DE LA CASA #66: LADRILLEROS / ARK.

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Por ARK

#‎JuevesdeGalería‬ en la ‪#‎FondArK‬! «El pariente de una amiga, ladrillero,… se iba dejando el horno de ladrillos en funcionamiento y una modesta casita en el mismo terreno… la amiga de dijo… que la ladrillera andaba bien,… que era una buena oportunidad. Se estaba construyendo mucho en la zona y todo el mundo compraba ladrillos. Tamai no sabía nada de hacer ladrillos, pero podía aprender…» Selva Almada: Ladrilleros [fragmento] | Fotos: Juan Tonchez |

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ArKeopatías opera bajo una licencia Creative Commons, Atribución-NoComercial 2.5 México, por lo que agradecemos citar la fuente de este artículo como: Proyecto ArKeopatías./ “Textos de la casa #66″. México 2015. https://arkeopatias.wordpress.com/ en línea (fecha de consulta).

DE LA CASA #41: AMBIVALENCIAS / MMV.

num41

Por Marlen Mendoza

Usualmente dejo una advertencia para mis textos, en el fondo, es una disculpa implícita en caso de que con mis palabras hiera algunas susceptibilidades; quiero recalcar que lo que leerán a continuación es mi opinión con respecto a lo que sé y por experiencias personales, doy por sentado que existe una diversidad en puntos de vista, las cuales respeto. Dicho lo anterior…

El tema lo seleccioné, después de una conversación con un amigo,  que me produjo una inquietud, la cual hoy en día no puedo sosegar: ¿Cuál es mi postura con respecto a la conservación del patrimonio?

La respuesta inmediata, en mi caso y el de la mayoría de los lectores, es a favor a toda costa: idílico, limpio, diáfano… pero ¿realmente conocemos las implicaciones y responsabilidades que involucran esta postura? Podría atreverme a decir que no.

Muchas batallas se sortean día a día por preservar el legado histórico y cultural, algunas se ganan la mayoría se pierden… ¿Por qué? Bueno, vivimos en una sociedad que le otorga prioridad a lo inmediato, efímero y vanguardista; que circula con el capitalismo -sí, todos somos sus presas, nos guste admitirlo o no- por tanto es lógico que lo “viejo” sea mucho menos atractivo y valorado si se contrapone con lo novedoso y fresco, hasta aquí vamos ‘bien’. Hay un gran número de organizaciones, colectivos, asociaciones o personajes en solitario, que realmente se ponen la camiseta e invierten bastante de su tiempo y dinero para defender nuestro patrimonio, desgraciadamente la demanda es tal, que resulta imposible que puedan preservarse todo. También vale la pena considerar que algunos inmuebles por ejemplo, se ubican en propiedad privada, lo cual lo hace aún más difícil (p. ej. caso Polyforum).

Ahora, a sabiendas de la importancia del aprovechamiento y conservación patrimonial, la cual tenemos presente, vale la pena hacer un análisis de algunos de los “sin embargos”, y sí, adivinaron… gira en torno al dinero, poder, intereses políticos y personales; tristemente no vivimos en una país de primer mundo, donde hay un presupuesto destinado a la conservación, así como tampoco tenemos la cultura de cuidar y proteger nuestro patrimonio; es así como vemos en pésimas condiciones inmuebles catalogados, algunos están casi en ruinas y para poderlos restaurar se requiere de una inversión considerable. Además, teniendo tantos problemas como: zonas urbanas sin infraestructura básica, niños recorriendo kilómetros para poder ir a un aula improvisada, a medio tomar clases, miles y miles de personas sin seguridad social, hospitales deplorables con pésima atención médica y un largo etcétera, no suena descabellado pensar que cuidar y mantener la obra patrimonial sea remitido a categoría de lujo, uno que al parecer no nos podemos dar.

En la otra cara de la moneda, el de los empresarios y desarrolladoras (debo confesar trabajo para una de ellas), ésta el “negocio” y “lo comercial”; con el auge del “boom inmobiliario” y todo lo que esto repercute a nivel urbano y de sobre-densidad poblacional, muchos de los terrenos con inmuebles catalogados y en ruinas, casualmente cuentan con una ubicación inmejorable, cerca de vías principales, con fácil acceso y excelente movilidad, infraestructura y equipamiento urbano. Colonias como la Del Valle, Polanco, Narvarte, Juárez, Roma-Condesa, Santa María la Rivera, se convierten en presa fácil y suculenta al momento de la elección de espacios para nuevos proyectos. Aderezándolo, en algunos casos, con un poquito de corrupción y compadrazgos, es relativamente fácil construir dónde sea, dejando en el baúl todas esas premisas que nos enseñan en la escuela: estudios de impacto urbano y ambiental, conciencia de cuidado del contexto urbano, respeto por la identidad de la zona, entre otras.

