#LasPrestadas: Los vicios del INAH

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Por Anónimo

Carta a Alejandra Frausto Guerrero,

Licenciada Alejandra, el que su nombre se haya manejado desde diciembre pasado debió ser motivo de gran alegría por el reconocimiento de sus capacidades y de su trayectoria profesional, pero sin duda encara una gran responsabilidad.

El domingo 15 de julio al consultar los medios de comunicación observé con gran asombro el nombre de los próximos posibles nombramientos de la Secretaria de Cultura, destacando entre ellos el de Diego Prieto para el INAH.

Para la ratificación del puesto de Prieto, seguramente se valió de la evaluación del actual desempeño.

Un servidor desde hace más de 7 años laboro en el INAH, mediante un régimen de Servicio Profesional de Carrera, procedimiento de contratación que fue un intento de democratizar y profesionalizar la Administración Pública Federal.

Sin embargo, el ánimo teórico se topó con los métodos arcaicos del INAH, por lo que un servidor tiene un diagnóstico de esta Institución, que aunque ha sido noble y generosa con parte de su personal, le debe mucho a la sociedad y está en deuda con las funciones rectoras.

Más allá del debilitamiento institucional por los embates neoliberales es indispensable mencionar la crisis interna que se vive en el INAH:

En una situación no convencional, en el Instituto se cuenta con personal de primera, segunda y tercera categoría; los de base sindicalizada, los mandos medios o confianza, y los compactados y de proyecto (muy abajo y dispar en cuanto prestaciones y estabilidad laboral) respectivamente. Y que sin duda, estos desequilibrios se traducen en deficiente operación institucional.

Alejandra, ¿sabía usted de los jugosos negocios de los boleteros y de las agencias turísticas? Así es, es un lucro recurrente y descarado con los acceso a zonas arqueológicas y museos. De esto constan denuncias de las que en esta y anteriores administraciones no ha pasado nada.

¿Sabía Usted de que sindicalizar la seguridad es un impedimento para la protección del patrimonio cultural? Así es, la falta de personal y las condiciones laborales cada vez merman la función.

¿Sabía Usted que miembros de la base ATM (administrativos, técnicos y manuales, hoy llamados Sindicato Nacional Democrático de los Trabajadores de la Secretaría de Cultura) han sido denunciados penal y administrativamente por los abusos y excesos para con el visitantes) Así es y esta y las anteriores administraciones han optado por reubicarlos sin sancionarlos o de plano ser omisos ante las faltas.

¿Sabía Usted de los reiterados malos tratos de servidores públicos sindicalizados hacia los visitantes de los espacios que resguarda el INAH, y que son la cara de la Institución? Así es, sin que haya Órgano Interno de Control o Función Pública que se atreva a tocarlos.

¿Sabía Usted de la falta de personal profesionista en las ramas de arquitectura y restauración para la atención de los miles de monumentos históricos del país? Así es, sin que esta o las anteriores administraciones hayan generado una plantilla laboral que afrente (sic) la urgencia.

¿Sabía Usted que hay un muy buen número de Profesores Investigadores que no asisten a laborar y que en años no han producido nada?

¿Sabía Usted del apoderamiento por parte de algunos arqueólogos de las Zonas Arqueológicas, donde se han posicionado como amos y señores de todos los recursos y que por cierto son ejercidos discrecionalmente?

¿Sabía Usted del uso totalmente discrecional del recurso público que ejercen las comisiones y órganos sindicales?

¿Sabía Usted del tráfico de influencias y el nepotismo en la contratación de personal de base?

¿Sabía Usted, y en contraste con lo anterior, que hay compañeros profesionistas que han durado hasta 6 meses o más para recibir su sueldo? ¿Sabía también de las condiciones laborales del personal compactado y de proyecto (hoy eventuales) y de las abismales diferencias en los esquemas de contratación?

Quizás sí sabia o conocía acerca de la respuesta de los anteriores cuestionamientos, ahora ¿cree Usted que Diego Prieto ahora sí podrá?

Por cierto, sabía Usted que Diego Prieto es juez y parte en cuanto a la dirección del personal y el otorgamiento de prestaciones y concesiones a los sindicatos. Así es, Diego Prieto es sindicalizado y hasta hoy pareciera que ha velado por sus intereses particulares en la Institución.

El primero de julio la ciudadanía fue tajante: ¡Cambio de Gobierno!

