#LasPrestadas: La nueva Secretaría de Cultura, ¿para qué?

Por Sergio González Rodríguez

En septiembre del año pasado, el presidente Enrique Peña Nieto anunció sorpresivamente durante el informa de Gobierno, que Conaculta desaparecería para convertirse en una Secretaría de Cultura. ¿Cuáles son los beneficios y los desaciertos de esta decisión?

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Al firmar el decreto para el establecimiento de una Secretaría de Cultura, el jefe del poder ejecutivo federal afirmó que “un país con cultura es un país con sólidas bases para un futuro mejor”. El proceso que determinó tal decisión implicó, por el contrario, una serie de contradicciones con dichas intenciones. Si bien desde al menos dos sexenios atrás se publicitó en diversos momentos la necesidad de contar con una Secretaría de Cultura, ha sido hasta ahora que ésta pudo concretarse.

Por una parte se alegaba que, dada la importancia de nuestro patrimonio histórico, artístico y cultural debía contarse con un organismo propio, ajeno a la dependencia tradicional de la Secretaría de Educación, que ofreciera una mayor eficacia operativa y permitiera vencer antiguas inercias (urdimbre burocrática, problemas sindicales, complejidad presupuestal, subsidiaridad política, etcétera). Por otra, se reiteraba que el llamado “subsector cultural” debía actualizarse para poder ofrecer servicios oficiales que, por una u otra causa, había dejado de dar a la administración pública.

La iniciativa para crear la Secretaría de Cultura contempló cinco estrategias, la primera de ellas determinante, ya que se consideraba incrementar la aportación de la cultura a “las acciones del gobierno” en desarrollo, seguridad y prevención social. La segunda estrategia llamaba a conservar y mantener patrimonio e infraestructura culturales; la tercera hablaba del acceso “universal” a la cultura y los medios digitales; la cuarta planteaba el estímulo a la creación y la productividad bajo un esquema empresarial y la quinta refería a la inserción del sector cultural en el “reposicionamiento” de la imagen de México en el exterior.

Persistió el empeño de refundar la instrumentación gubernamental de la cultura. Resulta alarmante que, a pesar de semejante explicitud, la mayoría de los intelectuales, aristas y creadores que se manifestaron en la víspera de los hechos fue incapaz de reparar en los riesgos políticos que hay de por medio. El debate que merecía una deliberación crítica, amplia, abierta y razonada al respecto, se disolvió en adhesiones u oposiciones casi deportivas (“¿estás a favor o en contra?”) con lo que, de nuevo, la sociedad en general y lo gremios interesados quedaron al margen de las decisiones.

Con el pretexto de hacer “más eficiente” el estatuto burocrático-administrativo y recomponer el gremio sindical-académico que hay en la cultura, se logró ajustar las tareas culturales para que sean el enlace con clientelas electorales y políticas, además de inducir la cultura a usos propagandísticos, con lo cual se contradicen las normas constitucionales sobre la composición pluricultural de la Nación y el derecho a la libertad de pensamiento, pues se reduce la cultura de toda la nación a una visión oficialista-partidaria y de negocios rentables.

Durante el lapso que hubo entre la presentación de la iniciativa y su resolución legislativa jamás supimos cómo se conseguirá mantener la “autonomía” de la cultura respecto de la utilidad político propagandística o electorera.

Acudir al argumento de que ése y otros temas serán materia de la ley y el reglamento correspondientes sólo avala una carencia intelectual, cuando ni siquiera se sabe qué entienden los gobernantes y legisladores por cultura. Tampoco se discutió sobre temas esenciales: industrias culturales, apoyo sólido a gremios de productores del ramo, fomento al mercado interno, replanteamiento de estímulos al libro, la lectura y los libreros, qué hacer ante crecientes monopolios lo mismo en la distribución de libros y revistas que de productos fílmicos, etcétera. La Secretaría de Cultura, desde su inicio, deberá sentar las bases de un nuevo trato con el gremio cultural, un trato que deje atrás la postura de trabajar de espaldas a los implicados en la cultura y de espaldas a la sociedad, además de elegir los funcionarios idóneos para el trabajo, más allá del simple ensamble o reciclamiento de los gestores actuales.

