La antropología al servicio del Estado militarizado

 

La antropología al servicio del Estado militarizado

Gilberto López y Rivas

 

El antropólogo estadunidense David H. Price se ha distinguido entre sus colegas por oponerse al uso de la antropología por parte del gobierno de Estados Unidos como una herramienta más de sus guerras contrainsurgentes y ocupaciones neocoloniales en el ámbito mundial; por defender un código de ética que establece responsabilidades y lealtades de los antropólogos con respecto a las poblaciones bajo estudio, las cuales tienen que ser protegidas de cualquier daño en su integridad y sus intereses; y por denunciar el uso mercenario de la disciplina.

Recientemente, Price publicó un libro de lectura indispensable, Weaponizing anthropology, social science in service of the militarized state, Counter Punch-AK Publications, 2011, en el que expone sus críticas fundadas a la nueva generación de programas contrainsurgentes, como los equipos de científicos sociales (Human Terrain Systems), que forman parte de las unidades de combate de las tropas de ocupación en Irak y Afganistán, así como los programas universitarios (Minerva Consortium, Pat Roberts Intelligence Scholars Program, Intelligence Community Centers of Academic Excellence) que facilitan con renovado vigor las incursiones de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) y el Pentágono –entre otros organismos– en los campus de las instituciones de educación superior estadunidenses, convierten a las ciencias sociales en un apéndice del estado de seguridad nacional en el que se ha transformado el poder hegemónico del sistema imperialista mundial y trasmutan a las universidades en obsecuentes extensiones de su estructura militar.

La Sombra militar de la antropología es el título de la introducción, en la que Price destaca que la guerra contra el terrorismo de George Bush redescubre los viejos usos del conocimiento antropológico por los militares, adaptándolo a las necesidades de las guerras asimétricas y contrainsurgentes de última generación y a la ocupación de regiones identificadas por la presencia significativa de grupos étnicos o tribales.

En la primera sección, Política, ética y el regreso triunfal y en silencio del complejo militar y de inteligencia a los campus, se hace un recorrido histórico del involucramiento de la antropología con las empresas coloniales, la conquista y el genocidio, entendiendo que no existe la neutralidad política en la disciplina. La historia de los inicios de la antropología establece los vínculos de las tradiciones antropológicas estadunidenses, británicas, francesas, holandesas y alemanas con la expansión colonial en África, Asia, Indonesia y sobre los territorios de los pueblos indígenas de América. Se describen los problemas éticos y políticos de los antropólogos y de otros científicos sociales relacionados con los militares y las agencias de inteligencia y de cómo se ha innovado en cuanto a los programas universitarios establecidos en beneficio del aparato militar-industrial y de inteligencia del Estado.

En la segunda parte, Manuales: deconstruyendo los textos de guerra cultural, se examinan críticamente los documentos militares filtrados o ya publicados, con el objetivo de entender cómo las nuevas iniciativas castrenses y de inteligencia buscan poner bajo control a la ciencia social para sus propios fines en las actuales y futuras misiones bélicas. Estos manuales militares conciben la cultura como una mercancía identificable y controlable que puede ser usada por estrategas militares y organismos de inteligencia como una palanca para intervenir y manipular a su favor poblaciones enemigas, ocupadas o resistentes. Price comenta acerca de la ausencia en estos manuales de cualquier tipo de comprensión sobre las complejidades de la cultura que están presentes en los escritos de los antropólogos, las cuales son ignoradas, dejando en su lugar simplificadas narrativas que refuerzan estereotipos sobre vastas regiones de la diversidad. Las formas más reduccionistas de la antropología son asumidas por las concepciones castrenses en torno a la cultura. El libro ofrece comprobación detallada sobre la falta de escrúpulos intelectuales y de ética profesional de los antropólogos que participaron en la elaboración del último manual de contrainsurgencia (Counterinsurgency field manual No. 3-24), editado por la Universidad de Chicago, quienes plagian libremente los conceptos de reconocidos autores, sin las referencias bibliográficas debidas y sacándolos de contexto, en lo que Price califica como pillaje académico.

