#LasPrestadas: Los monumentos pueden dejar de ser intocables, dicen expertos.

Por Anasella Acosta

Una historiador y crítico de arte, y una arqueóloga, señalan que como objetos simbólicos del pasado, los monumentos históricos también pueden dar cuenta de la realidad social actual.

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En agosto, luego de la protesta de mujeres en contra de la violencia en su contra en todo el país. (Cuartoscuro / Andrea Murcia)

Las pintas en el Ángel de la Independencia, en el marco de la manifestación que mujeres realizaron en agosto pasado para expresar su hartazgo ante la violencia que padecen sin que exista repercusión o castigo alguno, encendió la polémica en torno a los monumentos históricos y su razón de ser.

Hay quienes los defienden como entes casi sagrados de la memoria, cuya existencia debería ser intocada. En el lado opuesto, están quienes los ven como espacios de apropiación presente, símbolos estratégicos para levantar la voz y hacerse escuchar por las autoridades.

Al respecto, el historiador y crítico de arte Cuauhtémoc Medina, parafraseando al también crítico y escritor Carlos Monsiváis, reflexiona que los monumentos históricos son adornos urbanos, objetos de simbolismo social y político inmediato y, en cierta manera, «obras de arte frecuentemente fallidas en el largo plazo. En esa dimensión, es claro que son multifacéticos y hay posibilidades amplias respecto de ellos, el ‘tener que’ o ‘deber que’ hacer con ellos es absurdo”.

En medio de esta polémica, días después de la protesta, un grupo sui generis se hizo escuchar y, con él, una mesura en la condena: el Colectivo Restauradoras con Glitter, que aglutina a diversas profesionistas vinculadas con la preservación de los monumentos históricos: restauradoras, arqueólogas, arquitectas, etcétera.

Monumentos y protestas en la Ciudad de México

En entrevista, la arqueóloga Dinna Esparza, una de las voceras del colectivo, explica: «De ninguna manera (el colectivo) promueve la destrucción del patrimonio, pero entendemos que el patrimonio se puede resignificar, y que las pintas son un grito desesperado por una cuestión que ha sido desatendida por años, que se volvió un problema de Estado y que se ha ensañado con la mujeres».

Al día siguiente de la manifestación, el gobierno capitalino tapió la columna, bajo el argumento del arranque del plan de restauración de los monumentos de la avenida Reforma. Al cierre de esta edición de Obras aún no se había recibido respuesta del arquitecto Gabriel Mérigo, responsable de este plan.

El Colectivo Restauradoras, que hacia finales de agosto sumaba 650 integrantes, pidió al gobierno de Claudia Sheinbaum la autorización para hacer un registro «con la metodología académica propia de nuestros diferentes ramos de estudio», a fin de conformar una memoria colectiva que sea pública.

Aunque es de rutina realizar un registro previo a una intervención, la arqueóloga explica que se trata de «crear una memoria colectiva desde la población civil».

La especialista subraya que la exigencia es que las pintas queden como un «recordatorio» para la sociedad y el Estado de que el problema de violencia contra las mujeres «es grave y se debe dar una solución rápida. No queremos que se limpie solamente el Ángel como una manera de dar carpetazo al asunto como se ha hecho en el pasado».

Esparza cuestiona por qué sí se aceptan las pintas cuando se trata de festejos de partidos de futbol u otro tipo de manifestaciones que no tienen que ver con la violencia de la mujer, y responde: «Es por esa invisibilidad que se da a la situación de violencia de las mujeres».

Por su parte, Medina considera que el debate en torno a los monumentos «es sobre la legitimidad de un gobierno y sobre la importancia que tienen las vidas y la justicia en relación a la legitimidad de ese gobierno».

Aun contra sus propias convicciones en torno a la no conveniencia de justificar las manifestaciones de ataque y violencia, admite: «Este caso tiene que enmarcarse como algo muy significativo, pues hay un consenso importante de que la destructividad durante la manifestación era necesaria».