En suma, tal secretaría tendrá que legitimarse por la vía práctica. Aunque venció la iniciativa para crear la Secretaría de Cultura, no convenció. No obstante, hay algo más importante: exigir un cumplimiento óptimo de su responsabilidad desde ahora hacia el futuro. Y tal exigencia impone al menos tres criterios: transparencia, respeto e imaginación.

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Sobre el autor: Periodista, ensayista y narrador. Entre sus libros más recientes se encuentran Campos de guerra (2014) y Los 43 de Iguala (2015). Recibió el Premio Casa América y el Premio Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez.

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Fuente: Revista Código: http://www.revistacodigo.com/opinion-secretaria-de-cultura-sergio-gonzalez-rodriguez/

INBA e INAH, otro negocio más del Peñismo.// Entrevista con Daniel Nahmad

Extraordinaria entrevista con Daniel Nahmad, en el programa Animal Dañero, conducido por Mario Benítez, donde el investigador y secretario de orientación ideológica del sindicato de trabajadores del INAH, expresa de una forma muy clara las consecuencias de la creación de la Secretaría de Cultura en el marco de las políticas económicas neoliberales, enfocadas totalmente a la explotación turística de zonas arqueológicas y los bienes del patrimonio inmaterial de los pueblos en México. Tómense el tiempo de escucharla completa y comparen discursos con el artículo que compartimos anteriormente.//

#LasPrestadas: Piden expertos que Secretaría de Cultura trabaje en la transversalidad y no cree burocracias.

PALACIO NACIONAL 2

Por Cámara de Diputados

Expertos en materia de patrimonio histórico y cultura, entre ellos arqueólogos y antropólogos, pidieron a la Cámara de Diputados que en la elaboración de la Ley que crea la Secretaría de Cultura incluyan la transversalidad en rubros como el educativo y el turístico, así como el cuidado y protección de bienes y patrimonios de la humanidad, declarados por la Unesco.

Llamaron a garantizar la protección de los derechos laborales de los trabajadores de diferentes áreas que, aseguraron, en algunos casos tienen 20 años bajo el régimen de honorarios, sin contar con derecho alguno.

Urgieron al Legislativo a reforzar la participación de los pueblos indígenas en este proyecto de marco jurídico, así como el fomento de sus tradiciones y riqueza gastronómica, ya que ayudaría a combatir problemas de sobrepeso y desnutrición.

El presidente de la Comisión de Cultura y Cinematografía, diputado Santiago Taboada Cortina (PAN), indicó que la Secretaría de Cultura es necesaria, pero deben recogerse las opiniones de quienes desarrollan y crean la cultura en el país.

Juan Antonio Meléndez Ortega, diputado del PRI, indicó que la creación de dicha instancia beneficiará al país, sobre todo a los artistas y sus familias. “Es importante que a través de la Secretaría de la Cultura se dé, además, seguridad social para los exponentes musicales”.

“Hay mucha gente que vive del arte musical y desde la nueva dependencia federal se deberán impulsar estímulos para los exponentes nacionales, muchos de ellos muy lastimados en su patrimonio”, consideró.

Del mismo grupo parlamentario, la diputada Araceli Guerrero Esquivel comentó que la creación de dicha secretaría debe ser un hecho consensado para que rinda los frutos esperados. “Será una institución que, además de fomentar la cultura, fortalecerá la educación de los mexicanos”.

La diputada priista María Angélica Mondragón Orozco señaló que la cultura no es un tema de colores, “hay que nutrirlo con propuestas y llevar a cabo acciones”.

Para el funcionamiento de esa dependencia, se le deberá dotar de presupuesto suficiente “a la altura de las necesidades culturales y será responsabilidad de los legisladores realizarlo”.

Del grupo parlamentario del PRD, diputada Cristina Gaytán Hernández, consideró que la cultura lleva muchos años en espera de la construcción de herramientas que la impulsen de forma eficiente.

