DE LA CASA #129: SI HAY MAGIA… HAY TRUCO / SV.

Por Selene Velázquez

Si hay magia, hay truco” me dijo en alguna ocasión un buen amigo en Guanajuato capital, mientras hablábamos de los llamados Pueblos Mágicos…

Pero, querido lector, querida lectora, si usted nunca antes había escuchado hablar sobre los Pueblos Trágicos Mágicos, deje le cuento un poquito de ellos.

En el año 2001 se creó un programa para beneficiar a municipios que tuviesen atractivos únicos y diferentes, dignos de ser visitados para incrementar el turismo en la localidad y que la derrama económica llegara a todos, cito directamente de la guía para la incorporación y permanencia de los Pueblos Mágicos, desde la página de SECTUR:

Los Pueblos Mágicos, son localidades que requieren orientarse para fortalecer y optimizar el aprovechamiento racional de recursos y atractivos naturales y culturales, fortalecer su infraestructura, la calidad de los servicios, la innovación y desarrollo de sus productos turísticos, el marketing y la tecnificación, en suma, acciones que contribuirán a detonar el crecimiento del mercado turístico.

Entonces, si ustedes viven en un municipio cuyas características los hacen especiales, digamos, que conserve en buenas o medianas condiciones su arquitectura, alguna fiesta tradicional excepcional o un lago de aguas cristalinas (ya ven que casi no abundan) o todas las anteriores juntas, arma un proyecto de mínimo 4 cuartillas para contar porqué debería estar en el programa de Pueblos Mágicos, además de conformar un patronato para la declaratoria, se compromete a que el estado y el municipio, junto con la IP invierta en la infraestructura turística, lo inscribe para su consideración anual, la valoran y, listo, si ven viable la declaratoria se la dan y a partir de ahí, le entregan un documento de inscripción al programa, tipo diploma, comienzan las asesorías, los recursos para la mejora de la imagen urbana e infraestructura, y puede utilizar el logotipo y en sí, la marca de Pueblo Mágico para su municipio.

En Nuevo León, (ese bonito estado del noreste mexicano), contamos con tres Pueblos Mágicos: Villa de Santiago, Linares, y recientemente, Bustamante. Santiago, se encuentra a casi 34km al sur del centro de la ciudad de Monterrey, y es uno de los sitios turísticos por antonomasia desde mucho antes de la declaratoria, cuando uno suele “agarrar carretera” como decimos acá, Linares un poquito más lejos, se encuentra a 127km, el cual, junto con Bustamante al norte, a 111 km están aproximadamente a 1:45 horas del centro de la capital. En los tres municipios, el contexto natural es riquísimo, abunda el agua, las montañas e incluso los sembradíos, en su traza urbana, aún conservan grandes ejemplos de arquitectura norestense, ya sea de tierra, adobe, caliche o ladrillos cocidos, la variedad en su gastronomía es exquisita y están repletos de hechos que han conformado la historia de Nuevo León.

Hasta aquí, todo parece perfecto, ¿no?

Sin embargo, no todo es como parece.

El programa, desde un inicio, ha presentado fallas de las cuales se ha escrito, hablado y discutido muchísimo, en lo particular en la que me concentraré es en la unificación visual de las poblaciones, principalmente en su arquitectura de mediano o pequeño formato, y es que, si bien, no podemos unificar por sus dimensiones al Templo del Apóstol Santiago en el municipio del mismo nombre, con el Templo del Señor de La Misericordia en Linares, o el de San Miguel Arcángel, en donde se encuentra el veneradísimo Señor de Tlaxcala en Bustamante, las pequeñas o grandes casonas de los pueblos, son tratadas como si fuesen parte de una mera escenografía colorida, en donde se les trata de manera homogénea sin tener un plan de acción para su conservación, restauración y permanencia , ¿cómo es esto?

En el caso de Santiago y Linares, las casonas de tierra, en donde ya fuera que sus muros sean de adobe o de sillar de caliche (bloques labrados por sus cuatro caras de tierra compuesta por grava, limo, arcillas y sobre todo: caliza), fueron aplanadas con un mortero a base de cemento y arena, y, en algunos casos sobre malla de gallinero y pintadas con pintura vinílica, lo que impide que el muro de la construcción pueda transpirar correctamente, le provoca humedades, disgregación en la fábrica del muro, y por ende, deterioros. Está documentado cómo se perdieron detalles de esgrafiados o molduras para al final, solo recuperar las formas abstractas, perdiendo la decoración de las casonas norestenses.

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Santiago 1: Estado de conservación de una casona norestense, antes de «la mejora urbana» del Pueblo Mágico de Santiago, en donde podemos apreciar aún el detalle de los alto relieves en el acceso de medio punto y las ventanas, aplanados con cal y arena de río. también es posible ver enmarcado el inmueble con pintura a la cal.

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Santiago 2: La escenografía: aplanado de cemento y vinílica sobre el mismo inmueble.

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Santiago 3: ¿En dónde quedaron las molduras? ¿Cómo está por dentro?

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Santiago 4: Estado de conservación del interior de la casona norestense. Claramente se observa una «»mejora estética»» (las dobles comillas son adrede) del bien inmueble solo al exterior. Fachadismo puro.

