CONVOCATORIA: ARK_MAGAZINE // PROTESTA Y PATRIMONIO

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ARK_MAGAZINE // PROTESTA Y PATRIMONIO

Hace algunos años que este tema ya rondaba nuestra cabeza, casos que fueron nota periodística en su momento nos llevaron en aquel tiempo a proponer con algunas compañeras la posibilidad de abrir el debate, tanto en nuestras redes como en un número especial de la revista. El tiempo pasó y las discusiones se fueron plasmando esporádicamente, sobre todo en este espacio, acerca de las nuevas formas de apropiación de lo que conocemos como patrimonio, hasta que nos encontramos hoy en día con la coyuntura idónea -algunas personas dicen que el patrimonio está de moda- para convocarlos a formalizar las opiniones en artículos, textos, ensayos, imágenes, que incorporemos en esta nueva edición de ARK_Magazine, a la que decidimos llamar Protesta y Patrimonio. Un número que pretende reflexionar sobre la relación de los movimientos sociales con los bienes materiales y los monumentos, desde todos los puntos de vista, ya sean por la defensa ultranza de estos hasta las re-apropiaciones simbólicas, físicas, «ocupas» espaciales o cualquier otra que se cuestione el uso de ellos en un contexto de transformación política, descontento social, marchas, movimientos, activismos y luchas por los derechos en México, Latinoamérica y el mundo.

Límite para el envío de sus contribuciones: 30 de diciembre de 2019. Los lineamientos editoriales para los textos e imágenes están en la página:

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#LasPrestadas: Los sitios arqueológicos y el racismo cotidiano

Por Itzamná Ollantay

Versión 2

Machu Picchu, Perú / Foto: Juan Tonchez (cc)

Desde México (Teotihuacan, Chichen Itzá, Palenque, entre otros), pasando por Guatemala (Tikal, Quiriguá, Iximché, etc.) y Honduras (Copán), hasta los países andinos como Perú (Ollantaytambo, Machu Picchu) y Bolivia (Tiawanaku), los santuarios arqueológicos fueron convertidos en verdaderas minas comerciales por la transnacional industria del turismo, mientras comunidades y municipios indígenas del lugar sobreviven casi en la indigencia.

Según la Organización Mundial del Turismo (OMT), en 1980, el ingreso global para la región, por turismo internacional, fue de $. 13.500 millones. Para el 2008, $. 45.300 millones. Y para 2020 está proyectado superar $. 80.000 millones. Los ingresos por este rubro representaban, en 2008, el 20.9% del Producto Interno Bruto (PIB) de Guatemala, el 9.5% del PIB peruano, y el 8.8% del PIB mexicano. Siendo las cadenas hoteleras norteamericanas (Six Continents, Best Western, Starwoord, Hilton, Marriot) y europeas (Accord, Sol Meliá) quienes controlaban dicho negocio. (OMT, 2009).

Estas millonarias ganancias económicas, producto de la mercantilización del legado cultural (material y simbólico) de las civilizaciones milenarias, contrastan diametralmente con la situación de empobrecimiento y exclusión de las comunidades mayas, zapotecas, quechuas, aymaras y campesinas que cohabitan en dichos lugares, abandonados, sin servicios básicos y sin futuro.

En el mejor de los casos, sobre explotados como sirvientes de limpieza en los restaurantes, peones de mantenimiento de los senderos (como es el caso de los mayas, en México, Guatemala y Honduras), y cargadores de equipajes de turistas (caso de los porteadores quechuas hacia el Machu Picchu, Perú). Todos/as, sobreexplotados, sin derechos.

Versión 2

Ollantaytambo, Perú / Foto: Juan Tonchez (cc)

Los mercaderes del patrimonio cultural ajeno, banalizan, comercializan y monopolizan el legado intelectual y espiritual ancestral sin el consentimiento de los pueblos originarios. Ninguna comunidad indígena puede legalmente administrar o coadministrar dichos centros. Las empresas privadas, sí. Esto, aparte de ser discriminación racial, es un descarado hurto cultural permitido por el Estado.

