DE LA CASA #123: CONTIGO NO APRENDÍ… A CUIDAR EL PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO / WMC.

Por Wilmer Mejía Carrión

Versión 2

Introducción

Este trabajo nace a partir de un debate que se inició de un par de artículos escritos anteriormente por mí. Se generaron una serie de respuestas y contra respuestas. Yo escribí que colocar una pantalla de cine adyacente a un sitio arqueológico para llamar la atención de los vecinos de las comunidades aledañas era poco efectivo pues este tipo de acciones no apuntaban a tomar como referente central el valor simbólico del patrimonio cultural arqueológico. Así propuse que todas las acciones y actividades para socializar el patrimonio hacia la comunidad que la alberga deberían “… emanar de la misma función social que posee la huaca”[2]

Una de las personas que estaba en desacuerdo conmigo entre otros comentarios[3] escribió:

«Mucha gente dice eso, pero pocos mencionan cual sería la “función social” de la huaca. Me pregunto si no es un término vacío que la gente repite, pero sin darle explicación?« (Negritas son mías)

Este artículo tratará de dar una explicación a este término que –desde mi punto de vista- nada de vacío tiene.

Patrimonio cultural arqueológico y espacio público

¿Por qué no utilizar el patrimonio cultural arqueológico como un escenario para un concierto? ¿Acaso no buscamos que el patrimonio cultural arqueológico sea útil para las sociedades contemporáneas y se convierta en un espacio público de calidad? En nuestras mega ciudades latinoamericanas donde escasean tanto los espacios públicos de esparcimiento y recreación ¿no es una especie de pecado no usar los diversos sitios arqueológicos que se encuentran esparcidos en las diversas zonas urbanas para realizar eventos que congreguen a la mayor cantidad de gente (como conciertos y cines al aire libre)[4] y así convertirlo en un lugar valioso para los vecinos y de una vez por todas vean todos los ciudadanos su utilidad?

“Hay que entender las huacas como lugares modernos y públicos”, se nos dice. Y es cierto, concuerdo que las huacas son tan necesarias como los parques y plazas y que, como estos, deben ser de uso público. Sin embargo su uso no puede ser exactamente el mismo que el de un parque y una moderna plaza[5].

¿Por qué no? ¿Acaso pretendo señalar que la huaca debe preservarse mediante un muro que impida el paso de los vecinos y así evitar que maltraten nuestro valioso patrimonio cultural? No, nada de eso. Todo lo contrario deseo que todos conozcan el patrimonio de su localidad y que este sea un espacio público de calidad, lo cual no signifique que esté de acuerdo a que su uso sea igual que el de un parque o una plaza. Vayamos por partes.

En principio hay que entender algo sencillo, que tanto la idea de patrimonio cultural y de espacio público dentro de una ciudad, son construcciones sociales, es decir, conceptos que fueron inventados dentro de un determinado contexto social e histórico:

“… Es algo que no es inherentemente natural, sino creado por la sociedad. Es un concepto extremadamente importante en las ciencias sociales porque sin ellos, la sociedad no sería la misma. Las construcciones moldean mucho nuestras vidas. Pero nosotros también las moldeamos. Si la sociedad existente cambiase, nuevas construcciones se desarrollarían y las viejas se debilitarían”[6]

Así pues, cuando hablamos de patrimonio cultural se olvida que este es una construcción social, es decir, un concepto inventado y por tanto tiene una historia. El concepto de patrimonio cultural es una creación humana y como toda creación humana fue concebida con una función. Lo mismo el concepto de espacio público y dentro de ello parques y plazas. Ambos conceptos, espacio público y patrimonio cultural, tienen su propia historia, donde podemos ver que fueron creadas con funciones diferentes, que pueden interrelacionarse, pues al fin y al cabo nacieron bajo contextos sociales e históricos similares.

Parece ser que muchos en la actualidad olvidan o simplemente desconocen estas historias y funciones diferentes equiparando que un sitio arqueológico –sobre todo si se encuentra dentro de un área urbana- debe tener exactamente la misma función que un parque.

