DE LA CASA #142: SUBASTA DE ARQUEOLOGÍA PRECOLONIAL EN PARÍS. ¿POR QUÉ EL RECLAMO DE GUATEMALA RESULTÓ FRUCTÍFERO MIENTRAS QUE EL DE MÉXICO NO? / DSC.

Por Daniel Salinas Córdova

El pasado miércoles 18 de septiembre se vendieron más de un centenar de piezas arqueológicas de América precolonial por un valor total de 1.2 millones de euros en una controversial subasta organizada por la casa Millon en París. El catalogo estaba conformado por piezas de la colección de Manichak y Jean Aurance y contaba con esculturas, cerámicas, máscaras y policromados producidos por pueblos mesoamericanos como los mexicas, mayas o teotihuacanos, además de vasijas y textiles del Perú precolonial, ornamentos de oro de Colombia precolonial y ciertas máscaras de madera de los siglos XIX y XX.

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Fig. 1: Algunas de las piezas precoloniales subastadas en París el pasado 18 de septiembre. (Foto: Casa Millon)

Pese a que el catálogo se hizo público a finales de agosto, en México la amplia cobertura y discusión respecto a dicha subasta realmente comenzó tras las declaraciones públicas del embajador de México en Francia Juan Manuel Gómez Robledo del 17 de septiembre, un día antes de la subasta. En dicho comunicado se reprobó la comercialización del patrimonio arqueológico mexicano, señalando la posible reciente manufactura de algunas de las piezas e informando respecto a una denuncia interpuesta por el INAH “contra los propietarios de dichas piezas para obtener su restitución” y de la solicitud de cooperación la fiscalía mexicana ante las autoridades judiciales galas.

La conferencia de prensa de Gómez Robledo desató una intensa discusión en medios y redes sociales, en donde se reprochó la subasta y abundaron las peticiones para detener la subasta parisina y repatriar las piezas arqueológicas a México.

Sin embargo, los reclamos tanto diplomáticos como públicos resultaron ineficaces y no lograron amedrentar a la casa Millon. La subasta se llevó a cabo como estaba planeado el 18 de septiembre por la mañana y las 95 piezas provenientes del “patrimonio cultural de México” fueron vendidas, continuando así en manos particulares y pasando a formar parte de nuevas colecciones privadas, las cuales muy seguramente se encuentran fuera de México.

No obstante, una de las piezas sí fue retirada del catálogo previo a la subasta: el espectacular fragmento central de la estela 9 del sitio maya de Piedras Negras, la cual fue reclamada públicamente por el gobierno de Guatemala el 27 de agosto. ¿Por qué el reclamo de Guatemala resultó fructífero mientras que el de México no?

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Fig. 2: Lote 55 de la subasta de Millon: un fragmento de la estela 9 de Piedras Negras, sitio arqueológico maya en Petén, Guatemala. (Foto: Casa Millon)

Primero que nada, las autoridades guatemaltecas comenzaron a gestionar la recuperación de la pieza desde principios de agosto, más de un mes y medio antes de la subasta. Pero más importante aún, la pieza en cuestión contaba con una amplia documentación que la identifica sin lugar a dudas como un fragmento de la estela 9 de Piedras Negras, la cual fue excavada y registrada en 1899 por el arqueólogo alemán Teobert Maler. El fragmento de la estela que estaba en venta, un tocado de búho, fue sustraído ilegalmente en la década de 1960 y desapareció hasta aparecer en venta en el catálogo de la subasta de Millon. Como bien comentó en su momento la Dra. Donna Yates, “no había forma legal de que la estela abandonara Guatemala en la década de 1960 o después. La única posibilidad es que fue mutilada, saqueada, traficada y lavada en un mercado que no le importó y tal vez todavía no le importa.”

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Fig. 3: Fotografía de la estela 9 de Piedras Negras tomada por Maler en 1899, en donde claramente se identifica la talla de piedra del tocado de pájaro que se intentaba subastar en Paris. (Foto: David Stuart)

Ahora bien, muy seguramente un gran número de las piezas mexicanas subastadas también fueron sustraídas en circunstancias ilegales similares, ya que en México hay legislaciones que protege al patrimonio arqueológico nacional justo contra el robo y exportación desde al menos 1897. Sin embargo, la gran diferencia entre el exitoso retiro de la estela 9 de Piedras Negras de la subasta y el fallido intento respecto a las piezas mexicanas fue precisamente el infalible registro y documentación que la primera contaba y que las últimas carecían. Es decir, debido a la certera identificación del Lote 55 del catálogo de Millon como un fragmento de la estela 9 de Piedras Negras, el cual indudablemente fue saqueado y retirado ilegalmente de Guatemala en la década de 1960, es que la casa de subastas se vio forzada reconocer el reclamo de Guatemala y retirar la pieza de su catálogo. Al no contar con documentación tan irrefutable, el patrimonio mexicano no resultó tan afortunado.

Desgraciadamente las piezas mexicanas no cuentan con registros o documentación que las identifiquen y vinculen a un sitio, excavación o colección específica, determinando así si su exportación fue ilegal o no. Debido a la falta de rastros documentales, no hay realmente forma de saber de dónde son y cuándo fueron excavadas, así como cuándo, cómo y en qué circunstancias salieron de México. Un reclamo sobre bienes culturales como el interpuesto por México ante Francia y la casa de subastas Millon se debilita enormemente si no se cuenta con la procedencia de los bienes, esto es con una detallada y bien documentada cronología de la propiedad, custodia o ubicación de ellos a través de los años.

Además, la incógnita respecto a la procedencia de las piezas implica que se ha perdido gran parte de su contexto arqueológico, social y temporal, el cual nos podría brindar mayor información sobre la situación en la que fueron creadas y utilizadas así como la importancia que tuvieron en el pasado. Como acertadamente señaló María Villareal, coordinadora nacional de asuntos jurídicos del INAH, al carecer de contexto y ser comercializadas como mercancía, las piezas se han convertido en “objetos decorativos”, arte de gran belleza y antigüedad que simplemente engalana las casas de millonarios.

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Fig. 4: Al perder su contexto, estás piezas pasan a ser simples objetos decorativos que han perdido gran parte de su valor histórico, científico y social, quedándose sólo con su importancia estética. (Fotos: Casa Millon)

La venta al mejor postor de piezas arqueológicas del pasado precolonial mexicano del mes pasado es terrible, mas no es la primera vez que esto sucede y tristemente probablemente no sea la última. Desdichadamente, y pese a múltiples tratados y convenciones internacionales como la de la UNESCO de 1970 citada en el comunicado de la Embajada de México en Francia, sin contar con un registro y documentación claros e innegables, es muy fácil que la rampante mercantilización del patrimonio continúe, que casas de subastas como Millon continúen comercializando antigüedades sin restricción y que piezas como las vendidas hace dos semanas permanezcan en colecciones privadas fuera de México en donde no pueden ser disfrutadas por las personas que tienen una filiación cultural con ellas.

Las leyes y tratados internacionales en torno a la comercialización de antigüedades son complejas. Debido a que por lo general estos no son retroactivos y se consideran ‘leyes suaves’ (es decir, no legalmente vinculantes), a la hora de su aplicación en situaciones como la del mes pasado, es fácil que resulten inefectivas y que innumerables piezas arqueológicas de dudable e incierta procedencia se sigan comercializando. Afortunadamente la compraventa de antigüedades se ha vuelto cada vez más socialmente reprochable y, en conjunto con las recientes discusiones respecto a la repatriación de bienes culturales de las colecciones de museos foráneos a sus lugares de origen, cada vez hay más consciencia y demandas públicas respecto a estos asuntos. Puede que siga habiendo varias circunstancias en las que la comercialización de patrimonio arqueológico sea legal, pero eso no necesariamente significa que esto sea justo o moral.

El saqueo, tráfico y venta de bienes arqueológicos es un tema amplio, complicado y con una larga historia, sin embargo, como apunta mi colega Omar Espinosa, algunos primeros pasos para combatirlo son fortalecer el registro preciso de los bienes arqueológicos y hacerlos accesibles para que el público pueda involucrarse en conocerlos y protegerlos. Además es importante atender la raíz del problema: el saqueo de bienes patrimoniales florece debido a la existencia de un mercado ilícito de piezas arqueológicas y antigüedades precoloniales; el saqueo y comercio ilegal continúan con tanto vigor debido a que sigue habiendo demanda así como grandes sumas de dinero involucradas.

Independientemente de su legalidad, subastas cómo la organizada por la Casa Millon promueven la comercialización y privatización del patrimonio cultural al exaltar su valor económico, lo cual funge como un incentivo al saqueo, el tráfico ilícito y las falsificaciones de piezas arqueológicas. Es imperativo que continúen e incrementen los esfuerzos para detener la compraventa de bienes arqueológicos, ya sea por medios de educación y concientización, el fortalecimiento de las legislaciones nacionales e internacionales y su adecuada implementación, así como mejorando los sistemas de registro y documentación de dichos bienes. Sólo así se podrá detener a aquellos que inmoralmente sólo buscan lucrar con el pasado de otros pueblos y culturas.