El racismo en los lugares arqueológicos también se manifiesta en la expresa discriminación de indígenas de cargos/responsabilidades jerárquicos en la administración de los recintos. Todos los jefes, y quienes atienden a los turistas, son mestizos. Al indígena está reservado sólo el trabajo de limpieza o de cargador.

Y lo más vergonzoso: la miseria permanente de los pueblos y comunidades indígenas del lugar es utilizada como un atractivo comercial pintoresco por las agencias de turismo. Venden el nefasto destino de estos pueblos como un elemento exótico dentro del paquete turístico que ofrecen a los curiosos. Muchos turistas vienen ansiosos de experimentar un “éxtasis espiritual” en el contacto directo con los pueblos “salvajes” y “naturales”.

Versión 2

Ollantaytambo, Perú / Foto: Juan Tonchez (cc)

Los mercaderes de lo ajeno, también son racistas cuando sistemáticamente discriminan a indígenas del lugar de la posibilidad de visitar a los santuarios construidos por sus ancestros. Los mecanismos de discriminación son: elevados costos del tique de ingreso, desconocimiento de los idiomas nativos, y la “adulación” del visitante foráneo (mucho más si es blanco y anglófono el turista) y el desprecio de los visitantes nativos.

En el caso de México, existen aún lugares turísticos donde está expresamente prohibido el ingreso de indígenas (entendidos como sinónimo de indigentes). En Honduras, los maya chortís están prohibidos de ingresar al Santuario de Copán a realizar sus tradicionales ceremonias espirituales. En santuarios como Teotihuacan (México) la exaltación del vestido de color blanco para visitar dicho Santuario (para acumular la energía solar) es una estampa folclórica más del racismo “inconsciente” que se irradia en el lugar. El color blanco repele la energía solar, el negro sí absorbe. Es muy común ver a mestizos/as vendiendo textilería, gastronomía, arte, música indígena.

El racismo y la explotación de los pueblos indígenas no sólo beneficia a los agentes transnacionales de la industria del turismo. También los comerciantes intermedios nacionales “capitalizan” eficientemente esta realidad enferma. Es muy común ver a mestizos/as vendiendo textilería, gastronomía, arte, música indígena elaborada o comprada a indígenas a precios irrisorios, pero vendidos a turistas como “producto hecho a mano”. Aunque en la cotidianidad, éstos que comercializan las “grandezas legendarias” de las civilizaciones milenarias, desprecian la presencia y los estilos de vida de las y los descendientes actuales de dichas civilizaciones.

Este racismo sistemático en los sitios arqueológicos, no sólo se materializa en la enferma industria del turismo. Ni es únicamente la síntesis de la esquizofrenia cultural identitaria que habita a las sociedades oficiales en los países latinoamericanos. Es, ante todo, la externalización del racismo permitido, institucionalizado y legalizado por los estados naciones folcloristas.

Esta enfermedad pentacentenaria que trunca toda posibilidad del bienestar común y la sostenibilidad de la convivencia pacífica intercultural, es la manifestación de la estructura mental y espiritual de quienes fundaron y regentan estas repúblicas esquizofrénicas. Y se mantiene en el tiempo e irradia en el espacio gracias a la premiación e idealización social de prácticas racistas.

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Fuente: América Latina: los sitios arqueológicos y el racismo cotidiano | Blog | teleSUR.

#LasPrestadas: Víctor Pimentel Gurmendi: «La restauración de monumentos es una vocación mística».

pimentel 1Víctor Pimentel Gurmendi. Image © Fabio Rodríguez

Por Fabio Rodríguez Bernuy

Con el entusiasmo y sencillez que caracterizan a un maestro, el arquitecto peruano Víctor Pimentel Gurmendi nos concedió una entrevista donde nos narra los principales aportes de su obra pionera en la restauración de monumentos en Latinoamérica. Redactor de la carta de Venecia en el año 1964, asistente en la restauración del Coliseo Romano y el Foro Romano, ganador del Hexágono de Oro en 1970, reconocido artista plástico y profesor del primer curso de Restauración de monumentos en el Perú: Su inagotable labor como defensor del pasado milenario se percibe en el fervor con el que interpreta cada una de sus palabras,en un mensaje que inspira a la nuevas generaciones con su ejemplo.

