Lo privado y lo no tanto

Por Totochtli

Una de las principales preocupaciones, prácticamente desde que me inicié formalmente en el estudio de la arqueología y la arquitectura prehispánica, fue la integración de ambas disciplinas desde algo más allá que la descripción formal o el análisis constructivo para comenzar a hurgar en las motivaciones sociales, simbólicas y hasta psicológicas que tienen como consecuencia el hecho arquitectónico. La búsqueda de esas uniones teóricas ha tenido siempre muchos detractores, sobre todo desde la óptica tradicional del quehacer arquitectónico, sin embargo, la empresa no ha sido tan infructuosa y en este “post” les presento unas reflexiones hechas a partir de un texto que encontré sobre teoría de la arquitectura enfocada a los espacios habitables, el cual me parece útil para entender o por lo menos hacerse más preguntas sobre estos mismos espacios dentro de las ciudades prehispánicas.

El libro se llama Análisis y Diseño de los Espacios que Habitamos de Paola Coppola Pignatelli escrito hace ya más de tres décadas pero re-editado en español en el 2004 por Editorial PAX México. En el capítulo dedicado a La dialéctica de lo público y de lo privado encontramos que según Hans Bahrdt la convivencia urbana se caracteriza por estar dividida en dos esferas: La pública y la privada, cada una de estas caracterizada por dos tipos de comportamiento del individuo, mientras que en la primera este se comporta con una conducta de “presentación” en la segunda vemos una personalizada y emotiva. Basada en Bahrdt, Coppola plantea la hipótesis de considerar a la habitación en la ciudad como un posible lugar de integración entre la esfera pública y la privada. Para ella el módulo habitacional…

constituye, …esa porción de residencia en la cual inciden espacios privados y espacios públicos organizados en un conjunto unitario, que permite la superación de la barrera de comportamiento definida por la puerta de entrada.

Según las teorías de integración y de individuación existen barreras medio ambientales que van delineando el actuar del hombre y su personalidad. Así tenemos que en colectividad el ser humano asume y acepta las normas, preceptos,  prejuicios de su entorno social, definido este comportamiento como “Persona” [1]. En contra parte tenemos al “Subconsciente” que está totalmente desprovisto de responsabilidad social y asume actitudes que podríamos llamar infantiles. Entre estos extremos se encuentra el “Yo” como ente consciente y provisto de la oportunidad de crecimiento personal. Un alto grado de madurez en el ser humano, dice el psicoanálisis, solo puede ser alcanzado cuando se hayan roto las barreras impuestas a su comportamiento [2]. Ahora, regresando al análisis espacial, la autora nos plantea que una solución a esta problemática sería a partir del diseño planificado de estas esferas en su representación física-urbana, mediante la creación de espacios intermedios entre el afuera (público- Persona) y el adentro (privado-Subconsciente). Es ahí donde está el punto de encuentro que podemos explotar entre estos postulados y la arqueología, ya que dándole la vuelta a la intención de Coppola de pensar a futuro, encontramos que si concedemos cierta unidad psicológica de la humanidad en el tiempo y el espacio, trasladar su hipótesis al diseño de espacios en mesoamérica -particularmente en Teotihuacan- no es difícil. Estos espacios intermedios dentro del contexto arqueológico creo que podemos identificarlos en diversas escalas, sin embargo, son los pórticos, el elemento arquitectónico que más se ajusta a este análisis y por eso los retomo como ejemplo para este experimento. Dice la autora sobre los “espacios intermedios»:

(son) un coágulo dialéctico de las dos esferas. En el coágulo se determinan espacios adecuados a las dos funciones intermedias típicas de una vida de grupo más sana, de participación y de autogestión… En estos espacios se reconstruye el “yo” eficaz e individual, la personalidad humana integrada. Fuera del estereotipo generado por la colectividad, y fuera de los comportamientos conflictivos ligados a la familia, el hombre encuentra su forma de expresión en el grupo, en la participación y en la autodirección, reconstituyéndose y afirmando su individualidad a través de una imagen más real de sí mismo.

¿Es posible que un espacio arquitectónico transforme sustancialmente la vida de un grupo a través del cambio y crecimiento emocional de sus integrantes?, ¿Podemos plantear una hipótesis acerca de la sociedad teotihuacana a partir de estos supuestos? Desde mi punto de vista es necesario diseñar una estrategia de investigación para que mediante los métodos y técnicas de la arqueología estemos en condiciones de afirmar a los pórticos como espacios ya no solo de circulación y asoleamiento como hasta ahora se han manejado, sino como áreas sustanciales de la actividad e interacción social de ciertos grupos con su entorno espacial construido.

Pórtico 01

En otras entradas a este Blog intentaré abundar un poco más en este tema, compartiendo con ustedes los avances (o retrocesos) de esta curiosidad arquitológica.

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[1] En el sentido psicológico del concepto.

[2] Resulta interesante que en este punto algunas teorías del psicoanálisis sirven de complemento para estructurar las hipótesis respecto a la vivencia del individuo dentro del espacio. Probablemente algunos postulados del psicoanálisis estén superados, pero tal vez valdría la pena hacer una revisión crítica de hasta que punto pueden aplicarse en los casos prehispánicos y sacarles provecho.