Por Wilmer Mejía Carrión
A estas alturas de la marcha hacia el terral prometido, los mexicanos ya estaban convencidos de que sólo de rodillas se hacía la historia, sólo durmiendo se hacía patria y sólo viendo al Chavo del 8 se podía ser feliz. ¡La profecía! Cesar Hildebrandt
El Chavo del Ocho me hizo reír de niño, sería tonto decir que no. Me reí a morir con él y lloré en algunos de sus episodios como cuando todos le dijeron ratero al unísono al pensar que había robado dentro de su propia vecindad. Me encantaba el Chapulín Colorado y como salía con su chipote Chillón a enfrentar a los malos, inclusive entre los episodios que más recuerdo están en los que se enfrentaba a Súper Sam. Los personajes que creó Chespirito forman parte de mi memoria y de mis recuerdos de infancia. La famosa tonada de presentación de El Chavo (Los Elefantes nunca olvidan de Jean Jacques Perrey), está en mi mente, como en la de muchos latinoamericanos. Sin embargo a medida que pasaba el tiempo y a medida que veía cada episodio que se repetía machaconamente fui perdiéndole el gusto. Ya sabía lo que venía después, sabía que El Chavo iba a golpear a alguien y que Quico saldría llorando a contarle a su madre que le habían pegado y ésta sin preguntar achacaba todo a Don Ramón propinándole tremenda cachetada[1]. Si bien es cierto aún me causan gracia algunos capítulos sin embargo me resulta interesante ver que detrás de la inocencia del chavo se encuentra una industria nada inocente de vender televisión mediocre a las masas.
Detrás de la inocencia
El mundo Latinoamericano ha quedado consternado por la muerte del que al parecer todos los medios consideran un genio de la comicidad, Roberto Gómez Bolaños, lejos de ser una lumbrera en medio de la oscuridad de la programación televisiva latinoamericana, es parte integrante de ésta. Chespirito era parte del imperio de Televisa, una empresa que desde su creación se ha caracterizado por dar contenidos poco sustanciosos y de dudosa calidad, como las telenovelas. Y aunque no les guste a los endiosadores de Chespirito, El Chavo del Ocho era un producto más de Televisa. Un producto absolutamente rentable:
“Según publicó la revista Forbes en 2012, El Chavo del 8, escrita, dirigida y protagonizada por Chespirito, le dio a Televisa ganancias por US$1.700 millones desde que se dejó de filmar en 1992. De este número, US$1.500 millones provienen de canales de televisión abierta y los restantes US$200 mil, de empresas de cable”.[2]
Ahora bien, veamos quienes endiosan en la televisión peruana a este personaje llamándolo “genio” y “maestro” no son más que los mismos protagonistas de la televisión de baja calidad de la que despotricamos, la chola Chabuca, Gisela Valcárcel, los chicos de Esto es Guerra y Combate, entre otros, y estoy seguro que en los demás países latinoamericanos es similar, la televisión mediocre aplaude a la televisión mediocre.
No olvidemos que Chespirito y su elenco han realizado shows por toda América Latina incluida países donde gobernaban con mano dura férreas dictaduras militares.
“Roberto Gómez Bolaños –hombre de ideología derechista– fue severamente criticado por viajar a naciones que entonces estaban bajo el yugo de dictadores como Jorge Videla, en Argentina, y Augusto Pinochet, en Chile”[3].
Creo que lo que pasa es sencillo es tanta la violencia y la falta de escrúpulos en la televisión actual que el Chavo del Ocho pasa como Tv Blanca. Es un efecto interesante donde se idealiza el pasado y se ve que todo lo que existía/veía/oía antes era mejor que lo de ahora, que antes si había buenos programas que antes si había buenas cosas, esto lo plasma bien Woody Allen en su película “Medianoche en Paris” donde el personaje principal añora la década los principios de la década del siglo XX y cuando llega allí se da cuenta asombrado que la gente de esa época encuentra que la verdad “belle epoque” está en el siglo XIX”.
El Imperio de la televisión apela a las emociones, el porque te haga llorar, reír y sentir no significa que sea de calidad. Las novelas lo hacen, están llenas de emociones y sensaciones, la publicidad lo hace todo el tiempo se te vende felicidad, alegría si compras tal o cual producto pero no necesariamente significa que sea de calidad. Pongámoslo así Roberto Gómez Bolaños es un producto de Televisa y Televisa ha ensalzado al grado de semidiós de la comicidad a una figura que probablemente en otras circunstancias no hubiera pasado de ser un libretista promedio que hacía sketch entretenidos y simples.
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Notas:
1. La muerte de Chespirito está usándose como cortina de humo para tapar los candentes problemas que aquejan a México. Estoy de acuerdo con el siguiente texto: “Homenajes todo el día, poco seguimiento de lo público y relevante, mucho pan y circo. Un homenaje que consta del mismo chiste repetido una y otra vez, desde hace 34 años, síntoma de una sociedad incapaz de renovarse.”
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