#LasPrestadas: Los vicios del INAH

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Por Anónimo

Carta a Alejandra Frausto Guerrero,

Licenciada Alejandra, el que su nombre se haya manejado desde diciembre pasado debió ser motivo de gran alegría por el reconocimiento de sus capacidades y de su trayectoria profesional, pero sin duda encara una gran responsabilidad.

El domingo 15 de julio al consultar los medios de comunicación observé con gran asombro el nombre de los próximos posibles nombramientos de la Secretaria de Cultura, destacando entre ellos el de Diego Prieto para el INAH.

Para la ratificación del puesto de Prieto, seguramente se valió de la evaluación del actual desempeño.

Un servidor desde hace más de 7 años laboro en el INAH, mediante un régimen de Servicio Profesional de Carrera, procedimiento de contratación que fue un intento de democratizar y profesionalizar la Administración Pública Federal.

Sin embargo, el ánimo teórico se topó con los métodos arcaicos del INAH, por lo que un servidor tiene un diagnóstico de esta Institución, que aunque ha sido noble y generosa con parte de su personal, le debe mucho a la sociedad y está en deuda con las funciones rectoras.

Más allá del debilitamiento institucional por los embates neoliberales es indispensable mencionar la crisis interna que se vive en el INAH:

En una situación no convencional, en el Instituto se cuenta con personal de primera, segunda y tercera categoría; los de base sindicalizada, los mandos medios o confianza, y los compactados y de proyecto (muy abajo y dispar en cuanto prestaciones y estabilidad laboral) respectivamente. Y que sin duda, estos desequilibrios se traducen en deficiente operación institucional.

Alejandra, ¿sabía usted de los jugosos negocios de los boleteros y de las agencias turísticas? Así es, es un lucro recurrente y descarado con los acceso a zonas arqueológicas y museos. De esto constan denuncias de las que en esta y anteriores administraciones no ha pasado nada.

¿Sabía Usted de que sindicalizar la seguridad es un impedimento para la protección del patrimonio cultural? Así es, la falta de personal y las condiciones laborales cada vez merman la función.

¿Sabía Usted que miembros de la base ATM (administrativos, técnicos y manuales, hoy llamados Sindicato Nacional Democrático de los Trabajadores de la Secretaría de Cultura) han sido denunciados penal y administrativamente por los abusos y excesos para con el visitantes) Así es y esta y las anteriores administraciones han optado por reubicarlos sin sancionarlos o de plano ser omisos ante las faltas.

¿Sabía Usted de los reiterados malos tratos de servidores públicos sindicalizados hacia los visitantes de los espacios que resguarda el INAH, y que son la cara de la Institución? Así es, sin que haya Órgano Interno de Control o Función Pública que se atreva a tocarlos.

¿Sabía Usted de la falta de personal profesionista en las ramas de arquitectura y restauración para la atención de los miles de monumentos históricos del país? Así es, sin que esta o las anteriores administraciones hayan generado una plantilla laboral que afrente (sic) la urgencia.

¿Sabía Usted que hay un muy buen número de Profesores Investigadores que no asisten a laborar y que en años no han producido nada?

¿Sabía Usted del apoderamiento por parte de algunos arqueólogos de las Zonas Arqueológicas, donde se han posicionado como amos y señores de todos los recursos y que por cierto son ejercidos discrecionalmente?

¿Sabía Usted del uso totalmente discrecional del recurso público que ejercen las comisiones y órganos sindicales?

¿Sabía Usted del tráfico de influencias y el nepotismo en la contratación de personal de base?

¿Sabía Usted, y en contraste con lo anterior, que hay compañeros profesionistas que han durado hasta 6 meses o más para recibir su sueldo? ¿Sabía también de las condiciones laborales del personal compactado y de proyecto (hoy eventuales) y de las abismales diferencias en los esquemas de contratación?

Quizás sí sabia o conocía acerca de la respuesta de los anteriores cuestionamientos, ahora ¿cree Usted que Diego Prieto ahora sí podrá?

