El pasado 5 de agosto se presentó el libro «Legislación Cultural. Temas y Tendencias» del Dr. Bolfy Cottom en el Museo de la Ciudad de Cuernavaca (MuCIC). Durante el evento, en el que participaron, además del autor, Gustavo Garibay, Tomás Ejea y Adalberto Ríos, destacamos que el académico antes de empezar su intervención, se tomó unos segundos para condenar la destrucción de zonas arqueológicas en el país, por la construcción de infraestructura carretera, así como, pedir castigo a quien lo ordenó, permitió y ejecutó. El autor no dejó claro a qué caso en particular se refería, sin embargo, dado el contexto de la presentación (es decir, en el estado de Morelos y la fecha del evento), podemos intuir que se aludió al entonces reciente y polémico caso de Tlaltizapán. Por otro lado, comentó que bajo su punto de vista, en San Pablo del Monte, Tlaxcala, hubo omisión, aunque tampoco dijo por parte de quién o quiénes. Finalmente, sólo nos queda compartirles algunas fotos de la presentación, invitarlos a leer el libro citado y reflexionar sobre lo que se dice (sobre todo lo que no se dice) dentro de nuestro gremio.
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Fotos: Juan Tonchez (cc)
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III Congreso Internacional sobre Experiencias en la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial
Del 3 al 6 de septiembre de 2015, la ciudad de Cuernavaca será sede del III Congreso Internacional sobre Experiencias en la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial (PCI). El congreso reunirá investigadores, estudiantes, funcionarios, promotores, gestores culturales y ciudadanos interesados en el tema, para ofrecerles un espacio en donde podrán compartir experiencias, ideas, estrategias y descubrimientos en torno a sus propios esfuerzos de conservación del patrimonio inmaterial a través de mesas de trabajo, clases magistrales, mesas de diálogo y proyección de documentales. La alianza institucional encargada de dirigir el congreso está formada, por un lado, por el proyecto Archivo de la Palabra de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), y por el otro, por la Cátedra UNESCO del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Montserrat Rebollo, directora ejecutiva de Archivo de la Palabra y Cristina Amezcua, investigadora e integrante del comité académico y organizador del CRIM, hablaron a fondo sobre los orígenes, los alcances, las metas y la naturaleza comunitaria de este congreso internacional.
A las faldas de la majestuosa sierra del Chichinautzin, en el Cerro del Tepozteco, ubicado en el Pueblo mágico de Tepoztlán, en el estado de Morelos, cada 6, 7 y 8 de septiembre se lleva a cabo una serie de celebraciones en honor al señor Tepoztécatl.
El domingo 7 de septiembre, se llevó a cabo el inicio para ofrendar a su deidad, que mediante una ofrenda hacen reverencia al mito que nos dice: Una doncella que fue abrazada por la brisa del dios Ehécatl, divinidad del Viento, concibió a un niño, al que llamaron Tepoztécatl, bebe que fue recogido por una pareja de la región. Años más tarde, fue él quien defendió a su familia y a los habitantes de su pueblo al enfrentarse al gigante Xochicálatl, en Xochicalco por lo que fue festejado en su regreso a Xochicalco, por lo que fue ovacionado a su regreso por Quauhnahuac (actualmente Cuernavaca); al salir del lugar, durante su trayecto al cerro del Tepozteco llevó entre sus manos tocando, en señal de festejo un instrumento de percusión conocido como teponaztli . Finalmente, durante la época colonial, en el año 1558 d.C Tepoztécatl fue convertido al cristianismo por fray Domingo de la Anunciación, quien lo bautizó el 8 de septiembre, dando origen así a la fiesta que cada año se realiza en ese día.
Con gran devoción se prepararon los habitantes del pueblo con la mejor actitud, siempre sonrientes para emprender la ascensión al cerro del Tepozteco. La peregrinación estaba liderada por cuatro personas principales, una de ellas era la encargada de llevar el copal y parte de la ofrenda que consistía en flores, mientras que las otras tres personas llevaban tres caracoles para anunciar la llegada al cerro. En puntos específicos del trayecto, los guías se paraban para tocar el caracol haciendo reverencia a los cuatro puntos cardinales, este, norte, oeste y sur, sonido que estremece el corazón de cualquiera. Una gran peregrinación llegó a la entrada del cerro.
Poco a poco, nos fuimos adentrando a un lugar lleno de historia. Cada paso que se daba a través de escalones de piedra hacían que el cansancio se hiciera presente, pues son tres kilómetros aproximadamente de tres kilómetros, la cumbre se veía cada vez más inalcanzable. Sin embargo, este duro camino valió la pena al admirar la naturaleza que nos acompañaba, mariposas volando alrededor, el rico aroma del copal combinado con el de las flores y árboles del lugar parecía ser que el mismo Tepoztecátl nos estaba dando la bienvenida.
