Fotogalería_: ¡Salvemos Casa Castiello!

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Patrimonio arquitectónico sobre la avenida Vallarta, Guadalajara, Jalisco, México. «Casa Castiello«, Av. Vallarta 1168 esquina Robles Gil, norponiente, proyecto Ing. Alberto Pani, 1912.

Está casa perteneció a Don Carlos Ávalos, posteriormenre el Dr. Ricardo Garibay (le decían el Dr. Penicilina pues fue el primero en traerla a Guadalajara, la vendía en $3,000 pesos! de aquel entonces, su padre tenía una botica por el rumbo de Sn. Juan de Dios, hacia el mismo sus pomadas, entre las mas eficaces «la pomada del soldado» para curar enfermedades venéreas.

También la habitó Fco. Javier Garcia de Quevedo «chorros de oro» quien la vende en $40,000 pesos al Sr. Fco. de la Torre y Ramos, de ascendencia española, se caso con Esperanza Ochoa de Tecalitlán Jalisco, con quien tuvo 8 hijos. La finca se queda con uno de ellos, se dedicaron a la explotación de bosques en la sierra de Tapalpa.// Fuente: Fernando Brizuela.

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#LasPrestadas: Violencia y narco obstaculizan el trabajo de arqueólogos.

Por Reyna Paz Avendaño

Reportaje. Crónica narra algunos de los casos de violencia que han provocado la disminución del trabajo arqueológico en los estados de Durango, Jalisco y Michoacán. No obstante, el trabajo de los investigadores continúa en diversas zonas de conflicto.

En el camino que diario tomaban para ir a su campamento de trabajo apareció un narcomensaje, la nota era una amenaza de muerte con firma de Los Zetas. Era el año de 2010. Fue entonces cuando el arqueólogo José Luis Punzo y su equipo de trabajo apresuraron las investigaciones en San Bernardino de Milpillas, Durango, para proteger un sitio prehispánico con barreras antifiltrantes y cortafuegos. Pero otras comunidades duranguenses con patrimonio arqueológico no tuvieron la misma suerte: el fuego cruzado destruyó la vida local, incluido el campamento de los arqueólogos.

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Una situación similar vivió el año pasado el arqueólogo Eduardo Ladrón de Guevara en Jalisco. Mientras un helicóptero del Ejército era derribado por el Cártel Jalisco Nueva Generación, el investigador tenía la tarea de registrar vestigios prehispánicos en una zona aledaña al incidente, la Sierra de Ameca; sin embargo, por su seguridad, lo transfirieron a otra zona, los Altos de Jalisco, pero ahí la violencia con cara de hombres armados también les impidió hacer su trabajo.

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Ésas son algunas historias que han vivido en los últimos años especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y son testimonios que evidencian cómo la violencia a causa del narcotráfico ha provocado la disminución del trabajo arqueológico en los estados de Durango, Jalisco y Michoacán.

Narcomensajes y pueblos quemados.

El arqueólogo José Luis Punzo llegó a la Sierra Madre Occidental de Durango en 1994 a excavar y registrar ciudades prehispánicas, pero llegó cuando el cultivo de amapola y la extracción de su savia para producir heroína ya era una práctica cotidiana.

“Llegué a la sierra, a la región Mesa de Tlahuitoles, en el invierno de 1994, en ese momento podíamos llegar a cualquier poblado después de las cortesías de rigor y explicar lo que hacíamos. Al ver que éramos unos locos inofensivos buscando cosas viejas se nos invitaba a pasar (a sus casas), a comer y a dormir, estableciéndonos con las familias. Así, pudimos hacer varias temporadas de trabajo al año”, señala el arqueólogo que trabajó en la zona hasta 2012.

De 1994 a 1999 el investigador del INAH comenta que en la sierra se podía vivir con bastante comodidad, hasta que inició la militarización de la región durante los sexenios de Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa.

“La violencia en la zona aumentó en 2007, con la disputa de los cárteles de Sinaloa y Los Zetas, los propios cárteles comenzaron un proceso de militarización de sus integrantes, cambiando las estrategias, formando lo que se ha conocido popularmente en esa región como la mafia nueva. Eso en la sierra ocasionó una fuerte ruptura en el tejido social que funcionaba a través de las relaciones de parentesco a escala regional, eso se trastocó porque ahora la relación era con el cártel con el cual se trabajaba”, platica.

