#LasPrestadas: Empresas Culturalmente Responsables.

Zitlala Jorge

Por Rodrigo Llanes Castro y Boris Berenzon Gorn

“Alfabeto, pan y jabón hay que decir y todo lo demás se os dará por añadidura.” Alfonso Reyes

A manera de presentación:

La cultura, una moneda social no valorada. ¿Por qué y para qué invertir?

México cuenta con una riqueza patrimonial que ha sido motivo de asombro a lo largo de los siglos. Su imponente belleza natural y su vasta diversidad cultural, han constituido un escenario histórico de verdadera excepción. Cuna de civilizaciones, en la lista de patrimonio mundial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, nuestro país cuenta a la fecha con 33 lugares designados (27 como Patrimonio cultural, cinco como Patrimonio natural y uno, como Patrimonio mixto).

Esto lo convierte en el sexto país con mayor cantidad de sitios inscritos en la lista, sólo por detrás de Italia, España, China, Alemania y Francia, así como primero en el continente americano y de América Latina y Caribe. Además, cuenta con siete tradiciones y festejos como Patrimonio cultural inmaterial. Éste no se limita a los bienes materiales con un significado o valor excepcional, como las zonas arqueológicas, los monumentos, los centros históricos o las obras de arte. También comprende al acervo de conocimientos, valores y expresiones culturales heredadas de nuestros antepasados y que transmitimos a nuestros descendientes.

El patrimonio cultural inmaterial se manifiesta en la lengua y la tradición oral, tradiciones culinarias, artes del espectáculo, juegos tradicionales, rituales, actos festivos, conocimientos y prácticas relativos a la naturaleza y el universo; en la música y danza tradicionales, en saberes y técnicas vinculados a la artesanía milenaria, en la medicina de los pueblos originales, en modos de vida. Estas son expresiones culturales que cambian con el tiempo adaptándose a las nuevas realidades, pero que contribuyen a darnos un sentimiento de identidad y continuidad al crear un vínculo entre el pasado y el futuro: el vínculo somos nosotros, el presente.

La Conferencia General de la UNESCO aprobó, en el 2003, la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, un acuerdo firmado por 158 países, en el que se comprometen a trabajar en la salvaguardia de estas expresiones culturales.

Un primer paso se realiza mediante su identificación y registro en tres listas:

La Lista representativa del patrimonio cultural inmaterial de la humanidad, en la que se incluyen las expresiones que ilustran la diversidad del patrimonio inmaterial con el fin de contribuir a una mayor consciencia de su importancia.

La Lista del patrimonio cultural inmaterial que requiere medidas urgentes de salvaguardia: se compone de elementos que las comunidades y los países consideran que necesitan medidas de salvaguardia urgentes para asegurar su trasmisión. Las inscripciones en esta Lista contribuyen a movilizar la cooperación y la asistencia internacionales, para que los actores interesados puedan tomar medidas de salvaguardia adecuadas. Por ejemplo, en México, muchas lenguas indígenas están en peligro de extinción.

El Registro de las mejores prácticas de salvaguardia se compone de programas, proyectos y actividades que mejor reflejen los principios y objetivos de la Convención. Del rico y diverso patrimonio cultural inmaterial de México, la UNESCO ha reconocido a siete expresiones como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad y ha seleccionado a un programa para la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial.

Lo anterior nos habla de un nicho de mercado que privilegia a la cultura como una moneda social que, paradójicamente, ha sido desestimada por parte de la iniciativa privada en México, dejando el desarrollo cultural en manos del Estado. Esta herencia del mecenazgo cultural de los regímenes posrevolucionarios, ha cambiado su papel con el paso de los años, se ha ido reduciendo de la centralización a la dinámica de la administración de los recursos en los procesos la investigación y salvaguardia y en la asignación y ejecución de proyectos de turismo cultural, cultura popular y desarrollo artesanal comunitarios, creación y operación de infraestructura, teatros, centros artísticos; programación y divulgación de las llamadas bellas artes.

Este panorama nos obliga a echar manos de numerosos estudios sobre lo cultural que han realizado los especialistas para entender cuál es el papel de la cultura como pilar de desarrollo social, particularmente en contextos de violencia por los que atraviesa nuestro país, sobre todo si entendemos que la cultura es un proceso y no un evento; por eso genera valores éticos, pues constituye un proceso inherente al desarrollo integral de cualquier país, transmite saberes culturales, estereotipos, prejuicios, ideas, imágenes y sonidos del mundo, formas de representación y sistemas de interpretación. Por ejemplo, sería impensable concebir el modelo de desarrollo económico de los Estados Unidos de Norteamérica sin el papel fundamental que ha significado la lógica del capital y de los modelos de vida que comporta el neoliberalismo, sus dispositivos ideológicos, sus estrategias de posicionamiento y alienación sin la industria cinematográfica de Hollywood.

El sector empresarial mexicano tiene una deuda en materia de inversión cultural. No ha desarrollado esquemas de participación, sociedad, alianza, manejo y gestión del patrimonio cultural y los contenidos que otorga a diversos escenarios naturales, culturales e históricos en términos de las listas de patrimonio y la gran cantidad de posibilidades que existen para el desarrollo de la llamada industrias blanca, industria creativa y que Adorno llamó industrias culturales. México es una potencia económica en ciernes. La mayor aportación de una cultura, es que su pueblo, este país, disfrute y usufructué su riqueza y que de ella derive el alimento para el espíritu y para el cuerpo.

El estado de lo cultural, luego de las últimas reformas, requiere de un diagnóstico que nos permita hacernos de un panorama general sobre las posibilidades que guarda cada uno de nuestros estados desde sus regiones y procesos culturales, que a la vez redimensione el peso social de la cultura en el desarrollo económico de México, sin chovinismos, etnocentrismos, regionalismos o esencialismos históricos.

El Estado no ha podido democratizar los bienes y servicios culturales, entonces queda abierto el espacio de intervención del sector privado para el rediseño de legislaciones que flexibilicen y fomenten la inversión privada en el manejo y gestión de recursos culturales, en el rediseño de instituciones y políticas públicas a través de programas y acciones que abran un sector de oportunidad para una coyuntura reclinada en una crisis social severa a consecuencia de la corrupción y la impunidad radicalizadas en el narcotráfico.

El sector empresarial puede estimular a través de la producción de bienes y servicios culturales, la dinámica misma de los derechos culturales y de la participación ciudadana, incorporándose a procesos locales de financiamiento a través de agencias de proyectos que se planteen metas regionales, a partir de la organización del mismo sector cultural: corredores de teatro; locaciones, circuitos y festivales de cine y televisión por cable o Internet. La crisis de contenidos y financiera por la que atraviesan las dos grandes cadenas privadas, TV Azteca y Televisa, impone un análisis de mercado sobre cuáles son los gustos que hoy modelan no la personalidad del público ni del mexicano, sino la diversidad de públicos consumidores de contenidos innovadores.

Actualmente los proyectos gubernamentales en materia de desarrollo cultural encuentran oposición entre el sector cultural precisamente por la ausencia de transversalidad y legitimidad. Se piensa en hacer, pero desde el escritorio, sin tomar en cuenta los gusto, las preferencias, las necesidades de consumo de los públicos, de los actores sociales en donde se implantan esquemas de intervención cultural sin consulta: un ejemplo es la categoría de Pueblos mágicos, programa que no es malo en sí mismo, sino que muchas veces las instituciones estatales no atienden criterios serios de conservación, sino a la producción de escenografías que homogenizan la identidad de los pueblos, de las ciudades y/o centros históricos, contraponiendo legítimos valores comerciales contra auténticas expresiones en defensa del territorio.

1. Economía y cultura

1.1 ¿Por qué invertir en cultura?

Hay mercados, como la cultura, que normalmente son asociados con el gobierno. Se asume que el Estado es el único que debe invertir en la cultura, pues se trata de un bien público. Así, se deja a la voluntad del gobernante la construcción de espacios y proyectos culturales.

Los bienes públicos, como se sabe, son aquellos servicios que, por su naturaleza, no generan grandes beneficios económicos. Dentro de esta categoría podríamos incluir a los parques, el alumbrado público, la policía y el ejército.