En alguna ocasión, registrando las intervenciones en estos poblados, me tocó acercarme con uno de los maestros albañiles que estaba trabajando los inmuebles, “Maestro, ¿con qué está enjarrando? Le pregunté. “Con cemento y arena”, hasta la fecha, no sé qué cara habré hecho que, inmediatamente después me respondió: “yo sé que esto no se debe de hacer, pero son órdenes que me dan, yo mi casa la enjarro con cal y arena, esto nomás va a desgraciar la casita, pero eso me ordenó la constructora”.

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Linares 1: Bultos de cemento para el aplanado sobre muros de sillar de caliche.LINARES 2

Linares 2: Además del aplanado de cemento sobre la arquitectura de tierra, se utilizaron pinturas vinílicas, que, por ser plásticos, encapsulan a la fábrica del inmueble, en la imagen superior, aún es posible ver pintura a la cal en la moldura.

En Linares, por ejemplo, el mosaico antiguo, anti derrapante, de la Plaza Juárez fue cubierto en su totalidad por un piso de concreto rectangular, cuando en realidad, el mosaico bicolor, típico de una época en la región, se encontraba en perfecto estado de conservación. Cuando, quien les escribe por acá, fue a documentar el proceso de transformación del pueblo, al platicar con los boleros del jardín, me comentaban que no estaban de acuerdo con que se cambiara el piso, porque además de ser resbaloso, le quitaba “lo bonito, lo antiguo” a la plaza. Además, al igual que en Santiago, las fachadas de los inmuebles se recubrieron con cemento y sin pensarlo se recubrió, de nuevo, con pintura vinílica, incluso los inmuebles que pertenecen a la Universidad Autónoma de Nuevo León o al estado, como el Templo del Sagrado Corazón de Jesús.  Y sí. Lo que se busca con el programa, es la intervención rápida de los espacios, las apariencias, la escenografía perfecta para la selfie o en sí, para la foto. No importa que el inmueble esté, por así decir, con una enfermedad terminal, sÍ, por el exterior se ve recién pintadito de colores chillantes, si se ve pulcro, mágico.

linares 3Linares 3: Piso de la Plaza Juárez, losetas hidráulicas de mosaico anti derrapante en buen estado de conservación siendo cubierto completamente.

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Linares 4: Inmueble de sillar de caliche de la UANL, detalle de los aplanados con cemento.

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Linares 5: Inmueble de sillar e caliche de la UANL, acabado final pintado con vinílicas.

La denominación llega sin consultar a los habitantes, se impone como una visión vertical en donde se les dice que el turismo llegará a borbotones, la derrama económica será en abundancia y además ¿cómo es que te vas a negar que tu propiedad se vea como nueva? Claro, en el entendido que, tengas la suerte de que no hayan llegado ya a comprarte tu inmueble a un precio baratísimo para que, al final, el dueño de todo el centro sea solo uno o unas cuantas personas. Porque, no neguemos el hecho, de que, en la mayoría de los Pueblos Mágicos, los propietarios de los inmuebles ubicados en la poligonal beneficiada son siempre tan solo unos cuantos, los que al final del día, administran la “riqueza” generada. Aunado a ello, en muchas ocasiones las poblaciones se ven gentrificadas (claro, no sólo se gentrifica a las colonias de las grandes ciudades), la comunidad que ha habitado por muchísimo tiempo ve encarecido su estilo de vida, y es expulsada hacia otros sitios. La gordita de maíz o el dulce de leche se hace “gourmet”, aumenta su valor y se hace inaccesible para quienes ahí habitaban.

Los escritos, estudios e investigaciones sobre los Pueblos Mágicos y sus consecuencias negativas en los entornos son amplísimas, por muchos años se ha pedido la reconsideración del programa, hasta que un buen día de diciembre de 2018, se dio la noticia: el presupuesto designado para los Pueblos Mágicos en el 2019 sería de 0 pesos, e incluso, se consideraba la eliminación de la marca[1].

Pero es que, entonces, ¿nuestros ruegos y súplicas fueron escuchadas?

Y la respuesta es: no, no nos engañemos. El programa desaparece ante la nueva política de austeridad encabezada por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. No tiene que ver con una política cultural real en cuanto a la protección y conservación del patrimonio cultural de los pueblos, sino más bien, a la reducción del presupuesto. El turismo en estos sitios no desaparecerá, el apoyo económico, sí.

El momento es el ideal para ahora sí, buscar la protección y el disfrute real del patrimonio cultural, es el momento perfecto para que los municipios volteen a ver a sus artesanos, a sus maestros albañiles, a sus cocineras tradicionales, y se rescaten los oficios, se rescaten no solo las antiguas recetas de cocina, sino también, los antiguos sistemas constructivos de las regiones, que se creen talleres de conservación en las poblaciones, que se haga comunidad.

Estamos en un punto clave: la búsqueda real de la permanencia de nuestro patrimonio cultural por sí solo, y no por medio de una marca mágica. Dejemos de pintar el deterioro, mejor, busquemos la solución, y sobre todo, aprendamos a conocer nuestras diferencias y a partir de ahí, la riqueza que tenemos.   Digamos adiós a la magia y trabajemos para recuperar la realidad y lo tradicional de nuestros pueblos.