Tal panorama hizo que el equipo de José Luis Punzo implementara nuevas estrategias para el trabajo de campo porque ya no tenían claro con quién debían hablar para desarrollar las excavaciones sin riesgos ni malentendidos.

“En 2007 iniciamos un proyecto de investigación en las Casas en Acantilado de la Cueva del Maguey, zona indígena del estado de Durango, y para iniciar el trabajo fue muy importante contar con el consenso de la comunidad y las autoridades tradicionales ya que la cueva (a estudiar) se encontraba en una zona de cultivo muy fuerte de amapola y mariguana”, recuerda.

Los estudios arquitectónicos, la conservación de vestigios y el registro puntual de materiales en dicho sitio, indica Punzo, se lograron gracias a la fuerte vinculación que establecieron con las autoridades comunitarias de San Bernardino de Milpillas, sin embargo, la investigación terminó abruptamente en 2010.

“En verano de 2009 recibimos una amenaza directa por parte de los grupos de sicarios de la región, Los Zetas. Nos dejaron una nota por la brecha en que transitábamos, amenazándonos de muerte, afortunadamente la comunidad nos arropó, pudimos continuar el trabajo y declaramos junto con la comunidad indígena a San Bernardino de Milpillas Chico como un bosque de alto valor cultural”.

Los arqueólogos además de colocar una cédula institucional que reconoce el valor arqueológico del sitio, trazaron polígonos de protección, hicieron barreras antifiltrantes y barreras cortafuegos. “Pero al subir a la sierra durante la última temporada de trabajo, en el trayecto pudimos ver los primeros pueblos quemados por la guerra entre cárteles”.

En diciembre de 2010, narra el investigador, se quemaron pueblos, entre ellos San Manuel, comunidad donde habían trabajado, entonces “ya no pudimos subir. Tuvimos que suspender el proyecto y no sabemos si nuestro campamento fue saqueado o quemado, ya nunca más regresamos”.

Narcolaboratorios y sembradíos.

“Ante el panorama de violencia surge continuamente una pregunta: ¿cómo cumplir cabalmente y coherentemente el cometido de dar protección al patrimonio arqueológico disperso por la amplia geografía jalisciense?”, comenta la arqueóloga Martha López Mestas, directora del Centro INAH Jalisco y quien afirma que el incremento de violencia en la entidad la ha llevado a replantear medidas de trabajo para asegurar la integridad de los investigadores a su cargo.

“Esta situación ha hecho que nos demos cuenta de que ya no podemos salir tan sencillamente a campo. Muchas de las medidas que hemos implementado son de carácter paliativo, si no es que psicológicas, ya que ante los grupos armados poco se puede hacer y el riesgo de ser levantado o de encontrarse en un tiroteo es latente”, comenta.

Por eso López Mestas se pregunta si en los próximos años los arqueólogos deberán limitarse al trabajo de gabinete y estudio de colecciones, en espera de tiempos mejores.

Para ejemplificar, la responsable del Centro INAH Jalisco realiza un breve recuento de noticias que reportan los medios de comunicación: el Cártel Jalisco Nueva Generación, con el liderazgo de Abigail González Valencia, superó al Cártel de Sinaloa en ganancias netas por el trasiego internacional de narcóticos a Europa y Asia, siendo el cártel mejor conectado con el extranjero, el proveedor número uno de la cocaína para México procedente de Colombia, Ecuador y Perú. También son la principal organización de tráfico de metanfetaminas en Canadá y Europa, al igual que los más grandes traficantes de precursores químicos de Asia y Europa hacia México.

¿Cómo afecta eso a la investigación?, se cuestiona.  “Implica que gran parte de la zona serrana de Jalisco, Colima y parte de Tierra Caliente en Michoacán, se encuentren ocupados por la presencia de narcolaboratorios que procesan clandestinamente los precursores químicos”, responde.

En ese contexto, a mediados de 2012, indica, el proyecto de salvamento arqueológico Macrolibramiento Sur de Guadalajara, tuvo que suspender temporalmente la excavación de un sitio arqueológico en el municipio de Atlacomulco que se encontraba sobre el eje del trazo de la carretera, por encontrarse a escasos 100 metros de narcolaboratorios.

