DE LA CASA #138: TESTIFEROS Y AHUAQUES, GUARDIANES DEL AGUA EN LA SIERRA DE TEXCOCO / IKGC.

Por Ivan Kevin Gil Cruz

El territorio serrano de Texcoco está compuesto por las comunidades de San Jerónimo Amanalco, Santa María Tecuanulco, Santa Catarina del Monte y San Pablo Ixayoc. Además de los cerros Tlaloc, Tlamacas y Tezcutzingo, donde abundan los arroyos y manantiales que suministran de agua potable a los pobladores de Texcoco, Tepetlaoxtoc y San Miguel Tlaixpan.

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En la sierra existe un mundo extrasensorial, que algunas veces puede ser difícil de comprender, entender y aprender por la mayoría de los investigadores sociales, pero, hay personas que viven de forma cotidiana experiencias mágicas como atraer a las nubes, para otorgar lluvia en la tierra y de esta manera tener campos de cultivo abundantes y prósperos en la época de cosecha.

De acuerdo con las fuentes los Testiferos son humanos que nacieron con dones, para sanar o en algunos casos, para dañar. Son expertos ritualistas, que dedican parte de su vida a intermediar entre el mundo de los Ahuaques y el de los humanos, para aliviar enfermedades y propiciar una temporada de cultivo prospera. Resulta interesante como, a partir de un ritual de ofrendas con flores, semillas, licor, velas, humo de tabaco y oración estas personas tienen el poder de hacer llover e incluso de evitar cualquier tipo de tempestad en los cultivos, por ejemplo, que caigan heladas o granizadas.

Ahora bien, los seres llamados Ahuaques habitan en las fuentes de agua de la sierra y de acuerdo al trabajo etnográfico realizado por David Lorente (1996), pueden enfermar de locura hasta la muerte, a quienes no respetan los arroyos, manantiales y en general al medio ambiente son de aspecto pequeño, suelen tener género, jerarquía social e incluso religión. Bajo estas circunstancias los Testiferos tienen la cura, para sanar la locura que producen los guardianes de la sierra texcocana, mediante rituales de ofrenda en las fuentes de agua, (manantiales, arroyos, ojos de agua, etc.) recuperan la salud del convaleciente. Pero no todo sucede así de sencillo atrévanse a descubrir el mundo mágico de los Testiferos y Ahuaques en la sierra de Texcoco.

De acuerdo, con las narraciones (David Lorente, 1996) en San Jerónimo Amanalco los Ahuaques tienen una personalidad traviesa, burlona e inclusive ambiciosa ya que son capaces de apropiarse del alma de aquellos humanos irrespetuosos del medio ambiente. Estos seres, que para la mayoría de nosotros no son visibles tienen la función principal de proteger, resguardar, cuidar y preservar las fuentes de agua (manantiales, arroyos, ojos de agua, etc.), en los cerros y/o las montañas.

Sin embargo, la apropiación del alma también se puede dar por motivos egoístas de los Ahuaques, porque de acuerdo con las narraciones de Don Cruz había una mujer de aproximadamente 35 años, que solía lavar su cabello en el río de San Jerónimo Amanalco, varios meses después esta mujer comenzó a realizar actos inconscientes como desnudarse en público, deambular por el bosque de noche y sola, conversar o discutir con el aire, etc.

Don Cruz nos comenta, que los Ahuaques le robaron su alma, para convertirla en la reina de su territorio algo sumamente interesante, porque estamos en presencia de una sociedad que tiene una jerarquía social establecida. Lamentablemente la familia de la joven no pidió auxilio de un Testifero y la mujer falleció al año siguiente con un dictamen clínico que señalaba un derrame cerebral.

¿Quiénes son los Testiferos? Son hombres o mujeres que nacieron con los poderes de controlar el clima, pero, también se pueden comunicar con los Ahuaques, con el fin de reincorporar el alma, de esta manera la persona afectada solicita la ayuda del Testifero llevándole una ofrenda o pago, que puede ser dinero, algún animal (borrego, puerco, guajolote, gallina, gallo, cabra y/o caballo), costales de semillas, maíz, frijol, calabaza, alverjón, etc. o alguna cosa de valor. Así el especialista meteorológico se dirige, a la fuente de agua donde se cometió la ofensa, para recuperar el alma por medio de un ritual.

