EL ENGROSAMIENTO DEL APARATO BUROCRÁTICO – ADMINISTRATIVO Y EL DECREMENTO DE LA INVESTIGACIÓN EN EL INAH//

Documento «El engrosamiento del aparato Burocrático-Administrativo y el decremento de la Investigación en el INAH», presentado durante la Rueda de Prensa del 22 de agosto del 2018, que reproducimos aquí con la intención de abonar a los elementos del debate sobre la situación actual del INAH y sus trabajadores contratados.

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INAHLa Estructura Orgánica del INAH, según se mostraba en la página web de la Institución hasta mayo del presente año, se conforma por un total de 525 mandos medios (es decir, coordinadores nacionales, directores, subdirectores y jefes de departamento), que implican una erogación anual, únicamente por concepto de salarios (es decir, sin considerar aguinaldo ni otras prestaciones), de 167 millones de pesos.

La planta de investigadores de tiempo completo, es aproximadamente de 890, lo cual significa que por cada 5 investigadores, existen 3 mandos medios. Asimismo, esos mandos medios son auxiliados por una plantilla de aproximadamente 1,500 personas «eventuales» dedicadas a actividades administrativas, cuyos salarios oscilan entre 17 mil y 10 mil pesos mensuales, que anualmente implican un gasto de 243 millones de pesos, de tal manera que el costo anual del aparato burocrático – administrativo del INAH, tiene un costo aproximado de 410 millones de pesos, sólo en lo que a salarios se refiere, en tanto que el costo anual de salarios de 890 investigadores, es aproximadamente de 320.5 millones de pesos. Así, el costo del aparato burocrático es 22% mayor al de la actividad sustantiva básica, que es la investigación, pues es la que genera los elementos fundamentales que dan vida y sostienen a la Institución.

Al contrastar esta desproporcionada relación del aparato administrativo respecto a la actividad sustantiva de la investigación, emergen las mentiras y tergiversaciones emitidas por Diego Prieto en su «Balance de actividades 2017 – 2018″(sic), que se detallan a continuación:

1. Lo que en realidad debe cuestionarse, son las modalidades de contratación de los mandos medios; tales puestos corresponden a la figura de «personal de confianza», y muchos son ocupados por investigadores; sin embargo, emerge una falta de apego a la normatividad vigente, que se traduce en formas de contratación irregulares, porque cuando esos puestos son ocupados por investigadores, perciben los salarios íntegros como tales, además de los llamados «sobresueldos» o «compensaciones» por la «carga administrativa», que resultan ilegales, si nos atenemos a las Condiciones Generales de Trabajo, que son la norma interna en tales aspectos; ocurre en otros casos, que cuando esos investigadores que ocupan los puestos de confianza, no se les cubren sus salarios como personal de base, sino los correspondientes a personal de confianza. En ambos casos, cabe preguntarse en dónde queda y qué se hace con el dinero que no se ocupa cuando se aplica una o otra modalidad de contratación. Estrictamente hablando, si sobrevive una irregularidad grave en la forma de contratación, como afirma Diego Prieto, es en la estructura burocrática – administrativa, con mayor costo económico que en el área sustantiva de la investigación.

2. Por otra parte, el Artículo 2 de la Ley Orgánica del INAH establece que es una institución cuyos objetivos generales son:

«… la investigación científica sobre Antropología e Historia relacionada principalmente con la población del país y con la conservación y restauración del patrimonio cultural arqueológico e histórico, así como con el paleontológico; la protección, conservación, restauración y recuperación de ese patrimonio y la promoción y difusión de las materias y actividades que son de la competencia del Instituto.»

Son esas sus actividades sustantivas, de las cuales, como se dijo renglones antes, la de mayor relevancia es la investigación científica, pues es sólo mediante su desarrollo que se obtienen los elementos e información que aporta la materia de trabajo para las otras. En ese sentido, la principal preocupación de los funcionarios del INAH debiera ser la de propiciar las mejores condiciones materiales, laborales y administrativas para el óptimo desarrollo de la investigación científica. Sin embargo, lejos de eso, se ha relegado esta actividad a la más mínima y frágil subsistencia.