¿Cuáles son las consideraciones principales que ha tenido al momento de intervenir un inmueble patrimonial?

En primer lugar, es importante destacar lo esencial: un restaurador o conservador de bienes o inmuebles culturales debe tener una sólida formación técnico científica. Sin esta formación, el profesional no puede intervenir un monumento, debería estar prohibido. En segundo lugar, procedo a describir la parte metodológica de cómo se debe conformar este profesional: Inicialmente, se deben tener condiciones para respetar y comprender los procesos históricos que se han dado a lo largo del tiempo en el monumento a intervenir. Se debe ser un crítico de arte para apreciar los valores artísticos del mismo y saber valorarlos. Por otro lado, además de los conocimientos en estética, se debe tener también una formación en estática. Se debe ser humilde, modesto y ser rebelde cuando se requiere, en el buen sentido de la palabra y con motivos. El que se dedica a la disciplina de la investigación, conservación, restauración y puesta en valor del patrimonio cultural debe tener una vocación mística, basada en el respeto a lo que han hecho los antepasados de manera anónima. Se debe propiciar una labor honesta en el amplio sentido de la palabra:no se debe imitar al pasado, pues es la negación del mismo.

pimentel 3Durante la estadía en Italia. Image Cortesía de Giancarlo Enriquez

Cuando regresé de estudiar de Italia en 1960, tuve que luchar contra una generación que pensaba que los monumentos viejos debían ser demolidos por su estado decadente y se buscaba construir otro en su reemplazo para que durara más. Durante esta época viajé a Cusco y me dí con la sorpresa de que se estaba iniciando la demolición de la casa del Inca Garcilaso de la Vega, el más ilustre cronista mestizo peruano. Logré paralizar esta obra y tuve que enfrentarme en debate a uno de los arquitectos más respetados de la época, Emilio Harth Terré, quien tenía a su cargo el nuevo proyecto a construirse en este terreno. Luego del segundo fórum, el arquitecto toma la palabra y dice en voz alta: «Señores, yo retiro mi proyecto y apruebo el proyecto de restauración del joven arquitecto Pimentel». Que un maestro de la categoría de Harth Terré llegue a esa conclusión no es común en nuestro medio, y es una de las distinciones más nobles de mi vida profesional.

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Restauración de la Casa del Inca Garcilaso de la Vega en Cusco. Image vía Repositorio PUCP

Tengo entendido que la cátedra de Restauración de Monumentos que instauró en la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Artes de la UNI fue la primera en Latinoamérica. ¿Cuánta importancia ha tenido su labor como docente en el desarrollo de su obra?

A mi regreso de Italia y por iniciativa del decano Fernando Belaúnde, se instauran paralelamente  la primera Oficina Técnica de Monumentos y la cátedra de Restauración de Monumentos. Este último, curso obligatorio en el último año de la carrera de arquitectura, pues requería de conocimientos en tecnología de la construcción, urbanismo, historia, arqueología y mucho más. Por azares del destino, la UNESCO me elige también como uno de sus consultores en este campo y me envía a Churubusco para dictar el primer curso de Restauración de Monumentos en México. Resulta para mí un privilegio haber iniciado estos cursos en los dos países donde había virreinato y en donde se encuentra un patrimonio cultural inmenso. Tengo muy buenos recuerdos de esta época, sobre todo cuando iba con mis alumnos de visita a los monumentos. Aquellos estudiantes durante la década de 1970 son ahora autoridades en restauración de América Latina, desde México hasta Chile, y estamos en comunicación constante.

pimentel 4Durante una clase magistral. Image Cortesía de Archivo Victor Pimentel

¿Cuál considera ha sido su mayor aporte a la labor en la defensa y conservación del patrimonio inmueble?