Es justo aquí dónde comienza la encrucijada, y mencionaré puntos que escuché en las conversaciones que tuve, tanto con colegas como con amigos completamente ajenos al tema y es sorprendente como la perspectiva cambia de acuerdo a la profesión y otros factores que está de más mencionar.

“Nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira…”.

El legado histórico y cultural nos define, no hay nada peor que una sociedad que niega y destruye su pasado, esto la condena a repetir errores y demás atrocidades. El vínculo de identidad se pierde, sumado a que no hay nada más impactante, un testigo silencioso al pasar de los años que un inmueble, objeto o espacio ¿histórico patrimonial? Punto para el patrimonio.

Son nebulosos los procesos de selección de lo que se cataloga, hay casos en los que la obra patrimonial no es de lo mejor que se hizo en su periodo, porque cabe tener en cuenta que no todo lo que se hace vale la pena conservar y al final es cuestión de gustos, por tanto lograr el feliz punto medio es complejo e injusto. Es como si en unos 100 o 200 años quisieran preservar la extensión que hizo Rojkind a la Cineteca (si hoy en día y con pocos años de vida, ya está cayéndose). Punto para el mordaz capitalismo.

No existe comparación entre lo tangible y el supuesto, no es lo mismo leer sobre algo que verlo, recorrerlo y vivirlo. Punto para el patrimonio.

En los casos de predios abandonados, que los hay y muchos, cualquier persona toma posesión y termina haciendo lo que le venga en gana, que es todo menos cuidar y preservar la obra patrimonial, se sobre densifica el terreno, y mediante la autoconstrucción, quedan como resultado unos monigotes «de junto con pegado» que de igual forma, descomponen el contexto. Punto para las desarrolladoras. (duda al margen, ¿cuál es la diferencia entre una desarrolladora y una inmobiliaria?).

Al no licitarse las obras tanto privadas como públicas, se genera descontrol y regresamos a la premisa que no todo lo que se construye tiene un aporte significativo, tanto plástico, estético, social, regenerador o cohesivo. Es así, como no es forzoso que lo nuevo “sea mejor” que lo que estaba construido previamente. Punto para el patrimonio.

El negocio -porque lo es- de la construcción, activa la economía del país, genera empleos, incorpora pequeñas y medianas empresas, pues no sólo involucra a los empresarios, desarrolladoras e inmobiliarias; estamos inmersos arquitectos, ingenieros, obreros, contratistas, casas de materiales, proveedores de pintura, piedras naturales, carpinteros, plomeros, administradores, contadores, abogados, químicos, biólogos, etc… No trato de glorificarlo, soy objetiva con una realidad que veo día a día. El problema radica, como ya lo he mencionado en otros textos, no es el “qué” si no el “cómo se hacen las cosas”.

Tenemos como antecedente ambos casos: gracias a los vestigios encontrados y remanentes de épocas pasadas, es que podemos estudiar y conocer datos de las civilizaciones antiguas, aunque bien, no fue una intención premeditada, ya que la intensión original de sus constructores era hacer algo que durara siempre, pero no pensando en el estudio a futuro, si no por una razón más humana y terrenal, el ímpetu de trascender. Si destruimos estos pedazos de historia, ¿nos recriminaremos en un futuro dicha acción, al privar a las futuras generaciones de la búsqueda del conocimiento, así como de los objetos que son la llave al mismo? Podría apostar que sí. Por otro lado, tenemos una serie de huecos e incógnitas, justamente por la falta de piezas en el rompecabezas y eso podríamos agradecérselo al tiempo de la colonización. Y pensar que, también por naturaleza, tenemos esa necesidad de imposición, las primeras civilizaciones lo hacían, y se sigue haciendo, falta voltear a ver la situación social de otros países con diversidad de creencias y pensamiento.