Andrés Manuel López Obrador dispuso: ¡No más Corrupción!

Entonces, y a sabiendas de todo lo anterior, por qué no fortalecer la Institución pilar de la Identidad Nacional.

Usted es inteligente y tendrá sus particulares razones para sus propuestas de nombramientos; sólo considere la oportunidad histórica de que ahora sí se hagan las cosas bien en el INAH.

¡Deseándole lo mejor para su gestión!

Un empleado consiente y preocupado por nuestra Institución, nuestro País y nuestro porvenir.

#LasPrestadas: ¿Aprender arqueología en el colegio? ¿y por qué no?

Por Adrián Carretón

En el colegio no me gustaban las ciencias naturales. Ni Física y Química. El latín tampoco es que se me diera muy bien, la verdad. A lo largo de toda mi etapa dentro del sistema educativo me encontré algunos años con asignaturas que me generaban gran rechazo. De hecho muchas veces me preguntaba la verdadera utilidad que esas temáticas podrían tener en mi futuro profesional.

«¿Para qué estudiar filosofía si no voy a ser filósofo?»

«¡Ya ves tú lo que me puede aportar a mí saber los compuestos químicos de la sal, el agua o cualquier otro material!»

«¿Acaso me va a salvar la vida saber calcular funciones derivadas?»

Estas y otras preguntas seguro que son habituales en muchos adolescentes que se encuentran cursando el instituto.

No es lo que te aportan para tu profesión futura sino lo que significa para tu formación y aprendizaje.

Sin embargo, la importancia de las asignaturas que menciono y otras, no está en lo que te aportarán para tu profesión sino en lo que te ayudarán en el proceso de aprendizaje y desarrollo personal.

También es cierto que sería mejor enseñar o hacer las asignaturas más atractivas desde un punto de vista didáctico. Y a todo el mundo no le puede gustar lo mismo. Por eso, quizás se podría plantear el estudio o la realización de actividades diferentes a las habituales con un mismo cometido: aprender y adquirir los conocimientos indispensables de la etapa educativa.

Y con la Arqueología se podría abordar numerosos objetivos educativos de una forma muy atractiva y permitiría desarrollar una serie de habilidades y aptitudes para la vida. Aprender Arqueología en el colegio es posible ¿Que no me crees?

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Las Ciencias Sociales y el estudio de la Arqueología

Desde la disciplina y sus tareas cotidianas, se puede adquirir y desarrollar las competencias básicas  (o claves) como elemento de desarrollo personal.

Las Ciencias Sociales tienen gran carga lectiva durante la etapa de Primaria y Secundaria. Asignaturas como Conocimiento del medio, Geografía, Historia, Sociales son materias de perspectiva generalista del tiempo y el espacio porque acerca el conocimiento del pasado y del espacio habitado por los seres humanos que sirve para entender el presente.

Por eso, la Arqueología no es en absoluto una materia rara o extraña en el programa educativo actual. Es una ciencia integrada dentro de las Ciencias Sociales  con la peculiaridad de que estudia el pasado de la humanidad a partir de sus restos materiales.

Esta disciplina ayuda a que el alumnado entienda la realidad que le rodea a partir de la asimilación intelectual de los hechos históricos y geográficos estudiados a través de la Arqueología.

La Arqueología de campo permite aprender por descubrimiento, a través de la propia experiencia: ver, tocar, sentir, compartir la experiencia personal…. Son cuestiones que se dan en un yacimiento arqueológico.

Ya hay algunos proyectos a través de los arqueódromos destinados a introducir los beneficios educativos de aprender Arqueología en los colegios. ¿Qué es un arqueódromo? Un arqueódromo  es un espacio de simulación de una excavación de arqueología donde se pude excavar y desenterrar objetos, con herramientas arqueológicas y siguiendo los métodos de recopilación de información propios de la Arqueología.

¿Qué aporta la Arqueología al desarrollo educativo?

La Arqueología permite aprender por descubrimiento, consiste en plantearse preguntas y tratar de buscar respuestas. Establecer hipótesis e intentar encontrar soluciones a partir de un método científico.

Algunos de las habilidades o competencias que se podrían trabajar con la Arqueología y que estarían estrechamente relacionados con los objetivos de las diferentes etapas educativas son los siguientes:

Al ser una disciplina tan sistemática, la práctica de la Arqueología desarrolla y consolida hábitos de disciplina, estudio y trabajo, tanto individual como en equipo. En una excavación hay tareas que se realizan de forma individual, físicas e intelectuales, pero otras muchas se hacen en equipo y contrastando información con los compañeros.