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El Testifero y la persona sin alma se presentan ante los Ahuaques con ofrendas de flores (endémicas de la región), semillas (maíz, frijol, cacao, etc.), 3 velas o veladoras, humo de tabaco, la imagen del Ángel San Miguel, platos, vasos y ollas de juguete con dulces que pueden ser amaranto, cocadas, tamarindos, etc. se lleva licor (pulque o mezcal), ramas de pirul, huevos de gallina y al despojado de su alma arrepentido.

Todos los elementos se ofrendan por el Testifero entre rezos, oraciones y cantos en lengua náhuatl hacia los Ahuaques procurando seguir un orden que solo el sabio del tiempo conoce. La persona sin alma debe rogar el perdón a los Ahuaques cuando el Testifero se lo indique, de esta manera la negociación del alma implica varios elementos:

1) El sabio del tiempo o Testifero ofrenda: flores, semillas, fuego, licor, dulces y tabaco a los Ahuaques en los espacios sagrados donde habitan (de preferencia donde la persona perdió el alma).

2) La persona sin alma arrepentida y de corazón les ruega el perdón a estos duendes del bosque mientras el Testifero le realiza una limpia a su campo energético.

3) Cuando se termina el ritual de sanación se lleva a la persona ya con alma al hogar, para que allí retome fuerzas, para continuar con su vida.

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De esta manera, el Testifero recupera el alma de los afectados, sin embargo, los tiempos cambian y en pleno 2019 es muy difícil conocer personas que posean este tipo de habilidades. Estamos viviendo una época donde el pensamiento occidental arrasa con la cosmovisión de los guardianes de la sierra de Texcoco.

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Bibliografía:

Broda, Johana. Ritos mexicas en los cerros de la cuenca: los sacrificios de niños, en Joanna Broda y Arturo Montero (coords.). La montaña en el paisaje ritual. INAH-CONACULTA. México pp. 295-317, 2001.

Lorente y Fernández, David. La Razzia Cósmica una concepción nahua sobre el clima del agua y graniceros en la sierra de Texcoco, editorial Publicaciones de la Casa Chata, CIESAS y Universidad Iberoamericana. Impreso en México, 2011.

López Austin, Alfredo. Cuerpo humano e ideología. Las concepciones de los antiguos nahuas, UNAM/IIA, 2 vols. México, 1996.

Palerm, Ángel y Erick Wolf. Agricultura y civilización en Mesoamérica, SEP Setentas. México, 1972.

Vigliani, Silvina y Roberto Junco. Bajo el volcán. Vida ritual en torno el Nevado de Toluca. INAH. México, 2013.

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Sobre el autor: (Texcoco de Mora, Edo. Méx. – 1993) Arqueólogo por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), con experiencia profesional en: Excavación en Teotihuacán, realizada por el arqueólogo Rubén Cabrera, en 2014. Reconocimiento de superficies en Copalita, Huatulco, Oaxaca por el arqueólogo Raúl Matadamas, en el año 2015. Excavación en Tezontepec, Hidalgo, por el arqueólogo Eduardo Ambrosio, en 2016. Excavación en el Templo Mayor, a cargo del doctor Leonardo López Luján, en el año 2017. Es asesor de viajes y guía turístico, en la Agencia: Ollin Machtia, desde el año 2018. Contacto: nahui.ollin2018@gmail.com

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Fotografías: Monte Tláloc. Autor: Ivan Kevin Gil Cruz

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#LasPrestadas: Tláloc no quiere a los arqueólogos.

Por: Pablo Ferri

Roberto Junco recuerda aquella vez en que la comisión de pueblos indígenas del Estado de México acusó a su equipo de “romper el orden cósmico”. Era el año 2009. La subdivisión de arqueología subacuática del Instituto Nacional de Antropología e Historia, el INAH, buscaba restos de rituales prehispánicos en una de las lagunas del Nevado de Toluca. Roberto y sus buzos rastrearon las aguas y encontraron, entre otras piezas, un cetro de madera. Se lo llevaron. Más tarde sabrían que databa del año 1200 o 1300. “Era un cosa rarísima, muy valiosa”, dice Junco. Los arqueólogos lo catalogaron y meses más tarde se enteraron de la afrenta: no habían pedido permiso a la montaña.