Ejemplo de esto es la siguiente apreciación:

“La propuesta de “Cine en tu Huaca” es interesante porque recoge la idea de la huaca y sus alrededores como un espacio público, como un parque que lo pueden usar todos, aun cuando el sitio no haya recibido una “puesta en valor”. Es la idea de convertir la huaca en un lugar y conectarla con el vecindario. Por supuesto que no puede ser una estrategia aislada, pero en una ciudad que carece de parques y otros espacios públicos y donde los pocos que hay están a cada rato en riesgo de ser privatizados o apropiados (miren el caso del Parque de la Exposición), plantear la huaca como una extensión del barrio, donde vas a jugar y ver pelis es algo positivo[7]

Lo que planteo es que correlacionar sitio arqueológico y parque es mezclar dos construcciones sociales con diferentes funciones, no me malinterpreten, existe un solapamiento(sic) entre ellas y de allí que puedan conjugarse y maximizar su potencial como elementos que generen un impacto positivo en el nivel de vida de gente, pero si perdemos de vista la historia de ambos y por qué fueron creados le daremos más importancia a uno (en este caso, la idea de parque, lugar de esparcimiento, recreación y articulación entre vecinos de una ciudad) que a la de patrimonio cultural (lugar con contenido simbólico que debemos conocer para reconocernos como miembros de la misma comunidad nacional)

Espacio público. La necesidad de espacios de reunión y esparcimiento en la ciudad

La idea de que una ciudad tenga espacios públicos de calidad exclusivamente para el esparcimiento y articulación de los vecinos de una ciudad no era una idea popular antes de la Revolución Industrial. Lo rural y lo urbano no tenían límites claros y aunque existían lugares de reunión para los habitantes de las ciudades (plazas de armas) estas no tenían el objetivo principal de que la gente se reuniera a pasar sus ratos de ocio con actividades que apuntaran a ese fin. La plaza era el lugar del mercado, el espacio de castigo para los pecadores castigados por la Santa Inquisición o de reunión de los vecinos para los asuntos del cabildo abierto, pero no eran lugares establecidos para el puro esparcimiento, ni para realizar actividades puramente “culturales”[8].

La revolución industrial crea nuevas formas de ganarse la vida; el taller familiar es reemplazado por la fábrica. Esto hace que muchos de los viejos lazos de articulación entre los vecinos de una ciudad se pierdan, y se creen nuevos.

“Durante la segunda mitad del siglo XVII y la primera del XVIII, Londres, París y algunas otras ciudades europeas crecieron en complejidad de funcionamiento a raíz del desarrollo manufacturero. A la par, comenzaron a albergar diferentes lugares destinados a una pujante clase media urbanizada; que con disponibilidad de tiempo libre–ocio–consumo dio paso al crecimiento de la ciudad, al centralismo, y al surgimiento de las zonas comerciales de finales del siglo XIX…» Con el urbanismo del siglo XIX, “…se formalizó la distinción jurídica entre espacio privado y espacio público y la diversidad de funciones y de usos colectivos que allí se podrían desarrollar”, «… La calle, el parque, la plaza y los lugares de encuentro ciudadano, son los vínculos que nos unen, conforman una sutil trama de relaciones que son el soporte de la vida urbana”[9]. Así pues el espacio público busca articular a los vecinos de una ciudad.

Ahora bien, los sitios arqueológicos puede funcionar como espacios articuladores similares a un parque o una plaza, sobre todo si el monumento arqueológico cuenta con suficiente espacio para realizar actividades de esparcimiento y recreación, pero aquí permítanme decir que el patrimonio tiene una función que va más allá de la mera articulación de los diferentes actores sociales de una ciudad, es más que un espacio de entretenimiento, es un lugar de memoria y reflexión, un lugar de formación ciudadana y de pensamiento crítico.

Patrimonio cultural, ciudadanía, nación  y memes

El patrimonio cultural tiene un valor simbólico derivado su propia historia, no necesita de elementos externos que lo “pongan en valor” Las comunidades humanas del pasado que lo crearon han plasmado parte de su cultura en ella, y por eso serían objetos culturales, está pues, llena de información sobre los seres humanos que la hicieron y la usaron con diversos fines. A diferencia de un parque no ha sido hecho con el objetivo de ser desde el principio un espacio público recreativo y de esparcimiento, aunque, obviamente, puede ser usado de ese modo, sin embargo por sus peculiaridades se le dotó de una función y sentido totalmente alejado de su función primigenia: la formación y consolidación de los Estados – Nación modernos. Lo repito tiene una función diferente pero que puede ser complementaría con la del espacio público.