Ningún empresario se atrevería a invertir en la policía de los mexicanos, pues sabe que su beneficio económico será muy pequeño. El Estado invierte en la capacitación y el mantenimiento de la policía porque no busca un beneficio económico. El Estado sabe que incluso perderá dinero con la policía. Sin embargo, decide invertir en ésta para garantizar un bien mayor: la seguridad de todos nosotros.

De la misma manera, existe la idea errónea de que la cultura es un mercado similar al mercado policiaco. Sólo un empresario inocente o frívolo se atrevería a invertir en museos, libros, música, pintura. Se cree, de manera equivocada, que la cultura no puede generar beneficios económicos. Sólo el gobierno debe invertir en cultura. Y esta idea es completamente falsa, pues la cultura no es un bien público.

1.2 ¿Cuál es el mercado?

Según datos del INEGI, en 2012, la cultura, en México, generó beneficios económicos enormes. Se dice que en ese año 2.8% del PIB nacional provino de diversos proyectos culturales a lo largo y ancho del país.

Es complicado comparar la relevancia de la cultura en el PIB nacional con años anteriores. Tristemente, el INEGI sólo tiene datos desagregados del sector cultural desde 2008. Lo interesante, en ese sentido, es notar que la producción cultural se ha mantenido constante desde 2008 hasta la fecha, a pesar de la crisis económica que comenzó en ese año y afectó de manera significativa a otras industrias como la de la vivienda y la automotriz.

1.3 ¿Y la demanda?

En 2012, el INEGI, en colaboración con Conaculta, realizó la Encuesta Nacional de Consumo Cultural de los Hogares. Este tipo de encuesta fue la primera que se realizó en nuestro país. Esto significa que, tristemente, no tenemos datos para comparar la evolución de la demanda agregada de cultura a lo largo de muchos años. Sólo hay datos para 2012.

Según la encuesta de 2012 del INEGI, 3.8 de cada 100 pesos gastados por un mexicano van al sector cultural. Parece poco dinero, pero si tomamos en cuenta el tamaño de la población mexicana, nos podemos dar cuenta que significa alrededor de 123 mil millones de pesos anuales.

La pregunta importante, en este sentido, tiene que ver con los motivos por los que la cultura, actualmente, genera tanto dinero. Es necesario profundizar en los estudios sobre este tema para determinar si realmente ha habido un aumento significativo en la demanda cultural en los últimos años.

Lo que sí se puede afirmar, sin lugar a dudas, es que el mercado cultural es sumamente importante en nuestro país. Invertir en cultura, a pesar de lo que se cree, no es invertir en vano. Hay una demanda importante de bienes y servicios culturales. En otras palabras, los mexicanos demandan teatro, pintura y arte con regularidad.

1.4 Mercados complementarios a la cultura

Es evidente que hay mercados complementarios a la cultura, que otros sectores económicos se benefician de los proyectos culturales. En general, se puede decir que las industrias hoteleras, alimenticia, de transporte (aéreo y terrestre), de publicidad, editorial y televisiva son mercados complementarios de la cultura.

Así, por ejemplo, la construcción de un museo en un municipio no sólo generará utilidades para quien lo construye: gracias al turismo, incrementará las ganancias del hotelero, el restaurantero y el vendedor de souvenirs. También obtendrá un beneficio económico quien tiene inversiones en el transporte o cuenta con una agencia de publicidad, comunicación o diseño.

Se puede decir, entonces, que muchos sectores económicos son beneficiados con los proyectos culturales. Éstos permiten la preservación de una identidad que resulta atractiva para el extranjero o el foráneo. México es un destino turístico importante porque se trata de un país con una amplia diversidad cultural. Aquí tenemos los tacos, los tamales, el pozole, los bordados a mano y el mariachi. Aquellos extranjeros que deciden visitar nuestro país buscan una experiencia novedosa, extraña, atípica para ellos.

Es importante fomentar proyectos culturales para mantener esa identidad nacional. No debemos permitir que México pierda sus muy originales raíces, pues esto puede ir en detrimento de la industria turística. No dejemos que el mariachi pierda terreno frente a la bachata o el pop en inglés.

2. Sociedad y cultura

La cultura no sólo genera beneficios económicos en distintos mercados. Además, a diferencia de otros mercados, la cultura es un concepto que debe ser entendido desde la sociología, las clases sociales, los grupos de referencia y pertenencia.

Supongamos, en principio, que la sociedad está dividida en tres grandes clases sociales: la clase alta, la clase media y la clase baja. En este sentido, durante siglos, la cultura fue un espacio reservado para la clase alta. Las clases más favorecidas eran los que asistían a los conciertos de música clásica, las obras de teatro. Lo menos favorecidos tenían otros medios de entretenimiento que no necesariamente eran considerados cultura.

Sin embargo, con el desarrollo de la Internet y la globalización, los actos y proyectos culturales comenzaron a masificarse. Actualmente, en las zonas urbanas, no sólo los ricos van al teatro. También la clase media se ha incorporado a muchas actividades culturales que antes sólo eran frecuentados por los ricos.

Ejemplo de esta apertura cultural es el desarrollo de ciertas tribus urbanas como los “hípsters”   o los “bon vivant”.   Se trata de nuevos sectores de mercado que consumen bienes culturales como una forma de pertenecer a un cierto grupo social. El hípster, por ejemplo, no siempre asiste al teatro porque éste le apasione; más bien, va al teatro para pertenecer a un cierto grupo social, para encajar con sus amigos.

Así, la cultura se ha vuelto un medio para ganar cierto estatus. Anteriormente, sólo los ricos veían en la cultura un mecanismo para preservar su nivel socioeconómico. Desde siempre, la clase media se ha percatado de la importancia de la cultura como una forma de pertenecer o integrarse a ciertos sectores de la población, como una forma de destacar.

3. Cultura y política

La cultura promueve conceptos. Las personas que hacen cultura quieren expresar ideas, sentimientos o preocupaciones de su realidad social. Y lo más importante: buscan (o pretenden) transformar esa realidad. Así, por ejemplo, quien pinta un cuadro sobre el nazismo no sólo pretende denunciar las atrocidades que se cometieron en el régimen totalitario de Hitler; el pintor busca que el nazismo no vuelva a ocurrir. El pintor quiere influir en el pensamiento de los demás. El pintor busca que todo aquel que vea su cuadro se percate de lo terrible que fue el nazismo.

La cultura, así, debe ser entendida como una forma de expresar ideas, valores, o principios. Y también como un mecanismo para influir en los demás. La cultura es una de las formas mediante las que se busca una alternativa a de pensar o actuar, de cambiar la realidad

Entonces, podemos decir que toda cultura, al promover valores, ideas y sentimientos, tiene una carga ideológica. Se hace cultura porque se pretende influir en el pensamiento de los demás. Así, los nazis desarrollaron sus instrumentos culturales. Lo mismo puede decirse de los soviéticos o de los mexicanos en el régimen postrevolucionario.

Todo régimen político ha promovido su propia cultura. Los soviéticos, por ejemplo, promovían la cultura de la igualdad. Para la URSS, inspirada en las ideas marxistas, era muy importante que la población entendiera la necesidad de acabar con las clases sociales. Así, la idea de la igualdad fue un principio promovido por los gobiernos soviéticos.

Por el contrario, el régimen nazi de Hitler promovió, mediante la cultura, los valores o ideas de la diferencia. Para el régimen nazi, era muy importante que los alemanes se sintieran diferentes de los demás. Por ello, promovieron los ideales de la “supremacía de la raza aria”. Así, la población comenzó a hacer distinciones entre los alemanes cristianos y los alemanes judíos. El régimen nazi promovió la cultura de la diferencia, pues necesitaba justificar la existencia de los campos de concentración.

Es fundamental comprender que toda cultura promueve una cierta ideología. Más allá de los beneficios económicos, la cultura es un mecanismo para alcanzar el poder o para defenderse de éste; para expresar descontento, para proponer.

Por este motivo, la cultura no puede ser solamente promovida por el gobierno. Como es evidente, el gobierno promoverá aquella cultura que le convenga, que le favorezca. Y hay muchas ocasiones en las que los intereses del Estado son distintos a los intereses de los empresarios y de la población en general.