“La comisión indígena nos convocó a una reunión con mis jefes para solucionar el asunto”, cuenta Junco. Fueron, claro. El Nevado de Toluca, un volcán inactivo a dos horas de la Ciudad de México, es un lugar sagrado para los pueblos que lo rodean. Las lagunas que hay dentro del cráter también lo son. Desde entonces los científicos suelen rendir pleitesía a los dioses antes de empezar cualquier trabajo.

Hace unos días, Junco y un grupo de arqueólogos viajaron a otro volcán, el Iztaccíhuatl, para recuperar restos de ofrendas de hace más de mil años. A las 5 de la mañana del jueves 3 de noviembre, Iris Hernández, encargada de la expedición, coordinaba los últimos preparativos antes de salir. Los bultos en las camionetas, los puntos de encuentro, claros.

El equipo iniciaba así la primera gira en 30 años a un enclave especial, los llanos y la laguna de Nahualac, desde donde se ve con todo detalle la cima del Iztaccíhuatl cubierta de nieve y también, algo más lejos, entre los árboles, el cráter de su amante, el Popocatépetl.

Iris Hernández explica que el interés de la expedición es “entender el significado ritual de ambos sitios –los llanos y la laguna–, la temporalidad –en qué momento se usó–, por quiénes y con qué fin”. De entrada, añade, “hay mucha diferencia entre el llano y la laguna”. El llano es un espacio abierto, de cara al volcán. Antiguamente desde ahí se veían los dos volcanes. Por eso asumen que era un lugar idóneo para las ofrendas. Los árboles que han crecido desde entonces dificultan la visión del Popo.

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El caso de la laguna parece más complejo y a la vez, excitante. Nahualac, vocablo náhuatl, significa “el arroyo de los nahuales”. O manantial. Stanislaw Iwanizsewski, veterano arqueólogo polaco, explica que los nahuales son “entidades anímicas”, como duendes traviesos que campan a su antojo por el volcán. Dentro de la laguna quedan los restos de una estructura prehispánica, como las paredes derruidas de un cuarto de diez metros de lado. Alrededor de la estructura, los investigadores ya conocían la existencia de nueve montículos de piedra. Pero, ¿qué tipo de estructura fue? ¿Para qué servía?

Iwanizsewski piensa que era el templo que un chamán había consagrado a la montaña, a una de las entidades “anímicas” que la habitan, una importante. El polaco se decanta por Tláloc, una de las deidades con mayor presencia en la cosmovisión de los pueblos mesoamericanos, el dios de la lluvia. De hecho, dice el experto, “si alargamos el templo de Nahualac hacia el poniente muestra la puesta de sol el 3 de mayo sobre el volcán”. La fecha es representativa pues simboliza el inicio de la temporada de lluvias. Iwanizsewski dice incluso que los antiguos pudieron pensar que la laguna era la puerta de entrada al mítico Tlalocán, el país de Tlaloc. “Hay un códice”, cuenta, “que menciona que Tlalocán está ubicado en el mismo cielo que Metztli, La luna. Y todo se refleja muy bonito en el estanque cuando sale La Luna”.

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La mitología de los pueblos mesoamericanos comprendía la existencia de 13 cielos y nueve infiernos. La Tierra separa unos de otros. En el supramundo, cada cielo es la casa de una entidad: La Luna, el Sol, las estrellas. Es en el primero donde coinciden Tláloc y el astro terrestre.

Los montículos representarían elementos del paisaje –otras montañas– o, quizá, entidades anímicas menores: nahuales. Imaginar rituales chamánicos de hace mil años es una cuestión de fé. ¿En qué pensaban los presentes? ¿En grandes dioses y duendes traviesos, en la luna saltando como un conejo por el cielo? Sin duda esos rituales debieron ser en parte terribles. En su Historia de la Indias de Nueva España, fray Diego Durán escribió que en las fiestas que dedicaban a la señora Iztaccíhuatl, vestían elegantemente a dos niños y dos niñas y luego, en la montaña, los sacrificaban.