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Sobre el autor: Daniel Salinas Córdova (Monterrey / 1991). Licenciado en historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y maestro en arqueología y patrimonio por la Facultad de Arqueología de la Universidad de Leiden, Países Bajos. Sus temas de investigación giran en torno a la relación entre patrimonio, identidad nacional y turismo.

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ArKeopatías opera bajo una licencia Creative Commons Reconocimiento – NoComercial – Compartir Igual 4.0 Internacional License, por lo que agradecemos citar la fuente de este artículo como: Proyecto ArKeopatías./ “Textos De La Casa #142″. México 2019. https://arkeopatias.wordpress.com/ en línea (fecha de consulta).

#LasPrestadas: Los sitios arqueológicos y el racismo cotidiano

Por Itzamná Ollantay

Versión 2

Machu Picchu, Perú / Foto: Juan Tonchez (cc)

Desde México (Teotihuacan, Chichen Itzá, Palenque, entre otros), pasando por Guatemala (Tikal, Quiriguá, Iximché, etc.) y Honduras (Copán), hasta los países andinos como Perú (Ollantaytambo, Machu Picchu) y Bolivia (Tiawanaku), los santuarios arqueológicos fueron convertidos en verdaderas minas comerciales por la transnacional industria del turismo, mientras comunidades y municipios indígenas del lugar sobreviven casi en la indigencia.

Según la Organización Mundial del Turismo (OMT), en 1980, el ingreso global para la región, por turismo internacional, fue de $. 13.500 millones. Para el 2008, $. 45.300 millones. Y para 2020 está proyectado superar $. 80.000 millones. Los ingresos por este rubro representaban, en 2008, el 20.9% del Producto Interno Bruto (PIB) de Guatemala, el 9.5% del PIB peruano, y el 8.8% del PIB mexicano. Siendo las cadenas hoteleras norteamericanas (Six Continents, Best Western, Starwoord, Hilton, Marriot) y europeas (Accord, Sol Meliá) quienes controlaban dicho negocio. (OMT, 2009).

Estas millonarias ganancias económicas, producto de la mercantilización del legado cultural (material y simbólico) de las civilizaciones milenarias, contrastan diametralmente con la situación de empobrecimiento y exclusión de las comunidades mayas, zapotecas, quechuas, aymaras y campesinas que cohabitan en dichos lugares, abandonados, sin servicios básicos y sin futuro.

En el mejor de los casos, sobre explotados como sirvientes de limpieza en los restaurantes, peones de mantenimiento de los senderos (como es el caso de los mayas, en México, Guatemala y Honduras), y cargadores de equipajes de turistas (caso de los porteadores quechuas hacia el Machu Picchu, Perú). Todos/as, sobreexplotados, sin derechos.

Versión 2

Ollantaytambo, Perú / Foto: Juan Tonchez (cc)

Los mercaderes del patrimonio cultural ajeno, banalizan, comercializan y monopolizan el legado intelectual y espiritual ancestral sin el consentimiento de los pueblos originarios. Ninguna comunidad indígena puede legalmente administrar o coadministrar dichos centros. Las empresas privadas, sí. Esto, aparte de ser discriminación racial, es un descarado hurto cultural permitido por el Estado.

El racismo en los lugares arqueológicos también se manifiesta en la expresa discriminación de indígenas de cargos/responsabilidades jerárquicos en la administración de los recintos. Todos los jefes, y quienes atienden a los turistas, son mestizos. Al indígena está reservado sólo el trabajo de limpieza o de cargador.

Y lo más vergonzoso: la miseria permanente de los pueblos y comunidades indígenas del lugar es utilizada como un atractivo comercial pintoresco por las agencias de turismo. Venden el nefasto destino de estos pueblos como un elemento exótico dentro del paquete turístico que ofrecen a los curiosos. Muchos turistas vienen ansiosos de experimentar un “éxtasis espiritual” en el contacto directo con los pueblos “salvajes” y “naturales”.

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Ollantaytambo, Perú / Foto: Juan Tonchez (cc)

Los mercaderes de lo ajeno, también son racistas cuando sistemáticamente discriminan a indígenas del lugar de la posibilidad de visitar a los santuarios construidos por sus ancestros. Los mecanismos de discriminación son: elevados costos del tique de ingreso, desconocimiento de los idiomas nativos, y la “adulación” del visitante foráneo (mucho más si es blanco y anglófono el turista) y el desprecio de los visitantes nativos.

En el caso de México, existen aún lugares turísticos donde está expresamente prohibido el ingreso de indígenas (entendidos como sinónimo de indigentes). En Honduras, los maya chortís están prohibidos de ingresar al Santuario de Copán a realizar sus tradicionales ceremonias espirituales. En santuarios como Teotihuacan (México) la exaltación del vestido de color blanco para visitar dicho Santuario (para acumular la energía solar) es una estampa folclórica más del racismo “inconsciente” que se irradia en el lugar. El color blanco repele la energía solar, el negro sí absorbe. Es muy común ver a mestizos/as vendiendo textilería, gastronomía, arte, música indígena.

El racismo y la explotación de los pueblos indígenas no sólo beneficia a los agentes transnacionales de la industria del turismo. También los comerciantes intermedios nacionales “capitalizan” eficientemente esta realidad enferma. Es muy común ver a mestizos/as vendiendo textilería, gastronomía, arte, música indígena elaborada o comprada a indígenas a precios irrisorios, pero vendidos a turistas como “producto hecho a mano”. Aunque en la cotidianidad, éstos que comercializan las “grandezas legendarias” de las civilizaciones milenarias, desprecian la presencia y los estilos de vida de las y los descendientes actuales de dichas civilizaciones.

Este racismo sistemático en los sitios arqueológicos, no sólo se materializa en la enferma industria del turismo. Ni es únicamente la síntesis de la esquizofrenia cultural identitaria que habita a las sociedades oficiales en los países latinoamericanos. Es, ante todo, la externalización del racismo permitido, institucionalizado y legalizado por los estados naciones folcloristas.

Esta enfermedad pentacentenaria que trunca toda posibilidad del bienestar común y la sostenibilidad de la convivencia pacífica intercultural, es la manifestación de la estructura mental y espiritual de quienes fundaron y regentan estas repúblicas esquizofrénicas. Y se mantiene en el tiempo e irradia en el espacio gracias a la premiación e idealización social de prácticas racistas.

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Fuente: América Latina: los sitios arqueológicos y el racismo cotidiano | Blog | teleSUR.

#LasPrestadas: Los coleccionistas que protegen, pero alientan el saqueo

Por Sebastián Escalón

Versión 2

Es un secreto a voces entre arqueólogos y especialistas: los tesoros prehispánicos son expoliados. El Estado no ha sido capaz de detener a saqueadores y comerciantes. En medio del ir y venir de piezas valiosísimas para la historia, se sitúan los coleccionistas en un ambiguo papel. Por un lado se asegura que son quienes cuidan, rescatan y prestan a los museos. Pero, por otro, podrían ser quienes promueven que los saqueos y el comercio no se detenga. Entre lo legal y lo ilegal, la historia se diluye.

El 11 de septiembre pasado, al terminar una conferencia de prensa organizada para anunciar el regreso a Guatemala de tres valiosas piezas arqueológicas, Plaza Pública se acercó a Fernando Paiz, presidente de la fundación Ruta Maya, que promovió la repatriación y que ahora planifica el Museo Maya de las Américas. Como uno de los más reconocidos coleccionistas privados de Guatemala, cuyas piezas son exhibidas en varios museos del país se le preguntó a Paiz sobre el origen de la extraordinaria colección de arte prehispánico de la fundación.

“Usted no va a creer que piezas de mucha importancia, las he comprado en el mercado de Chichicastenango, en la calle, en localitos que antes estaban en unas callecitas. Tengo una colección de caritas hermosísimas que he comprado en el mercado de Santiago Atitlán. No crea que las fuentes a veces son muy misteriosas, o personas ocultas, obscuras, o rarísimas. Con sólo estar atento en un mercado, hay gente que en el campo encontró una pieza de jade preciosa, que fue encontrada por un agricultor arando un terreno de Santiago Atitlán. Compramos una colección privada completa, de lo que antes fue el museo Príncipe Maya, de una familia en Alta Verapaz que por años cuidó esta colección. La fundación mía la compró y la ha puesto a disposición de investigadores. Pero es una colección que otro grupo hizo en Guatemala.”

Tanto la compra como la venta de bienes arqueológicos son ilegales en Guatemala.