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Sobre la autora: (Monterrey, Nuevo León – 1982) Maestra en restauración de sitios y monumentos por la Universidad de Guanajuato y arquiterca por la Universidad Autónoma de Nuevo León, ama a la arquitectura norestense y a su tierra. Es fundadora de Restáurika, empresa que se dedica a la arquitectura contemporánea y a la restauración de bienes muebles e inmuebles. No le gusta quedarse callada cuando ve que le tiran el patrimonio de su ciudad./

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Notas: [1] https://www.eluniversal.com.mx/nacion/sociedad/dejan-sin-recursos-121-pueblos-magicos-de-mexico

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ArKeopatías opera bajo una licencia Creative Commons Reconocimiento – NoComercial – Compartir Igual 4.0 Internacional License, por lo que agradecemos citar la fuente de este artículo como: Proyecto ArKeopatías./ “Textos de la casa #129″. México 2019. https://arkeopatias.wordpress.com/ en línea (fecha de consulta).

#LasPrestadas: Leer la ciudad

Por Selene Velázquez

Es hora de ser conscientes de todo el patrimonio perdido en la ciudad de Monterrey, pero no quedarnos sólo en eso. Hay que observar, conservar, proteger y, sobre todo, usar la arquitectura que ya estaba aquí antes que nosotros.

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Foto: Hugo Rodríguez

Érase una vez una ciudad llena de montañas, con un río que la cruzaba, arroyos y ojos de agua; una ciudad llena de árboles, de construcciones de tierra con tiros de chimeneas y patios con naranjos, nogales y granadas.

Quien lea lo anterior podría imaginar esa descripción para lugares fantásticos del centro y sur del país, porque, suena a ensueño, ¿no? Pero la ciudad que describo está justo en el noreste agreste de México: Monterrey. Conste que no me lo invento: en los archivos históricos están las crónicas antiguas de la ciudad, hay todavía registros fotográficos de lo dicho y basta con preguntarles a nuestros padres o abuelos y nos contarán de una ciudad perdida, que ahora se encuentra ahogada prácticamente en cemento.

Con todo y que la modernidad, que a todos nos alcanza, ha cambiado drásticamente la cara de la ciudad, existen varias maneras de conocer y reconocer el Monterrey que existía antes de nosotros, (y no precisamente con el DeLorean). Llegamos entonces, al punto del que les vengo a platicar: el patrimonio arquitectónico de mi pueblo.

“¿Qué?”, me dirán ustedes. “¿Patrimonio arquitectónico en Monterrey?”

Y la respuesta es: ansina mero. Y no, no hablaré por millonésima vez del Obispado o de la Catedral, porque la ciudad está repleta de inmuebles con un alto valor histórico (o artístico, si queremos apegarnos a la Ley de Monumentos) de los que vale la pena hablar.

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Demolición en la calle Diego de Montemayor en el Centro de Monterrey / Foto: Cortesía

Pero entremos en materia. El pasado día 21 de marzo fueron demolidas dos propiedades contiguas en el centro de la ciudad (En la calle Diego de Montemayor entre Ruperto Martínez y Aramberri). Una de ellas, muy probablemente del siglo XIX, por sus características estilísticas ligadas a la arquitectura norestense: muros de sillares de caliche, cubiertas de terrado, dominando en la forma el macizo sobre el vano. La otra de mediados de la década de los cuarentas del siglo pasado, con formas orgánicas y rasgos de un Art Nouveau tardío. La construcción estaba elaborada con ladrillos de milpa (arcillas cocidas), con un domo de cristales de colores y ventanales completos. Las casas estaban íntegras.

Semanas atrás se había “corrido el rumor” que tirarían las construcciones (abandonadas por años), para hacer una clínica. En diferentes grupos de Facebook se pedía ayuda para detener lo que parecía inminente, pero poco se podía hacer siendo propiedad privada. Quien les escribe por acá incluso hizo un video con motivo de la quinta edición del Día del Patrimonio de Nuevo León para subirlo al Facebook de Restāurika, empresa en la que trabajo en la conservación, restauración y difusión del patrimonio cultural, sobre todo, del noreste.

El miércoles 21 de marzo, por la mañana, el ruido de la retroexcavadora sonó fuerte. La demolición había comenzado.

Cerca de las cuatro de la tarde, después de una denuncia ciudadana, el personal que labora en el Instituto Nacional de Antropología e Historia, delegación Nuevo León, se enteró de las demoliciones y fueron a parar las obras. El daño estaba hecho. Cerca del 60 por ciento de la construcción del siglo XX estaba desecha, y habían demolido un 40 por ciento del inmueble de tierra del siglo XIX. A la par de los trabajadores del INAH llegó prensa a cubrir el hecho. Habían demolido pero paraban las obras.