“Estas consultas son necesarias para crear una ley en la materia, generar una buena política cultural y caminar hacia un desarrollo cultural a nivel nacional”, refirió.

La senadora Blanca Alcalá Ruiz (PRI), presidenta de la Comisión de Cultura, dijo que este grupo de trabajo legislativo recogerá cada una de las inquietudes que los expertos han vertido para incluirlas en el nuevo marco jurídico.

Se dijo a favor de construir la Ley General de Cultura que le dé el andamiaje a la secretaría en la materia. “Estaremos cerca de ustedes para que no se quede como una oportunidad de fin de año, sino como el compromiso de los años que vienen”.

Para el senador Luis Humberto Fernández Fuentes, integrante de la Comisión de Cultura, no se trata de hacer sólo una secretaría, sino su diseño institucional y constituir las soluciones del Estado mexicano para los temas culturales.

Reconoció que existe tensión funcional entre las instituciones del ramo que quieren ser autónomos, pero a la vez requieren de mayor coordinación, porque no hay espacios laborales, ni un mercado abierto para los egresados de las escuelas de los diferentes institutos culturales.

Durante la primera Mesa -Patrimonio cultural y material-, el arqueólogo del INAH, Eduardo Matos Moctezuma, dijo que existen empresas y personas que utilizan la cultura para beneficio propio, mediante construcciones cercanas a las zonas arqueológicas de Monte Albán, en Oaxaca, o en el caso de Teotihuacán, una de servicios establecidos en su interior.

La presidenta del Conservatorio de la Cultura Gastronómica Mexicana, Gloria López Morales, pidió que de aprobarse una nueva secretaría, ésta se enfoque en darle transversalidad al patrimonio cultural con otros órganos de gobierno, y que autogeneran sus propios recursos, dándoles un gran valor estratégico.

Del mismo organismo, su vicepresidenta, Sol Rubín de la Borbolla, lamentó que no se haya tomado en cuenta la cocina tradicional de las distintas regiones de nuestro país, como parte de las políticas públicas y programas sociales enfocados al combate del sobrepeso y la desnutrición.

El poeta y escritor bilingüe náhuatl-español, Natalio Hernández, exigió incluir a los pueblos indígenas en los antecedentes para la creación de la Secretaría de Cultura, y en la consulta, a todos los involucrados en la materia y no sólo a los especialistas, pues de lo contrario sólo se crearía una instancia burocrática.

Pidió que la Cámara de Diputados realice foros regionales por todo el país para conocer las propuestas de todos los interesados.

El etnólogo Sergio Raúl Arroyo planteó que la nueva dependencia haga un trabajo de conciliación laboral, mediante la elaboración de un diagnóstico de la actual situación de los empleados de los diversos institutos culturales. “Hay trabajadores que llevan más de 20 años cobrando como honorarios, sin contar con derecho alguno”.

El secretario de Cultura del DF, Eduardo Vázquez, consideró que debe ponerse en marcha una política transversal que incluya al resto de áreas de gobierno. “La cultura tiene que ser el cuarto pilar del desarrollo y un objetivo junto con la sustentabilidad y la economía”.

El capacitador nacional de CONACULTA, Carlos Lara, resaltó que la cultura es un derecho que reconoce la Constitución y el cual la Corte ha afianzado mediante diversas resoluciones, por lo que con o sin ley, sin secretaría o con ella, ya existen bases para garantizar este derecho; no obstante, enfatizó, se requieren ajustes.

“Celebro que la cultura sea un tema de Estado y ya no de gobierno”, expresó.

Mara Robles Villaseñor, doctora en Cooperación e Intervención Social, de la Universidad de Oviedo, España, precisó: “esta Ley General de Cultura es imprescindible, aunque su proceso de creación podría llevar hasta dos periodos de sesiones ordinarias”. Urgió a hacer una verdadera fusión del binomio educación y cultura, para que en todas las escuelas del país los alumnos tengan clases de música, canto y danza, para generar sociedad.

