#LasPrestadas: Tragedia y patrimonio cultural

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Por Francisco José Casado Pérez

«Me acostalé costal, y qué manera, digo, de encostalar costales de memoria. Uno nomás encostaliza olvidos, y el recordar que llega, y llega recio».

Max Rojas, El turno del aullante.

La pérdida del patrimonio cultural se expone en un abanico de situaciones, por ejemplo: conflictos accidentales como lo ocurrido el 15 de abril del presente año en Notre Dame, París, Francia a la par del incendio en la mezquita Al-Aqsa[iii], Jerusalén, así como el incendio del Museo Nacional de Brasil, Río de Janeiro, Brasil, el 2 de septiembre de 2018. Conflictos bélicos difundidos en Irak, Siria, Yemen, Afganistán, Ucrania, El Álamo en Estados Unidos o el Puerto de Veracruz, México durante la invasión americana. Conflictos bélicos no difundidos como el caso de Armenia. Conflictos premeditados como la demolición de la Catedral de San Alberto, Immerath, Alemania, la demolición del templo de San Isidro Labrador, Capira, Panamá, la demolición de la Capilla del Santo Cristo, San Pablo del Monte, Tlaxcala, México.

Aristóteles, en su texto Poética, describe la tragedia como “[…] imitación, no de personas, sino de una acción y una vida, y la felicidad y la infelicidad están en acción, y el fin es una acción no una cualidad”.[i] En otras palabras, es la representación de un evento que deja un mensaje, una marca de fuego en la mente y el espíritu de quien escribe, quien relata, representa, pero sobre todo de quien la aprecia, ¿pero de qué sirve en la actualidad?, ¿sigue siendo presente? Sí, porque la tragedia se extiende en múltiples escalas y direcciones, más prolíficamente en algunas situaciones que otras.

La tragedia contemporánea se hace presente a través de una de las visiones más prácticas y sumarias: la pérdida del patrimonio cultural, efecto inherente para la constitución de la civilización a través de la historia en todas las latitudes habitadas por la humanidad, pero que en años recientes ha resonado con mayor fuerza al interior del pasado inmediato gracias a la difusión masiva: la tecnología y la sistematización global, propiciando así una sensible extrañeza emotiva[ii] en la memoria de la población en general. Desde la creación de la Organización de las Naciones para la Educación, la Ciencia y la Cultura (por sus siglas en inglés UNESCO) en 1945 –poco después de ser oficialmente finalizada la Segunda Guerra Mundial– el vínculo global visibilizó el hecho de que la pérdida de los referentes materiales de la cultura representa un atentado a la memoria e identidad de la sociedad que le habita en primer término y, en segundo término, de la población mundial en general.

La pérdida del patrimonio cultural se expone en un abanico de situaciones, por ejemplo: conflictos accidentales como lo ocurrido el 15 de abril del presente año en Notre Dame, París, Francia a la par del incendio en la mezquita Al-Aqsa[iii], Jerusalén, así como el incendio del Museo Nacional de Brasil, Río de Janeiro, Brasil, el 2 de septiembre de 2018. Conflictos bélicos difundidos en Irak, Siria, Yemen, Afganistán, Ucrania, El Álamo en Estados Unidos o el Puerto de Veracruz, México durante la invasión americana. Conflictos bélicos no difundidos como el caso de Armenia. Conflictos premeditados como la demolición de la Catedral de San Alberto, Immerath, Alemania, la demolición del templo de San Isidro Labrador, Capira, Panamá, la demolición de la Capilla del Santo Cristo, San Pablo del Monte, Tlaxcala, México. Otros tipos de patrimonio cultural como el natural (Manglar Tajamar, Quintana Roo, México; la continua deforestación del Amazonas, los efectos de la radiación nuclear en Chernóbil, Rusia y Fukushima, Japón; la extinción de especies animales), no olvidemos también lo inmaterial entre la pérdida de lenguas originarias, técnicas y manufacturas (textil, arquitectura, culinaria, médica…) y un largo etcétera que englobe toda tipología en la interminable lista no sólo referente al pasado inmediato, sino también al más lejano.

Todas sin excepción alguna son tragedias; sin embargo, al retomar a Aristóteles emerge el problema crítico: “Así pues [los personajes], no actúan para imitar caracteres, sino que revisten los caracteres a causa de las acciones. De suerte que los hechos y la fábula son el fin de la tragedia, y el fin es lo principal en todo”.[iv] La reciente situación en Río de Janeiro, Jerusalén y París ha despertado choques de opinión sobre las relevancias simbólicas percibidas por las personas (propias y ajenas) a estos casos debido a la mención de hechos ocurridos dentro del pasado lejano traídos al presente (inserte aquí la visión de Piotr Kropotkin), circunstancias políticas con especial atención a los términos económicos, así como también las políticas planteadas por otras situaciones que también apremian atención: el calentamiento global, la contaminación y nuevamente un largo etcétera que englobe toda temática del sistema neoliberal o postneoliberal, como guste llamársele; el principio fue la visión globalizadora que en su momento planteó la igualdad humana.