Después de un largo camino, se escuchaba de forma muy estridente, un eco gracias a los cuetes lanzados por los mismos habitantes del pueblo, de vez en vez se escuchaba a lo lejos el dulce cantar del caracol. Con tanta algarabía, la gente que sube, entran en comunión para apoyarse, riendo y conviviendo. La larga subida valió la pena, nos premió al llegar a la cima con una vista espectacular, los cerros de la periferia adornaban el paisaje con su galanura natural.
Una vez arriba, los nativos del lugar nos aguardaban con las ofrendas en mano. Ya todos reunidos comenzó el ritual. El sonido peculiar del teponaztli, que durante épocas prehispánicas era usado para el llamado de los guerreros, se empezó a inundar la cima del cerro. Este sonido fue acompañado con una pequeña flauta, que fue tocada por un anciano con gran habilidad y era éste quien encabezaba esta peregrinación a la cima del templo de Tepozcátl.
Lamentablemente, no todos pueden ascender al templo, así que los que nos quedamos en una explanada, permanecimos alrededor de 30 minutos esperando a que finalizara la ceremonia. Al terminar, comenzó un festín culinario, en donde el rico mole verde y los tamalitos no pudieron hacer falta. La magia de este lugar hace que por un momento formemos una gran familia entre los originarios del lugar y los extraños, hasta pareciese que tuviéramos años de convivir.
Después de realizado el rito, hubo oportunidad de subir a este basamento conocido como el Templo de Tepoztécatl, que fue construido durante el periodo mexica en honor a la muerte del Tlatoani Auhítzotl, esto es así porque en este recinto se encuentra el glifo 10- conejo que corresponde al año 1502 d.C. y el símbolo de Auhitzótl. Ya en la parte superior, se encuentra una banqueta con los veinte glifos del calendario mexica y encima de ésta se encontraban muy probablemente el numen de esta deidad.
Tepoztécatl, es una deidad que también fue llamado como Ome- Tochtli, uno de los cuatrocientos Dioses del Pulque. En la creencia actual para los pobladores del pueblo, es quién facilita la fertilidad y abundantes lluvias. Tras atestiguar tan importante celebración, finalmente, descendimos por aquéllas escaleras de piedra hasta llegar nuevamente al pueblo.
Eran alrededor de las 3:00 pm y empezamos a reunirnos en la Parroquia de la Virgen de la Natividad; ésta dispone de un amplio atrio en el que se encuentran cuatro capillas posas (capillas que servían para posar ahí al Santísimo en las procesiones de la celebración de Corpus Christi, estaban hechas de piedra y se situaban en las esquinas del atrio) y una cruz atrial cuyas puntas terminan en forma de flor de lis, emblema característico de la Orden de los Frailes Dominicos.
Esta celebración se lleva a cabo es esta Parroquia, porque en 1558 Tepoztécatl fue convertido al cristianismo por fray Domingo de la Anunciación, quien lo bautizó el 8 de septiembre, dando origen a esta celebración. Donde se llevó a cabo la segunda peregrinación, encabezado por el padre y al son de un estridente grupo musical llamado “El Ocotito”. Después de terminar la misa, salimos de la iglesia y comenzó un pequeño festival en dónde se empezó a colocar un mural hecho de puras semillas en el arco de medio punto, que da entrada a la iglesia. La Parroquia de la Natividad, la Iglesia de Tepoztlán, y su Ex Convento fueron construidos entre 1555 y 1580 por habitantes de los pueblos del antiguo Señorío de Tepoztlán, bajo la dirección de monjes Dominicos.
Fue una experiencia muy agradable, es increíble que a pesar de este sincretismo religioso se siga teniendo presente parte de los rituales prehispánicos. Valdría la pena ahorrar un poco para el siguiente año y ser parte de esta maravillosa celebración, conocer un poco más a este pueblo lleno de historia, tradiciones, alegría y hospitalidad.
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La hacienda es heredera directa de la sociedad feudal y la encomienda, con la salvedad de que la hacienda, en su periodo final, gozó los beneficios de las innovaciones tecnológicas del siglo XIX. La vertiginosa caída que experimentó este sistema durante la Revolución Mexicana, obligó al grupo triunfante a modificar -de forma pero no de fondo- las relaciones sociales de producción. La enorme acumulación de poder y dinero que gozaron los hacendados a finales del XIX y principios del XX fue uno de los factores que provocaron el movimiento armado, que en Morelos alcanzó su nivel más alto de organización.
