Un día entre Mito, Fantasía y Naturaleza: El Cerro Tláloc

Tláloc 03

Por Alicia V. Tolentino Sanjuán y Raúl Alva Durán

Se trata del Cerro Tláloc, ubicado entre los Estados de Puebla, Tlaxcala y México, es uno de los que integran lo que se conoce como la Sierra de Río Frío y cuenta con una altura de 4,125 metros sobre el nivel del mar.

(c) Alicia V. Tolentino Sanjuán y Raúl Alva Durán

La espera fue larga, se llevaban varios meses de planeación para esta visita, por fin es el mes de febrero, momento propicio para admirar el fenómeno visual que se presenta sólo dos veces al año, comúnmente llamado “la montaña fantasma” y es que pocos saben, que este volcán, lejos de ser uno más dentro de la cordillera, encierra todo un legado de conocimiento, leyendas, misticismo y tradiciones, siendo testigo y protagonista del caminar del hombre desde la época prehispánica hasta nuestros días.

Hoy como cada año comenzamos la caminata desde el poblado de Río Frío que se encuentra al pie de la carretera México- Puebla; el día es idóneo para subir ya que hay buen clima, no se observan nubes en el cielo que indiquen lluvia o tormenta de nieve, es algo inusual y tal vez no se deje ver la luminosa capa de nieve que decora la cima y su periferia en época invernal, aún así escalamos para ver el amanecer despejado que permita apreciar a la montaña fantasma.

La dirección es hacia el cerro del Telapón, sabemos que debemos seguir la cañada que desemboca en una cascada, el camino será difícil, no hay trazos seguros, lo único que observamos por horas son las veredas que utiliza la gente de la región para transportar la leña que suben a cortar. Pese a que hay sol, el aire es sumamente frío y la tierra del camino está suelta por la falta de lluvias, lo que hace levantar polvaredas y estorbosas nubes de humo a cada paso; aun así, se siente la calma que brinda el paisaje compuesto de pinos y coníferas.

Se calcula caminar en ascenso un tiempo de aproximadamente seis horas, sin embargo el paisaje amerita detenerse para apreciar cada elemento que brinda la naturaleza del bosque. Llegamos a una cascada que tiene cuatro metros de altura aproximadamente, y que sirve como descanso para abastecer de agua a los visitantes. Estamos ya a la mitad del camino y hemos llegado al Valle de Tula, donde se forman manantiales que abastecen de agua potable a los poblados de la región, desde ahí ya se puede ver la cumbre del volcán, es momento oportuno de consumir las suficientes calorías que permitan continuar lo que es la parte más difícil del viaje, pues hay que subir la pendiente más inclinada del camino y donde se empieza a sentir la falta de oxígeno, ya que estamos a 3,000 metros de altura, no hay ya coníferas, los pinos son distintos y en la superficie hay mayor cantidad de zacate.

Comienza a oscurecer y esto indica que debemos apresurarnos para llegar al campamento, la luz de la luna llena es más que suficiente para encontrar el camino. Nos encontramos con la zona de muros que fueron formados por las coladas de lava de las erupciones del antiguo volcán, estamos a un kilómetro de distancia y a cincuenta metros de altura aproximadamente para llegar al campamento improvisado por los visitantes, después de rodear un poco localizamos un estrecho paso que nos da acceso a la parte superior de estas coladas que tiene entre 7 y 10 metros de altura, se abren varios vallecitos ante nosotros y después de caminar 15 metros más llegamos al campamento. En este se encuentran desde biólogos, geógrafos, arqueólogos, sociólogos y gente de otras disciplinas; practicantes y amantes de la cultura prehispánica, así como quienes gustan del deporte extremo. Todos en conjunto y agotados al encontrar el asentamiento para pernoctar, arman las tiendas de campaña y encienden fogatas, preparan algunos alimentos y bebidas calientes para mitigar un poco el frío extremo que se siente en la montaña. Animados por el calor, comienzan las narraciones y leyendas históricas que envuelven de misticismo a este lugar: es el milenario cerro del Tláloc, lugar que utilizaron los pueblos hablantes de la lengua náhuatl, para celebrar el inicio de lo que esperaban fuera un buen año. La ceremonia y ofrendas son para los dioses del agua Tláloc y Chalchitlicue, y sus ayudantes los Tlaloques. La ceremonia, según narraciones de Fray Diego Durán y Sahagún, consistían en subir a los infantes “más llorones” para sacrificio a los dioses, pues mientras más fuera su llanto, mayor agua habría en la época de lluvias y por lo tanto mejores y abundantes cosechas les serían dadas; era pues la nobleza y los sacerdotes de cada uno de los pueblos que habitaban los alrededores los que subían a este lugar, ya estando en la cima se dirigían al templo dedicado a éstos dioses, el cual era especialmente adornado con plantas para representar el Tlálocan, es decir uno de los nueve paraísos existentes en su cosmovisión.

