DE LA CASA #133: UNOS OJOS ABIERTOS / JJGG.

Por Juan José Guerrero García

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El hambre le dio tres toques en la panza para decir despierta, despierta.

Abrió los ojos, estaba oscuro, escucho como todos dentro de un pequeño jacal movían herramientas, Sus padres calentaban agua, sus madres envolvían la comida, lo jalaron del brazo, tiernamente lo sacaron del hogar.

El frío y los moscos son más recios cuando caminas cerca del lago y despiertas antes que el sol, tras mucho caminar al fin llegaron al terreno, el sol daba pequeños guiños, mientras él se quitaba las lagañas una de sus madres le llevó a arrancar hierba y juntar insectos para la comida, le explico que era importante tener todo limpio para aprovechar las crecidas del agua para la siembra, él recoge unos tallos secos de amaranto mientras los mayores perforan la tierra con varas puntiagudas, poniendo una semilla en cada oquedad.

Él no se aguanta  suelta la hierba y toma un poco de lodo para lanzárselo a una de sus hermanitas que también trabajaba, ésta se quejó primero, después le regresa el puño de lodo pero él lo esquiva, la niña toma otro poco para realizar la venganza, sin darse cuenta todo se volvió divertido, solo corren y se ríen, los padres y madres lejos de regañarlos disfrutan viéndolos jugar, se ríen con ellos, se recuerdan a si mismos, se extrañan.

Unos ojos abiertos al extremo, un sonido ensordecedor y la sensación de que la rapidez del corazón hacía mas lento todo a su alrededor, lo hizo voltear al norponiente donde se encontraba el gran volcán, ese cerro que al que cada veintena de los días le hacían una ofrenda de frutos, rezos, danzas y sangre, ese volcán que representaba al anciano portador del fuego eterno y que estaba al centro de los cuatro rumbos de tierra. Ese volcán que con un tronido expulsó de sí fuego y cenizas.

De pronto y sin darse cuenta todos estaban juntos como si una soga hecha de miedo los hubiera jalado de un tirón, los padres y las madres tenían los ojos fijos se miraban unos a otros buscando respuestas, ninguno las tenía.

Él temblaba se mantenía callado porque sabía que si bien de vez en cuando llorar hacía que los mayores lo atendieran y lo calmaran, ahora no tenía que llamar su atención , ahora tenía que dejarlos tomar una decisión rápida, ahora lo que tenía que hacer era no estorbar, quedarse quieto y colaborar con todo.

Uno de sus padres lo jaló hacia su pecho, lo abrazó fuertemente besó su cabeza y caminaron todos juntos de vuelta al jacal, rápidamente fueron en busca del anciano quien miraba pensativo al cielo, notó como el sol se arrepentía de salir pues las cenizas cubrían toda la bóveda, manteniéndola gris con algunos destellos rojos. De pronto el aire cambió de olor, algo raro había en el ambiente, quizá por eso las aves salían despavoridas los animales corrían hacia el lado opuesto, quizá por eso él quería correr también, convertirse en coyote y correr lo mas lejos posible hasta encontrar al sol y traerlo de vuelta quitando todas las cenizas.

Pese a la pestilencia, todos estaban afuera del templo, rezaban cantaban mientras el anciano se pinchaba la lengua con una punta de maguey, el aire cada vez olía mas raro por eso todos se apuraron a quemar Copal para alejar los malos olores, por eso todos danzaron con mas fuerza, por eso no les importó el frío ni respirar cenizas, por eso no les importó el cansancio, por eso no les importó el hambre, por eso no les importó que el anciano cayera, por eso no les importo la sed, así estuvieron trece días intentando convencer al volcán de quedarse tranquilo, de dejarlos vivir ahí.

Después de la primera trecena el cielo volvió a ponerse azul, el aire había recuperado su pureza, al fin todos pararon de danzar, al fin se permitieron comer. Las secuelas eran grabes muchos no pararon de toser, él tampoco, muchos estaban flacos por el hambre, él también, muchos estaban cegados por la ceniza, él no podía abrir sus ojos, de pronto sintió como una mano temblorosa le acariciaba la cara, escuchó como un llanto lo nombraba, sintió como un unas manos flacas lo cargaban y lo apretaban con fuerza, sintió como avanzaban , escuchó como un llanto le explicaba que el volcán lo había elegido, se dio cuenta del cansancio de quien lo cargaba, se dio cuenta de las rocas y los acantilados por los cuales pasaban aunque no podía ver, aunque le costaba respirar.

