#LasPrestadas: De invisibilidades y diversidades urbanas: el ‘otro’ patrimonio de las ciudades.

Las expresiones culturales alternativas, conocidas como ‘estéticas de las periferias’, son un ejemplo de cómo se construye el patrimonio urbano gracias a personas, históricamente marginalizadas, que resignifican y construyen socialmente el entorno en el que habitan.

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Vivimos un tiempo caracterizado por la existencia de una monocultura hegemónica, la modernidad occidental, que ha contribuido de manera activa a contraer la realidad y a invisibilizar otras realidades y cuerpos que las habitan. El resultado: una ceguera epistemológica, social, política y cultural que nos ha privado de descubrir la diversidad inagotable del mundo, como han contribuido a poner de manifiesto los estudios poscoloniales. Esta ceguera también se pone de manifiesto en los debates sobre patrimonio urbano, definido como la suma del patrimonio arquitectónico, del entorno de los bienes patrimoniales y de los elementos culturales (a menudo intangibles) que le confieren valor y significado. Pero ¿qué patrimonio arquitectónico resulta privilegiado? Y ¿qué tipo de elementos culturales quedan valorizados? Estas definiciones no son triviales. Existen estudios que ponen de manifiesto que la configuración y gestión del patrimonio de la ciudad es un elemento de jerarquización espacial y socio-económica que privilegia determinados territorios urbanos y determinados grupos sociales.

Del patrimonio urbano intangible al invisible

Más allá de la raíces moderno-coloniales de esta jerarquización, el origen del problema también radica en el hecho de que entender la multiplicidad de formas en que se expresa el patrimonio urbano pasa por entender la ciudad en toda su complejidad. Aparte de la forma urbana y del espacio construido (los monumentos, los edificios, el espacio público), la ciudad es un palimpsesto de itinerarios, flujos, memorias, identidades, expresiones y prácticas que se expresan de varias formas y a través de varios lenguajes (políticos, sociales, culturales, artísticos). El metabolismo propio de la ciudad vivida es, precisamente, el origen de un patrimonio urbano intangible que, cuando es fruto de la actividad creadora de comunidades marginalizadas, a menudo pasa de intangible a invisible.

El hip hop se ha convertido en una herramienta sociopolítica usada por los ‘condenados de la ciudad’

Es necesario reivindicar este otro patrimonio que emana de las invisibilidades y de las diversidades urbanas. Que florece de experiencias de vidas y de cuerpos que hallan en la poiética de lo común su vía de expresión, de autoafirmación y de articulación colectiva. El espacio urbano ha sido especialmente fértil en este sentido, tal como la geografía de la música se ha ocupado de estudiar. Poner el foco en la creatividad popular expresada a partir de su relación cotidiana con el espacio urbano nos permite reparar en expresiones emanadas de las comunidades de forma espontánea, sin grandes conocimientos en la materia y desprovistas de medios sofisticados para llevar a cabo sus prácticas artísticas. Manifestaciones que son simplemente fruto de la necesidad de construir una voz propia y de crear un sentido de comunidad.

El arte urbano subalterno y la construcción del otro patrimonio

Este conjunto de prácticas es lo que, en terminología moderno-colonial, se ha denominado cultura popular (frente a la cultura de corte erudito) y que, en el ámbito de las ciudades, se ha manifestado de manera especialmente significativa a través del arte urbano. Una de las manifestaciones más importantes de la historia del arte urbano subalterno es el hip hop, cuyo origen es fruto de constantes fusiones culturales e hibridaciones que tuvieron lugar en los Estados Unidos de la década de los 70 de la mano de la población afrodescendiente que luchaba por sus derechos.

La historia del hip hop es la historia de la lucha por la emancipación urbana que, lejos de circunscribirse al contexto norte-americano, ha navegado por todo el mundo, desde Senegal o Ghana, hasta Alemania, pasando por Brasil, por citar solo unos pocos ejemplos. En todos estos países, se ha convertido en una herramienta sociopolítica usada por los condenados de la ciudad (parafraseando a Fanon, 2002) para tener voz. Para criticar los problemas de pobreza, precariedad, discriminación racial o violencia policial que atraviesan de manera estructural a la población afrodescendiente, así como a otras poblaciones inferiorizadas (los latinos, los migrantes, las clases populares).

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Las estéticas de las periferias

El caso brasileño y, en particular, paulistano, ilustra cómo podría ampliarse la mirada dominante sobre el patrimonio urbano. Después de que el hip hop desembarcara a mediados de la década de los 80 en el país y diera lugar al surgimiento de numerosos artistas y grupos que se autoreivindicaban como «pobres, negros y periféricos», en los 90 la poiética de lo común, fuertemente influenciada por la cultura hip hop, impulsó el sugimiento de la literatura periférica de la mano de favelados y faveladas como Ferréz o Dinha. El desborde de la creatividad periférica culminó poco después con los saraus, espacios de contracultura urbana protagonizados por la poesía. A la música y la literatura se sumarían, de manera progresiva, otras disciplinas artísticas, como el teatro, la danza o el cine, proporcionando un escenario coral de diversidades urbanas subalternas.