Lo resumiría así, de una manera un tanto tosca:

El espacio público busca integrar a los vecinos de una ciudad, mediante la recreación y esparcimiento. El patrimonio cultural sirve para integrar a los ciudadanos de un país para que al ver que tienen un pasado común se integren a pesar de sus diferencias, reconozcan que tienen una identidad común y apuntar al desarrollo de su país.

Además el patrimonio cultural no es un depósito vacío, todo lo contrario, está lleno de información, de “memes”.

“El concepto de meme fue puesto en circulación por Richard Dawkins en su libro El Gen Egoísta. Además del gen, Dawkins identificó un segundo replicante, una unidad de transmisión cultural que saltaba de cerebro en cerebro por medio de la imitación y que iba mutando en el proceso. La palabra meme era una variación de la griega mimeme, imitar. Dawkins consideraba meme a cosas tan variadas como una canción o una frase pegadiza, pero la quintaesencia de meme son las ideas. El caso es que todos ellos compiten por una cosa: nuestra atención. Los memes eran los virus de la mente, algo infeccioso, un parásito de la mente”[10].

Los arqueólogos son los encargados de sacar estos memes contenidos en estos objetos culturales, estos memes nos pueden decir muchísimo de la sociedad que construyó lo que ahora es un sitio arqueológico y puede ser de muchísima utilidad tanto en la formación de una ciudadanía con pensamiento crítico, como para entender que entre pasado, presente y futuro existe un eslabón, un enlace y que tenemos una responsabilidad dentro de esta cadena, que es la de crear nuestro futuro colectivo como pertenecientes a un estado multicultural, pero que al fin y al cabo mantiene una base común, y en el caso de los latinoamericanos, esa base común está en los pueblos originarios.

Se quedan muchas cosas por hablar, el tema amplio y espero poder tocar otras aristas en otros artículos, por ahora como conclusión:

El monumento arqueológico debe ser parte de un espacio público de calidad pero nunca como parte de una escenografía donde una pantalla de cine o un concierto de jazz sean lo principal puesto que así no cumple con su función social[11], la de ser un lugar de memoria y reflexión, de educación ciudadana y de descolonización mental.

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Notas:

1. El título hace referencia a la canción “Contigo aprendí” escrita por Armando Manzanero  quien se presentó en Chichen Itzá. Este también es un claro ejemplo de la confusión de funciones que existe entre monumento arqueológico y espacio para conciertos en este caso. Chichen Itzá queda como un bonito escenario desprovisto de su valor simbólico y de su utilidad como lugar de memoria y reflexión.

2. Antes de proseguir debo aclarar que en el Perú el término “huaca” es usado como sinónimo de sitio o monumento arqueológico prehispánico.

3. Otro de los comentarios en contra de mi propuesta fue este “… El problema es que las huacas no vienen con una lista de instrucciones del uso correcto! Veamos un sitio como el Camino Inca de la PUCP – según esta interpretación, el único uso que tendría este monumento debería ser como camino! Aun cuando los sitios que conectaba ya no existan, o estén divididos por avenidas modernas…” Quisiera aclarar algo, es cierto las huacas no vienen con lista de instrucciones, realmente creo que no debería existir una pues cortarían la imaginación y las posibilidades inmensas en actividades que hacer en una huaca, sin embargo, la antropología y las demás ciencias sociales sirven para darnos una guía para la acción, nos plantea caminos para explorar a partir de la investigación y conocimiento de la realidad.

4. Ejemplos de uso de los sitios arqueológicos como simples escenarios son los siguientes:
https://www.youtube.com/watch?v=9exVe1JLw5g, (jazz en tu huaca) que fue parte del tour nocturno peatonal por el día de los museos el 2013 el cual incluía un recorrido guiado.

5. Ojo que la plaza y el parque con el pasar del tiempo y si la comunidad que lo alberga lo decide así puede convertirse en patrimonio cultural similar a los sitios arqueológicos.

