Por Luis Ángel Hernández Libreros y Daini Delgado Arias
Introducción
El juego de pelota ha sido una temática de mucho interés en el área mesoamericana, que los investigadores han abordado y explicado, denotando distintas matices de una tradición milenaria que responde a las diferentes regiones y temporalidades del México antiguo. El presente trabajo es un análisis general sobre los testimonios arqueológicos del juego en la región Centro Norte de Veracruz, área cultural que desde el primer milenio de la era lo asimiló e insertó de acuerdo a sus necesidades.
Esta región es parte de la Costa del Golfo y se delimita al norte por el río Cazones; y al sur por la sierra de Chiconquiaco y el río Colipa, al este por el mar del Golfo de México y por último al oeste por la Sierra Madre Oriental.
El origen
La evidencia más temprana sobre la práctica del juego de pelota en Mesoamérica está en Paso de la Amada en el área del Soconusco chiapaneco y se trata de una cancha hecha de tierra que fue fechada para el año 1650 a.C. (Hill, 1999). Otros datos sobre el inicio son las canchas del Formativo Medio del Noroeste de Yucatán (Anderson y Medina, 2017) y del sitio Abaj Takalik en la Costa Pacífica de Guatemala (Schieber, 1994); por su parte también están las figurillas de cerámica del Formativo Temprano de la Tumba 3 de El Opeño en el Occidente (Oliveros, 2004), representando a jugadores de pelota.
En el estado de Veracruz, los datos más tempranos son del área Sur, específicamente en la cuenca del río Coatzacoalcos con las ofrendas de 13 pelotas de hule del sitio olmeca de El Manatí, ubicadas en el Formativo Temprano en el año 1600 a.C. (Ortiz et al. 1992). Existen otros elementos pero no tan confiables como las enormes cabezas de basalto de los Olmecas de San Lorenzo Tenochtitlán (10), La Venta (4), Tres Zapotes (2) y Cobata (1), las cuales tentativamente se les ha relacionado como jugadores de pelota decapitados (Scott 2018). Otro dato arqueológico son los montículos paralelos de forma rectangular alargada del asentamiento olmeca de El Macayal (Rodríguez y Ortiz, 2008), sitio asociado al Formativo Temprano y Medio (Ortiz et al., ibíd.).
Para el área de investigación el juego de pelota está documentado desde el Clásico tardío hasta el Postclásico tardío: de acuerdo con los datos de las seis canchas excavadas en El Tajín, las cuales fueron ubicadas entre el 800-1200 d.C. mediante la seriación cerámica (Brüggemann, 1992; Lira, 2018; Raesfeld, 1990: 93); las restantes de Yohualichan y El Cuajilote están entre el 600-900 d.C. (Cabrera, 1999; Cortés, 1994); y por su último la cancha de Vega de la Peña se sitúa en el Postclásico tardío (Cortés: ibíd.). Es posible que las canchas de sitios como El Pital y Serafín sean del Clásico temprano o Protoclásico, pero aún no han sido excavadas. Hay que mencionar que para Veracruz la cancha más temprana se encuentra en el área Centro Sur, específicamente en el sitio de Carrizalito, la cual fue excavada y datada mediante el análisis de materiales cerámicos para el periodo Protoclásico del año 100 a.C. al 100 d.C. (Donner y Hernández, 2018: nota 3).
El juego de pelota
El juego de pelota en Mesoamérica se ha explicado desde muchas perspectivas, tales como políticas (Daneels, 2008; Fox, 1991; Liendo, 2015; Stark, 2018), lúdicas y deportivas (Anderson y Medina, 2017), de diferencias sociales (Hill y Clark, 2001; Wilkerson, 1991) y religiosas (Miller, 1989; Taladoire, 2000; Velásquez, 2015), por mencionar algunas. Sea cual haya sido la idea inicial del juego, debemos entender que la práctica del mismo obedeció a una temporalidad y región cultural específica, ya que cada sociedad asimiló y encauzó de acuerdo a sus necesidades la proyección del mismo.