Finalmente, en la última sección, Teorías de contrainsurgencia, fantasías y crudas realidades, el autor considera una variedad de usos contemporáneos de la teoría de la ciencias sociales y la información con la que cuentan en apoyo a las operaciones de contrainsurgencia en la llamada guerra contra el terrorismo, incluido el entrenamiento y las políticas de los equipos de antropólogos y científicos sociales que actualmente trabajan en Irak y Afganistán.

La contrainsurgencia culturalmente informada –acorde con Price– presenta tres tipos de problemas para la antropología: éticos, políticos y teóricos. El problema ético está relacionado con la manipulación y el daño probable a poblaciones investigadas que debieran consentir voluntariamente ser estudiadas; el político consiste en usar a la ciencia antropológica para apoyar proyectos neocoloniales de conquista, ocupación y dominación; mientras el teórico se expresa en descansar en un simplificado reduccionismo acerca de la cultura destinado a explotar algunas características locales no sólo para supuestamente reducir el conflicto, sino en realidad para derrotar a los insurgentes.

Dos preguntas desde América Latina: ¿qué alcance tiene este tipo de prácticas en nuestros países? ¿Qué hacemos los antropólogos y nuestros colegios profesionales para contrarrestar o al menos denunciar estas estrategias de la antropología contrainsurgente de Estados Unidos?

 

Fuente: La Jornada, liga al artículo original aquí.

Nueva Imagen del Estado Teotihuacano

Este archivo es la versión descargable del que originalmente apareció en la versión impresa de la REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO, No. 67 Septiembre 2009, UNAM. La liga a la fuente aquí.

Discurso de Lina Güemes

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Por Lina Odena Güemes Herrera

Sr. Lic. Alfonso de Maria y Campos. Director General del Instituto Nacional  de Antropología e Historia. Autoridades que presiden este acto. Maestro Felipe Echenique March. Secretario General del Comité Ejecutivo D-II-IA-1. Delegación Sindical de Profesores investigadores del INAH. Compañeros investigadores. Señoras y Señores.

I. Los mirlos se están muriendo, y no se sabe por qué.

II. En Gran Bretaña, según lo documenta la Universidad de Cornell, los ruiseñores disimularon su canto al paso de los aviones nazis cuando, en el Siglo XX, incursionaron los bárbaros.

III. Bárbaros, así llama Alessandro Baricco a las nuevas oleadas de destructores de la civilización, a los que olvidan que el pasado es la herencia de la humanidad presente. A los que no hunden sus raíces en la tierra y viven en la superficie, haciendo surfing en la cresta de las olas de la vida social. La vida de los bárbaros busca la espectacularidad; el espectáculo se convierte en un valor y “así consigue darle [a sus actos] un éxito comercial asombroso –y resume Baricco—“en las consignas de los bárbaros se escucha el suave diktat del imperio”.

Mientras tanto, los mirlos se están muriendo y no sabemos por qué. Mientras este suceso conmueve a millones de seres humanos, otros tantos millones nos quedamos impávidos ante la caza despiadada de otros seres inteligentes y entrañables llamados ballenas y delfines que son exterminados por los poderes económicos, en este caso, los detentados por Japón y Noruega.

A estas alturas, se estarán preguntando si me equivoqué de lugar creyendo que estoy en una sesión de Greenpeace. No, no me he equivocado. Estoy en una gozosa reunión académica auspiciada por autoridades del INAH y nuestro actual Comité Sindical, agradeciendo profundamente este acto de comunalidad al que Ivan Ilich llamaría acto de convivencialidad. Aquí estamos; somos la comunidad académica, que, apoyada en nuestras tareas por otros profesionales y por nuestros compañeros administrativos, técnicos y manuales estamos verificando el ritual más antiguo de la humanidad: estar juntos, estar en sociedad, porque juntos hemos dado sentido a nuestra institución. Dije nuestra porque nosotros la hemos conformando y le seguimos dando existencia.