Por ello, los empresarios también deben promover su propia cultura. Es un mecanismo alternativo para defenderse de los abusos estatales y de otro tipo. En México, cuando los empresarios dejaron de hacer cultura, el gobierno se aprovechó y promovió un discurso nacionalista y autoritario que dejó sin margen de acción a los empresarios y a mucha gente más.

En el régimen postrevolucionario, todo se hacía por el “bien de la nación”. Así, cuando se expropió la banca en 1982, por ejemplo, los empresarios no tuvieron el apoyo de la sociedad. Todo el mundo se creyó el discurso del “bien de la nación” y no escuchó a los empresarios.

Es fundamental que los empresarios entiendan a la cultura como un mecanismo para evitar el abuso estatal. Los empresarios no deben permitir que el Estado abuse de su poder o influencia. La cultura es el mecanismo de defensa para los empresarios.

Así, cuando un empresario se disponga a financiar cultura, éste debe tomar en cuenta los valores, ideas o principios que subyacen en esa cultura. Sería un error, por ejemplo, que un empresario promoviera libros, cuadros u obras teatrales que fomenten el autoritarismo estatal. Podría decirse que el empresario cometería un error, pues favorecería un discurso que, a la larga, puede jugarle en contra.

Los empresarios deben promover aquellas expresiones culturales que protejan a los individuos de la intervención estatal. Los empresarios necesitan fomentar el liberalismo político, es decir, aquella corriente que privilegia la existencia de los derechos humanos. Hasta el momento, el liberalismo es la única corriente política que le ha impuesto una serie de límites al poder. En virtud de los autores liberales, el Estado ya no puede hacer lo que quiera.

Ahora, gracias a los derechos humanos, los individuos y sus empresas, están protegidos de la intervención estatal. El gobierno ya no puede expropiar la banca sin respetar los derechos humanos. Ahora, el empresario tiene mayores elementos para defenderse legal y políticamente.

Si bien el liberalismo político ya es una realidad, es fundamental que se sigan promoviendo proyectos culturales que se opongan al estatismo recalcitrante. No debemos permitir que fenómenos autoritarios o anárquicos y escépticos se vuelvan a repetir.

Además, tomando en cuenta lo violento que se ha vuelto nuestro país, el empresario debe favorecer proyectos culturales enfocados hacia la paz. Es importante, desde la empresa, encontrar los mecanismos para reducir la violencia en México, pues ésta tiene costos económicos y sociales muy elevados para los empresarios y para el país

A los empresarios les conviene acabar con la violencia en México, pues día a día pierden millones de pesos como consecuencia de este fenómeno. Además, el empresario también debe promover la cultura del estado de derecho y la no corrupción, pues un país corrupto significa mayores gastos y mayor incertidumbre para la inversión.

Por último, el empresario debe promover aquella cultura que incentive a las personas a superarse profesionalmente, a emprender proyectos de negocios y esforzarse día con día. Los empresarios necesitan que los mexicanos aumenten considerablemente su productividad, sus ganancias y su consumo. Por ello, es fundamental instaurar la cultura del esfuerzo y el trabajo en la conciencia de todos los mexicanos.

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Fuente: Revista Siempre. Parte 1: http://www.siempre.mx/2016/07/empresas-culturalmente-responsables/ Parte 2: http://www.siempre.com.mx/2016/09/empresas-culturalmente-responsables-2/

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Fotografía: Máscara de Tigre, Zitlala, Guerrero. Autor: Jorge Cervantes Martínez

#LasPrestadas: El INAH: entre la preservación y la mercantilización del patrimonio histórico-cultural de México.

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Por Víctor Manuel Ovalle Hernández

Resumen:
En este artículo se analiza al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) como aparato ideológico del Estado mexicano, la conflictividad que ha generado con organizaciones civiles, sindicales y comunidades étnico-campesinas a partir de su pretensión de conciliar preservación y mercantilización del patrimonio histórico-cultural de México y las respuestas sociales que se derivan de esta confrontación.

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El INAH ha optado por el pensamiento monótono, por la indiferencia de la historia, por la vacuidad de todo proyecto intelectual, por algarabías inútiles en las que la autoridad de décadas, la historia de las interrogaciones se disipa… (Raymundo Mier)

En las dos primeras décadas del siglo XXI, el INAH se ha visto involucrado en distintas controversias y episodios conflictivos con sectores organizados de la población sobre el tema del cuidado y preservación del patrimonio histórico-cultural de México. A esta institución se le ha acusado de mal manejo y negligencia en el cumplimiento de sus funciones y de ser cómplice de los gobiernos municipales, estatales y federales al servicio de las empresas trasnacionales, en la mercantilización de diversos bienes culturales de nuestro país. ¿Cómo se llegó a esta situación de enfrentamiento casi permanente? En este escrito se ofrece una respuesta histórica a esta problemática.

Para entender el asunto es necesario ubicar al INAH como parte de un sistema social que cuenta con instituciones agrupadas en un Estado cuya función es dirimir las contradicciones internas para que dicho sistema funcione en forma adecuada.

El Estado es una abstracción que nos permite entender el gobierno, las normas jurídicas, las prácticas y los comportamientos sociales que rigen en un territorio.

El Estado se integra de instituciones, o grupos de personas localizadas en sedes reconocidas por el Poder, quienes adoptan comportamientos convencionales para atender y resolver asuntos de interés público y privado. De esta manera existen instituciones de gobierno como la Presidencia de la República, El Congreso de la Unión y los Congresos Estatales y los Partidos Políticos oficiales; instituciones militares como el Ejército, la Marina, La Policía Federal y las policías municipales; instituciones educativas de nivel básico, medio y superior e instituciones civiles como sindicatos, asociaciones de vecinos, asociaciones deportivas y culturales que coexisten y se reconocen mutuamente. Las familias constituyen las unidades básicas del sistema estatal.

Dado que vivimos en un sistema capitalista en el que todo lo que produce el ser humano es susceptible de ser convertido en mercancía, aun los bienes culturales, el comportamiento de las instituciones favorece los intereses de la clase dominante o burguesa.

El Estado-Nación es una disposición territorial que responde a un momento histórico del Capitalismo, en el que se pretende conciliar intereses antagónicos entre clases sociales, comunidades étnicas rurales y urbanas diversas. Es también una forma de administrar los mercados y los flujos de mercancías y capitales de unas regiones a otras. El surgimiento del Estado-Nación, está asociado a la pretensión de la burguesía nacional de manejar la economía sin la intervención decisiva de los grandes monopolios y las potencias imperialistas de Occidente. El gobierno, como garante del Estado, se ostenta como representante de los intereses generales de la Nación.
Después de 100 años de conflictos sociales bélicos, que incluyen la Guerra de Independencia, las invasiones norteamericana y francesa a nuestro país y la Revolución mexicana, el Estado-Nación se consolida en nuestro país, una vez que es posible reconocer jurídicamente los derechos, garantías y facultades de los sectores populares, en particular las comunidades étnico-campesinas. Esto ocurre entre los años de la promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917, y el gobierno del Presidente Lázaro Cárdenas de 1934-40.

En esa época, toma forma el Nacionalismo mexicano, expresión ideológica o superestructural de la industrialización capitalista en nuestro país, que además de integrar símbolos como la bandera y el himno nacionales, se legitima ante los sectores populares administrando la Memoria histórica, es decir, exaltando las raíces mexicanas, “el pasado glorioso”, definiendo la evolución social por etapas e incorporando la idea de “la redención del indio” al discurso oficial. Esta forma de identidad promueve la incorporación al Progreso a través de la alfabetización y la Educación pública, laica y gratuita. Se adjudica la prerrogativa de salvaguardar el patrimonio histórico-cultural y pretende que la lucha de clases es sustituida por la unidad de clases.

El Nacionalismo justifica la existencia y razón de ser de un Estado que aunque sirve a la clase dominante, en el discurso ideológico se presenta como representante de todas las clases sociales y garante del legado histórico-cultural.

El Estado mexicano capitalista, se enfrenta a la contradicción de haber creado y sostenido instituciones no dedicadas al lucro, que en la época actual, en la que predominan los capitales financieros internacionales en todos los ámbitos de la vida económica, ceden a la tentación de participar en el proceso de acumulación de capitales.
Tal es el caso del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) que con 75 años de existencia ha evidenciado su complicidad con el mercado de bienes culturales y el poder económico.