Por cierto, sabía Usted que Diego Prieto es juez y parte en cuanto a la dirección del personal y el otorgamiento de prestaciones y concesiones a los sindicatos. Así es, Diego Prieto es sindicalizado y hasta hoy pareciera que ha velado por sus intereses particulares en la Institución.

El primero de julio la ciudadanía fue tajante: ¡Cambio de Gobierno!

Andrés Manuel López Obrador dispuso: ¡No más Corrupción!

Entonces, y a sabiendas de todo lo anterior, por qué no fortalecer la Institución pilar de la Identidad Nacional.

Usted es inteligente y tendrá sus particulares razones para sus propuestas de nombramientos; sólo considere la oportunidad histórica de que ahora sí se hagan las cosas bien en el INAH.

¡Deseándole lo mejor para su gestión!

Un empleado consiente y preocupado por nuestra Institución, nuestro País y nuestro porvenir.

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¡Gracias a todos por leernos! Como agradecimiento les tenemos una sorpresa, cortesía de Archaeology Tea-Club. El SHARP’s 2013 Calendar (Sedgeford Historical and Archaeological Reasearch Project) ¡Que lo disfruten!

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DE LA CASA #119: ALTERNATIVAS A LA SITUACIÓN LABORAL DE LOS ARQUEÓLOGOS EN MÉXICO / MD.

Por Martín Domínguez Nuñez

Siguiendo con el tema de la situación laboral de los #arqueólogos en #México, nos tomamos la libertad de publicar estos puntos que andan por las redes (por la mente de muchos seguramente también) y que hemos recogido del muro del autor, de nuevo con el objetivo de provocar al debate.// La propuesta para hacerlo más interesante es que los comentarios que escriban aquí serán publicados en nuestra revista.// Sin más preámbulo, acá el texto íntegro:

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«El INAH ya no puede dar empleo ni a los arqueólogos ni a los trabajadores de las comunidades rurales en dónde se encuentran los sitios. Desafortunadamente la legislación arqueológica sólo nos permite ejercer la profesión al amparo de un Estado que fue saqueado y que ya se quedó sin recursos. Urge exigir un cambio en la legislación arqueológica. Si no van a dar empleo a la mitad de los arqueólogos que no tenemos base, si el empleo que nos van a dar va a ser de pésima calidad, que nos permitan:

1.- Crear nuestras propias empresas o cooperativas de salvamento y con ello generar empleo al gremio de arqueólogos y a los trabajadores de las comunidades en las que se encuentran los sitios.

2.- Realizar investigación con dinero de la iniciativa privada o con dinero dado por las comunidades interesadas en la investigación arqueológica beneficiando a arqueólogos y comunidades.

3.- Crear nuestras escuelas de campo y cobrar por ello contratando trabajadores y arqueólogos locales.

4.- Que los sitios puedan ser administrados y protegidos por las comunidades en las que se encuentran y que el beneficio económico se quede en las comunidades; y que sean asesoradas en cuánto al tema arqueológico por nosotros.

5.- Que se exija a la SEP y a la UNAM que se reconozca a la profesión de arqueólogo dentro de los perfiles profesionales para impartir historia.

6.- Que se exija a la Secretaria de Turismo que se nos permita ser guías de turistas en zonas arqueológicas e históricas con el sólo presentarla cédula profesional y sin necesidad del diplomado de guía de turistas.»

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ArKeopatías opera bajo una licencia Creative Commons Reconocimiento – NoComercial – Compartir Igual 4.0 Internacional License, por lo que agradecemos citar la fuente de este artículo como: Proyecto ArKeopatías./ “Textos de la casa #119″. México 2017. https://arkeopatias.wordpress.com/ en línea (fecha de consulta).

#LasPrestadas: Tláloc no quiere a los arqueólogos.

Por: Pablo Ferri

Roberto Junco recuerda aquella vez en que la comisión de pueblos indígenas del Estado de México acusó a su equipo de “romper el orden cósmico”. Era el año 2009. La subdivisión de arqueología subacuática del Instituto Nacional de Antropología e Historia, el INAH, buscaba restos de rituales prehispánicos en una de las lagunas del Nevado de Toluca. Roberto y sus buzos rastrearon las aguas y encontraron, entre otras piezas, un cetro de madera. Se lo llevaron. Más tarde sabrían que databa del año 1200 o 1300. “Era un cosa rarísima, muy valiosa”, dice Junco. Los arqueólogos lo catalogaron y meses más tarde se enteraron de la afrenta: no habían pedido permiso a la montaña.