Y agrega: esa destrucción «ha sido validada como no había visto que se validara una destrucción artística en muchos años, y la voz de las restauradoras no es despreciable» y, a final de cuentas, «no hay manera de validar tampoco que los monumentos no tengan que ser destruidos».

foto obras 1 .jpegProtesta de mujeres contra la violencia en su contra. En agosto, luego de la protesta de mujeres en contra de la violencia en su contra en todo el país. Cuartoscuro / Andrea Murcia

foto obras 2.jpegProtesta de mujeres contra la violencia en su contra. Cuartoscuro / Tercero Díaz

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Protesta de mujeres contra la violencia en su contra. Cuartoscuro / Andrea Murcia

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Protesta de mujeres contra la violencia en su contra. Cuartoscuro / Andrea Murcia

foto obras 5.jpegProtesta de mujeres contra la violencia en su contra. Cuartoscuro / Andrea Murcia

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Marcha por los 43 desparecidos de la Normal de Ayotzinapa. El 26 de septiembre se llevó a cabo la marcha y protesta por los 43 normalistas desparecidos de Ayotzinapa a cinco años de los hechos ocurridos en Iguala, Guerrero. Cuartoscuro / Galo Cañas

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Marcha por los 43 desparecidos de la Normal de Ayotzinapa. Cuartoscurob / Graciela López

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Marcha por los 43 desparecidos de la Normal de Ayotzinapa. Cuartoscuro / Pedro Valtierra

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Marcha por los 43 desparecidos de la Normal de Ayotzinapa. Cuartoscuro / Graciela López

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Marcha por los 43 desparecidos de la Normal de Ayotzinapa.Cuartoscuro / Andrea Murcia

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Marcha por la represión estudiantil del 2 de octubre de 1968. El 2 de octubre se llevó a cabo la marcha que se realiza cada año por la represión y matanza de estudiantes el 2 de octubre de 1968. Ana York

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Marcha por la represión estudiantil del 2 de octubre de 1968. Ana York

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Marcha por la represión estudiantil del 2 de octubre de 1968. Ana York

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Marcha por la represión estudiantil del 2 de octubre de 1968. Ana York

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Marcha por la represión estudiantil del 2 de octubre de 1968. Ana York

Restauración pendiente

El gobierno local inició, en julio pasado, un plan de restauración de los monumentos históricos ubicados en la avenida Paseo de la Reforma, entre el Eje 2 Norte y la glorieta del Ángel de la Independencia.

Como parte de este programa, se limpiarán, repondrán y restaurarán el monumento a Cuauhtémoc, la Victoria Alada, 72 esculturas de próceres con pedestal, 62 copones de bronce y 284 metros de bancas de cantera.

En el caso de la columna de la Independencia también se estudiarán, con detalle, los daños ocasionados por el sismo del 19 de septiembre de 2017, entre los que destacan grietas, fisuras y apertura de las juntas. Para estos trabajos se cuenta con un presupuesto de entre 10 y 13 millones de pesos.

Nota del editor: Este contenido se publicó originalmente en la edición Movilidad, ¿oportunidad o riesgo? de la revista Obras, correspondiente a octubre de 2019, disponible en Sanborns, Vips, en su edición digital en magzter.como la Tienda Expansión.

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El presente artículo se publicó en el portal de la revista Revista Obras el jue 03 octubre 2019 a las 12:26 PM:

Fuente: https://obrasweb.mx/arquitectura/2019/10/03/los-monumentos-pueden-dejar-de-ser-intocables-dicen-expertos?fbclid=IwAR0eLsblN9g2rFXzMQv4OOAAiNOuW-t_lRE6B2Ofe253FU4OBsDFUPye_Mg

#LasPrestadas: La pátina de la memoria: Sobre las protestas feministas y el Ángel de la Independencia.

Por Sergio Beltrán García

“Es muy doloroso y muy malo el vandalismo
del Viernes 16 de agosto 2019 y nos daña a todos
y en nada le sirve a las mujeres de México, al contrario,
daña al feminismo”.
—@Eponiatowska, 17 de agosto 2019

El cálculo de costo de reparación de los daños ya asciende sobre el millón de pesos. En los medios se propaga indignación porque el Ángel de la Independencia, que se argumenta que debe mantenerse ajeno a la rabia en las protestas feministas surgidas en días recientes, se ha cubierto de una pátina de grafiti y pintas que, algunos dicen, le restan belleza, presencia y simbolismo y que lastiman la identidad cultural nacional. Pero, ¿qué informa estas opiniones? ¿Realmente se ha dañado este monumento a la libertad? ¿Es un sinsentido que se dirija el descontento de las luchas sociales hacia tales obras públicas de arte? Como arquitecto que analiza el buen funcionamiento de una obra cuyo objetivo es propagar la memoria, sostengo que colocar mensajes políticos y actuales sobre un monumento es un acto que honra y extiende la función útil del mismo. Incluso, en una sociedad democrática, deberíamos entender mejor, celebrar y fomentar estas acciones.