6. https://www.theodysseyonline.com/social-constructs (traducción propia)

7. https://arkeopatias.wordpress.com/2015/04/18/de-la-casa-56-la-huaca-no-esta-en-la-pantalla-wmc/

8. Uso el término “culturales” entrecomillado para diferenciarlo del concepto antropológico, mucho más amplio. Así pues “cultural” es sinónimo de actividades recreativas relativas al arte, cine, teatro, música, ciencia.

9. http://revistascientificas.cujae.edu.cu/Revistas/Arquitectura/Vol-XXVI/1-2005/07-15-Lahistoriadelaciudad….pdf

10. https://evolucionyneurociencias.blogspot.pe/2015/05/que-fue-de-los-memes.html

11. Es a partir de esta función social que no estoy de acuerdo con una de las actividades que se quieren realizar para la socialización de la Huaca Mangomarca en San Juan de Lurigancho (Lima), la de enseñar a los niños de las familias vecinas a la Huaca, a tocar instrumentos de sinfónica. No me malinterpreten estoy de acuerdo con que este tipo de acciones se incentiven, aunque no conozco los detalles me aventuro a decir que si esta actividad es la actividad principal para socializar la huaca me temo que no servirá de mucho pero si es parte de un conjunto de acciones a realizar a favor de su socialización le doy el beneficio de la duda y la posibilidad de  que puede ser efectivo –al final de cuentas tocar un instrumento musical también te sensibiliza y te hace pensar- , siempre y cuando no se olvide que la huaca es más que un lugar para que las almas “sensibles” y “cultas” la aprecien solo porque es antigua.

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Sobre el autor: (Lima, Perú-1981) Antropólogo egresado de la Universidad Federico Villarreal. Miembro del área de investigación del Instituto Cultural Ruricancho, el cual se dedica a la investigación y la difusión de la historia local y el patrimonio cultural y natural de San Juan de Lurigancho, distrito de la ciudad de Lima. Apasionando por la historia local y la literatura, escribe diversos artículos enfocados en el tema del patrimonio cultural para la Revista Virtual ArKeopatías.

Foto: Juan Tonchez / Proyecto ArKeopatías (cc) 4.0

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ArKeopatías opera bajo una licencia Creative Commons Reconocimiento – NoComercial – Compartir Igual 4.0 Internacional License, por lo que agradecemos citar la fuente de este artículo como: Proyecto ArKeopatías./ “Textos De La Casa #123″. México 2017. https://arkeopatias.wordpress.com/ en línea (fecha de consulta).

Colección de huacas limeñas – Parte I: Huallamarca

Por Lunarcita

Después de pensar en qué podía hacer una serie de entregas semanales, decidí que hacer un repaso por la serie de huacas limeñas era una magnífica idea, y esto a raíz de que a pesar de llevar ya un buen tiempo en Perú (específicamente en Lima) conozco pocas de ellas, pero como son figuras emblemáticas y mimetizadas entre los ciudadanos comunes, incluso adoptadas como parte del paisaje urbano, iremos juntos  en el recorrido por cada una de ellas; viendo detalles que la historia del  Perú no incluye con las guías turísticas que se empeñan en hincarme  el recorrido por diez soles o más, espero que el trote por Lima y alrededores sea tan placentero  para ustedes como para su servidora, quien tratará por todos los medios de retratar la dura realidad a la que se enfrentan estas edificaciones  sagradas para el poblador antiguo, referentes para el habitante moderno.

Si bien Lima se conforma por  diversos complejos arquitectónicos que devoran a la ciudad de a pocos, enclavadas en diferentes puntos en otredad estratégicos, están las huacas sobrevivientes a la destrucción  que conquista tras conquista, después de los conflictos sociales y la ocupación urbana se yerguen  imponentes entre casonas, calles y urbanizaciones.  Casi todas elaboradas con el noble material del adobe, resisten a la intensa humedad de la costa limeña, además de los fenómenos del Niño que esta vez me ha tocado presenciar, como es el caso de las lluvias que rara vez se presentan en la capital  amenazando constantemente  monumentos históricos, sitios arqueológicos e incluso viviendas comunes.