Lo mismo sucedió con los sitios La Boquilla y Las Ánimas en el municipio de Tala, en donde se desmantelaron narcolaboratorios, lo cual dio origen a levantones y asesinatos en los meses de marzo y junio de 2012.

Un caso específico, narra, le sucedió al arqueólogo Eduardo Ladrón de Guevara, quien tuvo que cambiar su zona de trabajo porque acababa de suceder el derribo del helicóptero del Ejército por integrantes del Cártel Jalisco Nueva Generación.

“Sucedió el año pasado, cambié a Eduardo de lugar porque fue entonces cuando tiraron un helicóptero militar, le recomendé que se moviera porque estaba muy preocupada. Lo trasladamos a los Altos de Jalisco, pero tuvo una situación incómoda: se encontró con unos saqueadores que iban armados y que lo invitaron amablemente a que colaborara en el proceso de excavación”, platica la arqueóloga.

Otro problema ligado al narcotráfico es la siembra de amapola y marihuana, actividad común en la Sierra de Ameca que también afecta la conservación del patrimonio cultural.

“Los narcos suelen desmontar varias decenas de hectáreas (de bosque) ocasionando incendios forestales para (que ellos puedan) visualizar a los soldados y, en un momento dado, sembrar. Lo que sucede con esto es que todos los petrograbados ahí localizados se resquebrajan y deterioran”.

¿Cuánto bosque con patrimonio se ha quemado? 

—No lo sabemos, es un problema que están enfrentando las autoridades forestales porque se desmontan para el cultivo ilegal y lo que hemos notado es eso, que realmente el problema de afectación sobre los sitios arqueológicos es muy grande. Con el calor la piedra de los petrograbados se revienta y las áreas pequeñas como unidades habitacionales prehispánicas se arrasan para sembrar amapola o mariguana.

¿Cuántos proyectos arqueológicos se han detenido en Jalisco en los últimos dos años?

—Hemos hecho pocos. Por ejemplo, ahora tenemos el caso de una prospección arqueológica del Parque Eólico Palo Alto en el municipio de Ojuelos, pero nos recomendaron que los arqueólogos tendrían que ir cada día a campo con sus papeles de identificación porque estaba habiendo operativos militares, porque en las mesetas se estaban identificando campamentos de narcotraficantes, en teoría, relacionados con Los Zetas.

“El problema es que si los arqueólogos están en campo, cómo identificar que realmente son arqueólogos. Los estudios de campo se han vuelto riesgosos para ellos”, responde.

¿Ha buscado alguna protección o denuncia legal?

—Cuando hay afectaciones a sitios arqueológicos presentamos la denuncia con quien resulte responsable, pero la decisión de poner una denuncia en términos de violencia pensamos que debemos hacerla pero nos preguntamos si es lo indicado… como delegada tengo que estar consciente de la seguridad de los arqueólogos. Hemos tenidos casos de arqueólogos que han sido amenazados, entonces preferimos resguardar su seguridad.

Autodefensas michoacanas.

Después de que el arqueólogo José Luis Punzo terminó sus investigaciones en Durango, en 2012 le asignaron un proyecto en la cuenca del Río Balsas, región enclavada en la Tierra Caliente de Michoacán.

“Ahí el conflicto nos alcanzó porque con la llegada de Alfredo Castillo y del arresto y sustitución del gobernador, presidentes municipales y de altos funcionarios, surgieron las autodefensas. Nosotros tuvimos muy buena relación con las guardias comunitarias indígenas de Paramuén, donde pudimos hacer buen trabajo de campo con ellos, sin embargo, las autodefensas en la Huacana eran otra cosa, me gustaría aclarar que no todo es lo mismo”, platica.

En 2014 el investigador hizo salvamento arqueológico en el emplazamiento de una presa de riego en Chugüero, Huetamo, en la frontera con Guerrero y una de las zonas más conflictivas del país. “Implementamos las mismas relaciones que habíamos hecho y pudimos trabajar bajo el amparo de las autodefensas de Huetamo, con cortes y restricciones en cuanto a movilidad y horarios de trabajo”.

Fue un año tranquilo porque existía una violencia institucionalizada, es decir, los arqueólogos tenían con quien hablar y de esa forma pudieron trabajar.