A lo mencionado cabría contrastarle con la visión de Gabriel Marcel: “identidad no quiere decir unidad; o más bien, suponiendo que en efecto se estuviera produciendo una unificación, se trataría de una unificación por reducción, por pérdida de diferencias que, al principio, conferían a esos seres su singularidad, su valor”.[v] En otras palabras, decretar la unidad, la semejanza entre los individuos no va con razón de la réplica, de la producción masiva, sino de una equidad en razón de las particularidades y características en cada grupo alrededor del mundo. Motivo previsto en la proclamación de UNESCO con la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial (1972) al hacerlo con pleno el respeto de la soberanía de los Estados parte, sin perjudicar los derechos reales de su legislación sobre el tema[vi] de patrimonio, con énfasis en los bienes declarados patrimonio de la humanidad. Esto dicta que tanto el Estado afectado, como la comunidad internacional propiciarán la posibilidad de protección, pero muchos de los efectos mencionados son poco factibles de ejercer debido a un sinfín de circunstancias, especialmente, lo referido por Raymond Williams[vii]:

En una sociedad como un todo, y en todas sus actividades particulares, la tradición cultural puede ser vista como una continua selección y re-selección de ancestros. Líneas particulares serán dibujadas, por tanto tiempo como un siglo y de pronto, con alguna nueva fase en crecimiento, tal línea será debilitada o cancelada donde se dibujarán nuevas líneas.[viii]

Es inminente hecho de que la humanidad cambia sus valores así como los elementos donde radican etéreamente para la percepción de la sociedad actual, sucede en cada momento; sin embargo, ¿qué sucede al preguntarse sobra las próximas generaciones?, ¿cómo esperamos trascender nuestro propio presente? El discurso de proyección a largo plazo parece siempre estar tambaleándose como si estuvieran dando pasos en la arena. Debemos tomar una decisión, siendo no solo porque Aristóteles cierre con ello en su intervención sobre la tragedia:

Carácter es aquello que manifiesta la decisión, es decir, qué cosas, en las situaciones en que no está claro, uno prefiere o evita; o por eso no tienen carácter los razonamiento en que no hay absolutamente nada que prefiera o evite el que habla. Hay pensamiento, en cambio, en los que demuestran que algo es o no es, o en general manifiestan algo.[ix]

Lo mencionado por Williams, Marcel y Aristóteles se engloban en ver que la tragedia es un hecho propio de la vida, así como de la dialéctica[x]. Todo objeto o situación está sujeto de sufrir cambios propios o ajenos, hechos que serán –y deben– ser discutidos porque la división de opiniones funciona durante la zozobra[xi], se hace una cierta catarsis; no obstante, en otros casos parece repetirse el escenario donde a lo lejos, como un espejismo, nos espera la tan ansiada síntesis, dejando que la trascendencia, el mensaje de la tragedia, se mitifique y disuelva entre historias sin poder lograr actuar y en el caso del patrimonio cultural ocurre en todas sus expresiones: tangible e intangible, propio, local, municipal, estatal, nacional y mundial, principalmente, porque no se logra una profunda identificación con este.

En el caso del patrimonio edificado, la forma de construcción supedita la percepción de los valores en la materialidad, por lo que la actual factibilidad de intervención de la tragedia se ciñe a la magnitud del trabajo, tiempo y sobre todo: el presupuesto, ahí se encuentra el pero más crítico del asunto porque lo estético pasa a un segundo lugar debido a que cada restauración, conservación y reconstrucción busca lograr que el objeto se aprecie lo más próximo a lo original, pero ante la falta de artesanos que guíen el proceso se abre la posibilidad de integrar nuevos sistemas que puedan acoplarse, obviamente, respetando la integridad de este. Es la búsqueda de mantenerlo presente tal como ha sido heredado por distintas generaciones, propias o ajenas al sitio del objeto y de este su autenticidad es una característica muy difícil de desdibujar; ¿la pérdida de una extremidad limita la definición del ser de una persona, de quién es, o si cambia de camisa o de corte de cabello? No, la autenticidad es una imagen y concepto que se construye a través del tiempo, se arraiga en la memoria a partir de su forma y función, pero aunque tampoco esté exenta de cambiar también con el tiempo, con el olvido: el consenso entre lo exacto y lo práctico va sobre dicha pauta.

En consecuencia, las actividades de restauración que se avecinan, no intentan decir que será una nueva Notre Dame, un nuevo templo o convento afectado por el s192017, un nuevo Museo de Mosul, Palmira, Hatra; un nuevo Museo Nacional de Brasil, sino que siguen siendo los mismos que la humanidad habrá de recuperar de la catástrofe. Continúan presentes o ausentes brindándole a la memoria elementos para contar la historia desde distintos bandos: nuestro vínculo con las cicatrices del patrimonio sucede a modo del propio reflejo de la humanidad, de sus logros y de sus lapsos oscuros. No obstante, habría de agregar que las próximas intervenciones –y queda en responsabilidad de todos exigirlas– deberán contar y considerar las vicisitudes consideradas sobre los riesgos y las previsiones necesarias para prolongar su presencia con el fin de que la apropiación social llegue a niveles de consciencia en todos los estratos posibles: pertenecemos de una u otra forma a unos y a otros, hoy y en el futuro.

Sobre la memoria, el poeta Max Rojas considera uno de sus atributos más crudos: Uno nomás encostaliza olvidos, / y el recordar que llega, y llega recio. El recordar las marcas de fuego que dejó una tragedia es un encuentro drástico, determinante hasta cierto grado ¿Hacia dónde nos dirigiremos desde ahora?, ¿quiénes seremos después de lo ocurrido? Son algunas de las vertientes que se asoman en la oscuridad, letreros que en ningún instante deberán de considerarse como fatalidades, sino pasos en el proceso de duelo: ciclo que debe recorrerse, aunque en ocasiones parece nos rehusamos enfrentar; sin embargo, en los últimos años, poco a poco la paulatina infiltración de la consciencia humanista en distintos rubros se ha hecho notoria debido a que la percepción del presente, el pasado y el futuro se va haciendo cada vez más amplia con nuevas y viejas dudas por resolver, entre las cuales, la tragedia del patrimonio cultural puede arrojar luz porque no implica exclusivamente una discusión de medios y formas de valores subjetivos, invita a la búsqueda de abrazar la tragedia humana, aceptar la imperfección de su esencia para alcanzar la cumbre, establecerse y prepararse para la eventual decadencia en un ciclo que se ha venido repitiendo en la naturaleza, de igual modo en la humanidad al darse cuenta de su propia humanidad.