Para concluir, es necesario dejar de mirar con rigidez, los tiempos no están para quedarnos cada quien en nuestras trincheras y luchar entre nosotros, es momento de informarnos, buscar una postura crítica analizando el abanico de posibilidades, escuchar opiniones, aunque no empaten con las nuestras e incentivar a las nuevas generaciones la conciencia de cuidar lo que tienen alrededor, desde un edificio del siglo XVI hasta una escuela rural hecha con materiales prefabricados; capacitarnos mejor, ya que de este modo nuestro panorama se amplia y aumenta la factibilidad de tomar, quizás no las mejores, pero sí decisiones pensadas y analizadas con el cuidado y respeto que cada cosa merece. Hace falta contar con profesionales aptos para ese trabajo. No subestimemos un proyecto, por pequeño que parezca. Aún carezco de una postura definida y seguramente así voy a seguir, lo que puedo asegurarles es que amo a mi país, mi historia y a mi profesión, haré todo lo que esté en mis manos para poner mi grano de arena.

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DE LA CASA #10: LA CARENTE MEMORIA DE LA OXIGENACIÓN PERDIDA / YM.

num10

Por Yolanda Morales

“Hace veinte años había en México menos polvo, menos política y no hacía tanto calor. ¡Con cuánta complacencia viene a la memoria de quienes aún no arribamos a la cuarentena el México de aquellos días! Una ciudad no tan grande, no tan populosa; bien que ya empezaba a serlo. Un no sé qué de intimidad todavía en las calles y en las gentes (…) Tal es el panorama espiritual que nos forjamos de la ciudad, volviendo los ojos al pasado (…)” [1]

Un pasado casi inmediato que enriquece nuestro acervo cultural, donde se nutre el espíritu y se respeta la trascendencia, recorriendo palmo a palmo las ahora asfaltadas calles de nuestra “Muy Noble y Leal Ciudad de México”, añorando algunas veces un pasado cuyo legado muestra imponente monumentos forjados a hierro y piedra, enmarcados de caoba y mármol, engalanados de óleo e impregnados de historias propias y ajenas, evocadoras de ese espíritu de un México que trabajaba en conjunto.

El tiempo

Permítanme llamarle “imponentes” a todos y cada uno de los inmuebles que albergan ambos perímetros del centro histórico, pues para mí no hay distingos, entre palacete e inmueble civil, no se confunda con restarle la inigualable diferencia e importancia que cada uno posee, sin embargo ambos existen por causas determinantes y de un equilibrio bastante obvio, al que denomino, arquitectura de co-relación.

La existencia de ambos, cuyos usos y desusos son tan palpables en estos lugares de convergencia social, como sus texturas, esa piel que continua respirando la energía de los que habitamos su contexto, impregnándose de poluciones cargadas de CO2, de “mugre”, ruido etc., y exhalando la ausencia en repetidas ocasiones de quienes ante la expropiación forzada o el deterioro paulatino, cuyo factor tiempo es un detonante radical, denota la pérdida en ocasiones, irremediable de lugares paradójicamente llenos de vida.

Y en un panorama urbano en el que abundan los autos y escasean los árboles, quienes en ese pasado casi idílico eran en todo momento incluidos en la proyección del arquitecto, autor de estos espacios, y que ahora son simples fantasmas, sombras de su mismo pasado, unas veces encadenados, otras ridiculizados, llenando los centros históricos irónicamente con vacíos de los que emana la precaria memoria y evidente desgano de la sociedad por continuar empleando esos fortísimos legados y hacerlos vivibles para el usuario “moderno” en lugar de buscar su anulación, para dar cabida a sitios itinerantes o de albergue a su medio de transporte.

En nuestro siglo plagado de tecnología, opciones, agilidad, ciencia, viajes espaciales etc, nos hemos auto-discapacitado confinando nuestra existencia a tan sólo 7.5 m2 (http://wp.me/p2O1XF-zY) donde nuestra vida discurre a través de las interminables horas, entrando en una especie de “automatic life” de casa-tráfico-oficina-tráfico-casa, inmersos en opulentos edificios en los que la rutinaria “vida” se escapa por las ventanas polarizadas, situados en conjuntos laborales en incremento, sin opciones cercanas de un distractor relajante en horas oportunas, la mayoría de estos centros de trabajo, al menos en el centro de la ciudad, están rodeados de inmuebles en deplorable estado, donde se incluyen contemporáneos e inmuebles históricos, que en lugar de habilitarse para usos dinámicos a su contexto y ritmo de vida, son parte de ese vacío del que ya nos acostumbramos, posteriormente al salir se comienzan las movilizaciones a remotos puntos de vivienda cada vez más reducida y que con suerte el comedor no se una al ½ baño.

