Por Luis Carlos Sánchez
CIUDAD DE MÉXICO, 17 de junio.- La investigación, una de las tareas sustantivas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), es también una de las más golpeadas. A pesar de que el número de zonas arqueológicas, museos de sitio y monumentos históricos abiertos al público ha aumentado, la cantidad de especialistas encargados de su estudio ha disminuido más de una cuarta parte en las dos últimas décadas.
Son varias las razones provocan la debacle. “Ha habido desinterés por parte de los funcionarios hacia la investigación, se han enfocado más a la cuestión turística y, para quienes sólo están interesados en lo turístico, es suficiente lo que hay en las zonas arqueológicas o los monumentos históricos”, considera Sergio Gómez, arqueólogo que desarrolla un proyecto de exploración en Teotihuacán.
En 1994, Rafael Tovar y de Teresa, actual presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), registró en su libro Modernización y política cultural (FCE) que el INAH contaba con mil 234 plazas para docentes. Según cálculos de los propios investigadores hoy sólo existen 860 expertos aunque la cifra podría ser mucho menor. La página oficial de la dependencia (http://www.inah.gob.mx/academia/investigacion) señala que apenas “más de 400 académicos” llevan a cabo investigación científica en el país.
“Uno de nuestros reclamos a la anterior administración es que estaba muy empeñada en abrir zonas arqueológicas, nosotros sugerimos, que de la misma forma tendría que incrementarse el número de investigadores”, agrega Gómez. Durante la administración pasada, encabezada por Alfonso de Maria y Campos, el país sumó la apertura de 15 nuevos sitios arqueológicos pero no experimentó el incremento de expertos.
Con Sergio Raúl Arroyo esta política continuará: el 6 de junio pasado, el funcionario declaró en Mérida a la agencia Notimex, que durante la presente administración se espera la apertura de al menos 18 sitios arqueológicos, principalmente en la zona norte del país.
“Han convertido esto más en una institución de turismo, que le hace competencia a la abocada a esa tarea, que una de investigación y protección”, considera el especialista Jorge Angulo, quien cuenta con más de 55 años de trabajo en el INAH. “Los que han estado a cargo de la institución no les interesa que se conozca más del pasado, cómo se formaron las culturas y se desarrollaron: no hay interés”, agrega.
Volver los ojos a la investigación, sin embargo, fue uno de los objetivos que Arroyo planteó al menos en el discurso. A su llegada a la dirección del INAH, el 12 de diciembre del año pasado, afirmó en el Museo Nacional de Antropología que uno de sus “principales objetivos” sería “reconocer y fortalecer a la investigación académica como el núcleo de la función pública del Instituto Nacional de Antropología e Historia”.
Gómez dice que Arroyo ha planteado que atenderá la demanda de incrementar la investigación, “esperaríamos que fuera de esta manera”.
Pero para Angulo el panorama se visualiza complicado: “tiene muchos contratos ya hechos por las autoridades pasadas, un ejemplo es el edificio de Aristos que se come mucho del presupuesto en renta y burocracia (más de 30 millones de pesos tan sólo en renta) y él no lo puede resolver el que se pueda utilizar ese dinero en nuevas investigaciones. Y como ésa, hay una serie de elementos que se han anquilosado en la institución”, opina.
Felipe Echenique March, secretario general del sindicato de investigadores del INAH, tampoco tiene muchas esperanzas.
“Su actuación pasada no fue diferente a la de Teresa Franco. Arroyo me tiene muy desconcertado primero por el caso de Teotihuacán y, segundo porque no cambia a los funcionarios: Nelly Robles sigue siendo intocada, Oaxaca sigue siendo un cacicazgo de ella; además, está reciclando mucha gente de su viejo equipo que ya habían dado muestras de su desapego a la institución. En el discurso está que va fortalecer la vida académica pero las señales que manda no son muy claras”.
Varias centenas más
Los especialistas del INAH consideran que para enderezar la brecha de la investigación se requiere, por lo menos, regresar a las mil 234 plazas que existían en 1994.
“Estamos sugiriendo que por lo menos se necesita 50 por ciento más de lo que existe ahorita; para empezar unos 400 o 500 investigadores más”, señala Sergio Gómez. En principio recuperar lugares para la investigación no requiere más presupuesto sino revisar cómo han sido ocupadas las plazas de investigadores fallecidos y que funcionarios administrativos las han ocupado.
Un ejemplo es la plaza que tuvo el escritor y ensayista Carlos Monsiváis como investigador de la Dirección de Estudios Históricos.
“Nosotros sugeríamos que su plaza se dividiera en dos, eso no iba causar ninguna afectación al presupuesto pero los funcionarios de la administración pasada nunca aceptaron subdividirla. Así ha sucedido con muchos investigadores que lamentablemente han fallecido: sus sitios se quedan uno, dos años o más tiempo sin ser utilizados o los utilizaban los funcionarios para cubrir puestos de confianza, trabajo administrativo y acrecentar la burocracia”, agrega el arqueólogo.
Después de la publicación de Tovar y de Teresa, afirma Felipe Echenique, comenzaron a congelarse plazas, “la de José Luis Lorenzo o del ingeniero Bárcenas se perdieron, a De Maria le planteamos por lo menos 50 plazas que tenían nombre y apellido”.
Pero la cosa quedó ahí, mientras el número de investigadores sigue disminuyendo, lugares como Teotihuacán apenas cuentan con cuatro expertos para más de 300 hectáreas de una zona que en términos de estudio es un cuerno de la abundancia.
Condiciones desfavorables de contratación
Las autoridades del INAH han sustituido la demanda de investigadores contratando a jóvenes científicos en condiciones desfavorables.
“Mucho del trabajo lo está realizando personal contratado que, desafortunadamente, no tiene seguro social y ninguna prestación, casi ninguno de los arqueólogos contratados tiene alguna prestación que por ley se les debiera dar.
“A muchos de ellos se les contrata por tres, cuatro o cinco meses, se les despide y deben andar buscando chambas en cualquier lado, eso crea un perjuicio al trabajo de investigación que realizamos”, señala Sergio Gómez.
Jorge Angulo, quien parte de su trabajo ha consistido en enseñar a las nuevas generaciones dice que “en los dos últimos sexenios fue disminuyendo el número de investigadores. Se siguen titulando de las escuelas arqueólogos, antropólogos, especialistas pero no hay trabajo para ellos.
“Los presupuestos que han entrado al INAH en los dos últimos dos sexenios, y que han aumentado notablemente, se han dedicado a alquilar edificios como Aristos.
En cambio hay muchos estudiantes o colegas que andan manejando taxis porque no les conviene o no tienen una oportunidad para entrar a la institución”, dice.
Disminuir la investigación, agrega Felipe Echenique, “ha sido una política que se ha impulsado desde el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, de cambiar a la institución, pasar de ser una de investigación y conservación física, jurídica y simbólica a una de administración de lo antropológico e histórico ya dado.
“Lo que menos les interesa es que se renueve la plantilla de profesores e investigadores y que ésta crezca”.
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Cifras:
Investigadores en 1994: mil 234
Investigadores actuales: 860
Investigadores según INAH: más de 400
Mandos medios en 1994: 360
Mandos medios en 2013: 560
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Fuente: http://www.excelsior.com.mx/comunidad/2013/06/17/904433