Para el Centro de Veracruz, desde una perspectiva funcionalista, se ha interpretado que a principios de la era el juego de pelota emerge como una estrategia de control político patrocinado por la clase gobernante con el fin de aumentar y justificar su autoridad y unir al resto de la población (Daneels, 2008, 2018; Stark, 2018; Stark y Stoner, 2017), en términos generales el juego se instala como una religión de Estado. Por su parte autores (Daneels, 2018; Taladoire, 2000; Von Winning, 1980) sugieren que el juego de pelota se trata de un culto de carácter agrícola, principalmente asociado a la fertilidad terrestre. En el lapso de los primeros años después de la era, el área de estudio (figura 1) muestra pruebas irrefutables de la práctica del mismo, asociándose a un rito simbólico religioso muy complejo financiado por las elites nacientes. Estas se reservan el derecho de efectuar los cultos, así como propiciaron la construcción de múltiples canchas arquitectónicas y algunos bienes de prestigio (yugos y hachas inicialmente, posteriormente vendrían las palmas) para desarrollar y difundir a manera de religión este juego ritual.

Figura 1. Ubicación de los sitios arqueológicos del Centro Norte de Veracruz mencionados en el texto: 1. Corralillos, 2. Tuzapan, 3. El Tajín, 4. Morgadal Grande, 5. Vista Hermosa, 6. Serafín, 7. Cuyuxquihui, 8. Yohualichan, 9. Santa Elena, 10. El Pital, 11. La Colorada, 12. El Cuajilote, 13. Vega de la Peña, 14. Las Higueras, 15. Aparicio, 16. Paxil, 17. Los Ídolos. Fuente: Elaborado por los autores.
El juego
Sabemos que existieron distintas practicas del juego, como lo indican Uriarte (1992) y Taladoire (2000, 2015), identificando formas de juego con la mano, extremidades superiores e inferiores del cuerpo, con bastones y con la cadera, añadiendo el jugarlo en un espacio cerrado o abierto, con o sin marcadores. Para la región de estudio, las evidencias arqueológicas nos remiten a una práctica con pelota de hule, siendo golpeada con la cadera, rodillas y codos dentro de una cancha arquitectónica sin aros marcadores. Posiblemente hubo marcadores en el piso o dichas banquetas perimetrales como lo sugiere Daneels (2018) servían para dar un punto por válido, a manera de cómo funcionan las líneas en las canchas contemporáneas de vóleibol. Por otra parte el número de jugadores se atribuye a las dimensiones de las canchas, las cuales se describen a continuación.
Las canchas
En Mesoamérica, las canchas de pelota fueron conformadas por dos estructuras paralelas (laterales) más o menos simétricas con o sin cabezales (figura 2). Existen también otras delimitaciones adicionales como lo son muros bajos o banquetas perimetrales, su forma física en planta es de letra “I” y en ocasiones son asimétricas. Estos elementos terminales han sido descubiertos mediante la liberación de las canchas, ya que previamente no eran visibles por ser muy bajos.

Figura 2. Forma de la cancha de pelota vista en planta con sus respectivos elementos. Fuente: Elaborado por los autores.
En el Centro Norte de Veracruz, las alturas de las plataformas laterales van desde el 1.80 m hasta los 12 m, mientras las banquetas son desde los 90 cm a 2.7 m, y por último las banquetas perimetrales no sobrepasan los 50 cm de altura (Arellanos, 2006; Brüggemann, 1991; Cuevas Ordoñez, 2011; García Payón, 1947; Jiménez, 1991; Lira, 2018; Ruiz, 1999, 2000; Vásquez, 2012). Dichos edificios laterales en general muestran banquetas altas y rectas en menor medida, destacando mayoritariamente las banquetas bajas y rectas, a las cuales se les sobrepone un talud prolongado con una terminación en su parte superior en remate o cornisa volada (Brüggemann, 1992; Cabrera, 1999; Cuevas Ordoñez, 2011; Lira, 2018; Ruíz, 1987, 1999) (figura 3). Regresando a las alturas de las plataformas laterales, hay diferenciaciones entre cada una, pues en algunas canchas un lateral es más alto que otro, ejemplificando las canchas que usan una pirámide de la plaza como lateral.

Figura 3. Algunas canchas de pelota vistas en perfil. Fuente: Elaborada por los autores, basado en los datos de Brüggemann 2001 para las canchas de El Tajín; Cabrera 1999 para la cancha de Yohualichan; Ruíz 1999 para la cancha de Paxil; mientras el resto son observaciones en campo de los autores.