Al fin llegaron a un lugar muy caliente escuchó música, escucho cantos, sintió como unas manos lo cargaban temblorosas, cómplices, escucho llantos, escucho gritos, unas manos se desprendieron, después sintió un inmenso calor, después no sintió nada.

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El hambre le dio tres toques en la panza para decir despierta, despierta.

Abrió los ojos estaba oscuro, escucho como todos dentro de un pequeño departamento movían herramientas, Su madre envolvía una torta. Lo jalaron del brazo, tiernamente le pusieron el uniforme.

El frío y lo seco del ambiente es mas fuerte cuando te levantas antes que el sol, la aridez del pedregal, de esta lava seca  sobre la cual está construida su casa, el smog tempranero hacen un hueco en el estomago. Caminaron por la calle de Anacahuita hasta llegar al paradero de micros donde su madre le compró un atole de nuez antes de abordar la combi. Llegaron al fin a la escuela, su madre se despidió rápidamente  y se fue directo al trabajo. Ya adentro  todos los niños estaban formados para la ceremonia del lunes, una niña de su salón decía de memoria las efemérides de la semana, junto a él había una jardinera se le hizo fácil tomar un poco de lodo y lanzárselo a su amiga, ella lo esquivó con agilidad, sin embargo él no se salvó del castigo, lo pusieron a barrer la azotea.

Unos ojos abiertos al extremo, un sonido ensordecedor y la sensación de que la rapidez del corazón hacía mas lento todo a su alrededor lo hizo voltear al surponiente donde se encontraba el gran volcán, el Ajusco, el Xitle, ese volcán que hace tantos años hizo erupción cubriendo pueblos y ciudades enteros, cuyos pobladores (los que sobrevivieron) aprendieron a vivir junto al lento fluir de la lava. Hoy solo habían cohetones que anunciaban la festividad de San Miguel Ajusco, él miro impresionado y alegre, vio el cielo sonrió pensó que sería divertido subir por aquel cerro brincar las rocas, los acantilados se imaginó la fiesta, deseó que sus padres tuvieran tiempo de llevarlo sonrió un buen rato y siguió barriendo.

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Sobre el autor: (Ciudad de México – 1985) Arqueólogo por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) y Licenciado en Psicopedagogía. Colaboró con el Departamento de Protección Técnica y Legal de la Zona de Monumentos Arqueológicos de Teotihuacan. Trabajó en un proyecto de arqueología comunitaria en la misma zona arqueológica. Ha participado en diferentes eventos relacionados con el  patrimonio arqueológico en diferentes escuelas y foros. Sus principales intereses son el estudio de la ideología y el poder a partir de la arqueología, así como la participación comunitaria en la protección del patrimonio arqueológico.  Actualmente cursa la maestría en Museología en la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM).

Contacto: ometuzco62@yahoo.com.mx

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Fotografías: Taller(es) de Acontecimientos (TACOS) / Sesión 3. Autor: Juan Tonchez

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ArKeopatías opera bajo una licencia Creative Commons Reconocimiento – NoComercial – Compartir Igual 4.0 Internacional License, por lo que agradecemos citar la fuente de este artículo como: Proyecto ArKeopatías./ “Textos de la casa #133″. México 2018. https://arkeopatias.wordpress.com/ en línea (fecha de consulta).

FOLIO #1: RECORRIENDO SANTO DOMINGO (1era. sesión de los TACO’S)/ CDT.

Por Cristina Desentis Torres

Punto de encuentro: el mural de Metro C.U. Cierto es que en mis visitas a la ahora llamada CDMX acostumbro usar el sistema de transporte colectivo Metro, ese enredijo a veces subterráneo y otras a vuelo de pájaro donde en resumidas cuentas “hay de todo”. Esta ocasión fue diferente, pues la cita era en un rumbo que no frecuento: la estación Universidad. Dejé el andén buscando no una dirección o salida en particular, sino un mural, no sabía cuál ni en qué ubicación específica, pero alguno debía haber pues la referencia se hacía tan familiar como un domicilio conocido. Un clavado en la red: el mural “La universidad en el umbral del siglo XXI” (acrílico sobre tela; 55 m2), autoría del pintor Arturo García Bustos, fue inaugurado en 1989. En su parte central muestra el emblema de la Universidad, el cóndor y el águila; a la diestra sus grandes creadores y ejemplos de la labor científica y académica que ahí se gesta; y del lado izquierdo un recorrido por los periodos históricos más significativos que dieron lugar al estado-nación mexicano: la época prehispánica, el virreinato y el México revolucionario[1].

