homónimo, en la zona de Afganistán central.

[3] Fillieule, O., Tartakowsky, D. (2015) La manifestación: cuando la acción colectiva toma las calles, Argentina, Siglo Veintiuno editores. Página 25.

[4] Khader, Bichara (2010) El mundo árabe explicado a Europa, Barcelona, Icaria. Páginas 306-307.

[5] Cabrera, Luis. Luis Cabrera: Pensamiento y acción/ estudio introductorio, selección y notas, Eugenia Meyer. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2002. Página. 129

[6] Casado, 2019. Documento disponible en:

https://cemapinternacional.com/2019/07/03/rutas-sobre-la-apropiacion-cultural/

[7] Fillieule, O., Tartakowsky, D. (2015) La manifestación: cuando la acción colectiva toma las calles, Argentina, Siglo Veintiuno editores. Página. 23.

[8] Carta del grupo Restauradoras con glitter, dirigida al Lic. Andrés Manuel López Obrador, Presidente de la República Mexicana y Dra. Claudia Sheinbaum Pardo, Jefa de Gobierno de la CDMX, disponible en:

https://www.facebook.com/restauradoras.glitterMX/photos/pcb.100796064629472/100827354626343/?type=3&theater

[9] Ídem.

[10] Gobierno de México, (n.d.) Objetivo de Desarrollo Sostenible 5: Igualdad de Género. Disponible en: https://www.gob.mx/agenda2030/articulos/5-igualdad-de-genero

[11] UNITED NATIONS, (2015). La agenda de Desarrollo Sostenible. Recuperado en septiembre de 2019 de United Nations: http://www.un.org/sustainabledevelopment/es/la-agenda-de-desarrollo-sostenible/

[12] Ídem.

[13] Benjamin, Walter, “Eduard Fuchs, coleccionista e historiador” en Obras. Tomo II. Vol. 2. Madrid, Abada Editores, 2009. Página 80

[14] CASSIRER, E. (2016) Antropología filosófica: Introducción a una filosofía de la cultura. México: Fondo de Cultura Económica (FCE). Pág. 25.

[15] Kazantzakis, N. (1979) Alexis Zorba, el griego. México: Promociones Editoriales Mexicanas, S.A. de C.V. Páginas 62-63

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Este texto apareció originalmente en: https://cemapinternacional.com / Fotografía: Gerardo Suárez para el Heraldo de México.