Foto: Philippe Wojazer, RFI/Reuters, 2019

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Fuentes consultadas

ARISTÓTELES, Aristóteles II: Física – Acerca del alma – Poética. Madrid, España: RBA COLECCIONABLES, S.A. 2014.

ROJAS, Max, El turno del aullante y otros poemas. México: Trilce ediciones. 1997.

MARCEL, Gabriel. Los hombres contra lo humano. España: Caparrós Editores, S.L. 2001.

WILLIAMS, Raymond, The long revolution. Great Britain: Pelican Books. 1965.


[i] Aristóteles, 2014: 403.

[ii] Williams (1965: 80) menciona que en análisis de la cultura se parte de dos conceptos concretos, el “carácter social” y la “estructura emotiva”, siendo la primera asumida por la conciencia de clase de los individuos y la segunda por “…el grupo productivo dominante. Sin embargo, en este nivel, se diferencia de cualquier personaje social distinguible porque este, debe lidiar no solo con las ideas públicas sino con sus omisiones y consecuencias, como han sido vividas”. Traducción del autor. “[…] the structure of feeling corresponds to the dominant social character, but it is also an expression of the interaction described. Again, howevcr, the structure of feeling is not uniform throughout the society; it is primarily evident in the dominant productive group. At this level, however, it is different from any of the distinguishable social characters, for it has to deal not only with the public ideals but with their omissions and consequences, as lived”.

[iii] Nodo crítico de los embates islámicos y judíos por compartir su periferia con el Muro de las Lamentaciones.

[iv] Aristóteles, 2014: 404.

[v] Marcel, 2001: 127.

[vi] Artículo 6, apartados 1 y 2 de la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial,UNESCO.Fuente: https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000114044_spa.page=139

[vii] 1921-1988. Intelectual galés miembro del Círculo de Birmingham donde se enfocó a desarrollar un marxismo de la subjetividad en el desarrollo de una historia cultural.

[viii] Williams, 1965: 69. Traducción del autor. “In a society as a whole, and in all its particular activities, the cultural tradition can be seen as a continual selection and re-selection of ancestors. Particular lines will be drawn, often for as long as a century, and the suddently with some new stage in growth this will be cancelled or weakened, and new lines drawn”.

[ix] Aristóteles, 2014: 404.

[x] Teoría y técnica de discusión, diálogo y ordenamiento de ideas, compuesta por dos elementos contrarios: tesis y antítesis, de cuya confrontación se obtiene la resolución del tema: síntesis.

[xi] Sensación de desorientación, desesperanza.

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Fuente: Centro Mexicano de Análisis de la Política Internacional (CEMAPI) / link aquí

DE LA CASA #75: NADA EN EL MUNDO VIVE SIN RAÍCES / AA.

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Nada en el mundo vive sin raíces, ninguna cosa impuesta por la violencia será duradera. La violencia lleva implícita en sí misma la debilidad. (Paul Valéry)

Por Artesano del Arte

“La palabra “desarraigo”, que Simone Weil analiza en su última obra, L’enracinement (El arraigamiento o como recientemente se ha traducido, echar raíces, es rica en contenidos poéticos: nada en el mundo vive sin raíces.

Los seres humanos, al igual que las plantas y los animales, necesitamos de un suelo nutricio para vivir.

Sin él, es decir, desarraigados, nos marchitamos, nos corrompemos y morimos.

El mundo humano estaba arraigado en suelos que, preservados por generaciones, daban alimento, rostro y sentido a las comunidades.

En esos sitios, al igual que un saco de maíz o de trigo eran respetados no por su valor, sino porque eran el alimento de sus miembros, la familia, las costumbres, los mitos, los usos y sus construcciones, se respetaban y conservaban como el alimento de sus almas.

Por la duración de esos mundos, llenos de significado, la comunidad entraba en el porvenir.

Los suelos, creados y conservados por los ancestros muertos y las generaciones presentes, no sólo contenían el alimento para las almas de los vivos, sino el alimento de seres que no habían nacido y que vendrían al mundo en siglos venideros.

La duración de esos mundos “constituía –escribe Weil– el único órgano de conservación de los tesoros espirituales amasados por los muertos, el único órgano de transmisión mediante el cual los muertos podían hablarle a los vivos, y la única cosa terrestre que tenía un vínculo directo con el destino eterno del hombre”.

La revolución industrial, el pensamiento ilustrado y más tarde los economistas burgueses, al fundar todo en la noción de valor como el camino hacia el bienestar, destruyeron los suelos y sus universos éticos para reducirlos a recurso.

El valor no sólo invadió todo y creó una relación utilitaria y especulativa con el mundo, sino que convirtió al hombre en un desarraigado.

Mientras en los mundos con suelo había una imagen que alimentaba al cuerpo y al alma, en el mundo del valor no hay imagen.

El sentido ya no reside en las obras del pasado que se conservan abiertas al devenir, sino en el progreso, es decir, en un proceso que sin cesar niega el pasado y el presente y transforma todo en producción y consumo.

El suelo, que otrora estaba poblado de alimento para el cuerpo y el alma, se pobló paulatinamente de valores cuyas presencias no representan ni dicen nada.

