DE LA CASA #130: PUEBLOS MÁGICOS Y DERECHOS CULTURALES DE LOS RESIDENTES / VEHJ.

Por Víctor Eduardo Hernández Juárez

El turismo es un sector que deja una considerable aportación al producto interno bruto, sin embargo se debe ser crítico con esta práctica, en cuanto al tipo de modelo de desarrollo que pretende aplicar, el uso que se le da al patrimonio cultural y cómo las políticas públicas se relacionan con los derechos culturales de los habitantes de las comunidades que son impactadas de una forma directa o indirecta, en este caso se realizará una crítica al programa de Pueblos mágicos en función de dos aspectos, en primer lugar en cuanto a la población local, y en segundo lugar, al uso de patrimonio cultural.

En el año 2001 nace el Programa Pueblos Mágicos, según el acuerdo por el que se establecen los Lineamientos generales para la incorporación y permanencia al Programa Pueblos Mágicos[1] se constituye como una estrategia para el desarrollo turístico, orientada a estructurar una oferta turística complementaria y diversificada hacia el interior del país, basada fundamentalmente en los atributos históricos y culturales de localidades singulares. Esta noción alude principalmente a una visión de crecimiento económico tomando como motivación para el turista el patrimonio cultural, sin embargo no hace mención sobre los impactos o beneficios para la comunidad o cómo pueden ser aprovechados para la conservación y difusión del patrimonio.

El turismo, antes de la creación del programa, según datos de Talledos, se concentró en el denominado Sea, Sand And Sun y en la promoción de una imagen folklórica de los pueblos originarios, la cual exaltó la vestimenta y la comida de diferentes regiones como una tarjeta postal[2] así como en la creación de centros integralmente planeados que contaban con la infraestructura necesaria para brindar las comodidades al visitante en un solo lugar, este modelo prevalece en la visión del programa pues aunque no pretende construir grandes complejos de hoteles y restaurantes como lo hizo la política sobre el turismo de la década de los ochenta, si busca la creación de comunidades tematizadas y encaminadas en brindar servicios y comodidades al turista. En un inicio, el programa tenía la intención de aprovechar el patrimonio cultural de las comunidades cercanas a destinos de sol y playa ya consolidados para aprovechar los trayectos de carretera y detonar un crecimiento económico en zonas que se ubican en la periferia de grandes destinos turísticos, sin embargo, el aumento desmedido de nombramientos a localidades y el cambio de políticas públicas hicieron que el programa se convirtiera en un pilar para el turismo en los últimos años.

De acuerdo con la Secretaría de Turismo, en la página oficial menciona que un Pueblo Mágico es una localidad que tiene atributos simbólicos, leyendas, historia, hechos trascendentes, cotidianidad, en fin, «magia», que emanan en cada una de sus manifestaciones socio-culturales, y que significan hoy día una gran oportunidad para el aprovechamiento turístico[3], es importante señalar que en esta definición nunca menciona de forma la clara que estos criterios son parte del patrimonio cultural, las comunidades son las que en primer lugar son poseedoras de tal patrimonio, por lo tanto la comunidad es quien a través de su forma de vida y cotidianidad construye los elementos culturales a los que el programa aprovecha con fines turísticos.

El programa ha tenido una serie de cambios desde su creación y actualmente cuenta con 121 denominaciones, siendo las más recientes incorporadas en septiembre de 2018 en el marco de la feria de pueblos mágicos en Monterrey. Al hacerse un análisis sobre la cantidad de nombramientos otorgados desde su creación se puede notar el cambio de criterios para generar dichos nombramientos, debido a que en los primeros años del programa el número de incorporaciones eran limitado, esto sucedió ya que debían cumplir con criterios muy específicos como la cercanía con un destino turístico reconocido, pero al consolidarse el programa a partir del año 2012 se aligeraron los criterios creciendo de una forma desproporcionada a los objetivos del programa, convirtiéndose en una estrategia de gobernanza para los gobiernos municipales, esto trajo un problema en cuanto a la calidad de los servicios ofrecidos por lo que se optó por hacer una revisión del programa y no hacer nuevos nombramientos. No fue hasta el año 2014 cuando se actualizaron los lineamientos de pertenencia y de incorporación y comenzaron a descender el número de nombramientos, causados en gran medida por las quejas de los turistas en cuanto a los servicios ofertados y a las críticas de académicos y defensores del patrimonio cultural que solicitaban clarificar la situación del uso de la cultura.

Incorporación de nombramientos

Año

Número de nombramientos

2001

2

2002

9

2003

2

2004

2

2005

6

2006

6

2007

5

2008

0

2009

1

2010

4

2011

11

2012

35

2013

0

2014

0

2015

28

2016

0

2017

0

2018

10

Fuente: Elaboración propia. Enero 2019.

Barroso Alarcón concibe el programa de Pueblos Mágicos como un producto que responde a las motivaciones y expectativas de viaje de aquellos turistas cuya principal motivación de visita es la cultura[4]. Es entonces que el turista se convierte en el principal actor al que está dedicado el programa y por ende toda la planeación está dirigida en satisfacer sus necesidades dejando a la comunidad local en un segundo plano ignorando la existencia de sus derechos culturales, al respecto debemos entender que los derechos culturales están reconocidos en la constitución en su artículo cuarto, sin embargo, tal reconocimiento se dio en el año 2010 con la reforma sobre derechos humanos[5] que fue posterior a la creación del programa, a pesar de esta situación el reconocimiento de los derechos culturales ya se había dado desde tiempo atrás.

Al respecto, Bolfy Cottom menciona que al hablar sobre derechos culturales se debe contemplar que existen dos supuestos: el primer supuesto menciona que es incorrecto hablar del derecho a la cultura, pues de esta forma se aceptaría la posibilidad de que el ser humano pueda nacer o vivir en una comunidad sin cultura, en este supuesto el Estado tiene la obligación de respetar las diferencias culturales, siendo el principio de toda política pública la garantía y respeto a la libertad de creación y expresión.

El segundo supuesto parte de la idea que todos poseemos y formamos parte de culturas diferentes lo que ha producido una dicción entre las diferentes manifestaciones culturales que han provocado una desigualdad, por lo que se entiende como un reclamo a sus derechos, entre los que se destaca el derecho a la identidad, la libre expresión de las ideas y forma de entender la vida, mostrar sus capacidades creativas y que sean susceptibles de recibir los bienes y servicios que el Estado otorga[6].