Del Sistema Nacional de Investigadores, Eduardo Nivón Bolán señaló que hay que aprovechar la experiencia de las instituciones actuales, que tienen décadas de labor, y, sostuvo que deben preservarse los institutos especialistas en sus áreas, como INBA e INAH, entre otros. Reclamó depurar los errores que contiene la actual iniciativa.

El presidente del Consejo Académico de Interactividad Cultural y Desarrollo A.C., Carlos Javier Villaseñor Anaya, informó que el sector presenta una problemática administrativa que ya lleva 25 años de discusión. “No es casual, pero el Legislativo ha hecho sólo dos reformas importantes: una en materia de presupuesto, y la segunda, es la inclusión del derecho a la cultura a nivel institucional”.

Deborah Holtz, directora y editora de Ediciones Trilce, declaró que más que un organismo que inyecte dinero, se necesita uno que gestione y convenza de la importancia de las actividades del sector. “No hay ninguna dependencia que apoye programas que duren varios años”, dijo.

El dramaturgo Nicolás Alvarado se pronunció por “salvar a la cultura de su propia burocracia”, encontrando los mecanismos para lograrlo. Es un factor de desarrollo social y económico que debe discutirse a fondo en términos de políticas públicas.

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Fuente: Boletín N°. 0640 http://www5.diputados.gob.mx/index.php/esl/Comunicacion/Boletines/2015/Diciembre/07/0640-Piden-expertos-que-Secretaria-de-Cultura-trabaje-en-la-transversalidad-y-no-cree-burocracias

Foto: Astrid Cortés.

#LasPrestadas: Por qué se debe defender al INAH de la mercantilización del patrimonio nacional.

Este texto es la ponencia que la antropóloga Anamaría Ashwell presentó en el foro organizado por trabajadores del INAH-Puebla  el pasado 6 de noviembre para analizar las consecuencias que tendrá para ese instituto la implantación de la nueva Secretaría de Cultura propuesta por el gobierno federal.

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Por Anamaría Ashwell

He venido a una conversación con Uds. porque lo que está sucediendo en el INAH tiene consecuencias- que a mí entender- trasciende y tiene implicaciones mucho más allá de la afectación directa sobre ustedes, como, por ejemplo, con la inminente violación de los derechos laborales adquiridos si esa Secretaría de Cultura se consolida en los términos presentados.

La afectación a derechos laborales así como la pérdida de un trabajo, especialmente para nuestras profesiones (que tienen, dicho sea de paso, un mercado laboral cada vez más débil) conlleva una trágica dimensión existencial que no pretendo minimizar. Y también una consecuencia social inmediata sobre el empoderamiento inexpugnable de una clase política que ya no está interesada en elaborar políticas públicas en diálogos con nuestras investigaciones arqueológicas y culturales independientes.

Primero hago la aclaración que no soy trabajadora del INAH sino que vengo a aquí como una ciudadana cholulteca que en los últimos quince años ha lidiado, negociado, peleado, interpelado no solo a la Institución sino personalmente a directores regionales y a muchos de ustedes. Es así porque la defensa del patrimonio cultural de mi comunidad, como está sucediendo en otros lugares de México, ha sido todo menos custodiada, valorada y trasmitida como mandata en la letra y el espíritu la ley que le dio esa tarea a ustedes en el  INAH.

Y hago un paréntesis que es un reconocimiento agradecido:

A los investigadores del INAH que tomaron la valiente decisión de salir a la calle recientemente con nosotros, por Cholula. En particular al arqueólogo Reynaldo Lemus Nieto, quien el 15 de octubre interpuso ante la PGR una demanda por destrucción patrimonial en contra de Leoncio Paisano, alcalde de san Andrés Cholula. No pudimos detener la violación a los derechos humanos de nuestros vecinos, sin embargo; Adán y Paul Xicale permanecen presos (desde) hace más de un año, y siguen vigentes las órdenes de aprehensión contra diez ciudadanos más.

