DE LA CASA #45: EL BARRIL VACÍO / WMC.

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Por Wilmer Mejía Carrión

A estas alturas de la marcha hacia el terral prometido, los mexicanos ya estaban convencidos de que sólo de rodillas se hacía la historia, sólo durmiendo se hacía patria y sólo viendo al Chavo del 8 se podía ser feliz. ¡La profecía! Cesar Hildebrandt

El Chavo del Ocho me hizo reír de niño, sería tonto decir que no. Me reí a morir con él y lloré en algunos de sus episodios como cuando todos le dijeron ratero al unísono al pensar que había robado dentro de su propia vecindad. Me encantaba el Chapulín Colorado y como salía con su chipote Chillón a enfrentar a los malos, inclusive entre los episodios que más recuerdo están en los que se enfrentaba a Súper Sam. Los personajes que creó Chespirito forman parte de mi memoria y de mis recuerdos de infancia. La famosa tonada de presentación de El Chavo (Los Elefantes nunca olvidan de Jean Jacques Perrey), está en mi mente, como en la de muchos latinoamericanos. Sin embargo a medida que pasaba el tiempo y a medida que veía cada episodio que se repetía machaconamente fui perdiéndole el gusto. Ya sabía lo que venía después, sabía que El Chavo iba a golpear a alguien y que Quico saldría llorando a contarle a su madre que le habían pegado y ésta sin preguntar achacaba todo a Don Ramón propinándole tremenda cachetada[1]. Si bien es cierto aún me causan gracia algunos capítulos sin embargo me resulta interesante ver que detrás de la inocencia del chavo se encuentra una industria nada inocente de vender televisión mediocre a las masas.

chavo

Detrás de la inocencia

El mundo Latinoamericano ha quedado consternado por la muerte del que al parecer todos los medios consideran un genio de la comicidad, Roberto Gómez Bolaños, lejos de ser una lumbrera en medio de la oscuridad de la programación televisiva latinoamericana, es parte integrante de ésta. Chespirito era parte del imperio de Televisa, una empresa que desde su creación se ha caracterizado por dar contenidos poco sustanciosos y de dudosa calidad, como las telenovelas. Y aunque no les guste a los endiosadores de Chespirito, El Chavo del Ocho era un producto más de Televisa. Un producto absolutamente rentable:

“Según publicó la revista Forbes en 2012, El Chavo del 8, escrita, dirigida y protagonizada por Chespirito, le dio a Televisa ganancias por US$1.700 millones desde que se dejó de filmar en 1992. De este número, US$1.500 millones provienen de canales de televisión abierta y los restantes US$200 mil, de empresas de cable”.[2]

Ahora bien, veamos quienes endiosan en la televisión peruana a este personaje llamándolo “genio” y “maestro” no son más que los mismos protagonistas de la televisión de baja calidad de la que despotricamos, la chola Chabuca, Gisela Valcárcel, los chicos de Esto es Guerra y Combate, entre otros, y estoy seguro que en los demás países latinoamericanos es similar, la televisión mediocre aplaude a la televisión mediocre.

No olvidemos que Chespirito y su elenco han realizado shows por toda América Latina incluida países donde gobernaban con mano dura férreas dictaduras militares.

“Roberto Gómez Bolaños –hombre de ideología derechista– fue severamente criticado por viajar a naciones que entonces estaban bajo el yugo de dictadores como Jorge Videla, en Argentina, y Augusto Pinochet, en Chile”[3].

Creo que lo que pasa es sencillo es tanta la violencia y la falta de escrúpulos en la televisión actual que el Chavo del Ocho pasa como Tv Blanca. Es un efecto interesante donde se idealiza el pasado y se ve que todo lo que existía/veía/oía antes era mejor que lo de ahora, que antes si había buenos programas que antes si había buenas cosas, esto lo plasma bien Woody Allen en su película “Medianoche en Paris” donde el personaje principal añora la década los principios de la década del siglo XX y cuando llega allí se da cuenta asombrado que la gente de esa época encuentra que la verdad “belle epoque” está en el siglo XIX”.

El Imperio de la televisión apela a las emociones, el porque te haga llorar, reír y sentir no significa que sea de calidad. Las novelas lo hacen, están llenas de emociones y sensaciones, la publicidad lo hace todo el tiempo se te vende felicidad, alegría si compras tal o cual producto pero no necesariamente significa que sea de calidad. Pongámoslo así Roberto Gómez Bolaños es un producto de Televisa y Televisa ha ensalzado al grado de semidiós de la comicidad a una figura que probablemente en otras circunstancias no hubiera pasado de ser un libretista promedio que hacía sketch entretenidos y simples.

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Notas:

1. La muerte de Chespirito está usándose como cortina de humo para tapar los candentes problemas que aquejan a México. Estoy de acuerdo con el siguiente texto: “Homenajes todo el día, poco seguimiento de lo público y relevante, mucho pan y circo. Un homenaje que consta del mismo chiste repetido una y otra vez, desde hace 34 años, síntoma de una sociedad incapaz de renovarse.”

En http://www.apolorama.com/2014/11/maldita-sea-chespirito-te-hubieras-muerto-despues/ consultado el 12/12/14

2. http://www.latribuna.hn/2014/11/30/jugosas-ganancias-dejo-el-chavo-del-8-televisa/ consultada el 11/12/14

3. http://www.elfinanciero.com.mx/after-office/chespirito-y-las-dictaduras-de-al.html consultada el 12/12/14

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Genealogía de la soberbia intelectual

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Por Jesús Alejo Santiago

SERNA CUESTIONA VICIOS DE LAS ÉLITES CULTURALES

Interesado por el universo de los intelectuales desde el thriller satírico El miedo a los animales, en el interior de Enrique Serna había interés por indagar en los orígenes de las actitudes de ese grupo de la sociedad frente a los demás, lo que dio origen al volumen Genealogía de la soberbia intelectual (Taurus, 2013), lo que define como un recorrido hasta las raíces del “poder cultural autoritario”.