Señala Octavio Paz, “eran representaciones del mundo”; las chozas de bajareque, de adobe, de piedra y las maneras de habitarlas, eran, señala Ivan Illich, centros de hospitalidad, formas de habitar, de estar, de preservar y de moldear un mundo en relación con el suelo en el que se nació, en el que se echaron raíces; las maneras de producir alimento y objetos correspondían a herramientas moldeadas específicamente para esos suelos específicos.

Todo, en ese orden, tenía una relación de raíz que conservaba vivos ciertos tesoros del pasado abiertos al porvenir y permitía a un ser humano, por intermediación de medios de los que formaba parte, recibir casi la totalidad de su vida alimentaria, moral, intelectual y espiritual.

Por el contrario, nuestros monumentos, nuestras viviendas, nuestros sistemas carreteros, nuestras fábricas, nuestros tractores y fertilizantes, nuestros aparatos, nuestras producciones y nuestro dinero, no dicen ni preservan nada.

“Son –dice Paz– funciones, no significaciones”; son centros de transformación de todo que al generar valores de producción y de consumo nos desarraigan y nos vuelven seres marchitos que tratan de buscar su sustento en cualquier sitio y a costa de lo que sea-

Extraviados en un universo no de significados, sino de funciones para el consumo, los hombres nos explotamos, nos traicionamos, nos destruimos y perdemos cualquier sentido del suelo, es decir, de la ética, de la preservación, de la solidaridad y de la vida buena.

El desarraigo – eso que el dinero hace en nombre del desarrollo al ir ocupando territorios y alejando a la gente de lo que constituye su alma: los tesoros de su pasado que se preservan en la memoria de su hacer y de sus relaciones– es el signo del mundo moderno.

Al destruir, como lo señalaba Simone Weil, las raíces, reemplazando todos los ámbitos de la vida humana por el deseo de poseer, sólo queda lo que somos: ese ser atroz que nos representa, al que el sueño de la burguesía y la izquierda quiere reducir el mundo rural, indígena y cualquier otro mundo que no se le parezca; esa mentalidad que hace de la mentira, de lo inmoral, del abuso, el signo de nuestro racismo y, cuando logra legitimarse, el signo del prestigio y de la grandeza.

¿Cómo, sin volver al pasado, pero mirándonos en él, rehacer un suelo que nos permita de nuevo enraizarnos?

Me parece que responder a esta pregunta es la tarea más urgente que tenemos los hombres en medio de un mundo que, poblado de valores, nos ha llevado a la peor de las sequías.” (Texto de Javier Sicilia)

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Foto: «Tlacolulokos» Autora: Sara Vargas (cc).

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DE LA CASA #39: ENTRE GLOBOS Y PAYASOS / MMV.

num39

Por Marlen Mendoza

Me he tomado un buen tiempo para reflexionar y airar un poco el tema del nuevo AICM, que su construcción ya es un hecho. Hace unas semanas leí horrorizada la noticia sobre un “concurso”, que fue muy por debajo de la mesa tanto su convocatoria, bases, desarrollo y deliberación; sino que pocos estábamos enterados que ese proceso se estaba llevando a cabo.

No es un secreto que éste tipo de concesiones, pactos, favores o como queramos llamarle, son en gran medida una maraña, dónde es imposible vislumbrar la hebra principal, no tenemos la más remota idea de qué es lo que está pasando realmente y de pronto algo me dice que es más sano (mentalmente) no saberlo, ya de por sí la fe en la humanidad anda un poco famélica en estos días y todavía “echarle limón a la herida” aumentaría significativamente el índice de suicidios, cambios de nombre o desheredes al por mayor.

Mucho se escribió, hablo y despotricó ante el anuncio de los “ganadores” del “concurso”, mientras en el marco de su segundo informe Peña Nieto, hizo alarde del despunte económico y social, entre otros beneficios que nos traerá la edificación de una estructura de tal monumentalidad, de pronto me recordó a ese comercial del hongo michoacano… quizás la estructura esté alterada genéticamente y contenga un poco de este maravilloso y revolucionario producto, perdón, regalo de la naturaleza (el hongo). En fin, ya sabemos que el contrato fue concedido al Británico Norman Foster, ganador del premio Pritzker (1999) conocido coloquialmente como “el Nobel de la arquitectura”, en asociación con el yerno de Carlos Slim, a.ka Fernando Romero -¿o era al revés?- reconocido como esposo de Soumaya Slim y todos los beneficios que esto le provee por obras como el museo Soumaya, el nuevo acuario Inbursa, plaza Carso y plaza Mariana.

Con los elementos anteriores no es una idea descabellada que por nuestras cabezas crucen ideas conspiracionistas y casi apocalípticas en torno a todo éste turbio proceso. Lo preocupante, dejando de lado el lodazal circundante al proceso de selección del proyecto, es cuestionarnos si realmente era necesario un nuevo aeropuerto, entiendo genuinamente la inquietud por reformar la Ciudad de México y catapultarla para llevarla a un nuevo nivel, uno cosmopolita, sofisticado y de primer mundo, el problema nuevamente es que de buenas intenciones no logramos absolutamente nada.

Comenzando por que no somos (y aunque duela) un país de primer mundo, tenemos demasiadas carencias, tanto sociales, culturales, educacionales y un largo etcétera; en segundo lugar, considero que hay necesidades urgentes que en la ciudad, que son prioridad atender porque merman sustancialmente la calidad de vida de los capitalinos. Lamentablemente vivimos en una ciudad fragmentada, podemos pasar de una colonia con una infraestructura envidiable (Polanco, Lomas de Virreyes, Jardines del Pedregal) y tras avanzar unos kilómetros toparnos con un cinturón de miseria que no cuenta con drenaje, alumbrado público o agua potable ¿realmente necesitamos invertir 120 000 millones de pesos, en un nuevo, ostentoso y absurdo aeropuerto?

