Por: Anabell Aspiros Álvarez, Aneth Citlalli Ledesma Lara, Mayra Fernanda Olvera Juárez, Nauiollin Padilla Arteaga, Cristóbal Solís Rivera, Alicia Lizeth Treviño Escobedo, Arlette Cristina Vergara Bautista, Adela Vázquez Veiga, Sabah Walid Sbeinati, Juanjo Pulido Royo.
Este año 2017 el V Congreso Internacional de Socialización del Patrimonio en el Medio Rural -SOPA- volvió a Latinoamérica, concretamente a México, para celebrar un encuentro a la vez procomún y no común. Procomún porque es un congreso “de todos y de nadie al mismo tiempo”, o mejor aún, porque se hace “entre todos”; y no común, porque se escapa de lo conocido, de los congresos repletos de sabios en los que suele operar un sistema vertical de transmisión de conocimiento, y en los que la expertise es terreno de “unos pocos”.
El objetivo principal del SOPA es educar en lo común, contactar, facilitar el acceso y la transmisión al patrimonio en el medio rural, propiciar una verdadera democracia cultural. Trabajar en el sentimiento colectivo, con gente que quiere comprometerse con la comunidad, que quiere cambiar las formas de relacionarnos con nuestra cultura. Emancipar el conocimiento mediante la expansión de los saberes y la co-creación de contenidos y metodologías. De este modo conoceremos las distintas formas de ver, tratar y considerar al patrimonio rural como generador de riqueza, posibilitando a los agentes locales el desarrollo de iniciativas culturales y económicas innovadoras y sostenibles dentro de su propio territorio. Por ello, creemos necesario profundizar en la construcción de nuevos espacios y nuevos procesos que faciliten la creación de sinergias positivas de colaboración entre entidades y proyectos, con el fin de mejorar los proyectos y establecer vínculos más fuertes y reales con la población o contexto en que se llevan a cabo; propiciarán el análisis sobre conceptos y metodologías; así como la creación de una línea conjunta de acción que incluya las aportaciones desde diferentes formas de entender y proyectar la gestión del patrimonio cultural.
Pero desde el SOPA consideramos que el concernido no es el patrimonio, son los colectivos de personas que trabajan en los bordes de la dicotomía público-privado para (re)activar lo común, procesos visibles a lo largo del mundo que evidencian la inclusividad social, y ponen en valor prácticas que surgen desde los afectados y los expertos en experiencia. Y es que, como defiende el filósofo francés Pierre Dardot, “ningún bien es por sí mismo común. Un común no es una <cosa>, aún cuando sea relativo a una cosa, sino el lazo vivo entre una cosa, un objeto o un lugar y la actividad del colectivo que se hace cargo de ella, la mantiene y la cuida”.
Durante el curso Patrimonio Cultural y Preservación de la Licenciatura en Desarrollo y Gestión Interculturales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) dedicamos un tiempo a planear y diseñar la mesa de trabajo La cocina como resistencia!!! que facilitamos el miércoles 15 de noviembre de 2017 en la comunidad de Canicab, Yucatán, durante la celebración del V Congreso Internacional de Socialización del Patrimonio en el Medio Rural, de ahora en adelante SOPA, que se celebró entre la ciudad de Mérida y la comunidad de Canicab, Yucatán, entre el 13 y el 19 de noviembre de 2017, este año dedicado a la mujer rural y las memorias comunes.
Este pretende ser un relato colectivo que recoge algunas de las experiencias vividas por algunos de los participantes en el congreso y los facilitadores de la mesa de trabajo junto con diversas personas, desde asistentes al congreso provenientes de diferentes lugares del mundo a habitantes de Canicab y organizadores del congreso.
La preparación de la #SOPA de lima
Para hablar de la experiencia en el #SOPA17, es preciso comenzar con lo ocurrido en el salón de clase. Cuando Adela propuso participar en el congreso, casi como decisión unánime se dijo que sí, y desde ahí comenzó la hazaña.
