Es un agradable honor tener este espacio para compartir las experiencias que he tenido oportunidad de lograr en la otra parte del hemisferio. Hablaré aquí para todos, gente especializada y también para los que solo quieren curiosear y no enredarse con tecnicismos arqueológicos, que en ciertos puntos, también son indigeribles para los investigadores.
Ya que me es imposible resumirles en un post la introducción a este nuevo mundo, prefiero irles contando poco a poco cómo percibiendo el espacio peruano ( donde me encuentro actualmente) empecé a entender no sólo la arqueología, sino también la historia, la antropología, y otras tendencias que en los libros parece sencillo y en la práctica es todo lo contrario. Y lo mejor de todo, el desarrollo cultural, en pocas palabras, la vida aquí tan llena de diversidad, expresiones étnicas, artísticas y humanísticas.
De las aulas y todo lo conversado previo a mí llegada a Perú hace ya más de un año, no obtuvo paralelo en el momento del arribo con todo lo que tuve que re-aprender. Más aún, como incipiente investigadora, porque lo usual es imaginar un espacio lleno de arquitectura incaica o por lo menos la reminiscencia de ella, y nada de eso sucede, por lo menos no en la costa donde se encuentra la capital limeña, que se erige como una metrópoli tan convulsa como la Ciudad de México, mi punto de partida y en algunos casos, comparación. Lo que si fue impresionante era encontrar las huacas enclavadas en diversos puntos de la ciudad, conviviendo con la ciudadanía con la misma familiaridad de ser un lugar de encuentro tal como si fuera un parque, una panadería o el mercado.
Y es entonces, que la huaca, lugar sagrado construido en diversas épocas en tiempo prehispánico, se yergue como mudo testigo de un pasado que trató de ser borrado de la memoria colectiva, primero en la Colonia (1542-1824) con la cruenta extirpación de Idolatrías que se llevó a cabo ferozmente dentro de toda Sudamérica (y su debido ensañamiento en Perú, reconocido por cronistas como Francisco de Ávila) , después con las subsecuentes guerras y conflictos internos que sobrellevó el país ( como la Guerra del Pacífico: 1879-1883) sin incluir la indiferencia y el abandono con que se fueron llenando de polvo, desperdicios y fisuras en tiempos modernos. Es reconocible, por tanto, que la figura de la huaca, ya sea como pirámide, como lugar de culto o peregrinación, como símbolo inclusive, estará manejado a lo largo de los siguientes posteos pero con ese sentido que ya no les será ajeno como lo fue para mí cuando estaba recién llegada.
En el camino que me tracé no estaba incluida la pequeña desviación que pocos hacen al norte, donde por ejemplo, están las ciudadelas del valle de Lambayeque y descansan los restos del Señor de Sipàn o la Dama de Cao; la costa que alberga a la inmensa ciudad de barro de Chan- Chan o las Huacas del Dragón y Arco-Iris que resguardan los mismos habitantes de Trujillo en conjunto con el INC (algo parecido al INAH de México); esto sólo por mencionar el inicio de mi peregrinaje, que ha dejado de lado las cubiertas clasificatorias de las enciclopedias “andinas”, con sus índices separando los estilos, lugares, culturas y personajes, para pasar a la realidad de una mezcolanza de lo anterior, hallando influencia tras otra en cada sitio, haciendo parecer que el tiempo se ha detenido ante los ojos de quien desee admirarlo. Las explicaciones después empiezan a fluir y con el reconfortante visto bueno de los precursores de la arqueología peruana: los maestros Max Ulhe, Dolmatoff, Julio Tello, Maria Reiche, Alfred Kroeber, y más contemporáneos Rogger Ravines, Luis Millones y Luis Lumbreras, con una lista inmensa que revisaremos en otro post, camino todavía por la costa tratando de hacer la mejor arqueología posible, dentro de cada huaca, cada vasija, cada fardo, cada momia, y cada camino que me ha tocado recorrer por esta tierra bendita que me ha recibido como a una hija suya.
Las cosas que les contarè en cada ocasión no es acerca de Macchu Picchu ( que debe ser una maravilla, todavía no he tenido la oportunidad de visitarlo) o la arquitectura cuzqueña y los caminos del Inca, que suele ser el primer pensamiento recurrente al mencionar “ Perú”, todo lo contrario; lo que pretendo es transmitir tanto las vicisitudes que como arqueóloga he tenido que pasar, como aquellos datos que les puedan ser de utilidad para ampliar el conocimiento a manera general, hablando de etnohistoria, de antropología, de lingüística, un verdadero collage que espero disfruten tanto como yo.
Que empiece la Arkeopatía desde el Sur, con el permiso de los antepasados de mi tierra y de esta, pero sobretodo, con su presencia y sus lecturas.
pd. T`axpi (en quechua: lugar mezclado de cosas)
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