Si la mancuerna Foster-Romero, fue preponderante ante los equipos Norten-SOM, Hadid-Serrano, Rogers-Legorreta, Sordo Madaleno- Gómez Pimienta, es harina de otro costal y requiere de un profundo análisis comparativo.

Otro punto es el terreno, porque en arquitectura hay factores que no podemos pasar por alto (sí y solo sí, tenemos la mínima intención de hacer algo responsable) y el más importante es el suelo donde se va a construir, sabemos de sobra que hay cientos de trucos y artimañas para sortear inclemencias como: el clima, la mala iluminación y ventilación, vialidades de difícil acceso, entre otras; pero el suelo donde se ha de desplantar un edificio es cosa de mucho cuidado, en éste caso y haciendo un flashback a mis clases de construcción de la universidad, sabemos que la Ciudad de México cuenta con los tres tipos de suelo: lomerío, de transición y lacustre, éste último es la peor de las cartas al momento de recibir los resultados de una mecánica de suelos, ya que son suelos arcillosos, limosos y con altos contenidos de materia orgánica y sales, por todo lo anterior exige de un sistema de cimentación costoso y complejo para sortearlo decorosamente. Considerando: lo que coloquemos sobre un suelo de éste tipo, irremediablemente se va a hundir. Adivinen ahora, qué tipo de suelo es el del terreno para el nuevo aeropuerto.

A lo anterior, cabría aunarle el diseño, y aquí voy a citar al secretario de comunicaciones y transportes Gerardo Ruíz Esparza en su descripción: “moderno, vanguardista, que expresa gran dosis de simbolismo mexicano y que será sin duda referente a nivel mundial y una gran puerta de entrada a nuestro querido país”, quizás el señor secretario vio algún otro proyecto no dudo bajo ninguna circunstancia que esté bien resuelto, ni que vaya a ser impactante, pero lamentablemente yo no me siento identificada con él me da la impresión de que ya vi algo parecido (aeropuerto de Beijing), no encuentro los simbolismos, a mi gusto, un pobre ejercicio de concepto, dónde tras un esquema que Foster ha ido perfeccionando con los años (no por nada es quién es) buscaron meterle con calzador, rasgos y líneas que justifiquen la forma. Salieron ya una buena cantidad de parodias y burlas con respecto al despliegue de high design, tampoco es desconocido que Romero tiene la costumbre de adjudicarle a sus obras conceptos que me recuerdan a mis clases de proyectos en primer semestre. Cuando menos, en apariencia, va a ser acreedor a la certificación LEED (algo es algo).

En resumen, los componentes significativos son: la factibilidad de éxito en la culminación del proyecto, pues tenemos como inconveniente el suelo y los involucrados en la construcción (recordemos la Línea 12); el elevado costo que implica la complejidad de la obra y sus requerimientos específicos para librar los problemas de suelo; construir un nuevo aeropuerto que llevará aproximadamente 10 años, cuando la T2 es relativamente nueva; y todo aquello que implica el manejo de tanto dinero del erario público, la transparencia va a ser fundamental, y considerando que todo el proceso fue bastante nebuloso, no auguro busquen seguir una línea limpia; saber que harán con el terreno del actual aeropuerto y ese será otro tema, así como el equipamiento e infraestructura para las colonias colindantes del nuevo y viejo aeropuerto. Y ya como temor personal, ¿bautizarán el aeropuerto? En una de esas podría llamarse: “Aeropuerto Soumaya en Carsoland”.

Nuevamente nos encontramos frente a decisiones arbitrarias que afectarán a los que menos deberían: la ciudadanía. Por un momento me recuerda cuando en “La Historia sin Fin” Ártax, el caballo blanco de Atreyu, cae en el pantano de la tristeza, se hunde lentamente y muere.

¿Qué será de nuestra “Águila levantando el vuelo”, entre nopales y serpientes?

La liga al proyecto: ​http://youtu.be/jwsJnNd__1I

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DE LA CASA #35: COSAS QUE NO… COSAS QUE TAMPOCO: BREVE LISTADO DE IDEAS ERRÓNEAS SOBRE LA ARQUEOLOGÍA / HAQP.

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Por Adolfo Quintanar

Es casi imposible evitar escuchar la palabra “Arqueología” y no asociarlos con algunas cosas como lo son: personajes de películas que portan látigos y sombreros de cuero, así como grandes perdidos tesoros que se encuentran en la espesura de la selva negra y que son custodiados por bravas tribus de nativos. Bien, la cultura popular nos ha pintado el quehacer arqueológico atribuyéndole unos colores que nada tienen que ver con la percepción objetiva y científica que la ocupa. Es cierto que la noción romántica nos remite hacia lo exótico de los paisajes egipcios, donde ocultos sarcófagos guardan maldiciones mortales para los incautos, pero es necesario advertir que todas estas percepciones no sólo son erróneas, si no que pueden resultar contraproducentes e incluso peligrosas para la realización del estudio del ser humano a través de los vestigios.

A continuación, hemos de mostrar algunas visualizaciones o asociaciones erróneas de la arqueología que todos debemos conocer antes de adentrarnos a las atrayentes aguas del mar de ideas que configuran la ciencia arqueológica.

1.- La arqueología no estudia piedras. Las obras talladas conforman sólo una mínima parte de todo el corpus material del que la arqueología se ocupa. No olvidemos que el objeto de estudio es el ser humano, no los minerales donde tallaron formas de animales, dioses… e incluso genitales.

2.- Arqueología no es buscar tesoros. El estudio arqueológico tiene una metodología. No buscamos el eslabón perdido ni la piedra filosofal.