Porque desde que el gobernador Rafael Moreno Valle nos dio la noticia de que –como se propuso con el antiguo Proyecto Esquerra cocinado desde el año 2002- iniciaría la construcción de restaurantes y hoteles en medio de un parque llamado ahora de muchas maneras, pero que desde sus tiempos como Secretario de Finanzas del gobierno priísta de Melquiades Morales, con el arquitecto Bautista Alonso, ya lo habían bautizado como “Intermunicipal”, hemos podido evitar juntos que la gran pirámide fuera irreversiblemente afectada y no haya por el momento coches estacionados hasta en el Patio de los Altares.

Y cierro el paréntesis.

La nueva Secretaría de Cultura, evidentemente, afectará derechos laborales individuales en la medida que nuevos criterios administrativos y un nuevo contrato colectivo tiene que ser implementado porque ustedes adquieren, como dice la ley laboral, un nuevo patrón. Pero no estoy tan segura que esta nueva adscripción para la institución tenga como objetivo sólo o principalmente la anulación de derechos laborales adquiridos, y sí creo que más bien intenta cambiar las reglas o las condicionantes para el trabajo cultural que realizan en el INAH (así también en otras instituciones culturales).  Se anulará así el papel central que el marco legal actual les otorga como investigadores y peritos en la custodia, preservación y transmisión de los bienes y culturas patrimoniales de la nación, que desde tiempos de Lázaro Cárdenas (y estuve revisando por curiosidad la ley orgánica para el Instituto que él firmó en 1939[1]) les empodera sobre casi todo lo concerniente que tenía importancia cultural patrimonial para la nación. Además, la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicas, Artísticas e Históricas publicada en 1972 con reformas en 1986 concentró en el ámbito federal la custodia patrimonial y dejó a los estados sin facultades para emitir leyes sobre los monumentos patrimoniales[2]. Ustedes tienen, como investigadores del patrimonio nacional, por lo menos en el espíritu del marco legal actual y si lo hubieran querido interpretar así, lo que yo entiendo es un lugar central en las decisiones sobre usos y afectaciones a los bienes patrimoniales que no tienen ni los gobernadores en los estados.

Ese es un tema que me parece importante destacar para lo que les quiero argumentar a continuación.

Y otro factor: sin adentrarme ni referir el problema que implica para cualquier marco legal definir lo que es o no es patrimonio cultural, destaco que el factor “valor” es consustancial a cualquier definición de bienes culturales tangibles e intangibles patrimoniales que se buscan preservar.

Pero por causa, maldición o bendición (como lo quieran ver), consustancial también a nuestras profesiones, las investigaciones, peritajes y opiniones derivadas de éstas sobre la preservación e intervención al patrimonio, los investigadores privilegian lo que el arqueólogo Josep Ballart llamó el valor “inmaterial” o la “utilidad inmaterial”[3] de los bienes patrimoniales: esa que proporciona el conocimiento y la reflexión crítica.

La Secretaría de Cultura no busca eliminar la salvaguardia del Estado sobre el patrimonio cultural de la nación (por lo menos no aún) sino más bien el marco legal que empodera al trabajador cultural, en particular a los investigadores del INAH, para decidir sobre sus usos. Porque el “valor” que esa secretaria privilegia en los bienes patrimoniales no es el “inmaterial” del investigador sino el utilitario (que lo tiene además) especialmente en relación con las ciudades arqueológicas.

En ese camino la Secretaria de Cultura anula derechos laborales adquiridos pero, por decirlo así, como si fuera un valor agregado; y lo justifica por necesidades de reducción presupuestal, eliminación de duplicidades en las funciones etc. etc.

Mientras que el despilfarro en viajes, comilonas, casas blancas, compras de votos etc. etc. en otras instituciones, especialmente del ejecutivo, no resienten ninguna política de austeridad. Esto mismo advierte que en la implementación de esta ley no hay sino otra intención. Yo creo que lo que se busca entonces es un cambio en el perfil del trabajador cultural en el INAH, uno que en la Secretaria de Cultura facilite al gobierno la administración comercial de los bienes patrimoniales.