Vale la pena examinar estas expresiones desde los estudios de la memoria, un campo de conocimiento que se desarrolló a partir del fin de la segunda guerra mundial, cuando brotó una urgente inquietud por entender los mecanismos que no sólo permiten recordar eventos trágicos del pasado, sino buscar estrategias para prevenir que se repitan. Un estudioso o estudiosa de la memoria investiga cómo es que ésta opera, qué la estimula o detiene, y cómo ese conocimiento profesionaliza esfuerzos complementarios —como la construcción de memoria—, en los procesos de reparación integral del daño en el marco de la defensa de derechos humanos.

Uno de los fundadores de los estudios de la memoria, Maurice Halbwachs, acuñó en 1950 el término «memoria colectiva», refiriéndose al cúmulo de experiencias que forman la identidad de un pueblo. En su discusión de este concepto, el historiador Pierre Nora (1989) señala que la memoria colectiva no necesariamente forma parte de la llamada historia oficial, es decir, aquella producida por expertos y legitimada por instancias políticas. Esta distinción es un parteaguas porque crea un concepto que permite asignar valor a las expresiones cotidianas de un cierto grupo social, sin necesidad de que la figura del experto (el historiador) intervenga en la legitimación de un comportamiento o movimiento histórico. Lo anterior posibilita evaluar si ciertas expresiones excéntricas de una dada identidad cultural merecen mayor reconocimiento y, por lo tanto, protección. La aceptación del valor de la memoria colectiva comprendida en estos términos es lo que permite que instituciones como la UNESCO construyan programas como el del patrimonio intangible de la humanidad, que protegen expresiones consideradas extraordinarias o fuera de la norma social. ¿Quién opondría la protección de las diversas gastronomías mexicanas para favorecer una identidad culinaria única para todos los mexicanos? Por eso es importante la memoria colectiva: abre el camino para que convivan las memorias individuales con las de los colectivos y las de las naciones.

Posteriormente, Jan y Aleida Assman (1995 y 2019) desarrollarían la memoria colectiva de Halbwachs en «memoria cultural” y “memoria comunicativa». La primera se refiere al proceso a través del cual los referentes históricos se incorporan a la identidad de un grupo social. A pesar de proceder desde la “Historia” (así, con mayúscula), la memoria cultural reconfigura los mensajes históricos para que obtengan un sentido distinto dentro del contexto cotidiano. Frases que usamos los mexicanos como ‘le hace el viento lo que a Juárez’, son excelentes ejemplos de cómo se le da nueva vida a lo histórico, pero solo funcionan si la referencia compartida es absoluta, es decir, si no se cuestiona que la imagen predominante de Juárez es de un hombre que fue implacable ante las múltiples presiones políticas que enfrentó. Ahora bien, la imagen histórica que se comparte del Ángel de la Independencia es de una obra monumental pulcra y solemne con referencias directas a la imagen histórica de un pasado asumido como concreto donde los héroes que nos dieron patria no solo tomaron acciones que se enseñan como verdad histórica, sino que incluso esas personas tuvieron un rostro que hoy podemos reconocer.1

Ilustración: Patricio Betteo

A diferencia de la memoria cultural, la memoria comunicativa es aquella que es eternamente cambiante, mutable, actualizada y actualizable. Detrás de este tipo de memoria reside un poder que se ocupa de permitir que la comunicación socialmente mediada, sobre todo, en espacios públicos y en lo cotidiano, brinda aun mayor dinamismo a las referencias del pasado. Los memes son excelentes ejemplos: permiten constante mutación y resignificación, lo que a su vez es una acción que continuamente le imbuye nueva vida a la Historia.

Pierre Nora también desarrolló la teoría de Halbwachs, pero bajo sus conceptos de «lieux de mémoire” (lugares de la memoria) y «milieux de mémoire” (ambientes de memoria). Los lieux son los lugares donde la memoria se recuerda y permanece pero no se vive ni se ejercita. Esto quiere decir que son espacios que ya no se utilizan, pero que al ser observados o contemplados, aún fungen como referencias para que futuras generaciones creen y recreen sus identidades. Sin embargo al separarse del espacio vivo de la memoria, el milieux, se les imponen obstáculos, frecuentemente bajo el pretexto de la conservación patrimonial, para dialogar con el presente y el futuro.

“Los lieux de mémoire no son realmente vida, aún no muerte,
como conchas sobre la costa cuando el mar viviente de la memoria ha retrocedido”.