Considero que el haber ejecutado importantes proyectos de restauración es uno de mis grandes aportes, aunque no es necesariamente el mayor. Puedo citar algunas obras destacadas: la Fortaleza del Real Felipe en el Callao, la casa de Osambela en Lima, la casa de Garcilaso y el Palacio del Almirante en Cusco, los restos de Zaña en Lambayeque y la estación ferroviaria de Tacna (que funciona actualmente como museo ferroviario nacional). He tenido el privilegio de hacer proyectos no sólo en varias regiones del Perú sino también de América Latina, como parte de mi labor como consultor de la Unesco y la OEA.

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Restauración de la Casa del Palacio del Almirante en Cusco. Image Cortesía de Archivo Victor Pimentel

Mi mayor logro, sin embargo, trasciende el aspecto de la recuperación del patrimonio monumental: está en el haber creado conciencia en miles de personas de Brasil, Argentina, México, Guatemala y Perú sobre la necesidad de recuperar con dignidad, veracidad y autenticidad los monumentos que hemos heredado del pasado. Hacer que muchos arquitectos en Latinoamérica tengan un respeto por el patrimonio, ya no lo destruyan como antes de la década de 1960, cuando era hasta sinónimo de progreso destruir lo antiguo para reemplazarlo por lo nuevo.

Esta ocupación va más allá de restaurar muros, bóvedas, paredes y pisos: me interesa sobremanera lo que concierne al ser humano y la dignificación de su hábitat. Mi labor en este aspecto se reconoció con el otorgamiento del Hexágono de Oro en la Primera Bienal de Arquitectura Peruana, concedida a la obra de restauración de la casa del Inca Garcilaso de la Vega en el Cusco. Entre otras distinciones destaco el título de Profesor Emérito de la Universidad Nacional de Ingeniería, reconocimiento muy especial debido a que me otorgaron esta alta condición junto a quien fuera mi maestro y decano, el arquitecto Fernando Belaúnde Terry.

¿De qué manera han influenciado sus dotes como artista plástico en el desarrollo de sus proyectos?

El hecho de haberme preocupado por la investigación y restauración de obras de arte de todos los siglos, sobre todo visitando los museos y galerías de arte en Europa, me ha enriquecido de tal forma que mi actuar profesional en la conservación de monumentos se ha desenvuelto con un respeto mucho mayor hacia mis antepasados. No ha pasado que mi obra pictórica o mi creatividad hayan influenciado en mis proyectos, han sido las obras de arte de otros ilustres artistas de todas las épocas las que me permitieron saber ver con profundidad o, como decía Bruno Zevi, saber vedere. Todos tenemos ojos para ver, pero no todos sabemos ver en profundidad: podemos mirar pero a veces no vemos.

pimentel 7Composición. Image Cortesía de Giancarlo Enriquez

¿Qué mensaje brinda a las nuevas generaciones que buscan la continuación de su trabajo?

Que traten -porque es difícil- de ser buenos profesionales en un sentido integral:como personas y en el desempeño de su ejercicio profesional. Que intenten hacer sus obras con amor, pasión, entrega y no solo para ganar dinero, que es necesario en la vida, pero no fundamental. Que actúen siempre con sapiencia, bondad y humildad para vivir con dignidad. Estas cualidades determinan en el ser humano una suerte de felicidad integral y riqueza espiritual que, para mí, es la mayor. Mi mensaje va dirigido a la totalidad de los colegas pero sobre todo a los jóvenes, a quienes admiro por ser la esperanza de un futuro mejor.

pimentel 2Estudio de Víctor Pimentel Gurmendi. Image © Fabio Rodríguez

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Fuente: Fabio Rodríguez Bernuy. «Víctor Pimentel Gurmendi: «La restauración de monumentos es una vocación mística» » 03 dic 2015. ArchDaily Perú. Accedido el 8 Dic 2015. <http://www.archdaily.pe/pe/778182/victor-pimentel-gurmendi-la-restauracion-de-monumentos-es-una-vocacion-mistica&gt;