“Pero la violencia apareció en la zona tras la disolución de las  autodefensas en 2015, muchas áreas quedaron bajo el control de cárteles locales y nosotros en medio. Gracias a las estrategias de comunidad, pudimos concluir los últimos seis meses del proyecto pero con intimidaciones directas a los arqueólogos. En esa zona registramos 59 sitios arqueológicos”, indica Punzo quien además comenta que a pesar de la violencia, el trabajo de investigación se continúa al igual que la vida de cientos de personas que habitan en localidades consideradas focos rojos de inseguridad.

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Fuente: Crónica.com.mx  [Consultado el 11 de noviembre del 2016] // Fotos: Juan Tonchez. Trabajos de Recorrido de Superficie en Zacatecas, México.

Somos Paisajes. Atlas de Amatitán

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Por Alfonso Suárez Pecero

SOMOS PAISAJES. Atlas de Amatitán (SPADA) ha sido un proyecto de apropiación social del patrimonio cultural de Amatitán, Jalisco, dirigido a estudiantes de la materia Raíces cuturales del Módulo de Preparatoria del municipio. Su objetivo principal fue propiciar entre los jóvenes la valoración de los bienes culturales y naturales de su comunidad, con el fin de alentar su involucramiento y participación en la protección y gestión del mismo.

Para su consecución, los participantes trabajaron en la creación de un discurso patrimonial propio e incluyente, que enriqueciera la imagen comercial que desde hace unos años se ha generado sobre el paisaje agavero. Dicho discurso se formó mediante un proceso de discusión colectiva y de diálogo entre sí y en el interior de su comunidad, así como el desarrollo de un trabajo en red, que les ha llevado a identificar, diagnosticar y registrar los bienes que más le significan.

Las tareas se enmarcaron en un taller teórico y práctico, que constó de sesiones presenciales, asesorías por grupo, salidas y trabajo de campo, uso de las nuevas tecnologías y redes sociales y charlas con especialistas. Su duración fue de cuatro meses, extendiéndose desde octubre del año 2012 a enero de 2013, es decir durante buena parte del semestre 2012-B.

Los resultados (valoraciones, fotografías, dibujos, grabaciones y videos) tendrán dos salidas. En primer lugar, se ha creado una Lotería Fotográfica de 52 cartas, que se presentó inmediatamente después de finalizar el taller. Y en segundo lugar, un portal Web que exponga un atlas del patrimonio cultural y natural de Amatitán, disponible a mediados del año 2013.

Tras su conclusión, el proyecto SPADA ha quedado en manos del profesorado de la preparatoria del municipio, quien podrá replicarlo en las sucesivas generaciones de alumnos, así como seguir formando a los participantes que hayan generado un compromiso de continuidad.

El proyecto SPADA fue auspiciado por la Maestría en Gestión y Desarrollo Cultural, el Sistema de Educación Media y Superior y la Presidencia de Amatitán; fue apoyado por Tequila El Caballito Cerrero, Tequila El Último Agave, Imágenes Latentes y Laboratorios Julio; y contó con la colaboración de numerosos especialistas.

Una ceremonia íntima e inédita en Wirikuta en medio de la lucha para defender lo sagrado.

«Vienen tiempos difíciles» Felipe Bautista

Real de Catorce, San Luis Potosí, 7 de febrero.- Para contar esto quizá haría falta renombrarlo todo, cambiar los nombres de todas las cosas para hacer que el mundo suceda otra vez y ordenarlo de nuevo, igual que lo hacen los wixaritari cuando peregrinan desde sus comunidades en Jalisco, Durango y Nayarit hasta Wirikuta, el sitio donde nació el Sol, en San Luis Potosí, para renovar las velas de la vida. Y sería necesario hacerlo porque lo sucedido entre la noche del lunes y la madrugada del martes en este centro ceremonial representa por muchos motivos un hecho histórico y quizá irrepetible para la nación wixárika, que ayer declaró que todas las comunidades que la integran han dejado de lado sus diferencias políticas para continuar la defensa de este lugar sagrado contra la minera canadiense First Majestic, que ya cuenta con 22 concesiones que abarcan seis mil 326 hectáreas de Wirikuta.