Fernando Paiz, reconocido empresario, una de las mayores fortunas del país, no parece estar al corriente de esto. “En Guatemala no es ilegal. Si una colección está registrada, usted cambia el registro en la Dirección del Patrimonio para que la colección pase a ser propiedad de la fundación La Ruta Maya. Lo que es ilegal es sacarlas del país y no registrarlas”, argumenta.

Es llamativo este desconocimiento de la ley por parte de un coleccionista tan experimentado como Fernando Paiz, siendo además presidente de La Ruta Maya una fundación cuyo objeto es la preservación y recuperación del patrimonio arqueológico.

Rossana Pérez Müller, de la Fiscalía de Delitos contra el Patrimonio Cultural de la Nación, del Ministerio Público (MP), afirma que un comprador de piezas arqueológicas, “comete el ilícito penal de tráfico de tesoros nacionales contemplado en el artículo 332 «C» del código Penal,  con una pena de 6 a 15 años de prisión y una multa  de 5 a 10 mil quetzales.”

En la Dirección General del Patrimonio Cultural y Natural, confirman que la compra de bienes prehispánicos “es un hecho delictivo.” Oscar Mora, director técnico de esta institución se remite a la ley para la protección del patrimonio cultural de la nación, aprobada en 1997, la cual, en su artículo 35, inciso c, dice llanamente: “se prohíbe la comercialización de bienes arqueológicos prehispánicos”. También menciona, tal como lo hace la fiscal Pérez Müller, el artículo 332 “C” del Código Penal.

Quien también es consciente del ilícito que representa comprar piezas arqueológicas, es Sofía Paredes, directora de la fundación presidida por el propio Fernando Paiz:

-¿Se puede perseguir judicialmente al comprador de un objeto arqueológico?

– Si lo cachan in fraganti comprándolo, sí, porque está haciendo un traslado ilegal o traficando. Yo no puedo trasladar una pieza si no está registrada. Eso es traslado ilícito.

Sofía Paredes va más lejos, y pasa de lo legal a lo ético: “Hay que educar al coleccionista y contarle que las piezas que tiene, no son cosas bonitas que le vinieron a tocar a la puerta. El coleccionista ve la pieza, y no se imagina la cadena de muertos que muchas veces lleva.” Asegura también que la compra de objetos prehispánicos fomenta el saqueo de sitios arqueológicos.

Sofía Paredes afirma que La Ruta Maya no puede ser acusada de fomentar el saqueo ya que nunca ha comprado piezas arqueológicas en Guatemala. Según ella, la mayoría de las alrededor de 3,200 piezas que guarda la fundación provienen de donaciones de coleccionistas internacionales que apoyan su labor de repatriación del patrimonio guatemalteco, o de donantes guatemaltecos, generalmente personas mayores, que quieren desprenderse de su colección. Este discurso es socavado por el propio presidente de La Ruta Maya, quien no menciona las donaciones como origen de la colección.

Sofía Paredes, recalca, en un correo electrónico: “La Fundación La Ruta Maya no compró la colección del Museo Príncipe Maya, sino la recibió en donación de parte de Fernando Paiz, quien hizo las gestiones iniciales”. La colección del Museo Príncipe Maya estaba hasta hace poco en posesión de las familias Gabriel y Deulofeu de Cobán. Tanto si La Ruta Maya compró la colección (según dijo Fernando Paiz), como si la recibió donada de su presidente después de que éste la comprara, lo que está claro es que la procedencia y la forma de obtener las piezas genera dudas. Revela también una sorprendente descoordinación en los discursos de la presidencia y la dirección de La Ruta Maya.

¿Dónde comprar piezas arqueológicas?

Los mercados de Chichicastenango y Santiago Atitlán en donde Fernando Paiz admite haber comprado piezas, son, efectivamente, lugares clave del tráfico ilícito de piezas arqueológicas. Prueba de ello, los allanamientos recientes realizados por el MP, con la participación de la Dirección General de Patrimonio. Eduardo Hernández, jefe del departamento de Prevención y Control del Tráfico Ilícito de Bienes Culturales de esta institución, comenta: “El año pasado hicimos un operativo en Santiago Atitlán, y decomisamos más de 2,800 piezas. En Chichicastenango, hemos extraído de las tiendas de artesanía entre 800 y 1,200 piezas en cada operativo. Allí tenemos dos o tres casos que hemos llevado hasta juicio y en los cuales se han deducido responsabilidades penales.”

¿Las piezas confiscadas en estos mercados, son, como lo sugiere Fernando Paiz, objetos que campesinos pudieron encontrar fortuitamente arando sus tierras? De ninguna manera, según Eduardo Hernández. “Las piezas decomisadas en lugares turísticos, sin duda alguna, son producto de una cadena de hechos ilícitos. La fuente de extracción son sitios arqueológicos”, afirma.

El museo Príncipe Maya, cuya colección Fernando Paiz admite haber comprado, era propiedad de Gladys Gabriel de Deulofeu. Contaba con más de 1,500 piezas, algunas de ellas extraordinarias. Su mayor tesoro: un panel jeroglífico extraído ilegalmente del sitio arqueológico Cancuén que narra 150 años de la historia de esta ciudad. Posiblemente parte de un trono, la pieza iba acompañada de otro panel similar que desapareció. Según diferentes versiones recogidas por Trafficking Culture, proyecto de investigación escocés que monitorea el tráfico internacional de piezas saqueadas, el segundo panel podría estar aún enterrado en Cancuén, o en manos de un coleccionista, o perdido en el fondo del río La Pasión a raíz de un pleito entre saqueadores.

Un especialista que no permitió que se revelara su  identidad, quien pudo admirar la colección del Príncipe Maya,  afirma  que esta proviene esencialmente de saqueos. Sobre el precio que podría tener el conjunto asegura: “no hablamos de miles, hablamos de millones de quetzales”. Trafficking Culture apunta que cuando el panel de Cancuén salió al mercado en 1994, estaba tazado en US$75mil dólares.

Luces y sombras de las colecciones privadas

En Guatemala, es perfectamente legal tener una colección de arte prehispánico. La única condición es inscribirla en el Registro de Bienes Culturales, cuya función es establecer el patrimonio con que dispone el país, y ubicar cada pieza dentro de este patrimonio, clasificándola y categorizándola. Para inscribir una pieza, explica Fernando Paniagua, director del Registro, su poseedor sólo debe presentar una foto y una declaración jurada en la que manifiesta tener dicha pieza, y en la que explica cómo ésta llegó a sus manos.

Este trámite obligatorio no convierte al coleccionista en propietario de la pieza. Según la Constitución de Guatemala, artículo 121, literal f, “los monumentos y las reliquias arqueológicas son bienes del Estado”. Es por esto que la ley para la protección del patrimonio cultural de la nación creó el estatuto legal de “poseedor”: una pieza arqueológica es propiedad del Estado, pero puede ser poseída por un particular.

La ley referida no es confiscatoria. Su objeto no es perseguir a los poseedores de bienes culturales en función de cómo los adquirieron. “En su declaración jurada, la mayoría de las personas manifiesta que esas piezas están en su familia desde hace muchos años”, expresa Fernando Paniagua. Y con esto basta. Por lo tanto, personas como Fernando Paiz, a pesar de haber adquirido piezas presuntamente de forma ilegal, las pueden registrar con toda tranquilidad. Una vez cumplido el trámite, no tienen nada que temer: poseen bienes del Estado con todo el respaldo de la ley.

Especialistas interesados en el patrimonio arqueológico del país estiman que, esta ley es demasiado benévola con los coleccionistas, tomando en cuenta que con frecuencia, las piezas provienen del saqueo arqueológico. En otras palabras, la ley castiga duramente toda la cadena del tráfico ilícito, del saqueador al comerciante, pero permite al coleccionista limpiar todos los delitos anteriores mediante el Registro. A menos que sea sorprendido in fraganti comprando o trasladando piezas sin autorización, el coleccionista no tiene nada que temer de la justicia o de la Dirección del Patrimonio, ya que un simple trámite le da la posesión legal de sus tesoros.

Guatemala es un país reconocido por su riqueza arqueológica. El número de sitios podría pasar de los 5 mil, repartidos en todo el territorio. “Miles de vestigios arqueológicos son descubiertos fortuitamente a través de la construcción, la agricultura y el crecimiento urbano,” explica Sofía Paredes, de la fundación La Ruta Maya. Por una parte, no se puede evitar que grandes cantidades de piezas y edificaciones antiguas salgan a la luz, y por otra, el Estado no está en capacidad de conservarlo todo.