Sobre las evidencias del sistema constructivo de los laterales, sabemos que consisten en un núcleo hecho a base de tierra apisonada, en ocasiones particulares como en Yohualichan fueron aprovechadas las depresiones naturales de la roca madre para dicha edificación. En la región, estos núcleos fueron revestidos por piedras lajas o areniscas, así como también se optó por el uso de piedras de río de diferentes tamaños, las cuales usualmente se encontraban recubiertas por estucos para dar solidez y buena estética al inmueble. En lo que corresponde a las banquetas perimetrales, estas fueron hechas de piedras lajas y recubiertas por estucos. Algunos edificios laterales en sus lados terminales u opuestos al área del patio, contaron con escalinatas hechas de piedras lajas, funcionando como elementos de ascenso para acceder a presenciar el juego o en su caso para realizar alguna acción vinculada con la práctica del mismo. Por último, las banquetas podían tener marcadores en el centro y los extremos, delimitando la superficie de la cancha en dos campos. Tales marcadores pueden tener la forma de grandes bloques de piedra labrados con relieves, los cuales mostraban narrativas entorno al rito del juego como sucedió en El Tajín, Aparicio, Morgadal Grande y Vista Hermosa, por mencionar algunos ejemplos.
Los aros marcadores estuvieron ausentes, Daneels (2016) indica que en Veracruz las canchas relacionadas con sitios del Clásico carecen de este elemento arquitectónico, el cual es insertado por grupos inmigrantes (totonacos y nahuas) al área durante el Postclásico, como sucedió en Aparicio (Medellín 1976), Cuyuxquihui (Ruiz, 1987), Vega de la Peña (Cortés, 1994) y posiblemente Tuzapan (Avilez, 2014).
Formas y contabilidad
Dentro del periodo Clásico de acuerdo a un análisis arquitectónico de plazas y juegos de pelota efectuado por uno de los autores (Hernández Libreros, 2017), se identificaron cuatro tipos de canchas en la zona (figura 4), las cuales son las siguientes: la primera es abierta y se compone por dos estructuras laterales; la segunda es semiabierta con dos edificios laterales y un cabezal; la tercera es cerrada y se configura por cuatro estructuras que son dos laterales y dos cabezales en cada extremo; por último hay un tipo de cancha poco habitual ubicada en Los Ídolos (Vásquez, 2012), se trata de una doble, compuesta por tres estructuras laterales con sus respectivos cabezales. Las canchas dobles, son excepcionales y poco vistas en Mesoamérica: solo se conocen reportes de Piedra Labrada en Los Tuxtlas, Veracruz (Budar, 2008) y dos más de la región de Malpaso en Chiapas, específicamente en San Isidro y Colonia Adolfo López Mateos (Piña Chan y Navarrete, 1967).

Figura 4. Tipos de canchas de pelota de acuerdo a su forma en planta. Fuente: Elaborado por los autores.
Por otro lado, de acuerdo a conteos preliminares, en la zona Centro Norte existe un aproximado de 121 canchas de pelota de los periodos Clásico al Postclásico (Hernández Libreros, 2018), estamos conscientes que el número incrementará conforme se efectúen y publiquen resultados de prospecciones arqueológicas futuras en el área. Hasta el momento solo han sido excavadas nueve canchas, seis en El Tajín, el Juego de Pelota Sur de manera completa por García Payón (1963) y Castillo (1991), la 7-8 de manera completa por Lira (2018), la 11-11bis por Juan Sánchez, la 13-14 por Navarrete, la 17-27 por Cuevas y el Juego de Pelota Norte por García Payón (1952), además de 12 sondeos en las esquinas de las canchas efectuados por Raesfeld (1990) y Pescador (1992); una en El Cuajilote (Cortés, 1994), una en Yohualichan (Molina, 1986) y una última en Vega de la Peña (Cortés, ibíd.), a destacar también dos trincheras de 50 cm de profundidad abiertas en cada uno de los laterales de la cancha principal de Las Higueras (Arellanos, 2006: 133).