3.- La arqueología no es lo mismo que tu opinión sobre las obras que fabricaron los humanos que habitaron antes que tú. El estudio científico es objetivo, No está basado en prejuicios u opiniones sentimentales. Hay un largo trecho entre decir: La fabricación de cabezas colosales es aún una interrogante para los estudiosos, y : Yo creo que esta cabeza olmeca la hicieron seres alienígenas porque un vagabundo me lo dijo.

4.- La arqueología no es una ciencia exacta. Todos los días surgen nuevas interrogantes y debates sobre las investigaciones del gremio. En esta comunidad no hay una verdad que dure más de 10 años.

5.- La arqueología no es religión. Las sociedades antiguas tuvieron sus sistemas de creencias propios y compartidos, y es muy válido que te sientas identificado con alguno de ellos. Pero no hay que confundir, la ciencia necesita postulados basados en la lógica, la coherencia y sistematización, Lo que menos queremos es que salgan herederos o hijos de Quetzalcóatl que crean que pueden interpretar un contexto arqueológico basado en danzas en el zócalo o en algún ritual peyotero dedicado a:_______Anote la deidad de su preferencia________. Puedes creer en Alá, Buda, Maradonna, Dios Eolo o en la Diosa de la Cumbia mientras esto no afecte tu juicio y ética profesional.

6.- Arqueología no es lo que TÚ pienses que es la arqueología. Desgraciadamente a veces caemos en la egolatría de pensar que tenemos razón en todo lo que pensamos. Esto puede llevarnos a una idea equivocada. La definición de arqueología aún está a debate, pero tradicionalmente se define como la ciencia o disciplina que estudia al ser humano, su forma de relacionarse, su economía, sus expresiones artísticas, símbolos, política etc.. a través de los vestigios materiales. Esto es diferente a pensar que la arqueología estudia “ruinas”, “Tesoros” o en el más exótico de los casos “A nuestras gloriosas culturas indígenas”.

7.-Arqueología no es fanatismo. Existe una línea bastante delgada entre sentirse identificado con las culturas que habitaron tu lugar de origen y el sentirse poseedor de las grandes verdades que sólo conocían nuestros antepasados indígenas. Así mismo es aberrante pensarse con la obligación de vengar las almas de los guerreros caídos en Tenochtitlan. (En el caso de México) por el simple hecho de que “nuestra cultura sería más avanzada si los europeos no hubieran llegado”. (¿Nuestra cultura? ¿Estábamos ahí?, ¿Nuestros antepasados? ¿Mi tatarabuela peleó contra Cortés?). Como debería de ser obvio, estudiamos hechos que ya sucedieron y no hay razón para precipitar la objetividad y dejarse llevar por ideas vengativas o nacionalistas extremas.

8.- Arqueología no es identidad ni nacionalidad. No importa tu lugar de origen, si a ti te place puedes estudiar arqueológicamente la cultura que más te guste. Eso no te hará un “malinchista” o un “vendepatrias”. De hecho es necesaria esa abertura para ampliar el panorama de investigación. Tú decides con qué o quienes identificarte, eso es independiente a la hora de ejercer, sin embargo, tu identidad no tiene por qué influir en tus juicios o interpretaciones profesionales.

9.- Arqueología es algo bastante complejo y gratificante… debemos seguir compartiéndola, admirándola y viviéndola. Pero recordemos que es una disciplina científica, por lo tanto hay que mantener un pensamiento coherente, objetivo y lógico para seguir construyéndola día con día.

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ArKeopatías opera bajo una licencia Creative Commons, Atribución-NoComercial 2.5 México, por lo que agradecemos citar la fuente de este artículo como: Proyecto ArKeopatías./ “Textos de la casa #35″. México 2014. https://arkeopatias.wordpress.com/ en línea (fecha de consulta).

Foto: «Conclusiones»; Autor: Adolfo Quintanar Pérez; Modelo: Alondra Quintanar Pérez./

DE LA CASA #33: EL MARCHANTE GOURMET / MMV.

num33Por Marlen Mendoza

(…) y desde que llegamos a la gran plaza, que se dice Tatelulcu, como no habíamos visto tal cosa, quedamos admirados de la multitud de gente y mercaderías que en ella había y del gran concierto y regimiento que en todo tenían… cada género de mercaderes estaban por sí y tenían situados y señalados sus asientos.

-Bernal Díaz del Castillo

Mercado de Tlatelolco, Diego Rivera 1942

Mural: Mercado de Tlatelolco, Diego Rivera, 1942.

Cuando decidí el tema para mi siguiente entrega, estaba convencida que sería sobre el “hit” del momento, en cuanto a lugares “in” para dar el “rol” por la ciudad se trata, esos que aparecen en las revistas, especializadas en reseñar el abanico de posibilidades que nos ofrece la capital del país; y que mejor que hacer referente a una de las colonias con una fuerte presencia en la Ciudad de México: La Colonia Roma.

Nace de los potreros de la antigua “Hacienda de la Romita”, para posteriormente ser fraccionada a principios del siglo XX; fue diseñada con bulevares y amplios camellones, seccionada en extensos terrenos que permitieron trasplantar la idea anglosajona del chalet con mansardas, lucarnas y chimenea, circundado por un generoso jardín, a la inversa del modelo de construcción tradicional español. Fue concebido en sus inicios como un barrio para la élite capitalina; posterior al terremoto de 1985, un importante porcentaje de inmuebles desaparece y otros más presentan severos daños. Es así como baja la plusvalía de la zona y es ocupada por la clase social media y baja, en su mayoría comerciantes, que abren pequeños locales como barberías, misceláneas, panaderías y demás ultramarinos, creando así, una red vecinal sustanciosa que se fue consolidando en los años posteriores. Podemos encontrar un retrato muy acertado de cómo funcionaba la colonia en el libro de José Emilio Pacheco “Las Batallas en el desierto” enmarcando el contexto político y social durante el año de 1948.

