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Por Juan José Santibáñez
Para los estudiantes de arquitectura, asomarse a la expresión vernácula puede ser un paso para comprender que la libertad viene de adentro. Una mente joven, fácilmente toma patrones de sus maestros, de su escuela, de los libros que el mercado le ofrece, y sin mayor reflexión, los toma como una verdad a seguir.
El comercio anuncia materiales, diseños industrializados, réplicas fieles repetidas por millones, que pierden el alma por ser imitaciones, estereotipando las expresiones de los jóvenes arquitectos. Las calles se convierten en pasarelas de formas, colores y texturas que protagonizan modas, sin la reflexión de que la modernidad tendría que ser la ciencia al servicio de la dignidad humana, adecuando el conocimiento, la tecnología y sus bondades, a la calidad de vida sin destruir el entorno natural y cultural.
Octavio Paz dice que la arquitectura es el testigo insobornable de la cultura, y en verdad es el mejor termómetro para darnos cuenta de cómo estamos, qué pensamos, qué pensamos, qué soñamos, qué pretendemos. Desgraciadamente basta con dar una vuelta, por las calles de las partes nuevas de la ciudad, para ver adopciones y maneras extranjeras que nos ha vendido el mercantilismo.
No sabemos reconocer y defender muestra herencia y por lo tanto somos incapaces de adecuar lo contemporáneo a nuestro legado, mucho menos al vernáculo, del cual para la mayoría de los habitantes, deslumbrados por el falso progreso, es despreciable.
La arquitectura vernácula del mundo es tan rica y variada como regiones hay en la tierra, porque nace con el sentido del lugar, en una metamorfosis del clima, geografía, sentimientos, costumbres y su sentir cotidiano. La particularidad del lugar le da magia a cada expresión, es un arte sin la conciencia de serlo; simplemente y sanamente, al elaborar sus espacios, brotaba espontáneamente su ser y su alma.
Es nuestra tarea aprender que antes de saber los procesos constructivos y técnicas innovadoras, tenemos que asimilar y desarrollar el amor a la tierra; a la cultura que nos vio nacer, al paisaje que nos envuelve, al aire que nos da aliento, a sentir el alma del mundo en el agua.
Durante abril tuvimos el primer acercamiento a estas experiencias, con la guía y compañía de Valeria Prieto, en la población de Tlacochahuaya. Ahí iniciamos el seminario de arquitectura vernácula, donde los jóvenes miraron con otros ojos las calles, casas y ambiente. Con criterios abiertos, reconocieron cuál es el valor de los materiales, de su expresión, de su composición, de sus procesos. Analizaron también por qué las formas de componer sus patios responden a sus costumbres, a su armonía, a su relación, y cómo el comercio desleal e ignorante, y algunas veces perverso, ha ganado voluntades.
Vemos con preocupación que todos los días se destruyen construcciones en la provincia, y no hay poder que lo pare. Dentro del seminario hubo un taller de fotografía para que los estudiantes elaboraran un registro de arquitectura vernácula en las ocho regiones del estado, y sembraran la semilla de sus propios valores en la juventud oaxaqueña.
Marcela Taboada nos ayudó en esta primera labor de conocer la cámara, nos llevó de la mano a encontrar las mejores fotografías. Analizamos con ella y junto con los estudiantes las imágenes de todos, escogimos las mejores y repasamos el valor de cada una para su comprensión.
Esperamos formar los equipos con algunos jóvenes en los próximos meses para recorrer ocho destinos, obteniendo con este ejercicio el material para un primer libro que será enriquecido con las conclusiones del seminario.
Durante el mes de junio, tuvimos el taller de bambú con los arquitectos Joao Caeiro y Fulvio Capurso, construimos un primer módulo para la unidad deportiva en San Pedro Apóstol, Ocotlán, en colaboración con el municipio del lugar y la organización internacional Arquitecture for Humanity. Seguiremos así, en los sábados de los meses siguientes, hasta octubre, en que nos encontraremos con gente de otras partes del país y del mundo.
Necesitamos fomentar procedimientos constructivos nuevos, con materiales naturales, resistentes y económicos. El bambú es uno de ellos. En nuestro país hay una especie nativa, Guadua Aculeada, la segunda más resistente del mundo, con mucho potencial para el futuro. Oaxaca tiene toda la capacidad para producir esta especie. Este material es de noble naturaleza porque puede crecer rápido, es resistente, de acabado natural, se tiene cosecha anual y no hay que quemar ninguna energía para producirlo.
Debemos admirar la historia real de nuestros abuelos, descubrir su arte, su sentir, su comunión con el entorno, su lenguaje integrado a la naturaleza, es decir, su expresión, nuestra herencia; agradecer sus esfuerzos viviendo sus legados como una historia viva en nosotros y por nosotros. No hay que ir a Harvard para aprender lo que hicieron los abuelos, ellos no fueron a la universidad y por cientos de años nos han dado lecciones de sustentabilidad.
Huajuapan, Oaxaca (1958). Arquitecto. Ha diseñado, entre otras edificiaciónes, la Biblioteca Infantil y la Universidad La Salle, en Oaxaca. arquitectosartesanos@hotmail.com El Jolgorio Cultural | Año 4 Núm. 39 Julio 2011 pag. 34 www.eljolgoriocultural.org.mx