Esta amalgama de expresiones culturales ha venido denominándose estéticas de las periferias (Leite, 2013) las cuales, gracias a apoyos institucionales (sobre todo, municipales), han conseguido preservar la rica memoria de la producción cultural periférica y seguir alimentándola. Estas expresiones, forjadas desde las comunidades en íntima conexión con el territorio de donde emanan, encuentran su lugar de expresión natural en las calles, en las plazas, en los bares y en los barrios. Es a partir de esta apropiación del espacio público como se van construyendo nuevos significados y una memoria urbana polifónica y desde abajo.

Las expresiones culturales encuentran su lugar de expresión natural en las calles, plazas y barrios

Esta apropiación del espacio público se produce tanto desde un punto de vista físico, como simbólico. Físico porque el espacio urbano se llena de nuevas expresiones, de nuevos significados y de momentos de creación cuando se organizan conciertos de rap en las plazas, saraus en los bares o bailes de break en las calles. Aquí, la apropiación es física porque la presencia corporal del sujeto creador en el espacio público influye en su configuración, en su función y en su identidad. Pero la apropiación es también simbólica porque los territorios de donde emanan las estéticas de las periféricas (sus condiciones de vida, sus sociabilidades) marcan de manera crucial el sentido de las letras de rap, de los versos de la literatura periférica o los significados de la coreografía de un baile break.

La combinación de la apropiación física y simbólica de la ciudad ha contribuido a subvertir la cartografía urbana hegemónica afirmando la centralidad de las periferias. Esta configuración contrahegemónica del espacio urbano y de la narrativa asociada a él constituye un buen ejemplo de producción social de la ciudad y del carácter performativo de las prácticas descriptivas de la ciudad. Y está íntimamente relacionado con la construcción del patrimonio cultural urbano.

Como afirma la lingüista suiza Lorenza Mondada, lo urbano (y, por consiguiente, también su patrimonio) se configura no solo a través de la materialidad de la ciudad, sino a través de su elaboración simbólica: a través de los diferentes discursos que atraviesan la ciudad y que, diciéndola, la moldean. Es decir, las prácticas discursivas sobre la ciudad contribuyen a hacer la ciudad en una dirección u en otra: «[Existen] múltiples formas en que los diferentes actores dicen la ciudad y contribuyen así a moldearla, a hacerla cambiar, a darle un sentido y una inteligibilidad» (Mondada, 2000).

Las estéticas de las periferias son apenas un ejemplo de cómo se construye el patrimonio urbano de la otredad, de esos sujetos históricamente marginalizados, que también resignifican y construyen socialmente el entorno en el que habitan. «El arte debe encontrar en el mundo aquello que su apariencia no proporciona», afirma Kolakowski (1972 apud Faria et al., 2009). El patrimonio cultural urbano debe dar cuenta de estas invisibilidades y reflejar la riqueza que emana de la poiética de lo común.


(*) Eva García-Chueca es Doctora cum laude en Poscolonialismos y Ciudadanía Global por la Universidad de Coímbra (Portugal). Investigadora sénior y coordinadora científica del Programa Ciudades Globales de CIDOB – Barcelona Centre for International Affairs. Este artículo fue publicado en el séptimo número de la revista Crítica Urbana, que puedes leer en este enlace.

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Este artículo apareció originalmente en: ethic

LasPrestadas: “La apropiación cultural es el robo colonial que activa una herida histórica”.

Por

La socióloga y activista Iki Yos Piña Narváez quita del centro de la discusión a Rosalía y politiza este debate de moda situándolo en un contexto histórico, como una práctica colonial heredada que repite por los siglos de los siglos, por ejemplo con la creación de museos antropológicos.

Foto realizada en el contexto de la exposición 'Devuélvanos el oro'./ Colectivo Ayllu

La apropiación cultural es un debate en auge. Surge como tópico insistente tanto en los contextos mainstream, con peleas superviralizadas y llegadas hasta el absurdo, a los contextos de activismo transfeministas y antirracistas más cercanos. Aparece a veces como señalamiento importante, necesario y otras parece un círculo vicioso donde nadie está a salvo. En las redes sociales las prácticas culturales más controvertidas debaten sobre los géneros musicales, videoclips, moda, vestuario, peinados, objetos que históricamente pertenecen a culturas subalternizadas y hoy suman índices de ventas, likes o singularidad cool.

Entrevistamos a Iki Yos Piña Narváez, socióloga, artista, activista antirracista. Dialogamos a partir del Ciclo de debates en la Facultad de Filosofia UCM, en Madrid, “Apropiación Cultural”, de la que fue parte. En esta entrevista, Iki Yos complejiza el debate del apropiacionismo en el marco de una lucha antirracista situada, preguntándose en el contexto específico del Estado español, como cuerpa racializada y migrante de una excolonia. Iki Yos nos ofrece una lectura politizada sobre el fenómeno donde articula la apropiación cultural en términos de “robo colonial que activa una herida histórica”.

