DE LA CASA #41: AMBIVALENCIAS / MMV.

num41

Por Marlen Mendoza

Usualmente dejo una advertencia para mis textos, en el fondo, es una disculpa implícita en caso de que con mis palabras hiera algunas susceptibilidades; quiero recalcar que lo que leerán a continuación es mi opinión con respecto a lo que sé y por experiencias personales, doy por sentado que existe una diversidad en puntos de vista, las cuales respeto. Dicho lo anterior…

El tema lo seleccioné, después de una conversación con un amigo,  que me produjo una inquietud, la cual hoy en día no puedo sosegar: ¿Cuál es mi postura con respecto a la conservación del patrimonio?

La respuesta inmediata, en mi caso y el de la mayoría de los lectores, es a favor a toda costa: idílico, limpio, diáfano… pero ¿realmente conocemos las implicaciones y responsabilidades que involucran esta postura? Podría atreverme a decir que no.

Muchas batallas se sortean día a día por preservar el legado histórico y cultural, algunas se ganan la mayoría se pierden… ¿Por qué? Bueno, vivimos en una sociedad que le otorga prioridad a lo inmediato, efímero y vanguardista; que circula con el capitalismo -sí, todos somos sus presas, nos guste admitirlo o no- por tanto es lógico que lo “viejo” sea mucho menos atractivo y valorado si se contrapone con lo novedoso y fresco, hasta aquí vamos ‘bien’. Hay un gran número de organizaciones, colectivos, asociaciones o personajes en solitario, que realmente se ponen la camiseta e invierten bastante de su tiempo y dinero para defender nuestro patrimonio, desgraciadamente la demanda es tal, que resulta imposible que puedan preservarse todo. También vale la pena considerar que algunos inmuebles por ejemplo, se ubican en propiedad privada, lo cual lo hace aún más difícil (p. ej. caso Polyforum).

Ahora, a sabiendas de la importancia del aprovechamiento y conservación patrimonial, la cual tenemos presente, vale la pena hacer un análisis de algunos de los “sin embargos”, y sí, adivinaron… gira en torno al dinero, poder, intereses políticos y personales; tristemente no vivimos en una país de primer mundo, donde hay un presupuesto destinado a la conservación, así como tampoco tenemos la cultura de cuidar y proteger nuestro patrimonio; es así como vemos en pésimas condiciones inmuebles catalogados, algunos están casi en ruinas y para poderlos restaurar se requiere de una inversión considerable. Además, teniendo tantos problemas como: zonas urbanas sin infraestructura básica, niños recorriendo kilómetros para poder ir a un aula improvisada, a medio tomar clases, miles y miles de personas sin seguridad social, hospitales deplorables con pésima atención médica y un largo etcétera, no suena descabellado pensar que cuidar y mantener la obra patrimonial sea remitido a categoría de lujo, uno que al parecer no nos podemos dar.

En la otra cara de la moneda, el de los empresarios y desarrolladoras (debo confesar trabajo para una de ellas), ésta el “negocio” y “lo comercial”; con el auge del “boom inmobiliario” y todo lo que esto repercute a nivel urbano y de sobre-densidad poblacional, muchos de los terrenos con inmuebles catalogados y en ruinas, casualmente cuentan con una ubicación inmejorable, cerca de vías principales, con fácil acceso y excelente movilidad, infraestructura y equipamiento urbano. Colonias como la Del Valle, Polanco, Narvarte, Juárez, Roma-Condesa, Santa María la Rivera, se convierten en presa fácil y suculenta al momento de la elección de espacios para nuevos proyectos. Aderezándolo, en algunos casos, con un poquito de corrupción y compadrazgos, es relativamente fácil construir dónde sea, dejando en el baúl todas esas premisas que nos enseñan en la escuela: estudios de impacto urbano y ambiental, conciencia de cuidado del contexto urbano, respeto por la identidad de la zona, entre otras.

Es justo aquí dónde comienza la encrucijada, y mencionaré puntos que escuché en las conversaciones que tuve, tanto con colegas como con amigos completamente ajenos al tema y es sorprendente como la perspectiva cambia de acuerdo a la profesión y otros factores que está de más mencionar.

“Nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira…”.

El legado histórico y cultural nos define, no hay nada peor que una sociedad que niega y destruye su pasado, esto la condena a repetir errores y demás atrocidades. El vínculo de identidad se pierde, sumado a que no hay nada más impactante, un testigo silencioso al pasar de los años que un inmueble, objeto o espacio ¿histórico patrimonial? Punto para el patrimonio.