Las colecciones privadas de arte, son, pues, una forma de conservar el patrimonio nacional. Como lo dice Daniel Aquino, director del Museo Nacional de Arqueología y Etnología: “Sería triste que alguien, en un arrebato de nacionalismo, empezara a juntar todas estas colecciones, pensando que todo lo debe administrar el gobierno. Eso sería ponerse la soga al cuello, y sería un riesgo para el patrimonio.”

La mayoría de los coleccionistas no registran sus bienes arqueológicos. Desconocen la ley y temen que sus tesoros les sean confiscados. Tampoco permiten que investigadores tengan acceso a las piezas, ni participan en muestras públicas. Pero otros muchos sí aceptan abrir sus colecciones. Por ejemplo, en el museo Miraflores, la cédula de muchas piezas manifiesta que éstas han sido prestadas por un particular.

Otros museos se formaron a partir de colecciones particulares, como el Museo Vigua de Arte Precolombino y Vidrio Moderno, situado en el hotel Casa Santo Domingo de Antigua. Este alberga las piezas reunidas por Edgar Castillo. A su vez, el museo Popol Vuh, situado en la Universidad Francisco Marroquín, proviene de la colección de Jorge y Ella Castillo, así como de donaciones de varios amateurs de arte maya. La propia fundación La Ruta Maya mantiene una intensa labor de difusión de su colección: ésta puede ser admirada en el museo Miraflores, en el museo Ixchel, en el museo Popol Vuh y a partir de octubre, en el Museo Nacional de Arqueología y Etnología, así como en muestras temporales nacionales e internacionales.

Esta publicidad no le quita el estigma a las colecciones; pues podrían provenir del saqueo arqueológico. Una colección particular que cuente con cerámica polícroma, paneles con bajos relieves, piezas de jade, incensarios o urnas funerarias, es decir, piezas de excepcional valor, proviene, casi con certeza, del saqueo arqueológico, y por lo tanto, de un actividad delictiva. Sin embargo, si los objetos están debidamente registrados, su tenencia es perfectamente legal.

Elisa Mencos, arqueóloga a cargo de la curaduría del museo Popol Vuh, admite sin ambages que la mayor parte de la colección del museo es fruto de saqueo. Expresa además su frustración, como investigadora, de tener a mano tantos objetos extraordinarios sin la información básica que debería acompañarlos: el sitio arqueológico y el contexto en que fueron hallados.  “No existiría el saqueo si no existieran personas interesadas en lucrar con el patrimonio.  Por lo anterior, el museo Popol Vuh está en contra de comprar piezas. Todas son donadas”, puntualiza Elisa Mencos. Es decir, cuando las piezas llegan al Popol Vuh, el mal ya está hecho. Sólo queda exponerlas, y explicárselas, gracias a un bien diseñado recorrido pedagógico, a los 10 mil alumnos y estudiantes que visitan el museo anualmente. El Museo Popol Vuh cuenta además con importantes programas de investigación científica avalados por arqueólogos de primera línea como Oswaldo Chinchilla, profesor de la Universidad de Yale.

No obstante, estos museos no respetan el código de deontología (/) emitido por el Consejo Internacional de Museos (el cual indica, en su punto 2.4: “Un museo no debe adquirir objetos cuando haya motivos razonables para creer que su obtención se ha conseguido a costa de la destrucción o deterioro prohibidos, no científicos o intencionados de monumentos, sitios arqueológicos o geológicos, especies o hábitats naturales.” Estas normas no son coercitivas, únicamente éticas. Los únicos museos privados que respetan este código de conducta, puesto que exponen piezas obtenidas por excavaciones científicas y legales con la autorización del Ministerio de Cultura y Deportes, son el Museo Miraflores  y el Museo Carlos F. Novella situado en las instalaciones de Cementos Progreso en la zona 6. El Museo Miraflores expone, sin embargo, piezas de coleccionistas privados. Una vez más, de las que no se conoce con certeza el origen.

Los peligros que acechan el patrimonio

“El saqueo es un tema tabú en Guatemala”, afirma Sofía Paredes, quien, además de ser la directora de La Ruta Maya, es investigadora especializada en este tema. Para ella, en esta actividad ilícita están implicados, o lo han estado, no sólo comunidades del norte de Petén, sino también militares, arqueólogos, diplomáticos, autoridades locales, en especial los alcaldes de Petén, policías, dueños de empresas de transporte y traficantes internacionales de arte.

La época en la que el patrimonio nacional sufrió las mayores pérdidas, fue a principios del siglo XX, cuando afamados arqueólogos y exploradores estadounidenses eran enviados a Guatemala por universidades e instituciones como el Peabody Museum o el Carnegie Institute. Fue un largo periodo en el que ilustres personajes como Silvanus Morley se apoderaban de las mejores piezas de los sitios que ellos mismos estudiaban por primera vez.

El Estado de Guatemala no mostró, durante muchos años, interés alguno por las reliquias mayas. Tal y como lo recuerda la historiadora Marta Casaús en un polémico artículo publicado en la Revista de Indias, en 1922, el gobierno de José María Orellana nombró director del recién creado Museo Nacional de Guatemala, a un norteamericano, William E. Gates. Según Casaús este arqueólogo y lingüista se vanagloriaba de poder sacar del país tantas piezas como él quisiera con sólo presentar una autorización firmada… por él mismo. Naturalmente, formó para su provecho una colección monumental que luego vendió a las universidades de Princeton, Tulane, y la Bringham Young University.

Poco a poco, con la creación de instituciones encargadas de velar por el patrimonio cultural, Guatemala se fue dotando de leyes que prohibían la exportación y la comercialización de bienes arqueológicos. Aún así, el saqueo nunca se detuvo. En los años 80, y hasta en los 90, afirma Sofía Paredes, todavía se podían ver cuadrillas de hasta cien hombres comandadas por militares de rango o traficantes internacionales, poniendo patas arriba ciudades mayas del Petén. En esos años, Guatemala inundó literalmente el mercado internacional de antigüedades con su patrimonio.

Sofía Paredes realizó a mediados de los años 90 un importante –y arriesgado – estudio sobre los huecheros (o huacheros), personas que se dedican a saquear sitios arqueológicos. Estos son campesinos o chicleros, generalmente pobres, que aprovechan su excelente conocimiento del terreno. Forman el primer eslabón del saqueo. “Son los que corren más riesgos y los peor pagados. Son aquellos a quienes las autoridades meten presos, y cuando se quiere averiguar dónde está la pieza prueba del delito, resulta que ya la policía la ha traficado”, afirma Paredes. Luego vienen los intermediarios, quienes generalmente tienen una idea más clara de los gustos de los coleccionistas y del dinero que pueden obtener por cada pieza.

Todas las personas entrevistadas concuerdan en que los niveles de saqueo han disminuido significativamente en los últimos quince años. Según Eduardo Hernández, de la Dirección General del Patrimonio, esto se debe a un mayor control del territorio, y a una labor de concientización realizada por su institución ante el Ministerio Público, la PNC y aduanas. Según Sofía Paredes, existe también otra razón: “Ha dejado de ser fashionable tener precolombino maya. Lo que se volvió fashionable es Sipán (un sitio arqueológico peruano de la cultura Moche), el oro de Suramérica, los textiles incas”. Sin embargo, ciertos tipos de piezas mayas siguen teniendo una fuerte demanda: máscaras de jade, objetos en concha o hueso, miniaturas de excelente calidad artística y cerámica decorada con caligrafía. “Eso sí está de moda”, afirma la investigadora.

Repatriaciones

Guatemala está haciendo esfuerzos por recuperar sus bienes arqueológicos desperdigados por el mundo. La repatriación de piezas es una de las misiones de la Dirección General del Patrimonio. La institución interviene cuando descubre que en una subasta internacional se van a vender piezas de origen guatemalteco. Se le pide entonces a las embajadas de Guatemala que gestionen ante las autoridades locales el decomiso de las piezas. De esta forma, se han logrado repatriar bienes culturales.

Pero, por falta de recursos, trabas o errores administrativos, o incluso, mala fe de algunos países, muchas veces el intento se salda con un fracaso. “Con los países latinoamericanos se trabaja muy bien”, afirma Eduardo Hernández. Un peritaje que demuestre que las piezas son de origen guatemalteco es suficiente para que sean devueltas. “En cambio, Estados Unidos y los países Europeos, nos exigen una serie de requisitos imposibles de cumplir. Por ejemplo, nos exigen la ficha del registro de los objetos que reivindicamos, cuando obviamente, por haber sido saqueados, estos nunca han sido registrados”, añade el funcionario.

Ejemplo de esto, menciona Eduardo Hernández, Alemania, que negó la restitución de las piezas guatemaltecas de la colección de Leopoldo Patterson, un cónsul costarricense que sacaba piezas del país usando la valija diplomática. O el caso de España, que rechazó la devolución de la valiosísima máscara de jade de Río Azul, parte de la prestigiosa colección Barbier-Mueller, ahora en venta. Esto, a pesar de que la joya está marcada con el inconfundible glifo emblema de la ciudad de Río Azul.