El Ángel de la Independencia es un lieux y esto constituye un problema: el Ángel es exitoso al construir referencias de las luchas sociales por la independencia y la libertad que brotaron hace doscientos años y que hace un siglo se transformaron en objeto a través del diseño y construcción del monumento, o bien, de la concreción de su memoria. Hasta allí vamos bien, pero conceptos como independencia y libertad no significan lo mismo para nuestra cultura digital de inicios del siglo XXI; y como los mensajes que expresa la columna no se han actualizado en los últimos cien años, aumenta su riesgo de rechazo.2 Pierre Nora incluso sostuvo que esta condición dominante y topográfica de los lieux de mémoire los hace incapaces de actualizarse, dándoles como función la supresión y destrucción de la memoria comunicativa a favor de la Historia.

En contraste, el milieux es, en cambio, «el ambiente real de la memoria”, donde se reconoce el valor de las acciones y el performance, incluyendo a la protesta, puesto que es allí donde abundan los gestos y las palabras impredecibles y, sobre todo, los intercambios de memoria dialógica, como los define Aleida Assman, que permiten la mutación de los mensajes. Por eso hay tensión entre lieux y milieux: son expresiones opuestas de concepciones sobre el valor identitario. Lo que observamos en la polémica sobre si las acciones sobre el Ángel constituyen una deslegitimización de la lucha feminista: es un enfrentamiento entre quienes reivindican la memoria cultural sobre la libertad de hace un siglo contra la libertad que impulsan las protestas feministas en el milieux de 2019.

¿Dónde se reconcilian estas posturas? En las estrategias que permiten crear espacio para que convivan ambas y más posturas.

Si contemplamos que al Ángel se le ha colocado una pátina de memoria comunicativa —de milieux— pero que es gracias a que aún existe y es legible la memoria cultural —o lieux— del monumento, entonces lo que resulta es un objeto mucho más complejo y poderoso: la lucha social por libertad de México en el siglo XXI actualiza a la memoria que dio pie a la necesidad de crear el monumento en el siglo XX: no olvidar que tuvimos que luchar y morir por la libertad en el siglo XIX. ¡Es bellísimo!3

¿Pero, deberíamos de dejar el Ángel así, con esta pátina de memoria? Quizá podríamos argumentar con los estudios de la memoria que sí, que en tanto no se resuelvan las exigencias de las mujeres feministas, el monumento a la Independencia comunica que el problema sigue latente. Sin embargo, no puede permanecer con esa pátina, ni protegérsele como si fuera parte del monumento, porque si se trata de abrir el espacio para enriquecer el funcionamiento comunicativo del Ángel, debemos reconocer que no pertenece solo a la lucha del feminismo, sino de muchas otras luchas sociales que también merecen encontrar cabida allí.

Lo increíble del Ángel no es solo la expresión plástica del objeto, sino las acciones que liberan su potencial comunicativo para mantener viva y relevante su mensaje primordial: que somos un pueblo que ha tenido que constantemente luchar en su búsqueda por la independencia. Las pintas hechas el viernes 16 de agosto de 2019 no le restan simbolismo ni lastiman la identidad nacional, sino todo lo contrario: refuerzan su importancia, actualizan su relevancia y la hacen más democrática. ¿Debería de permanecer así el Ángel? No, porque lo que buscamos es que se siga transformando.  Pero tampoco tendríamos por qué borrar y olvidar estas nuevas capas de memoria. ¿Qué si diseñáramos y construiríamos estrategias que resguardaran las capas de pátina? ¿Que si tuviéramos acceso a un acervo continuo de intervenciones al Ángel?

“Estudiar las luchas por la memoria es tan importante como estudiar a la memoria misma, y la lucha brota desde la calle: el escenario donde se manifiesta”.
—E. Jelin

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Sergio Beltrán García: Arquitecto que investiga espacios de memoria y ha colaborado en la creación de diversos memoriales como el Memorial New’s Divine Nunca Más, el Memorial a la Guardería ABC y el Memorial a las Víctimas de la Desaparición Forzada en El Quemado, Guerrero.

Referencias

Assman, Aleida. “Re-Imagining the Nation: Memory, Identity &; Emotion.” Keynote. International Conference of the Memory Studies Association , Junio 2019, Madrid, Universidad Complutense de Madrid.

Assman, Jan. “Collective Memory and Cultural Identity.” New German Critique. Vol. 65. Boston: New German Critique, 1995. 125-33. Print. Cultural History.

Jelin, Elizabeth.  “En conversación con Lidia Mateo Leivas”. Conferencia internacional de la asociación de los estudios de la memoria, junio 2019, Madrid, Universidad Complutense de Madrid.