Estas peregrinaciones modernas traen consigo desequilibrios en donde la precaria planeación urbana se hace evidente, y con ello las congestiones que degeneran aún más nuestro ambiente y la calidad de vida que nos merecemos. Actualmente hemos arrasado de a poco en poco con los recursos naturales existentes en esta vasta cuenca mexicana y que mantenían en balance nuestra supervivencia en ella, y llevándolo a esquemas más extensos en un equilibrio mundial (recuerden que todo tiene un causa-efecto), esa precaria memoria que ha optado por un crecimiento desmedido en la construcción, en lugar de reaprovechar los recursos existentes, ha traído consigo consecuencias bastante graves que con el paso de los años van siendo evidentes, por citar algunos, la descomunal extracción hídrica de nuestro manto freático (http://wp.me/p2O1XF-gI), cuyos efectos pueden apreciarse actualmente en las fachadas de los inmuebles tanto históricos como de los pertenecientes al funcionalismo, a esos hundimientos diferenciales se les suma la desaparición a ton y son de inmuebles catalogados o no por el simple hecho de ya no significar más que la sobre inversión (http://libreenelsur.mx/content/dice-dbj-que-permitio-destruccion-edificio-en-narvarte-catalogado-por-inba-porque-no) y los interminables trámites que ya una vez comentamos, pero qué me dirían si les comento que derrumbar un edificio contribuye a esa destrucción ambiental y la interminable polución de la que tu organismo también es consumidor no. 1.

La generación de residuos de Construcción y Demolición (en adelanteRCD) está íntimamente  ligada  a  la  actividad  del  sector  de  la construcción,  como consecuencia  de  la  demolición  de  edificaciones e infraestructuras que han quedado obsoletas, así como de la construcción de otras nuevas.

Se consideran residuos de construcción y demolición (en adelante RCDs) aquellos  que se generan en el entorno urbano y no se encuentran dentro de los comúnmente conocidos  como  Residuos  Sólidos Urbanos  (residuos  domiciliarios  y  comerciales, fundamentalmente),  ya  que  su composición  es  cuantitativa  y cualitativamente distinta. Se trata de residuos, básicamente inertes, constituidos  por: tierras y áridos mezclados, piedras,  restos de hormigón,  restos de pavimentos asfálticos, materiales refractarios, ladrillos,  cristal,  plásticos,  yesos,   ferrallas,  maderas   y,  en  general,
todos los desechos que se producen por el movimiento de tierras y construcción de edificaciones  nuevas  y  obras  de  infraestructura,  así  como  los  generados  por  la demolición o reparación de edificaciones antiguas.

El auge experimentado en este sector, ha implicado la generación de importantes cantidades  de  RCD,  los  cuáles,  debido  a  la  falta  de  planificación  para  una adecuada gestión final de los mismos, se han ido depositando en vertederos, en muchas ocasiones, de forma incontrolada.

Al realizar estos depósitos de RCD, no sólo se está perdiendo o desaprovechando energía y material potencialmente reutilizable, reciclable o valorizable, sino que además, se afecta de manera muy negativa al entorno.

El origen de los residuos de  construcción y demolición tal y  como  su nombre indica, provienen de la construcción y demolición de edificios e infraestructuras; rehabilitación y restauración de edificios y estructuras existentes; construcción de nuevos  edificios  y  estructuras;  así  como  de  la  producción  de  materiales  de construcción,  por  ejemplo  una  máquina  de  hacer  hormigón,  componentes  del  hormigón, artículos de madera, etc. [2]

