DE LA CASA #144: DIFUSIÓN DEL PATRIMONIO CULTURAL: ACTUALIDAD / DPV.

Por Dario Pérez Vidal

Las avanzadas técnicas hoy existentes, aplicables a la difusión, puesta en valor y a la conservación de los elementos que integran el patrimonio, no sólo permiten una forma completamente distinta de abordar los problemas, sino que han llevado a una implantación más social del Patrimonio[1]. Podemos decir que gracias a las nuevas tecnologías, el Patrimonio se ha hecho más accesible, democratizándose en la vida cultural. Poco a poco se va caminando a que la sociedad tome conciencia acerca de que todo lo que el término encierra necesita ser conservado, dado que forma parte de su identidad y su pasado.

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Imagen 1.- Diagrama del proceso Patrimonial. Fuente: grinugr.org

Vamos a referir en esta ocasión la aplicación de los progresos e instrumentos tecnológicos en materia de difusión, conocimiento y financiación que encontramos en la actualidad al respecto del patrimonio.

Encontramos pues que la primera aplicación tecnológica que encontramos en la historia patrimonial fue la realización de catálogos e inventarios. En la actualidad éstos últimos, han evolucionado en inventarios informatizados, que por su capacidad de datos y por su facilidad de manejo, aportan un conocimiento más completo y accesible, y en consecuencia, una mayor facilidad para su preservación.

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Imagen 2.- Catalogo-Inventario Yacimientos Paleontológicos. Provincia Santa Cruz de Tenerife. (Santa Cruz de Tenerife, España). Fuente: http://www.museosdetenerife.org

En nuestros días, la facilidad de viajar y el acceso a casi todos los lugares precisados gracias a Internet, han abierto una nueva dimensión del conocimiento patrimonial. En este sentido, las nuevas tecnologías nos han llevado, podríamos decir, a una desmaterialización del Patrimonio, pasando del mundo real a uno puramente virtual. Podemos definir llegados a este punto la realidad virtual como la representación de escena o imágenes de objetos producidas por un sistema informático, que da la sensación de su existencia real[2]. Nos permite pues descubrir el pasado, disponiendo nuestra historia de una forma más completa, detallada y accesible; recrear el futuro, y aumentar al mismo tiempo nuestra capacidad creativa. Los Museos ya están empleando cada vez más dispositivos innovadores y sofisticados que unen lo lúdico con lo pedagógico con el fin de crear nuevas relaciones y experiencias de aprendizaje con los visitantes.

A este respecto, una de las técnicas más sonadas es la realidad aumentada, derivada de la ya citada realidad virtual, que combina la visión en detalle, la información y la interacción. Mientras que la realidad virtual transporta todos nuestros sentidos a un mundo nuevo, la realidad aumentada extiende todo lo que en esta para-realidad podemos ver y oír. Su carácter altamente didáctico permite crear entornos aumentados de gran realismo para el usuario, al tiempo que ofrece grandes posibilidades para la interpretación y puesta en valor de lo cultural[3].

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Imagen 3.- Imagen de la utilización de la RV en el Museo Thyssen (Madrid, España). Fuente: http://www.expansion.com

Estas novedosas estrategias de comunicación interactiva permiten una mejor valoración turística, económica y cultural del Patrimonio. Hay que tener en cuenta que otras tecnologías (la geolocalización y el etiquetado) facilitan una información que favorece y motiva la movilidad y los flujos turísticos y, por tanto, generan ulteriormente riqueza y convierten al Patrimonio en motor de desarrollo[4].

Hay otras muchas formas innovadoras de difundir el Patrimonio, como las redes sociales cuyo uso y capacidad de difusión es potencial. Se tratan de comunidades virtuales donde sus usuarios interactúan con personas de todo el mundo, buscando afinidades o información, siendo una de las más indicadas Facebook porque permite incluir más texto en los post, la inserción de fotografías y videos (incluso en directo), ubicaciones, etc., aunque también podemos destacar Instagram, Twitter o Pinterest. En el concepto de redes sociales se integra también el de los blogs, los foros y chats que ofrecen servicios y funcionalidades de comunicación más diversos.

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Imagen 4.- Redes sociales y patrimonio cultural. Fuente: http://www.aldarq.com

La enorme difusión del Patrimonio gracias a las nuevas tecnologías, ha llevado a la sociedad a una implicación e interés mucho mayor y a nuevos patrones de comportamiento. A estos se añadió la recogida de firmas, utilizando recientemente plataformas como Change.org[5]. La recogida de firmas en plataformas específicas es una forma útil de llamar la atención.

Estas actuaciones de la comunidad pusieron en evidencia que la sociedad civil quería participar en la defensa del Patrimonio. Emprendido este camino, la comunidad quiso involucrarse directamente en la conservación, no sólo haciendo visible su opinión sino colaborando de forma material e intelectual. Este es el origen de lo que llamamos crowdfunding, financiación colectiva o microfinanciación. Hoy dichos sistemas están ya más o menos establecidos en todo el mundo, permitiendo a promotores y emprendedores llevar a cabo proyectos antes difícilmente financiables.

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Imagen 5.- Ideograma del crowdfunding. Fuente: http://www.libremercado.com

Para finalizar, remarcar que la difusión del patrimonio constituye una obligación transcendental por parte las autoridades competentes, cuya ejecución debe partir de regulaciones legislativas que impliquen preferentemente el cumplimiento de las recomendaciones de la UNESCO, puesto que la difusión del patrimonio y su protección no solo repercute en la propia población, considerada como máxima beneficiaria, sino que también repercute en el enriquecimiento del patrimonio cultural mundial.

Notas:

1. El Patrimonio Cultural lo entendemos como el conjunto de bienes tangibles e intangibles, que constituyen la herencia de un grupo humano, que refuerzan emocionalmente su sentido de comunidad con una identidad propia y que son percibidos por otros como característicos. Definición de la UNESCO (United Nations Educational, Scientific and Cultural Organitzation). En http://whc.unesco.org.

2. Definición dada por la RAE (Real Academia de la Lengua Española).

3. “Tecnologías para la difusión del patrimonio”, pág.76 (Ver Bibliografía).