Había que plantear una mesa de trabajo en relación al patrimonio desde y para la comunidad, saliendo de lo cotidiano de los congresos académicos que, si bien no se contaba con una experiencia previa en la organización, la metodología y forma de trabajo de éstos estaba presente por los concurridos a lo largo de la experiencia educativa.
Durante tres meses del curso de Patrimonio Cultural y Preservación, dedicamos varios momentos en las sesiones de cuatro horas a planear los objetivos, diseñar la mesa de trabajo y crear las dinámicas y herramientas para facilitarla junto con, aproximadamente, sesenta asistentes al congreso y personas de la comunidad. Una tarea compleja que supuso largos debates, lecturas y momentos de reflexión individual y colectiva que enriquecieron nuestro co-aprendizaje y nos permitió reconocernos como gestores y mediadores patrimoniales pero, sobre todo, como personas.
Clase a clase se fue decidiendo el tema y la forma de presentarlo y, finalmente, se acordó titular la mesa “La cocina como resistencia!!!”. De ahí se desprenderían dos dinámicas participativas desarrolladas a la par: la Lotería y la Casa Maya –otoch-. La idea de la lotería era que la actividad partiera desde algo significativo para muchos mexicanos como lo es el juego de la lotería y con este, lograr un intercambio de recetas de los diferentes países que estarían presentes en el #SOPA17. En un principio se habló de diversos platillos originarios de cada país, pero al buscar las recetas fue notorio que, al ser en su mayoría los asistentes de países de Latinoamérica todos contaban con algún tipo tamal, a pesar de que en algunos lugares se les conoce con otro nombre. Así fue como se dispuso a hacer una lotería de tamales, agregando la empanada representando a España, dado que no tienen un platillo similar al tamal.
Elegir un alimento en común para la lotería fue ideal para poder desarrollar la dinámica del juego, en el que cada tabla comparte alguna figura con otras –como el maíz, las hojas de plátano o de maíz, la sal, la levadura, la manteca, etc.- pero, finalmente, hay algo que diferencia a cada una –el achiote, la leche, el azúcar, el trigo, la papa, etc.-.
La sede del congreso, Canicab
El miércoles 15 de noviembre de 2017 la sede del congreso SOPA se trasladó a Canicab, Yucatán, un pueblo rural situado a media hora de la ciudad de Mérida en el municipio de Acanceh. Tras la inauguración y apertura del encuentro, dimos un paseo guiado al Centro Comunitario que algunos maestros de la Universidad Autónoma de Yucatán como Juan Carlos Mijangos o Carmen Castillo Rocha, junto con Jesús Eduardo Puch Chan y otras muchas personas de Canicab han construido hace varios años con mucho esfuerzo y cariño; un espacio educativo, sostenible y abierto que es mucho más que eso.
Tras el paseo exploratorio, dos integrantes de Las Hijas del Rap, Nany y Vk, compartieron una maravillosa charla sobre su trabajo, el rap, el feminismo y el activismo y cantaron algunos de sus temas más conocidos, Chocha e Ixchel, reivindicando la importancia de lo que hacen como patrimonio cultural. Las Hijas del Rap es una colectiva feminista multidisciplinaria conformada por Nany Guerrero, Phana La Yucatecana Mulixa, Vk, Sol y Chika Lion. Esta iniciativa de mujeres Hip Hop se realiza con la intención de lograr una transformación social por medio del arte, idea que viene desde la raíz de la cultura urbana, empoderar la Mujer a través del Hip Hop y utilizar este último como una herramienta de transformación social.
La lotería intercultural
La mesa de trabajo empezó en el parque y nosotros, relata Cristóbal, estábamos sentados en el campo, por lo que tuvimos que pararnos y movernos; después Arlette se subió a la sentadera del parque a preguntar a los asistentes si habían jugado a la lotería anteriormente.