Día 22 de marzo. Sellos de clausura por parte del Instituto, construcciones hechas polvo y una nota en el periódico El Norte: “Detienen demolición de casonas antiguas”. En el artículo hay más de 50 comentarios, algo realmente impresionante para una nota del ámbito cultural en Monterrey, y en Facebook, llegamos a contar más de mil reacciones en distintos foros: algunas personas pedían que se demoliera todo lo viejo y abandonado y se diera paso a la modernidad (“Eso es patrimonio, pero de los dueños, que ya las tiren, eran un peligro”. “Estaban todas abandonadas y sucias”. “¿Históricos unos ladrillos? Que tiren todo”.) Por suerte eran los menos. Muchos más se sentían desolados ya que una de las construcciones, la de los años cuarenta, era la casa de sus sueños: “Solía pasar ahí a diario solo para verla”. “Siempre imaginé que ahí vivían duendes, desde niña”. “Soñaba con un día comprarla y vivir ahí”. “Era la casa de mis sueños y ahora, esos sueños son polvo”. “Pero si tenía un gran potencial, ¿cómo la tiraron?”. Son algunos de los cientos de comentarios lamentando la destrucción.

Cuando el INAH llegó a parar la obra, (que por cierto, no contaba con autorizaciones del Instituto para alguna demolición) los trabajadores tenían una hoja de Protección Civil en donde “recomendaban” la demolición inmediata de las casonas por estar en mal estado. Sin embargo, algunos ciudadanos subieron fotografías recientes del interior y exterior de las propiedades a las redes sociales: las construcciones no tenían un solo rastro de posible colapso, estaban en perfectas condiciones; sucias, sí, pero incluso con mobiliario de la década de los cincuenta en su interior. Nadie corría riesgo alguno.

¿Qué pasó entonces? ¿Por qué Protección Civil dio una carta “autorizando” demoliciones sin un dictamen preliminar avalado por arquitectos restauradores o estructuristas que conozcan de los sistemas tradicionales? ¿Quién autorizó qué? ¿Cuáles son los nombres de los dueños? ¿En dónde estaba el municipio de Monterrey y por qué no fue a parar la obra? ¿Después de la demolición existirá un castigo ejemplar por parte de la federación para quien demolió?

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Demolición en la calle Diego de Montemayor en el Centro de Monterrey / Foto: Selene Velázquez

No tenemos respuestas aún para ninguna de las preguntas que desde aquí formulamos. Sin embargo, hay algo muy rescatable en esta crónica de demoliciones: la acción y movilización ciudadana. Años atrás, la demolición de bienes inmuebles de estas características no hubiera sido motivo de discusión o asombro. Hoy, con todo y que se ha perdido muchísimo del patrimonio arquitectónico, en este caso de los regiomontanos, ellos mismos son los que dicen: ya basta. Cabe recordar otro caso muy movido en las redes sociales, en donde también por una denuncia ciudadana, el INAH se enteró que estaban demoliendo una casona de su catálogo.

Es hora de ser conscientes de todo el patrimonio perdido, pero es también hora de no quedarnos ahí, de observar, conservar proteger y, sobre todo, usar la arquitectura que ya estaba aquí.

Bien valdría la pena reconfigurar la protección de inmuebles patrimoniales, como en la ciudad de Monterrey, en donde existen muchos ejemplos de arquitectura de tierra (léase sillar de caliche o adobes, o de ladrillo de milpa con cubiertas como el terrado, de vigas y láminas) y dejar de hablar de fechas, que si corresponde al INAH, que si corresponde al INBA. Debemos de hablar de la permanencia de los sistemas constructivos tradicionales de una región, y sobre todo entenderlos, ya que nos hablan de nuestros antepasados, de quienes estuvieron aquí antes que nosotros, de quienes supieron entender un contexto complicado y aun así, le sacaron todo el provecho posible. Esta arquitectura nos habla de una forma de vivir más amigable con el medio ambiente y nos habla también de un pasado que se nos está yendo como agua. Los inmuebles son documentos, que si sabemos leerlos, nos contarán la maravillosa historia de la ciudad que habitamos.

Posdata: Mientras termino de escribir, sucedió algo histórico en Nuevo León. Se ha aprobado la propuesta de un fideicomiso para la conservación del Patrimonio Cultural del estado, gracias a Carmen Junco, quien fuera presidenta del Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León (Conarte), una de las personas más comprometidas en el ámbito de la conservación y rescate del patrimonio norestense. Acá la liga de Milenio Monterrey.

Fuente: «La zona sucia» http://www.lazonasucia.com/2018/03/26/leer-la-ciudad/

DE LA CASA 112: BASTA YA DE PERDER BATALLAS / SV.

Por Selene Velázquez

Vamos a hablar de Monterrey, la sultana del norte, la capital de Nuevo León, la ciudad industrial y boyante del siglo XX perfumada a carne asada, la ciudad de las montañas, los estadios y ahora, de edificios altos, mi ciudad.

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Imagen I, Selene Velázquez, 2016

Monterrey se distingue por muchísimas cosas pero, casi nunca, por su patrimonio arquitectónico. Y es que, cuando arrasas con más de 20 manzanas para crear una macro plaza pues, digamos, se te queda la mala fama.

Acostumbrados a decir que en el norte “no hay nada de patrimonio” generalmente tendemos a menospreciar lo que sí hay. Algunos políticos lo consideran como un estorbo o como leímos hace poco “cadáveres”. Pero, ¿en serio no  existe el patrimonio edificado? ¿O no lo queremos ver?