En un ambiente al aire libre y de entretenimiento, se promueve la convivencia y la integración de las personas del aula, fomentando la cooperación. Algunos proyectos de arqueódromos en la provincia de Murcia o Granada se comprobó cómo las actividades de Arqueología generaban un vínculo entre el trabajo a realizar y el alumnado, que adquiría gran compromiso en la elaboración de tareas. No cabe duda que el interés por las actividades era mucho mayor que en otras asignaturas llevadas a cabo en el aula.

La actividad arqueológica, cualquiera que sea, aunque simulada, genera gran cantidad de información que debe ser procesada. Es lo que se conoce como trabajo de laboratorio y del que te hablamos aquí. Manejar diferentes fuentes de información y en gran cantidad permite desarrollar destrezas en el uso de fuentes en el desarrollo del conocimiento, competencia imprescindible en los objetivos educativos tanto de primaria como de secundaria.

Estas actividades de Arqueología fomentan además la iniciativa y la confianza en uno mismo, la participación y el sentido crítico para aprender a aprender, planificar, tomar decisiones y asumir responsabilidades.

Que decir tiene que trabajar la Arqueología fomenta en el alumnado el respeto por el Patrimonio Cultural y la diversidad. Ofrece conocimiento de la Historia y la cultura, pilares fundamentales para la formación educativa de cualquier persona. Conociendo es posible comprender. Y a través de la comprensión se trabaja en el respeto a los demás.

Algunos temas recurrentes de Arqueología para el aula

¿Y qué temáticas podríamos trabajar dentro de una clase de Arqueología? Se me ocurren muchos. Y todos ellos se podrían abordar tanto en el aula como en el exterior.

  • Qué es la Arqueología.
  • Las herramientas principales de la Arqueología.
  • El diario del/de la arqueólog@.
  • Materiales y usos de herramientas del pasado.
  • El contexto arqueológico.
  • El método estratigráfico.
  • Las etapas de la historia.
  • Construyendo hipótesis. El método científico.
  • La cuadrícula de un yacimiento.
  • Prospección en el patio.
  • ¿Cómo tratamos un objeto descubierto en el yacimiento?
  • Las etiquetas. Una bolsa para cada objeto.
  • Rellenando fichas.
  • Catalogar las piezas.

Claro está que estas actividades tendrían que estar bien planificadas, basadas en los objetivos de etapa y con recursos para elaborar actividades con las que adquirir el conocimiento. Pero creo sinceramente que aprender Arqueología puede servir para formar personas y adquirir conocimientos además de servir como alternativa profesional para el gremio.

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Fuente: Patrimonio Inteligente.

DE LA CASA #119: ALTERNATIVAS A LA SITUACIÓN LABORAL DE LOS ARQUEÓLOGOS EN MÉXICO / MD.

Por Martín Domínguez Nuñez

Siguiendo con el tema de la situación laboral de los #arqueólogos en #México, nos tomamos la libertad de publicar estos puntos que andan por las redes (por la mente de muchos seguramente también) y que hemos recogido del muro del autor, de nuevo con el objetivo de provocar al debate.// La propuesta para hacerlo más interesante es que los comentarios que escriban aquí serán publicados en nuestra revista.// Sin más preámbulo, acá el texto íntegro:

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«El INAH ya no puede dar empleo ni a los arqueólogos ni a los trabajadores de las comunidades rurales en dónde se encuentran los sitios. Desafortunadamente la legislación arqueológica sólo nos permite ejercer la profesión al amparo de un Estado que fue saqueado y que ya se quedó sin recursos. Urge exigir un cambio en la legislación arqueológica. Si no van a dar empleo a la mitad de los arqueólogos que no tenemos base, si el empleo que nos van a dar va a ser de pésima calidad, que nos permitan:

1.- Crear nuestras propias empresas o cooperativas de salvamento y con ello generar empleo al gremio de arqueólogos y a los trabajadores de las comunidades en las que se encuentran los sitios.

2.- Realizar investigación con dinero de la iniciativa privada o con dinero dado por las comunidades interesadas en la investigación arqueológica beneficiando a arqueólogos y comunidades.

3.- Crear nuestras escuelas de campo y cobrar por ello contratando trabajadores y arqueólogos locales.