Proporciones y la orientación
Las proporciones de las canchas se explican con la aparición de normas arquitectónicas, de tal manera que a lo largo del tiempo se evidenciaron distintas, teniendo proporciones que van desde 1/1.7 a 1/13.5. Además, su tamaño varía mucho: midiendo solo el largo y ancho delimitado por las plataformas laterales (sin tomar en cuenta las zonas terminales que no siempre se ven), existiendo canchas pequeñas desde 17 m de largo por 9 m de ancho, y canchas muy extensas de 121 metros de largo por 21 metros de ancho.
En lo que respecta a la orientación hay distintas variaciones de acuerdo a cada sitio, ya que, a diferencia del Centro Sur donde predominan orientación entre 0-10° a los puntos cardinales (Daneels, 2016), en el Centro Norte la alineación de cada juego de pelota responde a la organización urbana individual de cada asentamiento como lo expondremos a continuación.
Distribución arquitectónica
La proliferación de las canchas se dio gracias a cuestiones sociopolíticas, estando insertadas dentro de patrones específicos de organización arquitectónica. En el caso del Centro Norte, se ubican hacia un costado de las plazas (principal y secundarias) o de la pirámide principal; en ocasiones puede haber hasta tres canchas relacionadas con una misma plaza, mostrándonos así la relevancia popular, religiosa y política del juego dentro del contexto urbano (Daneels, 2016) (figura 5). Sin embargo, también pueden aparecer sobre plataformas palaciegas, y hay casos particulares, como en Corralillos, El Pital, El Tajín y Los Ídolos, donde algunas de ellas encuentran aisladas de las plazas o de la zona nuclear; otra evidencia poco común se da en el sitio 21 reportado por Gyarmati (1995) en la cuenca del río Necaxa, que consta de un montículo y un juego de pelota, el cual se ubica aproximadamente a 1.5 km de distancia del sitio más cercano; por último hay otras que se hallan a manera de adoratorios como el Juego de Pelota Norte de El Tajín, estando enclavado en la parte central de una plaza de grandes dimensiones.

Figura 5. Ubicación de las canchas de pelota dentro del contexto urbano de los asentamientos. Fuente: Elaborado por los autores, basado en Mapoteca Digital de INEGI.
¿Canchas públicas o privadas? Nosotros pensamos que depende del tamaño y ubicación espacial de estas dentro de área urbana de cada sitio. Para comprender mejor este apartado, se ejemplifican los casos de canchas de pequeñas proporciones de El Pital, El Tajín y Los Ídolos, que serían canchas privadas, posiblemente para el uso de la elite, ya que se encuentran en espacios cerrados o cercanos a plataformas palaciegas, mientras las localizadas a los costados de las plazas serían las públicas; estas son comunes en la mayoría de los sitios, y tienden a ser de gran tamaño.
Otro punto interesante es la distribución del número de juegos de pelota por asentamiento, el cual se presenta de manera irregular. Hay, sitios como El Tajín y El Pital, donde proliferan las canchas, por su parte en sitios como Yohualichan y La Colorada sólo cuentan con una, mientras en otros no las hay. Resulta innegable, que entre más complejidad arquitectónica tenga cada sitio la tendencia refiere a tener un número elevado de canchas de pelota o poseer una o dos como mínimo, lo que refleja una centralización política y urbana relacionada con el juego para esos tiempos.
En su mayoría los juegos de pelota se encuentran a nivel de la plaza o sobre el nivel de la misma, como por ejemplo en Morgadal Grande y Corralillos, donde se ubican sobre una plataforma palaciega respectivamente. Finalmente, con relación a lo anterior podemos afirmar que tales canchas podrían asociarse con un nivel celestial y no con el inframundo, como Taladoire (2001) lo ha propuesto para las canchas de pelota en Mesoamérica que se ubican debajo del nivel de la plaza.
Comentarios finales
A través de la breve compilación y análisis de los datos arqueológicos nuestra posición por el momento es que las sociedades mesoamericanas del Centro Norte de Veracruz adoptaron el juego de pelota posiblemente a través de su relación con el Centro Sur de Veracruz, puesto que comparten similitudes en torno a la práctica del juego para el periodo del Clásico temprano.
En resumen, el juego de pelota aquí fue parte de una religión difundida por los principales centros urbanos, donde se construyeron canchas a lo largo del tiempo conforme a su desarrollo. Dicho juego entonces se relacionó también con la centralización política de los asentamientos, distribuyendo las canchas de manera jerarquizada, creando así canchas públicas y privadas. La idea se justifica con la ubicación de estas, las cuales se encontraron relacionadas a plazas, pirámides y recintos palaciegos, reforzando aún más la tesis de su importancia política.