En la ciudad se han editado libros que muestran un magnífico patrimonio ahora perdido que podría haber estado en Morelia o Querétaro, existen más de ocho grupos de Facebook con miles de seguidores sobre el Monterrey antiguo y se publican libros de historia sobre nuestro pasado. Pareciera entonces como si estuviéramos destinados a solo ver en páginas impresas  o por las redes sociales las fotografías del antiguo Monterrey.

Recordarán que el año pasado presenté un artículo sobre la construcción de un mercado “gourmet” en dos predios de la zona del Barrio antiguo, una construcción en la calle de Morelos muy modificada, pero rescatable, y otra la colindante en la calle Padre Mier que estaba completita, y que fue destruida para dar paso a una mole de modernidad de concreto con sillares de fachaleta aparentes como para que se vea “viejito” y le de ese toque chic para un mercado gourmet, claro. Hubo mucha agitación en las redes sociales y en los medios impresos, pero, obviamente, nada pasó. (Por acá el link)

Sin embargo, ya estamos cansados de que no pase nada, de que nunca pase nada.

Hace unos días un amigo arquitecto me dio un “pitazo”: una casa en el primer cuadro de la ciudad estaba siendo demolida. Sin la ubicación exacta, fuimos a calle por calle para buscarla sin resultado. Días después, en uno de los grupos antes mencionados del Facebook encontré una imagen de la casa con la ubicación. Sin perder un minuto fuimos a documentarla: la propiedad era excelsa, dos niveles, planta en forma de herradura, techos de terrados y vigas de madera, muros de sillar de caliza, un patio central flanqueado por arcos de medio punto, y en la fachada detalles neoclasicistas. Una maravillosa casa (aparentemente del siglo XX) estaba siendo convertida en polvo. Todo para dar paso, ¿adivinen a qué? A un estacionamiento.

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IMAGEN II, Restāurika 2016

Esta vez se sumaron más voces para a pedir que se detuviera la demolición de una casa que, prácticamente estaba ya demolida. Sin embargo para nuestra fortuna Eduardo Quintanilla subió a la red una ficha de catálogo realizado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, el Instituto Nacional de Bellas Artes y el Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León en el año de 2004 donde se decía que la casa estaba protegida, aunque  la ubicaban en el siglo XX. Más tarde, Juan Casas subió a las redes una ficha de catálogo más antigua realizada solo por el INAH donde se inscribe a la propiedad como del siglo XIX e incluso se comenta que hay una inscripción: “Septiembre de 1885, E.M.” sin imagen de la misma. Sin embargo hay inconsistencia en el número de la propiedad, horrores y errores de origen a la hora de documentar: ¿De cuándo era la construcción? ¿Siglo XIX o siglo XX? Nos preguntamos entonces: ¿debería de ser demolida por ser de un siglo u otro? ¿Quién la debe proteger? ¿Era un paraje desolado que ya no se podía restaurar? O peor aún: ¿era ya un cadáver mal oliente?

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IMAGEN III, Eduardo Quintanilla, 2016

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IMAGEN IV, cortesía Juan Casas, 2016

Pues bueno, viene acá lo más interesante, según un documento difundido por los periódicos de Milenio Monterrey y El Norte de grupo Reforma: el primer permiso de DEMOLICIÓN TOTAL lo dio nada más ni nada menos que el Instituto Nacional de Antropología e Historia Delegación Nuevo León en julio de este año 2016. Hasta este momento no conocemos los dictámenes estructurales del bien patrimonial realizado por ingenieros o arquitectos peritos en la materia, mucho menos si quiera, alguna fotografía que pudiera evidenciar el daño irreparable para su eminente destrucción.

http://www.milenio.com/cultura/avalo_inah-demolicion_casona_protegida-milenio_0_848915522.html

http://www.elnorte.com/aplicaciones/articulo/default.aspx?id=986678&v=3

Sin embargo, horas más tarde, Elsa Rodríguez delegada del INAH Nuevo León declaró ante los periódicos antes mencionados que no reconocía la firma en el documento como suya y que era, muy probablemente una falsificación, por la que interpondría una demanda contra quien resulte responsable. Lo más terrible de esto, es que quien realizó el documento apócrifo lo hizo desde el mismo Instituto, pues los sellos estaban ahí.

http://www.milenio.com/cultura/desconoce-inah-permisos-pondra-denuncia-milenio_0_849515366.html

http://www.elnorte.com/aplicaciones/articulo/default.aspx?id=986955&v=2

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IMAGEN V, Obtenida en grupo Reforma y Milenio, 2016

Aún así imágenes de Google Street y Google Earth fechadas en febrero de este año nos muestran una casa con una aparente estabilidad estructural. ¡Digo!, viviendo la que escribe también en la ciudad de Guanajuato, donde hay losetas de barro que literalmente se caen de los balcones y que bien podrían matar a un cristiano ¡y no por eso tiran la finca! La restauran. Pero en Monterrey pareciera que por un posible colapso de azotea decidieron tirar el inmueble entero.