En todo caso, los vestigios del estanque son únicos. No hay otra igual sobre un espejo de agua en México. ¿Estaremos a las puertas de descubrir la entrada a uno de los míticos cielos mexicas, el cielo de La Luna? ¿El soportal de Tlalocán?

La expedición paró en Amecameca, un pueblo cercano al volcán en el Estado de México. Iris quería pedir apoyo a la policía estatal. Por lo que cuenta la gente de la zona, la montaña se ha vuelto tan insegura como las calles del pueblo. Ha habido asaltos, violaciones y robos de todo tipo. Entre 20 y 30 arqueólogos acamparían a 4.000 metros durante diez días. Policías armados de fusiles asegurarían su estancia.

La segunda y última parada antes de llegar a Nahualac fue el pueblo de San Rafael, hogar de graniceros y tiemperos. Los chamanes más prestigiosos de la región tienen ahí su casa. Para evitar problemas con el orden cósmico, la expedición prepararía una ofrenda gigantesca a la orilla de la laguna antes de empezar a trabajar.

No deja de ser curioso que un grupo de los científicos, académicos y estudiosos más preparados de México inicien sus trabajos pidiendo permiso a Dios y a los volcanes. Ricardo Cabrera, antropólogo físico, opina que los científicos en México son así, “abonados al pensamiento científico y al mágico”. Roberto Junco añade que “siempre tienes que pedir algo, que no haya accidentes”. Salvador Estrada, de la Subdirección Arqueología Subacuática del INAH, decía que es “por respeto a la gente” e Iris parece de acuerdo: “este lugar tiene ánima, la gente venía por algún motivo y estamos sacando algo que la gente quería que se quedara acá”. Iwanizsewski concluye que “estos rituales les sirven a los pobladores para mostrar cariño y respeto por estos lugares”.

La camioneta de los graniceros se incorporó a la expedición del INAH camino a la montaña. Les acompañaba Margarita Loera, veterana historiadora del instituto de antropología. Loera es experta en este tipo de rituales. Gran conocedora de la vida y la obra de Sor Juan Inés De la Cruz, la historiadora explica el proceso por el que los graniceros deciden el contenido de la ofrenda. “Ellos tienen sueños y depende de lo que sueñen, deciden. Esta vez el maestro pidió miel. Es normal por esta época, después de las lluvias. La miel es el agua de estos días”.

La caravana de vehículos tardó dos horas en subir la falda del volcán. Además del material de la expedición, las camionetas cargaban ahora con el contenido de la ofrenda: decenas de litros de miel, kilos de cempasúchil naranja y amarillo, terciopelos morados, mole con pollo, frutas, mezcal, pulque… Todo un homenaje gastronómico que acabaría bajo tierra días después.

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Para iniciarte como granicero tiene que caerte un rayo encima. O si no, llevarlo en la sangre, “tener linaje”, como dice Margarita Loera. Al maestro Gerardo le cayeron dos rayos. No encima, justo al lado. Además, tenía linaje. Gerardo fue el encargado de dirigir la ofrenda en Nahualac.

El ritual empezó a las cuatro de la tarde. Gerardo intercedió por los investigadores ante Dios, la virgen, la señora Iztaccíhuatl y el señor Popocatépetl. Todos rezaron un padre nuestro. Gerardo, sus ayudantes y los arqueólogos instalaron la ofrenda junto a la laguna. Luego la bendijeron con un cáliz lleno de copal ardiendo. Los arqueólogos la dejarían junto a la laguna hasta que concluyeran sus trabajos. Luego la enterrarían.

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A eso de las cinco bajaron todos, los trabajos empezarían al día siguiente. Luego empezó a llover y lo hizo durante horas. Parecía que la ofrenda no había generado los efectos deseados: Tláloc mandó un diluvió que obligó a Gerardo a hacer otra ofrenda cuando él y los suyos volvieron a San Rafael.

