
Por Ometeot
El presente texto será publicado en el número 10 de la revista «palabras pendientes», el cual tratará de: arte cultura y movimientos sociales.
Hace ya varios números de Stachka-Palabras Pendientes que no participo, publicación que con mucho trabajo y alegría llega hoy a su número 10, el tema de este ejemplar hace que pueda volver a participar con gusto.
Este artículo trata de los diferentes proyectos sobre patrimonio histórico-arqueológico que hoy en día están en pugna. Tomando prestadas las palabras de cuatro poetas –que saben describir mejor las entrañas y los propósitos que la arqueología y demás ciencias dedicadas al patrimonio deberían tener en nuestros tiempos– se argumentará una postura en favor de la acción comunitaria de nuestra disciplina.
En los últimos treinta años la lucha por el patrimonio histórico y arqueológico ha trascendido los límites que los libros y la discusión teórica imponían para volverse un enfrentamiento constante. El patrimonio arqueológico se encuentra vulnerable frente al cambio de valoración gubernamental surgido con el arribo de los gobiernos neoliberales.
En los años ochenta el patrimonio arqueológico e histórico dejó de ser un elemento fundamental de la ideología de la Unidad Nacional para convertirse en un cuantioso recurso económico que no ha escapado de las ansias privatizadoras.
Esta denuncia no quiere decir que se esté de acuerdo con el proyecto de Unidad Nacional para el cual fue utilizado el patrimonio histórico-arqueológico a partir de la década de los años cuarenta. Al contrario, el patrimonio no debe ser el factor que identifique al gobierno actual con la grandeza mitificada de los estados prehispánicos, la historia no es un proceso unilineal que desembocó en la ficticia perfección del estado priísta de mediados del siglo anterior.
Si bien los estudiantes y sindicatos del INAH, junto con diferentes sectores de la sociedad, hemos logrado detener los afanes de elitización y privatización del patrimonio, el debate en general se ha centrado en detener el avance neoliberal, defendiendo así el antiguo sistema “nacionalista” de utilización del patrimonio, propio del estado nación capitalista mexicano de mediados del siglo XX, quedando un hueco en la discusión sobre el papel y la importancia que debe tener el patrimonio en el proceso histórico actual y en la lucha de los pueblos.
Desenterrando palabras
Recuerdo que -al concluir el curso de Historia de la Arqueología en el año de 2005- el profesor guatemalteco Carlos Navarrete Cáceres nos dijo:
“Bueno muchachos, hasta ahora, así ha sido la arqueología, si me preguntan mi idea de cómo debería de ser nuestra disciplina, les tendría que contestar leyendo esto”.
Sacó de su morral un libro que seguramente era una edición históricamente valiosa del “Poemario General” de Pablo Neruda (comprada tal vez recién publicada la primera edición, o recuperada de alguna librería de viejo) y nos leyó los siguientes fragmentos del poema “Alturas de Machu Picchu”:
X
Piedra en la piedra, el hombre, dónde estuvo?
Aire en el aire, el hombre, dónde estuvo?
Tiempo en el tiempo, el hombre, dónde estuvo?
Fuiste también el pedacito roto
de hombre inconcluso, de águila vacía
que por las calles de hoy, que por las huellas,
que por las hojas del otoño muerto
va machacando el alma hasta la tumba?
La pobre mano, el pie, la pobre vida…
Los días de la luz deshilachada
en ti, como la lluvia
sobre las banderillas de la fiesta,
dieron pétalo a pétalo de su alimento oscuro
en la boca vacía?
Yo te interrogo, sal de los caminos,
muéstrame la cuchara, déjame, arquitectura,
roer con un palito los estambres de piedra,
subir todos los escalones del aire hasta el vacío,
rascar la entraña hasta tocar el hombre.
Macchu Picchu, pusiste
piedra en la piedra, y en la base, harapos?
Carbón sobre carbón, y en el fondo la lágrima?
Fuego en el oro, y en él, temblando el rojo
goterón de la sangre?
Devuélveme el esclavo que enterraste!
Sacude de las tierras el pan duro
del miserable, muéstrame los vestidos
del siervo y su ventana.
Dime cómo durmió cuando vivía.
Dime si fue su sueño
ronco, entreabierto, como un hoyo negro
hecho por la fatiga sobre el muro.
El muro, el muro! Si sobre su sueño
gravitó cada piso de piedra, y si cayó bajo ella
como bajo una luna, con el sueño!
Antigua América, novia sumergida,
también tus dedos,
al salir de la selva hacia el alto vacío de los dioses,
bajo los estandartes nupciales de la luz y el decoro,
mezclándose al trueno de los tambores y de las lanzas,
también, también tus dedos,
XII
Sube a nacer conmigo, hermano.
Dame la mano desde la profunda
zona de tu dolor diseminado.
No volverás del fondo de las rocas.
No volverás del tiempo subterráneo.
No volverá tu voz endurecida.
No volverán tus ojos taladrados.
Mírame desde el fondo de la tierra,
labrador, tejedor, pastor callado:
domador de guanacos tutelares:
albañil del andamio desafiado:
aguador de las lágrimas andinas:
joyero de los dedos machacados:
agricultor temblando en la semilla:
alfarero en tu greda derramado:
traed a la copa de esta nueva vida
vuestros viejos dolores enterrados.
Mostradme vuestra sangre y vuestro surco,
decidme: aquí fui castigado,
porque la joya no brilló o la tierra
no entregó a tiempo la piedra o el grano:
señaladme la piedra en que caísteis
y la madera en que os crucificaron,
encendedme los viejos pedernales,
las viejas lámparas, los látigos pegados
a través de los siglos en las llagas
y las hachas de brillo ensangrentado.