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Pues bien, ese día el nombre del mural quedó en incógnita porque la cédula estaba cubierta. Sin embargo, con el rato que estuvimos ahí es evidente que constituye un punto de encuentro, pues había varias personas esperando, muchas de ellas mirando sus teléfonos móviles, algunos sentados en el piso leyendo, otro más platicando. Para el pasajero que desciende en metro C.U., el mural es ese punto final de la estación donde se pueden tomar dos salidas, una hacia la UNAM y la otra hacia el Barrio de Santo Domingo. Tomando esta última, bajar a la calle es como muchas otras estaciones del metro donde hay paraderos de combis y micros con diferentes destinos…

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A través de “El Paso”

Tomamos una callecita corta y estrecha, popularmente conocida como El Paso. A través de este camino reducido y atestado de gente, vendedores y puestos de comida, se entra como tal al barrio de Santo Domingo. Hay mucho movimiento en la calle. Es medio día, domingo, día de mercado. Recorrimos calles asfaltadas donde los autos y micros se disputan el derecho de paso y plaza de estacionamiento, invadiendo las banquetas si es necesario. Las banquetas varían en anchura y cantidad de imperfecciones, y son escenario de diversas actividades del cotidiano: venta de comida, lavado de autos, bazares de fin de semana, etc. Aunque impera el gris de las construcciones, la mayoría habitacionales, esto se intercala con la típica anarquía cromática de los barrios mexicanos cuya formación y crecimiento obedece a una constante llegada de gente de fuera. Esta manera como se fue poblando el barrio, probablemente explique el curioso fraccionamiento de las cuadras, donde abundan privaditas o callejones sin salida. Como característica del barrio, las calles llevan nombres en náhuatl. ¿Por qué? Esta es una de las tareas interesantes a investigar.

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Con la protección de Yacatecuhtli: Día de mercado

Sobre las calles Copal y Jilotzingo recorrimos parte del mercado que se asienta los domingos sobre la vía pública con una amplia variedad de productos comestibles, ropa, flores y accesorios de todo tipo. La organización de los comerciantes se ve que lleva años y es muy buena, pues hay un orden en el derecho de piso, uniformidad en las estructuras de sus puestos y el color de sus lonas, y exhiben una manta con la leyenda “Unión de comerciantes en pequeño de baratas populares y permanentes A. C.” acompañada de un par de imágenes, una de Cuauhtémoc y otra de Yacatecuhtli, dios del comercio. Ni la Iglesia del barrio se salva de tener parte de su fachada tapada con la línea de puestos que se extiende sobre Jilotzingo, cosa que no impide los servicios religiosos. En las calles adyacentes algunos vecinos instalan bazares de segunda mano en sus cocheras o sobre las banquetas frente a sus domicilios, ampliando la oferta de productos. Un problema urbano que generan estas actividades es la reducción de las calzadas por la instalación de puestos y por ende un caos vial, ya que sobre el arroyo vehicular también van peatones, comerciantes moviendo sus mercancías, y especialmente para los micros se complica el paso por su tamaño.

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Privadas y nichos

Personalmente, hallé parte del encanto de este barrio en la cantidad de privadas que hay porque muestra un fraccionamiento urbano caprichoso y que me lleva a preguntarme por la relación que puede existir entre los vecinos de dichos espacios restringidos, los conflictos de su formación y la convivencia que provoca esta cercanía, así como la apropiación de ese pedacito de calle por quienes ahí habitan.