El INAH se constituye por decreto presidencial el 31 de diciembre de 1938, como resultado de la política nacionalista derivada de la Revolución Mexicana, con el objetivo de realizar las tareas científicas y de conservación del patrimonio cultural de México y de la población indígena que legó ese patrimonio. Años más adelante, en 1949, se fundó el Instituto Nacional Indigenista (INI) con independencia en objetivos y políticas al INAH. De esta manera, el INAH se dedicó a la investigación y protección del patrimonio cultural, a los estudios antropológicos e históricos, a la enseñanza y difusión de estas áreas a través de museos y publicaciones (Olivé, 1988: 207).

En sus primeros años, el Instituto realiza sus funciones con las limitaciones propias de una institución centralizada, con un reducido personal calificado –en la ENAH se formaban las primeras generaciones de especialistas en las ciencias antropológicas- y con un modesto presupuesto para cubrir el extenso territorio nacional.

No obstante, de 1939 a 1958, la dependencia integra y sistematiza los servicios de protección de los monumentos y restauración de las zonas arqueológicas, el estudio y la protección de los monumentos coloniales e históricos, los museos regionales, locales y de sitio, los archivos, las bibliotecas y la ENAH, mediante planes de cooperación con la UNAM, el Politécnico y el Colegio de México. El Museo Nacional, ya dedicado exclusivamente a la antropología, enriquece sus colecciones, reestructura sus salas, emplea técnicas museográficas modernas y fortalece sus actividades de difusión. Se crea en 1952 la Dirección de Prehistoria y en 1954 la Dirección de Estudios Antropológicos, la cual promovía proyectos interdisciplinarios de antropología y etnología para estudiar los problemas de la población mexicana. Se logran en esta época, avances sustanciales en el conocimiento de las culturas prehispánicas, en la investigación de la población actual del país, en el diseño de las acciones de protección del patrimonio y en las tareas de restauración de los monumentos y zonas arqueológicas. Resalta en esta época, la preservación de los monumentos del Centro Histórico, de la Merced, Coyoacán y San Ángel de la Ciudad de México, que estuvieron amenazados por los proyectos de obras públicas y de modernización. El Instituto evitó que se destruyeran los edificios coloniales a lo largo de la calle de Tacuba (Olivé, 1988: 209-213).

El auge económico de la posguerra arrojó la entrada de enormes inversiones extranjeras en nuestro país, principalmente estadounidenses, lo que permitió la industrialización y el crecimiento económico de los años 1950-60. Se implementaron grandes proyectos museológicos y de restauración de zonas arqueológicas monumentales con el apoyo de los sucesivos gobiernos federales, quienes encontraron en el patrimonio cultural un mecanismo de exaltación del “pasado glorioso” y de la figura presidencial, que eran ligados ideológicamente en el discurso nacionalista.

A partir de este momento, se priorizan las inversiones educativas, las de investigación y difusión del patrimonio cultural con el propósito de fortalecer la identidad nacional y mostrar las riquezas culturales del país. Se inicia entonces la promoción del turismo cultural como medio para nivelar la balanza de pagos (Olivé, 1988: 214-15).

El primer trabajo del INAH que integra el manejo ideológico del Estado mexicano con las demandas de afluencia turística de esta floreciente industria es el Proyecto Teotihuacán de 1962-64, durante el gobierno de Adolfo López Mateos, que se concibe primordialmente como una labor de acondicionamiento de la zona para el turismo, ya que la Avenida de los Muertos se habilita como un corredor de acceso cómodo, los edificios aledaños se consolidan sólo en la cara que ven los turistas y se reconstruye para ellos el Palacio de Quetzalpapálotl, aun cuando el dato original es muy limitado (Rodríguez, 1996: 92-93).

Durante este mismo régimen se construye el Museo Nacional de Antropología (1964), concebido como un gran altar para rendir admiración al pasado prehispánico, que despliega técnicas modernas de museografía y una gran riqueza informativa, logrando un gran impacto internacional y convirtiéndose de paso, en el mayor logro del sexenio (Rodríguez, 1996: 93.94).

A partir de entonces, el INAH deberá atender los “encargos presidenciales”, de uso estatal, que se traducirán en proyectos coyunturales sexenales: el Proyecto Cholula del sexenio de Gustavo Díaz Ordaz (1964-70); las investigaciones en torno a los presuntos restos de Cuauhtémoc en Ixcateopan, Guerrero, en el periodo de Luis Echeverría Álvarez (1970-76); El Proyecto Templo Mayor, en la gestión de José López Portillo (1976-82); la creación de museos por toda la República durante el régimen de Miguel de la Madrid Hurtado (1982-88) y los 12 Megaproyectos arqueológicos impulsados por Carlos Salinas de Gortari en su sexenio (1988-94) (Rodríguez, 1996: 95-101).

Un golpe demoledor al “orgullo nacional” significó el robo de 140 piezas arqueológicas al Museo Nacional de Antropología el 25 de diciembre de 1985, en medio de una profunda crisis económica y social, y a sólo tres meses de ocurrido el terremoto del 19 de septiembre. No obstante, la recuperación de la mayoría de las piezas en 1989, fue una inmejorable oportunidad para el cuestionado régimen entrante[1] de promover su imagen a través de un acto de propaganda política en el que se dieron cita el Presidente de la República, el Presidente de CONACULTA, el Procurador General de la República y el Director General del INAH entre otros (Antropología, 1989).

En los años 1990, el INAH participó como organizador junto con el INBA y organismos privados en la Exposición México, esplendores de 30 siglos, en la que se expusieron obras consideradas artísticas de la época prehispánica, colonial y contemporánea, primero en Estados Unidos durante un año y medio (en la ciudad de Nueva York) y posteriormente en Monterrey, Nuevo León en la que se dijo que se exponía “con orgullo nuestros orígenes y nuestra identidad” (Abelleyra, 1992: 35).

En todos estos años el Estado se consolida como el principal promotor de la conciencia nacional e impulsor del turismo en nuestro país, atribuyendo al INAH su carácter de aparato ideológico. Poco importó desatender las necesidades académicas del gremio antropológico e identitarias de los diversos sectores de la población.
En 1997, María Teresa Franco, Directora General del INAH, declaraba a un diario de circulación nacional, que hacía falta establecer un programa de planeación importante que pudiera articular la conservación del patrimonio con programas turísticos integrales. Comentó que la relación con el sector turismo era orgánica, ya que el INAH era miembro de un consejo técnico dentro de la Secretaría de Turismo (SECTUR) y que el trabajo era ahora más intenso vía dos grandes programas: el de Mundo Maya y el de Ciudades Coloniales. Franco reconocía el financiamiento de la SECTUR a proyectos de investigación arqueológica y construcción de unidades de servicio, talleres de imagen urbana y programas de capacitación para guías de turistas. De acuerdo con los conteos elaborados por personal del INAH durante el segundo semestre de 1996 y el primero de 1997, 11 millones 513 mil personas visitaron las zonas arqueológicas. De ellas, 8 millones 390 mil fueron connacionales (73%) y 3 millones 123 mil extranjeros (Mateos y Ravelo, 1997).

Y en 1998, Jorge Carlos Díaz Cuervo, Secretario Administrativo del INAH, anunciaba que el Instituto desarrollaría estrategias para recibir flujos de turismo en las 155 zonas arqueológicas abiertas al público, de un total de 25 mil registradas en todo el país; que entre las medidas a adoptarse estarían el acercamiento concreto y fluido a empresas privadas y organismos internacionales como la Organización Mundial de Turismo (OMT) que en ese entonces preveía un incremento anual del 4 por ciento en la rama turística durante los siguientes 20 años en todo el mundo. Informó que desde 1995 se habían firmado las bases de colaboración entre distintas entidades gubernamentales para realizar proyectos de desarrollo sostenido y sustentable de las zonas turísticas, arqueológicas, históricas y paleontológicas. Para el funcionario era posible conciliar el incremento de las corrientes turísticas “con un claro espíritu conservacionista y de valoración del patrimonio cultural” (Gómez, 1998).