La fundación La Ruta Maya también busca que el patrimonio de Guatemala regrese al país. Según Sofía Paredes, la estrategia es aprovechar el prestigio de la fundación para lograr que coleccionistas donen sus piezas guatemaltecas. En ocasiones, cuando las piezas son de especial relevancia, la fundación accede a comprarlas. Así procedió para repatriar tres paneles jeroglíficos saqueados del sitio La Corona. Los paneles, según el arqueólogo Tomás Barrientos, narran la historia de La Corona, y su relación de dependencia política ante la ciudad de Calakmul. En este caso, Ruta Maya realizó el esfuerzo a favor del Estado de Guatemala: los tres paneles pasaron a ser parte de la colección nacional. Pero en otros casos, lamentan especialistas, las piezas repatriadas son registradas a nombre de coleccionistas privados.

Historia saqueada

Las zanjas que cavan los saqueadores, en algunos casos socavan los cimientos de los edificios mayas, poniendo en peligro su estabilidad. Pero eso no es todo. Una pieza saqueada es una pieza huérfana. Muy rara vez se puede decir de dónde proviene. Se pierde además, irremediablemente, lo que los arqueólogos llaman el contexto, el cual sólo puede ser analizado mediante una excavación científica. Por ejemplo, si una vasija formaba parte de una ofrenda funeraria, esta pieza habla del estatus de la persona enterrada. Un cuenco o un vaso no tienen el mismo significado si se encuentran en un contexto de élite que si se encuentran en los restos de una casa modesta. Los conjuntos de objetos desenterrados por los arqueólogos, permiten, paso a paso, reconstruir la estructura de la sociedad maya, así como la vida diaria de los distintos estratos sociales. Piezas halladas en lugares distantes de donde fueron fabricadas, revelan rutas comerciales o guerras y pillajes entre ciudades.

En cambio, una pieza colocada en la estantería de un coleccionista, puede ser preciosa, artísticamente sorprendente, pero casi siempre muda desde el punto de vista histórico. En ese sentido, el saqueo de sitios arqueológicos borra la historia del país. Y con la historia, la identidad de sus pueblos.

Oscar Mora, de la Dirección del Patrimonio, reflexiona: “Guatemala está resquebrajada, carente de identidad. Hoy por hoy, el guatemalteco no sabe quién es. Se ha menospreciado a nuestros antepasados, aunque vengamos de una de las civilizaciones más importantes del mundo. Una manera de reconocerlo, de formar identidad, saber quiénes somos y hacia dónde queremos ir, es a través de los bienes culturales.” Pero para esto, las piezas deben ser más que objetos bonitos: tienen que poder narrar un momento de la historia del país.

Museo Maya de las Américas

La fundación La Ruta Maya tiene un gran proyecto: crear en Guatemala un museo de clase mundial en donde se expongan “los principales objetos de su legado histórico”. Sofía Paredes, directora de la fundación, no quiere por ahora hacer declaraciones sobre este tema. Argumenta que el proyecto aún no está listo, pero que en cuanto lo esté, los periodistas serán invitados a una conferencia de prensa.

Sin embargo, la página Web de la fundación contiene información sobre el futuro Museo Maya de las Américas. Además, ya ha habido algunas declaraciones oficiales sobre este proyecto que cuenta con el apoyo del gobierno al más alto nivel. Paradójicamente, estas declaraciones no provienen del Ministerio de Cultura y Deportes, encargado de velar por el patrimonio cultural de la nación, sino del Instituto Guatemalteco de Turismo, por medio de su director, Pedro Duchez.

Según Duchez, el museo se erigirá en donde está ahora el mercado de artesanías de la Aurora. Para su construcción, La Ruta Maya pondrá a concursar a las mayores firmas arquitectónicas del mundo. Al igual que con el Museo Guggenheim de Bilbao, la arquitectura deberá representar un atractivo en sí misma.

Según Pedro Duchez, el museo podría atraer a 300 mil turistas anuales y generar alrededor de US$225 millones en divisas para el país. Cifras que suenan muy optimistas si se toma en cuenta que el Museo Nacional de Arqueología y Etnología recibe 70 mil visitantes al año, de los cuales, 50 mil son estudiantes de escuelas e institutos públicos que no pagan entrada.

Este museo albergaría la colección nacional de arqueología que ahora está expuesta y conservada en el Museo Nacional. También podría exponer, afirma Fernando Paiz, piezas de La Ruta Maya. Según su sitio Web, esta fundación estaría a cargo de la creación y administración del museo.

El proyecto genera oposición entre los vendedores del mercado de artesanías, como lo muestra un artículo del diario La Hora. Esto parece sacar de sus casillas al propio Fernando Paiz, como pudo constatarlo un reportero del diario vespertino, a quien el empresario arrebató la grabadora para luego manipularla y borrar sus declaraciones.

Pero la oposición surge también de círculos académicos que ven en el Museo Maya de las Américas, una forma de privatización del patrimonio nacional. Un arqueólogo guatemalteco, que prefiere no ser identificado, rechaza la posibilidad de que se mezcle la colección arqueológica nacional, fruto de excavaciones legales, con una colección que proviene, en su cuasi totalidad, del saqueo de sitios mayas.

Preguntado sobre este proyecto que dejaría sin objeto al actual Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Daniel Aquino, su joven y recién nombrado director, busca y mide una a una sus palabras. “Una de las principales funciones del Museo Nacional es representar la identidad guatemalteca. Privatizar uno de los símbolos de esta identidad no sería lo más conveniente. Los términos “privatización” y “patrimonio cultural de la nación”, inalienable, imprescriptible, inajenable, no concuerdan.”

La historiadora Marta Casaús atribuye este proyecto a la falta de visión del Estado de Guatemala, históricamente incapaz de ver en su patrimonio cultural y en sus museos, una forma de construir la memoria histórica de la nación. “El Estado no sólo no ha contribuido en construir la memoria y la identidad nacional, sino que lo ha dejado en manos de la iniciativa privada. De esta manera, les ha correspondido a las élites económicas conformar el alma de la nación: una nación homogénea, una nación blanca. Para estas élites, los pueblos indígenas son parte del pasado. Es el indio petrificado o el indio folklorizado”, opina Marta Casaús. Esta visión criolla de lo indígena, según la investigadora, está presente en los principales museos privados de arqueología y etnografía, con la excepción del museo Miraflores, el cual logra “unir presente con pasado”.

La cesión de responsabilidades del Estado a favor de la iniciativa privada se manifiesta claramente en el caso del Museo Maya de las Américas: por una parte, el gobierno otorga el usufructo de un terreno a La Ruta Maya y apoya decididamente su proyecto, y a la vez, deja al Museo Nacional funcionar con presupuestos paupérrimos, al grado en que, durante los dos meses pasados, no pudo abrir los fines de semana por no contar con un sólo vigilante para esos dos días.

Daniel Aquino, de ninguna manera rechaza la participación privada en el funcionamiento de la institución que él dirige. Uno a uno, menciona todos los aportes de fundaciones y empresas que le han permitido al museo “mantener la presentación y la calidad del museo a un nivel aceptable”. Agrega: “existen distintos modelos de gestión de museos con participación de sectores públicos y privados. Hay patronatos y convenios con organizaciones privadas que fortalecen en el aspecto financiero a un museo, pero que no implican un proceso de privatización tal cual.”

Oscar Mora, de la Dirección del Patrimonio Cultural y Natural, recuerda que la ley permite que los bienes culturales sean dados en usufructo o concesión a particulares o a una fundación privada. “El Ministerio de Cultura y Deportes, a través de sus museos, no puede administrar tanta riqueza cultural. Por eso la necesidad de museos privados, pero dentro del ordenamiento legal. El Estado no debe perder de vista esos bienes, que son su propiedad”, explica. El funcionario no ve con malos ojos el proyecto de museo La Ruta Maya. Agrega que el Museo Nacional no tiene la capacidad de difundir la riqueza cultural de Guatemala, y que por lo tanto, deben generarse alianzas y estrategias para tal efecto con la iniciativa privada, siempre cumpliendo “con los procedimientos que la normativa legal establece”.

Por su parte, Daniel Aquino no niega que la institución que dirige presente deficiencias en su museografía. Explica que no tienen los recursos para mejorarla, aportarle herramientas educativas multimedia, o simplemente, acercar el mensaje científico a los jóvenes que conforman la gran mayoría del público del museo. Pero no considera necesaria la enorme inversión que supondría un nuevo edificio. Piensa que sería más provechoso invertir recursos en la protección de la inigualable colección nacional, y además, darle a la institución los medios para modernizar sus exposiciones. “Con inversiones más reducidas, bien orientadas, se podría fortalecer una institución como ésta”, afirma.