Por ello, a manera de retrato urbano, presento la colección Huacas de Lima, rindiendo un pequeño tributo a  cada una de estas edificaciones que, señoriales, resisten junto con  sus habitantes, el paso del tiempo y la modernidad. Son cada una, vivo ejemplo de la tenacidad en el trabajo arqueológico por recuperar y poner en valor el patrimonio histórico que pertenece no sólo al peruano, sino al acervo cultural de la humanidad.

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HUALLAMARCA: El pan de azúcar de San Isidro

Huallamarca se halla enclavada en el corazón del  ficho distrito de San Isidro, rodeado de una serie de casitas y edificios empresariales que le han protegido desde que se iniciaron los trabajos arqueológicos hacia 1960 por parte del Dr. Arturo Jiménez Borja.  Tal vez  esto haya sido clave para su conservación, que a diferencia de su contraparte con Huaca Pucllana (no muy lejos de ella) no hubiese permitido asentamientos irregulares ni basural de desmonte, facilitando los trabajos de excavación y restauración que posteriormente se realizarían ahí.

Perteneciente  al desarrollo cultural homónimo, Huallamarca que en quechua significa “Comarca/residencia de los Huallas” se constituyó  gracias a la ocupación sectorial de la cultura Lima  en el  Valle de Lurín, para después convertirse en cementerio Ichma (900d.C.-1200 d.C.), que posterior a la conquista, pasaría a formar parte del señorío de Pachacamac.

Al llegar se percibe un ambiente de tranquilidad, por ello no es coincidencia que los vecinos de San Isidro se sientan identificados con ella, otorgándole el sobrenombre de “Pan de Azúcar”, por la similar forma que tiene la pirámide de tres plataformas con el citado dulce. Me recibe (y en cualquier sitio lo hará) un perrito calato [i] llamado “Urpi”, que por disposición oficial debe habitar como fauna endémica  dentro de los sitios arqueológicos y  que  paciente se deja fotografiar por unos turistas.

El paso primero era recorrer el museo de sitio al pie de la pirámide, donde se encuentra albergada como muestra de las investigaciones, la “Dama de los cabellos largos” que confieso, me provocó un susto mayúsculo por su conservación casi perfecta: uñas, piel, dientes e incluso sus globos oculares, vaya, sus ojos semiabiertos, secos y hundidos, pero reflejando la sutilidad del sueño eterno, aunque nada más impresionante que su cabellera de casi 2 metros de largo, con  extensiones que fueron colocadas en vida de la señora.  Envidiando el interminable cabello castaño de esta momia, me detuve a revisar la cédula que proporcionaba sus datos como  si fuera su hoja de vida: Mujer perteneciente a la cultura Ichma (900 d.C.), que  por las patologías presentadas en sus rodillas  la hacen acreedora del título de tejedora, además de las ofrendas que se le hicieron junto al fardo en el que se le envolvió, que incluían vasijas cerámicas de estilo Huaura, platos de mate, bolsas de junco, pushkas[ii] y tensadores de telar. Parte de su parafernalia era un tatuaje impreso aún en su brazo izquierdo en forma de ave marina, demostrando la fuerte filiación de su comarca al culto marítimo y que a sus treinta años calculados por la constitución ósea, fueron envueltos en un fino fardo donde se prendó una bolsita , además de cuentas circulares  de spondylus alrededor de su cuello. No podía faltar una falsa cabeza de madera, exhibida individualmente en otra vitrina, con una nariz de madera y ojos tallados en concha, característicos de la cultura Ichma (900 d.C.-1200 d.C.)

Los habituales instrumentos de hilado que eran incluidos como parte del ajuar funerario están presentes y en perfecto estado con muestras de algodones naturales en color pardo, blanco y crema, además de  madejas de hilo muy fino depositados en elaborada cestería o en cajitas de madera pirograbada o tallada. Se incluían instrumentos musicales como antaras de cerámica, ocarinas con forma de animalitos marinos, flautas talladas en hueso y quenas de madera.

Impresionante es la habilidad textil  de estos antiguos pobladores, representada por un manto elaborado en técnica mixta de tapiz y kelim, abarcando toda una pared de casi 2 metros a lo largo y ancho con los repetidos motivos de aves guaneras y pececitos que se intercalan de manera geométrica en los bordes del manto repleto de colores. Una maestría que pocas veces tenemos oportunidad de contemplar en lares mesoamericanos y que es común en esta parte del hemisferio debido a la sequedad del ambiente, permitiendo la amable conservación de los paisajes dibujados en las telas costeñas como esta.