Un año después, El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) donaba más de 1.2 millones de dólares a la Organización Mundo Maya para la implementación de un programa de desarrollo económico y social sobre el área comprendida de Belice, El Salvador, Guatemala, Honduras y México, el cual contemplaba un plan de inversión en turismo cultural y de aventura, así como ecoturismo, que –de acuerdo al proyecto- preservaría el medio ambiente, el patrimonio cultural y garantizaría la participación de la comunidad maya y otros pobladores (Reforma, 1999).

A partir de los años 1990 se recurrió a la utilización de zonas arqueológicas monumentales como escenarios de conciertos multitudinarios y eventos artísticos: en 1997 se presentó Luciano Pavarotti en Chichén Itzá, Yucatán, generando protestas, tanto por el alto costo de los boletos (el más barato fue de 50 dólares), como por las 17 mil personas que se acomodaron en la explanada principal, generando daños a las estructuras, que las autoridades minimizaron. En ese mismo sitio se realizaron los conciertos de Plácido Domingo en 2008, Sarah Brightman en 2009 y Elton John en 2010, con la restricción de tener un aforo máximo de 6,500 personas; en 2010, se presentó la Orquesta Filarmónica de la Universidad Nacional Autónoma de México en Uxmal. A partir del año 2000, el gobierno federal autorizó la celebración anual de la Cumbre Tajín, en el Estado de Veracruz, que se realiza durante cinco días en tres sedes: la zona arqueológica, la ciudad de Papantla y el parque temático Taquilsukut, y que recibe a unos 400 mil asistentes. Los espectáculos de luz y sonido se instalaron por primera vez 1984 en Uxmal y Chichén Itzá y en 2008 fue implementado en Morelos un sistema de iluminación para visitas nocturnas en el que los particulares sólo tienen la obligación de dar al instituto la cantidad por concepto de entrada a las zonas por cada asistente (Mateos-Vega, 2012).

Se puede dilucidar que conservación y mercantilización son actividades antagónicas e irreconciliables, que sólo pueden subsistir en conflicto permanente, hasta ser resuelto en una u otra dirección. La preservación, conservación y protección del patrimonio es una función que reserva una parte valorada de la cultura material y simbólica a la cual encapsula, mantiene, paraliza, aísla, le extrae el movimiento para su contemplación, comprensión e identificación; la mercantilización en cambio, es una actividad que moviliza, circula, pone en movimiento, transforma para el consumo inmediato. En los dos casos existe la posibilidad del disfrute estético; en el caso de la preservación, el disfrute es a largo plazo y en la mercantilización, el disfrute es inmediato, procurando extraer la mayor tasa de ganancia en el menor tiempo de consumo.

En nuestro sistema social, cuya razón de ser es la acumulación constante de capitales por parte de los monopolios internacionales a través de la producción y consumo incesante de mercancías de caducidad inmediata, la conservación de objetos no parece tener cabida y cuenta con espacios limitados. Bauman (2006: 18-19) ofrece una representación certera de la manera habitual de vivir en nuestras sociedades modernas contemporáneas: “La vida líquida es una vida devoradora. Asigna al mundo y a todos sus fragmentos animados e inanimados el papel de objetos de consumo: es decir, de objetos que pierden su utilidad (y, por consiguiente, su lustre, su atracción, su poder seductivo y su valor) en el transcurso mismo del acto de ser usados”.

Sin embargo, la necesidad de alejarse de la incertidumbre, la precariedad, la ausencia de rumbo y de contar con escenarios estables y seguros, emerge entre los diversos sectores de la población mexicana que en los hechos asumen la defensa de sus propios bienes de identidad.

En los últimos 20 años, el INAH se ha visto enfrentado a organizaciones sociales, quienes le han demandado el no actuar con firmeza, prontitud y apego a la ley en su principal encargo: la defensa irrestricta del patrimonio cultural de México.

En 1994 habitantes de San Juan Teotihuacan levantaron una averiguación previa en la Procuraduría General de la República contra las autoridades del INAH por traficar con el patrimonio cultural al permitir la construcción de “La Plaza de los Jaguares” en la zona arqueológica. En esta obra comercial el entonces presidente de México, Carlos Salinas colocó la primera piedra. Los habitantes argumentaban que el terreno es patrimonio cultural de la humanidad y que no podría pasar a manos de los mercaderes de la cultura (Tinoco, 1994).

En 1997, colonos, intelectuales, estudiantes, profesores y trabajadores, principalmente de la ENAH, se opusieron a la construcción del Megaproyecto urbano Plaza Inbursa y Proyecto Peña Pobre del Grupo Carso, en medio de dos estructuras prehispánicas: la Pirámide Circular de Peña Pobre, que colinda con la esquina de San Fernando e Insurgentes y el conocido basamento circular en terrenos de la Zona Arqueológica de Cuicuilco, al sur de la Ciudad de México. Allí se localizaban vestigios arqueológicos como una presa primitiva, un cuerpo de agua que contenía restos de cerámica y una figura completa que podría representar al dios del fuego: Huehuetéotl. Se realizaron foros académicos, políticos y festivales artístico-culturales. En septiembre de ese año, se llevó a cabo la Segunda Asamblea del Congreso Nacional Indígena en la que participaron más de 40 grupos indígenas mexicanos, además de la presencia de 1,111 delegados del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). En la inauguración se efectuó una festividad ritual en el basamento circular y la plenaria final se realizó a un costado del basamento con la intención de defender al centro cívico-ceremonial (Adame, 1999: 1-3). Los representantes del INAH aparecieron tarde y su titular, María Teresa Franco, se apresuró a emitir su dictamen: “… el proyecto presentado es factible y respetuoso de la Ley Federal de Monumentos y Zonas Arqueológicas, Artísticos e Históricos, por lo que se decidió autorizar la continuación de las obras del centro comercial… El Grupo Carso no ha causado ninguna destrucción a la zona arqueológica (Vega, 1997: 25)”. Por su parte, el Sindicato de Académicos del INAH denunció que la dirección del Instituto, se había manifestado incompetente para actuar legalmente, al omitir la integración del expediente técnico para la declaratoria de zona arqueológica (Vega y Posada, 1997). Finalmente se canceló la construcción de una torre de 22 niveles del megaproyecto urbano y se firmó un acuerdo de catorce cláusulas entre la Junta Vecinal Pro-Defensa de los Monumentos Arqueológicos, Artísticos, Históricos, Culturales y Ecológicos de la Delegación de Tlalpan, A. C., las autoridades del INAH y el Gobierno de la Ciudad de México para salvaguardar lo rescatable de Cuicuilco (Salazar, 1999: 65-67).

El primero de abril de 2000, una cadena humana detuvo la demolición de las antiguas bodegas de Santo Tomás en Ensenada, Baja California, las cuales fueron fundadas en 1888 y en la época actual alojaban un Centro Cultural. Los propietarios de los terrenos pretendían construir allí un supermercado ante la indiferencia del INAH y del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). El INAH local argumentaba que no podía intervenir, pues las bodegas no tenían más de 100 años. Aprovechando la Semana Santa los propietarios pretendieron sorprender a la población e iniciaron la demolición en la noche. Al percatarse, los vecinos dieron la voz de alarma y de inmediato llegaron cientos de indignados ciudadanos a defender el sitio con un cordón humano (Ortíz, 2000).