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IMAGEN VI, Google Earth, 2016

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IMAGEN VII, Google Earth, 2016

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IMAGEN VIII, Google Earth, 2016

El mismo día que salieron las notas en los periódicos hubo un movimiento ciudadano importantísimo afuera de la ruina que es ahora la casona en la calle Allende, donde más de 30 personas nos reunimos para externar nuestro interés en la conservación y preservación del patrimonio arquitectónico de la ciudad de Monterrey, y digo importantísimo porque no es algo que se vea muy seguido en la ciudad. Sin embargo, y con todo y la colocación de los sellos de suspensión de obra por parte de desarrollo urbano,  la propiedad había sido demolida ya en más de un 80%. http://refor.ma/9s-baei3T

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IMAGEN IX, Restāurika 2016

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IMAGEN X, Restāurika 2016

Pero entonces, volvemos a la premisa ¿tenemos patrimonio o no? ¡Claro que tenemos patrimonio y mucho! Sobra decir que las autoridades que se supone son las competentes para su resguardo se están quedando cortas. Y es que, dar un permiso de demolición total sin antes proponer su conservación es un error garrafal. Ahora, ninguno de quienes estamos en contra de este tipo de acciones decimos (porque este es un error muy común, créanme) que para conservar el patrimonio edificado este debe ser momificado, o convertirlo en un museo con tapices del siglo XIX y candelabros franceses. ¡No!. Un edificio patrimonial puede y debe tener usos múltiples, debe ser adaptado a las nuevas necesidades de la comunidad con materiales que sean compatibles para su conservación, pero de eso a que parezca que estamos en los tiempos de Don Porfirio, se dista mucho.

En la propia ciudad de Monterrey Marcela González, de Oficio Taller Arquitectura, intervino una propiedad en la calle 15 de mayo para adaptarla a uso de oficinas. ¿Cómo? Respetando la construcción antigua y creando junto con su despacho una intervención contemporánea y amigable al contexto. Pero claro, tuvo la visión y el respeto por el patrimonio.

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IMAGEN XI, Cortesía Marcela González, Oficio Taller Arquitectura, 2015

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IMAGEN XII, Cortesía Marcela González, Oficio Taller Arquitectura, 2016

Algo está fallando en Monterrey, lo he dicho en más de una ocasión, debemos dejar de hablarnos entre especialistas sobre patrimonio, debemos dejar de darnos palmaditas en la espalda y hay que llevar el patrimonio a todos, desde los niños hasta los ancianos, desde los dueños de los bienes arquitectónicos hasta los posibles y futuros inversionistas, y obviamente, a las escuelas de arquitectura. Hay que incentivar con apoyos económicos a los propietarios de los inmuebles de valor histórico y artístico, para que en realidad éstos se puedan conservar, porque muchas veces sí hay un amor al patrimonio y apego a la propiedad, pero sin dinero y un conocimiento claro sobre los materiales constructivos, seamos realistas, poco o nada se puede lograr. Más de uno estamos cansados de que nunca pase nada y de que los catálogos sólo sirvan para llorar por lo desaparecido. Así que basta ya de perder batallas.

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IMAGEN XIII, Restāurika 2016

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Actualización del 29 de noviembre: «»Acá (un par de videitos) del Barrio antiguo: pura construcción que se integra perfecto al contexto histórico.» by Selene Velázquez.

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Sobre la autora: (Monterrey, Nuevo León – 1982) Maestra en restauración de sitios y monumentos por la Universidad de Guanajuato y arquiterca por la Universidad Autónoma de Nuevo León, ama a la arquitectura norestense y a su tierra. Es co-fundadora de Restáurika, empresa que se dedica a la arquitectura contemporánea y a la restauración de bienes muebles e inmuebles. No le gusta quedarse callada cuando ve que le tiran el patrimonio de su ciudad./

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ArKeopatías opera bajo una licencia Creative Commons Reconocimiento – NoComercial – Compartir Igual 4.0 Internacional License, por lo que agradecemos citar la fuente de este artículo como: Proyecto ArKeopatías./ “Textos de la casa #112″. México 2016. https://arkeopatias.wordpress.com/ en línea (fecha de consulta).

DE LA CASA #68: AUSENCIAS [ANTES Y DESPUÉS] / SV.

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Por Selene Velázquez

Érase una vez una bonita casa de sillar de caliche que existió en algún lugar remoto del noreste del país… Y así, como si fuera un cuento, les platicaré lo que sucedió por mi tierra hace no mucho.

IMG. 1, Detalle decorativo, Marín, N.L. SV, 2015

No más allá de un par de meses el Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León (CONARTE), me invitó a dar un recorrido por las calles de un pequeño poblado del estado para que hablara de arquitectura norestense junto con la cronista de Marín; conocido regionalmente por sus bolitas de leche quemada con azúcar, los orígenes del municipio se remontan a un conjunto de haciendas del siglo XVII, las cuales crecieron hasta convertirse en la Villa de San Carlos de Marín un 16 de Julio de 1807.

Cuando me invitan a dar el recorrido lo primero que hago, (después de aceptar, claro) es hacer una visita de reconocimiento al sitio, para poder escoger los inmuebles y la ruta a seguir el día de la plática. Nunca está de más decirles que el pueblo es una belleza, grandes casonas de sillar y adobe bajo un cielo azul conforman la traza de damero del poblado, las construcciones,  si bien luchan por sobrevivir a la vorágine de los nuevos estilos y métodos constructivos, siguen en pie.