Con respecto a los distintos tipos de canchas de acuerdo a su composición arquitectónica, proporciones y orientaciones, se sugiere una variabilidad de tipos de juegos, correspondiente al número de personas que pudieron participar, la forma en marcar puntos y la relevancia o motivo religioso del culto que tuvo el juego en cada una de ellas.
Por otro lado es interesante resaltar la construcción de largas canchas públicas con cabezales (ejemplificando Yohualichan, Gran Juego de pelota de El Tajín, El Cuajilote, Los Ídolos y Aparicio) y de canchas privadas de pequeñas dimensiones sin cabezales sobre plataformas palaciegas (Morgadal Grande y Corralillos) o plazas elevadas (El Tajín), las cuales corresponden a sitios del Clásico tardío. Recientemente, Taladoire (2015) ha sugerido para las Tierras Bajas Mayas que las canchas de pequeñas dimensiones están asociadas a la elite, mientras las de grandes dimensiones se relacionan con el sector popular. Si la anterior hipótesis es correcta, puede sugerirse que para el Clásico tardío en nuestra área de estudio el juego de pelota se vuelve tan relevante y popular, ya que no sólo la elite lo practica, siendo así de carácter público y del ámbito de las masas. Es importante decir que en la región durante el Clásico tardío se da la incorporación de las palmas al atuendo de los jugadores y a los entierros de elite, así como se difunde el uso de manoplas, esferas pétreas y temazcales.
Los anteriores datos expuestos contrastan con los descritos por Daneels (1998) para el Centro Sur de Veracruz, pues en ese mismo tiempo según la autora se comienza a gestar un estancamiento regional en el área vecina, dicha actividad es asociada a un rechazo de nuevas prácticas culturales, como por ejemplo la inserción de cabezales en las canchas, así como la aparición de temazcales, palmas, manoplas y esferas pétreas, por mencionar algunos. En relación a lo anterior, consideramos que para el lapso del Clásico tardío el Centro Norte de Veracruz crea su propia variante regional de juego de pelota, denotando ciertas características asociadas a normas constructivas de canchas e incluyendo un nuevo culto asociado aspectos astrales (¿Ehecatl Quetzalcóatl como deidad de la fertilidad?) que se ponen de moda en este momento, bajo la influencia del Centro de México o la zona sur de Mesoamérica, pero sin dejar de lado las generalidades básicas del juego viejo de fertilidad asociado al agua y la tierra.
En conclusión, aún es poco lo que sabemos sobre el juego de pelota en la región, puesto que las investigaciones sobre esta temática solo se han centrado en unos cuantos sitios específicos, dejando de lado otros asentamientos que pueden aportar nuevos datos sobre la materia. De tal forma este juego con sus particulares elementos, sigue cautivándonos por sus distintas reinterpretaciones regionales que existieron en toda Mesoamérica, siendo una de ellas el área Centro Norte de Veracruz.
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Velásquez García, Erik (2015), “El juego de pelota entre los mayas del periodo Clásico (250-900 d.C.). Algunas reflexiones”, en María Teresa Uriarte (editora), El juego de pelota mesoamericano: Temas externos nuevas aproximaciones, primera edición, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Estéticas, México, Pp. 251-326.
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Sobre los autores:
Luis Ángel Hernández Libreros (Martínez de la Torre, Veracruz, 1993). Egresado de la Licenciatura en Arqueología por la Universidad Veracruzana (UV). Ha formado parte de proyectos arqueológicos de investigación, rescate y salvamento en los estados de Veracruz, Puebla y Jalisco. Sus intereses académicos radican en el estudio de las sociedades del trópico veracruzano. Contacto: luis_libreros93@hotmail.com
Daini Delgado Arias (Acayucan, Veracruz, 1994). Egresada de la Licenciatura en Arqueología por la Universidad Veracruzana (UV). Ha formado parte de proyectos arqueológicos de investigación, rescate y salvamento en el estado de Veracruz. Sus intereses académicos radican en el estudio de las sociedades del trópico veracruzano. Contacto: daini_hilary@hotmail.com
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