Navarro, Maleny. “Asciende a 1.5 mdp las pérdidas por marcha feminista en la CDMX”. El Sol De México, 18 de agosto 2019.

Nora, Pierre. “Between Memory and History: Les Lieux De Memoire.” Representations. 26th ed. Vol. 0. San Francisco: University of California, 1989. 7-24. Memory and Counter-Memory. JSTOR, 2003. Web.

Rowe, Colin, and Fred Koetter. Collage City. Cambridge [etc.: MIT, 2006. Print.

Young, James E. “Memorials in History.” The art of Memory. NY: Prestel, 1994. Web.


1 Aquí vale la pena mencionar que estudios recientes han demostrado que las características físicas de figuras históricas como Miguel Hidalgo y Costilla, tan frecuentemente reproducidos en murales, libros de texto y propaganda gubernamental,  han sido resultado de una serie de fabricaciones arbitrarias hechas por artistas, y no corresponden con veracidad científica al rostro real de la persona. Resulta conflictivo proponer que el Ángel de la Independencia es una obra que captura fielmente los personajes que encendieron el espíritu de esa lucha social, y por lo tanto, que a la obra del monumento de le Independencia se le  debe defender su estado verídico u original, el cual es, a la luz de lo anterior, una mentira histórica. Ver aquí.

2 Tampoco ayuda que el Ángel de la Independencia es un monumento que representa a los hombres que nos dieron patria. Un breve repaso de la historia de la obra devela que fue comisionado por el presidente Porfirio Díaz al arquitecto Antonio Rivas Mercado, al ingeniero Roberto Gayol y al escultor Enrique Alciati, donde habrían de estar presentes Miguel Hidalgo, José María Morelos, Vicente Guerrero, Francisco Javier Mina, Nicolás Bravo y ocho hombres más. Es decir, es un monumento hecho por y para hombres. Las mujeres que aparecen en la obra son abstracciones de valores como la victoria, la patria, y la historia; mujeres que con sus cuerpos representan ideas, más no a sí mismas como personas con agencia y participación en la lucha social conmemorada. El Ángel también es un mausoleo que contiene los restos de trece hombres, pero solo una mujer, Leona Vicario.

3 Esto es lo que en los estudios de la memoria hemos diferenciado como memorial o contra-monumento. Seguido se utilizan las palabras monumento y memorial como sinónimos, pero al examinar los términos desde los estudios de la memoria, resulta que no solo son distintos sus orígenes, gestiones, procesos y usos, sino incluso antagónicos. Ver aquí.

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Fuente: https://labrujula.nexos.com.mx/?p=2463

#LasPrestadas: Un grito a la memoria

El patrimonio cultural puede ser restaurado.
Sin embargo, las mujeres violentadas, abusadas sexualmente y torturadas,
nunca volverán a ser las mismas.

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En México, un país en el que se registran diez feminicidios al día y en donde el 82.1% de las mujeres se sienten inseguras, miles salieron a las calles a exigir un alto a la violencia de género. Con gritos, fuego y, por supuesto, puñados de brillantina rosada, la protesta del pasado 16 de agosto hizo vibrar la capital del país. La rabia era evidente, algunas lo expresaron con vidrios rotos y muchas otras con pintas que, incluso, alcanzaron el basamento de mármol del Ángel de la Independencia.

Desde la sociedad, los medios de comunicación, e incluso la política, no tardaron en aparecer comentarios que descalificaban el rumbo que tomó la manifestación. Las criminalizaron, les dijeron que “esa no era la manera de protestar” y la mayoría calificó “el daño al patrimonio cultural” como mero vandalismo. Las acusaron de restar simbolismo al monumento, pero es que esos “rayones”, como muchos los definen, fueron en realidad una manera de exigir justicia en una realidad en la que, en tan solo los primeros ocho meses del 2019, 292 mujeres fueron víctimas de abuso sexual en la Ciudad de México. Sin embargo, esas exigencias intentaron ser silenciadas.

Al siguiente día de la manifestación, las autoridades ya había erigido una pared de tablones que impedía ver los mensajes que derivaron de la consigna #NoMeCuidanMeViolan. En el marco del debate por apresurar las labores de restauración del monumento, surgió el colectivo independiente Restauradoras con Glitter, un grupo de mujeres mexicanas especializadas en conservación y restauración del patrimonio cultural. Fueron ellas quienes urgieron al gobierno la necesidad de documentar las pintas del Ángel de la Independencia y tomar en cuenta su relevancia social, histórica y simbólica.