El carácter peligroso de los RCD, puede deberse a causas diferentes debido a la composición de los materiales de cada inmueble derrumbado, restaurado y dejado en abandono, cada elemento desprende infinidad de sustancias que al paso de los años va comportándose de maneras diferentes, por ponerlo de una manera más simple, en nuestros centros históricos y la ciudad en general se almacenan sitios en descomposición, los cuales al derrumbarse producen una mayor cantidad de contaminantes y riesgos de salud ya que no son tratados de manera correcta para su desecho o reúso, que si diéramos la oportunidad de habilitar los espacios inertes y brindarle a la sociedad de sitios vivibles, útiles y bellos como dijera el buen Vitrubio. Y no sólo eso, si viéramos la restauración y habilitación de ellos como una verdadera inversión tanto ambiental como económica como lo han hecho ya los países europeos, nuestra merma económica no sería tan grave y se tendría un enorme crecimiento e impacto mundial. El mundo se está moviendo a nuestro alrededor mientras permanecemos impávidos ante teorías y postulados que en la mayoría su interpretación ha generado enormes congeladoras de piedra.

Separar para reciclar. Los restos  generados  en derribos, demoliciones  y  obras de reforma no son los mismos en todos los casos, pero, en general, contienen más del 70% de materiales inertes, de origen mineral, que pueden reciclarse como áridos para distintos  usos.  Lo  ideal,  y  en  algunas  grandes  obras  se  hace,  es  efectuar  una separación  y  selección  previa  de  los  materiales  de  desecho,  apartando,  para  un posterior  tratamiento  en  plantas  de  valoración  y/o  recuperación,  los  restos  más inocuos (papel y cartón, madera, hierro, aluminio y otros metales, cristal, etc…) y los tóxicos  y peligrosos (barnices, material aislante, pinturas, minerales pesados,disolventes…), que aunque son una parte mínima hay que segregar y tratar con sumo cuidado  en instalaciones  adecuadas. En las obras nuevas  se genera un porcentaje mayor  de  materiales  no  minerales  (envases  y  embalajes)  y  especiales  (plásticos, pinturas,  disolventes,  siliconas…),  que  complican  y  encarecen  los  procesos  de separación.  Un  proceso  que  raramente  se  da  en  origen  en  las  pequeñas,  pero frecuentísimas,  obras  de  reparación,  rehabilitación,  reforma  o  mantenimiento  de edificios  y  locales  (no  hay  más  que  reparar  en  el  contenido  de  los  miles  de contenedores asentados en nuestras  calles),  cuyos residuos  suelen acabar, hoy por hoy, en vertederos de todo tipo.

Por qué no ver también la oportunidad de aplicar las tres “R” en este medio de la construcción, de reaprovechar lo existente e impulsar una nueva manera de crear sin destruir, qué tal si la nueva Carta de Atenas impulsara la imperante necesidad de proteger, nuestra NECESIDAD ineludible de RESPIRAR y no carecer de memoria en que algún día el terreno se nos terminará y no todos podremos salir huyendo a marte./

Notas:

[1] Fragmento del prólogo escrito por Carlos González Peña, para el libro “Las Calles de México” de Luis González Obregón. Año 2000

[2] Introducción de investigación para MASTER INGENIERÍA AMBIENTAL 2006‐07 Titulado: RESIDUOS DE CONSTRUCCIÓN Y DEMOLICIÓN (http://www.uhu.es/emilio.romero/docencia/Residuos%20Construccion.pdf)

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Los funcionarios del INAH destruyen monumentos arqueológicos en Tzintzuntzan

Comentarios sobre la construcción el museo de Tzintzuntzan.

La zona arqueológica de Tzintzuntzan forma parte de un conjunto urbano histórico de gran importancia que tuvo su inicio durante la época prehispánica, continuó en la colonia y se mantiene hasta nuestros días, presentando una profundidad histórica poco común en nuestro país.

Su ubicación y emplazamiento a orillas del lago de Pátzcuaro, sobre la ladera del cerro Yahuarato, muestra una Zona Arqueológica formando parte de un singular paisaje natural e histórico, la volumetría, materiales de construcción, emplazamiento y texturas, se integra perfectamente a su entorno natural. Es importante enfatizar que su emplazamiento obedeció a las condiciones topográficas, es decir, desde su fundación fue un asentamiento planeado para integrarse y adaptarse a las condiciones del terreno, ponderando el respeto y admiración del paisaje cultural de la cuenca del lago de Pátzcuaro.