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Por otra parte, la presencia de nichos resguardando diferentes santos o advocaciones marianas muestra la religiosidad de los vecinos, el culto especial a estas imágenes y la dedicación para preservar cuidadas y adornadas estas pequeñas moradas. Éstos tienen un carácter público, pues se hallan sobre las banquetas de calles grandes, muchos en jardineras que parecen aprovechar la doble función de adornar el espacio con vegetación, proveer sombra y además servir de marco para los nichos; vimos también un ejemplo colocado en el tronco de un árbol. Casi todos están ofrendados con flores, veladoras, e incluso resguardados con vitrinas, rejas y candados.

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Preguntas que surgen a partir de estas bellas representaciones de la religiosidad popular son conocer más sobre las fiestas patronales del barrio, así como de los pequeños cultos, si son de introducción más tardía, y qué sector de la población (en cuando a edades, procedencia, etc.) se identifica particularmente con estas imágenes.

La fuerza de la colectividad

El tema del gasolinazo en toda la República sigue siendo actual y no fue extraño observar en el barrio de Santo Domingo diversas manifestaciones públicas en soportes varios contra esta medida federal a todos los niveles: desde propaganda de la que se cuelgan los partidos políticos, hasta organizaciones más formales y duraderas de grupos vecinales que desde hace varios años han peleado por causas diferentes en el afán de defender sus derechos y recursos, acciones personales y participación de colectivos.

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Hablando de muros…

Para mostrar un poco del colorido de este barrio y de las cosas positivas que puede hacer la gente para darle vida e identidad al lugar en donde vive, es interesante prestar atención a la multitud de bardas pintadas, unas sí con grafitis que legalmente han de considerarse vandalismo, pero también otras tantas con murales cuya iniciativa, permisos y ejecución debe ser interesante indagar. Los temas y estilos son variados, pero no deja de recordarnos la intención de hacer visibles ideas, deseos, preocupaciones o motivos que ponen de manifiesto esta necesidad de expresión de los habitantes y cómo hacerlo a través de formas plásticas. Sonará trillado, pero el arte sigue siendo una respuesta a muchos de los problemas sociales que atravesamos como país.

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Fotos: Juan Tonchez y Cristina Desentis.[1]: http://www.metro.cdmx.gob.mx/cultura/murlauniversidad.html

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Sobre la autora: (Oaxaca de Juárez, Oaxaca, 1985). Arqueóloga por la Universidad de las Américas Puebla (2011), ha participado en diversos proyectos, salvamentos y rescates arqueológicos en los estados de Oaxaca y Puebla. Coautora de ponencias en el XVI Congreso Nacional de Estudiantes en Ciencias Antropológicas (BUAP, Puebla, 2006), la 74th y 76th Annual Meeting of the Society for American Archaeology (Sacramento, California, 2009 y Atlanta, Georgia, 2011) y el VIII Coloquio Pedro Bosch Gimpera (UNAM, Ciudad de México, 2014). Labora desde 2007 en la Coordinación de Apoyo Arqueológico de la Universidad de las Américas Puebla en la ciudad de Cholula. Ha cursado diplomados y seminarios en el campo de la gestión cultural y usos públicos de la historia (CONACULTA, Taller Multinacional, Instituto de Estudios Críticos 17) en un creciente interés por la relación entre la producción científica de la arqueología y la historia, la memoria social y la política. Actualmente estudia la Maestría en Humanidades, línea formación docente en la Universidad Autónoma de Zacatecas, en el eje de Gestión del Patrimonio Cultural.

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¡TACO’S (Junta Informativa)!

#TACOS en #LaFondark.// En la Junta Informativa para los TAller(es) de aCOntecimientos by ArKeopatías.// Gracias a los chicos que nos acompañaron hoy.// Estamos listos para empezar esta nueva aventura. Pronto más noticias para todos los que se quieran sumar.//

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DE LA CASA #58: PIDO MANO / MM.

#58

Por Marlen Mendoza

Así como se puso de moda la gentrificación, hay temas o fenómenos urbanos que cruzan al lado oscuro y comienzan a reproducirse cual Gremlins (sin control y a lo loco), se abordan y discuten inclusive en plataformas “no especializadas”; esta ocasión hay un debate latente entre una no tan nueva tendencia sobre privatizar el espacio público.