4. Ver Imagen 1.

5. Organización o corporación […] cuyo negocio incluye la venta y prestación de servicios mediante envíos masivos, listas de correo electrónico y servicios derivados. […] además actúa como blog y lugar de acogida libre y pública de peticiones por internet de carácter cívico, reformista, social y en general reivindicativo del cumplimiento de los derechos humanos aunque en él tienen cabida todo tipo de peticiones. Visto en Wikipedia.

Bibliografía:

Álvarez, Álvaro Jesús. (2015). “La difusión del patrimonio, una obligación social”. PH: Boletín del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, Nº 87, 2015, págs. 218-219.

Caro, José Luís; Agalla Mancheño, Elisa. (2016-2017). “Tecnologías para la difusión del patrimonio”. Sociedad: boletín de la Sociedad de Amigos de la Cultura de Vélez-Málaga, , Nº. 15-16, (Ejemplar dedicado a: Patrimonio Arqueológico), págs. 73-78.

Delgado Méndez, Aniceto. (2007). “La difusión del patrimonio cultural a través de los museos”. Cuadernos de los Amigos de los Museos de Osuna, Nº. 9, págs. 32-34.

Guglielmino, Marcelo Martín. (2007). “La difusión del patrimonio. Actualización y debate”. Revista de Patrimonio, Nº. 1

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Sobre el autor: (Valencia, España – 1996) Egresado en el Grado de Historia por la Universitat de València (España). Actualmente estudiante del Grado de Historia del Arte en la misma universidad, y se encuentra cursando estudios en la Universidad Autónoma del Estado de México mediante la beca Programa Internacional en la Licenciatura de Arqueología. Su principal línea de investigación es la arqueológica y patrimonial, en especial de las sociedades prerromanas de la Península Ibérica. En la Comunidad Valenciana (España) ha formado parte de varios equipos de excavación en distintos sitios arqueológicos de los que destacamos La Pobla d’Ifach (Calpe), El Tossal de la Malladeta (Vilajoyosa) y El Pico de los Ajos (Yátova).

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DE LA CASA #142: SUBASTA DE ARQUEOLOGÍA PRECOLONIAL EN PARÍS. ¿POR QUÉ EL RECLAMO DE GUATEMALA RESULTÓ FRUCTÍFERO MIENTRAS QUE EL DE MÉXICO NO? / DSC.

Por Daniel Salinas Córdova

El pasado miércoles 18 de septiembre se vendieron más de un centenar de piezas arqueológicas de América precolonial por un valor total de 1.2 millones de euros en una controversial subasta organizada por la casa Millon en París. El catalogo estaba conformado por piezas de la colección de Manichak y Jean Aurance y contaba con esculturas, cerámicas, máscaras y policromados producidos por pueblos mesoamericanos como los mexicas, mayas o teotihuacanos, además de vasijas y textiles del Perú precolonial, ornamentos de oro de Colombia precolonial y ciertas máscaras de madera de los siglos XIX y XX.

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Fig. 1: Algunas de las piezas precoloniales subastadas en París el pasado 18 de septiembre. (Foto: Casa Millon)

Pese a que el catálogo se hizo público a finales de agosto, en México la amplia cobertura y discusión respecto a dicha subasta realmente comenzó tras las declaraciones públicas del embajador de México en Francia Juan Manuel Gómez Robledo del 17 de septiembre, un día antes de la subasta. En dicho comunicado se reprobó la comercialización del patrimonio arqueológico mexicano, señalando la posible reciente manufactura de algunas de las piezas e informando respecto a una denuncia interpuesta por el INAH “contra los propietarios de dichas piezas para obtener su restitución” y de la solicitud de cooperación la fiscalía mexicana ante las autoridades judiciales galas.

La conferencia de prensa de Gómez Robledo desató una intensa discusión en medios y redes sociales, en donde se reprochó la subasta y abundaron las peticiones para detener la subasta parisina y repatriar las piezas arqueológicas a México.

Sin embargo, los reclamos tanto diplomáticos como públicos resultaron ineficaces y no lograron amedrentar a la casa Millon. La subasta se llevó a cabo como estaba planeado el 18 de septiembre por la mañana y las 95 piezas provenientes del “patrimonio cultural de México” fueron vendidas, continuando así en manos particulares y pasando a formar parte de nuevas colecciones privadas, las cuales muy seguramente se encuentran fuera de México.

No obstante, una de las piezas sí fue retirada del catálogo previo a la subasta: el espectacular fragmento central de la estela 9 del sitio maya de Piedras Negras, la cual fue reclamada públicamente por el gobierno de Guatemala el 27 de agosto. ¿Por qué el reclamo de Guatemala resultó fructífero mientras que el de México no?

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Fig. 2: Lote 55 de la subasta de Millon: un fragmento de la estela 9 de Piedras Negras, sitio arqueológico maya en Petén, Guatemala. (Foto: Casa Millon)

Primero que nada, las autoridades guatemaltecas comenzaron a gestionar la recuperación de la pieza desde principios de agosto, más de un mes y medio antes de la subasta. Pero más importante aún, la pieza en cuestión contaba con una amplia documentación que la identifica sin lugar a dudas como un fragmento de la estela 9 de Piedras Negras, la cual fue excavada y registrada en 1899 por el arqueólogo alemán Teobert Maler. El fragmento de la estela que estaba en venta, un tocado de búho, fue sustraído ilegalmente en la década de 1960 y desapareció hasta aparecer en venta en el catálogo de la subasta de Millon. Como bien comentó en su momento la Dra. Donna Yates, “no había forma legal de que la estela abandonara Guatemala en la década de 1960 o después. La única posibilidad es que fue mutilada, saqueada, traficada y lavada en un mercado que no le importó y tal vez todavía no le importa.”

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Fig. 3: Fotografía de la estela 9 de Piedras Negras tomada por Maler en 1899, en donde claramente se identifica la talla de piedra del tocado de pájaro que se intentaba subastar en Paris. (Foto: David Stuart)

Ahora bien, muy seguramente un gran número de las piezas mexicanas subastadas también fueron sustraídas en circunstancias ilegales similares, ya que en México hay legislaciones que protege al patrimonio arqueológico nacional justo contra el robo y exportación desde al menos 1897. Sin embargo, la gran diferencia entre el exitoso retiro de la estela 9 de Piedras Negras de la subasta y el fallido intento respecto a las piezas mexicanas fue precisamente el infalible registro y documentación que la primera contaba y que las últimas carecían. Es decir, debido a la certera identificación del Lote 55 del catálogo de Millon como un fragmento de la estela 9 de Piedras Negras, el cual indudablemente fue saqueado y retirado ilegalmente de Guatemala en la década de 1960, es que la casa de subastas se vio forzada reconocer el reclamo de Guatemala y retirar la pieza de su catálogo. Al no contar con documentación tan irrefutable, el patrimonio mexicano no resultó tan afortunado.