Adela fue la encargada de presentar la mesa, mencionando que cada año en el SOPA se comparte una mesa de trabajo participativa. Nos presenta a todos, el lugar donde estudiamos, qué es lo que estudiamos y el porqué de la mesa de trabajo junto con los objetivos de la misma, entre otros, visibilizar los roles de género e intercambiar recetas o interactuar en dos grupos de trabajo -la casa maya, el otoch y la lotería con ingredientes de platillos típicos de diversos países-. Ambas mesas estaban enfocadas en generar un diálogo intercultural donde se invitaba a jugar y a facilitar la convivencia entre los participantes.
Arlette explicó cómo compartimos ingredientes en Latinoamérica y que, en el caso de la lotería mexicana adaptada para esta dinámica, cada tablilla tiene los ingredientes para preparar un tamal. También comentó que en otros países se le conoce a los tamales con otro nombre, aunque en esencia es casi lo mismo.
Por su parte, Aneth nos cuenta que España es el único país donde no tienen un tamal como tal y se buscó un plato similar, la empanada, que también es típica en Argentina. Arlette habla sobre la importancia de compartir recetas e invita a la gente a tomar una carta para empezar el juego. Aneth señala que, en lugar de gritar lotería al momento de ganar, se grita el país que le tocó (Perú, Guatemala, España, Argentina, Colombia, México, etc.).
En ese momento la gente se emociona y empieza a invitar a otras personas a la mesa y, mientras tanto, Juanjo pregunta por qué en la tablilla de España ¡no están las aceitunas como casilla! y por qué en la de Argentina ¡no está el fuego! Algo furioso, grita a los cuatro vientos algo así como que “¿en España no hay aceitunas? ¿en Argentina no hay fuego?”.
El juego comienza y Arlette, mientras canta los ingredientes, hace comentarios interesantes y/o algo chistosos. ¡El ganador fue Eduardo, el guía de Canicab, que ganó con Perú! Mientras tanto existen palabras que algunos no entienden como ¿qué es el chicharrón o los cacahuates? Algunos jugadores se distraen en el cantar de Arlette y preguntan por ingredientes ya cantados, entonces Arlette tiene que describir algunos ingredientes y explicar qué es el tamal. Una mujer colombiana, con un doctorado en género, afirma que en Colombia los tamales no usan azúcar (y en su tablilla de Colombia estaba representado el azúcar). Entonces Aneth comenta que ciertos ingredientes se comparten en los diferentes países introducidos en la dinámica y, en un momento, la gente se dispersa, hace mucho ruido y la voz de Aneth se pierde en el bullicio.
Se da por concluida la mesa y una señora argentina se interesa por la licenciatura en la que estudiamos y nos pregunta por las materias y autores que abordamos; al mismo tiempo que nos comenta que ella coordina la primera carrera en gestión cultural en su localidad y que le gustaría que hubiera una mayor relación entre ambas entidades académicas.
Los niños de Canicab quieren jugar y se les da la oportunidad de hacerlo, integrándolos a la dinámica del juego, con la diferencia de que en lugar de colocar los frijolitos -usados para marcar las casillas- uno por uno a la par que alguien canta los ingredientes, lo hacen al revés, colocando todos lo frijolitos y quitándolos uno por uno mientras se canta.
Como bien relata Cristóbal, el objetivo de la mesa era el intercambio de recetas que, si bien no se logró del todo debido quizás a que en ese momento se llevaban a cabo dos actividades, quizás al hambre que ya existía entre la gente e incluso al entusiasmo por saber qué delicias culinarias nos tenían preparadas nuestras anfitrionas, pudimos darnos cuenta, durante la realización de la actividad y específicamente mientras buscábamos las recetas que usaríamos como ejemplos, que Latinoamérica, en general, además de compartir muchas veces el idioma compartimos muchos alimentos, con sus variaciones claro está.