Son nebulosos los procesos de selección de lo que se cataloga, hay casos en los que la obra patrimonial no es de lo mejor que se hizo en su periodo, porque cabe tener en cuenta que no todo lo que se hace vale la pena conservar y al final es cuestión de gustos, por tanto lograr el feliz punto medio es complejo e injusto. Es como si en unos 100 o 200 años quisieran preservar la extensión que hizo Rojkind a la Cineteca (si hoy en día y con pocos años de vida, ya está cayéndose). Punto para el mordaz capitalismo.

No existe comparación entre lo tangible y el supuesto, no es lo mismo leer sobre algo que verlo, recorrerlo y vivirlo. Punto para el patrimonio.

En los casos de predios abandonados, que los hay y muchos, cualquier persona toma posesión y termina haciendo lo que le venga en gana, que es todo menos cuidar y preservar la obra patrimonial, se sobre densifica el terreno, y mediante la autoconstrucción, quedan como resultado unos monigotes «de junto con pegado» que de igual forma, descomponen el contexto. Punto para las desarrolladoras. (duda al margen, ¿cuál es la diferencia entre una desarrolladora y una inmobiliaria?).

Al no licitarse las obras tanto privadas como públicas, se genera descontrol y regresamos a la premisa que no todo lo que se construye tiene un aporte significativo, tanto plástico, estético, social, regenerador o cohesivo. Es así, como no es forzoso que lo nuevo “sea mejor” que lo que estaba construido previamente. Punto para el patrimonio.

El negocio -porque lo es- de la construcción, activa la economía del país, genera empleos, incorpora pequeñas y medianas empresas, pues no sólo involucra a los empresarios, desarrolladoras e inmobiliarias; estamos inmersos arquitectos, ingenieros, obreros, contratistas, casas de materiales, proveedores de pintura, piedras naturales, carpinteros, plomeros, administradores, contadores, abogados, químicos, biólogos, etc… No trato de glorificarlo, soy objetiva con una realidad que veo día a día. El problema radica, como ya lo he mencionado en otros textos, no es el “qué” si no el “cómo se hacen las cosas”.

Tenemos como antecedente ambos casos: gracias a los vestigios encontrados y remanentes de épocas pasadas, es que podemos estudiar y conocer datos de las civilizaciones antiguas, aunque bien, no fue una intención premeditada, ya que la intensión original de sus constructores era hacer algo que durara siempre, pero no pensando en el estudio a futuro, si no por una razón más humana y terrenal, el ímpetu de trascender. Si destruimos estos pedazos de historia, ¿nos recriminaremos en un futuro dicha acción, al privar a las futuras generaciones de la búsqueda del conocimiento, así como de los objetos que son la llave al mismo? Podría apostar que sí. Por otro lado, tenemos una serie de huecos e incógnitas, justamente por la falta de piezas en el rompecabezas y eso podríamos agradecérselo al tiempo de la colonización. Y pensar que, también por naturaleza, tenemos esa necesidad de imposición, las primeras civilizaciones lo hacían, y se sigue haciendo, falta voltear a ver la situación social de otros países con diversidad de creencias y pensamiento.

Para concluir, es necesario dejar de mirar con rigidez, los tiempos no están para quedarnos cada quien en nuestras trincheras y luchar entre nosotros, es momento de informarnos, buscar una postura crítica analizando el abanico de posibilidades, escuchar opiniones, aunque no empaten con las nuestras e incentivar a las nuevas generaciones la conciencia de cuidar lo que tienen alrededor, desde un edificio del siglo XVI hasta una escuela rural hecha con materiales prefabricados; capacitarnos mejor, ya que de este modo nuestro panorama se amplia y aumenta la factibilidad de tomar, quizás no las mejores, pero sí decisiones pensadas y analizadas con el cuidado y respeto que cada cosa merece. Hace falta contar con profesionales aptos para ese trabajo. No subestimemos un proyecto, por pequeño que parezca. Aún carezco de una postura definida y seguramente así voy a seguir, lo que puedo asegurarles es que amo a mi país, mi historia y a mi profesión, haré todo lo que esté en mis manos para poner mi grano de arena.

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ArKeopatías opera bajo una licencia Creative Commons, Atribución-NoComercial 2.5 México, por lo que agradecemos citar la fuente de este artículo como: Proyecto ArKeopatías./ “Textos de la casa #41″. México 2014. https://arkeopatias.wordpress.com/ en línea (fecha de consulta).

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