En un pronunciamiento publicado el 21 de agosto, Restauradoras con Glitter resaltó que la manifestación había sido parte de un grito en contra de la situación de violencia sistemática y normalizada hacia las mujeres dentro de la sociedad mexicana. “Las pintas son un mero síntoma de la violencia desorbitada en que vivimos (…) Sostenemos que su permanencia debe ser un recordatorio palpable de la condenable situación y que por ende ninguna deberá ser removida hasta que no se atienda y se dé solución al problema de la violencia de género en nuestro país”, se lee en el texto.

“No es fortuito que hayan ido a hacer las pintas a ese monumento en específico y es que El Ángel tiene un valor colectivo. Esa columna no solo es un distintivo de la ciudad, sino que representa al país porque es conocida internacionalmente”, dice Norma García, una de las voceras de este colectivo en entrevista con Gatopardo. Egresada de la licenciatura de restauración de bienes muebles por la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía, Norma detalló que, con su petición al gobierno federal y local, lo que buscan es “recuperar la memoria colectiva que significan esas pintas, pues obedecen a un momento histórico muy álgido de las mujeres”.

Norma García aclaró que el colectivo Restauradoras con Glitter está muy lejos de apoyar la vandalización de los monumentos, como muchos medios aseguraron. Al contrario, saben que las pintas en un momento dado se deben quitar, lo que no sería correcto es que se borren sin antes haber realizado un registro. “Sería una especie de censura de este grito desesperado que está dando el 52% de la población que somos las mujeres”, dice mientras destaca que en el gremio de la restauración, más del 80% son mujeres, por lo que no podían pasar por alto la situación. “Lo que queremos es sumarnos a este grito para que las autoridades hagan lo que deben hacer”, afirma.

“Las pintas ya son una historia y es necesario que se conserve para todos”, asegura García. Entre las peticiones hechas por el colectivo al presidente Andrés Manuel López Obrador, así como a la jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum, enfatizan la necesidad de que las pintas sean documentadas minuciosamente por profesionales para mantener viva la memoria colectiva sobre lo sucedido, así como las causas que lo derivaron. Todo con el fin de promover una toma de conciencia que encamine a gestionar soluciones.

“Lo que buscamos hacer es un escaneo de la columna en 3D, además de un registro puntual de cada una de las pintas, pues muchas de ellas tienen nombre y apellido. Nosotras estamos interesadas en seguir las historias”, explica García. Como parte de la logística que han considerado para el registro, explicó que algunos compañeros fotógrafos se han acercado al colectivo para ofrecer su ayuda. Dice que en caso de lograr el levantamiento de imágenes, la opción sería colocarlas en un repositorio para que puedan ser analizadas, estudiadas y difundidas.

A propósito del tema, Sergio Beltrán-García, arquitecto y activista especializado en la construcción de procesos de verdad, justicia, memoria, escribió en “La pátina de la memoria: Sobre las protestas feministas y el Ángel de la Independencia” que “colocar mensajes políticos y actuales sobre un monumento es un acto que honra y extiende la función útil del mismo. Incluso, en una sociedad democrática, deberíamos entender mejor, celebrar y fomentar estas acciones”. Las pintas en el Ángel de la Independencia cumplen sin duda esta función.

En entrevista para Gatopardo, Sergio Beltrán-García explicó que aunque los monumentos son concebidos de una manera, pueden moverse a otro lado del espectro pues son dinámicos. Esto es debido a que “un espacio puede comportarse de una manera un día y al siguiente de una manera distinta. Se trata mucho de leer los objetos y los espacios en donde están cayendo y para qué son utilizados, entender cómo es que esos simbolismos están apoyando a las personas alrededor del objeto y cómo están utilizando esos símbolos para potenciar su propia razón de estar en el espacio”, dice.

“No es lo mismo hacer un grito por justicia de un feminicidio en medio de cualquier calle que si lo haces desde El Ángel, que si lo haces desde el Zócalo, que si lo haces frente a una Procuraduría”, señaló, pues al final el mensaje va a cambiar. Sergio Beltrán-García atribuyó esta capacidad de cambio a la memoria colectiva, misma que permite modificar cosas cosas sin tener que ser aprobado por nadie. En este caso, lo que corresponde no es decir si están bien o mal la intervención al Ángel de la Independencia, sino que corresponde reconocerla como tal. “En este caso, las pintas cumplen con la temporalidad. Están ahí para dejar patente de lo que se está comunicando con las protestas, el hecho de que existe un problema y que están exigiendo una solución”, dice.

