DE LA CASA #25: INDUSTRIAS CULTURALES, ¿PARA QUÉ? [1] / DEL.

num25Por Daniela Levi

Todos hemos sido parte de ellas alguna vez, pero… ¿qué son, para qué sirven y por qué no las reconocemos cuando las vemos? ¿Por qué no nos gusta ir? Quizá la respuesta radica en que jamás nos han dicho qué son en su conjunto y además, hemos estado en ellas casi siempre por obligación, no por deseo, lo cual, dificulta su comprensión y apreciación.

Probablemente nuestro primer encuentro con ellas fue en la infancia, cuando nos dejaron visitar el museo arqueológico o de sitio de nuestra comunidad y, los que tenemos 30 y más –debido a que no había internet- asistimos a la biblioteca pública para buscar información sobre una tarea en particular, mientras indagábamos en el fichero el autor y el tema adecuado para nuestra investigación y tomábamos los apuntes necesarios en nuestra libreta o pedíamos fotocopias y sí, la tecnología no daba para más, por lo tanto, ir a la biblioteca era una actividad que podía hacerse en equipo, que fomentaba la solidaridad y el compañerismo: uno dictaba, otro tomaba notas y tiempo después; con la mano cansada, invertíamos los papeles.

Así aprendimos que ir a ellas era solidariamente agotador, ya sea que porque te cansaras de caminar por el museo o porque te dolía la mano de tanto escribir y sí, bajo este paradigma, ¿qué ciudadano altamente involucrado en la era digital desearía regresar al pasado sólo para tener esta experiencia? Supongo que nadie y sin embargo, es ésta la que nos ha convertido en admiradores o no de las mismas.
Si nos gustan, nos parecen espacios llenos de magia, que albergan no sólo conocimientos por adquirir o perfeccionar, sino una historia propia que nos permite interactuar con nuestros semejantes. Por otro lado, si las detestamos, aunque estemos conscientes de su función o utilidad social; nos recuerdan espacios cerrados, desagradables, faltos de encanto alguno que nos haga mover nuestro cuerpo hacia ellas y sin embargo, esta percepción también nos permite interactuar con nuestros semejantes.

Entonces, ¿de qué sirven los Museos, las Galerías, los Centros Culturales y Educativos si casi siempre hemos ido a la fuerza o hemos aprendido en ellos lo que se nos permite aprender? No sabría cómo responder a esto, pues para mí siempre han sido un universo que me ha otorgado paz y me ha transportado a otros mundos, sobre todo ahora que puedo acceder a ellas virtualmente, evitando así la debilitación antes mencionada, pero también, aumentando las visitas en solitario a espacios que están destinados a promover y difundir la cultura, y originalmente, la integración social cara a cara.

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