La investigación científica en el INAH, como en toda institución de igual responsabilidad, se estructura y planifica en función de proyectos específicos, acordes a la disciplina antropológica que los diseña y genera, en términos del problema de investigación, las bases teórico – metodológicas, los objetivos generales y particulares, los requerimientos humanos, materiales y financieros para su desarrollo y los resultados esperados, que necesariamente deben ser publicados y difundidos. De este modo, los recursos presupuestales implicados, se integran en el Capítulo 1000, en concordancia con lo establecido por la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal, y a nivel interno se concentran en el llamado Sistema Institucional de Proyectos, el SIP.

Cuando Diego Prieto afirma la inexistencia «de un Capítulo 1000 de proyectos, que no existe en ninguna pública», contradice los preceptos esenciales con los que el INAH, desde su creación, ha desarrollado la investigación científica. Tan así es, que, por ejemplo, existen las Disposiciones reglamentarias para la investigación arqueológica en México, en donde se establece que toda investigación en esta disciplina, debe estructurarse y administrarse en función del Capítulo 1000, como ha ocurrido siempre.

3. Si fuera cierta la afirmación de Diego Prieto, en cuanto a su preocupación de «rescatar» y mantener a salvo al INAH, su gestión debería enfocarse en la revitalización del área sustantiva de investigación, mediante la regularización laboral de su indispensable planta de investigadores contratados y migrar a los auxiliares administrativos al Capítulo 3000.

Con esto queremos decir que, lejos de vitorear la desaparición del Capítulo 1000 para los proyectos de investigación, este debería reestructurarse para recuperar a los investigadores contratados, y que esa desproporcionada cantidad de empleados administrativos, cuya presencia es útil, pero no indispensable, sea trasladada al Capítulo 3000; es decir, dada la actividad que desarrollan esos auxiliares administrativos, que no tiene las implicaciones ni exigencias determinadas en las leyes que establecen y dan razón de ser al INAH, son los que deberían ser contratados como prestadores de servicios, servicios que no requieren mayor preparación escolar; y prueba de ellos es que buena parte de esos auxiliares administrativos carecen de una formación universitaria.

En cambio, las áreas sustantivas, muy principalmente la investigación científica, implica que sus especialistas deben ser formados en las diversas disciplinas antropológicas y otras ciencias complementarias, mediante la transmisión de conocimiento en las escuelas del INAHy otras instituciones universitarias y no solamente en el grado académico de licenciaturas, sino cada vez más en maestrías y doctorados. Sin esa formación académica, la investigación científica resultaría inexistente en el INAH, pues se trata de la sustancia misma de la Institución.

4. Que Diego Prieto  incurre en la mentira y tergiversación de  los hechos, y en una clara falta de valor civil, se demuestra también por el hecho de que, desde enero de 2017, cuando estableció la expulsión de los investigadores contratados y los condenó a la humillante condición de «prestadores de servicios», argumentó ante toda la comunidad de trabajadores del INAH, que la medida fue impuesta por la Secretaría de Hacienda; sin embargo, y contrario a ese discurso insistente, en su «balance» afirmó que esas medidas fueron establecidas en común acuerdo con la Secretaría de Hacienda. Es decir, que como siempre hemos insistido, esa fue decisión única de Diego Prieto, decisión que pregona como uno de los grandes logros de su gestión.

5. En conclusión, observamos con claridad y profunda preocupación, la estrategia de aniquilación de la actividad sustantiva de la investigación científica por Parte de Diego Prieto, y el reforzamiento a ultranza del aparato burocrático – administrativo en nuestra Institución. De ello se colige el discurso mentiroso y tergiversador de la real gestión de Diego Prieto y toda su plantilla de funcionarios, con la que se pone en grave peligro la propia existencia del INAH.

Los responsables directos de estos actos ilegales y de esta mentira con que se intenta ocultar la realidad, son, en primera instancia, aunque no nada más:

Diego Prieto, Director General; Aida Castilleja González, Secretaria Técnica; Maribel Nuñez Mora Fernández, Secretaria Administrativa; Emanuel Téllez Gaona, Coordinador Nacional de Recursos Materiales; David Honorio García Ávila, Coordinador Nacional de Recursos Financieros; Ma. Del Perpetuo Socorro Villarreal Escárcega, Coordinadora Nacional de Asuntos Jurídicos; Silvestre M. López Portillo Castillo, Coordinador Nacional de Obras y Proyectos; Eduardo Fernández Aspiri, Coordinador Nacional de Recursos Humanos.