4.- Que los sitios puedan ser administrados y protegidos por las comunidades en las que se encuentran y que el beneficio económico se quede en las comunidades; y que sean asesoradas en cuánto al tema arqueológico por nosotros.

5.- Que se exija a la SEP y a la UNAM que se reconozca a la profesión de arqueólogo dentro de los perfiles profesionales para impartir historia.

6.- Que se exija a la Secretaria de Turismo que se nos permita ser guías de turistas en zonas arqueológicas e históricas con el sólo presentarla cédula profesional y sin necesidad del diplomado de guía de turistas.»

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ArKeopatías opera bajo una licencia Creative Commons Reconocimiento – NoComercial – Compartir Igual 4.0 Internacional License, por lo que agradecemos citar la fuente de este artículo como: Proyecto ArKeopatías./ “Textos de la casa #119″. México 2017. https://arkeopatias.wordpress.com/ en línea (fecha de consulta).

#LasPrestadas: Felipe Criado: «La arqueología es fundamental para generar producto turístico»

Por A. Vilas

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Descubrir el pasado para entender el presente es una de las máximas de la arqueología, una ciencia «subjetiva» con una dosis aventurera pero también mucho de lectura y estudio, lejos de lo que nos mostró Indiana Jones en el cine. Uno de sus mayores representantes es el santiagués Felipe Criado Boado, director del Instituto de Ciencias del Patrimonio (Incipit) y profesor de la USC durante una década. Desde septiembre dirige además la Asociación Europea de Arqueólogos (EAA).

¿Qué supone para usted haber sido nombrado presidente de este organismo, que aglutina a arqueólogos de todo el continente?

Un honor por contar con la confianza de mis colegas de toda Europa y una responsabilidad por las obligaciones que supone ocupar la presidencia, algo que no es un cargo sino un servicio.

¿Qué papel tiene el organismo?

Promover el desarrollo armónico de la arqueología, apoyar a los arqueólogos de Europa y fomentar el aprecio del público por nuestra actividad y por el patrimonio.

¿Es la arqueología una ciencia objetiva?

De ningún modo. Es un conocimiento en muchos casos hipotético y condicionado por el contexto. Dicho esto, nuestra responsabilidad es producir un conocimiento lo menos subjetivo posible; «domesticar» la subjetividad.

El cine ha contribuido a idealizar su profesión pero, ¿qué hace un arqueólogo día a día?

En realidad somos profesionales que saltamos de la biblioteca al campo y del despacho al laboratorio. Utilizamos superordenadores, drones y complicados equipos topográficos a la vez que picos y palas.

¿Qué estudios se requieren?

En muchos países europeos el alumnado se gradúa en Arqueología, pero en España hemos sido incapaces de conseguir un grado propio y lo normal es acceder desde Historia. En el futuro, con la nueva reorientación universitaria y el traslado de la especialización profesional a los másteres, será cada vez más frecuente hacer Arqueología desde cualquier carrera. Conozco arqueólogos que son matemáticos, físicos, biólogos…

«Saltamos del campo a la biblioteca y usamos superordenadores y drones a la vez que picos y palas. Es una profesión que cautiva»

¿Está especializado en algún campo de la arqueología?

Principalmente trabajo en el Neolítico y Edad del Bronce, entre el 5500 y el 1000 a.C. para entendernos. Pero mi auténtica especialidad es la arqueología del paisaje, el estudio de cómo ha sido la relación humana con el medio. La arqueología se relaciona a me nudo con el pasado remoto.

Pero algunas veces vemos noticias arqueológicas que se refieren a momentos muy recientes…

La arqueología en realidad no es el estudio del pasado lejano, sino de los restos materiales de cualquier momento. Es frecuente, por ejemplo, que se hagan trabajos arqueológicos relacionados con la Guerra Civil o conflictos mundiales, con temas de memoria histórica, con procesos contemporáneos…

Usted también ha sido profesor de universidad. ¿Con qué parte se queda, enseñar o indagar?

Si no tengo más remedio que elegir, me quedo con la búsqueda de nuevo conocimiento. Pero las cosas nunca se pueden separar, no hay oposición entre enseñar y descubrir. Todo profesor sabe que se aprende cuando enseña y todo buscador sabe que no tiene sentido el hallazgo si no se socializa.

Parece dado a divulgar sus conocimientos, pues ha escrito 12 libros y 154 artículos científicos…

Es por lo mismo que acabo de decir. La investigación no se separa de su uso y aplicación.