IV. En esta reunión de pensadores de la cultura, de estudiosos de la vida social presente y del pasado es indispensable preguntarnos: ¿Que importancia adquiere la antropología en tiempos cruciales? ¿En que condiciones realiza la antropología su quehacer? Cómo produce el antropólogo su obra? ¿Tiene sentido pensar la cultura? ¿Tiene sentido pensar a la naturaleza de la que formamos parte? A esta última pregunta hay que responder: ¡Cómo no, si somos los hombres (no añadiré “y mujeres”), somos, a la vez, naturaleza y cultura, por eso hablo de los mirlos, ballenas y delfines; sólo que en nuestro proceso nos hemos hominizado sin humanizarnos del todo. Las preguntas anteriores debí formularlas de otra manera: ¿Cómo produce el antropólogo en la postmodernidad, (concepto de Lipovetski), en relación a como se producía en el pasado? ¿Cómo realizamos nuestro trabajo ahora en la “sociedad líquida” caracterizada por el miedo y la inseguridad? Esta sociedad líquida se gasifica, se evapora, se consume a sí misma. Zygmunt Bauman -–filósofo y sociólogo contemporáneo—reconoce de manera lúcida que se ha verificando un cambio: del Estado Nacional, del Estado de bienestar social al Estado penal, al Estado sin poder para destruir narcotráfico y para combatir tanta violencia. Ahora se trata de un Estado que transfiere sus responsabilidades a las iniciativas e intereses de ciertas clases e iniciativas privadas que detentan de muchas maneras el poder.

Entonces, ¿Cómo podemos pensar antropológicamente el mundo globalizado caracterizado por hambrunas mayores a la de la Edad Media? ¿Cómo pensamos a los tránsfugas y nómadas modernos que atraviesan fronteras a pesar de los muros; y a los náufragos que arriban a los continentes creyendo que al pisar tierra firme reencontrarán sus identidades? (Bruno Traven, en el
Barco de la muerte, ofreció el doloroso panorama, casi de manera profética, de lo que hoy sufren los migrantes de todo el mundo. Los migrantes mexicanos atraviesan la frontera para ser humillados cuando sobreviven y el Estado ya no tiene el poder para resolver estos conflictos sociales. A éstos seres humanos los llamo mirlos y si sé y sabemos por qué mueren.

¿Cómo realizamos la praxis antropológica ante los niños de los campamentos de refugiados, y ante los niños-soldados reclutados por la guerra, así como a los niños de los campos de cultivo, –campos modernos de esclavitud que no dan acceso a educación, a sanidad, a ocio, a juego–? Estos niños son los mirlos infantitos, los mirlos angelitos que no tienen oportunidad de vivir una existencia plena porque en el Estado global de inequidad y de injusticia no caben estas consideraciones para ellos. Sí sabemos por qué mueren. Lo mismo ocurre con las mujeres vejadas y asesinadas día a día en el aparato de Estado controlador y vigilante, de estructura panóptica, que ha perdido el poder y no puede –o no quiere ver— que con cada mujer que muere se va del mundo una parte de la humanidad que debió ser honrada como matriz de vida. Por esto hay que repetir ¡Desde la más profunda indignación de un pueblo que se siente herido en su dignidad por la impunidad de los poderosos!, Ni una gota más de sangre. Por eso desde el corazón, como madre, como ciudadana y como antropóloga te digo a ti, Marisela Escobedo: tu viaje forzado al infinito “disminuye la luz sobre el planeta”.