Desgraciadamente las piezas mexicanas no cuentan con registros o documentación que las identifiquen y vinculen a un sitio, excavación o colección específica, determinando así si su exportación fue ilegal o no. Debido a la falta de rastros documentales, no hay realmente forma de saber de dónde son y cuándo fueron excavadas, así como cuándo, cómo y en qué circunstancias salieron de México. Un reclamo sobre bienes culturales como el interpuesto por México ante Francia y la casa de subastas Millon se debilita enormemente si no se cuenta con la procedencia de los bienes, esto es con una detallada y bien documentada cronología de la propiedad, custodia o ubicación de ellos a través de los años.

Además, la incógnita respecto a la procedencia de las piezas implica que se ha perdido gran parte de su contexto arqueológico, social y temporal, el cual nos podría brindar mayor información sobre la situación en la que fueron creadas y utilizadas así como la importancia que tuvieron en el pasado. Como acertadamente señaló María Villareal, coordinadora nacional de asuntos jurídicos del INAH, al carecer de contexto y ser comercializadas como mercancía, las piezas se han convertido en “objetos decorativos”, arte de gran belleza y antigüedad que simplemente engalana las casas de millonarios.

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Fig. 4: Al perder su contexto, estás piezas pasan a ser simples objetos decorativos que han perdido gran parte de su valor histórico, científico y social, quedándose sólo con su importancia estética. (Fotos: Casa Millon)

La venta al mejor postor de piezas arqueológicas del pasado precolonial mexicano del mes pasado es terrible, mas no es la primera vez que esto sucede y tristemente probablemente no sea la última. Desdichadamente, y pese a múltiples tratados y convenciones internacionales como la de la UNESCO de 1970 citada en el comunicado de la Embajada de México en Francia, sin contar con un registro y documentación claros e innegables, es muy fácil que la rampante mercantilización del patrimonio continúe, que casas de subastas como Millon continúen comercializando antigüedades sin restricción y que piezas como las vendidas hace dos semanas permanezcan en colecciones privadas fuera de México en donde no pueden ser disfrutadas por las personas que tienen una filiación cultural con ellas.

Las leyes y tratados internacionales en torno a la comercialización de antigüedades son complejas. Debido a que por lo general estos no son retroactivos y se consideran ‘leyes suaves’ (es decir, no legalmente vinculantes), a la hora de su aplicación en situaciones como la del mes pasado, es fácil que resulten inefectivas y que innumerables piezas arqueológicas de dudable e incierta procedencia se sigan comercializando. Afortunadamente la compraventa de antigüedades se ha vuelto cada vez más socialmente reprochable y, en conjunto con las recientes discusiones respecto a la repatriación de bienes culturales de las colecciones de museos foráneos a sus lugares de origen, cada vez hay más consciencia y demandas públicas respecto a estos asuntos. Puede que siga habiendo varias circunstancias en las que la comercialización de patrimonio arqueológico sea legal, pero eso no necesariamente significa que esto sea justo o moral.

El saqueo, tráfico y venta de bienes arqueológicos es un tema amplio, complicado y con una larga historia, sin embargo, como apunta mi colega Omar Espinosa, algunos primeros pasos para combatirlo son fortalecer el registro preciso de los bienes arqueológicos y hacerlos accesibles para que el público pueda involucrarse en conocerlos y protegerlos. Además es importante atender la raíz del problema: el saqueo de bienes patrimoniales florece debido a la existencia de un mercado ilícito de piezas arqueológicas y antigüedades precoloniales; el saqueo y comercio ilegal continúan con tanto vigor debido a que sigue habiendo demanda así como grandes sumas de dinero involucradas.

Independientemente de su legalidad, subastas cómo la organizada por la Casa Millon promueven la comercialización y privatización del patrimonio cultural al exaltar su valor económico, lo cual funge como un incentivo al saqueo, el tráfico ilícito y las falsificaciones de piezas arqueológicas. Es imperativo que continúen e incrementen los esfuerzos para detener la compraventa de bienes arqueológicos, ya sea por medios de educación y concientización, el fortalecimiento de las legislaciones nacionales e internacionales y su adecuada implementación, así como mejorando los sistemas de registro y documentación de dichos bienes. Sólo así se podrá detener a aquellos que inmoralmente sólo buscan lucrar con el pasado de otros pueblos y culturas.

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Sobre el autor: Daniel Salinas Córdova (Monterrey / 1991). Licenciado en historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y maestro en arqueología y patrimonio por la Facultad de Arqueología de la Universidad de Leiden, Países Bajos. Sus temas de investigación giran en torno a la relación entre patrimonio, identidad nacional y turismo.

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LasPrestadas: “La apropiación cultural es el robo colonial que activa una herida histórica”.

Por

La socióloga y activista Iki Yos Piña Narváez quita del centro de la discusión a Rosalía y politiza este debate de moda situándolo en un contexto histórico, como una práctica colonial heredada que repite por los siglos de los siglos, por ejemplo con la creación de museos antropológicos.

Foto realizada en el contexto de la exposición 'Devuélvanos el oro'./ Colectivo Ayllu

La apropiación cultural es un debate en auge. Surge como tópico insistente tanto en los contextos mainstream, con peleas superviralizadas y llegadas hasta el absurdo, a los contextos de activismo transfeministas y antirracistas más cercanos. Aparece a veces como señalamiento importante, necesario y otras parece un círculo vicioso donde nadie está a salvo. En las redes sociales las prácticas culturales más controvertidas debaten sobre los géneros musicales, videoclips, moda, vestuario, peinados, objetos que históricamente pertenecen a culturas subalternizadas y hoy suman índices de ventas, likes o singularidad cool.