“La comisión indígena nos convocó a una reunión con mis jefes para solucionar el asunto”, cuenta Junco. Fueron, claro. El Nevado de Toluca, un volcán inactivo a dos horas de la Ciudad de México, es un lugar sagrado para los pueblos que lo rodean. Las lagunas que hay dentro del cráter también lo son. Desde entonces los científicos suelen rendir pleitesía a los dioses antes de empezar cualquier trabajo.

Hace unos días, Junco y un grupo de arqueólogos viajaron a otro volcán, el Iztaccíhuatl, para recuperar restos de ofrendas de hace más de mil años. A las 5 de la mañana del jueves 3 de noviembre, Iris Hernández, encargada de la expedición, coordinaba los últimos preparativos antes de salir. Los bultos en las camionetas, los puntos de encuentro, claros.

El equipo iniciaba así la primera gira en 30 años a un enclave especial, los llanos y la laguna de Nahualac, desde donde se ve con todo detalle la cima del Iztaccíhuatl cubierta de nieve y también, algo más lejos, entre los árboles, el cráter de su amante, el Popocatépetl.

Iris Hernández explica que el interés de la expedición es “entender el significado ritual de ambos sitios –los llanos y la laguna–, la temporalidad –en qué momento se usó–, por quiénes y con qué fin”. De entrada, añade, “hay mucha diferencia entre el llano y la laguna”. El llano es un espacio abierto, de cara al volcán. Antiguamente desde ahí se veían los dos volcanes. Por eso asumen que era un lugar idóneo para las ofrendas. Los árboles que han crecido desde entonces dificultan la visión del Popo.

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El caso de la laguna parece más complejo y a la vez, excitante. Nahualac, vocablo náhuatl, significa “el arroyo de los nahuales”. O manantial. Stanislaw Iwanizsewski, veterano arqueólogo polaco, explica que los nahuales son “entidades anímicas”, como duendes traviesos que campan a su antojo por el volcán. Dentro de la laguna quedan los restos de una estructura prehispánica, como las paredes derruidas de un cuarto de diez metros de lado. Alrededor de la estructura, los investigadores ya conocían la existencia de nueve montículos de piedra. Pero, ¿qué tipo de estructura fue? ¿Para qué servía?

Iwanizsewski piensa que era el templo que un chamán había consagrado a la montaña, a una de las entidades “anímicas” que la habitan, una importante. El polaco se decanta por Tláloc, una de las deidades con mayor presencia en la cosmovisión de los pueblos mesoamericanos, el dios de la lluvia. De hecho, dice el experto, “si alargamos el templo de Nahualac hacia el poniente muestra la puesta de sol el 3 de mayo sobre el volcán”. La fecha es representativa pues simboliza el inicio de la temporada de lluvias. Iwanizsewski dice incluso que los antiguos pudieron pensar que la laguna era la puerta de entrada al mítico Tlalocán, el país de Tlaloc. “Hay un códice”, cuenta, “que menciona que Tlalocán está ubicado en el mismo cielo que Metztli, La luna. Y todo se refleja muy bonito en el estanque cuando sale La Luna”.

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La mitología de los pueblos mesoamericanos comprendía la existencia de 13 cielos y nueve infiernos. La Tierra separa unos de otros. En el supramundo, cada cielo es la casa de una entidad: La Luna, el Sol, las estrellas. Es en el primero donde coinciden Tláloc y el astro terrestre.

Los montículos representarían elementos del paisaje –otras montañas– o, quizá, entidades anímicas menores: nahuales. Imaginar rituales chamánicos de hace mil años es una cuestión de fé. ¿En qué pensaban los presentes? ¿En grandes dioses y duendes traviesos, en la luna saltando como un conejo por el cielo? Sin duda esos rituales debieron ser en parte terribles. En su Historia de la Indias de Nueva España, fray Diego Durán escribió que en las fiestas que dedicaban a la señora Iztaccíhuatl, vestían elegantemente a dos niños y dos niñas y luego, en la montaña, los sacrificaban.