Así, la propuesta ante ustedes sólo en apariencia también se limita a una nueva adscripción para el INAH; porque una sola cláusula demuestra otra cosa: todas las facultades para decidir sobre usos del patrimonio -que ahora requiere de la participación activa de los Consejos, especialistas e investigadores del INAH- quedaría en el arbitrio de la Secretaría General.

Cualquiera puede darse cuenta que la discrecionalidad otorgada al secretario general en esa Secretaría General de Cultura para decidir sobre usos de los bienes patrimoniales permitiría ceder facultades legales sobre el patrimonio, por ejemplo, a los estados (que la ley actualmente restringe). Pero también para incentivar la participación de inversores privados en rescates, salvamentos y promoción del patrimonio. Con la nueva estructura administrativa de la Secretaría de Cultura el valor inmaterial que la investigación y el investigador privilegia del patrimonio en el INAH hoy, ya no sería considerado. Porque largo tiempo el valor utilitario o mercantil del patrimonio era ya parte de proyectos y políticas públicas por lo cual un nuevo marco jurídico y administrativo fue abiertamente reclamado desde finales de 2004 por diputados y senadores del PRI y del PAN.

Hace tiempo que el INAH subsiste tensionado, si me permiten decirlo así, por reclamos de los investigadores que están siendo excluidos de decisiones de directores y allegados cuando éstos autorizan a gobernadores, empresarios o dependencias federales usos comerciales del patrimonio; o incluso permisos para destruir por supuestas necesidades de obras públicas como carreteras, puentes viales, etc., etc.; así éstos arrasen cultivos y derechos de pueblos milenarios que no recibirán ningún beneficio por esas obras; o una ciudadela del pos-clásico como sucedió en Cholula en el 2009 y nuevamente en 2014; o vestigios arquitectónicos del clásico como sucedió recientemente en Tlatizapan, Morelos.

Los investigadores del INAH, ante las implicaciones de una adscripción a una futura Secretaría de Cultura, defendiendo los vínculos entre cultura y educación, según leo y escuché ayer, exigen mantener la adscripción a la SEP; y no están considerando que esa “INAH” largo tiempo no solo ha abandonado la custodia, preservación y trasmisión del patrimonio cultural sino que como institución ha sufrido el desgaste y el descrédito, la corrupción también, que esa subordinación política a la SEP le endilgó. Y que las políticas públicas sobre educación en la SEP han concentrado los recursos para la investigación de la cultura desde hace ya varias décadas en las Universidades públicas. La adscripción del INAH a una Secretaría de Cultura no cercena la vinculación de la educación con la cultura, para el gobierno esa continúa en las universidades, sino que cercena el carácter vinculante que la investigación cultural tiene actualmente en el INAH con sus políticas sobre usos del patrimonio.

En el año 2004 yo seguí de cerca la polémica en torno al INAH, y quedé convencida que en vez de los términos en que se dio la discusión con los diputados y senadores sobre el nuevo marco jurídico que proponían para las instituciones culturales, el INAH debió, quizás, no solo atender las críticas puntuales sobre su improductivo funcionamiento interno; sino empoderar a sus investigadores para que desde ese estatuto jurídico de la institución como ente descentralizado o desconcentrado se pudieran construir vinculaciones no entre la cultura y la clase política, sino con los pueblos que esas políticas públicas impactan. Un estatuto jurídico de autonomía me pareció a mí entonces, como el recientemente logrado por el INEGI,  el único que podía garantizar que el INAH cumpliera con el papel de custodio que el espíritu y la letra de la ley que creó esta institución le asignó para salvaguardar, privilegiando el “valor inmaterial” que sus investigadores aportaban, el patrimonio de la nación.

Esto ya suena a “nachdenken” en este momento y que traducido al español quiere decir “a toro pasado todos somos Manolete”.

Pero quizás sigue siendo una opción si logran revertir esta nueva asignación y tienen ustedes la oportunidad de empezar un proceso interno que rescate a la institución y la devuelva al espíritu de la ley que la creó.