El espacio de Tzintzuntzan se encuentra protegido por el INAH desde hace varias décadas, los terrenos fueron parcialmente pagados desde las primeras exploraciones, sin embargo, fue hasta 1991 y 1993 cuando el Centro INAH retomó las gestiones para regularizar la tenencia de la tierra, logrando pagar algunos de los predios que forman la poligonal envolvente. En este mismo periodo se estableció la poligonal actual que integra 180 has en un sólo polígono, donde el uso del suelo fue establecido por la Delegación Michoacán y la Dirección de Registro Arqueológico, como restricción total reservado para la investigación y conservación de los monumentos arqueológicos. En 1993 se decidió cercar un área de 18 hectáreas aproximadamente, en este espacio se localizan los principales edificios públicos de la antigua capital purépecha. Dicho cercado presupone que se trata del lugar de mayor monumentalidad e importancia arqueológica y por lo tanto, estaría limitado a labores de investigación, conservación y difusión del patrimonio arqueológico.

Durante años, el Centro o Delegación INAH Michoacán ha pugnado por respetar dicho entorno a través de restricciones al tipo y materiales constructivos utilizados en las inmediaciones, se convenció a las autoridades municipales de construir una unidad deportiva en terrenos alejados del centro ceremonial; se ha argumentado la imposibilidad de construir una clínica y un centro educativo en terrenos que forman parte del sitio arqueológico aunque están fuera de la poligonal envolvente, por motivo de estar muy cerca de la zona protegida y para evitar la alteración visual del sitio y su entorno.

Si bien la difusión a través de un museo o sala introductoria es parte de las labores sustantivas del INAH, no se justifica la construcción de un gran edificio al interior del perímetro antes señalado.

Son muchas las razones que podemos esgrimir para exigir la reubicación de la obra.

1.- Existe afectación directa sobre los monumentos arqueológicos, la construcción se realiza sobre la plataforma que delimita por el lado sureste la plaza central de la Zona Arqueológica. Como podemos observar en las imágenes y en el mismo informe de trabajo, existen edificaciones prehispánicas en ese lugar, las cuales fueron sepultadas por la construcción del museo. Si se analiza el sitio en su conjunto, puede observarse que “La Tira” como se conoce al mencionado terreno, es una parte importante del antiguo asentamiento, tal como lo demuestra el acceso recientemente excavado y seguramente (aunque los arqueólogos del Centro INAH Michoacán desconocemos la información obtenida con las excavaciones) las construcciones o contextos ubicados en la parte superior. Por lo que una construcción moderna en ese punto es absolutamente improcedente.

2.- Se trata de una construcción ubicada dentro de la poligonal envolvente de la Zona Arqueológica. Cabe señalar que esta ZA tiene un polígono único donde el Centro INAH Michoacán y la Dirección de Registro Arqueológico establecieron la restricción total al uso de suelo para fines de conservación e investigación.

3.- No es una obra “reversible”.

4.- Competencia con la Zona de Monumentos. Altura de la obra supera la altura de las estructuras piramidales.

5.- Afectación al paisaje cultural. Por lo que sabemos hasta ahora, se trata de una obra de gran impacto en el entorno.

6.- Procesos de excavación con técnicas inadecuadas para la excavación de contextos primarios no alterados. El uso de calas perimetrales para ubicar los muros, falta de un manejo claro de la información de contextos evidenciada en la ausencia de dibujos en los informes arqueológicos, se omite información relacionada a los pisos y a los puntos de contacto entre las estructuras y los pisos de la plaza, falta de control de las excavaciones al dejar tirados los restos culturales junto a las excavaciones.

7.- Trabajos de restauración con criterios fuera de las normas nacionales y las recomendaciones internacionales. Historia de las restauraciones del sitio. México es uno de los países miembros de la UNESCO, organismo que ha emitido desde los años 60 una serie de recomendaciones, convenciones y declaraciones en torno a la conservación del patrimonio cultural a las que –en principio- todo país miembro debe dar seguimiento. Como puede observarse en el documento anexo, hay en varios de esos documentos una serie de argumentos con los que de entrada se demuestra la improcedencia de la construcción de un museo en el sitio donde se pretende construir.