La apropiación cultural emplea las operaciones coloniales de inferiorización, exotización, fetichización e hipersexualización, violencia, desaparición y exterminio con fines extractivistas

Piña sostiene que fueron los museos de arte y de ciencias naturales, antropológicos, o de las culturas del mundo los que inauguraron esta tendencia de despolitizar los valores tradiciones de las culturas, asimilarlos y enriquecerse a costa del patrimonio colonial. Desde esta lectura, la apropiación cultural es la continuidad de la práctica colonial por excelencia y con las mismas operaciones de inferiorización, exotización, fetichización e hipersexualización, violencia, desaparición y exterminio con fines extractivistas que desde el comienzo los museos ha ejercido sobre naciones, pueblos y comunidades enteras marginalizadas.

Yos trabaja con el colectivo Ayllu, con el que realizó la exhibición “Devuélvannos el oro” en Matadero, Madrid, donde interpelan directamente con ese grito de rabia de nuestro continente, Abya Yala. De “Devuélvanos el oro. Cosmovisiones perversas y acciones anticoloniales” resultó también una publicación, en la que se escribe: “El grito que muestra que estamos vivos, que hemos sobrevivido, es un grito de dolor desde nuestra aún no cicatrizada herida colonial”

Hablamos con Iki Yos sobre la apropiación cultural, la rabia, el dolor, la fragilidad blanca y la responsabilidades políticas del Estado español del permanente negacionismo.

¿Cómo definirías la idea de “apropiación cultural”?

Hablar de apropiación cultural en términos generales, por el discurso que circula en redes sociales y millennial crew, (que me incluye), supone que un grupo social dominante toma elementos, prácticas, patrimonio material o simbólico de otro grupo subalternizado.

Hasta ahí estamos todas de acuerdo…

Sí, pero esta definición es bastante simple y supone que el acto de “tomar elementos de otras culturas” no es un explícito ejercicio de violencia, supone que existe una cultura hegemónica per se, es decir, “naturalmente es hegemónica” y que esa hegemonía no se construyó a partir de la subalternización o dominación de otras culturas. Entonces, a partir de esto, siento que sería mejor hablar de robo colonial.

Iki Yos Piña: “Las personas blancas nos demandan pedagogía y que les digamos qué hacer en vez de tener un compromiso político con la reparación efectiva”

¿Qué significa esto?

Siento que hablar de apropiación cultural o robo colonial puede abrir brechas para debatir y hacer circular la idea, que creo importante, de la responsabilidad histórica en los procesos de colonización que tienen la Europa blanca y sus naciones asesinas. Tengo que reconocer que esta discusión tiene muchas dimensiones y una de ella es la dimensión moral del everyday [día a día] donde lxs blancxs descendientes, herederxs del robo colonial, se preguntan si llevar trenzas, usar septum o henna en su cuerpo, tomar ayahuasca, tener un grupo de reguetón  es “apropiación cultural” (nótese las comillas) y esto solo aterriza la discusión en función de la white fragility [fragilidad blanca] que siempre quiere lavar su conciencia y buscar ser buenas personas.

“Nuestra herida sigue sangrando ante los objetos, piezas y dioses robados. De ahí la fantasía de asaltar los museos europeos y recuperar lo robado”

Se vuelve un debate moral y personal infructuoso…

Sí, ese tipo de preocupaciones queda en el plano del antirracismo moral. Y también, nos lleva a esa pedagogía que siempre demandan las personas blancas sólo para poder cómodamente poner su cabeza blanca en la almohada a la hora de dormir y decir “¡uuf, no soy racista!”. Esa discusión es bastante pantanosa y me cansa andar por allí, aunque a veces también es necesario tensionar en este terreno.

Pero, por otro lado, decías, permite hablar de responsabilidad histórica…

Yes, baby, creo que la discusión del robo colonial o apropiación cultural habilita la posibilidad de hablar de reparación histórica por parte de las grandes potencias extractivistas de objetos culturales que están siendo capitalizados en los museos europeos.

¿Entonces crees que es una cuestión potente para la lucha antirracista y anticolonial?

Siento que desde la lucha anticolonial -y no lo digo desde ningún lugar de autoridad, sino desde mi torpeza quizás, el activismo y algunas discusiones con otrxs amigxs activistas – es posible partir del robo colonial que hizo y que constantemente Europa sigue haciendo para sostenerse. En la exposición “Devuélvannos el oro” participó una amiga artista, trans, afrodescendiente, Jota Mombaça, quien realizó una performance en el Museo de América en Madrid, depósito de los robos y apropiación del Reino de España a nuestros territorios, y escribía con su sangre una camisa amarilla la siguiente frase: “España no existe sin Robo Colonial”. Es un gesto para evidenciar que nuestra herida sigue sangrando ante los objetos, piezas y dioses robados. Y en el marco de esa exposición reflexionaba sobre la “fantasía de asaltar el museo”. Asaltar los museos europeos y recuperar lo robado. La devolución y la reparación son responsabilidad de los Estados europeos.