Por otro lado, la valoración del patrimonio privilegiando sus vínculos con el pasado, por ejemplo, como resultado de la investigación arqueológica, no anula, el valor utilitario, ni el valor estético que también tiene el patrimonio.

Josep Ballart[4] hizo una argumentación a mi entender convincente: que los trabajadores de la cultura que investigan sitios arqueológicos -o los antropólogos los rituales y tradiciones de los pueblos- trabajan con la materia con la cual está hecho el pasado y el presente; y  que tiene el potencial para que el conocimiento histórico, y la construcción común de cómo se quiere vivir el presente en una nación tengan una lectura crítica y plural. Sobre este eje u orientación la investigación influye, por decirlo así, en las políticas públicas sobre usos de los bienes patrimoniales culturales.

El valor inmaterial del patrimonio que el investigador rescata es también fácilmente susceptible de una valoración económica por el mercado; pero no necesariamente y no siempre. En México recaía en el INAH impedir que algún gobernador, o un presidente en turno, o un alcalde o unos comerciantes destruyeran suelos arqueológicos en Uxmal; o las plataformas aledañas a la gran pirámide de las Cholulas; o que el sistema de cargos religiosos en pueblos milenarios folclorizados se conviertan en espectáculos expresamente puestos en escena para turistas en  “pueblos mágicos”. Pero esto es lo que no sucedió, y las políticas públicas sobre el patrimonio, a las que se doblegó y no orientó el INAH como institución, largo tiempo han privilegiado solo el valor utilitario del patrimonio cultural.

Y por último.

La reflexión que yo he hecho a partir de estos sucesos, y que creo fue la más importante, se refiere a que estos cambios en la política cultural del Estado Mexicano responden a fuerzas o tendencias globales que se actualizan en “la estrechez de nuestro paraje”, plagiando una metáfora que le leí a Ilan Semo[5].

En el seno de la civilización moderna todo es ya mercancía y el pasado fue re-interpretado como algo segregado del presente. Por eso la banalización de la cultura y la frivolidad son ya programas de gobierno, porque la cultura es hoy solo entretenimiento; y no solo para la actual clase política en México. En lo que se refiere al patrimonio edificado, por ejemplo, la política cultural, hace tiempo, solo se propone preservarlo si no mueve a la reflexión y no contribuye a enriquecer conciencias y sirve como mercancía de turistas o escenario de danzas y cantos populares con todo y luz y sonido.

Estamos engullidos, y hay que asumirlo, en una modernidad ambigua y contradictoria que se consolidó a finales del Siglo XIX; y en la cual la identidad no se configura ya necesariamente sobre la territorialidad. Porque la llamada globalización ha sido, como explica Roger Bartra, más bien una  “desterritorialización”[6] que cuando más progresa más violencia ejerce, sobre todo con pueblos que resisten atados a sus territorios sagrados. Una modernidad en que cohabitan también muchos tiempos, pero sobre los cuales se extiende hegemónicamente una economía ligada a tecnologías siempre nuevas, mientras la urbanización acelera procesos de homogeneización cultural que ha llevado a algunos antropólogos como él, a concluir que la erosión de las otredades, la alteridad cultural, ha llegado en nuestros tiempos a su fin[7].

Nosotros, y eso hay que hacerlo con plena conciencia y con un salvavidas puesto, estamos nadando a contracorriente; no solo con la defensa patrimonial que cuestiona que el pasado esté desligado del presente sino reinterpretando y valorando culturas y rituales que presencian débiles pero resistiendo.

Por eso insistimos en que en esta sociedad de masas de nuestros tiempos podemos aspirar a ser todos iguales[8], pero somos distintos. Y vamos des-ocultando una idea que puede ser muy subversiva: que los pueblos no pueden olvidar, no olvidan; y que están, estamos, condenados a vivir con memoria porque la memoria, decía Octavio Paz[9], es la que reinventa como fuente creadora el presente.

Lo que yo ya no estoy segura es que si desde el INAH, como está o como la quieren componer, ustedes mis colegas de profesión, pueden andar con los otros que se niegan a olvidar; esos otros que resisten, por ejemplo, la codicia de sus tierras y la masificación del patrimonio histórico y arqueológico por el impacto del turismo en sus vidas.