Por otra parte Gonzales Castellanos refiere que el término “derechos culturales” viene sirviendo indiscriminadamente a propósitos discursivos carentes muchas veces de rigor en el análisis sobre orígenes y potencialidades, ante todo porqué, hasta expertos en ciencias sociales suelen confundir el término de derechos con el de legislación[7], la confusión en el uso del término que hace referencia el autor dificulta poder hacer un diagnóstico sobre la situación de los derechos culturales en las comunidades que son afectadas por el programa de Pueblos Mágicos, por lo que tomar el catálogo de prerrogativas que son consideradas como derechos culturales será sólo parte de una metodología académica para poder llevar acabo este análisis.

Cuando se menciona el reconocimiento de los derechos culturales se debe tomar en cuenta a qué personas es quien se le están reconociendo este derecho, son los turistas o los habitantes quienes gozan de estas prerrogativas pues dada su característica como parte de los derechos humanos no debe haber distinción alguna. Es cierto, parte de dicho reconocimiento se refiere al libre uso, goce y disfrute de la cultura en cualquiera de sus formas, pero habrá que ser críticos en cuanto a si el turismo funciona como una práctica de reconocimiento a la cultura o si es una herramienta para mercantilizar la cultura.

De los residentes y visitantes

En otro tenor, enfocado al público y las comunidades que residen en los Pueblos Mágicos, se cuenta con un diagnóstico de competitividad y sustentabilidad en el cual los temas que versan están relacionados la demanda turística y poco sobre los ofertantes, por lo que falta un estudio que se enfoque en diagnosticar el desarrollo de los habitantes locales más allá del rubro de la capacitación o los alcances económicos del programa. Se debe considerar la aplicación de una consulta previa sobre cuál es él modelo de desarrollo que la comunidad estime pertinente, así como la forma en que deba de ejecutarse.

Siguiendo esta línea, la diversidad cultural de las comunidades es la fuente de los atractivos que usa el programa para atraer al turista, por lo que atender los derechos culturales de la población debe ser una prioridad para conservar el patrimonio cultural. Es decir, a tomar en cuenta las características de cada población para así entender el impacto social y cultural de tendrá la aplicación del programa.

El turista ha sido visto como la prioridad en el programa y ha creado una segmentación en los modelos de la política turística, debido a que es el interés mercantil el motor para la creación de políticas públicas,  la segmentación turística crea imaginarios simplistas sobre los lugares a ser visitados y sobre sus habitantes, los cuales terminan siendo reducidos a una visión servicial y al turista como una élite a la que se le debe de complacer. Dicha división crea tensiones sociales entre los visitantes y los residentes debido a la desigualdad socioeconómica que se genera y a los cambios en los procesos culturales que son forzados por cumplir con este imaginario, es entonces cuando la fiesta del pueblo deja de ser para el pueblo y se convierte en un espectáculo para el visitante perdiendo el contexto y el valor para los habitantes. Esto provoca la pérdida de la memoria histórica y del patrimonio cultural e intangible.

En este mismo tenor, los habitantes de los pueblos con el nombramiento no han tenido una voz real dentro de la aplicación del programa, pues la toma de desiciones recae en el comité y el ayuntamiento, dejando sin mecanismos de participación a la comunidad. Al respecto Suárez Monsalve profesora e investigadora de la Universidad de Medellín menciona que la tradición electoral en Latinoamérica ha mostrado que los gobiernos municipales promueven proyectos que obedecen más bien a compromisos con las élites económicas y políticas y no son producto de consensos ciudadanos[8]. Por lo que las comunidades que se han convertido en destinos turísticos consolidados tienen que buscar métodos para crear diálogos y que su voz pueda ser tomada en cuenta para que se respete su identidad cultural.

En este sentido y a manera de propuesta la investigadora Aline Carvalho propone la necesidad de crear discursos más complejos que valoricen la diversidad local para permitir no sólo una mayor implicación de las múltiples comunidades locales en la actividad turística, sino un concepto valorizado de diversidad[9]. Esta diversidad debe ser atendida no sólo en cuanto al patrimonio cultural, visto como la noción de lo monumental, si no a la relación directa y cerca de la identidad con los habitantes, en manifestaciones como el idioma, las cosmovisión y las formas de organización de aquellas que cuentan con un gran número de habitantes de pueblos originarios como es el caso de Cuetzalan del Progreso o San Cristobal de las Casas. Es entonces, en estos casos donde se debe tener más cuidado en cómo se plantea la implementación de las actividades turísticas y cómo se crean las relaciones de convivencia y comunalidad. Cabe resaltar que en ambos ejemplos no se cuentan con los reglamentos, ni indicaciones de qué es el programa y cómo funciona en el idioma de las comunidades de pueblos originarios, por lo tanto, se deja fuera de la toma de decisiones a la población y el pueblo se convierte en una imagen folclórica que atrae visitantes y aprovecha sus conocimientos y diversidad cultural, los invisibiliza en cuanto a los recursos y desiciones sobre el territorio.

Otro de los problemas que tiene el programa es la incoherencia de los discursos, por un lado hace referencia al valor de la diversidad cultural y reconoce las identidades y cosmovisiones, por el otro mantiene en su estructura normativa una teoría jurídica rígida propia del derecho positivo mexicano. De acuerdo con el antropólogo Esteban Krots la normatividad unitaria era el proyecto identitario de la burguesía en proceso de consolidación, resultando una idea uniforme de nación. Así se combinaban y reforzaban mutuamente la acción de los mecanismos creados para reducir la diversidad sociocultural[10], es decir que bajo un criterio de homogeneidad el Estado pretende que se utilicen las mismas reglas de operación en todas las comunidades como si todas tuvieran las mismas características y se tratara de una sola identidad, por lo que la identidad de la población termina convirtiéndose en un discurso para mercantilizar la cultura, por lo tanto es indispensable que se creen mecanismos de exigibilidad de los derechos culturales e ir más allá de un solo reconocimiento.

En atención a esto Vélez Rivas propone la necesidad de un modelo de construcción de alteridades desde una concepción que rompa con los paradigmas excluyentes y de poder. Esto sin duda constituye otro reto para las imágenes construidas del turismo desde las guías y las imágenes de marca de los destinos; seguramente estos influirán en las maneras en que los turistas perciben ellos mismos a los nativos, lugareños y pobladores locales[11]. Siguiendo con esta propuesta se debe hacer una reflexión en cuanto a los papeles que han jugado en los procesos de la modernidad y la visión de la otredad, separar las divisiones entre residentes y visitantes y construir diálogos para respetar las desiciones y los caminos al desarrollo que la propia comunidad decida fuera de la voluntad de las políticas estatales.