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Colonia Roma. Fuente: http://www.ciudadanosenred.com.mx

No es una novedad que de unos años hasta la fecha, la colonia Roma ha estado en un proceso de auge, tanto inmobiliario como la revitalización de su infraestructura, se ha convertido en un atractivo foco de inversión y una excelente opción para vivir, ahora alberga a una población económicamente activa y de rangos de edad fluctuantes, sus gustos van enfocados hacia un comercio diferente al que contaba la zona; es propensa al cambio: una circunstancia generalizada en la ciudad, nada permanece estático.

Cobijado por la colonia Roma, se ubicaba en Querétaro 225 el prestigioso bar de rumba y música tropical: “El Gran León”, vástago del “Bar León” (con locación en el centro histórico) cuyo dueño era Pepe Arévalo; lugar conocido bajo la premisa de “La Rumba es Cultura”, albergaba noche a noche música en vivo, frecuentado por personalidades como Carlos Monsivaís, Gonzalo Celorio, Arturo Ripstein y el “Tigre” Azcárraga, entre otros. Operó durante 30 años, lugar de apabullante historia sirvió como locación en cintas como: “El mil usos”,”Hotel” y “Las glorias del gran Púas”.

Google Street View, 2011

 Bar «El Gran León». Fuente: Google Street View, 2011.

Se me ocurriría pensar que un inmueble que es un referente social y urbano, dentro en una colonia con una importante carga histórica, estaría protegido y no pienso que la manera de proteger un inmueble sea mediante la conservación extrema (ponerle un domo de plástico encima), ni tampoco trato de compararlo con la aportación plástica de la Ciudad Universitaria o el Polyfórum Cultural Siqueiros, pero es en definitiva parte de la identidad de un barrio y de quiénes interactúan con él.

Estoy a favor de la rehabilitación urbana, incentivar el aumento de la plusvalía de zonas que están decayendo y considero imperante poner los ojos en edificaciones “olvidadas”, para posteriormente intervenirlas y darles un nuevo aire; sin embargo requiere que estas intervenciones se realicen acompañadas de un profundo sentido de conciencia, análisis y respeto.

El proyecto del “Mercado Roma” por el despacho Rojkind Arquitectos, lamentablemente no es un ejemplo de esta conciencia espacial. He leído una buena cantidad de reseñas, críticas, comentarios y entrevistas, en las cuales hacen alarde del despunte económico y social que implica un proyecto como éste, haciendo énfasis en la calidad y lo minucioso de su diseño interior, de mobiliario y “branding” (que eso no está a discusión) así como de la selecta lista de colaboradores en la composición de la oferta gastronómica del lugar. Es efectivamente un planteamiento fresco, con un esquema inexplorado en el país y que ofrece una experiencia cautivadora.

Victoria Zamora

Mercado Roma. Fotografía: Victoria Zamora.

Sin embargo dista mucho de lo que debió ser: un sitio de convergencia que preservara su identidad y funcione simultáneamente de parteaguas para nuevas prácticas, en sinergia con la atmósfera que se ha moldeado con el paso de los años y la evolución del lugar.

Comencemos con lo fundamental: La diferencia de tipología entre el inmueble original al giro del producto final, es así como brincamos de un salón de baile a un “mercado”, lo anterior no es ni positivo o negativo, depende únicamente del resto del análisis urbano para determinar si era conveniente o no cambiar por completo el uso.

Extirpando al “El Gran León” y todo lo que esto puede significar, en el sentido estricto de identidad espacial, la calle dónde se encuentra emplazado el inmueble, no es la idónea para un proyecto con tales pretensiones, como lo es el Mercado Roma, es cierto que como proyecto aislado de un contexto, funciona como epicentro para un “boom” gastronómico que está caracterizando a la colonia, pero no cumple con los requerimientos mínimos para una buena operación, y no va en función de equipamiento urbano o de infraestructura, tiene que ver con la solidificación de un tejido urbano en conjunción con los habitantes, explotar su atractivo visual (al que le han puesto mucho énfasis) y de integrarse armoniosamente con su entorno. Sobresale por las razones equivocadas.

El contexto que acompaña al Mercado Roma no empata bajo ninguna circunstancia con su lenguaje plástico, tiene en frente un estacionamiento, lo cual mantiene el acceso al mercado plagado de contaminación visual, abrirse paso entre los automóviles que están esperando y los que circulan en la calle se convierte en la primera faena (de muchas), el mercado es un terreno entre medianeras, es decir no posee ninguno de los beneficios de los que están en una esquina: proveer de dos frentes visibles entre 3 puntos.

Cuando vas caminando por la calle de Querétaro, si es la primera vez, es arduo advertir si estas cerca por llegar, hasta que vislumbras un tumulto de jóvenes en la calle riendo y conversando, tampoco queda claro como interactúa con el exterior, cuenta con mobiliario urbano, pero la rehabilitación incluye únicamente su sección de la acera, el acceso no es intuitivo, al grado que cuenta con una placa que indica por dónde comenzar.

Ya en el interior, abruma la cantidad de elementos que lo componen, entre la muy extraña disposición de los locales (los cuales impiden un flujo limpio) el exceso de diseño en muros y mobiliario aunado a los colores y texturas que proveen todos los productos que se venden; el visitante no sabe hacia dónde mirar, hay en mi opinión demasiados estímulos y es una sensación que no me abandonó en toda mi estancia.

Victoria Zamora (2)

 Interior del Mercado Roma. Fotografía: Victoria Zamora.