Foto: Colectivo Ayllu

Hay mucha investigaciones sobre la violencia que albergan los museos…

Sí, mira, revisando a gente de la diáspora que quizás  también vive con esta furia ante el robo colonial, maquillado como apropiación, leí un texto, “Reclaiming Nefertiti”, de la pensadora afroalemana Fatima El-Tayeb, que me gusta mucho.  Relata el reclamo que había hecho Egipto desde 1925 al Gobierno alemán para recuperar la valiosa escultura. El Gobierno alemán intenta justificar su extracción al decir que la  Nefertiti pertenece al mundo. Cuando Alemania rechazó la solicitud de Egipto por última vez en 2011, el subsecretario de Cultura declaró: “El arte es parte de la herencia humana universal y, dondequiera que esté, debería estar al alcance de tanta gente como sea posible”.

Este es un argumento recurrente de las instituciones, como si el poder concentrado en unas salas de museos europeas fuera de acceso libre y democrático. Con ese fin, es bueno tener miles de cuerpos clasificados, objetos sagrados, y toda nuestra historia negada para nosotras pero disponible como su patrimonio. Consideran los museos como ese espacio de acceso a las culturas del mundo al que cualquiera puede acceder…

Cuando realizamos la exposición “Devuélvannos el Oro” muchos de los diálogos con instituciones patrimoniales, museísticas partían de esta resistencia al reconocer la responsabilidad histórica de España con el colonialismo, el robo y la esclavitud. Y actualmente, solo por mencionar una institución, la colección del Museo de América está formada por más de 25.000 objetos de nuestros territorios. De hecho la negación colonial pasa por considerar que los territorios colonizados fuimos, somos, originariamente colonias, nacimos como territorios virreinales y, por lo tanto, todo, absolutamente todo lo que está en esos territorio le pertenece a España. Que el Museo de América, con su colección extraída, robada, apropiada de nuestros territorios siga generando plusvalía de nuestra historia, de nuestra memoria, además de doloroso, forma parte de la estrategia de la supremacía blanca española de producir sistemáticamente la amnesia colonial como parte del ejercicio de poder.

“Que el Museo de América, con su colección extraída/robada/apropiada de nuestros territorios siga generando plusvalía, forma parte de la estrategia de la supremacía blanca española de producir amnesia colonial”

“Robo colonial”, “Devuélvanos el oro” o “Paguen y reparen” son frases que generan mucha resistencia…

Generalmente las personas blancas nos llaman ofendidas cuando evidenciamos y marcamos el robo, uso y abuso de elementos culturales ajenos a su cultura blanca-europea. También esa discusión es un espacio disputa porque es el everyday donde se activa el dolor de la herida colonial. Una lectura simplista que dan los blanco-europeos cuando decimos “paguen y reparen”, es que entienden esa reparación sólo en clave monetaria y no consideran desde su “racionalidad” los sentidos espirituales, ancestrales y simbólicos que tienen los objetos extraídos -robados -apropiados y que están encerrados en sus instituciones del saqueo colonial. Y estos múltiples sentidos de los objetos apropiados -usados por la supremacía blanca van desde las colecciones que capitalizan los museos españoles, una linda dashiki que lleve un blanco que trajo en unos de sus viajes a África o una hamburguesa de quinua vendida en un bar gentrificador, bandera del green-veggie-capitalism [capitalismo-verde-vegano].

¿Pero por qué aquí en el Estado español cuando hablamos de apropiación cultural es tan difícil que se entienda o empatice con las heridas, o los dolores, que provocan los regímenes (neo) coloniales?

Siento que se activa la fragilidad blanca y un derrame de white tears [lágrimas blancas]. La negación constante del lugar histórico que tiene un cuerpo blanco heredero del robo colonial y beneficiario de éste. Esta negación anula la discusión. Evidentemente soy, somos, señaladas de violentas, sensibles, ofendidas, al marcar la posición de poder de los cuerpos que practican la apropiación cultural. Y esto va en distintas escalas: la negación de los blancos progres de izquierdas que fetichizan-exotizan ritmos caribeños, de Abya Yala y montan su bandita de electrocumbia, trap, para capitalizarlo sin darse cuenta de que eso es uso de su poderío blanco históricamente extractivista y que la exotización también es racismo. Por otra parte, está la negación institucionalizada, hecha política pública.

Negación personal e institucional, pero también esta afirmación: “Soy blanca, qué querés que haga”…

Por eso decía antes que se nos demanda pedagogía y que les digamos qué hacer en vez de tener un compromiso político con la reparación efectiva. A veces nos ven como cuatro locas rabiosas e histéricas denunciando racismo y apropiación colonial. Y sí, tenemos una furia histórica.