Tras un año de trabajo se determinó la fecha en la que arribarían las autoridades tradicionales y agrarias de todo el pueblo wixárika para iniciar con uno de los que podrían ser los pasos más importantes en la defensa legal contra la empresa minera: realizar un peritaje tradicional en el que sus dioses darían su opinión en el caso. El asunto no es menor, pues cada comunidad determina sus propios tiempos y sitios para la peregrinación.

Para Johannes Neurath, etnólogo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) este peritaje tradicional, como decidieron llamarlo los wixaritari, implica llevar el asunto al terreno donde se debe discutir realmente: el de los derechos humanos. En su opinión, si el pueblo huichol decide presentar la voz de los dioses a los que invocó ayer como prueba en la defensa legal, ésta debería admitirse y tener un peso muy fuerte si se respetan las recientes modificaciones a la Constitución en materia de derechos humanos. “Se les estaría negando su derecho a tener una cultura”, afirma.

El investigador asegura que quienes estuvimos ahí debemos considerarnos afortunados por más de una razón: primero, el haber podido presenciar una ceremonia tan íntima de este pueblo que es sumamente celoso de sus rituales más sagrados. Además –señala– fue una ceremonia única en su tipo, inédita hasta ahora, pues estuvieron presentes la mayoría de las autoridades agrarias y tradicionales de todas las comunidades, por lo que tuvieron que ser creativos para llevar a cabo un rito en el que participaran todos.

“Es una muestra de lo hábiles que son los huicholes en los temas políticos, nunca se han dejado manipular y esta vez lograron consensuar el abrir la ceremonia a los mestizos como una forma de acción, pero no creo que eso signifique que lo vuelvan a hacer”. Es un hecho sin precedentes, asegura.

Lo que dijeron los dioses

Cayó el sol del lunes e inició la ceremonia, la temperatura rondó el cero durante varias horas y el Sol volvió a nacer por el oriente, tras el Cerro del Quemado, cuando la ceremonia aún no concluía. Cerca del mediodía, uno de los maraka’ates, Eusebio de la Cruz González, hizo públicas para los mestizos (o teiwariri) invitados las palabras de los Kaka+yarixi (las deidades de Wirikuta): solicitaron la unidad de todo el pueblo wixárika, se sintieron orgullosos de verlos ahí reunidos y les pidieron continuar así en la defensa de este territorio, que es mucho más que una geografía concreta (“aquí habitan nuestros maestros, el corazón del pueblo wixaritari y del universo, si esto se acaba, moriremos todos”, dice convencido Santos de la Cruz, comisariado de Bienes Comunales de Bancos de San Hipólito, en Durango). Pero los dioses también confesaron estar tristes porque hay quienes intentan sacar el corazón y la sangre de este sitio donde nace el pensamiento y la vida, por lo que demandan su defensa. El abuelo fuego, señaló el mara’akate, se sintió orgulloso de ver a los wixaritari y a los teiwariri unidos por esta causa.

Felipe Bautista Medina, coordinador de jicareros de Santa Catarina, lo explica así. “Le preguntamos al Sol, a la Tierra, al peyote y a los otros dioses qué tienen que decir al respecto y ellos respondieron”. Y para hacer esas preguntas, durante toda la noche los wixaritari cantaron, danzaron azotando la tierra con los pies, tocaron el violín y la guitarrita, hicieron ofrendas a los dioses, sacrificaron una vaquilla para alimentarlos y escucharon lo que tenían que decir.

La oposición, los apoyos y el tiempo que viene

Es cierto que la gente que habita el desierto de San Luis Potosí y en la zona de Wirikuta demanda empleos para sobrevivir, el último año la sequía fue larga y cada vez es más difícil vivir de cultivar la tierra; entonces hay que explotarla, proponen las mineras y bajo el argumento de generar empleos buscan adeptos entre la gente. Así, en el camino que va de Real de Catorce a la zona del Cerro del Quemado (poco más de dos kilómetros) alguien se encargó de colocar mantas en las que se da la bienvenida a los huicholes, a los turistas y a la minería; mensajes conciliadores que no revelan los daños ambientales en la zona natural protegida ni el conflicto cultural que se genera con el pueblo wixárika.