Desde el año 2000 se han registrado protestas contra el evento artístico musical Cumbre Tajín: en ese año, alrededor de 150 personas, entre investigadores del INAH, trabajadores, estudiantes de la ENAH y población se manifestaron contra el cobro por el evento y contra el daño que se habría generado al patrimonio cultural (Ravelo, 2000); en 2006, miles de campesinos totonacas e integrantes del Frente del Totonacapan para la Defensa del Patrimonio Cultural, así como agrupaciones adheridas a la otra campaña zapatista marcharon en repudio al festival musical Cumbre Tajín, y bloquearon de manera simbólica el llamado parque temático Takilshukut, que de acuerdo a los manifestantes, fue edificado sobre vestigios arqueológicos. Los representantes ejidales y agentes municipales de los poblados totonacas exigieron que el centro recreativo, al que no tenían acceso los indígenas, fuera cerrado y en su lugar se edificara la Universidad Indígena del Totonacapan, como opción para frenar la pobreza extrema y la migración. Denunciaron que en la Cumbre Tajín no participaban, ni como invitados ni organizadores, que eran espectadores marginados o empleados de las empresas que hacen mucho negocio ahí. Asímismo, investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) presentaron una demanda de amparo ante el juzgado 13 del fuero federal en Poza Rica y una denuncia de hechos en la Procuraduría General de la República (PGR) por los daños ocasionados a la zona arqueológica y la violación a la Ley Federal de Monumentos y Zonas Arqueológicas, Artísticos e Históricos (Morales, 2006). En 2009, la novena edición del festival se inició en medio de protestas de pobladores totonacas de diversos municipios del norte de Veracruz. Cerca de dos mil indígenas adheridos a la Central de Organizaciones Campesinas y Populares (COCYP) marcharon por la carretera Papantla-El Chote, antes de ingresar a la zona arqueológica en donde realizaron un acto de desagravio a los dioses prehispánicos por nueve años “de profanación, pisoteo y agresiones” a su cultura (Morales, 2009). En todos estos años, la Dirección General del INAH ha sido acusada de complicidad con las autoridades federales y estatales para llevar a cabo el evento.

Los Trabajadores de base del INAH agrupados en la sección D III 24, denunciaron en 2009, que el Proyecto “Resplandor teotihuacano” -impulsado por el gobierno del Estado de México a cargo de Enrique Peña Nieto-, consistente en visitas guiadas nocturnas con un espectáculo de luz y sonido, de alto costo para la población en general, había dañado a las principales pirámides de la zona arqueológica: la del Sol y de la Luna. Al colocarse estructuras metálicas, planchas de aluminio, cemento, más de 8,000 taquetes expansivos parta el anclaje, cableado, capelos de fibra de vidrio, lámparas, soldadura, se perforaron piedras de la estructura y el mortero de asiento, fracturando y generando daños irreversibles a los edificios. Con este Proyecto se violaba la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos y su Reglamento, además de la Ley Orgánica del INAH y varias leyes internacionales (Volante D III 24 ORGANIZACIÓN NACIONAL). Asimismo, investigadores y trabajadores sindicalizados de la zona arqueológica denunciaron la colocación de bloques prefabricados de concreto sobre la superficie taladrada de las Pirámides del Sol y de la Luna; consideraron que se trataba de una maniobra de la empresa contratada por el Gobernador del Estado de México Enrique Peña Nieto y del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) para justificar el proyecto y decir que con los bloques de concreto no se dañarían las estructuras piramidales, cuando el daño por haber taladrado las rocas de la cima de las pirámides ya estaba hecho (Salinas, 2009). El Proyecto fue cancelado debido a las protestas, aunque el siguiente gobernador, Eruviel Ávila, se comprometió con empresarios durante su campaña a volver a lanzar el proyecto multimedia de luz y sonido en la zona arqueológica (Mateos-Vega, 2012).

En 2012, los vecinos de Chimalhuacán, Estado de México, agrupados en el Frente Ciudadano en Defensa del Agua Potable y Patrimonio de Chimalhuacán, denunciaron que en el predio el Molino -expropiado por el gobierno del Estado de México en octubre de 2010 para construir un Megaproyecto de 28 mil 90 metros cuadrados-, se destruían objetos y estructuras prehispánicas. En el sitio se localizaba una construcción reconocida como histórica y cultural por el gobierno estatal y por el INAH, además de contener un área natural de fresnos y ahuehuetes de por lo menos 700 años de antigüedad. No obstante, tanto las autoridades del ayuntamiento como el INAH negaron los hechos. El Megaproyecto incluía el Teatro Municipal, un parque infantil y la plaza Estado de México. Muchas piezas arqueológicas fueron resguardadas por los residentes de la localidad para evitar que su historia “fuera tirada a la basura” (Mendoza, 2012).

En 2014, pobladores de Cholula, Puebla, organizaron acciones de protesta para evitar la expropiación de terrenos que se encuentran en las inmediaciones de la pirámide de Cholula, que son considerados por el INAH parte de la zona federal protegida por contener estructuras prehispánicas y piezas arqueológicas y en donde se construiría el proyecto turístico estatal y municipal “Parque de las Siete Culturas”. El 24 de agosto miles de personas, vecinos de San Pedro y San Andrés, Cholula, activistas, académicos y gente de la ciudad de Puebla vestidos de blanco y llevando veladoras, rodearon la pirámide tomados de las manos y proclamaron la decisión de proteger su patrimonio. Dos días después los pobladores detuvieron la expropiación arrancado una malla que el ayuntamiento pretendía colocar en sus terrenos. En los siguientes días continuaron las acciones de resistencia. Se presentaron grupos artísticos, se realizaron foros, pintas en las bardas, actividades culturales para niños, jóvenes y adultos, se elaboraron vídeos y hasta una amplia procesión el 4 de octubre en la que se hermanaron los barrios de San Pedro y San Andrés, tiempo atrás enemistados. El 6 de octubre, unos 3 mil cholultecas tomaron la presidencia de San Andrés para detener el proyecto del parque temático. En la madrugada del 7 de octubre fueron desalojados por policías estatales y municipales del zócalo de San Andrés, deteniendo a 4 personas. La amplia movilización cholulteca, aunada a una gran presión nacional e internacional, logró, en primer lugar el anuncio de la cancelación por parte del gobernador Rafael Moreno Valle del proyecto del “Parque de las Siete Culturas”, el 15 de octubre, y casi 6 meses después, la liberación de 2 de los 4 presos políticos (Muñiz, 2015). En agosto de 2014, el delegado del INAH en Puebla, Francisco Ortíz Pedraza, reveló que había acompañado al gobernador Moreno Valle a la zona donde se edificaría la obra, ahí el mandatario se comprometió a presentarle el proyecto de manera formal para que el Instituto otorgara los respectivos permisos, lo cual no cumplió. No obstante, el responsable del INAH aplaudió que se fuera a construir un parque recreativo pues generaría derrama económica y se reactivaría el turismo (López, 2014).

En 2015, integrantes de cuatro colectivos culturales de Naucalpan, Estado de México, realizaron una marcha para exigir al INAH un informe sobre el destino de al menos mil quinientas piezas originales de la cultura tlatilca, que tiene en resguardo y la construcción de un museo de sitio para exhibir las piezas prehispánicas originales de la zona. Las organizaciones suponen que las piezas se encuentran arrumbadas en cajas, sin protección, ni registro, maltratándose y con el riesgo de ser robadas (Chávez, 2015).

En este mismo año, arqueólogos, investigadores y pobladores de Atenco y Texcoco, en el Estado de México, han denunciado que el nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, que se construirá en esa zona por iniciativa del gobierno federal, provocará la destrucción ambiental y arqueológica de la zona.

Estos ejemplos y otros casos más en todo el país han generado la desconfianza de sectores importantes de la población en el INAH. Habría que añadir sucesos tan lamentables como el robo al Museo Nacional de Antropología de 1985, que evidenció la incapacidad del Instituto de proteger los bienes culturales del pasado en su principal recinto de resguardo y el escandaloso saqueo arqueológico que padece nuestro país en forma continua, desde hace décadas y que el Instituto tolera:

De los 42 mil 991 sitios arqueológicos registrados por el INAH a junio de este año, se considera que 40% de ellos han sufrido saqueos, según Blanca Paredes, investigadora de la dirección de Registro Público de Monumentos y Zonas Arqueológicas, quien comparte estadísticas personales a falta de cifras oficiales. Con base en el seguimiento de noticias y casos denunciados, la arqueóloga calcula que se presentan de 20 a 30 destrucciones de sitios por día…

Para el director de la División de Objetos Culturales y de Patrimonio Inmaterial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), Edouard Planche, la situación de alto saqueo en México sólo se compara con países en conflictos bélicos como Irak, Camboya, Afganistán y Colombia o con Guatemala (Chávez, 2010).

Es evidente que desde la creación del Instituto, nuestro país se ha transformado profundamente: del México rural de finales de los años 1930, nos colocamos en el México urbano del siglo XXI, en el que el predominio del Imperialismo y sus empresas trasnacionales a nivel planetario es irreversible.