Y otros casos, el de los indios, tratados como forasteros en sus propias tierra y los desempleados, etc. En este etcétera están los jóvenes –que no son elfuturo de México–, que son su presente. Y no hablo de los viejos, porque eso me cala hondo. ¿Y quién habla por la ENAH, Alma mater de la mayor parte de nosotros? Nuestros estudiantes necesitan becas, requieren de un compromiso mayor por parte del Instituto y de una buena parte de los profesores. Los estudiantes que acuden a la ENAH no son “ninis” –adjetivo perverso diseñado por las gerontocracias para responsabilizar y culpalbilizar a los muchachos, mirlos angelotes que arriban a sus estudios superiores con todas las carencias del sistema educativo y los dolores asestados por familias disfuncionales y por la violencia social. Defender a la ENAH es defender el artículo constitucional que señala el carácter público, gratuito y laico de la educación. La ENAH es uno de los pocos reductos educativos con estas características.

V. El caso es que la ciencia y la tecnología se producen en la “sociedad líquida” o en la sociedad compleja y entrópica, como la llamaría Edgar Morin. No hay homeostasis, no hay estabilidad y en estas circunstancias realizamos nuestras tareas: el estudio del hombre en sociedad. Son difíciles nuestras circunstancias de trabajo en el entorno con las características mencionadas, donde, por añadidura, se menosprecia el trabajo intelectual, se menosprecia a nuestros gremios, a nuestras hermandades, a nuestros sindicatos. Por todo ello convoco amistosamente a toda la comunidad del INAH a seguir siendo comunidad con la libertad y la dignidad que siempre hemos tenido para sostener nuestras diferencias, nuestra diferencia de paradigmas, de enfoques teóricos y de explicación de los fenómenos sociales –por fortuna no siempre coincidentes—y por fortuna siempre trabajando para nuestro Instituto con el profesionalismo reconocido mundialmente. En otras palabras, impidamos el bullyng, es decir, no demos paso al acoso y la violencia, no nos entronicemos usando la descalificación entre nosotros mismos y menos permitiendo que dicho bullyng se siga expandiendo y reproduciendo en las agencias estatales y en todos los rincones de la sociedad, donde se esconde y manifiesta cada vez de manera más peligrosa. Zigmunt Bauman nos recomendaría no participar de la sociedad de “cazadores”, de los exterminadores.

Desde una posición deliberadamente pesimista he antepuesto, a los debidos agradecimientos por los reconocimientos que hoy se nos otorgan, una serie de preguntas y dudas que tal vez nos ayuden a pensar no solamente en cómo debemos acometer los estudios en esta época de alta incertidumbre, de anomia y de entropía para formular nuevos proyectos que liquiden la tendencia a privatizar nuestro patrimonio; que obliguen a las autoridades a darse cuenta que no trabajamos para el turismo porque éste no resuelve la desigualdad económica. El turismo da empleo, es cierto, a cientos de trabajadores; pero es un empleo mal remunerado, de servicios a los vacacionistas; El asunto es que se trata de un paliativo, de una coartada, porque el capital que se obtiene es para los consorcios de la hotelería; el capital se fuga hacia el gran capital de las transnacionales. Adios a los manglares, a las reservas naturales, a los ecosistemas. Y todavía, agencias ajenas al INAH nos hablan de “pueblos mágicos”. El espectáculo consiste en poner luz y sonido y en ocultar, con habilidad, a los pobres que merodean en los sitios de alta marginalidad del sistema.

Esto es todo, no puedo extenderme más a pesar de que estoy consciente de que solamente he enunciado algunas ideas y pensamientos en torno a nuestro trabajo, ideas que tal vez no sean compartidas por todos los colegas; seguramente no todos se sentirán representados por mi. A ellos les ofrezco mi respeto a sus diferencias de pensamiento. Esto es todo, es mejor dar paso al festejo de la premiación, ya que he esperado 52 años para obtener un reconocimiento y tengo la esperanza de no esperar otro ciclo del tiempo prehispánico.

Muchas gracias.

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Texto leído durante la entrega de preseas por concepto de antigüedad en el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Castillo de Chapultepec. 24 de enero de 2011.

Nota completa: http://www.scribd.com/doc/48046816/Discurso-Lina-Guemes