Yo vengo a hablar por vuestra boca muerta.
A través de la tierra juntad todos
los silenciosos labios derramados
y desde el fondo habladme toda esta larga noche
como si yo estuviera con vosotros anclado,
contadme todo, cadena a cadena,
eslabón a eslabón, y paso a paso,
afilad los cuchillos que guardasteis,
ponedlos en mi pecho y en mi mano,
como un río de rayos amarillos,
como un río de tigres enterrados,
y dejadme llorar, horas, días, años,
edades ciegas, siglos estelares.
Dadme el silencio, el agua, la esperanza.
Dadme la lucha, el hierro, los volcanes.
Apegadme los cuerpos como imanes.
Acudid a mis venas y a mi boca.
Hablad por mis palabras y mi sangre.
Ese es el sentido de la arqueología y la obligación del arqueólogo. Se trata de rescatar del olvido la historia del los que quedaron fuera de la historia oficial, de regresar su mérito a los que con su trabajos y sacrificios lo han construido todo, de condenar el dolor que se les hizo sufrir, de invitarlos, como dice Neruda, a traer “a la copa de esta nueva vida” sus “viejos dolores enterrados”, de solidarizarnos con el pasado que nos sustenta, de cumplir la promesa de Espartaco, quien vuelve multiplicado en cada generación.
Walter Benjamin nos dice en su segunda tesis de la historia que:
Existe una cita secreta entre las generaciones que fueron y la nuestra. Y como a cada generación que vivió antes que nosotros, nos ha sido dada una flaca fuerza mesiánica sobre la que el pasado exige derechos.
Pero, desgraciadamente, no somos los explotados los únicos que tenemos continuidad histórica, son sobretodo las clases dominantes las que han entendido claramente la importancia del control de la memoria histórica y con esto del patrimonio arqueológico. Hasta hoy los grandes intentos de protección y promoción histórico cultural están diseñados para ejemplificar la perpetuidad de las formas de explotación, así como para generar metáforas del poder de los estados nación actuales. Siguiendo con Benjamin, que en su séptima tesis nos dice que:
Los respectivos dominadores son los herederos de todos los que han vencido una vez. La empatía con el vencedor resulta siempre ventajosa para los dominadores de cada momento… Quien hasta el día actual se haya llevado la victoria, marcha en el cortejo triunfal en el que los dominadores de hoy pasan sobre los que también hoy yacen en tierra. Como suele ser costumbre, en el cortejo triunfal llevan consigo el botín. Se le designa como bienes de cultura…los bienes culturales que abarca con la mirada, tienen todos y cada uno un origen que no podrá considerar sin horror. Deben su existencia no sólo al esfuerzo de los grandes genios que los han creado, sino también a la servidumbre anónima de sus contemporáneos… Por eso el materialista histórico se distancia de él en la medida de lo posible. Considera cometido suyo pasarle a la historia el cepillo a contrapelo.
Hacer una historia a contrapelo es la tarea de la arqueología, nuestra responsabilidad es extraer de la investigación y del patrimonio, que es gran orgullo de los vencedores, el reclamo de los vencidos.
Los hallazgos de la arqueología deberían generar la experiencia de vínculo, la entrada a una comunidad que vive más allá del momento de nacimiento y muerte individual, la experiencia del patrimonio es la apropiación de un tiempo que nos está negado, un tiempo de unión con el pasado y el futuro, un tiempo de continuidad, comunión con las mujeres y hombres trabajadores del tiempo. Lo que pasó no sólo pasó, sigue pasando, se encuentra en nosotros como los genes que nos constituyen, cada objeto, cada situación de lo que hoy es cotidiano trae consigo la vida de todas las sociedades y de todos los tiempos.
Es por eso que la lucha por la defensa del patrimonio no puede seguir siendo meramente defensiva, ya que en este caso lo que hacemos es perpetuar la visión del patrimonio del estado nación vencedor de mitad del siglo pasado. Nuestra labor como trabajadores de la historia y la cultura es vincularnos con las comunidades y vivir con ellas la experiencia de rescatar su propia historia, sus propias caídas, que se sientan parte de eso que les ha excluido siempre. La historia oficial es la historia de su exclusión, el rescate del patrimonio propio devuelve los seres al mundo y con esto también la potencia de cambiar las cosas.
Obviamente tenemos que luchar por detener las iniciativas elitizadoras y privatizadoras, que buscan quitar contenido a las huellas del pasado y convertirlas en pleno entretenimiento, un montaje, hacer parecer la historia como una ficción de la cual podemos escapar. Pero esta lucha no puede estar fundamentada en la ideología de la Unidad Nacional que caracterizó al gobierno mexicano a partir del gobierno del presidente Ávila Camacho. Desde la arqueología no sólo debemos estudiar los contenidos de los vestigios, sino generar la vivencia de recuperación del pasado junto a las comunidades.
La defensa del patrimonio es también el proceso de desenterrar las palabras junto a la gente que puede escucharlas y devolverlas al lenguaje, a la vida y a su propia lucha.
Logrando solidarizarnos con esas palabras enterradas, palabras pendientes buscando despertar a gritos. Tal como lo decía el Chiquis en su trabalenguas “Con P-los en la lengua”, escrito en el número cero de esta publicación:
Pensar poder parar al poder
Esperanza peleada de puños parados
y pechos caídos en peleas pasadas
Palabras pendientes proponen pelear.
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