8.- Falta de planeación en la toma de decisiones. Una constante en las recomendaciones y exigencias para aprobar proyectos por parte del Consejo de Arqueología y para asignación de recursos por la Coordinación Nacional de Arqueología es que exista un Plan de Manejo de la Zona Arqueológica y que la tenencia de la tierra sea Propiedad Federal. En este caso, no se cumplen estas dos circunstancias. Por otra parte, hay una notoria e inexplicable falta de investigación y manejo de la información existente, sea bibliografía informes y tesis, esta ignorancia les ha llevado a tomar decisiones apresuradas ubicando la obra en el lugar menos indicado y omitiendo las opiniones y trabajos previstos de parte de los investigadores del estado de Michoacán, quienes manejan y sustentan otros espacios para edificar la obra. El caso más dramático es que el Centro INAH desde hace diez años viene trabajando en una línea de investigación y difusión para conformación del paisaje urbano histórico de Tzintzuntzan, esto incluía un Museo de Sitio y una propuesta para elaborar el Plan Parcial de Ordenamiento Territorial y el Plan de Manejo de la Zona Arqueológica.

9.- Normas arqueológicas y labores sustantivas del INAH. Falta de respeto a los investigadores de Michoacán. Los investigadores del Centro INAH hemos trabajado Tzintzuntzan y conocemos las problemáticas específicas del lugar, por lo que nos resulta del todo extraño no haber sido considerados para participar o por lo menos, para opinar sobre el Proyecto Especial Michoacán.

Los centros o Delegaciones del INAH son una especie de “patio trasero” de la institución y este es un buen ejemplo de la pésima administración federal, que pasa por encima de las atribuciones estatales y de la experiencia acumulada por los investigadores locales. Otros ejemplos son los mismos funcionarios siempre los mismos.

10.- Afectación total con los procesos locales de vinculación e interacción con la población local y con otras dependencias oficiales a las cuales les hemos regulado obras llegando a situaciones de gran presión como la construcción del CBTIS y la Unidad Deportiva y cuyo resultado fue la reubicación de la Unidad y la adecuación del CBTIS a las circunstancias que establece la poligonal envolvente. Varios casos más se han presentado en el pasado y las autoridades del Centro ahora Delegación INAH, han logrado ubicar o recomendar procurando siempre la menor de las afectaciones. Ahora, la mayor afectación la están haciendo los arqueólogos y arquitectos serviles a la Dirección General y Coordinación de Arqueología. Otras dependencias no están exentas de responsabilidad, por ejemplo, la Coordinación Nacional de Asuntos Jurídicos que no han acreditado la propiedad del terreno o la Coordinación de Centros INAH que no han manifestado. Quizá lo más grave es que nosotros mismos establecimos la poligonal, la argumentamos y la hemos gestionado, pero lo que no esperábamos es que nosotros mismos la echáramos abajo.

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Fuente: Sindicato Nacional de Investigadores y Docentes del Instituto Nacional de Antropología e Historia [http://investigadoresinah.org.mx/]

Energética Arquitectónica

Por Totochtli

ENERGÉTICA ARQUITECTÓNICA

[Crítica al artículo “La construcción de las grandes pirámides de México” de Elliot M. Abrams en la Revista Arqueología Mexicana No. 101 enero-febrero 2010]

El Dr. Abrams de la Universidad de Ohio nos plantea en su artículo la pregunta: -con cierto sesgo de prejuicio disfrazado de asombro- “¿Cómo pudieron imaginar semejantes obras pueblos que solamente contaban con herramientas de piedra y madera, y con su fuerza de trabajo?” Su respuesta se basa en una esfera denominada por él energética arquitectónica, que según sus palabras tiene como objeto “determinar los costos humanos invertidos en la construcción”.

La metodología utilizada por el Dr. Abrams empieza primeramente con un levantamiento arquitectónico del edificio en el que se incluyen los materiales empleados y la información arqueológica existente. El siguiente paso es calcular el volumen de material bruto ocupado (piedra, madera, tierra) para llegar a un aproximado del total de los materiales utilizados. Hasta ahí no hay ningún problema, es una simple operación aritmética, sin embargo, es más adelante donde empiezan las dificultades a mi parecer, ya que se tiene que determinar cuanto tiempo tomó realizar cada una de las tareas necesarias para la construcción, desde la obtención de los materiales, su traslado, trabajo y la construcción de la estructura en sí, según la secuencia propuesta por el autor. Para conseguir el éxito en esta empresa debió existir una organización bien estructurada y eficiente, encabezada -por supuesto- por el arquitecto de la realeza. Aunque esta imagen resulta halagadora para el gremio, presupone muchas cosas no demostradas por la arqueología en América, como la existencia de un personaje equivalente a lo que es ahora un arquitecto, encargado de la planeación de todos los trabajos de construcción en las ciudades mesoamericanas. Al leer esta propuesta, no puedo evitar pensar en la analogía con Imhotep, el arquitecto constructor de la pirámide escalonada de Saqqara, para el que sí existen referencias históricas a diferencia de este lado del mundo.