DE LA CASA #45: EL BARRIL VACÍO / WMC.

num45

Por Wilmer Mejía Carrión

A estas alturas de la marcha hacia el terral prometido, los mexicanos ya estaban convencidos de que sólo de rodillas se hacía la historia, sólo durmiendo se hacía patria y sólo viendo al Chavo del 8 se podía ser feliz. ¡La profecía! Cesar Hildebrandt

El Chavo del Ocho me hizo reír de niño, sería tonto decir que no. Me reí a morir con él y lloré en algunos de sus episodios como cuando todos le dijeron ratero al unísono al pensar que había robado dentro de su propia vecindad. Me encantaba el Chapulín Colorado y como salía con su chipote Chillón a enfrentar a los malos, inclusive entre los episodios que más recuerdo están en los que se enfrentaba a Súper Sam. Los personajes que creó Chespirito forman parte de mi memoria y de mis recuerdos de infancia. La famosa tonada de presentación de El Chavo (Los Elefantes nunca olvidan de Jean Jacques Perrey), está en mi mente, como en la de muchos latinoamericanos. Sin embargo a medida que pasaba el tiempo y a medida que veía cada episodio que se repetía machaconamente fui perdiéndole el gusto. Ya sabía lo que venía después, sabía que El Chavo iba a golpear a alguien y que Quico saldría llorando a contarle a su madre que le habían pegado y ésta sin preguntar achacaba todo a Don Ramón propinándole tremenda cachetada[1]. Si bien es cierto aún me causan gracia algunos capítulos sin embargo me resulta interesante ver que detrás de la inocencia del chavo se encuentra una industria nada inocente de vender televisión mediocre a las masas.

chavo

Detrás de la inocencia

El mundo Latinoamericano ha quedado consternado por la muerte del que al parecer todos los medios consideran un genio de la comicidad, Roberto Gómez Bolaños, lejos de ser una lumbrera en medio de la oscuridad de la programación televisiva latinoamericana, es parte integrante de ésta. Chespirito era parte del imperio de Televisa, una empresa que desde su creación se ha caracterizado por dar contenidos poco sustanciosos y de dudosa calidad, como las telenovelas. Y aunque no les guste a los endiosadores de Chespirito, El Chavo del Ocho era un producto más de Televisa. Un producto absolutamente rentable:

“Según publicó la revista Forbes en 2012, El Chavo del 8, escrita, dirigida y protagonizada por Chespirito, le dio a Televisa ganancias por US$1.700 millones desde que se dejó de filmar en 1992. De este número, US$1.500 millones provienen de canales de televisión abierta y los restantes US$200 mil, de empresas de cable”.[2]

Ahora bien, veamos quienes endiosan en la televisión peruana a este personaje llamándolo “genio” y “maestro” no son más que los mismos protagonistas de la televisión de baja calidad de la que despotricamos, la chola Chabuca, Gisela Valcárcel, los chicos de Esto es Guerra y Combate, entre otros, y estoy seguro que en los demás países latinoamericanos es similar, la televisión mediocre aplaude a la televisión mediocre.

No olvidemos que Chespirito y su elenco han realizado shows por toda América Latina incluida países donde gobernaban con mano dura férreas dictaduras militares.

“Roberto Gómez Bolaños –hombre de ideología derechista– fue severamente criticado por viajar a naciones que entonces estaban bajo el yugo de dictadores como Jorge Videla, en Argentina, y Augusto Pinochet, en Chile”[3].

Creo que lo que pasa es sencillo es tanta la violencia y la falta de escrúpulos en la televisión actual que el Chavo del Ocho pasa como Tv Blanca. Es un efecto interesante donde se idealiza el pasado y se ve que todo lo que existía/veía/oía antes era mejor que lo de ahora, que antes si había buenos programas que antes si había buenas cosas, esto lo plasma bien Woody Allen en su película “Medianoche en Paris” donde el personaje principal añora la década los principios de la década del siglo XX y cuando llega allí se da cuenta asombrado que la gente de esa época encuentra que la verdad “belle epoque” está en el siglo XIX”.