Las elegidas fueron siete, todas del siglo XIX.

Las casonas eran perfectas para observar parte de la decoración geométrica y austera de la arquitectura norestense, para poder ver la fábrica de los muros y otras más eran ideales para hablar de la pintura a la cal y su importancia en la arquitectura de tierra.

De entre todas como siempre había una especial, el inmueble estaba en una esquina, de unos 4.50 metros de altura era, sí era, un gran ejemplo de arquitectura norestense: prevaleciendo el macizo sobre el vano, el edificio era el indicado para mostrar cada detalle de él, aún con parte del terrado y en otra zona colapsado, la casona aún conservaba parte del aplanado de cal arena y herrerías contemporáneas a su creación, así que, sin duda, sería la estrella del recorrido por Marín.

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Quince días después se llegó el momento de comenzar, llegamos a la calle, Porfirio Díaz esquina con Juárez, sí, era la dirección correcta, pero algo estaba mal, la casa, simplemente ya no estaba: ¿Se la habrá llevado un tornado como a la casita de Dorothy en el mago de Oz? ¿Habrían acaso arenas movedizas debajo? ¿Qué sucedió?

IMG. 3 Antes, Marín, N.L., SV, 2015

IMG. 4 Después,Marín N.L., SV, 2015

Si el poste de luz seguía ahí, la lámpara, el anuncio de “alto” también, ¿entonces por qué la casa había decidido irse?

A menudo el patrimonio arquitectónico del país se cae solo, de noche o de día. Y es así como al predio vacío llegará una tienda de conveniencia o una nueva casa hecha de concreto, desapareciendo poco a poco la arquitectura vernácula.

IMG. 5 Las reliquias en el atrio, Marín, N.L., SV, 2015

Lo más interesante del caso es que en el atrio del templo, tal cual como si fueran reliquias, algunos vecinos decidieron llevar sillares que en otrora formaban parte de la construcción “ahí vivía doña Chonita, todavía nos acordamos, no sabemos por qué la tiraron, seguido tiran casas, pero esa era especial, y como quiera la tiraron”.

Y es que si bien, los recorridos por los municipios del estado de Nuevo León sirven para conocer sobre su historia, gastronomía y arquitectura, son en definitiva un buen ejercicio para mostrar (e incluso demostrar) que tenemos patrimonio, y mucho, porque no se conserva lo que no se valora, por naturaleza solemos tenerle miedo y rechazo a lo que desconocemos, al hablar de la preservación de inmuebles el temor es la restauración. Cuando se ve una cubierta colapsada, cuando los adobes o el sillar de caliza se está deshaciendo se cree por lo general que la salida más sencilla es derribar. Contrario a lo que se pudiera pensar, las cubiertas de terrado perfectas para el clima extremoso del noreste pueden recuperarse, así como los aplanados de cal arena para los muros de sillar.

En el camino se anda, mientras más se hable de que el patrimonio del noreste es igual de valioso que el del resto del país, empezaremos por creérnoslo nosotros mismos, para a partir de ello hacer todo lo posible por preservar el patrimonio edificado que aún nos queda en toda la región y si no me creen, las puertas están completamente abiertas para que recorramos desde Anáhuac o Lampazos de Naranjo a Dr. Arroyo y se maravillen de la arquitectura que tenemos en el noreste mexicano.

IMG. 6 Escala Humana I, SV, 2015

IMG. 7 Escala Humana II, SV, 2015

Fotos: Selene Velázquez (c)

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ArKeopatías opera bajo una licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License, por lo que agradecemos citar la fuente de este artículo como: Proyecto ArKeopatías./ “Textos de la casa #68″. México 2015. https://arkeopatias.wordpress.com/ en línea (fecha de consulta). 

DE LA CASA #63: RASCACIELITIS Y OTRAS ABERRACIONES MODERNAS / MM.

Por Marlen Mendoza

Hace poco (ya no tanto) me enteré mediante una de esas páginas, encargadas de difundir los acontecimientos relevantes en el terreno arquitectónico,  de la construcción de la Torre KOI, a edificarse en la ciudad de Monterrey, de 67 pisos, con una altura total de 216 mts. Y  9 sótanos para estacionamiento. La cual ya está en su última fase, prevista la culminación de la obra en éste 2015.

Generalmente, al igual que las series televisivas, redes sociales y chismes de la farándula, suelo enterarme tarde y en éste caso en concreto tiene sus ventajas. Me interesaron unos datos que posteriormente compartiré; consultando varias fuentes, noté que la Torre KOI no es la única prevista o en proceso para Monterrey, también destaca la Torre Insignia de 350 mts. a terminarse en el 2018, la Torre Mitikan con 267 mts de uso mixto entre vivienda y comercio; todos los anteriores acomodados en la zona San Pedro Garza, área en auge inmobiliario.