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Este artículo apareció originalmente en Pikara Magazine, aquí.

#LasPrestadas: El INAH en su 80 aniversario: contradicciones e injusticia laboral

Por Roberto E. Galindo Domínguez

El 80 aniversario 80 del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) celebrado este mes de febrero ha sido opacado –a pesar de los elogios y exaltaciones que del Instituto ha hecho su director, el antropólogo Diego Prieto– debido a las protestas de diversos sectores de sus trabajadores, principalmente el de los eventuales. La realidad de la vida interna del INAH se ha visto expuesta por los recientes conflictos laborales que se han suscitado como consecuencia del recorte de personal promovido y avalado por la dirección del Instituto, que tiene que ver con la limpia que en muchas dependencias gubernamentales está haciendo la nueva administración federal morenista.

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Los despidos de los trabajadores del INAH no deben tomarse a la ligera. Se debe analizar la pertinencia laboral de los contratados antes de realizar cualquier destitución o simplemente antes de no renovar la contratación de los trabajadores. Y es aquí donde radica el mayor problema laboral de miles de empleados en el INAH, pues desde hace decenios el Instituto se ha servido de la mano de obra de pasantes y licenciados de las diversas áreas pertinentes a la antropología y la historia, sin el mínimo respeto por los derechos laborales de los mismos; esto en las áreas académica y de investigación, pues en el área administrativa el panorama es otro, aunque también hay trabajadores temporales.

En este sentido, en la página del INAH se establece que la institución cuenta con una secretaría técnica, siete coordinaciones nacionales y 31 centros estatales; instancias de investigación responsables de 110 mil monumentos históricos, 29 mil zonas arqueológicas registradas de las cuales sólo 181 están abiertas al público, más de 120 museos de diferentes categorías –aunque Diego Prieto ha declarado que son 192 zonas arqueológicas abiertas y más de 160 museos–, así como bibliotecas y fototecas. Además, la institución realiza trabajo antropológico en diversas comunidades. Es evidente que el INAH requiere para la investigación, conservación y difusión de lo mencionado una gran cantidad de investigadores, aunque sólo cuenta con entre 800 y 900, incluidos los profesores de las tres escuelas del Instituto. En su conjunto, el personal mencionado es insuficiente para las actividades de investigación y académicas requeridas; por eso es que durante décadas se ha contratado a personal eventual, aunque siempre se ha negado la necesidad que se tiene de este, pretexto que usa el INAH para no reconocer los derechos laborales de estos trabajadores.

Esta situación es bien retratada en los pasillos de la institución cuando investigadores eventuales o recién egresados de la universidad buscan una plaza de investigación, que en primer instancia se abre a concurso porque un vetusto y encumbrado científico, después de decenios de ardua labor se ha retirado y por esa causa se abrió la plaza, misma que detenta unos estándares académicos altísimos debido a la longevidad estudiosa del que la ha abandonado. Dicen en el INAH que “una plaza se abre a concurso cada que muere un investigador”, y esa es una expresión que refleja la realidad laboral del instituto: no hay una apertura de plazas de investigación desde hace décadas, salvo contadas excepciones, ya que la mayoría se reciclan como se ha señalado.

El 5 de febrero pasado, en entrevista con Carmen Aristegui, Diego Prieto dijo que hasta antes de los recortes laboraban en el INAH 6 mil 500 trabajadores, de los cuales 5 mil son de base y 1 mil 500 contratados de manera eventual. Desafortunadamente de esos 1 mil 500 un .08 por ciento ya no fue recontratado debido a los recortes mencionados. Cabe señalar que de los 5 mil de base la mayoría son administrativos, técnicos, manuales y de servicios; pues como ya mencioné, los investigadores, en el mejor de los casos, son 900.

Es injustificable que una institución cuyos propósitos fundamentales son la investigación y la enseñanza académica, tenga una plantilla de administrativos tan superior a la de los investigadores y profesores. Esa es una de las grandes contradicciones del INAH, que deriva de una mala planeación y de una burocracia acendrada en sus formas de perpetuación; burocracia administrativa que desde hace décadas tiene el control del Instituto.

La otra gran contradicción del INAH tiene que ver con los trabajadores eventuales, los contratados por cortos periodos en una estrategia “de esclavitud laboral”, misma que se emplea para evitar su basificación. Esos trabajadores son llamados “los indocumentados” y, aunque parezca absurdo, son casi el doble de los investigadores con base. Con la contratación eventual el INAH evade las mínimas obligaciones laborales que marca el Artículo 123 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, la Ley Federal del Trabajo y las Condiciones Generales de Trabajo del mismo Instituto (aunque Diego Prieto asegura que actualmente todos los eventuales reciben servicio médico). Situación que debió ser regulada en los meses recientes, pues se tiene noticia de que hace poco algunos investigadores sólo firmaban una nómina en proyectos en los que sólo interviene el INAH. Además de que en general los investigadores que reciben servicio médico son aquellos que laboran para terceros que mantienen convenios con el INAH; por ejemplo la Comisión Federal de Electricidad (CFE), Petróleos Mexicanos (Pemex) o las compañías constructoras involucradas en la edificación de ductos, carreteras y tendido de líneas eléctricas e infraestructura de otra índole, esto en el caso de los arqueólogos de salvamento; y son esos terceros los que dan el servicio médico.