¿Es Galicia una tierra rica en patrimonio arqueológico? ¿De qué época se encuentra más?

Galicia es muy rica por nuestra larga historia, la elevada densidad de población en muchos momentos y la diseminación del asentamiento. Se encuentra más lo más visible: castros y mámoas. Pero cada vez conocemos más y mejor el patrimonio de otras épocas, como del mundo romano y medieval. Cada vez hay más datos sobre los vikingos, por ejemplo.

¿Qué zonas son más propicias en la comunidad?

Aquellas que han tenido históricamente mayor densidad de población, como las Rías Baixas y, en general, las zonas costeras. Pero esto no es uniforme. Por ejemplo en el Neolítico, por el tipo de tecnología agrícola, las zonas más pobladas podían ser algunas zonas del interior y sierras.

¿Promovería una mayor actividad arqueológica en la comunidad?

Sí, por supuesto. No solo porque sirve para conocer mejor el pasado y patrimonio de Galicia, sino porque la arqueología genera nuevos productos y valores que, en un momento de crisis como el actual, sirven para ampliar la oferta turística, generar nuevos mercados y, ante todo, impulsar el aprecio del público por su memoria.

«Europa nunca tuvo puertas, siempre estuvo abierta a los movimientos de los pueblos»

¿Cómo ha influido la crisis en las inversiones arqueológicas?

De una forma desvastadora. En los últimos 25 años se había desarrollado un sector arqueológico que ha sido brutalmente golpeado por la crisis de la construcción y los recortes en la obra pública y privada. Además se han reducido los presupuestos destinados a la conservación del patrimonio arqueológico y la financiación de proyectos de investigación.

¿Hay algo que la arqueología pueda hacer para contribuir a solucionar los conflictos del mundo actual?

A lo mejor sorprende decir que sí. Supongo que desde cualquier actividad científica o profesional se puede colaborar en ese sentido, pero la arqueología en particular permite analizar desde la larga duración aquellos rasgos de la humanidad. Como ejemplo, en plena crisis de los refugiados, la arqueología muestra que Europa nunca tuvo puertas, sino que estuvo abierta a los movimientos de pueblos en todos los sentidos.

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Fuente: El Progreso [http://elprogreso.galiciae.com/] Fotografía: La voz de Galicia [http://www.lavozdegalicia.es]

#LasPrestadas: Preservar, investigar… y destruir. Esquizofrenia de nuestros tiempos.

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Por Israel Lazcarro Salgado

En verdad que ya son pocas las instituciones creadas por el cardenismo, y que hoy sobreviven al embate del neoliberalismo. El Instituto Nacional de Antropología e Historia (el INAH) es una de ellas. Creado en 1939, como bien sabemos, ha tenido por misión la protección, conservación, promoción y difusión del patrimonio cultural de México. ¿Qué fue entonces lo que sucedió en Tlaltizapán, Morelos?, ¿qué sucedió ahí, con trascabos destruyendo restos arqueológicos con siglos de antigüedad?, ¿cómo es que un sitio arqueológico, La Mezquitera, que logró sobrevivir a los embates de la historia, no logró en cambio, subsistir al INAH? ¿Acaso no la labor de dicho instituto era la protección, preservación y difusión del patrimonio? Pues sí, pero al parecer su tarea se ha vuelto difícil, y hoy el instituto enfrenta una aguda crisis que los medios de comunicación no han dejado de exhibir con justa razón. Sin embargo, el ataque a la imagen del INAH quizá no sea del todo ingenuo: hay poderes interesados en demoler este instituto con todo lo que significa, y entre los escombros del sitio arqueológico demolido en Tlaltizapán, posiblemente yacen también los escombros de un proyecto de nación, que ha tenido por misión, la preservación, difusión, rescate del patrimonio.