Entrevistamos a Iki Yos Piña Narváez, socióloga, artista, activista antirracista. Dialogamos a partir del Ciclo de debates en la Facultad de Filosofia UCM, en Madrid, “Apropiación Cultural”, de la que fue parte. En esta entrevista, Iki Yos complejiza el debate del apropiacionismo en el marco de una lucha antirracista situada, preguntándose en el contexto específico del Estado español, como cuerpa racializada y migrante de una excolonia. Iki Yos nos ofrece una lectura politizada sobre el fenómeno donde articula la apropiación cultural en términos de “robo colonial que activa una herida histórica”.

La apropiación cultural emplea las operaciones coloniales de inferiorización, exotización, fetichización e hipersexualización, violencia, desaparición y exterminio con fines extractivistas

Piña sostiene que fueron los museos de arte y de ciencias naturales, antropológicos, o de las culturas del mundo los que inauguraron esta tendencia de despolitizar los valores tradiciones de las culturas, asimilarlos y enriquecerse a costa del patrimonio colonial. Desde esta lectura, la apropiación cultural es la continuidad de la práctica colonial por excelencia y con las mismas operaciones de inferiorización, exotización, fetichización e hipersexualización, violencia, desaparición y exterminio con fines extractivistas que desde el comienzo los museos ha ejercido sobre naciones, pueblos y comunidades enteras marginalizadas.

Yos trabaja con el colectivo Ayllu, con el que realizó la exhibición “Devuélvannos el oro” en Matadero, Madrid, donde interpelan directamente con ese grito de rabia de nuestro continente, Abya Yala. De “Devuélvanos el oro. Cosmovisiones perversas y acciones anticoloniales” resultó también una publicación, en la que se escribe: “El grito que muestra que estamos vivos, que hemos sobrevivido, es un grito de dolor desde nuestra aún no cicatrizada herida colonial”

Hablamos con Iki Yos sobre la apropiación cultural, la rabia, el dolor, la fragilidad blanca y la responsabilidades políticas del Estado español del permanente negacionismo.

¿Cómo definirías la idea de “apropiación cultural”?

Hablar de apropiación cultural en términos generales, por el discurso que circula en redes sociales y millennial crew, (que me incluye), supone que un grupo social dominante toma elementos, prácticas, patrimonio material o simbólico de otro grupo subalternizado.

Hasta ahí estamos todas de acuerdo…

Sí, pero esta definición es bastante simple y supone que el acto de “tomar elementos de otras culturas” no es un explícito ejercicio de violencia, supone que existe una cultura hegemónica per se, es decir, “naturalmente es hegemónica” y que esa hegemonía no se construyó a partir de la subalternización o dominación de otras culturas. Entonces, a partir de esto, siento que sería mejor hablar de robo colonial.

Iki Yos Piña: “Las personas blancas nos demandan pedagogía y que les digamos qué hacer en vez de tener un compromiso político con la reparación efectiva”

¿Qué significa esto?

Siento que hablar de apropiación cultural o robo colonial puede abrir brechas para debatir y hacer circular la idea, que creo importante, de la responsabilidad histórica en los procesos de colonización que tienen la Europa blanca y sus naciones asesinas. Tengo que reconocer que esta discusión tiene muchas dimensiones y una de ella es la dimensión moral del everyday [día a día] donde lxs blancxs descendientes, herederxs del robo colonial, se preguntan si llevar trenzas, usar septum o henna en su cuerpo, tomar ayahuasca, tener un grupo de reguetón  es “apropiación cultural” (nótese las comillas) y esto solo aterriza la discusión en función de la white fragility [fragilidad blanca] que siempre quiere lavar su conciencia y buscar ser buenas personas.

“Nuestra herida sigue sangrando ante los objetos, piezas y dioses robados. De ahí la fantasía de asaltar los museos europeos y recuperar lo robado”

Se vuelve un debate moral y personal infructuoso…

Sí, ese tipo de preocupaciones queda en el plano del antirracismo moral. Y también, nos lleva a esa pedagogía que siempre demandan las personas blancas sólo para poder cómodamente poner su cabeza blanca en la almohada a la hora de dormir y decir “¡uuf, no soy racista!”. Esa discusión es bastante pantanosa y me cansa andar por allí, aunque a veces también es necesario tensionar en este terreno.

Pero, por otro lado, decías, permite hablar de responsabilidad histórica…

Yes, baby, creo que la discusión del robo colonial o apropiación cultural habilita la posibilidad de hablar de reparación histórica por parte de las grandes potencias extractivistas de objetos culturales que están siendo capitalizados en los museos europeos.

¿Entonces crees que es una cuestión potente para la lucha antirracista y anticolonial?

Siento que desde la lucha anticolonial -y no lo digo desde ningún lugar de autoridad, sino desde mi torpeza quizás, el activismo y algunas discusiones con otrxs amigxs activistas – es posible partir del robo colonial que hizo y que constantemente Europa sigue haciendo para sostenerse. En la exposición “Devuélvannos el oro” participó una amiga artista, trans, afrodescendiente, Jota Mombaça, quien realizó una performance en el Museo de América en Madrid, depósito de los robos y apropiación del Reino de España a nuestros territorios, y escribía con su sangre una camisa amarilla la siguiente frase: “España no existe sin Robo Colonial”. Es un gesto para evidenciar que nuestra herida sigue sangrando ante los objetos, piezas y dioses robados. Y en el marco de esa exposición reflexionaba sobre la “fantasía de asaltar el museo”. Asaltar los museos europeos y recuperar lo robado. La devolución y la reparación son responsabilidad de los Estados europeos.

Foto: Colectivo Ayllu

Hay mucha investigaciones sobre la violencia que albergan los museos…

Sí, mira, revisando a gente de la diáspora que quizás  también vive con esta furia ante el robo colonial, maquillado como apropiación, leí un texto, “Reclaiming Nefertiti”, de la pensadora afroalemana Fatima El-Tayeb, que me gusta mucho.  Relata el reclamo que había hecho Egipto desde 1925 al Gobierno alemán para recuperar la valiosa escultura. El Gobierno alemán intenta justificar su extracción al decir que la  Nefertiti pertenece al mundo. Cuando Alemania rechazó la solicitud de Egipto por última vez en 2011, el subsecretario de Cultura declaró: “El arte es parte de la herencia humana universal y, dondequiera que esté, debería estar al alcance de tanta gente como sea posible”.