El día siguiente amaneció soleado. Los arqueólogos delimitaron una zanja para empezar a cavar y trabajaron hasta la hora de comer. La lluvia amenazaba de nuevo. Esa semana llovió y granizó casi todos los días, algo raro en el inicio de la temporada seca. Además, sufrieron heladas. “Las condiciones fueron muy duras”, contaba Iris Hernández este miércoles, ya desde casa.

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Los arqueólogos resistieron hasta el 13 de noviembre. El maestro granicero hubo de interceder una tercera vez ante Dios, la virgen y los volcanes. Iris decía el miércoles que aún no ha hablado con él, pero que tiene ganas de hacerlo. Han pasado cosas muy raras en la montaña. “Hubo temas con la ofrenda”, dice, “porque cuando las velas estaban apagadas, llovía y cuando las encendíamos, dejaba de llover”.

En cuanto a la laguna, el misterio continúa. Ha caído tanta agua este año que en noviembre continúa anegada. El próximo abril, antes de que empiecen de nuevo las lluvias, los arqueólogos volverán con un georradar, como el sonar de un barco. Tecnología punta en busca del mítico Tlalocán.

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Fuente: Periódico El País [Consultado el 11 de noviembre del 2016].

DE LA CASA #109: CONCIERTO EN EL MONTE TLÁLOC / ARK.

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Por Juan Reynol Bibiano Tonchez

Este fin de semana se llevó a cabo un concierto de música de viento en la cima del Monte Tláloc, es decir, en la zona arqueológica del mismo nombre, a más de 4150 msnm y una temperatura de seis grados centígrados./ Según el muro del arqueólogo encargado de las investigaciones en el sitio y promotor tanto de este espectáculo y de los anuales ascensos al sitio para observar el efecto visual conocido como «Montaña Fantasma» (pueden ver varias notas al respecto en nuestro blog), el concierto fue organizado «por la directora de Cultura del Ayuntamiento de Texcoco, Azucena Cisneros y el doctor Higinio Martínez, presidente municipal de Texcoco, sirve de marco para festejar los 10 años de haber iniciado los trabajos de exploración y restauración del templo prehispánico dedicado al señor de la lluvia y la tormenta.»//

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Nos llamó la atención un comentario en la publicación original de este video que pregunta: «¿qué sigue, luz y sonido?». La broma de este lector, nos convocó a la reflexión en el álgido contexto en el que se encuentran las zonas arqueológicas y los usos que de ellas hacen los diversos actores dentro y fuera del Instituto.// Las preguntas detonadoras de su participación queridos lectores se nos ocurre pueden ir en el sentido de ¿cuál es la diferencia entre un evento como este y un espectáculo de Luz y Sonido, por ejemplo como el que vimos hace unos días en el Tepozteco?, ¿Hay actores políticos idóneos y otros no para ejecutar propuestas de actividades en las zonas arqueológicas?, ¿son los arqueólogos los depositarios de la autoridad moral para decir qué sí y qué no es correcto hacer al interior y encima las estructuras arqueológicas, sobre todo en el caso de aquellos sitios que no están abiertos oficialmente a la visita pública?… ¿Cuál tendría que ser el papel del INAH en la regulación de estas actividades?, ¿Cómo leemos esto en el marco de la publicación del Reglamento de la Secretaría de Cultura y la lucha que los investigadores «de base» hacen frente a los cambios que se avecinan…?//

¿Qué les provoca este hecho? Nos gustaría saberlo en verdad.// Opinen, de eso se trata.// #MonteTláloc #Patrimonio #Sociedad #Política #Profesión #INAH #semehizofácil… #nadapersonal.// Fotos tomadas sin permiso de aquí.

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DE LA CASA #26: EL SITIO ARQUEOLOGICO MÁS ALTO EN MESOAMÉRICA / GAD.

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Por Gustavo Díaz

La investigación de alta montaña, siempre ha sido una de las más fascinantes y complicadas de realizar dentro de todos los campos de estudio y ramas en las que se divide la arqueología propiamente.

La región de Texcoco en el Estado de México, ha sido desde hace mucho tiempo: un área de estudio de esta disciplina debido a la abundancia de aspectos de carácter prehispánico, su posición geográfica y el tipo de clima que maneja; elementos que han servido no sólo para el asentamiento de las primeras culturas mesoamericanas, sino para la aparición de los primeros pobladores del continente americano hace más de diez mil años.