Marta Casaús opina que no se debería delegar a una fundación privada el desarrollo y la administración de un museo como el proyectado. “Todos los museos importantes se han hecho con apoyo de la iniciativa privada, e incluso, a partir de colecciones privadas. Pero quien diseña los objetivos del museo, es el Estado como representante de todos los pueblos que conforman la nación. Y si el Estado no es capaz trazar esos objetivos, que forme un grupo de notables, con participación de las universidades, de la sociedad civil, de los propios mayas. Antes que buscar atraer a todos los turistas del mundo, un museo tiene que ayudarnos  a comprender nuestra propia historia y a construir nuestro futuro, como proyecto de nación multicultural, multiétnica y multilingüe”.

Queda por ver si un debate amplio y abierto será fomentado respecto al Museo Maya de las Américas, o si, como en tantos casos recientes en los que se juegan intereses nacionales,  se negociará a espaldas de la nación entre unas pocas partes implicadas. Sin perder de vista que un museo “de clase mundial” que se sustituya al Museo Nacional, no puede dejar de respetar las normas de deontología del Consejo Internacional de Museos, y de ninguna manera puede dinamizar el mercado negro comprando piezas arqueológicas, como admite hacerlo Fernando Paiz, o como lo hacen tantos otros para sus colecciones personales, y museos privados, respetados por su aporte al patrimonio nacional.

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Fuente: http://www.plazapublica.com.gt // Fotografía: Juan Tonchez

#LasPrestadas: La arqueología de rescate: un sistema por reformar.

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Por Sébastien Perrot-Minnot

Guatemala experimentaba entonces la « Primavera democrática », una época marcada por políticas humanistas y nacionalistas, y una formidable promoción de la educación y la cultura. En 1946, el presidente Juan José Arévalo firmó el Acuerdo Gubernativo no. 22, que creaba el Instituto de Antropología, Etnografía e Historia de Guatemala. El mismo tomó el nombre de “Instituto de Antropología e Historia de Guatemala” (IDAEH) en 1947, y ese mismo año, en virtud del Decreto no. 425, recibió oficialmente la misión de investigar y proteger el patrimonio cultural de la Nación. Dicho decreto estipula, en su Artículo 1, que “todos los monumentos, objetos arqueológicos, históricos y artísticos del país, existentes en el territorio de la República, sea quien fuere su dueño, se consideran parte del tesoro cultural de la Nación y están bajo la salvaguardia y protección del Estado”.

Posteriormente, a pesar de las vicisitudes políticas, los problemas institucionales y las limitaciones económicas, el IDAEH se reforzó, la arqueología nacional se desarrolló, y el país enriqueció su legislación patrimonial. Se tomaron disposiciones loables para luchar contra las excavaciones ilícitas, el saqueo, el tráfico de antigüedades y la destrucción de vestigios arqueológicos. Medidas específicas fueron adoptadas para la protección del patrimonio cultural de áreas sensibles, como los parques nacionales, el sitio prehispánico de Kaminaljuyú (Ciudad de Guatemala), el Centro Histórico de la Ciudad de Guatemala y La Antigua Guatemala.

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Montículos conservados en el Parque Arqueológico Kaminaljuyú. Foto: Sébastien Perrot-Minnot.

La arqueología de rescate, que interviene cuando obras de construcción afectan monumentos o remanentes de ocupaciones antiguas, ha jugado un papel esencial en la gestión del patrimonio. Desde 1947, el IDAEH se implicó en este tema, para responder al impacto que tenía la creciente urbanización de la Ciudad de Guatemala, en la conservación de la extensa ciudad maya de Kaminaljuyú. En su ya larga historia, el ente cultural guatemalteco ha sido blanco de críticas; no obstante, cabe reconocer también que ha tenido en sus filas a profesionales admirablemente comprometidos. Quisiera destacar aquí la difícil labor cumplida por los inspectores de patrimonio, quienes deben enfrentar oposiciones fuertes, y hasta amenazas. Pero el IDAEH no ha sido el único actor de la arqueología de rescate, desde luego; supervisó y apoyó proyectos conducidos por Universidades, instituciones extranjeras (como el Instituto Carnegie de Washington en Kaminaljuyú), compañías privadas y arqueólogos independientes.

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Excavaciones de rescate realizadas cerca de la iglesia Nuestra Señora de Guadalupe (Centro Histórico de la Ciudad de Guatemala), en 2014, bajo la dirección de Yvonne Putzeys. Foto: Rubén Larios.

Desde la emisión del Decreto no. 425, la arqueología de rescate ha sido practicada cada año. Concernió a todos los departamentos, y contribuyó a documentar todos los periodos, del Preclásico Temprano (1800-1000 a. C.) a la Edad contemporánea. Permitió descubrir grandes cantidades de vestigios en su contexto de origen, contestar preguntas fundamentales, suscitar nuevas visiones e hipótesis, y preservar valiosos legados. Ciertos proyectos de rescate han tenido una incidencia notable en la investigación científica, a nivel nacional e internacional; trabajaron especialmente en Kaminaljuyú y el gigantesco Montículo de la Culebra, la cuenca del Rio Chixoy, Naranjo (departamento de Guatemala), Cotzumalguapa (Escuintla), sitios de Petén, y las ciudades coloniales de La Antigua Guatemala y La Nueva Guatemala de la Asunción.

Sin embargo, en este campo, se han podido constatar deficiencias con consecuencias graves. Para comenzar, las intervenciones del Estado han sido dramáticamente insuficientes. Así, pese a la promulgación de un Acuerdo Ministerial sobre Protección de Kaminaljuyú en 1964, la metrópolis maya del valle de Guatemala ha sufrido destrucciones y saqueos masivos; de los 228 montículos que se contabilizan allí en 1945, ya sólo se pueden apreciar unos 30 en la actualidad (en 2011, se emitió un Acuerdo Ministerial reemplazando el de 1964, y declarando como Patrimonio Cultural de la Nación Intocable los montículos de Kaminaljuyú y sitios periféricos que habían sobrevivido).

Asunción Mita constituye otro caso trágico. En 2005, recorrí este yacimiento arqueológico de 6 km², uno de los más importantes del Oriente de Guatemala. En general, los vestigios ofrecían un panorama desolador. Pero algo me afligió particularmente: cuando llegué al lugar de la acrópolis, no encontré nada que se pareciera a un complejo arquitectónico prehispánico: habían preparado el terreno para construir una colonia residencial… Fuera de estos ejemplos, en toda la República, un sinnúmero de sitios arqueológicos han sido severamente alterados, sin que hubiera una reacción adaptada de las autoridades. Y sin duda, los atentados contra el Patrimonio continúan activamente, mientras escribo estas líneas.

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Montículo partido por la carretera, en Asunción Mita. Foto: Carlos Sebastián.

Pero más problemas serios perjudicaron la arqueología de rescate en Guatemala. Los proyectos dependen mucho de la voluntad de los constructores, que financian las operaciones, y lógicamente, quieren bajar los costos al máximo. En consecuencia, los responsables de las intervenciones arqueológicas disponen a menudo de un presupuesto y plazos demasiado reducidos, para poder efectuar investigaciones pluridisciplinarias y consecuentes. Por otra lado, en virtud de la reglamentación vigente, tienen apenas algunas semanas para entregar su informe científico, lo que les impide ir muy lejos en el análisis del material y los datos, afectando la presentación del estudio. A esto hay que añadir que la publicación de los resultados en revistas científicas ha permanecido extremadamente limitada. Con el paso del tiempo, se han perdido numerosas informaciones, sobre proyectos de rescate pasados; me di cuenta de que incluso excavaciones cruciales, emprendidas en Kaminaljuyú y el Centro Histórico de Guatemala, están poco documentadas…

No cabe duda, por lo tanto, que el sistema necesita cambios profundos. Al respecto, interesantes reflexiones se llevaron a cabo durante la “Primera Jornada de Rescates Arqueológicos”, organizada en diciembre de 2014, bajo los auspicios del Ministerio de Cultura y Deportes en diciembre de 2014. Una de las protagonistas del evento, la reconocida arqueóloga Bárbara Arroyo, subrayó entonces la “urgente necesidad de reglamentación” de los programas de rescate, está precisamente impulsando tal reglamentación, en su calidad de miembro del Consejo Técnico de Arqueología, que asesora el IDAEH.