Este es un argumento recurrente de las instituciones, como si el poder concentrado en unas salas de museos europeas fuera de acceso libre y democrático. Con ese fin, es bueno tener miles de cuerpos clasificados, objetos sagrados, y toda nuestra historia negada para nosotras pero disponible como su patrimonio. Consideran los museos como ese espacio de acceso a las culturas del mundo al que cualquiera puede acceder…

Cuando realizamos la exposición “Devuélvannos el Oro” muchos de los diálogos con instituciones patrimoniales, museísticas partían de esta resistencia al reconocer la responsabilidad histórica de España con el colonialismo, el robo y la esclavitud. Y actualmente, solo por mencionar una institución, la colección del Museo de América está formada por más de 25.000 objetos de nuestros territorios. De hecho la negación colonial pasa por considerar que los territorios colonizados fuimos, somos, originariamente colonias, nacimos como territorios virreinales y, por lo tanto, todo, absolutamente todo lo que está en esos territorio le pertenece a España. Que el Museo de América, con su colección extraída, robada, apropiada de nuestros territorios siga generando plusvalía de nuestra historia, de nuestra memoria, además de doloroso, forma parte de la estrategia de la supremacía blanca española de producir sistemáticamente la amnesia colonial como parte del ejercicio de poder.

“Que el Museo de América, con su colección extraída/robada/apropiada de nuestros territorios siga generando plusvalía, forma parte de la estrategia de la supremacía blanca española de producir amnesia colonial”

“Robo colonial”, “Devuélvanos el oro” o “Paguen y reparen” son frases que generan mucha resistencia…

Generalmente las personas blancas nos llaman ofendidas cuando evidenciamos y marcamos el robo, uso y abuso de elementos culturales ajenos a su cultura blanca-europea. También esa discusión es un espacio disputa porque es el everyday donde se activa el dolor de la herida colonial. Una lectura simplista que dan los blanco-europeos cuando decimos “paguen y reparen”, es que entienden esa reparación sólo en clave monetaria y no consideran desde su “racionalidad” los sentidos espirituales, ancestrales y simbólicos que tienen los objetos extraídos -robados -apropiados y que están encerrados en sus instituciones del saqueo colonial. Y estos múltiples sentidos de los objetos apropiados -usados por la supremacía blanca van desde las colecciones que capitalizan los museos españoles, una linda dashiki que lleve un blanco que trajo en unos de sus viajes a África o una hamburguesa de quinua vendida en un bar gentrificador, bandera del green-veggie-capitalism [capitalismo-verde-vegano].

¿Pero por qué aquí en el Estado español cuando hablamos de apropiación cultural es tan difícil que se entienda o empatice con las heridas, o los dolores, que provocan los regímenes (neo) coloniales?

Siento que se activa la fragilidad blanca y un derrame de white tears [lágrimas blancas]. La negación constante del lugar histórico que tiene un cuerpo blanco heredero del robo colonial y beneficiario de éste. Esta negación anula la discusión. Evidentemente soy, somos, señaladas de violentas, sensibles, ofendidas, al marcar la posición de poder de los cuerpos que practican la apropiación cultural. Y esto va en distintas escalas: la negación de los blancos progres de izquierdas que fetichizan-exotizan ritmos caribeños, de Abya Yala y montan su bandita de electrocumbia, trap, para capitalizarlo sin darse cuenta de que eso es uso de su poderío blanco históricamente extractivista y que la exotización también es racismo. Por otra parte, está la negación institucionalizada, hecha política pública.

Negación personal e institucional, pero también esta afirmación: “Soy blanca, qué querés que haga”…

Por eso decía antes que se nos demanda pedagogía y que les digamos qué hacer en vez de tener un compromiso político con la reparación efectiva. A veces nos ven como cuatro locas rabiosas e histéricas denunciando racismo y apropiación colonial. Y sí, tenemos una furia histórica.

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Este artículo apareció originalmente en Pikara Magazine, aquí.

#LasPrestadas: Tragedia y patrimonio cultural

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Por Francisco José Casado Pérez

«Me acostalé costal, y qué manera, digo, de encostalar costales de memoria. Uno nomás encostaliza olvidos, y el recordar que llega, y llega recio».

Max Rojas, El turno del aullante.

La pérdida del patrimonio cultural se expone en un abanico de situaciones, por ejemplo: conflictos accidentales como lo ocurrido el 15 de abril del presente año en Notre Dame, París, Francia a la par del incendio en la mezquita Al-Aqsa[iii], Jerusalén, así como el incendio del Museo Nacional de Brasil, Río de Janeiro, Brasil, el 2 de septiembre de 2018. Conflictos bélicos difundidos en Irak, Siria, Yemen, Afganistán, Ucrania, El Álamo en Estados Unidos o el Puerto de Veracruz, México durante la invasión americana. Conflictos bélicos no difundidos como el caso de Armenia. Conflictos premeditados como la demolición de la Catedral de San Alberto, Immerath, Alemania, la demolición del templo de San Isidro Labrador, Capira, Panamá, la demolición de la Capilla del Santo Cristo, San Pablo del Monte, Tlaxcala, México.

Aristóteles, en su texto Poética, describe la tragedia como “[…] imitación, no de personas, sino de una acción y una vida, y la felicidad y la infelicidad están en acción, y el fin es una acción no una cualidad”.[i] En otras palabras, es la representación de un evento que deja un mensaje, una marca de fuego en la mente y el espíritu de quien escribe, quien relata, representa, pero sobre todo de quien la aprecia, ¿pero de qué sirve en la actualidad?, ¿sigue siendo presente? Sí, porque la tragedia se extiende en múltiples escalas y direcciones, más prolíficamente en algunas situaciones que otras.

La tragedia contemporánea se hace presente a través de una de las visiones más prácticas y sumarias: la pérdida del patrimonio cultural, efecto inherente para la constitución de la civilización a través de la historia en todas las latitudes habitadas por la humanidad, pero que en años recientes ha resonado con mayor fuerza al interior del pasado inmediato gracias a la difusión masiva: la tecnología y la sistematización global, propiciando así una sensible extrañeza emotiva[ii] en la memoria de la población en general. Desde la creación de la Organización de las Naciones para la Educación, la Ciencia y la Cultura (por sus siglas en inglés UNESCO) en 1945 –poco después de ser oficialmente finalizada la Segunda Guerra Mundial– el vínculo global visibilizó el hecho de que la pérdida de los referentes materiales de la cultura representa un atentado a la memoria e identidad de la sociedad que le habita en primer término y, en segundo término, de la población mundial en general.