Por lo tanto, la participación ciudadana es vital para el ejercicio de los derechos culturales y la integración de mecanismos donde la comunidad intervenga de forma directa sobre la toma decisiones y el uso del programa debe ser una prioridad en la elaboración de los reglamentos en cada comunidad atendiendo a la diversidad de la población contemplando en todo momento la consulta previa libre e informada y en caso de pueblos originarios debe elaborarse con respeto a su forma de organización, cosmovisión y en su idioma natal.

Del patrimonio cultural

De acuerdo con la Declaración de Friburgo en su artículo tercero[12] el patrimonio cultural es parte de los derechos culturales, entendiéndose como el derecho que tiene cualquier persona individual o colectiva de elegir y que se respete su identidad cultural, en la diversidad de sus modos de expresión así como de conocer y a que se respete su propia cultura, como también las culturas que, en su diversidad, constituyen el patrimonio común de la humanidad. En este contexto podemos concluir que el patrimonio cultural está relacionado con la identidad y su definición está alejada de la noción legal que encontramos en la Ley Federal Sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos en la cual encontramos que el patrimonio cultural mantiene una visión monumental, Al respecto Edna Rozó menciona que los espacios para el turismo emulan el sentido de lo monumental espacial buscando sobrevivir al tiempo, sin darse cuenta que con esa unicidad de lo estático-patrimonializado se genera una mirada reduccionista de la historia[13], esta mirada está relacionada con la forma de protección de aquellos bienes que representen una imagen para fortalecer una identidad nacional, uniforme plana y hegemónica.

En este contexto la identidad nacional ha servido para fortalecer la industria turística, pues los monumentos históricos, arqueológicos y artísticos son los que atraen mayor cantidad de visitantes ya sea en destinos consolidados o en los emergentes, es entonces que se mercantiliza la cultura y su valor se mide con base en cuántos visitantes puede atraer y la derrama económica que significa para el Estado y los particulares a través de empresas relacionadas a la prestación de servicios turísticos.

Sobre la mercantilización de la cultura Suárez Monsalve menciona que desde el turismo se aprovecha este mecanismo para la acumulación de ganancia y se hace uso de las transacciones sobre el ocio, la recreación, los productos artísticos, las tradiciones e incluso los saberes populares[14], la autora advierte que en estas transacciones mercantiles se encuentran también las expresiones culturales del patrimonio inmaterial, siendo estas las que le otorgan el valor monetario y el contexto al patrimonio material cultural, por lo tanto el turismo es considerado como una industria cultural que asume una función de acumulación de capital; por eso se utiliza como generador de estrategias de desarrollo en ciudades que desean insertarse en las redes globales de producción, de servicios y de comercialización con el uso de productos y simbología cultural[15] reduciendo al patrimonio cultural a un producto mercantil que solo está disponible para quien pueda pagar por su disfrute, atentando así contra los principios de los derechos humanos.

Al respecto, Allen Cordero menciona que la privatización turística se expresa, inicialmente, en la compra del espacio bello y su consiguiente cierre a los libres desplazamientos si no mediante un pago. Paralelamente, al turismo internacional le interesa canalizar algunas expresiones de la cultura turística autóctona, como pueden ser las comidas y bebidas, actividades recreativas y culturales corrientes como los deportes y actividades al aire libre, los bailes y otras expresiones socio-recreativas[16], estas expresiones que menciona el autor es lo que el programa denomina como la “magia” y queda reducida a un privilegio que sólo aquellos que pueden pagar por vivir o conocer estas experiencias tienen acceso.

Siguiendo esta idea debemos analizar lo que el programa de Pueblos Mágicos entiende por “Magia”, pues aunque menciona que son los elementos que hacen un lugar singular y de gran importancia para el turismo, se puede considerar que el término alude a un proceso teatral y de embellecimiento como si se tratara de un cuento que narra el interés por un imaginario, por ello es que la profesora Edna Rozó menciona que el lugar turístico opera como un teatro, como una metáfora de aparente socialización entre residentes y visitantes, donde lo efímero de la experiencia turística, sus itinerarios previamente demarcados, los ritos de entrada, estadía y salida hacen que las experiencias de los viajeros sean una ficción en la que se resignifica de manera permanente el lugar[17]. Alejándose de lo auténtico, peculiar u original que el programa pretende vender.

Este fenómeno de lo mágico Dean MacCannell lo llama el efecto de “disneyficación” el cual presenta a través de la creación de algunas atracciones turísticas que emulan el pasado o el presente, los hitos históricos, sociales y culturales, tradicionales o contemporáneos, re-creando lugares desde la mistificación, la escenificación o la ficción, cuya consecuencia es que lo que resulta atractivo es aquello que niega la autenticidad y que se valora desde los artificios, identificándolos como “seudoatracciones”[18], por lo que la tematización y re creación artificial de los lugares turísticos y la búsqueda de lo auténtico e identitario se han convertido en la práctica común de los pueblos con el nombramiento de mágicos, es entonces que surge la interrogante si el programa de pueblos mágicos aprovecha o crea los atractivos culturales.

Lo anterior hace pensar en la necesidad de nombrar a una expresión cultural como patrimonio, pues para quienes viven estas manifestaciones como parte de su identidad no necesitan la aprobación o reconocimiento del Estado o de alguna institución para llevarlas acabo, difundirlas o modificarlas según el contexto sociocultural de la misma población, en otras palabras son los miembros de la comunidad quienes deben definir cómo llevar su vida cultural ya sea en forma colectiva o individual, así como el aprovechamiento de su diversidad cultural.

En relación a lo anterior García Canclini menciona que los patrimonios reafirman algo propio, sobrestimándolo en comparación con los bienes del otro, y por eso mismo dividiendo. Si acaso tuviera sentido nombrarlos «patrimonios de la humanidad» no sería tanto porque todos podamos enorgullecernos de centenares de sitios lejanos que nunca vamos a conocer, sino por que algunos de ellos, gracias al turismo intercontinental, fueron asociados con acontecimientos mundiales como las olimpiadas y son difundidos como parte de un imaginario globalizado[19]. Es entonces que los patrimonios sólo son visibles y valorados cuando tiene un respaldo social basado en la aprobación de las masas, pues los criterios que llevan a un sitio a tener una declaratoria de Patrimonio Cultural de la Humanidad están relacionados con la cantidad de visitantes e información que sale de su región y logran convertirlo en un sitio de interés internacional.