Pasando al recorrido de la pirámide, se pueden observar las etapas constructivas desde el ascenso que se hace por la rampa central ( y que de paso le quita el aliento a cualquier sedentario como yo) con casi 60° de inclinación, permitiendo apreciar los adobitos que semejan mazorcas de maíz apiladas y que conforman las dos plataformas laterales junto con la principal.   Al  este se  mantienen erguidos en la 2ª. Plataforma, algunos troncos  junto a paneles que conformaron la incipiente aldea Lima. En la 3ª plataforma que queda en la cima, queda un depósito cuadrangular con un pequeño acceso escalonado que sirvió para conservar los fardos y ahora está vacío; desde ese mismo ángulo hacia el oeste, se aprecia hasta abajo la primer plataforma, que por obvias razones supongo como recinto para la clase más baja, con depósitos muy pequeños y cuadrados que también fueron  parte de la plaza pública.

Una muestra  representativa de la ocupación Lima e Ichma culmina en  el patio cercado de este sitio, que invita siempre al propio y al extraño a seguir preguntando por los ocupantes del antiguo recinto. De los ocupantes actuales, sólo es cuestión de llegar a la cima de la pirámide para ver que esta  huaca es parte del concepto urbano que sigue en el imaginario actual, extensión de los pobladores que insisten en hacer edificios más altos, ahora sin adobe pero con la distribución de espacios  imitando a los ancestrales ichma: los de arriba y los de abajo.


[i] Pelón, desnudo;  esta especie es similar al perro xolotzcuintle mexicano, con variantes en la especie como lo son pelo en el rabo y las patas, asi como en la parte frontal de la cabeza y en las orejas. De color negro y piel  sin pelo, brillosa y semi rugosa.

[ii] Instrumento de tejido  donde se incluye en su parte más rústica, una aguja grande ensartada con un piruro (huso) que servía para hilar finos tramos de algodón para su posterior tejido en telar.

Qué tal raza…

Por: Lunarcita

En días pasados se suscitó una tremenda polémica acerca de la acción de varios jóvenes que habían subido un video a YouTube donde mostraban la destrucción que pretendían realizar dentro de la huaca del Dragón, en la provincia de Trujillo (Perú) y que lograron a punta de pedradas y zapatazos en uno de los muros restaurados.

El escándalo  levantó protesta dentro de  todos los medios importantes del país: radio, televisión y prensa escrita, sin dejar de indignar mayormente a la comunidad arqueológica peruana. Tres adolescentes que viajaban con su grupo dentro de un paseo  de excursión del 5o. de secundaria tomaron como un juego el haber sido incitados por otro de su mismo grado, imitando un acento español, a “malograr” la huaca. El saldo puede contemplarse con horror al visitar tanto la huaca como los portales del mismo YouTube con las noticias que condenaron el hecho.

La institución que más alzó la voz en conferencia de prensa fue el Instituto Nacional de Cultura, proponiendo un castigo ejemplar para los vándalos que sin ninguna clase de escrúpulo arruinaron parte de la mencionada estructura. Otros como el Ministerio de Educación también propuso que se les retuviera su certificado (algo similar a la boleta de calificaciones) y ponerles conducta “desaprobatoria” para el grado correspondiente. Y  todo quedó en propuesta. Incluso uno de los padres disculpó el hecho que su hijo, uno de los participantes del acto vandálico, no sabía lo que hacía ya que no estaba conciente de la importancia del lugar que había visitado.

Estos fueron los hechos, pero más allá del  hecho de la destrucción, vemos que hay algo más, algo profundo (sin sonar a la dimensión desconocida) que se ve, no sólo en el entendido de que la protección al patrimonio cultural es escaso o nulo, sino que hay una evasión a niveles institucionales “pasándose la bolita” al aplicar las sanciones que se deberían poner en práctica por hechos en extremo reprobables como este.