La pérdida del patrimonio cultural se expone en un abanico de situaciones, por ejemplo: conflictos accidentales como lo ocurrido el 15 de abril del presente año en Notre Dame, París, Francia a la par del incendio en la mezquita Al-Aqsa[iii], Jerusalén, así como el incendio del Museo Nacional de Brasil, Río de Janeiro, Brasil, el 2 de septiembre de 2018. Conflictos bélicos difundidos en Irak, Siria, Yemen, Afganistán, Ucrania, El Álamo en Estados Unidos o el Puerto de Veracruz, México durante la invasión americana. Conflictos bélicos no difundidos como el caso de Armenia. Conflictos premeditados como la demolición de la Catedral de San Alberto, Immerath, Alemania, la demolición del templo de San Isidro Labrador, Capira, Panamá, la demolición de la Capilla del Santo Cristo, San Pablo del Monte, Tlaxcala, México. Otros tipos de patrimonio cultural como el natural (Manglar Tajamar, Quintana Roo, México; la continua deforestación del Amazonas, los efectos de la radiación nuclear en Chernóbil, Rusia y Fukushima, Japón; la extinción de especies animales), no olvidemos también lo inmaterial entre la pérdida de lenguas originarias, técnicas y manufacturas (textil, arquitectura, culinaria, médica…) y un largo etcétera que englobe toda tipología en la interminable lista no sólo referente al pasado inmediato, sino también al más lejano.

Todas sin excepción alguna son tragedias; sin embargo, al retomar a Aristóteles emerge el problema crítico: “Así pues [los personajes], no actúan para imitar caracteres, sino que revisten los caracteres a causa de las acciones. De suerte que los hechos y la fábula son el fin de la tragedia, y el fin es lo principal en todo”.[iv] La reciente situación en Río de Janeiro, Jerusalén y París ha despertado choques de opinión sobre las relevancias simbólicas percibidas por las personas (propias y ajenas) a estos casos debido a la mención de hechos ocurridos dentro del pasado lejano traídos al presente (inserte aquí la visión de Piotr Kropotkin), circunstancias políticas con especial atención a los términos económicos, así como también las políticas planteadas por otras situaciones que también apremian atención: el calentamiento global, la contaminación y nuevamente un largo etcétera que englobe toda temática del sistema neoliberal o postneoliberal, como guste llamársele; el principio fue la visión globalizadora que en su momento planteó la igualdad humana.

A lo mencionado cabría contrastarle con la visión de Gabriel Marcel: “identidad no quiere decir unidad; o más bien, suponiendo que en efecto se estuviera produciendo una unificación, se trataría de una unificación por reducción, por pérdida de diferencias que, al principio, conferían a esos seres su singularidad, su valor”.[v] En otras palabras, decretar la unidad, la semejanza entre los individuos no va con razón de la réplica, de la producción masiva, sino de una equidad en razón de las particularidades y características en cada grupo alrededor del mundo. Motivo previsto en la proclamación de UNESCO con la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial (1972) al hacerlo con pleno el respeto de la soberanía de los Estados parte, sin perjudicar los derechos reales de su legislación sobre el tema[vi] de patrimonio, con énfasis en los bienes declarados patrimonio de la humanidad. Esto dicta que tanto el Estado afectado, como la comunidad internacional propiciarán la posibilidad de protección, pero muchos de los efectos mencionados son poco factibles de ejercer debido a un sinfín de circunstancias, especialmente, lo referido por Raymond Williams[vii]:

En una sociedad como un todo, y en todas sus actividades particulares, la tradición cultural puede ser vista como una continua selección y re-selección de ancestros. Líneas particulares serán dibujadas, por tanto tiempo como un siglo y de pronto, con alguna nueva fase en crecimiento, tal línea será debilitada o cancelada donde se dibujarán nuevas líneas.[viii]

Es inminente hecho de que la humanidad cambia sus valores así como los elementos donde radican etéreamente para la percepción de la sociedad actual, sucede en cada momento; sin embargo, ¿qué sucede al preguntarse sobra las próximas generaciones?, ¿cómo esperamos trascender nuestro propio presente? El discurso de proyección a largo plazo parece siempre estar tambaleándose como si estuvieran dando pasos en la arena. Debemos tomar una decisión, siendo no solo porque Aristóteles cierre con ello en su intervención sobre la tragedia:

Carácter es aquello que manifiesta la decisión, es decir, qué cosas, en las situaciones en que no está claro, uno prefiere o evita; o por eso no tienen carácter los razonamiento en que no hay absolutamente nada que prefiera o evite el que habla. Hay pensamiento, en cambio, en los que demuestran que algo es o no es, o en general manifiestan algo.[ix]

Lo mencionado por Williams, Marcel y Aristóteles se engloban en ver que la tragedia es un hecho propio de la vida, así como de la dialéctica[x]. Todo objeto o situación está sujeto de sufrir cambios propios o ajenos, hechos que serán –y deben– ser discutidos porque la división de opiniones funciona durante la zozobra[xi], se hace una cierta catarsis; no obstante, en otros casos parece repetirse el escenario donde a lo lejos, como un espejismo, nos espera la tan ansiada síntesis, dejando que la trascendencia, el mensaje de la tragedia, se mitifique y disuelva entre historias sin poder lograr actuar y en el caso del patrimonio cultural ocurre en todas sus expresiones: tangible e intangible, propio, local, municipal, estatal, nacional y mundial, principalmente, porque no se logra una profunda identificación con este.

En el caso del patrimonio edificado, la forma de construcción supedita la percepción de los valores en la materialidad, por lo que la actual factibilidad de intervención de la tragedia se ciñe a la magnitud del trabajo, tiempo y sobre todo: el presupuesto, ahí se encuentra el pero más crítico del asunto porque lo estético pasa a un segundo lugar debido a que cada restauración, conservación y reconstrucción busca lograr que el objeto se aprecie lo más próximo a lo original, pero ante la falta de artesanos que guíen el proceso se abre la posibilidad de integrar nuevos sistemas que puedan acoplarse, obviamente, respetando la integridad de este. Es la búsqueda de mantenerlo presente tal como ha sido heredado por distintas generaciones, propias o ajenas al sitio del objeto y de este su autenticidad es una característica muy difícil de desdibujar; ¿la pérdida de una extremidad limita la definición del ser de una persona, de quién es, o si cambia de camisa o de corte de cabello? No, la autenticidad es una imagen y concepto que se construye a través del tiempo, se arraiga en la memoria a partir de su forma y función, pero aunque tampoco esté exenta de cambiar también con el tiempo, con el olvido: el consenso entre lo exacto y lo práctico va sobre dicha pauta.