Durante el Porfiriato las haciendas alcanzaron su máximo apogeo. Los promedios de extensión oscilaban entre las diez mil y las cien mil hectáreas; incluso una, la de Luis Terrazas en Chihuahua, alcanzó las 400,000 hectáreas. En Morelos la extensión no fue tan grande, a excepción de las propiedades de Luis García Pimental, cuyas haciendas de Santa Clara, Tenango y San Ignacio, totalizaban poco más de 68,000 ha. Sin embargo, por la abundancia de ríos y manantiales, los terrenos morelenses ofrecían una fertilidad asombrosa, mucho mayor que los terrenos en el norte del país, y con la ventaja de tener el mercado de la Ciudad de México a menos de 100 km. de distancia; por lo tanto, Morelos se convirtió rápidamente en el principal productor de caña a nivel nacional. La renovación tecnológica que experimentó esta industria a partir de 1880 produjo un crecimiento enorme.
Los métodos antiguos de producción de azúcar fueron empleados en la Nueva España y el México independiente por espacio de 300 años, por lo menos. Un primer avance sustancial se dio a mediados del siglo XIX con la introducción de la variedad de caña habanera (Saccharum otahitense) en sustitución de la variedad criolla (Saccharum oficianarum), mucho más fácil aquélla de moler en los ingenios. Otro cambio fundamental fue el uso del vapor en lugar de las caídas de agua para accionar los molinos, lo que incremento de manera significativa la cantidad de caña triturada.
Procesadores de efecto múltiple y evaporadoras al vacío, para controlar mejor el calor y el proceso de cristalización de las meladuras; básculas, grúas y trenes de mulas, para facilitar la medición y el transporte de la caña desde el campo al ingenio, y de ahí a la estación del ferrocarril, fueron algunos de los instrumentos que ayudaron en gran medida al desarrollo de las haciendas azucareras. El otro aspecto que aceleró tal desarrollo fue la apropiación de los mejores terrenos de siembra y la monopolización del agua, en detrimento de las comunidades.
John Womak Jr., entre otros historiadores, describe el acontecimiento que llevaría a la confrontación final entre hacendados y pueblos en el estado de Morelos: la muerte del gobernador Manuel Alarcón (15 de diciembre de 1908) y la elección del candidato porfirista, Pablo Escandón, apoyado por los hacendados.
Ante ese candidato, de gustos refinados y educado en Inglaterra, que respondía a los intereses de los hacendados, los campesinos de Morelos postularon al suyo: Patricio Leyva, hijo del general Francisco Leyva, héroe local de la Guerra de Intervención y con gran influencia popular en todo el estado. Entre los hombres que apoyaron a Leyva estaba uno que los hacendados también conocían y por quien se disputaban sus servicios de insuperable domador de potros: Emiliano Zapata.
Las haciendas azucareras
En la región de Cuernavaca – Cuautla, desde inicios de la colonia se establecieron varios trapiches e ingenios, por ser la más próxima al mayor mercado de la Ciudad de México. Hacia 1600 operaban en la región 12 ingenios de diversos tamaños, siendo el de Cortés el mayor productor. Hacia 1900, alrededor de 30 plantaciones de caña poseían casi toda la tierra de Morelos, probablemente el total del número que funcionaron desde 1600, varía entre 50 y 60 incluyendo las abandonadas. Después de la Revolución casi todas dejaron de funcionar y se construyó un gran ingenio cooperativo, Zacatepec. En la actualidad Morelos produce más caña que nunca.
Los ingenios se pueden dividir en dos tipos generales, el de propiedad privada y el perteneciente a órdenes y colegios religiosos, los segundos tuvieron una continuidad mayor.
La industria azucarera fue iniciada con la instalación de los primeros ingenios, en la Nueva España por Cortés en San Andrés Tuxtla, Veracruz, alrededor de 1528. Y en Morelos por Antonio Serrano de Cardona cerca de Cuernavaca en 1530, en Axomulco.
El tercer ingenio fue construido por Hernán Cortés en Tlaltenango, se comenzó en 1524 y concluyó en 1535. Serrano Ruiz de Velasco afirma en 1937, que todavía se encontraban la base de un molino de agua, parte de un acueducto y algunos muros en pie con distintivos y la fecha de 1535, el lugar se encuentra ubicado a 3 km del centro de Cuernavaca. En la actualidad, por donde pasaba el camino real se encuentra la avenida Emiliano zapata. Además, todavía se encuentra una capilla que data de esa época cerca de la iglesia de lo que era el poblado de Tlaltenango y la iglesia del Señor San José y el Señor de la Misericordia (del calvario). En 1553 el ingenio de Axomulco fue comprado por los descendientes de Cortés y desmantelado, pasando a formar parte de Tlaltenango.
En 1531, Cortés le otorga una merced a Bernardino del Castillo en tierras del barrio de Amanalco, en Cuernavaca, en las cuales funda el ingenio de Amanalco, este duró en funcionamiento hasta el siglo XVIII, siendo su último dueño Diego Caballero.
(c) Restos de la hacienda de Amanalco / www.morelostravel.mx
En la actualidad se puede admirar lo que era el acueducto de esta hacienda que partía desde el manantial que se encuentra en lo que actualmente es el parque Melchor Ocampo.
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