Destrucción

Tarea nada sencilla por cierto, y aún estratégica para la definición de un Estado nación que tras la Revolución Mexicana buscaba consolidarse, apelando no a ideales propios del colonialismo (la Virgen de Guadalupe, el catolicismo), sino a la riqueza cultural de su propia gente, el devenir histórico de su población, anterior y posterior al contacto con los europeos. ¿Qué sucedió en Tlaltizapán entonces? ¿Acaso una violación a la ley que rige al INAH?, ¿un mal entendido de lo que significa “proteger”? Hagamos una mirada retrospectiva de lo que significa proteger y preservar el patrimonio. Hoy dicho patrimonio se divide entre lo tangible y lo intangible. Casas, edificios, templos, cualquier estructura, lo mismo que cualquier resto u evidencia del acontecer humano, sea de origen biológico o artefactual (huesos, cerámica, piedras labradas, etc.), forma parte del patrimonio tangible. En cambio, la lengua, la ritualidad, una danza, una receta de cocina y hasta una canción, forman parte del patrimonio inmaterial. La preservación en ambos casos, supone estrategias de aproximación y resguardo muy distintas. De cierto que la cultura es dinámica, y respetar sus transformaciones, sus innovaciones y respuestas a un entorno cambiante, forma parte de las labores del INAH. Lo que se resguarda, lo que se valora, no son piedras ni pedazos de una vasija rota, no se trata de montículos o platillos típicos, sino la gente, la lógica cultural que a través de esos objetos y prácticas se identifica, se organiza y se desenvuelve, ya sea ahora o hace miles de años. Es el acontecer humano en toda su magnífica diversidad, lo que se protege, o al menos se busca comprender.

la mezquitera

Pero la cosa no es tan simple: México es un país excepcionalmente rico en materia cultural. La preservación de todo su patrimonio bien se ve que es una tarea titánica, descomunal. Pocos países se encuentran en una situación similar, y sin embargo se inspiraron en el ejemplo mexicano creando instituciones similares al INAH. Es dable preguntarse no si debemos preservarlo “todo”, sino tan sólo si es posible. De llevar las cosas al “extremo”, los vivos no podremos vivir en el suelo de los muertos. Sea para construir las líneas del Metro en la Ciudad de México, sea para edificar un hospital, muchos restos arqueológicos han debido ser destruidos. Claro está, ello se realiza tras el previo registro, estudio y análisis de lo que habrá de ser destruido, y rescatando lo que se pueda rescatar. Son famosos los desencuentros entre arqueólogos e ingenieros, unos pugnando para disponer siquiera de un día más para investigación, los otros pugnando para meter la maquinaria pesada lo antes posible. Es frecuente escuchar cómo miles de estructuras arqueológicas, entierros y ofrendas funerarias han sido destruidos con celeridad por los ingenieros de una obra, a fin de que el INAH no se entere de su existencia. Las presiones por la conservación y destrucción del patrimonio en cada rincón del país son en verdad muchas.

El problema aquí es definir cuánto es “demasiado”. Cuánto es “suficiente”. ¿Sabemos lo suficiente sobre el pasado prehispánico de Morelos?, ¿acaso ya hay demasiado patrimonio resguardado y es inviable tratar de proteger más? En cuestiones de conocimiento e investigación científica, nunca es “suficiente”. Y si nos atenemos a rigor académico, nunca estaremos en posición de saberlo “todo” ni pronunciar la “última palabra” sobre algo, especialmente si sucedió hace cientos de años. Entonces, si no es un criterio científico el que nos impone detenernos en una investigación, sólo podría ser un criterio administrativo programático el que nos imponga la imposibilidad de seguir investigando: falta de recursos financieros, o bien, falta de recursos humanos o de condiciones sociales que permitan si no la investigación, al menos la preservación de todo tipo de patrimonio. Si no puede hacerse todo lo que se quiere, al menos haremos lo que se puede, siempre en pos de la protección y difusión de dicho patrimonio.

Sin embargo, los embates neoliberales que entienden la cultura como mercancía folklórica y los sitios arqueológicos como parques de diversiones buenos para el negocio (en el mejor de los casos), no han cesado durante los últimos veinte años, afectando sustancialmente las labores y capacidades del INAH en su noble misión. Dicha lógica neoliberal, choca de lleno con los principios ideológicos y políticos que inspiraron la creación del INAH. Si el INAH sirvió para fortalecer al Estado Mexicano, el neoliberalismo ha buscado y conseguido, precisamente, su debilitamiento, de manera que en su patética labor de demolición del Estado, para los gobiernos neoliberales de los últimos años el INAH ha sido un estorbo.