Primero sería prudente y adecuado tratar de definir cuál es ese “espacio público”, podría desatar una oleada de términos y puntos de vista, pero como siempre voy a dar mi personal conceptualización; la mayoría de los ciudadanos laboralmente activos tenemos que pagar tributo a nuestro gobierno por el simple hecho de pertenecer a una sociedad “civilizada”, es decir pagamos impuestos, con los cuales se financian vacaciones a Europa, ropita nueva en L.A., helicópteros privados, sueldazos para funcionarios públicos, casas blancas y hasta entretenimiento para adultos, aunado a otro kit digno de la realeza que encabeza nuestra pirámide social, el sobrante (si lo hay) es empleado en “mejoras, mantenimiento, infraestructura, equipamiento y rehabilitación” de los espacios públicos más un largo etcétera. Estos lugares incluyen plazas con kiosquito, áreas verdes, banquetas, vías vehiculares, mobiliario urbano, pasos peatonales, ciclo vías, algunos polideportivos entre otros espacios en los que uno puede andar, caminar o estar libremente. Dado que todos ponemos nuestro grano de arena para que estén ahí. El gobierno es entonces, un desplifarrador administrador de nuestros recursos.

Cabría aclarar éste es un tema pantanoso ¿Realmente vemos reflejados nuestros impuestos en el espacio público? Diría NO y tampoco voy a deshilvanarme despotricando contra el SAT, ni pretendo hacer recuento en cifras de cuánto dinero se emplea en dichas áreas, pues sabemos de antemano es una burla, así que no se espanten. El tema va en una cuestión urbana y arquitectónica: ¿Qué pasa con el descuido de los espacios públicos? Fácil, hay de dos: o se convierten en focos de delincuencia, violencia y narcomenudeo o alguien se adueña del espacio y lo privatiza.

Es bien sabido que la naturaleza del ser humano es mayoritariamente destructiva, sobre todo con las cosas que “no le cuestan”, muchas son las muestras de vandalismo y “gandallez” presentes en iniciativas de buena voluntad, es así como escarmentamos a la mala y todo debe tener un costo inmediato para que aprendamos a valorar y apreciar algo, por ejemplo: la eco-bici, una buena iniciativa ¿por qué no las implementan en Iztapalapa o en Ecatepec? La mayoría de las personas que viven en éstas zonas no cuentan con una tarjeta de crédito con $5000 pesos disponibles o pagar el costo de la renta de una bicicleta ($90.00 por un día) es mayor al salario mínimo en el D.F. ($70.10), lo cual obligaría a ser un servicio enteramente gratuito y al ser una de las zonas más inseguras de la ciudad, implica que las robarían; caso de un sistema innovador privado y exclusivo para un sector poblacional privilegiado. En otro contexto (la realidad de otros) pagar casi 100 pesos por un lo-que-sea-menos-café, en uno de estos Starbucks para poder sentarte a leer, platicar, navegar, etc. sería mucho más placentero si fuera en un parque o plaza, pero nos fascina la sensación de “status” que otorga sumergirnos en esas peceras petulantes; las plazas comerciales son una oda al consumismo, ingeniosamente ubican las zonas de descanso en el área de comida rápida, a la cual accedes después de recorrer más de la mitad de la plaza y para salir de ellas debes cruzar la restante. Las plazas y locales comerciales están en propiedad privada ¿qué pasa entonces en la vía pública?

Supongamos abren una cafetería, hoy en día los comercios son minúsculos y no cuentan con más de 5 mts. de frente, al hacer números entre las áreas mínimas necesarias para la cocina, preparación, equipo, exhibición, sanitario y bodega, consumen aproximadamente un 85% del total del local y el restante queda en apretujadas circulaciones, entonces ¿dónde colocan mobiliario para consumir lo adquirido en el establecimiento? Es correcto, la vía pública. Ciertamente no es una norma absolutista y los hay con áreas disponibles para los comensales, sobre todo en restaurantes y fondas, también he notado una creciente apropiación del espacio público, al grado de obligarte a transitar a través del comercio tras sembrar bancas, mesas, lonas, etc… primero disfrazadas como “mobiliario de apoyo” para posteriormente convertirse en “área para fumar”.