La arqueología de alta montaña en Texcoco, está encabezada por el arqueólogo del INAH: Víctor Hugo Arribalzaga, el cual, en diferentes temporadas de campo: ha dado constancia material de rituales efectuados en estos sitios por grupos de individuos antes de la llegada de los españoles, elementos que se asocian a un tipo de arquitectura única, un modelo de petro-grabado sobre roca bastante descriptivo y una gran cantidad de ofrendas, campamentos y artesanía que evoca el pensamiento religioso de aquellos tiempos.

En nuestro país, hay un dilema enorme al momento de definir: arqueología de baja, mediana o alta montaña, la definición más común para referirse a la alta montaña tiene que ver con aquella que se realiza a más de 3,900 metros sobre el nivel del mar (msnm), donde los grupos humanos realizaron un tipo de asentamiento o intervinieron en actos que tienen que ver con algún contexto social o enfoque ritual.

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Representación del cerro punta Tláloc. Códice Borbónico, lámina 35.

Referido al sitio: aproximadamente en el año 900-950 d.C. Existió en el valle de México una gran sequía, los grupos toltecas que controlaban la mayor parte de la región subieron a estas montañas para construir adoratorios y dejar diversas ofrendas para pedir lluvia, las fuentes escritas narran que específicamente en el cerro conocido como “Poyahutla”, se realizaba un tipo de idolatría conocida como: “Huey Tozoztli o gran punzada”, (Llamada así porque el sacrificio consistía en sacarse sangre con puntas de maguey y sacrificar niños de manera solemne en honor a su Dios, culminando el rito en la parte baja hacia las orillas del lago de Texcoco con el sacrificio de otra niña justo en el remolino de Pantitlán).

Cuando los grupos chichimecas encabezados por “Xolotl” llegaron al valle de México, estos rituales que se hacían en la montaña “Poyahutla o punta Tlaloc”, se materializaron en Tlalocan y el espacio fue concebido como: “El lugar donde se fraguan las lluvias y las tormentas”, posteriormente se levantó un templo monumental para en la época Mexica, pero no desaparecieron los elementos teotihuacanos originales del lugar como los discos de mosaico que datan del periodo Tlamimilolpa (300-450 d.C.) Y que fueron encontrados en el sitio durante las primeras excavaciones arqueológicas formales hechas en el sitio para 1989 por los arqueólogos Richard Towsend y Alejandro Pastrana.

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Cima: Sitio arqueológico. Punta Tláloc, lado sur.

En 1957 los arqueólogos Charles Wicke y Fernando Horcasitas registraron en su informe la presencia de un fragmento de ídolo situado en el centro del complejo, pero hasta ahora: no se sabe nada sobre la existencia de ese posible monolito, dando cabida a la especulación sobre un posible robo que hasta ahora no ha dado respuesta respecto a su posible responsable.

El sitio al estar en lo más alto de una montaña, fue también concebido como un “Tetzacualco u observatorio astronómico”, esto según datos del investigador Stanislaw Iwaniszewski, el cual, en 1994 definió su estudio topográfico que empezó a realizar en la zona desde 1986, y pudo describir el fenómeno solar que sucede desde esa región sobre las cumbres del Pico de Orizaba y la Malinche entre los días siete y once de febrero que marcaba el arranque del año solar para los mexicas.

Fenómeno solar descrito por: Stanislaw Iwaniszewski

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Mapa de Stanislaw Iwaniszewski

En esta montaña sagrada, se han localizado más de 176 espacios que tienen que ver con algún aspecto prehispánico como: oquedades, pozas, pequeños basamentos y rocas excavadas, pero también se tienen registrados los vestigios de rituales contemporáneos hechos por las poblaciones rurales que habitan la zona conocidos como: “Graniceros”, los cuales, manifiestan su fe y adoración al Dios Tláloc cada tres de mayo mediante una ceremonia ritual que combina elementos ancestrales, con fundamentos propios del catolicismo y que aparecen mencionados como brujos en las notas de Fray Bernardino de Sahagún sobre la historia general de la Nueva España.