Pese a lo dicho anteriormente, es decir, que no existió un intercambio de recetas tal cual al momento de realizar y finalizar la actividad, o al menos no tanto como lo deseamos, algunas de nosotras tuvimos la oportunidad de lograr lo mencionado, pues mientras degustábamos de nuestros sagrados alimentos compartimos algunas comidas típicas de nuestros lugares de origen; porque cabe aclarar que, exceptuando a nuestro compañero Cristóbal, quienes organizamos las mesas de trabajo no somos yucatecas y venimos de distintas regiones del país como Chiapas, Ciudad de México o Monterrey. Haciendo un muy marcado énfasis en que la comida mexicana no es lo mismo en ninguna región del país y que hay muchos platillos similares, la manera en la que se prepara nunca será la misma en el norte que en el sur. Se comentó también que la idea de homogeneizar o generalizar la comida de una región es sumamente difícil y en lo personal considero que es un crimen en contra de los saberes culinarios de las personas; bueno quizás estoy exagerando un poco en esto último pero el hecho es que cada región, pese a que se usen los mismos ingredientes o el gran parecido que pueda tener alguna comida en el modo de preparación, nunca serán iguales por la carga cultural y personal que cada quien le pueda dar.
Parecía que las personas estaban muy dispersas, se escuchaban voces por todos lados, pero cuando escucharon la palabra “jugar” nuestra mesa de trabajo se rodeo de esas personas. Fue muy gratificante ver que los objetivos de la mesa se dieron de manera natural. Los jugadores eran de distintos países, muchos de los cuales usamos como referencia para crear el juego, y todos opinaron sobre él: sobre los nombres de las cosas, sobre cómo se nombraba a un ingrediente en su país o cómo se preparaba la receta. Algunos otros se cuestionaron qué era tal o cual ingrediente, pues nunca habían escuchado de él y al final se percataron que lo conocían de una manera distinta. Se escuchaban comentarios sobre cuáles de los tamales presentados habían probado, si les había gustado, si les gustaría comer alguno en el futuro. La actividad fue un momento muy divertido y un momento de intercambio que se convirtió en el espacio donde se reflejaba que la cocina resiste al paso de los años, a la globalización, y que genera diálogo y conexión entre culturas.
La casa maya, el otoch
En el grupo de trabajo que facilitaba la dinámica de la casa maya, Anabell, Nauiollin y Alicia facilitaron la propuesta con el material que se diseñó previamente y que consistió en la simulación de dos casas vernáculas de la región del Estado y utensilios propios de la casa. Conformamos dos equipos a los que se les asignó el espacio destinado de la cocina y diversos artilugios y personajes (hombre, mujer, niños, animales, etc.) según la costumbre y con el objetivo de conocer los roles y los espacios que ocupan dichos personajes dentro de su dinámica familiar. Mientras un equipo logró ponerse de acuerdo sin mucha complejidad, a pesar de ser de diferentes regiones y países del mundo, en el otro optó por hacer dos versiones de casa, ya que existían diferencias importantes -sí la cocina iba afuera o adentro, por ejemplo-.
Finalmente resultaron tres casas diferenciadas. Al momento de compartir sus resultados se desató cierta polémica, pues había personas que al escucharlas tanto participantes como espectadores no estaban de acuerdo con los roles impuestos y, metafóricamente, pusieron en la mesa la privacidad de sus hogares haciendo una reflexión entre lo que sucede en sus casas y sus vidas. Al mismo tiempo, las similitudes salieron a flote, como el hecho de que la cocina es punto de reunión familiar.
El mediodía transcurrió entre risas, sabores y saberes en cinco casas de cinco mujeres fascinantes (Ernilda, Ernestina, Soco, María y Aida) que nos cocinaron con muchísimo amor y nos invitaron a sus casas para extender el debate, la vida en común. Tras la comida nos juntamos en la cancha para retratar este mágico momento y reconocernos unos a otros, soñar juntos y seguir disfrutando del día.
¡Gracias amigas y amigos de Canicab!