He andado por Coyoacán, encuentro una banca, me siento a platicar y se acerca un mesero ofreciendo la carta ¿debo consumir algo para poder usarla? ¿No se supone estamos en la banqueta? Pero no, estás efectivamente en la banqueta, frente a su local y le pertenece, hay duelos a muerte a las afueras de “El Jarocho” por un nano pedazo de asiento, cuando sería mucho más fácil pedir tu café y salirte a caminar y hallar lugar disponible en cualquier cuadra, al parecer nuestros impuestos no alcanzan para equipar mobiliario urbano de éste tipo. Queda abierta la posibilidad de quien los implemente adueñarse de él, quizás en una de esas ponemos bancas que funcionen cual parquímetro, colocas una moneda y se te permite estacionar tu humanidad, de menos sería más justo y barato que obligarnos a consumir en un establecimiento solo por el hecho de querer disfrutar de la ciudad.

Trabajo muy cerca del corporativo de grupo Elektra, que a bien su arquitectura es tema que se cuece aparte, hay una serie de mini camellones sobre la calle camino a Santa Teresa y sobre ellos un letrero que dice “éste jardín lo cuida Grupo Elektra” con unos lindos bambúes para delimitarlo, prácticamente es imposible transitar ahí pero Elektra lo cuida. Se apañan las áreas comunes en desarrollos habitacionales, aquellos vecinos con una porción de jardín frente a su ventana al podarlo o limpiarlo les genera una sensación de propiedad sobre el mismo, cosa que desata verdaderas batallas campales aun cuando es un espacio de todos y para todos. El «franelero» al colocar cubetas en la calle se apropia de la vía pública y se transforman en verdaderos terroristas si nos negamos ante su clásico “ay con lo que guste cooperar”.

Casos hay sin duda muchísimos, algunos extremistas otros más sutiles, la cuestión aquí es quién puede regular éste fenómeno o si existe alguna solución arquitectónica. Me gustaría pensar en un esquema de ciudad en el que puedan coexistir lo público y lo privado sin que la diferencia sea evidente en cuanto a calidad y ubicación. Tenemos una tarea difícil ante un panorama desconcertante y abrumador de una ciudad fragmentada en la cual prevalece una carencia de respeto y por tanto la cohesión. Sería útil considerar proyectos que generen puntos de reunión y convivencia, plazas y espacios de recreación. Estoy segura no soy la única que se ha planteado tales interrogantes, al igual que no es exclusivo mi descontento ante acciones que secuestran el espacio público y los ciudadanos no tenemos forma de recuperarlos. ¡Cuidado con el rayo privatizador!

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INAH OFRECE PLÁTICAS EN PRIMARIAS SOBRE PATRIMONIO CULTURAL

Un mayor acercamiento de los niños con el patrimonio cultural mexicano, tanto a sus monumentos y piezas históricas, como a sus fiestas y tradiciones, fue posible a través de la charla que sostuvo Yolanda Santaella, restauradora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), con alumnos de la escuela primaria “Diego Rivera”, ubicada en la delegación Coyoacán.

Como parte del proyecto Los niños y la conservación del patrimonio cultural y natural, luego de su implementación como temática obligatoria de la asignatura de Historia para niños de sexto año, a partir del Plan de Estudios de 2011, la especialista de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural del INAH ha ofrecido pláticas a estudiantes de diversas escuelas de esta demarcación, con la finalidad de que identifiquen, valoren y protejan el patrimonio cultural.

A lo largo de la conversación con los alumnos de dicho plantel, los infantes escucharon con atención a la restauradora Yolanda Santaella López, quien les explicó qué es el patrimonio cultural tangible e intangible, sus principales formas de deterioro y elementos de conservación.

Entre gritos y manos alzadas para pedir la palabra, los niños expresaron lo que entienden por patrimonio cultural, y tras una lluvia de ideas, una de las pequeñas —a petición de la restauradora— leyó la definición: “Son todos los monumentos, objetos y tradiciones ligados a la cultura de México, que nos permite conocer nuestro pasado, ayudándonos a entender nuestra forma de vida y proyectar un mejor futuro”.

Más adelante, luego de que los infantes identificaron entre una serie de fotografías piezas emblemáticas del Museo Nacional de Historia “Castillo de Chapultepec”, como la carroza utilizada por Maximiliano de Habsburgo durante su estancia en nuestro país, la restauradora refirió que todos aquellos objetos y el Castillo mismo son ejemplos de patrimonio tangible o material.