En opinión de muchos peregrinos, esos carteles los colocó la misma minera especialmente para esta ocasión, a sabiendas de que vendrían medios y personas de todo el mundo. Los mismos peregrinos aseguran que la defensa de este sitio no tiene que ver sólo con ellos, sino con todo el mundo y especialmente con los que viven en la región de Wirikuta, pues si se altera el equilibrio del “corazón del universo”, no sólo desaparecerá el pueblo huichol, sino todo lo que existe.

De pronto la explicación abstracta encuentra un sustento concreto: “la gente de aquí está preocupada porque no ha llovido y fue un año muy difícil, por eso en esta peregrinación también venimos pidiendo a los dioses que traigan las lluvias a esta zona, porque nos interesa ayudarles a los que viven aquí”, relata Santos de la Cruz, que ha andado tres días desde Durango para llegar aquí. Y llovió en la región, lluvias atípicas para el mes de febrero tras un año de fuerte sequía, según dicen por estos rumbos.

En las Margaritas, un ejido en el valle de Wirikuta, se negaron a aceptar la presencia de la minera Las Golondrinas, que forma parte del llamado Proyecto Universo, que abarca 350 mil hectáreas, de las cuales más de 59 mil están dentro del área natural protegida de Wirikuta. Un representante de ese poblado estuvo ayer en la ceremonia de los wixaritari para agradecerles su apoyo y mostrar reciprocidad. Pero la pregunta fue directa: ¿cómo pueden ayudarnos ustedes?

Ante el hecho, Santos de la Cruz señaló que ya se trabaja junto con la UNAM y otras organizaciones en propuestas de proyectos productivos y autosustentables para la región, pues además de la minería, la industria agroalimentaria está causando estragos en la zona y señaló puntualmente a la empresa Poca Luz, que tiene en el poblado de Estación Catorce una tomatera de 300 hectáreas y –dijo– bombardea las nubes para evitar la lluvia y que su producto se dañe.

Felipe Bautista es muy claro cuando se le pregunta qué piensa que viene tras la comparecencia de los dioses: “vienen tiempos difíciles”.

Los Insurgentes de Mezcala

Por Totochtli

En esta entrada presentamos una nota periodística que retomamos del diario electrónico «Desinformémonos» [http://desinformemonos.org/], donde la autora nos da cuenta de la situación de conflicto que existe entre la comunidad de Mezcala y a las autoridades federal y estatal, en este caso el INAH y la Secretaría de Turismo del estado de Jalisco, sobre lo que se debe o no hacer con el patrimonio cultural de esta comunidad. Traigo esta noticia (con la libertad de quien no busca más que la difusión de la información) a este blog, como pretexto para retomar la discusión, que en otra entrada comenzamos, acerca de la pertinencia de que las comunidades «originarias» y/o indígenas tomen a su cargo la protección y administración de los bienes culturales, en contra parte a una visión tradicional, donde el Estado es el único rector de las políticas públicas al respecto.

Solo espero que algunos respondan a la provocación y se generen ideas nuevas sobre estos controvertidos temas.

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Con el Bicentenario quieren borrar la historia y lastimar el corazón de nuestro pueblo

La comunidad de Mezcala ha resguardado su historia, su territorio, por más de 500 años. Cada 25 de noviembre recuerda y celebra el triunfo de los Insurgentes de Mezcala, en una fiesta no tiene costo, ni vive de la coyuntura de los festejos del Bicentenario del gobierno actual.

Rocío Moreno

Mezcala, Jalisco. La comunidad indígena coca de Mezcala se localiza en la rivera norte del lago de Chapala, en el estado de Jalisco. Nuestra comunidad cuenta con 3 mil 600 hectáreas de territorio comunal, además de la posesión de la isla de Mezcala. Nosotros decimos que la isla de Mezcala es el corazón de la comunidad, pues es en ella donde han estado las gentes antiguas de nuestro pueblo defendiendo y recordando la historia del pueblo.

La resistencia de los Insurgentes contra las fuerzas realistas, durante la guerra de la Independencia, duró más de cuatro años, de 1812-1816, donde se sostuvieron alrededor de 25 batallas de las cuales sólo en dos se tuvieron pérdidas mayores a las tropas realistas. Esta fue la razón por la que el general realista José de La Cruz estuvo obligado a traer barcos de guerra del puerto de San Blas, quemar las áreas de cultivo cercanas a la ribera del Lago de Chapala para evitar el abastecimiento a los insurrectos, combatir con el mejor armamento, etcétera, pero al no poder derrotar lo que fue el último foco de resistencia a los colonizadores, cedió y propuso a los insurgentes un armisticio que fue firmado el 25 de noviembre de 1816 en la isla de Mezcala, en el que se comprometía a devolver el ganado, las viviendas y semillas para el pueblo de Mezcala.