Es necesario referir este tema y reiterar el respeto que merecen estas tradiciones en nuestros sitios arqueológicos, pues resulta interesante analizar el aspecto antropológico de la gente para poder comprender el valor que tiene la figura del Dios Tláloc en el sincretismo de cada uno de los habitantes de la región y el mensaje de fervor que se está transmitiendo por sus pobladores de generación en generación.

Grupo de Graniceros, ceremonia tres de mayo. Punta Tláloc.

El cerro conocido como: Punta Tláloc, es el templo ceremonial que está situado a mayor altura sobre el nivel del mar en Mesoamérica y probablemente del mundo, pues otras regiones como: Machu Pichu en Perú; situada a 3,400 msnm. No alcanza los 4,120 msnm que tiene de altura el cerro de Tláloc.

Actualmente, se están haciendo trabajos de restauración en los muros del templo y la calzada principal, se le ha dado mantenimiento al patio central del recinto y también se pudieron rescatar petro-grabados con forma de animales acuáticos o anfibios como: serpientes, tortugas, lagartos y ranas que seguramente fueron parte del arte escultórico que ataviaba la gran fortaleza que rodea este paisaje sagrado.

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Sitio arqueológico punta Tláloc: calzada principal

Se encontró también en la entrada, un croquis de la región que está grabado sobre un soporte de piedra que da una idea de cómo estaba dividido el lugar y algunos fragmentos de almenas que también sirvieron como decorado de la gran muralla que marcaba la frontera con los pueblos tlaxcaltecas.

Referido a este trabajo, la labor no ha sido fácil; el arqueólogo Arribalzaga se ha tenido que valer de un gran equipo de estudiosos, arqueólogos y trabajadores manuales para poder cuidar del sitio y crear caminos adecuados que conduzcan sin tanto problema a él, han establecido un campamento situado a 3,900 msnm y se han sobrepuesto a las diversas circunstancias institucionales y climatológicas para poder realizar una excavación arqueológica precisa en esa parte de la montaña.

Es por ello, que quiero por medio de este texto; felicitar al equipo que trabaja punta Tláloc por su enorme esfuerzo hecho hasta ahora en Texcoco, e invitarlos a que nos mantengan informados tanto a los periodistas como al público en general, sobre los resultados que generen las diversas temporadas de campo subsecuentes en esta región sagrada, pues resulta de mucha valía saber que tenemos este tipo de sitios en nuestro país y que en México sí se hace arqueología de alta montaña con una enorme pasión y calidad.

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Foto. Arqueólogo Víctor Arribalzaga.

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ArKeopatías opera bajo una licencia Creative Commons, Atribución-NoComercial 2.5 México, por lo que agradecemos citar la fuente de este artículo como: Proyecto ArKeopatías./ “Textos de la casa #26″. México 2014. https://arkeopatias.wordpress.com/ en línea (fecha de consulta).

Descifran glifos mayas sobre supuesto «fin del mundo»

Epigrafistas dieron a conocer que el Monumento 6 de Tortuguero, refiere a un evento mítico previsto para el 21 de diciembre de 2012, en el que un antiguo gobernante se vislumbró a futuro

El especialista alemán Sven Gronemeyer hizo una nueva interpretación de las inscripciones de esa estela prehispánica, en la que señala que se marca el fin de una era y el inicio de otra.

Lejos de las versiones de una fecha catastrófica, los jeroglíficos mayas contenidos en el Monumento 6 del sitio de Tortuguero, en Tabasco, aluden a un evento mítico previsto para el  21 de diciembre de 2012, durante el solsticio de invierno, en el que Bahlam Ajaw, un antiguo gobernante de ese lugar, se vislumbra a futuro como el anfitrión de Bolon Yokte’, una deidad que retornaría ese día, cuando se termine una era y comience otra.

Lo anterior fue dado a conocer por epigrafistas mayas quienes efectuaron una nueva lectura de dicho monumento, resguardado en el Museo “Carlos Pellicer Cámara”, que ha llamado la atención mundial en los últimos años, debido a que consigna el fin de una era en la cuenta larga del calendario que usó esa antigua cultura.