En el Imperialismo –hoy conocido como Neoliberalismo- las instituciones del Estado-Nación no desaparecen como algunos pudieran pensarlo, continúan siendo funcionales al Capitalismo global que ordena la producción y los flujos de capital por países y regiones; y requiere concentrar la fuerza de trabajo para disponer de ella sin mayores obstáculos, como podrían ser: la existencia de sindicatos o la obligación de ofrecer salarios altos que inhiban la tasa de ganancia y por lo tanto, la acumulación de riqueza. Una globalización auténtica, sin fronteras, sólo es posible en un sistema socialista en el que los Estados-Nación serían inútiles para el libre flujo de manufacturas, tecnología y fuerza de trabajo que se movilizarían en función de satisfacer las necesidades sociales y no las del Capital.

La alta burocracia –los mandos del Estado-, junto con los partidos políticos, cumplen en esta época la función de mantener el control de la población a través de cacicazgos[2] fuertes -familiares en muchos casos-, que promueven beneficios económicos a quienes muestran lealtad y obediencia. La burocracia, que en los tiempos de la consolidación del Estado-Nación en México se relacionaba con la burguesía nacional y pretendía ser un instrumento para el desarrollo de un mercado interno fuerte, hoy aparece subordinada y dócil a las demandas de la burguesía internacional, que exige garantías para la explotación de las principales áreas económicas: extracción de recursos naturales y turismo.

El INAH no es la excepción. En esta dependencia también se han generado espacios de poder político, que en lugar de promover liderazgos académicos y de investigación, han devenido en cacicazgos casi eternos, cuya función primordial es mantener sus privilegios económicos. Un factor que favorece la proliferación de cacicazgos académicos es la negativa de muchos investigadores a la jubilación.

En un análisis realizado por el Foro Consultivo Científico y Tecnológico que entrevistó a más de l,200 miembros del Sistema Nacional de Investigadores (SIN) mayores de 60 años, los resultados mostraron que la mayoría no desea jubilarse porque perciben el retiro como “una amenaza a su nivel de vida”. En las condiciones actuales, el retiro significa dejar de contar con seguro médico, espacio para trabajar, recursos para investigación o congresos e incentivos económicos que pueden representar hasta el 75% de su percepción anual (Olivares, 2013).

De esta manera, la Planta académica y de investigación se encuentra actualmente envejecida y no permite que miles de jóvenes egresados con maestrías y doctorados encuentren acomodo en los centros de investigación.

Finalmente, una burocracia dócil a los designios del Estado, lleva a instituciones como el INAH a promover la mercantilización del patrimonio histórico-cultural.

La docilidad burocrática en nuestras instituciones de investigación y de educación superior ha sido ejemplar en la implantación de la indiferencia, la mezquindad y la ignorancia como régimen de vida (Mier, 1999: 40).

El INAH tiene la capacidad jurídica para actuar con firmeza. Sin embargo, como hemos visto, actúa con negligencia[3] y complicidad con los poderes fácticos económicos y políticos de alcance internacional que pretenden lucrar con el patrimonio cultural de nuestro país. El relevo, lo asumen entonces, las organizaciones sociales que han ido surgiendo para defender sus bienes de identidad.

Debido a la importante función ideológica que desarrolla el INAH para el Estado en promover la identidad nacional a través de la administración del patrimonio cultural, es poco factible prever su desaparición, aunque sí podemos anticipar nuevas iniciativas de reformas a la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos que permitan a los capitales acceder sin limitaciones importantes al usufructo de los bienes culturales.

La iniciativa del Ejecutivo Federal de crear una Secretaría de Cultura -enviada al Congreso de la Unión en septiembre de 2015 y que absorbería las funciones del INAH y del INBA- constituye un eslabón más en la mercantilización legal del patrimonio histórico-cultural de México.

De esta manera, es posible también prever enfrentamientos cada vez más recurrentes y beligerantes entre las agrupaciones ciudadanas, campesinas e indígenas con el Instituto y los gobiernos municipales, estatales y federal, asumiendo las organizaciones sociales la tarea de la defensa del patrimonio histórico-cultural, evidenciando nítidamente al INAH, como una institución al servicio de la clase burguesa en el poder. El conflicto persistirá, en tanto la principal institución encargada de la preservación de los bienes culturales de México, entienda el patrimonio como objetos y no como relaciones humanas, manifestaciones culturales y lazos de identidad.

No obstante el prestigio institucional que tuvo el Instituto en el pasado, lo que queda es un INAH debilitado, avasallado y violentado en sus tareas sustantivas. Este debilitamiento también genera desprestigio e ilegitimidad para el régimen político al que sirve. La promoción de la mercantilización en todos los aspectos de la vida cotidiana, se traduce, por un lado, en el desarraigo cultural de la población, y por el otro, en el fortalecimiento de los lazos de identidad de diversas comunidades a partir de la organización política.

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Notas:

[1] Tras el escandaloso fraude electoral de 1988, realizado por el partido en el gobierno.

[2] Se denomina cacicazgo a la relación que se establece en una comunidad o grupo de personas en los que predomina uno o varios dirigentes que dictan el comportamiento social y basan su poder en la capacidad de disponer de recursos económicos y beneficios sociales que son repartidos en el grupo a cambio de lealtad y obediencia. En el caso de los centros de investigación y las instituciones educativas, los caciques académicos reparten becas o invitan a compañeros investigadores y alumnos a participar en los proyectos de investigación que dirigen.

[3] Negligencia es la omisión, el descuido voluntario y consciente en la tarea cotidiana que se despliega o bien en el ejercicio de la profesión a través de la realización de un acto contrario a lo que el deber, que esa persona o conjunto de personas realizan, exige y supone. Esta falta grave o culpa, generalmente son punibles de una sanción en materia penal.
http://www.definicionabc.com/salud/negligencia.php
El concepto supone también falta de esfuerzo o aplicación.
http://www.wordreference.com/definicion/negligencia

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Fuente: Publicado en Antropología Mexicana, Indigenismo, El INAH y la Escuela Nacional de Antropología e Historia en el contexto neoliberal, Miguel Ángel Adame (Compilador y Editor), Ediciones La Social, México, 2015, pp. 115-137.

Foto: Juan Tonchez (cc)

DE LA CASA #62: MERCADO DEL BARRIO / SV.

Por Selene Velázquez

Mucho calor, (o mucho frío), cerveza, futbol, cabrito y carne asada, ¿adivinan? ¡Sí! estamos hablando de Monterrey, la capital del estado de Nuevo León, que se caracteriza entre otras cosas por su clima, la afición futbolera y el asador siempre listo. O al menos así nos conocen en el resto del país.

En días recientes se ha dado una gran movilización en las redes sociales debido a la creación inminente de un mercado gourmet en el área del centro histórico de la ciudad, en un cuadrante conocido como Barrio Antiguo, ¿lo conocen? Para ponerlos un poco en contexto es una de las áreas con inmuebles más antiguos de la capital, (después de que en los 80´s destruyeron varias manzanas para crear la Macroplaza), en los 90´s se decide ponerle nombre a un polígono y llamarlo simplemente así: Barrio Antiguo.

Ahí habitaban y habitan, aunque en menor medida, ciudadanos. Hace algunos años el área estaba llena de pequeños cafés, galerías y sí, muchos antros. Las calles se volvían un caos nocturno y los pocos lugares de estacionamiento eran el paraíso de los “viene viene”. Y de repente la violencia llegó. Balaceras, cobro de piso y un ambiente de inseguridad acabó por expulsar a una buena cantidad de vecinos que de por sí, hartos de la fiesta nocturna, tenían ahora que lidiar con el crimen en la zona.

Casi cinco años después la marea bajó. La situación volvió a normalizarse en la ciudad y la gente empezó a salir. Para entonces, el área del Barrio Antiguo ya de por sí, vapuleado por la violencia, se convirtió en una zona de especulación inmobiliaria, en donde los edificios, o lo que quedaba de ellos, se empezaron a cotizar a un precio relativamente bajo. No está de más contarles que los nuevos usos que durante varios años tuvieron los inmuebles se limitaron a dejar solo las fachadas y obviamente, demoler todo el interior para crear un tipo de “naves industriales” para ir a bailar. Cabe mencionar, que aún y que existe una “Ley del patrimonio cultural del Estado de Nuevo León”, publicada en el periódico oficial del estado en 1991, ésta no se cumple.

http://sic.conaculta.gob.mx/documentos/560.pdf

Regresemos ahora al mercado gourmet.