Yo soy una que estaba contando con ustedes, con el empoderamiento que la ley les entregó, y no estuve preparada para la experiencia de constatar una y otra vez, interpelándolos desde Cholula, cómo muchos de ustedes vieron esto que hacían aquí como una chamba más.

Antropóloga. San Pedro Cholula, 6 de Noviembre de 2015.

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Notas:

[1] Ley orgánica del INAH con Apéndices. INAH. México. 1963.

[2] Julio César Olivé Negrete, Bolfy Cottom Leyes Estatales en materia del patrimonio cultural. Dos Tomos. INAH.1997.Idalia García y Bolfy Cottom, Coordinadores. El patrimonio Documental en México: Reflexiones sobre un Problema Cultural. México. Porrúa. 2009.

[3] Ballart, Josep, El Patrimonio Histórico y Arqueológico: Valor y Uso. Ariel. España.2006.

[4] Josep Ballart, óp. Cit. Pág. 113-120.

[5] Ilan Semo, “Genealogías de lo local”. La Jornada, 14 de marzo 2015.

[6] El vínculo territorial conduce con frecuencia a cierto fundamentalismo, como bien lo advierte Roger Bartra.

[7] Cito a Bartra porque ha puesto sobre la mesa una discusión importante. Me recuerda a la que nos involucró en la década de los ochentas con Luisa Paré, ¿Campesinos o Proletarios Agrícolas? O la de Ernest Feder “Campesinistas o descampesinistas”.Pero en particular porque Bartra es una antropólogo como lo fue Levi Strauss: del pensar; uno que largo tiempo no tiene cercanía con los pueblos campesinos ni indígenas de México;  como Uds. y yo. Puede decir, como lo hizo en una entrevistar, lo que yo no puedo decir porque un “indígena” para mi tiene nombre y apellido: “En México la población indígena ha sido aniquilada, destrozada, mutilada. Ya son como ruinas étnicas, igual que se habla de ruinas arqueológicas. Es un papis que exalta la simbología de lo indígena en el Museo Nacional de Antropología y a la vez ha dejado a los indígenas reales en proceso de disolución”. El País. 13 de Septiembre de 2015. Ver Roger Bartra, Territorios del Terror y la Otredad. Pretextos.2007.

[8] Me parece que en esto hay que tomar en serio el argumento de Peter Sloterdijk: El Desprecio de las Masas: Ensayo sobre las luchas culturales de la sociedad moderna. Pre-Textos.2011; así como a John Gray Straw Dogs: Thoughts on Humans and Other Animals. Granta.2002 (existe traducción al español).

[9] Yo extrapolo lo que Octavio Paz expresa del poeta y la poesía; ver “Una Apuesta Vital” entrevista a Octavio Paz por Guillermo Sheridan en 1997. En Poeta y Paisaje: Ensayos sobre la vida de Octavio Paz. Tomo I. Ediciones ERA. 2004.

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Fuente: Mundo Nuestro [http://mundonuestro.mx/index.php/cronica/item/por-que-se-debe-defender-al-inah-de-la-mercantilizacion-del-patrimonio-nacional]

Foto: Juan Tonchez [ArKeopatías]

Libro: Reconstrucción de una historia. Arqueología de la Arquitectura de la iglesia de San Mateo Chalcatzingo, Morelos.

#‎LosBuenosLibros‬ // Estamos muy contentos de invitarlos a la presentación del libro «Reconstrucción de una historia. Arqueología de la Arquitectura de la iglesia de San Mateo Chalcatzingo, Morelos», el día 29 de septiembre a las 13:00 pm en el salón Tláloc del Museo Nacional de Antropología, de nuestra querida amiga y colaboradora de la revista Ivonne Alcántara. No dejen de asistir, comprar el libro y sobre todo seguir el trabajo de Ivonne, pionero en muchos sentidos de la arqueología mexicana.// ‪#‎YaEstuvieran‬

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