Ojalá que todos los eventuales de cualquier área del INAH, los que sobrevivieron al recorte, reciban el servicio médico que Diego Prieto asevera que el instituto les facilita.

Es una burla que el INAH, la entidad encargada de la preservación de la memoria histórica y arqueológica, así como del estudio antropológico de la sociedad –todas materias de las que el hombre es la parte fundamental–, sea una de las instituciones que más socava los derechos laborales del trabajador; de ese “indocumentado” sin prestaciones, que además es contratado a capricho del director de un proyecto; de ese hombre que es sustituido o cesado, sin mayor mediación, después de años de labor; de esa mujer que accidentada debido a la negligencia de su jefa, debió abandonar la práctica de su profesión sin la indemnización adecuada; de ese joven investigador que ya no es contratado porque un aviador planea de lejos la oficina, el archivo o la fototeca, porque el subdirector le debe un favor.

La administración federal tiene que reflexionar sobre los despidos de los trabajadores del INAH, pero sobre todo acerca de la situación laboral del Instituto y, en conjunto con el director del mismo, así como con los trabajadores, revisar los tipos de contratación que se celebran, sobre todo de los investigadores. Las autoridades deben revertir las injustas situaciones laborales que prevalecen en el INAH, ya que es una dependencia gubernamental y sus trabajadores son responsabilidad del Estado mexicano; y éste debe ser garante de los derechos individuales y colectivos de esos trabajadores, que mantienen a una institución que investiga y protege el devenir social en sus múltiples manifestaciones culturales, pero que también carcome la integridad de su componente humano.

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Roberto Galindo: Maestro en apreciación y creación literaria; literato; arqueólogo; diseñador gráfico. Cursa el doctorado de novela en Casa Lamm. Miembro del taller literario La Serpiente.

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Fuente: contralínea.com.mx (consultar nota original aquí)

#LasPrestadas: Patrimonio, espacio público y sustentabilidad urbana.

Por Martín M. Muñoz

El patrimonio arquitectónico y urbano jerarquiza el espacio público que enmarca, y con ello contribuye enormemente a la ansiada sustentabilidad de nuestras ciudades. Este artículo busca ponerlos en relación para realzar la pertinencia de repensar el paisaje urbano en su conjunto y desde la escala humana.

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En los últimos años ha ganado un pronunciado protagonismo el término “sustentable”. Planteado como nuevo ideal a alcanzar, el término se encuentra ligado fuertemente a la consolidación del avance de la ecología como campo de estudio y acción desde los años setentas. Y en ese sentido, el término “sostenible” es también utilizado como sinónimo, y, si bien cada palabra reconoce un origen distinto, actualmente ambas se encuentran interligadas por el mismo paradigma en boga que las enarbola desde hace más de cuarenta años: el desarrollo sustentable. Así, es que hoy, de cara al futuro, es necesario volver a preguntarnos qué es ser sustentable. Porque el escenario que fue testigo de la génesis de ese concepto sufrió un drástico cambio cuando el crecimiento de la población mundial nos señaló que desde 2007 más de la mitad vive en ciudades . Lo que muchos señalan como el triunfo definitivo de las ciudades y el inicio de la era urbana, nos debe convocar a repensar cómo la humanidad piensa sostener este proceso y sustentarse en adelante.

Para ello, es ineludible entender a la ciudad como un sistema interconectado. Ya en las primeras décadas del siglo pasado, estudiosos de las cuestiones urbanas de la talla de Lewis Mumford o la dupla de Robert Park y Ernest Burgess, entendían a la ciudad como el artefacto más perfecto creado por la humanidad, dotado de un mecanismo social propio, emplazado en un territorio que lo influye, pero que a la vez transforma. El avance y dominio de la Naturaleza por parte de los hombres supuso una transformación radical en el ambiente que lo sustentaba, tanto el natural como el construido, que no tardaría en evidenciar un desbalance en la relación armoniosa entre las partes en los últimos siglos.

De aquí que, teniendo en cuenta las demandas y desafíos de las ciudades de hoy y para recuperar la relación armoniosa entre individuo, sociedad y naturaleza, la interacción social es una de las necesidades de primer orden para garantizar la sostenibilidad del sistema de vida urbano. Para que ese tipo de acercamiento y comunicación mutua de acciones, palabras y señales entre personas se dé, es necesario un espacio común que los contenga, los identifique e interpele. De aquí la centralidad de la importancia de rescatar el espacio público de las ciudades, ese espacio definido por oposición al espacio privado albergado en el interior de los edificios.