El 9 de agosto del 2014, se publicó en Milenio Monterrey, la regeneración de una calle que atraviesa el barrio, la calle Morelos, peatonal en el lado poniente de la macro plaza, se buscaba ahora hacerla semi peatonal en su lado oriente. Las obras comenzaron, y bueno ¿por qué no? Se pintaron con vinílica las fachadas que daban a la calle, después de todo, ellas también debían de verse regeneradas para estar ad hoc con el entorno, se colocaron lonas con postes que se pusieron en las casonas de sillar para crear sombra, bancas, estacionamiento para bicicletas, guías para los débiles visuales, y se plantaron árboles, que esperemos crezcan y nos den no sólo como las lonas, sombra, sino mucho oxígeno.

Fachada por la calle Morelos, SV, 2015

(c) Fachada por la calle Morelos, Foto: SV, 2015.

http://www.milenio.com/monterrey/rehabilitacion_Morelos-Plaza_Morelos-trabajos_Plaza_Morelos_0_350964924.html

El mercado que nos ocupa (y que van a hacer) escogió… viene otra adivinanza: adivinen ¿cuál calle? ¡Correcto! ¡La calle Morelos! Se decidió como fachada y entrada principal dicha vía, pero se conectará con otra que corre paralela, Padre Mier.

Empezó a demolerse el interior del predio ubicado en la calle regenerada, que a según del INAH Nuevo León, ya estaba modificado, y se propuso una flamante fachada de cristal, (esperen, creo que se parece al: http://www.mercadodesanmiguel.es/el-mercado/)   dejando, claro, algunas ruinas de sillar (bloques labrados, en esta región del país es usual que sean de tierra caliza), para que haya un  testigo de que “alguna vez hubo sillares por aquí”.

Propuesta de la fachada del mercado para la calle Morelos, Milenio Monterrey 2015

(c) Propuesta de la fachada del mercado para la calle Morelos, Milenio Monterrey 2015.

Registro de la casa en catálogo, calle Morelos, 2013

Registro de la casa en catálogo, calle Morelos, 2013

El inmueble por la calle Padre Mier, es otro cantar. Catalogado incluso por el propio gobierno del estado y municipio de Monterrey como un inmueble con un valor alto para su conservación los constructores del mercado lo demolieron, y esta vez, no sólo el interior sino también la fachada.

Registro de la casa en catálogo, Padre Mier, 2013

Registro de la casa en catálogo, Padre Mier, 2013

Fachada semi demolida de Padre Mier, SV, 2015

(c) Fachada semi demolida de Padre Mier, Foto: SV, 2015

http://www.milenio.com/cultura/Alistan-mercado-obra-genera-dudas-plaza-comercial-propuesta-INAH-construcciones_0_553144716.html

Ustedes seguro se preguntarán, bueno, y el Instituto Nacional de Antropología e Historia, ¿qué hace? ¿Dónde está? Pues están en sus oficinas en el cerro del Obispado, y pues, no pueden hacer mucho, es siglo XX. Se limitaron a pedir otra fachada que no sea de cristal y la que tiraron “pues que la repongan” Yo me pregunto, ¿encontrarán la cantera de donde se extrajo ese sillar de caliza de hace casi 100 años que tiraron?

Detalle de la demolición por Padre Mier, SV 2015

(c) Detalle de la demolición por Padre Mier, Foto: SV, 2015

Y ojo, no estamos en contra de que regeneren calles o hagan mercados (incluso gourmet si quieren) y le den nuevos giros a las construcciones históricas. Estamos en contra de que demuelan o que hagan “fachadismos”, en contra de cascarones vacíos y fachadas pintorescas. La arquitectura norestense vale en su conjunto: partida arquitectónica y fachada, es un todo. Estamos conscientes de la evolución de los inmuebles y sabemos que un inmueble que no se usa, se cae, pero no aceptamos se demuela en “aras” de la modernidad.

En Monterrey estamos (mal) acostumbrados a decir que aquí no hay patrimonio, que nuestra «cultura» es tirar todo, que «así somos». Nos maravillamos de lugares como Oaxaca, Guanajuato o Morelia, «ellos sí que tienen patrimonio», nos vamos de vacaciones para allá cuando no escogemos la Isla del Padre.

Acá en el noreste queremos ver grandes construcciones coloniales o una pirámide del adivino como en Uxmal y decir entonces que hay patrimonio, ¿a quién le importan las zonas arqueológicas del estado?  ¿Las conocen? , ¿A quién le importa una casona sin arcos? ¿A quién le importa tener una casa que no tiene decoración barroca? Pareciera que a nadie. Nuestro clima es distinto, nuestra manera de construir también lo fue, pero es una manera muy sabia de la cual deberíamos aprender. Si el progreso es la acción de ir hacia delante en cualquier materia, entonces  ¿por qué no progresar conservando nuestro legado histórico?

Pareciera que a los restauradores/conservadores se les quiere estigmatizar con las etiquetas de “románticos” “atrasados” “amantes de las piedras viejas” y a los que manejan las inmobiliarias como “lobos feroces” “devoradores del patrimonio (artístico, histórico o natural)” “amantes del dinero”. Habrá que llegar a puntos intermedios. Dialogar. Proponer sin lastimar el poco patrimonio que nos queda, porque aunque no lo crean sí hay. Tal vez no se parece al del centro del país, pero vale igual.

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Extra: «A propósito de la demolición en días recientes de parte de la fachada y el interior de una casa ubicada en la calle Padre Mier en la zona conocida como Barrio Antiguo en Monterrey, para conectarla con otro predio ubicado por la calle Morelos (donde también demolerán la fachada, so pretexto de un cambio) y así crear un mercado gourmet, Jesús Torres, mejor conocido en el noreste como El Gato Raro convocó a dos charlas, la primera con Indira Kempis y en la segunda a Selene Velázquez (quien escribe estas líneas), para dar ambas su postura ante el hecho. Tal vez están un poco largas, (45mins c/u) pero valen la pena! Ahora vienen los dos links aquí abajo, esperamos sus comentarios!» (facebook.com/Restaurika)

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ArKeopatías opera bajo una licencia Creative Commons, Atribución-NoComercial 2.5 México, por lo que agradecemos citar la fuente de este artículo como: Proyecto ArKeopatías./ “Textos de la casa #62″. México 2015. https://arkeopatias.wordpress.com/ en línea (fecha de consulta).

Presentación del libro “¿Quiénes lucran con el patrimonio cultural en México?” de la autoría de Iván Franco.

Este libro es  un repaso analítico y ágil de los principales actores externos e internos que inciden en la definición de las políticas culturales del Estado mexicano en el siglo XXI. 

Con ¿Quiénes lucran con el patrimonio cultural de México?, el autor abunda en el papel decisivo que juegan en la determinación y uso del patrimonio cultural, en especial el patrimonio material, los grandes intereses económicos asociados con las élites políticas y económicas locales y globales. Su lectura, obligada para quienes estudian el campo de la política cultural, cuadyuva a entender el espinoso tema del vínculo entre la educación y la cultura, ámbitos que cada vez más están en manos de la iniciativa privada pragmática y depredadora a la que el Estado parece servir -del salinismo a la fecha- de arlequín filantrópico. 

 

Programa Arte y Artesanías (INAHTV)

Por Totochtli

Con el afán de contribuir a las reflexiones que en este espacio Ohnodiana y Lizazu abordarán, les adjunto estos videos obtenidos del canal del INAH en YouTube [http://www.youtube.com/user/INAHTV], los cuales forman parte del cuarto programa de la serie: Los Pueblos Indígenas Hoy, con el tema: «Arte y Artesanía desde la Perspectiva de los Pueblos Indígenas». En él se abordan algunos conceptos a propósito de la diferencia (si es que existe) entre el arte y las artesanías. Foto de portada: Ernesto Mendoza.