Después nos dice que las tareas debieron planearse en las épocas de sequía, en la que no se está trabajando en la agricultura. Esta visión deja completamente de lado la posibilidad de que existieran grupos especializados en la construcción de tiemplo completo, como sucede con otras actividades en las sociedades complejas en Mesoamérica.

Para determinar la cantidad de tiempo invertido en la construcción la energética arquitectónica utiliza el factor días-hombre [D-H][1], que se obtiene mediante el registro de los trabajos durante la restauración de las estructuras -principalmente mayas- y algunos experimentos hechos, por ejemplo, con canteros modernos, donde se registran los días empleados en cierta tarea[2]. Esto sumado al acopio de los materiales, da como resultado mediante una operación relativamente sencilla el costo aproximado en D-H necesario para la construcción de un edificio prehispánico. El autor nos da algunos ejemplos, para una estructura doméstica se debieron ocupar entre 50 y 100 D-H, los palacios de Palenque 30,000 D-H y para la Pirámide del Sol asciende a millones de D-H, es decir, debió requerir miles de obreros durante diez años, aproximadamente el 10% de la población (10,000) si se piensa que había 100,000 habitantes para el momento de su construcción, trabajando únicamente en periodos de sequía.

Estoy en desacuerdo con varios puntos de la metodología utilizada en estos estudios, en primer lugar supone la edificación de las estructuras prehispánicas como un fenómeno mecánico relativamente sencillo en el que los trabajadores no son más que autómatas perfectamente entrenados para hacer las mismas tareas en el mismo tiempo durante largos periodos, sin disminuir su rendimiento a pesar de cualquier agente externo que impida o complique el programa previamente establecido[3], quienes hemos participado en la construcción sabemos que pensar que no existirán los imponderables es, por decir lo menos, utópico. Aventurarnos a plantear cantidades de tiempo en obras de tal magnitud como la Pirámide del Sol, con una simple multiplicación en el sentido de “si un cantero tarda 2 días en terminar una escultura de Quetzalcóatl, ese mismo cantero tardaría 730 días en hacer las 365 que tendría el templo del mismo nombre” o visto desde otro ángulo “730 canteros tardarían 2 días en hacer las mismas 365”, me parece arriesgado. En el segundo caso implica entre otras cosas, la disponibilidad total de herramientas de trabajo para los 730 canteros (siguiendo nuestro ejemplo) así como el material suficiente y suministrado sin retrasos al taller de manufactura, la cantidad de alimento necesario para mantener a 730 canteros implicaría otras personas dedicadas a labores complementarias a la construcción, etc. Finalmente no estoy diciendo que este escenario no sea posible, sino que la metodología utilizada puede reducirse a una relación inversamente proporcional en la que tenemos por un lado el factor tiempo y por otro el número de personas ocupadas. Está relación se enunciaría así “a mayor cantidad de trabajadores, menor tiempo de construcción y a menor número de trabajadores, más tiempo invertido”. Este elemental ejercicio lógico, a pesar de los esfuerzos informáticos de la Escuela de Administración de Ohio, no nos responde con certeza lo que pretende, porque las variables que maneja son insuficientes y tratadas superficialmente, mucho menos puede explicarnos aspectos sustanciales de la sociedad mesoamericana.

No estoy diciendo con esto que la arquitectura no sea valiosa como indicador material de cierta cultura, por el contrario, estoy convencido que antes como ahora el proceso de edificación debió ser una parte muy importante en el complejo entramado social de cualquier asentamiento humano a cualquier escala, y de ella podemos obtener información valiosa sobre las personas que la produjeron. Sin embargo, en mi punto de vista, aún falta mucho camino por recorrer.*


[1] Abreviatura mía

[2] El autor no especifica si utilizaban herramientas similares a las que pudieron existir en la época prehispánica o con herramientas metálicas modernas.

[3] Aquí pongo en duda el enfoque antropológico empleado por los arqueólogos que Abrams dice utilizan la esfera energética arquitectónica

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