Por su parte, el gobierno, que en un momento se mostró reacio a las reacciones durante la protesta, aceptó el pasado 22 de agosto una carta con las peticiones puntuales de Restauradoras con Glitter. En respuesta, la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum abrió un canal de comunicación entre el colectivo y la Dra. Luciana Jiménez López, directora general del INBAL y con José Alfronso Suárez del Real, secretario de Cultura de la CDMX. Luego de unos días de espera, Suárez del Real aseguró que el próximo 5 de septiembre mantendrá una reunión con representantes del colectivo.

*#RestaduradorasConGlitter

Fotografía de portada cortesía de Santiago Arau Pontones (@santiago_arau)

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Fuente:

Un grito a la memoria

#LasPrestadas: Arquitecturas y adoradores de piedra.

Vidrios rotos

Era viernes, mis amigas me convocaron a la marcha. No pude asistir, pero me mantuve atenta a lo que se reportaba, atenta también a que mis amigas estuvieran bien. De pronto las redes sociales reportaban: ¡vidrios rotos, pintas diversas, mucho aerosooool! De pronto, también en las redes, comenzaban a leerse textos, sobre todo de sujetos de género masculino, que daban cuenta de una constante desaprobación y una no requerida consejería de cómo es que una marcha debe ser realizada… 

De la piedra al símbolo

Al cabo de unas horas se reportaba: ¡el Ángel de la Independencia (que no llaman victoria alada) ha sido mancillado con pintas, qué mujeres tan groseras! Y así los días, indignación por el daño a los monumentos, al patrimonio nacional y por otro, una indignación que comparto por tantas muertas, tanta violencia que, además, encima de todo, la marcha sacó a relucir, pero no por las pintas ni por los vidrios rotos, sino por una insensibilidad difícil de creer y mucho más difícil de asimilar. Leí por ahí, “en el pedir está el dar”. Ese dicho de inmediato fue cuestionado con suma indignación: ¡Quién habló de pedir, se exige el derecho a vivir! Y, vaya, como discurso adjunto a éste, estaba la defensa y la total indignación por las pintas hechas al intocable patrimonio histórico, a los monumentos-signo que, según estas lecturas, dan sentido de nación y que dan lugar también al espacio público. 

Es curioso que se considere que los significados deben estar tan petrificados como los monumentos, es curioso que no se entienda que el sentido del mundo y el sentido de la ciudad se articulan cada vez que, ¡por fin y qué bueno!, se toma el espacio público como un espacio vivido sobre el que se actúa, en el que se expresan y se prueban nuevas formas de interacción que sí, a veces serán violentas, como la propia realidad a la que replican. Es increíble que quienes defienden lo significativo de unas piedras olviden que lo simbólico solamente ocurre, a diferencia del signo hegemónico fijado y prescrito, cuando la ciudad de nuevo nos habla en nuestra actualidad, desde nuestra vida en curso.  

De la piedra a la acción

El antropólogo Manuel Delgado ha puesto sobre la mesa una serie de ideas que el filósofo Henri Lèfebvre cocinaba ya por ahí de 1968: el espacio público no es su geometría, sino la acción viva que se realiza cada vez que la ciudad es resignificada y reexperimentada en el nivel práctico-sensible. Es más, la ciudad no es el requerimiento de habitáculos–hábitat, sino la expresión misma del habitar: acción. Por ello, ese espacio es el que aparece cuando tomamos las calles y las volvemos nuestras otra vez, cuando la ciudad se vuelve el sitio del acuerdo, pero también del desacuerdo y, sobre todo, el espacio de la invención de nuevas formas de vivir. El “espacio” regulado, que sólo se muestra como imagen no es espacio público, es publicidad, como lo dirá Lèfebvre, ideología pura que no admite reinvención y que, por tanto, no reconoce la soberanía de los colectivos negándoles la posibilidad de reinventar el mundo. Por ello, defender unas piedras, por más hermosas que estas sean, es un despropósito si no entendemos que la ciudad es obra, es decir, creación, no sólo por los monumentos que la conforman, sino porque es el lugar que da posibilidad al encuentro y a la toma activa del destino mismo de una sociedad. Para que quede más claro: la ciudad no es obra creada: es acto creativo. Si no es así no es ciudad y, ¿saben qué?, tampoco vale la pena. 

Arquitectos: no le tengan miedo a la imaginación.

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Este texto apareció originalmente en Arquine, aquí.

#LasPrestadas: La construcción del muro de Trump pone en peligro 22 sitios arqueológicos.

Por Diego Ávila

Tan sólo en una sección de 18 km se han identificado 17 sitios arqueológicos en riesgo.