Reunidos en Chiapas, donde se desarrolla la VII Mesa Redonda de Palenque, organizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta) y que se efectuará hasta el próximo viernes, los especialistas expusieron los avances en el desciframiento de las inscripciones glíficas del Monumento 6 de Tortuguero.

Al respecto, Sven Gronemeyer, de la Universidad de La Trobe, Australia, dio a conocer que junto con su colega Barbara Macleod, realizó una nueva interpretación del texto esculpido en el siglo VII d.C., y en cuyo panel derecho se registra la citada fecha, que alude a la conclusión de un ciclo de 5,125 años.

En dicho panel, explicó, se hace referencia a esta culminación de 13 baktunes (cada bak’tun se compone de 400 años), periodo en que se completaba un ciclo de creación y comenzaba otro. Asimismo, se menciona que para esa fecha sería investida la deidad Bolon Yokte’, uno de los dioses que participaron en el inicio de la era actual, en 4 Ajaw 8 Kumk’u, que en el calendario juliano correspondería al 13 de agosto de 3114 a.C.

Pero lo más interesante —abundó el epigrafista alemán— es que este hecho está ligado con la propia historia de la antigua ciudad maya de Tortuguero, pues en el Monumento 6 aparece citado el gobernante Bahlam Ajaw (612-679 d.C.), de modo que “la mención del evento futuro de la terminación del décimo tercer bak’tun, sitúa a dicho señor en una narrativa mítico-histórica, conectando el inicio de la era en curso (4 Ajaw 8 Kumk’u), con su reflejo en el futuro”.

La aparición en el texto de Bolon Yokte’ —continuó— indica que “para la elite de Tortuguero era evidente que debía preparar el terreno para el retorno del dios, y el gobernante Bahlam Ajaw sería el anfitrión de su investidura. Esta deidad maya (Bolon Yokte’), vinculada con la creación y la guerra, incluso podía ser personificada por los gobernantes”.

Después de la mención del fin de 13 baktunes, en el Monumento 6 se consigna la fecha 4 Ajaw 3 K’ank’in (21 de diciembre de 2012), como el inicio de la nueva era. Así, el dios Bolon Yokte’ presidiría ese día teniendo como escenario el santuario de Tortuguero, lugar donde alguna vez estuvo colocada dicha estela.

“La aritmética del calendario maya demuestra que la terminación del décimo tercer Bak’tun simplemente es el fin de un periodo y la transición a un ciclo nuevo, aunque esa fecha está cargada con un valor simbólico, como la reflexión sobre el día de la creación”.

“El señor de Tortuguero, Bahlam Ajaw, se muestra como el garante de esa transición temporal, respaldado por sus dioses patrones. En la eternidad del tiempo, la investidura de Bolon Yokte’ para supervisar el fin del décimo tercer Bak’tun es un pequeño paso para un dios, y no necesariamente un gran salto para la humanidad”, advirtió Gronemeyer en su ponencia titulada El fin, no cerca está: el calendario maya y la terminación de 13 Bak’tun según la perspectiva de Tortuguero, Tabasco.

Por su parte, el también epigrafista Erik Velásquez, de la UNAM, al reflexionar sobre el tiempo histórico en las inscripciones mayas, enfatizó que la historia —en el sentido que la entendemos actualmente—, como narración de acontecimientos humanos, fue una preocupación secundaria de los escribas mayas.

Ellos (los escribas) enfatizaban los actos rituales sobre cualquier otro aspecto de la vida de la nobleza, de manera que al estudiar las inscripciones pueden hallarse relaciones complejas entre el tiempo, las esculturas y los edificios.

Recordó que en el Monumento 6 de Tortuguero, el momento culminante está marcado con el momento en que se hizo un ritual de dedicación del edificio que contuvo esta inscripción, en 669 d.C. El texto coloca este suceso con relación a la consagración de un baño de vapor, ocurrida más de siglo y medio antes, así como con la terminación de 13 baktunes que tendría lugar en 2012.

“En la antigua concepción maya, el tiempo se construyó igual que las esculturas y los edificios que las contenían, los periodos tenían conciencia, voluntad, personalidad y se comportaban como humanos”, concluyó.

Fuente: INAH Noticias