En todo caso, los vestigios del estanque son únicos. No hay otra igual sobre un espejo de agua en México. ¿Estaremos a las puertas de descubrir la entrada a uno de los míticos cielos mexicas, el cielo de La Luna? ¿El soportal de Tlalocán?

La expedición paró en Amecameca, un pueblo cercano al volcán en el Estado de México. Iris quería pedir apoyo a la policía estatal. Por lo que cuenta la gente de la zona, la montaña se ha vuelto tan insegura como las calles del pueblo. Ha habido asaltos, violaciones y robos de todo tipo. Entre 20 y 30 arqueólogos acamparían a 4.000 metros durante diez días. Policías armados de fusiles asegurarían su estancia.

La segunda y última parada antes de llegar a Nahualac fue el pueblo de San Rafael, hogar de graniceros y tiemperos. Los chamanes más prestigiosos de la región tienen ahí su casa. Para evitar problemas con el orden cósmico, la expedición prepararía una ofrenda gigantesca a la orilla de la laguna antes de empezar a trabajar.

No deja de ser curioso que un grupo de los científicos, académicos y estudiosos más preparados de México inicien sus trabajos pidiendo permiso a Dios y a los volcanes. Ricardo Cabrera, antropólogo físico, opina que los científicos en México son así, “abonados al pensamiento científico y al mágico”. Roberto Junco añade que “siempre tienes que pedir algo, que no haya accidentes”. Salvador Estrada, de la Subdirección Arqueología Subacuática del INAH, decía que es “por respeto a la gente” e Iris parece de acuerdo: “este lugar tiene ánima, la gente venía por algún motivo y estamos sacando algo que la gente quería que se quedara acá”. Iwanizsewski concluye que “estos rituales les sirven a los pobladores para mostrar cariño y respeto por estos lugares”.

La camioneta de los graniceros se incorporó a la expedición del INAH camino a la montaña. Les acompañaba Margarita Loera, veterana historiadora del instituto de antropología. Loera es experta en este tipo de rituales. Gran conocedora de la vida y la obra de Sor Juan Inés De la Cruz, la historiadora explica el proceso por el que los graniceros deciden el contenido de la ofrenda. “Ellos tienen sueños y depende de lo que sueñen, deciden. Esta vez el maestro pidió miel. Es normal por esta época, después de las lluvias. La miel es el agua de estos días”.

La caravana de vehículos tardó dos horas en subir la falda del volcán. Además del material de la expedición, las camionetas cargaban ahora con el contenido de la ofrenda: decenas de litros de miel, kilos de cempasúchil naranja y amarillo, terciopelos morados, mole con pollo, frutas, mezcal, pulque… Todo un homenaje gastronómico que acabaría bajo tierra días después.

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Para iniciarte como granicero tiene que caerte un rayo encima. O si no, llevarlo en la sangre, “tener linaje”, como dice Margarita Loera. Al maestro Gerardo le cayeron dos rayos. No encima, justo al lado. Además, tenía linaje. Gerardo fue el encargado de dirigir la ofrenda en Nahualac.

El ritual empezó a las cuatro de la tarde. Gerardo intercedió por los investigadores ante Dios, la virgen, la señora Iztaccíhuatl y el señor Popocatépetl. Todos rezaron un padre nuestro. Gerardo, sus ayudantes y los arqueólogos instalaron la ofrenda junto a la laguna. Luego la bendijeron con un cáliz lleno de copal ardiendo. Los arqueólogos la dejarían junto a la laguna hasta que concluyeran sus trabajos. Luego la enterrarían.

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A eso de las cinco bajaron todos, los trabajos empezarían al día siguiente. Luego empezó a llover y lo hizo durante horas. Parecía que la ofrenda no había generado los efectos deseados: Tláloc mandó un diluvió que obligó a Gerardo a hacer otra ofrenda cuando él y los suyos volvieron a San Rafael.