“Son los monumentos, edificios y sus objetos contenidos, los lugares históricos y zonas arqueológicas”, explicó la especialista y detalló que dichos elementos sufren degradación al paso del tiempo, sin importar que sean de materiales aparentemente duros como piedra o cerámica, todos ellos pueden padecer daños.

“Ya que estamos frente a piezas únicas, irrepetibles y muchas de ellas de cientos o miles de años de antigüedad, es primordial que desde pequeños todos tengan conciencia del valor histórico o arqueológico que tienen, su vinculación con la identidad nacional y, por tanto, se debe fomentar su cuidado”, recomendó la restauradora del INAH.

Los niños expresaron sus dudas sobre la labor de los restauradores, preguntando si ellos arreglan lo roto. Yolanda Santaella les aclaró que en realidad muchos de los objetos y edificios, principalmente los arqueológicos, desde que son descubiertos están deteriorados, ya sea fragmentados, con exceso de humedad o desvanecidos y con faltantes.

Al respecto, dijo, “arqueólogos y restauradores trabajan en conjunto para —sin alterar las piezas ni descontextualizarlas de sus entornos— integrar aquellas que estén rotas, estabilizar las que padezcan de humedad, y cuando es posible, reintegrar los faltantes creando reproducciones”.

Sin embargo, la labor del restaurador va más allá, anotó la experta. “También se encarga de dar mantenimiento constante a los objetos de los diversos museos del INAH, además de intervenir piezas bajo resguardo de comunidades, como retablos, pinturas o esculturas, muchas de ellas religiosas”.

Posteriormente, el sociólogo Ernesto Ramírez, quien realiza servicio social en la CNCPC, luego de definir al patrimonio cultural inmaterial como “las costumbres y tradiciones, lo que no podemos tocar pero sí apreciar y percibir”, motivó a los niños a citar varios ejemplos de este tipo de patrimonio, y cómo han estado inmersos en él.

“Yo he visto la Danza de los Viejitos, y yo a los Voladores de Papantla”, mencionaban unos, en tanto otros se refirieron a conmemoraciones como el Día de Muertos y las posadas, y algunos elementos culinarios característicos de nuestro país durante esas fiestas, como el dulce de calabaza, las calaveritas de azúcar y chocolate, el ponche o la colación.

En ese sentido, los niños preguntaron qué hacer para conservar este tipo de patrimonio, a lo que el sociólogo respondió: “Podemos preservar las tradiciones al conmemorarlas, registrarlas y estudiarlas”.

Finalmente, Yolanda Santaella habló sobre los deterioros en los bienes culturales tangibles, algunos de ellos producto de agentes físico-químicos, que los niños identificaron como “el paso del tiempo, las lluvias, los huracanes o accidentes e incendios”.

También se refirió a los deterioros ocasionados por el hombre, cuyas acciones llegan a alterar, degradar o modificar la naturaleza de los objetos. Para ilustrar esa parte, la especialista platicó a los niños el caso de un lienzo del siglo XVIII de la Virgen de la Asunción, de Izúcar de Matamoros, Puebla, el cual se destrozó en 2006 al momento en que fue enrollado para intentar robarlo. La CNCPC trabajó en su restauración durante tres años, a cargo de la experta Cristina Noguera, quien unió cada fragmento por la parte posterior, estabilizó y tensó el lienzo, y reintegró colores.

Al término de la plática los niños agradecieron la información que les fue proporcionada y tuvieron la oportunidad de tocar diversos objetos de cestería, fragmentos de textiles contemporáneos realizados a la usanza prehispánica, además de reproducciones de cerámica.

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Tanto la directora del plantel como la profesora del grupo, Mercedes Velázquez y Erika Colula, respectivamente, señalaron que trabajar con los pequeños la temática de patrimonio cultural ha sido benéfico, porque no sólo les ayuda a identificarlo, sino también a valorarlo y disfrutarlo, y a relacionarlo como parte de ellos mismos. “Esto a su vez —concluyó la directora— se ve reforzado con esta plática que de forma gratuita el INAH nos ha dado como apoyo”.

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Fuente Boletín INAH: http://www.inah.gob.mx/boletines/250-proteccion-del-patrimonio/6503-inah-ofrece-platicas-en-primarias-sobre-patrimonio-cultural#top-toolbar-article