Inspirándome del sistema francés, con el cual estoy familiarizado, diría que habría que sentar las bases, en Guatemala, de una arqueología “preventiva”. Idealmente:

  • Los profesionales o las organizaciones que deseen involucrarse en este campo tendrían que recibir una habilitación específica, para cada periodo histórico o prehistórico contemplado. Las habilitaciones serian otorgadas por el Estado previo dictamen de una comisión científica independiente y renovada anualmente, y el IDAEH publicaría la lista de las personas y entidades acreditadas para cada periodo.
  • Las municipalidades informarían el IDAEH de cualquier solicitud de permiso de construcción;
  • Cuando proceda, el Estado ordenaría la realización de diagnósticos arqueológicos, con sondeos, en los terrenos concernidos;
  • En función de los resultados de cada diagnóstico, llegado el caso, el Estado tomaría un decreto de excavaciones preventivas, incluyendo un pliego de condiciones científicas;
  • El operador de las excavaciones siempre sería elegido por el constructor, pero tendría que respetar estrictamente el pliego de condiciones, y su propuesta científica requeriría el aval del Estado (asesorado por la referida comisión científica);
  • El financiamiento proyecto de rescate quedaría a cargo del constructor, no obstante, el Estado podría aportar una ayuda económica a los particulares y las pequeñas empresas;
  • Después de las excavaciones, el Estado se basaría en los reportes preliminares del operador de las excavaciones para tomar las decisiones administrativas pertinentes con respecto al proyecto de construcción, pero el equipo científico contaría con el tiempo suficiente (varios meses, en todo caso) para producir un buen estudio;
  • El informe arqueológico final sería evaluado por el Estado, a través de la comisión científica correspondiente; un operador cuyos informes serian de mala calidad podría perder su habilitación.

Por supuesto, la adopción de un sistema de este tipo en Guatemala exigiría esfuerzos mayores.

De una manera general, los inspectores de monumentos deberían de beneficiarse de nuevas capacitaciones; el IDAEH necesitaría ser reorganizado y dotado de recursos económicos, materiales y humanos más amplios; el Estado debería darse los medios parar hacer aplicar las leyes en todas las circunstancias y todo el territorio de la Republica (un gran y antiguo problema); pero sobre todo, seria indispensable desarrollar, considerablemente, la sensibilización y educación relacionadas con el patrimonio arqueológico. Ya que este valioso y vulnerable legado, recordémoslo, ¡es asunto de todos!

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Sobre el autor: Doctor en arqueología de la Universidad de Paris 1 (Panthéon-Sorbonne). Investigador del centro de estudios arqueológicos EVEHA (Francia). Académico correspondiente de la Academia de Geografía e Historia de Guatemala.

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Fuente: http://brujula.com.gt/la-arqueologia-de-rescate-un-sistema-por-reformar/ contacto: perrotminnot@yahoo.fr

El Proyecto Mundo Maya, «Salvajemente Neoliberal»

Judith Amador Tello
31 de julio de 2011 . Revista Proceso

Creado por Salinas de Gortari y recuperado hace un mes por el gobierno de Calderón, este proyecto que se anuncia como la creación de un granpolo de desarrollo turístico en el sureste del país, en realidad es “un proceso muy similar a la conquista española de grandes compras o despojos de tierra”, a decir de los antropólogos Iván y Jorge Franco. Ambos exponen que poco a poco se irán dando las condiciones para la integración a la economía estadunidense y se virará hacia la explotación de recursos, con consecuencias deplorables.

Montado en la mundialmente difundida idea de que los mayas predijeron para el próximo 2012 el fin de un ciclo o, peor, el fin del mundo, el gobierno de Felipe Calderón desempolvó el proyecto turístico Mundo Maya originalmente propuesto en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, para tratar de atraer turistas de todo el mundo hacia los estados del sur y sureste del país.

El proyecto fue dado a conocer el 21 de junio pasado en el Museo Nacional de Antropología, en un acto al que asistieron empresarios y operadores turísticos, y en el cual se enlazaron en directo los gobernadores de Campeche, Fernando Ortega Bernés; Chiapas, Juan Sabines Guerrero; Tabasco, Andrés Granier Melo; y Quintana Roo, Roberto Borge Angulo. Ivonne Ortega, de Yucatán, no pudo enlazarse debido al huracán Beatriz.
Esta vez, sin embargo, no sólo se están poniendo en bandeja de plata a los inversionistas –sobre todo extranjeros– las mejores playas, propiedades y tierras aledañas a las zonas arqueológicas. A decir de los antropólogos e investigadores Iván y Jorge Franco Cáceres, literalmente se está “abonando el terreno” para la explotación de las vastas riquezas naturales y minerales existentes en la zona.

Se trata, resumen vía telefónica desde Yucatán, de un proyecto de “liberalismo salvaje” que terminará por integrar la economía de México y de los países de la frontera con Centroamérica, a la economía estadunidense. Está además destinado a las élites cuyo divertimento son los clubes de golf, yates, marinas y resorts, y en el cual el discurso oficial que habla de desarrollo económico de la zona y creación de empleos, se traducirá en la realidad en un mayor abandono de tierras de cultivo y la contratación de la población local como mano de obra barata en los servicios turísticos.

Señalan que aunque los proyectos Mundo Maya (el de Salinas y el de Calderón) tienen coincidencias, el contexto es distinto. El primero de ellos (recuerda Jorge Franco, especialista en el estudio del impacto de desarrollos turísticos e inmobiliarios en la zona maya), el proyecto Maya Zamá tuvo su origen en la Secretaría de Turismo (Sectur) que encabezaba Carlos Hank González.

Iván Franco (doctor en ciencias políticas por la UNAM, miembro del Sistema Nacional de Investigadores y autor entre otros libros de Los proyectos neoliberales sobre cultura y patrimonio cultural en México, editado por la Universidad Autónoma de Yucatán) añade que aunque ya estaba permeado por las políticas neoliberales y del libre comercio, todavía era un proyecto del Estado mexicano, no de las transnacionales. Se centraba en la explotación de cultura y los sitios prehispánicos de lo que fue Mesoamérica, así como de los paisajes naturales, pero bajo la batuta del gobierno federal.

Diez años después comienza a tenerse más clara idea de la riqueza en recursos naturales estratégicos que hay en la zona debido al impacto de uno o varios meteoritos en la Península de Yucatán (el más grande formó el cráter de Chicxulub), que dejaron en el subsuelo grandes cantidades de iridio, platino y otros materiales de alto valor.

Se encuentra también cerca de los llamados Hoyos de Dona, ricos en recursos petroleros, ubicados en el Golfo de México, en aguas marinas que México comparte, del lado occidental, con Estados Unidos, y en el oriental también con él mismo y con Cuba.

“Ahora que se tiene una noción muy vasta de lo que hay en términos de riqueza y explotación de los recursos naturales y estratégicos, el discurso del propio Estado cambió porque las transnacionales de Estados Unidos y Europa, incluidas las que están promoviendo el turismo, empiezan a interesarse más en toda esta zona.”

Después del sexenio salinista, durante el gobierno de Ernesto Zedillo se siguió dando cierto impulso al proyecto Mundo Maya. En junio de 1996 el empresario Roberto Hernández anunció que las haciendas henequeneras, ya abandonadas y que él había adquirido por 300 mil y hasta 1 millón de pesos, las convertiría en hoteles de “gran calidad”, donde podrían descansar los visitantes a las zonas de Uxmal, Chichén-Itzá, Celestún, Mérida, Campeche, así como a los conventos coloniales y Jaina, entre otros sitios (Proceso, 1025).

Cambio de ruta

Durante el gobierno de Fox, rememoran, el discurso gubernamental no se enfocó al desarrollo turístico. En opinión de Jorge Franco, los Hank disminuyeron su poder con la pérdida de la presidencia de la República por parte de Francisco Labastida. Y aunque Fox no había anunciado nada durante su campaña para la zona del sur-sureste, al poco tiempo de su arribo a la presidencia dio a conocer el Plan Puebla-Panamá en el cual explícitamente se abría la puerta a la instalación de refinerías.

Aunque debido a la crisis global hay disminución de inversiones extranjeras (así lo reconoce la propia Secretaría de Turismo), paradójicamente, dice Iván Franco, sigue habiendo empresas transnacionales que se están apropiando de grandes extensiones de terreno para establecer sus desarrollos turísticos o de otros giros de negocio:

“Estamos viviendo, sobre todo de los noventa a la fecha, un proceso muy similar a la conquista española de grandes compras o despojos de tierra. En esas épocas, los siglos XV y XVI, eran tierras que concedía la Corona a los encomenderos, a los ganaderos. En este caso son tierras que está sacando al mercado el propio Estado o la iniciativa privada.”

Añade que luego de los cambios al artículo 27 Constitucional (para modificar el Ejido) los campesinos, que han dejado de recibir apoyo del Estado para producir, se han visto obligados a vender sus tierras a los grandes inversionistas.

Ha sido fácil también, dice Jorge, porque los marcos jurídicos del uso de suelo se han hecho más flexibles, pero además porque los gobiernos estatales y municipales han encontrado un mecanismo: crear nuevos municipios con nuevas reglas. Así, por ejemplo, Cozumel se partió y quedó en Cozumel la isla y del otro lado el municipio de Solidaridad que responde “a los grandes intereses turísticos del gobierno federal y del gobierno del estado de Quintana Roo”.