Pese a todo, sus investigadores (antropólogos, historiadores, etnólogos, lingüistas, etnohistoriadores, arquitectos, biólogos, médicos, etnomusicólogos y por supuesto, arqueólogos), han buscado realizar su trabajo pese a un creciente aparato burocrático- administrativo que por ignorancia o inercia institucional, acaba desempeñando funciones que debieran ser competencia de los mismos investigadores. No sólo se trata de una extrema burocratización del instituto: éste se encuentra atrapado entre una misión cultural plasmada en la legislación (y en la mente de muchos de sus investigadores), y una casta de funcionarios gubernamentales que desde la Presidencia de la República hacia abajo, se muestran más interesados en el coleccionismo privado y la compraventa del patrimonio nacional como negocio. En este contexto, donde hay poderosos agentes interesados en construir un centro comercial, un aeropuerto, una zona residencial o una simple carretera, hoy pueden gozar de impunidad, aprovechando un resquicio administrativo que explota una debilidad institucional sin precedentes.

El desastre

Por desgracia, hay investigadores que parecen ignorar el hecho de que trabajan con seres humanos. Enfrascados en la piedra, pierden de vista al humano que está atrás de ella. Y en esta perspectiva en extremo limitada, casi miope de lo que significa la preservación del patrimonio, terminan avalando por acción u omisión, esta demolición del Estado mexicano a manos de la lógica neoliberal. Esos trascabos demoliendo una escalinata en Tlaltizapán, son justa metáfora de la demolición neoliberal del Estado. Quizá en el caso de este sitio arqueológico, el investigador en cuestión, un arqueólogo con larga experiencia en este tipo de eventos, haya considerado que se trataba de un sitio secundario, que ya se sabía lo suficiente, o que se trataba de un sitio ya muy saqueado, víctima de negligencias anteriores. Sin embargo, por saqueado, alterado y dañado que esté, un edificio no se destruye. Si así fuera, no habría argumento válido alguno que impidiera destruir las pirámides de Teotihuacan: saqueadas desde antaño, excavadas con dinamita en la época porfiriana, y remodeladas al gusto estético de la época, podrían muy bien ser demolidas.

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No cabe duda que el problema no se limita a un asunto legal: en términos jurídicos la destrucción con trascabos, pudo haber sido avalada académica y administrativamente, con apego a un reglamento. Después de todo, la parte administrativa del INAH, directivos, abogados, que realizan su trabajo de cotidiano enfrentando toda suerte de conflictos y presiones, en ciertas ocasiones parecen no tener criterio suficiente para discriminar entre lo válido, lo imprudente y lo insensato, debiendo confiar necesariamente en lo que la voz calificada de un arqueólogo les diga. Confían. A veces a ciegas, y en ciertos casos se equivocan.

En lo personal, confío en que eso es remediable, acudiendo a más investigadores, confrontando puntos de vista. Pero los investigadores también nos equivocamos. Un investigador suele equivocarse sobre todo, cuando merced al permanente amparo institucional, pierde contacto con la realidad. Que no es fácil evitar la locura cuando se vive demasiado mimado, demasiado aislado. En este caso, nada peor para la academia que el encierro en Torre de marfil. Puede haber razones técnicas y argumentos jurídicos atrás de estos yerros, pero no sensatez.

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El problema real y de fondo, es precisamente la virtual desconexión entre las disposiciones administrativas del INAH y la realidad cultural y humana del país. Ya que aún suponiendo que “no hay valor” histórico suficiente, en términos académicos, del sitio arqueológico en cuestión, al menos sí hay (y de manera ostensible) valor social e identitario, que el INAH también debiera proteger. ¿Con qué frecuencia los habitantes de una localidad realizan marchas en defensa de un sitio arqueológico? Si el drama en la actualidad ha sido la desvalorización y desconocimiento que permea a gran parte de la población, que está dispuesta a demoler su iglesia colonial, por considerarla “vieja y fea”, tal como sucedió en el municipio de San Pedro del Monte, en Tlaxcala bajo instigación del cura párroco, ¿cómo es posible que el INAH ignore el clamor popular que surge en defensa de su patrimonio? Así se tratara de una pirámide reciente, hecha hace cuarenta años, el INAH debiera buscar preservarla, no por el valor histórico, sino por elemental respeto a la identidad, territorialidad y dignidad del pueblo que la defiende. Porque el patrimonio histórico y cultural es de la nación, no del INAH: el instituto es el encargado de protegerlo. No es el dueño. Y si algo escapa a sus facultades jurídicas y legales, al menos puede hacer sugerencias puesto que el INAH (a diferencia del variopinto espectro de instituciones de Estado) se supone tiene “sensibilidad” en materias culturales.