A debacle, investigación científica en el INAH

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Por Luis Carlos Sánchez

CIUDAD DE MÉXICO, 17 de junio.- La investigación, una de las tareas sustantivas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), es también una de las más golpeadas. A pesar de que el número de zonas arqueológicas, museos de sitio y monumentos históricos abiertos al público ha aumentado, la cantidad de especialistas encargados de su estudio ha disminuido más de una cuarta parte en las dos últimas décadas.

Son varias las razones provocan la debacle. “Ha habido desinterés por parte de los funcionarios hacia la investigación, se han enfocado más a la cuestión turística y, para quienes sólo están interesados en lo turístico, es suficiente lo que hay en las zonas arqueológicas o los monumentos históricos”, considera Sergio Gómez, arqueólogo que desarrolla un proyecto de exploración en Teotihuacán.

En 1994, Rafael Tovar y de Teresa, actual presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), registró en su libro Modernización y política cultural (FCE) que el INAH contaba con mil 234 plazas para docentes. Según cálculos de los propios investigadores hoy sólo existen 860 expertos aunque la cifra podría ser mucho menor. La página oficial de la dependencia (http://www.inah.gob.mx/academia/investigacion) señala que apenas “más de 400 académicos” llevan a cabo investigación científica en el país.

“Uno de nuestros reclamos a la anterior administración es que estaba muy empeñada en abrir zonas arqueológicas, nosotros sugerimos, que de la misma forma tendría que incrementarse el número de investigadores”, agrega Gómez. Durante la administración pasada, encabezada por Alfonso de Maria y Campos, el país sumó la apertura de 15 nuevos sitios arqueológicos pero no experimentó el incremento de expertos.

Con Sergio Raúl Arroyo esta política continuará: el 6 de junio pasado, el funcionario declaró en Mérida a la agencia Notimex, que durante la presente administración se espera la apertura de al menos 18 sitios arqueológicos, principalmente en la zona norte del país.

“Han convertido esto más en una institución de turismo, que le hace competencia a la abocada a esa tarea, que una de investigación y protección”, considera el especialista Jorge Angulo, quien cuenta con más de 55 años de trabajo en el INAH. “Los que han estado a cargo de la institución no les interesa que se conozca más del pasado, cómo se formaron las culturas y se desarrollaron: no hay interés”, agrega.

Volver los ojos a la investigación, sin embargo, fue uno de los objetivos que Arroyo planteó al menos en el discurso. A su llegada a la dirección del INAH, el 12 de diciembre del año pasado, afirmó en el Museo Nacional de Antropología que uno de sus “principales objetivos” sería “reconocer y fortalecer a la investigación académica como el núcleo de la función pública del Instituto Nacional de Antropología e Historia”.

Gómez dice que Arroyo ha planteado que atenderá la demanda de incrementar la investigación, “esperaríamos que fuera de esta manera”.

Pero para Angulo el panorama se visualiza complicado: “tiene muchos contratos ya hechos por las autoridades pasadas, un ejemplo es el edificio de Aristos que se come mucho del presupuesto en renta y burocracia (más de 30 millones de pesos tan sólo en renta) y él no lo puede resolver el que se pueda utilizar ese dinero en nuevas investigaciones. Y como ésa, hay una serie de elementos que se han anquilosado en la institución”, opina.

Felipe Echenique March, secretario general del sindicato de investigadores del INAH, tampoco tiene muchas esperanzas.

“Su actuación pasada no fue diferente a la de Teresa Franco. Arroyo me tiene muy desconcertado primero por el caso de Teotihuacán y, segundo porque no cambia a los funcionarios: Nelly Robles sigue siendo intocada, Oaxaca sigue siendo un cacicazgo de ella; además, está reciclando mucha gente de su viejo equipo que ya habían dado muestras de su desapego a la institución. En el discurso está que va fortalecer la vida académica pero las señales que manda no son muy claras”.

Varias centenas más

Los especialistas del INAH consideran que para enderezar la brecha de la investigación se requiere, por lo menos, regresar a las mil 234 plazas que existían en 1994.