(c) Foto: skyscrapercity.com

Independientemente de si los proyectos tienen una propuesta interesante a nivel volumétrico, un planteamiento que “genera ciudad” (lo que sea que signifique eso) o pretendan certificación LEED, la cuestión radica en la densificación, si hacemos memoria, Le Corbusier plantea por allá de 1933 con un ambicioso proyecto conocido como La Ville Radieuse, el cual está conformado por altas torres de departamentos y comercio, separadas entre sí por vastas áreas verdes, a nadie le parece una idea descabellada, era un sueño de iluminación natural, ventilación y liberación del terreno. Inclusive hay varios intentos a lo largo del mundo de recrear ésta visión utópica de la entonces “modernidad”.

Lamentablemente, como todo en este mundo, cada buena idea tiene una manera de corromperse, en éste caso la intención de dar aire y sobre todo devolver las áreas verdes que se estaban perdiendo por la sobre- explotación de los lotes, se tergiversa y muta exponencialmente, la lógica macabra es la siguiente:  en un terreno de 100 m² se construía una vivienda para una sola familia, Le Corbusier sugiere en esos 100 m² levantar una torre que ocupe un 40% del terreno y albergue 10 familias, dejando así 60% de terreno destinado al espacio público, que sumado al de los otros lotes resultando un porcentaje significativamente mayor de la relación entre el área construida y el área libre, mismo espacio que sirve para dar aire a las torres, por tanto buena iluminación y ventilación, generando entre sí plazas y nodos de intercomunicación vecinal; posteriormente cuando la arquitectura deja de preocuparse por la manera en que van a vivir sus habitantes y comienza a poner los ojos en la cantidad de ceros que dejará de utilidad, regresando a esos 100 m² se construye el 80% y se vende una vivienda a 40 familias cuando menos.

Ahora el virus muta hacia parajes más oscuros, los edificios mixtos que tanto aman poner en los ejercicios de las escuelas de arquitectura, esos mismos 100 m² pero ocupados al 90%, con 10 sótanos y 80 niveles, con: vivienda, oficinas, centro de convenciones, gimnasio y centro comercial, parafraseando a Sheldon Cooper de la serie de Warner “The Horror, the horror”, entonces cómo es que no queremos ciudades sobre densificadas, cuando estamos haciendo todo y más para llegar a ello.

Y si aún no le he generado pesadillas, tenemos otro agente que interviene, se está asociando la idea de que vivir/trabajar/construir/diseñar en un rascacielos, es sinónimo de poder, sofisticación, dinero, elegancia, distinción; se promocionan como obras escultóricas y efectivamente a mayor altitud el precio por m² aumenta y no tres pesos, no se vende igual un departamento en el primer nivel que el penthouse. Sin percatarnos que estamos comprando un condominio en el aire.

De vuelta a la Torre KOI, cuenta con 218 departamentos de los cuales 18 son penthouses, van desde 90 m² hasta 350 m², incluye de 2 a 4 cajones de estacionamiento por departamento, altura libre de 3.20 m., aire acondicionado, opción a automatización (persianas e iluminación), agua purificada, instalación Triple Play (voz, datos y video); sus amenidades son: salas privadas de visitas, por si tienes que atender a un cliente y no deseas ir a la oficina, sala de cine, salón de juegos, salón de eventos con capacidad para 100 personas, gimnasio equipado, área de práctica de yoga (muy new age), sauna, solárium, alberca infinity semi-olímpica, jacuzzi, bar. Eso sí áreas compartidas entre 218 familias.

Haciendo una pequeña comparativa en cuanto a números, sí la arquitectura también son cifras, tenemos que un departamento de 130 m², con dos recámaras, 2 ½ baños tiene un costo de $5,268,000.00, arrojando que el costo de venta por m² es de $40,523.00/ m² contra los 600 USD (sí en dólares) promedio/ m² en Polanco, edificios sabemos que no suelen exceder los 5 niveles y que evidentemente no cuentan ni con una cuarta parte de las amenidades, lo que se vende aquí es exclusividad. ¿Considerarían exclusivo vivir en un rascacielos junto con otras 218 familias?

Solemos criticar las viviendas de interés social, por sus desarrollos carentes de toda ética profesional y de criterio, al someter a familias enteras a vivir en 49 m² con otras 218 familias en un fraccionamiento en serie, pero ¿un rascacielos no sería algo similar? Estamos de acuerdo que se apelan las dimensiones de los departamentos, los acabados, ubicación, amenidades etc., pero al final del día es una sobre densificación del espacio solo que en diferente eje cartesiano.

Tenemos enfrente un severo problema, partiendo desde el número de habitantes y su demanda, también estamos en un mundo capitalista en el cual satisfacer esas demandas es un negocio, y visto como producto, la calidad es severamente afectada por producir más unidades en menor tiempo, ready made que le dicen, junto con otros inconvenientes como la movilidad y sus necesidades espaciales… ¿hacia dónde vamos a crecer? ¿Realmente la respuesta está en las alturas? ¿Dónde van a quedar las calles si estamos elevándonos cada día más?, y leemos noticias sobre el nuevo más alto rascacielos del mundo, pisándose los talones y buscando sobresalir quizás por las razones equivocadas.

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Fotos: http://ciudadanosenred.com.mx/estos-seran-los-5-edificios-mas-grandes-de-mexico/

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