En relación con las multitudes Renato Ortiz habla sobre su carácter como legitimados, al respecto menciona que una multitud es una conglomeración de personas en un determinado punto y pose la característica de la visibilidad, la multitud está compuesta por elementos heterogéneos donde no los une ningún vínculo social, por lo tanto, es transitoria, la multitud presupone la disolución de las individualidades, estas se encuentran anuladas por la coerción del todo[20], estas multitudes son lo que el Estado y la industria turística ha usado para evaluar cómo un caso de éxito el programa de Pueblos Mágicos, aún cuando no existen diagnósticos completos que permitan medir el impacto de estas multitudes en los poblados que generalmente antes de la aplicación del programa tenían una población mucho menor y con actividades económicas ajenas al turismo, generándose procesos de gentrificación y extractivismo.

El patrimonio es una herramienta que permite definir o “re-definir” una identidad generada por los contextos históricos, sociales y culturales de una región, entendiéndose como un complejo sistema de valores y símbolos cambiantes que le otorgan a un sitio su diversidad cultural, por lo tanto estos procesos no deben ser forzados a mantenerse estáticos a fin de conservar rasgos folclóricos que sirvan para el turismo, como una especie de burbuja cultural donde las políticas estatales tratan de mantener aquellos elementos que pueden utilizar como productos culturales, tampoco deben ser manipulados para que el modelo de desarrollo basado en la infraestructura modifique el entorno o que actividades económicas obliguen a cambiar una forma de vida para que el lugar tenga una “magia” y pueda ser considerado como beneficiario del programa.

Casos

Muestra de lo anterior se realizará una breve revisión del caso de San Cristobal de las Casas atendiendo a sus especificados, no sin antes aclarar que en cada uno de los pueblos con el nombramiento se den tomar consideraciones diferentes para su análisis en materia de derechos culturales, pues cada población es diferentes atendiendo sus contextos, por lo que el siguiente ejemplo es enunciativo, no limitativo e intenta mostrar violaciones a los derechos culturales en sus habitantes causadas por la ejecución del programa.

San Cristobal de Las Casas

Esta población en Chiapas fue incorporada al programa en el año 2003 en medio del conflicto zapatista y con una población en su mayoría compuesta por miembros de pueblos originarios tzotziles y tzetzales. Es indispensable para hacer el análisis que la historia de la región de los altos de Chiapas es la que ha marcado la identidad de San Cristobal y está estrechamente vinculada con otras poblaciones aledañas como es Zinacantan, San Juan Chamula o San Andrés Larraiza, las cuales también son afectadas de forma directa por el turismo.

Siendo tres los elementos principales los que atraen al turismo, en primer lugar está la arquitectura colonial, en segundo, la cultura de los pueblos originarios, y en tercero, la identidad revolucionaria causada por el movimiento zapatista.

En cuanto a la arquitectura colonial se debe entender que la mayor parte de inmuebles con estas características son las iglesias y museos, sin embargo la casa del los habitantes sufrieron modificaciones debido al desplazamiento de los pobladores por la venta de inmuebles a extranjeros, está situación se dio por el reconocimiento que en el año 2010 se le otorgó por ser “El pueblo más mágico de los pueblos mágicos”, dicho reconocimiento se dio por la recuperación de la imagen urbana, el rescate del centro histórico y el crecimiento de inversiones por parte de extranjeros en la compra de inmuebles para crear una fuerte estructura hotelera y restaurantera. En este punto es donde se hace la primera crítica ya que estos logros en los modelos de desarrollo no representan un beneficio económico para los habitantes, pues la inversión en los hoteles y restaurantes es en su mayoría extranjera, obligando a los pobladores a vender sus inmuebles ya que su modo de vida no coincidía con los modelos planteados por el programa. Actualmente la población coleta[21] ha sido excluida por los extranjeros.

Por otro lado, la cultura de los miembros de pueblos originarios que habitan en San Cristobal de Las Casas y sus alrededores, tienen una relación de tensión entre los habitantes originarios, los extranjeros y los visitantes debido a la discriminación,  desigualdad social y la explotación laboral que viven los primeros, para los miembros de pueblos originarios San Cristobal es un centro de comercio que les permite tener un sustento a través de la venta de productos y artesanías, pero que han sido desplazados a la afueras del cuadro denominado como “mágico”. Mientras que en el cuadro principal existen galerías de arte propiedad de extranjeros, los miembros de comunidades originarias tienen que recurrir al mercado informal. Es evidente la segregación causada por el imaginario colectivo que se ha creado pues el orgullo de lo indígena se valora cuando está en sus poblaciones[22] y no cuando venden artesanías a pie de piso. La explotación de la imagen de lo indígena es uno de los atractivos turísticos que más atrae turistas en San Cristobal, siendo caricaturizados en su cultura. Otra crítica que se hace sobre las comunidades es la falta de información en su idioma natal, no existen documentos que respeten sus derechos lingüísticos, que hablen de las reglas de operación del programa o que puedan facilitar la comunicación con los visitantes.

Finalmente se tiene también la identidad revolucionaria pues la explotación de elementos que aluden al ejército zapatista como una forma de atraer visitantes se ha convertido en una práctica común, se pueden encontrar desde productos o servicios relacionados con el movimiento zapatista que invita a vivir la experiencia de la revolución, creando un tercer imaginario turístico al servicio de la venta de la cultura y la identidad.

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Foto 1. Vida cotidiana fuera del cuadro principal. Lugar: Mercado municipal “José Castillo Tielemans”, San Cristobal de las casas, Chiapas, México. Autor: Víctor Eduardo Hernández Juárez. 

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Foto 2. Mercado de artesanías donde se concentra la mayor parte de la población de pueblo originario. Lugar: Iglesia de Santo Domingo, San Cristobal de las casas, Chiapas, México. Autor: Víctor Eduardo Hernández Juárez.

Conclusiones

El programa de Pueblos Mágicos se ha enfocado por ver a la cultura como un producto mercantil, creando o manteniendo imaginarios que intentan ser atractivos para el visitante, por medio del discurso de preservar lo auténtico y lo singular, sin embargo es a través de ese mismo discurso que ha tenido una serie de deficiencias en cuanto a la originalidad del producto que oferta y al respeto de los derechos culturales, pues en su aplicación se limita a crear las condiciones de comodidad para un grupo de visitantes con cierto nivel de elitismo, dejando de lado a los habitantes de los pueblos con el nombramiento. El programa no prevé mecanismos de participación ciudadana e intenta estandarizar la diversidad cultural, por lo que los responsables de la creación de políticas turísticas deberían abrir espacios de diálogos interculturales a fin de que las prácticas turísticas no afecten a la población local y puedan tener accesos a los beneficios económicos de forma directa si esta es la voluntad de la población. La Secretaria de Turismo debe crear diálogos con otras instituciones a fin de crear programas interinstitucionales de turismo con organizamos de cultura, pueblos originarios y la sociedad civil para que los proyectos estén validados por la población mediante una consulta previa y sobre todo que estos proyectos surjan por iniciativa de la propia comunidad. Por su parte la población debe de integrarse y crear propuestas para defender sus derechos culturales.