El Imperio de la televisión apela a las emociones, el porque te haga llorar, reír y sentir no significa que sea de calidad. Las novelas lo hacen, están llenas de emociones y sensaciones, la publicidad lo hace todo el tiempo se te vende felicidad, alegría si compras tal o cual producto pero no necesariamente significa que sea de calidad. Pongámoslo así Roberto Gómez Bolaños es un producto de Televisa y Televisa ha ensalzado al grado de semidiós de la comicidad a una figura que probablemente en otras circunstancias no hubiera pasado de ser un libretista promedio que hacía sketch entretenidos y simples.

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Notas:

1. La muerte de Chespirito está usándose como cortina de humo para tapar los candentes problemas que aquejan a México. Estoy de acuerdo con el siguiente texto: “Homenajes todo el día, poco seguimiento de lo público y relevante, mucho pan y circo. Un homenaje que consta del mismo chiste repetido una y otra vez, desde hace 34 años, síntoma de una sociedad incapaz de renovarse.”

En http://www.apolorama.com/2014/11/maldita-sea-chespirito-te-hubieras-muerto-despues/ consultado el 12/12/14

2. http://www.latribuna.hn/2014/11/30/jugosas-ganancias-dejo-el-chavo-del-8-televisa/ consultada el 11/12/14

3. http://www.elfinanciero.com.mx/after-office/chespirito-y-las-dictaduras-de-al.html consultada el 12/12/14

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ArKeopatías opera bajo una licencia Creative Commons, Atribución-NoComercial 2.5 México, por lo que agradecemos citar la fuente de este artículo como: Proyecto ArKeopatías./ “Textos de la casa #45″. México 2014. https://arkeopatias.wordpress.com/ en línea (fecha de consulta).

Algunas notas sobre el Patrimonio Arqueológico en México y Latinoamérica

Nada me han enseñado los años

siempre caigo en los mismos errores

otra vez a brindar con extraños

y a llorar por los mismos dolores.

José Alfredo Jiménez

*

Por Yarima Merchan Rojas

No somos ajenos al espinoso medio en que vivimos, globalizador y simulador de progreso, en donde nuestro oficio como antropólogos es constante contradictor frente al manejo político, económico, religioso y mediático de nuestros inquietantes tiempos. La poca concientización sobre los valores de nuestro patrimonio cultural y la falta de intenciones políticas de reconocerlos, no permiten protegerlo e incorporarlo a las dinámicas sociales de forma educativa y productiva, alejada de los sólo intereses comerciales, turísticos u ornamentales. Las partidarias y mediocres políticas públicas brindan un panorama nublado, nuestra cotidianeidad es permanentemente agredida por grupos de poder que pretenden imponer sus parciales visiones de la realidad, y que ayudados por nuestras enajenadas conciencias, pretenden pisotear toda memoria histórica y cualquier arrebato de emancipación de las diferencias, afortunadamente no siempre lo logran.

Latinoamérica en particular no brinda condiciones favorables para la investigación  antropológica, mucho menos si se trata de la arqueológica, cuyos costos parecen mayores. Los presupuestos gubernamentales destinados a la investigación cultural finalizan una larga lista encabezada hoy por las falaces y míticas guerras posmodernas contra el terrorismo o el narcotráfico, y por el mantenimiento de un aparato estatal de antaño cuyo engranaje y óxido no van al paso de las nuevas realidades.

Es de notar sí que aun cuando cotidianamente las políticas estatales dejan en último plano los asuntos relacionados con la investigación histórica y cultural, así como la preservación del patrimonio cultural, se destinen incalculables presupuestos para el festejo de los bicentenarios de independencia, eventos que exaltan un pasado lleno de héroes e historias gloriosas de naciones independientes dignas de tan magnificas celebraciones. Es curioso que en México, por ejemplo, este sentido de identidad nacional es festejado en torno a la grandiosidad de un pasado indígena notable en la majestuosidad de su patrimonio arqueológico, en la monumentalidad de sus construcciones prehispánicas y artísticas, mientras que, por otro lado, se discrimina, margina o menosprecia a los herederos vivos de esta historia, es decir, a los muchos grupos indígenas que viven en gran parte del territorio nacional.