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Como otras cosas, el patrimonio es de la nación, y la nación es todo el pueblo. Si dicho pueblo no valora su patrimonio, es deber del INAH hacerlo valer, educando, informando, concientizando. No se puede defender el patrimonio en contra del pueblo. El caso de la capilla tlaxcalteca demolida hasta sus cimientos es elocuente ejemplo de ello: ahora el INAH interviene con una denuncia penal en contra de los responsables de dicha destrucción (el pueblo), pero se enfrenta a un dilema moral insoslayable: ¿con qué autoridad moral condena una destrucción si avala otra?, ¿cuándo sí es válido destruir el patrimonio? Pareciera que un sector del instituto está empeñado en enfrentarse y enemistarse con el pueblo: en un caso por destruir su patrimonio, en el otro por defenderlo. Extraña esquizofrenia de una institución a un tiempo sensible y solidaria para con las necesidades de la gente, y al mismo tiempo copada por la miopía y el cálculo de corto plazo. Si hubo insistentes demandas del pueblo de Tlaltizapán por defender lo que considera su patrimonio, es un extremo despropósito, clímax de la desconexión entre ciertos elementos del INAH y la población mexicana, permitir la entrada de trascabos a un sitio arqueológico y demolerlo a la vista de su gente. Claro desvarío institucional el permitir su destrucción, y más aún, hacerlo bajo el argumento de que es así como se protege. Tesis defendida por el Coordinador Nacional de Arqueología, Pedro Francisco Sánchez Nava, que raya en lo que parece ser ya una burla. Y es que es ahí, en esa coordinación, en ese “Consejo” de Arqueología, donde se han encabezado las medidas más atroces, más déspotas y más miopes de los últimos años (como la construcción de un museo sobre una plataforma prehispánica en las Yácatas de Tzintzuntzan, Mich.; o la “remodelación” y techado al Fuerte de Guadalupe, en Puebla; y tantas obras más).

Que el INAH estorbe a los empeños demoledores de un Estado mexicano en proceso de desmantelamiento, no significa tratar inútilmente de acoplarse a los designios de sus verdugos neoliberales, y perder la dignidad. Perder cordura no es opción. Porque si acaso este Consejo de Arqueología pretendía ser sumiso una vez más para con aquellos intereses oligárquicos, y no “molestarlos” negando un permiso de destrucción, hoy encontramos que de todas formas el instituto está sumido en el escándalo. Que el ataque mediático al INAH no es ingenuo. Y de cualquier forma, sumiso o no, el INAH seguirá estorbando. Defender al INAH significa pues, defender un proyecto, una idea de nación, rica y diversa. El INAH no podrá defender su existencia asumiendo el papel de tapete frente a los grandes poderes, pues ello sólo termina socavando su legitimidad y respaldo social. Tampoco es la labor del instituto hacer regir a los muertos sobre los vivos.

Defender al INAH no significa defender cada piedra, cada tepalcate: el INAH no protege piedras, protege ventanas a mundos distintos, ventanas de entendimiento con nosotros mismos. Quizá la lógica burocrática haga perder de vista esto, y no tenga herramientas para enfrentarse a la lógica neoliberal que se impone. Pero los investigadores sí tenemos herramientas. O se supone. Simple y sencillamente la misión de cada investigador del instituto, ha de ser proteger y convertir en valor social toda la riqueza cultural que hasta la fecha se desconoce. Y tal ha sido el empeño cotidiano que gran parte de los investigadores del instituto realizan de cotidiano, en todas las áreas antropológicas. Por desgracia, basta uno solo, un solo investigador desconectado de la realidad socio-cultural en la que vive, para arrastrar al instituto en el extravío, y se empañe la labor y mérito de todos sus investigadores.

El INAH no tiene capacidades ni recursos (aunque sí facultades) para estar buscando pleitos legales contra todo mundo. De lo que se trata es de defender y hacer valorar por otros, lo que se considere pertinente y valioso, en términos que puedan ser aceptables para todos. No significa disimular nuestra existencia. Tampoco disimular errores. Es preciso defender al INAH, cierto, porque es esa una de las maneras de defender nuestro patrimonio. Sin embargo, defender al INAH lo que sí no puede significar de manera alguna, será defender sus extravíos, así cuenten con respaldo legal y seudo-académico.

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Fuente: El Tlacuache. Suplemento cultural No. 687, 16 de agosto de 2015. Delegación INAH Morelos.