Con la desaparición del presupuesto federal al programa de Pueblos Mágicos vendrán nuevos retos en la forma de administración y organización a lo cual las comunidades estarán en un momento clave en el que tendrán que abrir diálogos para tomar desiciones sobre el uso y aprovechamiento de su riqueza cultural, pues algunos poblados ya se han consolidado como destinos turísticos por excelencia y al no ser estática la cultura, está actividad  tendrá un efecto transformador en aquellas comunidades que decidan continuar con él modelo turístico como actividad principal.

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Notas:

[1] Acuerdo por el que se establecen los Lineamientos generales para la incorporación y permanencia al Programa Pueblos Mágicos publicado en el diario oficial de la federación el 26 de septiembre del 2014 consultado en https://bit.ly/1qDmNvd 

[2] Talledos Sánchez Edgar,  Megaproyectos turísticos en México El caso de los centros integralmente planeados en Megaproyectos en México: Una lectura crítica, p. 94.

[3] Consultado en https://bit.ly/293Kgcy

[4] Barroso Alarcón en MADRID Flores Francisco (coord.) Pueblos mágicos, aciertos  y retos de una iniciativa de política pública en turismo. Limusa, México, 2016,p 24.

[5] Toda persona tiene derecho al acceso a la cultura y al disfrute de los bienes y servicios que presta el Estado en la materia, así como el ejercicio de sus derechos culturales. Artículo 4 constitucional consultado en https://bit.ly/2MDSvjw

[6] Cottom Bolfy, Legislación cultural temas y tendencias, MAPorrua, México, 2015, 24 p.

[7] Gonzales Castellanos V. , Patrimonio cultural integración y desarrollo en América Latina.p 27.

[8] Suárez Monsalve Ana María, Políticas de recuperación de ciudad, una mirada crítica a las estrategias de comunicación e imagen turística de Medellín y Río de Janeiro en Turismo y cultura 46 p.

[9] Carvalho  Aline, Políticas públicas del turismo en el litoral Norte de São Paulo (Brasil):turismo de naturaleza versus turismo cultural en Turismo y cultura: retos y perspectivas en América Latina,.  129 p.

[10] Esteban Krotz, Antropología jurídica: perspectivas socioculturales  en el estudio del derecho p. 17.

[11] Vélez Rivas,Marta Lucia. Las alteridades en los viajes y el turismo: propuesta de un horizonte de investigación, 316 p.

[12] Declaración de Friburgo consultada en https://bit.ly/V0ShmD

[13] Edna Rozo, El lugar y las dinámicas del turismo, 176 p.

[14] Suárez Monsalve Ana María, Políticas de recuperación de ciudad, una mirada crítica a las estrategias de comunicación e imagen turística de Medellín y Río de Janeiro en Turismo y cultura: retos y perspectivas en América Latina, 58 p.

[15] Ídem 49 p.

[16] Allen Cordero Ulate, Nuevos ejes de acumulación y naturaleza el caso del turismo, p 124.

[17] Edna Rozo, El lugar y las dinámicas del turismo, 176 p.

[18] Dean MacCannell , El turista, p 20.

[19] García Canclini Néstor, La sociedad sin relato Antropología y estética de la inminencia, 81 p.

[20] Renato Ortiz, Otro Territorio, convenio Andrés bello, p 75-76.

[21] Nombre que se le da a los habitantes originarios de San Cristobal de las casa.que remiten su historia a la fundación de la ciudad.

[22] Se ofertan tour por comunidades de pueblos originarios cercanas a San Cristobal De Las Casas, siendo estos de gran aceptación por los turistas.

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Bibliografía

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Hemerografía

Cuadernos de Geografía: Revista Colombiana de Geografía. Trapecio amazónico: turismo e imaginarios sociales sobre un territorio exotizado. Volumen 26, Número 2, p. 113-131, 2017. Martha Lucía Vélez Rivas. [https://doi.org/10.15446/rcdg.v26n2.59229]

Legisgrafía

  • Constitución política de los Estados Unidos Mexicanos
  • Declaración de Friburgo
  • Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos

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Sobre el autor: (Ciudad de México – 1988) Licenciado en Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México en la Facultad de Estudios Superiores Aragón, con especialidad de Políticas Culturales y Gestión Cultural de la UAM Iztapalapa, actualmente se encuentra terminando la maestría en Derecho en la Facultad de Derecho de la UNAM, cuenta con cursos de actualización en materia de legislación del patrimonio cultural, derechos de autor, pluralismo jurídico y gestión cultural. Es coordinador del Seminario Derechos Culturales Un Reconocimiento Impostergable en la UACM, plantel Cuautepec. Como consultor independiente en materia de derechos de autor, ha colaborando con empresas, asociaciones civiles, en proyectos culturales y con artesanos de diversas comunidades de pueblos originarios. En el área laboral se ha desempeñado como docente y tallerista en diversas instituciones, entre las que destaca su participación como profesor de asignatura en la materia de Legislación del patrimonio cultural y artístico de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, plantel San Lorenzo Tezonco, y colaborador en el Grupo de Investigación sobre Derechos Colectivos y Ambientales en la Universidad Nacional De Colombia sede Bogotá./

Contacto: abogadoculturalvictor@gmail.com

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DE LA CASA #92: LOS INDÍGENAS Y SU PATRIMONIO CULTURAL, DERECHOS Y OBLIGACIONES / JMG.