Una de las principales promesas de campaña del actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump fue la de erigir un muro a lo largo de la frontera de México con el país norteamericano. Sin embargo, la construcción de la obra se ha encontrado con la oposición de numerosos grupos. Muchas voces se levantaron contra el proyecto, desde terratenientes texanos que no quien que se invada su propiedad, hasta ecologistas que buscan proteger el ecosistema y los flujos de los animales que ahí habitan.

Ahora ha surgido una corriente que proviene del mismo interior del gobierno estadounidense. Un reporte reciente, elaborado por el Servicio de Parques Nacionales de los Estados Unidos (una agencia del Departamento del Interior), advirtió que las obras para construir una sección del muro dentro de la reserva natural de Organ Pipe Cactus National Monument, en Arizona, podrían dañar (e incluso destruir) hasta 22 sitios arqueológicos.

Los tesoros milenarios del desierto de Arizona

El parque nacional Organ Pipe Cactus National es una reserva de la biosfera al suroeste de Phoenix y ocupa un área de casi 134,000 hectáreas. Además, está rodeado por otros dos territorios protegidos: la Reserva Tohono O’odham y el Refugio Nacional de Vida Silvestre de Cabeza Prieta; todos colindantes con la frontera norte de nuestro país. Si bien actualmente hay una barrera para vehículos de un metro y medio de altura, se planea convertirla en un muro de acero de casi diez metros con una cimentación de concreto de entre uno y tres metros de profundidad.

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Aunque los investigadores y arqueólogos no han tenido tiempo de evaluar toda el área potencialmente afectada, se han identificado 17 sitios arqueológicos en riesgo tan sólo en un trayecto de 18 km dentro del Parque Nacional. De hecho, al menos una docena de tribus y grupos indígenas habitan (o han habitado) esta región en el desierto de Sonora desde antes que México y Estados Unidos siquiera existieran.

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Aunque la mayoría de dichas culturas llevaba un estilo de vida nómada, los antiguos moradores dejaron a su paso herramientas talladas en piedra, tepalcates y otros artefactos que se han conservado extremadamente bien gracias al clima árido de la zona. Sin embargo, los vehículos todo terreno que utiliza la patrulla migratoria ha dañado algunos de los yacimientos arqueológicos.

16 mil años de migración

Aunque hoy en día la atención recae sobre los migrantes que buscan atravesar el desierto y burlar a la policía fronteriza, se calcula que la región ha estado habitada desde hace 16 mil años y alberga rutas prehispánicas de migración y comercio. De entre ellas, probablemente la más importante fue la Old Salt Trail.

La Old Salt Trail (o ruta vieja de la sal) fue una vía a través de la cual los pueblos indígenas recorrían el desierto de Sonora y comerciaban bienes como obsidiana, conchas marinas y, por supuesto, sal. Los misioneros y exploradores españoles en el siglo XVI siguieron este camino gracias a que brindaba acceso al oasis de los manantiales de Quitobaquito, y se convirtió en una de las rutas de colonización más importantes para esta región de Norteamérica.

Patrimonio vs política

Sin importar las alertas sobre el daño a estos yacimientos arqueológicos, la construcción del muro en esta parte de Arizona comenzó en agosto de 2019, en parte porque es un territorio  de propiedad federal sin muchos obstáculos para la obra y porque es mucho más estable que el suelo húmedo a las orillas del Río Grande. Más aún, la edificación se han acelerado porque se busca tener una sección de 800 km para el otoño del 2020, justo antes de las elecciones presidenciales que tendrán lugar el 3 de noviembre de ese año.

Pese a que durante los trabajos siempre hay un arqueólogo supervisando, las labores de excavación toman mucho tiempo. De esta manera, el uso de la maquinaria pesada necesaria podría destruir muchos yacimientos prehispánicos antes de que siquiera puedan ser estudiados. Aunado a eso, existe una advertencia de que incluso los antiguos manantiales de Quitobaquito (que se encuentran a 60 metros de la frontera) podrían secarse si se decide usar su agua para mezclar el concreto que necesita la cimentación del muro.

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Si bien aún no inician los trabajos en la zona de Quitobaquito y las autoridades de Organ Pipe Cactus National Monument han reportado estar en conversaciones con los constructores, los planes no han sido alterados.

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El reporte del Servicio de Parques Nacionales consta de 123 páginas y fue obtenido por el Washington Post; puede ser consultado aquí.

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Este artículo fue publicado originalmente en: Travesías, aquí.