Esta larga y digna resistencia que han hecho nuestros Insurgentes es la que se recuerda y festeja año con año. Ahora, en la coyuntura del 2010, el gobierno federal, estatal y municipal ha entrado al territorio, pretenden borrar la historia y lastimar el corazón de nuestro pueblo. Dicen que es hora de festejar, sin embargo, nosotros nos preguntamos ¿Qué tienen que festejar ellos?

En el año del 2005 el Instituto Nacional de Antropología e Historia Jalisco, la Secretaria de Cultura y Turismo del estado de Jalisco y el Ayuntamiento de Poncitlan, han intentado privatizar el corazón de nuestro pueblo, la isla de Mezcala, con el pretexto de restaurar algunos edificios que se encuentran en la isla. La mayoría de ellos pertenecen a un periodo posterior al movimiento insurgente, donde se construyó un Fuerte, un presidio para el estado de Jalisco y Michoacán. Estos edificios son más grandes evidentemente que los realizados por los Insurgentes, sin embargo en el proyecto de reconstrucción, los edificios que se privilegiaron fueron los posteriores al movimiento insurgente.

Pero esto no es lo que preocupa a la comunidad de Mezcala, si no todo aquello que han realizado durante los últimos cinco años. La comunidad de Mezcala nunca se opuso a los trabajos de restauración, sin embrago, si se ha visto en la necesidad de señalar las diferentes irregularidades que han realizado, en las que incluso los mismos especialistas del INAH han señalado anomalías como enjarrar los edificios, modificar estructuras, cortar árboles injustificadamente, “borrar” un periodo de la historia, entre otras.

Además de todas estas anomalías técnicas, estas instituciones han sobrepasado a nuestras autoridades tradicionales, como la asamblea general de comuneros, quienes están encargados del cuidado del territorio. En los cinco años que han estado realizando este trabajo, han ignorado a estas autoridades pues consideran que los comuneros son sólo un sector, un grupo de Mezcala, cuando son el gobierno y los encargados del territorio. En el año de 2005, alrededor de 52 familias trabajaban la tierra en la isla de Mezcala, la mayoría de ellos siembra chayote. Estas personas llegaron y tumbaron huertas enteras dejando a familias sin ningún medio de sobrevivencia.

Se quieren justificar con la declaratoria de la isla como patrimonio histórico de la nación, para cuidar los edificios, pero buscaban y buscan despojar a estas familias. El pueblo de Mezcala ha obligado a estas instituciones a comprender que los pescadores, los chayoteros que se encuentran en la isla son los mismos que han resguardado nuestro territorio, nuestra historia.

Otros de sus intentos ha sido el instaurar una caseta de cobro, pero las movilizaciones de nuestro pueblo contra ellos ha dejado bien claro que no se permitirá construir ninguna caseta de cobro, pues la comunidad no busca comercializar su historia. La gente que visita nuestro pueblo, no debe de pagar para conocer nuestra historia. Hemos evidenciado que su festejo es más bien un negocio turístico. Ahora han inventado crear un fideicomiso que se encargue del manejo de la isla, pero nosotros les hemos dicho que la comunidad de Mezcala es el dueño legitimo y por lo tanto no permitirá ni caseta, ni fideicomiso.

La comunidad de Mezcala ha resguardado su historia, su territorio, por más de 500 años. Cada 25 de noviembre recuerda y celebra el triunfo de los insurgentes de Mezcala, esta fiesta no tiene costo, ni vive de la coyuntura de los festejos del bicentenario del gobierno actual. Vuelven a cometer los mismos errores, arbitrariedades que motivaron a la gente antigua a levantarse contra ellos. Los festejos del bicentenario son pues la fiesta de los de arriba, el parche de su miedo e ignorancia, su esperanza para verse necesarios.

Nota de editor: Las fotografías y el texto del artículo, se rigen por los criterios de derechos de autor del diario desinformémonos, están mostrados aquí sin intención de violarlos.