El día siguiente amaneció soleado. Los arqueólogos delimitaron una zanja para empezar a cavar y trabajaron hasta la hora de comer. La lluvia amenazaba de nuevo. Esa semana llovió y granizó casi todos los días, algo raro en el inicio de la temporada seca. Además, sufrieron heladas. “Las condiciones fueron muy duras”, contaba Iris Hernández este miércoles, ya desde casa.

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Los arqueólogos resistieron hasta el 13 de noviembre. El maestro granicero hubo de interceder una tercera vez ante Dios, la virgen y los volcanes. Iris decía el miércoles que aún no ha hablado con él, pero que tiene ganas de hacerlo. Han pasado cosas muy raras en la montaña. “Hubo temas con la ofrenda”, dice, “porque cuando las velas estaban apagadas, llovía y cuando las encendíamos, dejaba de llover”.

En cuanto a la laguna, el misterio continúa. Ha caído tanta agua este año que en noviembre continúa anegada. El próximo abril, antes de que empiecen de nuevo las lluvias, los arqueólogos volverán con un georradar, como el sonar de un barco. Tecnología punta en busca del mítico Tlalocán.

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Fuente: Periódico El País [Consultado el 11 de noviembre del 2016].

DE LA CASA #109: CONCIERTO EN EL MONTE TLÁLOC / ARK.

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Por Juan Reynol Bibiano Tonchez

Este fin de semana se llevó a cabo un concierto de música de viento en la cima del Monte Tláloc, es decir, en la zona arqueológica del mismo nombre, a más de 4150 msnm y una temperatura de seis grados centígrados./ Según el muro del arqueólogo encargado de las investigaciones en el sitio y promotor tanto de este espectáculo y de los anuales ascensos al sitio para observar el efecto visual conocido como «Montaña Fantasma» (pueden ver varias notas al respecto en nuestro blog), el concierto fue organizado «por la directora de Cultura del Ayuntamiento de Texcoco, Azucena Cisneros y el doctor Higinio Martínez, presidente municipal de Texcoco, sirve de marco para festejar los 10 años de haber iniciado los trabajos de exploración y restauración del templo prehispánico dedicado al señor de la lluvia y la tormenta.»//

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Nos llamó la atención un comentario en la publicación original de este video que pregunta: «¿qué sigue, luz y sonido?». La broma de este lector, nos convocó a la reflexión en el álgido contexto en el que se encuentran las zonas arqueológicas y los usos que de ellas hacen los diversos actores dentro y fuera del Instituto.// Las preguntas detonadoras de su participación queridos lectores se nos ocurre pueden ir en el sentido de ¿cuál es la diferencia entre un evento como este y un espectáculo de Luz y Sonido, por ejemplo como el que vimos hace unos días en el Tepozteco?, ¿Hay actores políticos idóneos y otros no para ejecutar propuestas de actividades en las zonas arqueológicas?, ¿son los arqueólogos los depositarios de la autoridad moral para decir qué sí y qué no es correcto hacer al interior y encima las estructuras arqueológicas, sobre todo en el caso de aquellos sitios que no están abiertos oficialmente a la visita pública?… ¿Cuál tendría que ser el papel del INAH en la regulación de estas actividades?, ¿Cómo leemos esto en el marco de la publicación del Reglamento de la Secretaría de Cultura y la lucha que los investigadores «de base» hacen frente a los cambios que se avecinan…?//

¿Qué les provoca este hecho? Nos gustaría saberlo en verdad.// Opinen, de eso se trata.// #MonteTláloc #Patrimonio #Sociedad #Política #Profesión #INAH #semehizofácil… #nadapersonal.// Fotos tomadas sin permiso de aquí.

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ArKeopatías opera bajo una licencia Creative Commons Reconocimiento – NoComercial – Compartir Igual 4.0 Internacional License, por lo que agradecemos citar la fuente de este artículo como: Proyecto ArKeopatías./ “Textos de la casa #109″. México 2016. https://arkeopatias.wordpress.com/ en línea (fecha de consulta).