Por Julio Manzanares Gómez

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Festival del Pendón. Chilpancingo, Guerrero. / Autor: Juan Tonchez

En septiembre de 2007 se proclamó la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas (DNUDPI). Al considerarlos vulnerables, la ONU se muestra preocupada porque los indígenas “han sufrido injusticias históricas como resultado, entre otras cosas, de la colonización y de haber sido desposeídos de sus tierras, territorios y recursos, lo que les ha impedido ejercer, en particular, su derecho al desarrollo de conformidad con sus propias necesidades e intereses”. En materia de patrimonio cultural, el artículo 31 de la Declaración establece en sus párrafos 1 y 2:

Los pueblos indígenas tienen derecho a mantener, controlar, proteger y desarrollar su patrimonio cultural, sus conocimientos tradicionales, sus expresiones culturales tradicionales y las manifestaciones de sus ciencias, tecnologías y culturas, comprendidos los recursos humanos y genéticos, las semillas, las medicinas, el conocimiento de las propiedades de la fauna y la flora, las tradiciones orales, las literaturas, los diseños, los deportes y juegos tradicionales, y las artes visuales e interpretativas. También tienen derecho a mantener, controlar, proteger y desarrollar su propiedad intelectual de dicho patrimonio cultural, sus conocimientos tradicionales y sus expresiones culturales tradicionales.

Conjuntamente con los pueblos indígenas, los Estados adoptarán medidas eficaces para reconocer y proteger el ejercicio de estos derechos.

Por su parte, la Constitución Política de México señala en el artículo 2o:

La Nación tiene una composición pluricultural sustentada originalmente en sus pueblos indígenas que son aquellos que descienden de poblaciones que habitaban en el territorio actual del país al iniciarse la colonización y que conservan sus propias instituciones sociales, económicas, culturales y políticas, o parte de ellas.

La conciencia de su identidad indígena deberá ser criterio fundamental para determinar a quiénes se aplican las disposiciones sobre pueblos indígenas.

Son comunidades integrantes de un pueblo indígena, aquellas que formen una unidad social, económica y cultural, asentadas en un territorio y que reconocen autoridades propias de acuerdo con sus usos y costumbres.

No obstante, el componente étnico fundamental de México es negado no sólo para satisfacción de un país históricamente racista, sino en beneficio de las políticas que al excluir a dicho sector acaparan o destruyen su patrimonio. En el estricto sentido de la palabra, si el patrimonio cultural encuentra vigencia, es en las comunidades indígenas porque en realidad a veces es el único patrimonio que poseen y les significa todo. Pese a los esfuerzos de la academia o la sociedad civil, a los indígenas primero se les compadece por susceptibles y sólo después se les respeta por diferentes (si se les compadece o respeta).

Aún en el siglo XXI la promoción constante de la inferioridad indígena encuentra sentido, para las elites, en la inconveniencia que representa el reconocimiento propio de la identidad como una realidad histórica. El conocimiento histórico es crítico y desemboca en la acción, hecho que incomoda a grupos dominantes (no sólo los indígenas padecen esta promoción de inferioridad y “conformidad con su realidad”, debe examinarse también la situación campesina). Sin embargo, hay una tendencia contraria, el indigenismo que a fuerza de compasión intelectual se vuelve proteccionista y que parte de un razonamiento similar al del clasismo: la supuesta inferioridad del otro.

A los indígenas ya se les reconoce “tener alma”, pero pocas veces la capacidad de resolver sus problemas históricos o culturales: se les niega la conciencia. ¿La tradición estorba al progreso o viceversa? En este debate que enardece las respuestas son radicales y mesiánicas, y el indígena, regularmente, no participa. La presencia indígena que reclama la inclusión social es vista como moda antineolioberal o como la insurrección de un titiritero que manipula a los indios. ¿O acaso se olvidaron ya los discursos de Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo y Vicente Fox acerca del EZLN y su vocero?

En octubre de 2001 el Seminario de Estudios Sobre Patrimonio Cultural —de las direcciones de Etnología y Antropología social del INAH— organizó el encuentro académico El uso social del patrimonio cultural. La memoria del evento, publicada con el mismo nombre, resulta ineludible para aproximarse a dicha temática. Los ponentes, la mayoría académicos del INAH, UNAM y ENAH, dieron a conocer distintas problemáticas, sobresalieron las solucionadas por la academia y las agravadas por el gobierno. En materia de comunidades indígenas y patrimonio cultural, una ponencia resulta reveladora y crítica al proceder de los propios indígenas y al ser escuchada por el gremio académico: “De las cosas que uno se imagina cuando nos invitan a encuentros académicos.”

Un representante (indígena) del Frente Zapatista de Liberación Nacional (FZLN) del DF, lee, aplaude la iniciativa de los organizadores y “dándole hilo al papalote de nuestra imaginación” supone que los asuntos que se debatan y convengan tendrán “un peso específico de carácter político, por más que se discutan desde el ámbito de la academia”. Acerca de ésta, no deja de expresar sus expectativas:

Así como imaginamos que la antropología tiene suficientes bases para proponer soluciones a los problemas nacionales (y eso lo pensamos porque los del INAH dicen que son profesores de investigación científica), igual imaginamos que muchos antropólogos desde su trinchera académica trabajan efectivamente para eso, o sea, para proponer esas soluciones y ejercer así su papel de científicos deshacedores de entuertos y otras galimatías sociales.

Al portavoz del FZLN le entusiasma que los especialistas del patrimonio cultural “discutan ─una vez más─ los usos que puede ─o debiera─ tener; mucho mejor si los análisis se abordan en su perspectiva jurídico-legal, social y desde luego, antropológica que tanta falta nos hace; sobre todo, si encuentros como éste, cuentan con un eventual camino para instrumentar las posibles soluciones a los problemas que se analizan”.

Del sarcasmo a la solemnidad, la ponencia va y viene, pero hace énfasis en un punto medular: la necesidad de recordar y cumplir Los Diálogos de San Andrés, firmados en febrero de 1996 por el gobierno federal y el EZLN. Se detiene en el documento (3.2 Acciones y medidas para Chiapas) que recomienda al INAH revisar las disposiciones para:

  • Reglamentar el acceso gratuito de los indígenas a los sitios arqueológicos.
  • Dar a los indígenas la debida capacitación para poder administrar ellos mismos los sitios.
  • Otorgar a los pueblos indígenas parte de las utilidades turísticas que generan dichos sitios.
  • Dar a los pueblos indígenas la posibilidad de utilizar los sitios como centros ceremoniales.
  • Proteger los sitios cuando estén amenazados por megaproyectos de desarrollo turístico o saqueo hormiga.

En el documento está plasmado un argumento primordial de la vida indígena:

Una condición fundamental del desarrollo es la relación de los pueblos indígenas con la tierra. Atendiendo a la especial significación espiritual de ese elemento y a su altísimo valor simbólico, debe garantizarse plenamente el derecho de las comunidades y de los pueblos indígenas a la integridad de sus tierras y territorios, sí como a la preservación y uso racional del hábitat.