La antropología como constructora de identidad y memoria nos ha mostrado la importancia de la subjetividad en el análisis de los acontecimientos, hemos sido capaces de ver que grupos como los indígenas, los campesinos, los inmigrantes ilegales u otros grupos marginados y gran parte de la población en nuestro país, tienen sus propias historias, y que éstas no coinciden con las historias oficiales bañadas de gloria.

Por otro lado, sabemos también que el «progreso» o las maravillas de la ciencia son armas de doble filo si no se sustentan en un crecimiento social equilibrado y hasta cierto punto consciente de las realidades subjetivas. En este panorama se han vislumbrado dos posturas, la primera que persigue exaltar la importancia de los elementos culturales propios, de nuestras costumbres y tradiciones por encima del tsunami cultural globalizador del neoliberalismo. Apegados a estas ideas y contrarrestando la pérdida de algunos elementos culturales propios, hay quienes los intentan reproducir o mantener enfrentándolos contra ciertos elementos de la modernidad, demeritando algunos de los avances tecnológicos modernos o a las costumbres venidas de otros lugares.  Hay en esta posición un discurso que no difiere de algunas posturas radicales. Otra postura tiene que ver más con visualizar nuestra realidad como un conjunto de fenómenos culturales cambiantes, integrada por personas y grupos que de manera directa o indirecta enfrentamos estos procesos, que tenemos pérdidas importantes pero también ganancias culturales. Me parece que el problema fundamental es cómo lograr que todos seamos conscientes de este tsumani, de sus causas y sus consecuencias en nuestras realidades y de cómo aprovechar los avances tecnológicos en favor del rescate o la incorporación de esas otras historias o realidades.

Los historiadores, antropólogos y arqueólogos valoramos principalmente al pasado como instrumento de aprendizaje, integramos nuestras construcciones, derrumbes y reconstrucciones históricas a la trama de acontecimientos, personajes, azares, necesidades, errores y vacíos que forman las historias humanas. La investigación arqueológica no es más que otro testimonio, una fuente que mediante el estudio de materiales arqueológicos añade fichas al rompecabezas histórico. En una realidad dónde cada quien las valora los bienes arqueológicos de formas distintas (como mercancías, objetos de adorno, piezas de museo, objetos que enarbolan identidad o nacionalismo o piedras viejas sin valor alguno) es dónde cobran importancia para nosotros, como objetos activos que tienen un significado social y que son utilizados con diversos fines. En la mayoría de los casos, el patrimonio arqueológico se ha definido como un conjunto de bienes culturales estáticos, ajenos a los grupos sociales y a sus intereses, dejando de lado la causalidad misma de su existencia y su dinámica social.

Otro acercamiento que tenemos con estos objetos arqueológicos, es el práctico, es la eterna lucha por conseguir recursos para la investigación, y la tarea de protegerlos de las garras capitalistas y manipuladoras, que desde sectores públicos o privados, ven a nuestras herencias culturales como simples mercancías, o como coyunturas operantes para la fabricación de falsedades lejanas a su valor histórico. Materiales, tradiciones y legados culturales tambalean en estas arenas, en donde la modernidad no funciona como instrumento de integración o mejora, sino como una máquina aplanadora y desenfrenada que nos obliga a correr teniendo que elegir entre cargar con nuestras herencias culturales, o con nuestro pobre e instrumental arsenal de sobrevivencia. Un investigador social encuentra en Latinoamérica una serie de dificultades solamente comparables con nuestras riquezas culturales. En este panorama, hurgar en el pasado parece meritorio, ese devenir histórico humano podría reivindicar luchas y reflexiones consumadas. Si intentamos conocer nuestra realidad quizá podamos mejorarla. Se trata (de) analizar lo que somos como sociedad, lo que hemos construido y derrumbado, y de, en lo posible, no “llorar por los mismos dolores”.