Asimismo, dentro del tratamiento de los espacios públicos, la conservación y puesta en valor del patrimonio urbano existente en el entorno es esencial. No debemos olvidar, por ejemplo, que el tratamiento de las fachadas juegan un papel fundamental en la definición y la composición espacial del conjunto arquitectónico que los enmarca. Con esto se jerarquizan estos espacios como corredores y nodos urbanos, de manera de que actúen como grandes hitos atractores de funciones superpuestas: transitar, recrearse, comerciar, residir, esparcirse, en fin, un sin número de actividades que es posible localizar coincidiendo en torno a estos lugares de sociabilidad. Al mismo tiempo, esto nos permite visibilizar, rescatar y valorizar la memoria de la ciudad haciéndolas parte del escenario de la cotidianidad.

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Piazza Navona Roma (Foto del autor).

Por otro lado, articular los espacios públicos con las áreas verdes permite poner en práctica la vivencia de una ciudad a otra velocidad, distinta de la impuesta por las tecnologías modernas, y recuperar la dimensión humana del peatón. Porque gozar de las facilidades que brinda la cercanía de las ventajas de la vida urbana más el verde ajardinado, todo ello dentro de un radio acotado de manzanas a la redonda del propio domicilio es también contribuir a la sostenibilidad, ya que reduce los tiempos y los costos urbanos y ambientales asociados a los largos traslados, sobre todo los ligados al automóvil y la expansión de las ciudades en baja densidad. En este sentido, muchas de las principales ciudades del mundo apuestan a la transformación de sus áreas centrales en pos de la conformación de barrios caminables enriquecidos por usos mixtos: Curitiba, Tokio, Londres, Seattle, Portland, Boston, Delhi, o Montevideo son sólo algunas de las ciudades que buscan renovarse y enriquecer su vida urbana a partir de este tipo de intervenciones. No obstante, existe al mismo tiempo una contracara dada por el mercado del suelo: la mayor demanda de los inmuebles localizados en estos barrios empuja al alza su precio, lo cual genera procesos de gentrificación.

En el caso de Argentina, podríamos rescatar que han existido tibios intentos cercanos a este tipo de intervenciones urbanas, como la peatonalización de algunas de las calles céntricas comerciales, por ejemplo, que no llegan a acercarse al paradigma propuesto, ya que no son ejemplos realmente completos en sí mismos, dada la ausencia de población residencial en el área. Esto nos invita a ir por más, a buscar la concreción de experiencias de diseño urbano que integren la recuperación social del espacio público con la revalorización del patrimonio de nuestras ciudades, en articulación con la dotación de arbolado y áreas verdes en los intersticios adecuados. En conclusión, avanzar en procesos responsables de densificación poblacional y mixtura de usos en nuestros centros y subcentros urbanos es contribuir con que nuestras ciudades sean sustentables y garantizar que la forma de vida urbana sea sostenible.

Espacios urbanos peatonales, densificados y con mixtura de usos.

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Fuente: Plataforma Urbana.

#LasPrestadas: El patrimonio muere en silencio.

Por María Casado

la rioja

Hace tiempo que agonizan, algunos incluso décadas. Pero lo hacen en silencio y muchas veces caídos en el olvido de los pueblos que un día los veneraron. Son patrimonio cultural, arquitectónico, religioso… aunque hoy más bien se podrían describir algunos de ellos como ruinas de lo que fueron. ¿De cuántos monumentos, casonas, iglesias o castillos hablamos en La Rioja? Difícil encontrar la respuesta. «Habría que hacer un estudio en profundidad, pero fácilmente puede haber un centenar de elementos de patrimonio que necesiten una actuación urgente, simplemente para mantener», precisa Enrique Martínez Glera, doctor en Historia del Arte.

Públicamente el listado que más popular se ha hecho es el que elabora la asociación nacional Hispania Nostra en su ‘lista roja’. En ella se incluyen once de La Rioja: casa Palacio de los Manso de Zúñiga (s. XVIII), Cidamón; castillo de Castañares de las Cuevas (s. XII), Viguera; iglesia parroquial de San Miguel (s. XVI), Montalvo en Cameros (San Román de Cameros); iglesia de la Asunción (s. XVI), Luezas, Soto en Cameros; iglesia del Dulce Nombre de María o de Santa María la Blanca (románica, reformada en los siglos XVI a XVIII), Torremuña de Cameros; ermita de Orzales (s. XV-XVI), Orzales (San Vicente de la Sonsierra); monasterio de San Prudencio de Monte Laturce (s. X-XV), Clavijo; iglesia de la Asunción (s. XVI-XVII), Santa María en Cameros; ermita de Santa María de Yerga (s. XII-XIII), Autol; palacio de Inestrillas (s. XVIII), Aguilar del río Alhama; ermita de San Martín de Leza (s. XIII), Leza de río Leza.