“La soberbia es uno de los siete pecados capitales y, por lo tanto, se da entre gente de todos los oficios y de todas la profesiones, pero la soberbia intelectual tiene una peculiaridad: dificulta la difusión cultural y obstaculiza la difusión de las ideas, porque se supone que todos los hombres de letras deseamos acercarnos al hombre común para transmitirle ideas o emociones, pero cuando un escritor o un intelectual está obsesionado con reafirmar su superioridad ante el vulgo, entonces se produce un divorcio entre las élites y el público, que agranda el abismo entre la cultura popular y la alta cultura”.

A partir de ello, Serna se propuso rastrear cómo se gestó la soberbia intelectual desde la época de las castas divinas y de las religiones antiguas, hasta nuestros días, bajo el entendido de que una de las características de la soberbia intelectual es su astucia para disfrazarse. “Quise desnudar esos disfraces haciendo analogías entre épocas a veces muy remotas de la historia de la cultura con la manera de ser de los intelectuales contemporáneos”.

La indagación de Enrique Serna partió de otra pregunta: ¿por qué ese afán de excluir a las “castas inferiores” si se les considera que son prácticamente como animales?, pues nadie temería que un perro que estuviera detrás del intelectual se pusiera a hojear su libro, “en cambio estas castas que afirman su superioridad, al mismo tiempo quieren mantener a la gente fuera de sus cotos de poder espiritual o de poder cultural, porque en el fondo lo que temen es que los intrusos les arrebaten esos tesoros de conocimiento y la cultura se democratice”.

EL PODER CULTURAL

Ese sentimiento prevalece hasta la fecha. Ahora ya no hay estas castas sacerdotales que utilizan el argumento de autoridad para imponer sus dogmas, pero sí gente que emplea jerigonzas académicas impenetrables, lenguajes cifrados para ser traducidos por un pequeño grupo de iniciados, donde muchas veces se trasluce la falta de ideas.

“Me parece que lo que busca la soberbia intelectual es impedir que la gente común pueda fiscalizar si de verdad están aportando algo en sus áreas de conocimiento o si son charlatanes. La soberbia intelectual siempre existirá, porque siempre hay gente que quiere reafirmar su superioridad ante los demás y la única superioridad verdadera es la de quien ha sabido ganarse el respeto del público como maestro, porque le ha aportado algo”, enfatiza Enrique Serna, autor de libros como El seductor de la patria o Ternura caníbal.

Sin embargo, el escritor reconoce que tampoco se puede generalizar: en México no existe ni más ni menos soberbia que en otras partes del mundo; además, hay quienes nada más somos vanidosos: “Los vanidosos necesitamos la aprobación de los demás para saber si hemos acertado o hemos fallado con una obra, el soberbio ya está por encima de los demás, porque se califica a sí mismo: es autosuficiente.”

“En algunos casos, el poder cultural ha tenido una influencia benéfica sobre la sociedad. Pensemos en los enciclopedistas franceses, que creían que lo mejor de las ciencias, las humanidades y la literatura de su época podían llegar al hombre común; pero hay otro poder, el del intelectual que a base de intrigas y grillas se acerca al poder político y económico, para tener una posición de supremacía.”

Y no sólo están los que buscan el poder, asegura Serna, porque también existen quienes conforman grupos para “solapar su mediocridad y buscar cotos de poder”, lo que considera se refleja en nuestro tiempo, cuando la burocracia cultural mexicana se guía por “las mismas marrullerías políticas que se practican en otros ámbitos de la burocracia, como el tráfico de favores, usar a los demás como trampolín y formar sociedades de elogios mutuos”.

“INTELIGENCIAS ENDIOSADAS”

-Cuando se refiere al intelectual, Enrique Serna no sólo habla del mundo de la cultura, sino también del académico, y pone como ejemplo la manera en que a partir de la Edad Media los profesores universitarios se rodearon de un boato que buscaba imitar al de la aristocracia, donde se origina la presencia de la toga y el birrete, incluso se ponían guantes de armiño.

“Desde esos muy remotos tiempos, los intelectuales han querido acercarse al poder político y económico, porque buscan mantener su posición de supremacía, pero cuando lo que busca de verdad es tener influencia mayor sobre la opinión pública o sobre la sociedad entonces se crea un espacio autónomo para de ese modo influir en la sociedad y asume una tarea educativa, consistente en disolver rebaños, en transformar a los borregos en individuos, el ideal educativo que tenía la paideia griega”.

Por eso, en Genealogía de la soberbia intelectual, Enrique Serna se ocupa de la filosofía, la ciencia política, la historia de las religiones y hasta la psicología para construir el tinglado de esas “inteligencias endiosadas”.

Lee las primeras páginas de esta interesante obra en el sitio:

Adelanto del libro «Genealogía de la soberbia intelectual» by MILENIODiario

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Fuente: http://www.milenio.com/cultura/Serna-cuestiona-vicios-elites-culturales_0_226777353.html

El provenir del pasado [García Canclini, Nestor]

Programa del Primer Congreso Iberoamericano sobre Patrimonio Cultural. Costa Rica

Congreso Internacional de Mayistas