Los indicados para hacer las ofrendas eran los Tlatoanis, comenzando por el gobernante del imperio mexica, quien coronaba con sus ofrendas la cabeza del gran monolito negro, en el que estaba esculpida la imagen del dios Tláloc; seguido por el de Texcoco, quien adornaba el cuello del dios, luego el de Culhuacán, Xochimilco y todos los gobernantes de la región incluyendo a los del señorío de Tlaxcala. La sangre de los niños sacrificados se utilizaba para rosear las imágenes de los dioses, además de las representaciones de cada uno de los volcanes y cerros que lo rodean.

Avanza la noche y con ella uno a uno los visitantes se retiran a descansar, es momento de reposar un poco para recuperar las suficientes fuerzas e iniciar antes de los primeros rayos del sol, lo que será la última etapa para llegar al templo, en un recorrido de media hora entre zacatal y rocas. Dadas las cinco de la mañana emprendemos la marcha, la vista se torna espectacular, pues se observa sobre la planicie de zacate la sombra de uno que otro pino que genera la luz de la luna llena y las estrellas, las cuales también nos sirven para iluminar los tramos rocosos que hay que atravesar para llegar a la cima.

(c) Alicia V. Tolentino Sanjuán y Raúl Alva Durán

Estamos al pie de una vereda rodeada por dos largas líneas de piedras, se trata de los restos de los dos muros que delimitaban la calzada de 152 metros de largo y que describen los cronistas e investigadores que han visitado este lugar. Al final hay dos grandes estructuras rectangulares, una dentro de la otra, es el gran templo del dios Tláloc, considerado la estructura ceremonial más grande del México prehispánico en los volcanes.

Comienza a clarear el día que trae consigo la vista del paisaje, hacia el sur está la Iztaccihuatl y el Popocatépetl, hacia el oeste la Ciudad de México y al fondo en el horizonte el Ajusco y el Nevado de Toluca, hacia el norte el gran valle de Teotihuacan y hacia el este el fenómeno de la montaña fantasma. Ya todos colocados en las partes más altas del templo, observamos la salida del sol, la cual en este año sale hacia la derecha del pico más alto, que corresponde a la Malinche. La montaña fantasma es un fenómeno, una ilusión que hace parecer una sola al Cofre de Perote, al Pico de Orizaba y a la Sierra Negra, localizadas en el Estado de Veracruz y a la Malinche en el Estado de Tlaxcala y Puebla, la cual abarca la mayor parte del paisaje provocado por la salida del sol en esa dirección; transcurridos algunos minutos, ya que se separa el sol de la cumbre de la montaña, se observa la sombra del monte Tláloc, sobre la Ciudad de México.

(c) Alicia V. Tolentino Sanjuán y Raúl Alva Durán

Hacemos entonces conciencia y reflexión a cerca de las narraciones del cronista Alva Ixtlilxóchitl que nos refiere a este punto, desde el cual el caudillo de los chichimecas Xóloc, a la caída de Tula observó y planeó la dominación y conquista de lo que rodeó alguna vez este lugar; su hijo Nopaltzin, al igual que él, subió a este lugar, para desde aquí apropiarse de la región que ahora se denomina Valle de Chalco, según nos dice el mito.

Para este momento ya salió el sol en su totalidad, lo cual aprovechamos para sacudir un poco el cansancio; y reposar mientras los rayos iluminan y generan una gama de colores en el horizonte, nadie repara en la caminata y el clima helado, pues bien ha valido la pena el viaje que nos permitió conocer uno de los tantos majestuosos rincones de México. 

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ArKeopatías opera bajo una licencia Creative Commons, Atribución-NoComercial 2.5 México, por lo que agradecemos citar la fuente de este artículo como: Tolentino Sanjuán, Alicia Valentina y Raúl Alva Durán. “Un día entre Mito, Fantasía y Naturaleza: El Cerro Tláloc″. en ArKeopatías. México 2010. https://arkeopatias.wordpress.com/ en línea (fecha de consulta). /

10 comentarios sobre “Un día entre Mito, Fantasía y Naturaleza: El Cerro Tláloc

  1. Muy buen documental se ke es cierto esto pues yo e estado en este lugar en varias ocaciones y en diferentes estaciones climaticas y en cada una es una experiencia diferente pero igual de bonitas…yo soy de un poblado sercano a este lugar…gracias

  2. Que interesante suena toda la narración. Quien diria que 3 volcanes separados por kilometros, pudieran hacer una sola montaña. Felicidades.

  3. (Este comentario fue editado por el equipo de ArKeopatías)
    … no le entendi … ok a pro la leyenda esta + o – ok
    bno bye
    besos para tds lo chikos guapos

  4. Excelente crónica Raúl, no queda más que organizarnos para visitar «el Tláloc» la próxima ocasión. Gracias por participar de este proyecto y esperamos tus siguientes textos.

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