¿Por qué recuerda el FZLN este punto a los investigadores del INAH? La explicación también es denuncia:

Porque si nos damos cuenta que casi siempre ocurre que, tanto el desarrollo de proyectos de investigación arqueológica como las declaratorias de zonas de monumentos arqueológicos, se hacen al margen de los pobladores que se ven con ello fuertemente afectados en su elemental sobrevivencia, desde el momento en que la integridad de sus tierras y territorios y la preservación de su hábitat, están expuestos a drásticas alteraciones por las actividades del INAH.

[…] pareciera que se privilegia la protección del sitio histórico edificado como lugar de vida y acción económica, política y social, por el indio muerto, sin importar el uso social de esos territorios donde el indio vivo apenas sobrevive.

Sin embargo el FZLN piensa que esto puede resolverse si primero se platica con las comunidades que serán afectadas (con dichos proyectos y declaratorias) y se les toma en cuenta para definir los lineamientos a seguir. Es decir, los indígenas afirman su apertura al diálogo, pero insisten en ser tomados en cuenta.

Para terminar su participación, el representante cuestiona también si “existe toda claridad necesaria en el gremio antropológico para comprender que todos los análisis, discusiones y conclusiones tomados” pueden ser usados en dos vertientes: una en favor de las imposiciones de los poderes Legislativo y Ejecutivo y otra en favor de una conciencia política democrática con posibilidad de establecer el diálogo. De no ser así, subraya:

Imaginamos que eso sería muy contraproducente para el diálogo porque entonces, otra vez, desde el escritorio se pretendería elaborar las políticas públicas, sin considerar a los sectores que sufren los problemas que se quieren resolver. Ahí se acabaría cualquier diálogo, y entonces los científicos sociales serían algo así como instrumentos para contradecir y obstaculizar el intento de construir una nueva relación entre los diversos sectores de la sociedad y el gobierno.

Cada vez más consciente del mito del nacionalismo y de la realidad atroz del capitalismo, en los últimos años la academia ha ido reconociendo la legitimidad de las comunidades (indígenas y no indígenas) sobre su patrimonio cultural y ante todo, la necesidad de que ellas mismas lo protejan. Desde los años ochenta del siglo XX se les insta (como a la sociedad en general) a hacerse responsables de él, pero en los albores del nuevo siglo falta aclarar todavía cuáles son sus derechos sobre el mismo. Tienen el Estado y la academia una tarea impostergable.

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Fuentes:

Constitución Política de los Estado Unidos Mexicanos, art. 2 (vigente a 2014)

FZLN-DF, “De las cosas que uno se imagina cuando nos invitan a encuentros académicos”, El uso social del patrimonio cultural, Sánchez Alaniz, José I. y Susana Gurrola (coords.), México, Ediciones Quinto Sol, sf., pp. 103-108.

ONU, “Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas”, http://daccess-dds-ny.un.org.

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Sobre el autor: Egresado de la UNAM de la licenciatura de Comunicación y Periodismo, vinculado desde hace diez años a temas referentes al patrimonio cultural  e involucrado en proyectos de investigación del INAH en la línea de difusión.

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ArKeopatías opera bajo una licencia Creative Commons Reconocimiento – NoComercial – Compartir Igual 4.0 Internacional License, por lo que agradecemos citar la fuente de este artículo como: Proyecto ArKeopatías./ “Textos de la casa #92″. México 2015. https://arkeopatias.wordpress.com/ en línea (fecha de consulta).

DE LA CASA #49: FIESTA GRANDE EN CHIAPA DE CORZO / PN.

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Nuevamente Paulina Negrete nos comparte sus excelentes fotografías./ En esta ocasión fueron tomadas durante la Fiesta Grande en #ChiapadeCorzo, #PatrimonioCultural del estado mexicano de Chiapas./ Simplemente los invitamos a disfrutarlas y comentarnos si han tenido la oportunidad de estar por allá en esas fechas.///// Esta galería es el No. 49 de nuestros #TextosDeLaCasa, no dejen de visitarnos en el blog y compartan con el HT #yoleoarkeopatias. [El álbum completo en nuestra sección de fotos de nuestra página en facebook]

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Patrimonio bajo el agua…

Iglesia de Quechula,1564. Templo Dominico

Ahí habitaba un pueblo zoque que quedo bajo el agua cuando se construyó la Presa Malpaso, cuando las aguas bajan se puede ver la iglesia como se muestra en la foto, regularmente de marzo a junio, el pueblo que la habitaba emigro y fundo Nueva Quechula, lo que hoy conocemos como Tecpatán.

De planta corrida, orientada al oeste, se desconoce la delimitación del espacio sagrado, pero la cruz atrial estaba a 18 m de la puerta, de aquella se conserva un basamento rematado en doble moldura, sobre el que descansa la media esfera que soportaba la cruz.

De la fachada se mantienen 15.50 m de pie, construida totalmente de tabiques cocidos, incluyendo el caracol. Se divide en dos cuerpos más la espadaña.

Al centro del segundo cuerpo irrumpe el arco de la entrada; sencillo en forma de alfiz. El acceso al templo se hace a través de un arco de medio punto, que repite la sencillez del primero, resaltado por molduras y un pequeño nicho rectangular encima. La parte superior del segundo cuerpo remata en una fila de almenas de las que se conservan los arranques.

La gran espadaña tiene dos arcos y lateralmente dos pequeños cuerpos; el primero liso, especie de zócalo sobre el que los elementos del segundo se quiebran en bandas verticales y pequeñas pilastras; dos de ellas molduras. Tres almenas coronaban los costados. Los arcos están separados por una media columna adornada en medio con un elemento parecido a un tamborcillo; remata en un cubo calado y a la vez sostiene la peana del nicho superior. Los arcos están formados por dobles columnillas, continuadas en las molduras del arco. El izquierdo aún conserva la viga de la campana.

La espadaña remata en un frontón flanqueado por dos almenas grandes y una moldura raptante hasta la base de la cruz. El nicho central se ve calado pero hay evidencias del cerramiento posterior.

Gracias a que la espadaña emergió del agua un año después, durante la temporada de estío, cuando la presa baja al máximo, se pudo conocer un fragmento de las pinturas que la decoraban. Los extremos de la fachada son redondeados, combinándose el derecho con la planta igualmente circular del caracol, juego armónico en el que las molduras superiores acentúan lo curvo del conjunto.

La torre-caracol es una de las más complejas de la arquitectura chiapaneca. El acceso se remarca con dos delgadas pilastras, un arco y dos pináculos resaltados en argamasa.