“Estamos sugiriendo que por lo menos se necesita 50 por ciento más de lo que existe ahorita; para empezar unos 400 o 500 investigadores más”, señala Sergio Gómez. En principio recuperar lugares para la investigación no requiere más presupuesto sino revisar cómo han sido ocupadas las plazas de investigadores fallecidos y que funcionarios administrativos las han ocupado.

Un ejemplo es la plaza que tuvo el escritor y ensayista Carlos Monsiváis como investigador de la Dirección de Estudios Históricos.

“Nosotros sugeríamos que su plaza se dividiera en dos, eso no iba causar ninguna afectación al presupuesto pero los funcionarios de la administración pasada nunca aceptaron subdividirla. Así ha sucedido con muchos investigadores que lamentablemente han fallecido: sus sitios se quedan uno, dos años o más tiempo sin ser utilizados o los utilizaban los funcionarios para cubrir puestos de confianza, trabajo administrativo y acrecentar la burocracia”, agrega el arqueólogo.

Después de la publicación de Tovar y de Teresa, afirma Felipe Echenique, comenzaron a congelarse plazas, “la de José Luis Lorenzo o del ingeniero Bárcenas se perdieron, a De Maria le planteamos por lo menos 50 plazas que tenían nombre y apellido”.

Pero la cosa quedó ahí, mientras el número de investigadores sigue disminuyendo, lugares como Teotihuacán apenas cuentan con cuatro expertos para más de 300 hectáreas de una zona que en términos de estudio es un cuerno de la abundancia.

Condiciones desfavorables de contratación

Las autoridades del INAH han sustituido la demanda de investigadores contratando a jóvenes científicos en condiciones desfavorables.

“Mucho del trabajo lo está realizando personal contratado que, desafortunadamente, no tiene seguro social y ninguna prestación, casi ninguno de los arqueólogos contratados tiene alguna prestación que por ley se les debiera dar.

“A muchos de ellos se les contrata por tres, cuatro o cinco meses, se les despide y deben andar buscando chambas en cualquier lado, eso crea un perjuicio al trabajo de investigación que realizamos”, señala Sergio Gómez.

Jorge Angulo, quien parte de su trabajo ha consistido en enseñar a las nuevas generaciones dice que “en los dos últimos sexenios fue disminuyendo el número de investigadores. Se siguen titulando de las escuelas arqueólogos, antropólogos, especialistas pero no hay trabajo para ellos.

“Los presupuestos que han entrado al INAH en los dos últimos dos sexenios, y que han aumentado notablemente, se han dedicado a alquilar edificios como Aristos.

En cambio hay muchos estudiantes o colegas que andan manejando taxis porque no les conviene o no tienen una oportunidad para entrar a la institución”, dice.

Disminuir la investigación, agrega Felipe Echenique, “ha sido una política que se ha impulsado desde el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, de cambiar a la institución, pasar de ser una de investigación y conservación física, jurídica y simbólica a una de administración de lo antropológico e histórico ya dado.

“Lo que menos les interesa es que se renueve la plantilla de profesores e investigadores y que ésta crezca”.

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Cifras:

Investigadores en 1994: mil 234

Investigadores actuales: 860

Investigadores según INAH: más de 400

Mandos medios en 1994: 360

Mandos medios en 2013: 560

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Fuente: http://www.excelsior.com.mx/comunidad/2013/06/17/904433

Sergio Raúl Arroyo será el director del INAH

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México, DF.- El etnólogo Sergio Raúl Arroyo García fue designado hoy como director general del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en sustitución de Alfonso de María y Campos Castelló.

Arroyo García se ha desempeñado como director general y secretario técnico del INAH (2000-2005), además de haber sido titular del Centro Cultural Universitario Tlatelolco (CCUT), de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Originario de la Ciudad de México y egresado de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, cursó el doctorado en Arte y Antropología en esa institución, además de impartir clases en distintas casas de estudios como la UNAM, la ENAH, la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y la Universidad Iberoamericana.

El autor del libro «Andrei Tarkovsky: tiempo sagrado, tiempo profano» ha ofrecido conferencias y cursos en la Universidad Complutense de Madrid, los museos La Pedrera de Barcelona y Guggenheim de Nueva York y Bilbao, lo mismo que en la Casa de las Américas en Madrid y el Museo Nacional de Antropología de México.