La pregunta del millón es ¿A quién le importa el patrimonio? ¿Sólo al investigador, al arqueólogo, al antropólogo y todos sus derivados? ¿Al maestro, al padre de familia, al colectivo social, a la patria, a las instituciones?  Pero la destrucción  si bien explícita en este caso, ¿no lo es también cuando se realizan eventos sociales dentro de las estructuras arqueológicas?

Retomando los posts de mis compañeros como el caso de la Guelaguetza en Oaxaca  y Bali en Indonesia, donde se permiten los accesos para interactuar dentro del espacio y realizar actividades, dando cabida a festivales étnicos que propician la continuidad de las tradiciones y la cohesión social, llegan al extremo ridículo cuando se le da un uso indiscriminado y sobreexplotación del mismo sitio con actividades disfrazadas de “culturales” y que no entienden de capacidades espaciales; esto sin contar con la poca educación y respeto que muestra mucha gente (sin importar nivel socio – económico al que se adscriba) al alterar los edificios, dejar desperdicios, llevándose “una piedrita de recuerdo” y por último en la más grave instancia, destruyendo total o parcialmente el sitio.

Esto se empieza a notar con grave frecuencia cuando se realizan excursiones o visitas por parte de los colegios dentro de zonas arqueológicas (sustentado por las pintas y destrucciones cercanas que quedan como prueba para la posteridad) , notando el grado de instrucción que los profesores otorgan al alumnado, al futuro ciudadano inconsciente del valor de su cultura puesto que se ha suprimido la conciencia histórica que en otros tiempos fue vital dentro de la enseñanza básica.

Por un lado, es fácil condenar este tipo de hechos; analizar y resolver el problema de fondo, es lo difícil. La gran problemática de la arqueología cuyo fin principal es recuperar y proteger el patrimonio tangible e intangible debería estar sustentada en una legislación real que pudiera salvaguardar dentro de todos los matices, el mismo patrimonio dentro de cualquier nación, pero instalándonos en la realidad, pocas veces nuestra voz es escuchada a sabiendas de que las prioridades gubernamentales están enfocadas en otros aspectos que nunca se verán  por completo resueltos: salud, educación, vivienda, y lo que sigue en la interminable lista donde en la colita queda la cultura.

Y es precisamente la cultura y la educación que ya se disuelve fácilmente desde el hogar lleno de tecnología mal implantada y desinterés por los valores, pasando por las aulas donde se suprime el patriotismo, la educación cívica y la historia (para que no se agobien los parvulitos) que cosechamos a esta generación a la que no le importa ni le duelen sus monumentos, sus pirámides, sus sitio, su historia, porque ya no es suya,  es mundial, ya no hay amor por la patria, ni se diga de las tradiciones.

Es entonces, que vuelvo al post de la compañera Nancy, donde plantea las problemáticas del arqueólogo para añadirle otra: “vive aterrado por lo que te espera, aparte de verte sin radio de acción porque para las leyes, hay cosas más importantes que tus piedras, OK? “

A  menos que de verdad actos como este hagan mella en la conciencia colectiva, poco se puede hacer mientras los sitios sufren en silencio el maltrato que poco a poco los va destruyendo para ser inevitablemente desaparecidos no por acción del tiempo, ni por la acumulación de desechos o fenómenos naturales, sino por nuestra desidia para salvarlos de nuestra propia mano o de la ignorancia que acontece para otorgarles su real valor.

Nota: Cabe aclarar que los noticieros dicen que estas huacas son parte de chan chan, pero estan en trujillo fuera del complejo de chan chan actualmente.


T`axpi !!

Es un agradable honor tener este espacio para compartir las experiencias que he tenido oportunidad de lograr en la otra parte del hemisferio.  Hablaré aquí para todos,  gente especializada y también para los que solo quieren curiosear y no enredarse con tecnicismos arqueológicos, que en ciertos puntos, también son indigeribles para los investigadores.

Ya que me es imposible resumirles en un post la introducción a este nuevo mundo, prefiero irles contando poco a poco cómo percibiendo el espacio peruano ( donde me encuentro actualmente) empecé a entender no sólo la arqueología, sino también  la historia, la antropología, y otras tendencias que en los libros parece sencillo y en la práctica es todo lo contrario. Y lo mejor de todo,  el desarrollo cultural, en pocas palabras, la vida aquí tan llena de diversidad, expresiones étnicas, artísticas y humanísticas.