«Nuestra función es proteger ese patrimonio en peligro, dándolo a conocer, moviendo a la sociedad civil para que se implique en su defensa y advirtiendo a las autoridades para que cumplan con su obligación. En La Rioja ninguno de los elementos ha salido de la lista desde que entró», apunta Carlos Morenés, vicepresidente ejecutivo de Hispania Nostra.

«Al listado, que está bien, se podrían añadir unos cuantos más de las aldeas abandonadas por toda la región, pero también habría que alertar sobre otros más conocidos como el castillo de Davalillo, en San Asensio, que se está descalzando y si no se hace nada se va a caer ladera abajo», apunta Martínez Glera. Si en algo coinciden todos es en que «el patrimonio de La Rioja es muy rico; sobre todo en la época del XVI fue un período de riqueza en esta zona».

Mantener lo que hay, la clave

Con tal cantidad de patrimonio parece complicada su conservación. «Hay que actuar con urgencia: salvar lo máximo posible, proteger, aunque sea con remedios sencillos. Ya no hablo de recuperar o restaurar porque se va a alegar que no hay fondos ni es el momento, pero al menos mantener las cosas para que no desaparezcan y quede el legado», demanda el historiador.

Y en la misma línea va Federico Soldevilla, presidente de la asociación Amigos de La Rioja. «Recuperar todo sería casi imposible, pero habría que tener claro qué patrimonio tenemos, generando un catálogo de bienes y ver qué se puede hacer en cada uno. Y eso debería recaer en Cultura del Gobierno de La Rioja». Pero no se queda solo en el plano cultural y religioso. «Tampoco se debería descuidar como se está haciendo el mantenimiento del patrimonio industrial y etnográfico y del tradicional o llamado ‘intangible’». Si bien ahí pide implicación de la sociedad: «La crisis de patrimonio es culpa de todos, no siempre es cuestión de sacar rendimiento económico; y cada lugar, empezando por los pueblos, debe cuidarlo».

Denuncias online

En este punto tanto Amigos de La Rioja como el nuevo colectivo Jarcia Riojanista -constituido en julio de 2015 «para trabajar por La Rioja de forma altruista e independiente»- demandan la necesidad de coordinación desde las instituciones. «Crear iniciativas, quizás organizar acciones de recuperación ‘básicas’ con grupos voluntarios, por ejemplo», apunta Soldevilla. «Solicitar fondos en Europa para ello, que los hay; y les pedimos no solo poner dinero, sino otras acciones como generar grupos de trabajo a través de las universidades y de los colectivos…», alienta David Antón, presidente de Jarcia, que precisamente están organizando concursos online, como ‘Mi despoblado es el mejor’, para dar difusión al patrimonio más desconocido y en riesgo.

Pero no son los únicos, porque si algo está propiciando la comunidad online es un fluir de blogs y páginas sobre ello. Sirva como ejemplo el blog de Diego Marraco, ‘Patrimonio olvidado de La Rioja’, que recorre lugares e indica su estado o la página de Facebook ‘Pueblos olvidados y abandonados de la Rioja’ donde se comparan imágenes pasadas y actuales del mismo sitio…

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«No hay descuido ni abandono por parte del Gobierno riojano»

Por alusiones, y porque al final todo los ojos miran hacia la Administración Regional cuando se trata de patrimonio, la Dirección General de Cultura y Turismo responde. «El balance general del patrimonio en La Rioja es muy bueno. Se han hecho inversiones en recuperación, consolidación y mantenimiento muy importantes. En estos últimos 20-25 años se ha dado un giro total a la parte de conservación y hay nuevos proyectos en cartera», subraya el director Eduardo Rodríguez Osés.

En cuanto a la lista roja, de la dio cuenta en comparecencia parlamentaria, Rodríguez Osés señala: «En casi todos los casos se trata de lugares despoblados, de ruinas o de restos. Por lo tanto lo que se puede hacer son trabajos topográficos, que nos aporten información, o intervenciones de consolidación. Además, la restauración en algunos casos implica modificación del elemento, lo que está cuestionado».

Más en detalle, el director general precisa que «no obstante, el Gobierno de La Rioja ha llevado a cabo y subvencionado actuaciones en bienes incluidos en el listado de este colectivo». Aquí se refiere a la ermita de San Martín de Leza, con rehabilitación de la cubierta; en el monasterio de Monte Laturce, en Clavijo, con la ejecución de trabajos topográficos; en Yerga, a través de la solicitud del Ayuntamiento de Autol, con una intervención para recuperar los restos; o a la petición de la Asociación Cultural Sonsierra solicitando intervenir en la ermita de Orzales en San Vicente.

«No hay descuido ni abandono del Gobierno de La Rioja. Este año, por ejemplo, vamos a actuar con 1,25 millones de euros en cubiertas de iglesias y diversas partes del patrimonio; se ha multiplicado por cinco la partida respecto a años anteriores», concluye Rodríguez Osés.

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Fuente: El Correo [http://www.elcorreo.com/larioja/201604/10/patrimonio-muere-silencio-20160409210241.html] // Foto: Patrimonio Olvidado de la Rioja