En consecuencia, las actividades de restauración que se avecinan, no intentan decir que será una nueva Notre Dame, un nuevo templo o convento afectado por el s192017, un nuevo Museo de Mosul, Palmira, Hatra; un nuevo Museo Nacional de Brasil, sino que siguen siendo los mismos que la humanidad habrá de recuperar de la catástrofe. Continúan presentes o ausentes brindándole a la memoria elementos para contar la historia desde distintos bandos: nuestro vínculo con las cicatrices del patrimonio sucede a modo del propio reflejo de la humanidad, de sus logros y de sus lapsos oscuros. No obstante, habría de agregar que las próximas intervenciones –y queda en responsabilidad de todos exigirlas– deberán contar y considerar las vicisitudes consideradas sobre los riesgos y las previsiones necesarias para prolongar su presencia con el fin de que la apropiación social llegue a niveles de consciencia en todos los estratos posibles: pertenecemos de una u otra forma a unos y a otros, hoy y en el futuro.

Sobre la memoria, el poeta Max Rojas considera uno de sus atributos más crudos: Uno nomás encostaliza olvidos, / y el recordar que llega, y llega recio. El recordar las marcas de fuego que dejó una tragedia es un encuentro drástico, determinante hasta cierto grado ¿Hacia dónde nos dirigiremos desde ahora?, ¿quiénes seremos después de lo ocurrido? Son algunas de las vertientes que se asoman en la oscuridad, letreros que en ningún instante deberán de considerarse como fatalidades, sino pasos en el proceso de duelo: ciclo que debe recorrerse, aunque en ocasiones parece nos rehusamos enfrentar; sin embargo, en los últimos años, poco a poco la paulatina infiltración de la consciencia humanista en distintos rubros se ha hecho notoria debido a que la percepción del presente, el pasado y el futuro se va haciendo cada vez más amplia con nuevas y viejas dudas por resolver, entre las cuales, la tragedia del patrimonio cultural puede arrojar luz porque no implica exclusivamente una discusión de medios y formas de valores subjetivos, invita a la búsqueda de abrazar la tragedia humana, aceptar la imperfección de su esencia para alcanzar la cumbre, establecerse y prepararse para la eventual decadencia en un ciclo que se ha venido repitiendo en la naturaleza, de igual modo en la humanidad al darse cuenta de su propia humanidad.

Foto: Philippe Wojazer, RFI/Reuters, 2019

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Fuentes consultadas

ARISTÓTELES, Aristóteles II: Física – Acerca del alma – Poética. Madrid, España: RBA COLECCIONABLES, S.A. 2014.

ROJAS, Max, El turno del aullante y otros poemas. México: Trilce ediciones. 1997.

MARCEL, Gabriel. Los hombres contra lo humano. España: Caparrós Editores, S.L. 2001.

WILLIAMS, Raymond, The long revolution. Great Britain: Pelican Books. 1965.


[i] Aristóteles, 2014: 403.

[ii] Williams (1965: 80) menciona que en análisis de la cultura se parte de dos conceptos concretos, el “carácter social” y la “estructura emotiva”, siendo la primera asumida por la conciencia de clase de los individuos y la segunda por “…el grupo productivo dominante. Sin embargo, en este nivel, se diferencia de cualquier personaje social distinguible porque este, debe lidiar no solo con las ideas públicas sino con sus omisiones y consecuencias, como han sido vividas”. Traducción del autor. “[…] the structure of feeling corresponds to the dominant social character, but it is also an expression of the interaction described. Again, howevcr, the structure of feeling is not uniform throughout the society; it is primarily evident in the dominant productive group. At this level, however, it is different from any of the distinguishable social characters, for it has to deal not only with the public ideals but with their omissions and consequences, as lived”.

[iii] Nodo crítico de los embates islámicos y judíos por compartir su periferia con el Muro de las Lamentaciones.

[iv] Aristóteles, 2014: 404.

[v] Marcel, 2001: 127.

[vi] Artículo 6, apartados 1 y 2 de la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial,UNESCO.Fuente: https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000114044_spa.page=139

[vii] 1921-1988. Intelectual galés miembro del Círculo de Birmingham donde se enfocó a desarrollar un marxismo de la subjetividad en el desarrollo de una historia cultural.

[viii] Williams, 1965: 69. Traducción del autor. “In a society as a whole, and in all its particular activities, the cultural tradition can be seen as a continual selection and re-selection of ancestors. Particular lines will be drawn, often for as long as a century, and the suddently with some new stage in growth this will be cancelled or weakened, and new lines drawn”.

[ix] Aristóteles, 2014: 404.

[x] Teoría y técnica de discusión, diálogo y ordenamiento de ideas, compuesta por dos elementos contrarios: tesis y antítesis, de cuya confrontación se obtiene la resolución del tema: síntesis.

[xi] Sensación de desorientación, desesperanza.

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Fuente: Centro Mexicano de Análisis de la Política Internacional (CEMAPI) / link aquí

#LasPrestadas: El INAH en su 80 aniversario: contradicciones e injusticia laboral

Por Roberto E. Galindo Domínguez

El 80 aniversario 80 del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) celebrado este mes de febrero ha sido opacado –a pesar de los elogios y exaltaciones que del Instituto ha hecho su director, el antropólogo Diego Prieto– debido a las protestas de diversos sectores de sus trabajadores, principalmente el de los eventuales. La realidad de la vida interna del INAH se ha visto expuesta por los recientes conflictos laborales que se han suscitado como consecuencia del recorte de personal promovido y avalado por la dirección del Instituto, que tiene que ver con la limpia que en muchas dependencias gubernamentales está haciendo la nueva administración federal morenista.

pastel inah

Los despidos de los trabajadores del INAH no deben tomarse a la ligera. Se debe analizar la pertinencia laboral de los contratados antes de realizar cualquier destitución o simplemente antes de no renovar la contratación de los trabajadores. Y es aquí donde radica el mayor problema laboral de miles de empleados en el INAH, pues desde hace decenios el Instituto se ha servido de la mano de obra de pasantes y licenciados de las diversas áreas pertinentes a la antropología y la historia, sin el mínimo respeto por los derechos laborales de los mismos; esto en las áreas académica y de investigación, pues en el área administrativa el panorama es otro, aunque también hay trabajadores temporales.