México tiene una gran tradición de mercados, nos sigue constantemente, la tenemos arraigada a nuestro código genético, pero estando en el mercado Roma nunca tuve la sensación de estar en un verdadero mercado, desde niña he visitado muchos (como casi cualquier Mexicano) y no logré encontrar una similitud en cuanto a su configuración espacial y mucho menos índices simbólicos de lo que identifico como un mercado. Lobo piel de oveja.

Modificaron la típica distribución locataria, proponiendo un esquema que no funciona óptimamente, genera flujos cruzados, donde es necesario caminar en zigzag, los locales centrales chocan con los que están arraigados a los muros circundantes, Sacal hace alarde de la zona comunitaria para comer, menciona que es algo que no se hacía en México, ¿Dónde entonces comí tacos de barbacoa y consomé, los Domingos por la mañana? ¿Soy la única persona que tiene recuerdos de mesas comunales en los tianguis y mercados?. El muro-huerto-verde lo considero como un acierto, quizás el más sobresaliente de todos los elementos que componen el proyecto; el mercado carece de adecuada iluminación natural y la movilidad es un verdadero inconveniente.

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 Disposición de los locales al interior del Mercado Roma.

Marlen Mendoza

Fotografía de área común para comer.

Vi la entrevista que le hicieron a Carlos Sacal en Foro TV, dónde cuenta el nacimiento de la idea; con inspiración tomada del reconocido mercado de San Miguel en Madrid, se encontraba con su hijo mayor Pablo Sacal, y observaban mientras bebían una copa de vino a la gente contenta pasando un momento agradable, compartiendo una buena plática y degustando deliciosa comida, en un breve instante casi cual epifanía, pensaron en conjunto que sería acertado traer ese concepto a México.

Nuevamente en el país de las buenas intenciones pero malas respuestas, un concepto distinto e interesante se presenta bien y ejecuta de un modo opaco. Comenzando por su referente, el mercado de San Miguel está situado en una plaza que a principios de 1800 pertenecía a la Parroquia de San Miguel de los Octoes, derribada en 1809, es este espacio liberado dónde se estableció un pequeño mercado al aire libre, y ofrecía en su mayoría la venta de pescado. En una imagen mental del mercado donde nace Jean-Baptiste Grenouille en la cinta de “El Perfume”, pescado al aire libre, no es precisamente lo más higiénico y agradable, por eso es que en 1835 Joaquín Henri erigió una endeble estructura, que posteriormente en 1912 Alfonso Dubé y Diez proyectaría un mercado cubierto de estructura metálica. Contaba con el esquema tradicional y con los años se vio afectado por la aparición de los súper mercados y comprometiendo su existencia, hasta que en 1999 un colectivo nombrado “El Gastrónomo de San Miguel” invierte en una modernización del mercado y toman como modelo a “La Boquería de Barcelona” (efectivamente nadie descubre el hilo negro) para en 2009 reabrir sus puertas. Lo que caracteriza a esta intervención es la preservación de su estructura, perteneciente a la corriente de “Arquitectura de Hierro”, la inserción de grandes ventanales que permitan a raudales la entrada de luz natural y por supuesto 2000 m² de una muy selecta experiencia gastronómica (en comparación con los 700 m² del mercado Roma).

Juan Antonio Flores SegalMercado de San Miguel, Madrid, España.

plano antiguo Mercado_de_San_Miguel_Planta, fuente www.abc.es

Antigua configuración del Mercado de San Miguel, Madrid, España.

planos-mercado san miguel nuevo, fuente www.abc.es b

Actual disposición locataria. Mercado de San Miguel, Madrid, España

Si analizamos el proceso evolutivo del mercado de San Miguel, el de la Roma está poco menos que en pañales contra el bagaje histórico y arraigo cultural de su tío político Ibérico, olvidaron buscar un sitio que tuviera esa tradición de mercado, para que fuera identificable, en cambio hicieron uso de un inmueble que bajo ninguna circunstancia podría percibirse como una zona mercantil. Nos trajeron el genérico de un concepto evolucionado haciéndolo encajar con calzador en un ámbito urbano frágil. Que en efecto necesita una reactivación, pero también requiere de profunda reflexión y delicadeza.

Al final del día, puedo concluir lo siguiente: el mercado Roma, como proyecto aislado funciona (a secas), no cuenta con una buena ubicación, ni un atinado planteamiento y análisis, carece del agente unificador y va a desplazar a los habitantes de la calle, pues poco a poco, vendrán otros inversionistas con el mismo poco cuidado y respeto por el contexto e insertaran esquemas mal estudiados y forzados para una colonia que se caracteriza por su diversidad, ya sea en nacionalidades, edades o culturas, la Roma necesita de un lenguaje arquitectónico sólido que dé cabida a todas esas variantes de usuarios, si comienzan esas mutaciones urbanas, propicia una falta de afinidad, ¿Qué pasaría si todas estas casonas desaparecen y son sustituidas por esquemas como el del Mercado Roma? ¿Cómo vamos entonces a identificar la colonia?

Google Sreet View, 2011

2011

Marlen mendoza (3)

2014

Es de suma importancia que los arquitectos dejemos de lado nuestro ego y tratemos de dar soluciones específicas para cada caso, es un reto satisfacer todas las necesidades: los usuarios, la ciudad, los empresarios, la economía; pero si nosotros que tenemos las herramientas no nos comprometemos a renunciar al camino fácil y seguimos trasplantando esquemas que no pertenecen a un sitio, corremos el riesgo de volvernos cómplices de un crimen contra la ciudad y co-responsables de marchitarla. Auguro tiempos tempestuosos y una oleada de reconfiguraciones urbanas.

rayo gentrificador

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