Subraya que el nuevo plan turístico “está determinando no solamente que el Estado se aleje de ciertas responsabilidades que tenía con la población local, sino que está creando nuevas condiciones en cuanto al manejo de límites políticos y zonas territoriales, y lógicamente esto tiene mucho que ver con las facilidades y con los planes estratégicos que se están manejando para promover grandes desarrollos turísticos y darle entrada a marinas y campos de golf, con el fin de evitar reclamos, por ejemplo, de tierras ejidales.”

Iván agrega: “El conocimiento de los recursos naturales en el subsuelo y los Hoyos de Dona, la utilización de las zonas arqueológicas y los paisajes naturales, las inversiones extranjeras y nacionales; todo ello embona con el discurso de detonar el desarrollo turístico y crear empleos en una región deprimida económicamente y con bajos niveles de ingresos”.

Desde la llegada de Felipe Calderón a la presidencia, en el Plan Nacional de Cultura 2006-2012 se anunció que se impulsaría el “turismo cultural”. Destaca el investigador que incluso se hablaba de utilizar las zonas arqueológicas como un potencial para el progreso. Esto ha llevado a que los desarrollos inmobiliarios y turísticos se hagan no sólo en las grandes propiedades, sino también en la cercanía con zonas arqueológicas.

Los desarrolladores hablan en sus promociones de esa cercanía, de los paisajes naturales, de crear lagos artificiales “…para ofrecer el paquete completo a los turistas. Y la cantaleta de siempre de que se desarrollan hoteles, spas, campos de golf. Es la venta casi al por mayor de las tierras del país”.

Es la utilización, agrega Jorge Franco, del patrimonio cultural tangible e intangible como un plus para los servicios turísticos para la atención de grupos como los spring breakers, los baby boomers y hasta para la promoción del arribo de cruceros.

La Asociación Mexicana de las Agencias de Viajes, presidida por Jorge Hernández, anunció a los medios que el sector turístico ofrecerá paquetes de entre 5 mil y 8 mil pesos por persona por cuatro días, con avión incluido para aquella zona maya.

A través de la dirección general de Comunicación Social de Sectur, encabezada por Alberto Petrearse, se solicitó una entrevista con Amado Contreras Wong, coordinador del Programa Mundo Maya, y la respuesta fue que se buscaría un lugar en su agenda. Incluso se le enviaron las preguntas por correo electrónico, pero no hubo respuesta.

En la escasa información que la página web ofrece sobre el programa se indica que la región Mundo Maya ofrece al turismo nacional e internacional: “Sol y playa, cultura, ecoturismo y aventura, buceo, cruceros, negocios y convenciones”. A través suyo se busca, entre otros propósitos, consolidar a la Organización Mundo Maya integrada desde hace un par de décadas por los países de Belice, El Salvador, Guatemala, Honduras y México, que participan conjuntamente del plan.

Los Mouriño

En la ceremonia en el Museo de Antropología se anunció que se promoverán diez zonas arqueológicas, se remodelarán algunas y se abrirán Sak T’zi o Plan de Ayutla, en Ocosingo, Chiapas; e Ichkabal, en la reserva forestal de Bacalar, Quintana Roo.

Asimismo, se creará el Museo de Arqueología en Cancún, así como el Gran Museo del Mundo Maya en Yucatán, cuyo contrato de construcción y operación fue adjudicado por el gobierno de Ivonne Ortega a Promotora de Cultura Yaxché, S.A. de C.V., propiedad de Carlos Hank Rohn. El anuncio lo hizo Jorge Esma Bazán, director del Patronato de las Unidades de Servicios Culturales y Turísticos del estado de Yucatán (Cultur) el pasado 8 de junio, día en que fue aprehendido Jorge Hank Rohn. La oferta de la empresa fue de 143 millones de pesos y el contrato será por veinte años, como informó la reportera Rosa Santana en la agencia Apro.

Habrá también más de 500 programas y actividades culturales. Se terminará la restauración del exconvento de Santo Domingo de Guzmán en San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Y se prevé el fortalecimiento de la infraestructura carretera. Se ha difundido en los medios que está listo el tren rápido transpeninsular que comunicará a Yucatán, Quintana Roo y Campeche y trasladará anualmente un millón de pasajeros así como mercancías.

Todo con el pretexto de que en la cosmovisión maya se habla de un cambio de era. Y todos, comenta Iván Franco, contribuyen con su granito de arena pues hasta Discovery Channel ha hecho programas sobre las profecías mayas y no falta quien las liga con las de Nostradamus y el asunto va teniendo popularidad:

“Empecé a ver inclusive que los hoteleros y gente ligada a los servicios hablan de aprovechar estas profecías para atraer más turismo, así, literalmente. A estos les vale gorro si es real o no, la cosa es traer turismo.”

Recuerda que el turismo decayó a partir del escándalo de la influenza y ha sido difícil su recuperación. Incluso considera que los conciertos de los cantantes Sarah Brightman y Elton John en Chichén Itzá no fueron tan exitosos como sus promotores esperaban y muchos de los asistentes quedaron inconformes por el mal sonido, el clima y hasta los mosquitos, pues las zonas arqueológicas “no son escenarios”.

De cualquier modo, dice, llegan inversiones estadunidenses, canadienses y europeas que pretenden apropiarse de “nichos paradisíacos”. Recuerda el caso del hotel canadiense Princess Riviera Maya, de Playa del Carmen, donde el piso estalló matando a unas siete personas, pues –explica– se le permitió construir el lobby en una zona de manglares. Al ser materia en descomposición que quedó tapada, almacenó gases que finalmente explotaron.

Y como otro ejemplo de apropiación de grandes hectáreas de terreno cita a la familia del fallecido exsecretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño Terrazo, que según publicó el diario Por esto el pasado 27 de junio, construye el desarrollo turístico inmobiliario Campeche Country Club, con campo de golf, una marina, además de una playa artificial, aledaño todo al balneario popular de Playa Bonita, Campeche. El desarrollo, refiere el diario, se localiza “en un área de zona federal, la cual ya cuenta con autorización en materia de la Zona Federal y Ambientes Costeros”.

El caso de la familia Mouriño es, a decir del antropólogo, un ejemplo de apropiación de tierras tanto para crear desarrollos turísticos como para explotar los recursos naturales de la zona, pues no se debe olvidar que cuando llegó a México comenzó a obtener concesiones de Petróleos Mexicanos para explotar gasolineras. En la región de Mérida y Campeche, agrega, se están asentando otras empresas como la Shell o la Exxon Mobil.

Puede hablarse, advierte, de una primera fase en la cual hay una apropiación de tierras e infraestructura para los desarrollos turísticos e inmobiliarios, pues también se están construyendo unidades habitacionales para clases altas y extranjeros retirados que quieren venir a vivir a México, pero poco a poco se ira cambiando el giro hacia la explotación de los recursos:

“A la larga se están creando las condiciones para la integración económica definitiva a la economía estadunidense y con condiciones evidentemente deplorables.”

Añade su hermano Jorge que “al final el nuevo Mundo Maya es salvajemente neoliberal si lo comparamos con el viejo Mundo Maya que todavía tenía algunos compromisos con la cultura y la tradición”.

Y será igual para los países centroamericanos, en los cuales, según denuncia Iván Franco, se está formando una especie de cinturón de bases militares de Estados Unidos, que él interpreta como una forma de vigilar las zonas ricas en recursos estratégicos, pero también de contener a los países sudamericanos que se están yendo por la izquierda.

No cree que haya miles de turistas ansiosos de venir al Mundo Maya. Más bien avizora detrás del proyecto la gran apropiación de terrenos para las empresas que explotan diamantes, iridio –utilizado en la fabricación de pilas para computadoras, por ejemplo–, rodio y otros recursos resultado del meteorito.
El futuro en la zona, concluye Jorge Franco, está en la compra y expropiación de las tierras y habrá que investigar un punto que parece “muy delicado”, que es la procedencia de las inversiones. Pregunta si es dinero legítimo, de dudosa procedencia o capital especulativo, pues de ello dependerá también la continuidad de los desarrollos.

De lo que está cierto es que los políticos en el gobierno de Yucatán tienen ya su candidato a la presidencia de la República, identificado con ese modelo de desarrollo turístico:

“Al rato tendremos aquí a Peña Nieto celebrando sus convenciones en los grandes espacios del turismo internacional.”

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Fuente:http://hemeroteca.proceso.com.mx/?p=277517%3Ft%3DEl+proyecto+Mundo+Maya%2C++%E2%80%9Csalvajemente+neoliberal%E2%80%9D Foto: Internet