En este sentido, en la página del INAH se establece que la institución cuenta con una secretaría técnica, siete coordinaciones nacionales y 31 centros estatales; instancias de investigación responsables de 110 mil monumentos históricos, 29 mil zonas arqueológicas registradas de las cuales sólo 181 están abiertas al público, más de 120 museos de diferentes categorías –aunque Diego Prieto ha declarado que son 192 zonas arqueológicas abiertas y más de 160 museos–, así como bibliotecas y fototecas. Además, la institución realiza trabajo antropológico en diversas comunidades. Es evidente que el INAH requiere para la investigación, conservación y difusión de lo mencionado una gran cantidad de investigadores, aunque sólo cuenta con entre 800 y 900, incluidos los profesores de las tres escuelas del Instituto. En su conjunto, el personal mencionado es insuficiente para las actividades de investigación y académicas requeridas; por eso es que durante décadas se ha contratado a personal eventual, aunque siempre se ha negado la necesidad que se tiene de este, pretexto que usa el INAH para no reconocer los derechos laborales de estos trabajadores.

Esta situación es bien retratada en los pasillos de la institución cuando investigadores eventuales o recién egresados de la universidad buscan una plaza de investigación, que en primer instancia se abre a concurso porque un vetusto y encumbrado científico, después de decenios de ardua labor se ha retirado y por esa causa se abrió la plaza, misma que detenta unos estándares académicos altísimos debido a la longevidad estudiosa del que la ha abandonado. Dicen en el INAH que “una plaza se abre a concurso cada que muere un investigador”, y esa es una expresión que refleja la realidad laboral del instituto: no hay una apertura de plazas de investigación desde hace décadas, salvo contadas excepciones, ya que la mayoría se reciclan como se ha señalado.

El 5 de febrero pasado, en entrevista con Carmen Aristegui, Diego Prieto dijo que hasta antes de los recortes laboraban en el INAH 6 mil 500 trabajadores, de los cuales 5 mil son de base y 1 mil 500 contratados de manera eventual. Desafortunadamente de esos 1 mil 500 un .08 por ciento ya no fue recontratado debido a los recortes mencionados. Cabe señalar que de los 5 mil de base la mayoría son administrativos, técnicos, manuales y de servicios; pues como ya mencioné, los investigadores, en el mejor de los casos, son 900.

Es injustificable que una institución cuyos propósitos fundamentales son la investigación y la enseñanza académica, tenga una plantilla de administrativos tan superior a la de los investigadores y profesores. Esa es una de las grandes contradicciones del INAH, que deriva de una mala planeación y de una burocracia acendrada en sus formas de perpetuación; burocracia administrativa que desde hace décadas tiene el control del Instituto.

La otra gran contradicción del INAH tiene que ver con los trabajadores eventuales, los contratados por cortos periodos en una estrategia “de esclavitud laboral”, misma que se emplea para evitar su basificación. Esos trabajadores son llamados “los indocumentados” y, aunque parezca absurdo, son casi el doble de los investigadores con base. Con la contratación eventual el INAH evade las mínimas obligaciones laborales que marca el Artículo 123 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, la Ley Federal del Trabajo y las Condiciones Generales de Trabajo del mismo Instituto (aunque Diego Prieto asegura que actualmente todos los eventuales reciben servicio médico). Situación que debió ser regulada en los meses recientes, pues se tiene noticia de que hace poco algunos investigadores sólo firmaban una nómina en proyectos en los que sólo interviene el INAH. Además de que en general los investigadores que reciben servicio médico son aquellos que laboran para terceros que mantienen convenios con el INAH; por ejemplo la Comisión Federal de Electricidad (CFE), Petróleos Mexicanos (Pemex) o las compañías constructoras involucradas en la edificación de ductos, carreteras y tendido de líneas eléctricas e infraestructura de otra índole, esto en el caso de los arqueólogos de salvamento; y son esos terceros los que dan el servicio médico.

Ojalá que todos los eventuales de cualquier área del INAH, los que sobrevivieron al recorte, reciban el servicio médico que Diego Prieto asevera que el instituto les facilita.

Es una burla que el INAH, la entidad encargada de la preservación de la memoria histórica y arqueológica, así como del estudio antropológico de la sociedad –todas materias de las que el hombre es la parte fundamental–, sea una de las instituciones que más socava los derechos laborales del trabajador; de ese “indocumentado” sin prestaciones, que además es contratado a capricho del director de un proyecto; de ese hombre que es sustituido o cesado, sin mayor mediación, después de años de labor; de esa mujer que accidentada debido a la negligencia de su jefa, debió abandonar la práctica de su profesión sin la indemnización adecuada; de ese joven investigador que ya no es contratado porque un aviador planea de lejos la oficina, el archivo o la fototeca, porque el subdirector le debe un favor.

La administración federal tiene que reflexionar sobre los despidos de los trabajadores del INAH, pero sobre todo acerca de la situación laboral del Instituto y, en conjunto con el director del mismo, así como con los trabajadores, revisar los tipos de contratación que se celebran, sobre todo de los investigadores. Las autoridades deben revertir las injustas situaciones laborales que prevalecen en el INAH, ya que es una dependencia gubernamental y sus trabajadores son responsabilidad del Estado mexicano; y éste debe ser garante de los derechos individuales y colectivos de esos trabajadores, que mantienen a una institución que investiga y protege el devenir social en sus múltiples manifestaciones culturales, pero que también carcome la integridad de su componente humano.

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Roberto Galindo: Maestro en apreciación y creación literaria; literato; arqueólogo; diseñador gráfico. Cursa el doctorado de novela en Casa Lamm. Miembro del taller literario La Serpiente.

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Fuente: contralínea.com.mx (consultar nota original aquí)