La alumbran seis ventanas en arquivuelta. Seis contrafuertes exteriores -en algunos se alcanza a ver la separación del muro,

En los ángulos de la fachada y los muros interiores, hay dos bajos y pesados contrafuertes que ayudaban a soportar el coro de madera, de 2.50 m de ancho, según las huellas de las vigas conservadas en los muros. Del lado izquierdo únicamente hay un espacio, el correspondiente al confesionario. Su altura dio 1.60 cm. En los dos lados los accesos estuvieron enmarcados por molduras en forma de pilastras sencillas con pináculos triangulares o esféricos.

El techo, a juzgar por restos de las ménsulas que cargaron vigas y tijeras, pudo haber sido artesonado. En la parte posterior de la espadaña quedan señales del principio de la techumbre de dos aguas, en la última época cubierta de tejas. La puerta de comunicación con la sacristía es remetida del lado interior, totalmente lisa, en cambio en la cara opuesta corren dos molduras a manera de falso capitel. Conduce a un espacio abovedado, entre dos pilastrones y el muro de la sacristía, especie de portería abierta. El techo se adorna con nervaduras

Igual decoración tiene el techo de la sacristía, aunque varía en el diseño. Ambas son bóvedas bajas, indicativo del carácter no estructural de las nervaduras.El pórtico tuvo dibujos semejantes pero de carácter geométrico. Bello debió ser el interior del templo igualmente decorado, en este caso con el escudo de la orden dominica alternada con secciones lisas separadas por medio de cenefas florales.

No encontramos paralelo en la arquitectura chiapaneca de la importancia que en la fachada de Quechula jugó la gran espadaña, prácticamente convertida en un tercer cuerpo, con una altura que casi iguala a los tramos anteriores. Si el alarife de Tecpatan fue el que levantó Quechula, en las diferencias que introdujo en las espadañas y en la integración armónica dio prueba de imaginación, buen gusto y conocimiento de la arquitectura de su tiempo, derivaba del modo mudéjar de construir, transplantado a México y especialmente a Centroamérica, chapado con influencias todavía góticas, platerescas y finalmente barrocas y neoclásicas.

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Fuente: Página en Facebook del Taller Max Cetto, Facultad de Arquitectura, UNAM. http://www.facebook.com/photo.php?fbid=410347342360982&set=a.398216393574077.95184.286691128059938&type=1&theater

El fin del mundo se pospone!

Antimio Cruz en Palenque | Academia 2011-11-30 | Hora de creación: 00:29:36| Ultima modificación: 00:38:05

El fin del mundo se pospone; el Calendario Maya termina el 20 de enero del año 154 mil 591, afirman arqueólogos y epigrafistas

El Calendario Maya no termina con la fecha del 23 de diciembre de 2012, ni con el solsticio de invierno de ese año (21 de diciembre de 2012), como han repetido grupos apocalípticos y milenaristas. Existen glifos que incluso hacen referencia a fechas tan remotas en el futuro, como el 20 de enero del año 154 mil 591, señalaron arqueólogos y epigrafistas de México, Alemania y Australia, reunidos en la VII Mesa Redonda de Palenque.

Los investigadores, reunidos por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), discuten esta semana las interpretaciones de los diferentes calendarios y concepciones del tiempo entre los pueblos mayas y tratan de eliminar las dudas y confusiones sobre el supuesto “fin del mundo”, que incorrectamente se han desprendido de un glifo encontrado en el sitio arqueológico maya llamado Tortuguero, cercano a Villahermosa, Tabasco.

Los doctores Sven Gronemeyer, de la Universidad de La Trobe, Australia; Daniel Graña Behrens, de la Universidad de Frankfurt, y Erik Velázquez, de la UNAM, detallaron en sus conferencias que los calendarios mayas no pueden ser comparados con los actuales porque son calendarios míticos y no históricos.

“El año 2012 va a pasar, el mundo va a sobrevivir y el siguiente año nadie va a hablar de las profecías mayas del 2012”, dijo el doctor Graña en su exposición ante 60 expertos mayistas de 10 países diferentes: Alemania, Australia, España, Estados Unidos, Francia, Guatemala, Inglaterra, Japón, México y Rusia.

Mientras, los arqueólogos son los encargados de localizar las evidencias físicas de la cultura maya, como edificios, estelas con glifos, vasos pintados y entierros. Los epigrafistas son los expertos en el lenguaje pitando y labrado en las estelas y cerámicas pintadas, así como en la interpretación de la distribución de los edificios.

UNA FECHA SUELTA. Entre los 15 mil glifos que han sido localizados en cientos de sitios arqueológicos mayas, únicamente uno hace referencia al 23 de diciembre de 2012 como la fecha del fin de una era, el glifo está en el llamado Monumento 6 Tortuguero.

El monumento de Tortuguero hace referencia a lo que ellos consideraban la fecha de inicio de la actual era el 8 de septiembre del año 3144 antes de Cristo –según nuestro actual calendario gregoriano— y, como espejo, incluye otro glifo que, aparentemente marca el fin de esa era, que se mide con un calendario especial llamado Cuenta Larga.

El epigrafista australiano Sven Gronemeyer afirma que el glifo sobre esa segunda fecha ha sido malinterpretado, aritmética y epigráficamente.

“En primer lugar, la aritmética del calendario y los ejemplos de las inscripciones demuestran que la Cuenta Larga es, literalmente, una barra de tiempo indefinido, lo que significa que no termina en un punto determinado del tiempo. En segundo lugar, un examen cuidadoso del texto del Monumento 6 de Tortuguero nos permite una nueva interpretación de los acontecimientos que en Tortuguero estaban por venir. En lugar de un escenario catastrófico nos revela eventos de la historia local, donde la culminación era la investidura de un gobernante Kún Bolon Yokté”, explicó Gronemeyer.

Por su parte, Erik Velázquez, historiador y epigrafista del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, detalló que en la concepción del tiempo maya los dioses adoptaban características de personajes históricos y los gobernantes tenían características divinas. Todo en un patrón cíclico.

“El fin del mundo está más asociado con la concepción del mundo judío-cristiano que con la cultura maya. Los mayas eran un pueblo que tenía más confianza en la estabilidad de los ciclos y los rituales de sus gobernantes representaban esos ciclos. Además, los mayas no eran fatalistas, sabían que los seres humanos podrían estabilizar el futuro con sus rituales”, indicó el experto de la UNAM.

Fuente: La Crónica