De las aulas  y todo lo conversado previo a mí llegada a Perú hace ya más de un año, no obtuvo paralelo en el momento del arribo con todo lo que tuve que re-aprender. Más aún, como incipiente investigadora, porque lo usual es imaginar un espacio lleno de arquitectura incaica o por lo menos la reminiscencia de ella, y nada de eso sucede, por lo menos no en la costa donde se encuentra la capital limeña, que se erige como una metrópoli tan convulsa como la Ciudad de México, mi punto de partida y en algunos casos, comparación. Lo que si fue impresionante era encontrar las huacas enclavadas en diversos puntos de la ciudad, conviviendo con la ciudadanía con la misma familiaridad de ser un lugar de encuentro tal como si fuera un parque, una panadería o el mercado. 

Y es entonces, que la huaca, lugar sagrado construido en diversas épocas en tiempo prehispánico, se yergue como mudo testigo de un pasado que trató de ser borrado de la memoria colectiva, primero en la Colonia (1542-1824) con la cruenta extirpación de Idolatrías que se llevó a cabo ferozmente dentro de toda Sudamérica (y su debido ensañamiento en Perú, reconocido por  cronistas como Francisco de Ávila) , después con las subsecuentes guerras y conflictos internos que sobrellevó el país ( como la Guerra del Pacífico: 1879-1883) sin incluir la indiferencia y el abandono con que se fueron llenando de polvo, desperdicios y fisuras en tiempos modernos. Es reconocible, por tanto, que la figura de la huaca, ya sea como pirámide, como lugar de culto o peregrinación, como símbolo inclusive, estará manejado a lo largo de los siguientes posteos pero con ese sentido que ya no les será ajeno como lo fue para mí cuando estaba recién llegada. 

En el camino que me tracé no estaba incluida la pequeña desviación que pocos hacen al norte, donde por ejemplo, están las ciudadelas del valle de Lambayeque y descansan los restos del Señor de Sipàn o la  Dama de Cao; la costa que alberga a la inmensa ciudad de barro de Chan- Chan  o  las Huacas del Dragón y Arco-Iris que resguardan los mismos habitantes de Trujillo en conjunto con el INC (algo parecido al INAH de México); esto sólo por mencionar el inicio de mi peregrinaje, que ha dejado de lado las cubiertas clasificatorias de las enciclopedias “andinas”, con sus índices separando los estilos, lugares, culturas y personajes, para pasar a la  realidad de una mezcolanza de lo anterior, hallando influencia tras otra en cada sitio, haciendo parecer que el tiempo se ha detenido ante los ojos de quien desee admirarlo.  Las explicaciones después empiezan a fluir y  con el reconfortante visto bueno de los precursores de la arqueología peruana: los maestros  Max Ulhe, Dolmatoff, Julio Tello, Maria Reiche, Alfred Kroeber, y más contemporáneos Rogger Ravines, Luis Millones y Luis Lumbreras, con una lista inmensa que revisaremos en otro post, camino todavía por la costa tratando de hacer la mejor arqueología posible, dentro de cada huaca, cada vasija, cada fardo, cada momia, y cada camino que me ha tocado recorrer por esta tierra bendita que me ha recibido como a una hija suya. 

Las cosas que les contarè en cada ocasión no es acerca de Macchu  Picchu ( que debe ser una maravilla, todavía no he tenido la oportunidad de visitarlo) o la arquitectura cuzqueña y los caminos del Inca, que suele ser el primer pensamiento recurrente al mencionar “ Perú”, todo lo contrario; lo que pretendo es transmitir tanto las vicisitudes que como arqueóloga he tenido que pasar, como aquellos datos que les puedan ser de utilidad para ampliar el conocimiento a manera general, hablando de etnohistoria, de antropología, de lingüística, un verdadero collage que espero disfruten tanto como yo.

Que empiece la Arkeopatía desde el Sur, con el permiso de los antepasados de mi tierra y de esta, pero sobretodo, con su presencia y sus lecturas.

pd. T`axpi   (en quechua: lugar mezclado de cosas)